Día de Muertos en Oaxaca
Dos semanas después de nuestro viaje relámpago a Guanajuato, se avecinaba el día de muertos, famosa festividad nacional en México que mis amigos no se querían perder. Nuestra amiga Letzi nos recomendó pasar las fiestas en su natal ciudad Oaxaca, a unos 400 km al sureste de la ciudad de México, bien conocida por ser una de las zonas que conserva más población indígena en el país.
Si bien el día de muertos se celebra diferente en cada sitio (conservando siempre algunos patrones) nos vimos muy interesados en saber cómo se celebraba en una cultura verdaderamente indígena (al ser una tradición proveniente de los pueblos prehispánicos, nuestros ancestros).
Decididos, buscamos como siempre el autobús más barato. En este caso, uno que no salió de la terminal de autobuses, sino de una calle cerca de la estación de metro Balbuena. Algunos de mis compañeros se quejaron de la incomodidad; para mí, el aire acondicionado toda la madrugada y asientos reclinables fueron suficientes para disfrutar un viaje que costó la mitad del precio que en las líneas “oficiales”.
Como casi todos los viajes baratos, llegamos muy temprano a la ciudad, cuando aún no salía el sol. El padre de nuestra amiga nos hizo el favor de recogernos en su camioneta y nos llevó hasta su casa, donde amablemente nos alojó a todos; aunque un poco apretados y en el suelo, fue mejor que acampar sobre piedras bajo el sol ardiente
Con una guía de nuestro lado (mi amiga Letzi) no hubo problema para armar nuestro itinerario de viaje, pues teníamos bastantes días libres por tratarse de un “puente vacacional”. Así, nuestra primera visita la dedicamos a la zona arqueológica de Mitla, a unos 40 km de la ciudad.
Mitla fue un asentamiento muy importante en la antigua Mesoamérica, primero liderada por los zapotecos y luego por los mixtecos, las dos principales civilizaciones prehispánicas en la zona sur de México. Ambos pueblos tuvieron constantes peleas, así que es común encontrar vestigios de ambas culturas en las ciudades oaxaqueñas.
Una de las cosas que más me llamaron la atención fue que ninguna de las construcciones de Mitla está restaurada por los arqueólogos De hecho, ha podido soportar los constantes terremotos que han azotado la zona durante años. El recinto tiene la típica forma de plaza pública, con un palacio principal en un extremo y gradas alrededor del cuadrante principal, formando un cuadrado donde, se dice, se realizaban las ceremonias religiosas.
Después de unas horas en la “ciudad de los muertos”, nos dirigimos de vuelta a Oaxaca, no sin antes hacer una parada obligada en Santa María del Tule. Esta pequeña población tiene su atractivo nada más y nada menos que en un árbol de ahuehuete, que resulta ser el árbol con el diámetro de tronco más grande del mundo. Posee una circunferencia de 42 metros y una altura de 40 metros. Su diámetro es de 14.05 metros. Se calcula que harían falta 30 personas tomadas de las manos para darle la vuelta a su tronco Sin duda, uno de los árboles más impresionantes que he visto en mi vida.
De regreso en Oaxaca, el hambre comenzó a rugir en nuestros estómagos, y no dudamos en conocer el mercado central. Casi siempre la mejor comida en las ciudades mexicanas se encuentra en los mercadillos, lejos de los restaurantes caros y de las atracciones turísticas.
Cabe mencionar que Oaxaca tiene una de las variedades gastronómicas más amplias y exquisitas de todo México, influenciada por la conservación de las tradiciones indígenas de las etnias que aún habitan la ciudad y sus alrededores. Esta riqueza culinaria incluye platillos como el mole, el queso Oaxaca, las memelas, los chapulines, las tlayudas, y bebidas como el mezcal, el atole, el champurrado y el pulque. Todos ellos les recomiendo probar (aunque si abusan del mezcal y el pulque acabarán muy borrachos ).
Mis amigos y yo decidimos probar las tlayudas. Son tortillas de maíz de gran tamaño (muy grande, en verdad) con frijoles negros, lechuga, cebolla y un tipo de guisado, sea carne de res enchilada, chorizo, bistec, cecina, entre otros. Claro está, con una es más que suficiente para quedar satisfecho.
Comer insectos también es algo común en esta zona del país. Algunos de mis amigos se aventuraron a probar los gusanos. Yo la verdad es que, al ver sus caras, me quedo con los chapulines (saltamontes)
Al atardecer, visitamos el centro histórico de Oaxaca, declarado Patrimonio de la Humanidad. Uno de sus principales atractivos es el templo y ex convento de Santo Domingo, con sus retablos de oro de estilo barroco. La verdad es que todo el centro vale la pena, sobre todo por el ambiente de la gente.
Aunque es bonito hallarse entre comunidades indígenas auténticas y mirar sus vestimentas, probar su comida y comprar sus artesanías (sobre todo de barro negro tallado a mano), la magia se va un poco al darse cuenta de la pobreza extrema en que muchos de los pueblos viven. Estos grupos étnicos solían vivir sus vidas a su antiguo modo, pero verse inmersos en el mundo capitalista contemporáneo los obligó a emigrar a las ciudades a buscar trabajos mal pagados y vender sus creaciones a precios muy bajos. Además, los métodos anticonceptivos no son algo común para ellos, por lo que se ve gran cantidad de niños por cada mujer, la mayoría de ellos sin estudios y trabajando en la calle desde pequeños. Son cosas para las que se debe ir preparado mentalmente.
Al caer la noche, nos sorprendió un desfile de comparsas que cruzaba el centro hasta la catedral. El grupo musical iba seguido por personas disfrazadas en alusión al día de muertos. Uno de los personajes más famosos a nivel nacional y del que muchos se disfrazan durante estas fechas es “La Catrina”. Es prácticamente un esqueleto de mujer vestida con sombreros de ala y ropa muy elegante. Tiene sus orígenes en el siglo pasado, cuando un caricaturista criticó a los mexicanos que renegaban sus raíces y se querían sentir europeos, vistiendo a un esqueleto vacío de forma exuberante. Hoy en día, es parte del folclore mexicano y se ocupa como una especie de representación de la muerte.
En fin, nos unimos a la comparsa, pudiendo bailar con las catrinas que desfilaban junto con otros seres extraños del más allá Después de esto, visitamos el panteón de la ciudad. Sí, visitamos el panteón de noche, y si se preguntan por qué, pues para celebrar el día de muertos.
En México, tenemos la creencia de que los muertos viven en un mundo alterno al nuestro. Es decir, que su cuerpo no está con nosotros pero su alma vive en alguna parte de este mundo. Así, el 1 y 2 de noviembre celebramos el día de muertos, en el que ellos bajan al mundo de los vivos para convivir una vez más con nosotros. La madrugada del día 1 bajan las almas de los niños y el día 2 los adultos. Aunque cada rincón del país tiene creencias diferentes, se lleva a cabo la misma tradición para traer a los muertos, con el famoso “Altar”.
El altar es una construcción simbólica, formada normalmente por siete niveles o escalones, que representan los niveles que atraviesa el alma para llegar al descanso eterno. Sobre ellos, se colocan ofrendas a los antepasados, que incluye alimentos y bebidas que eran de su gusto. También se colocan calaveras de dulce, típicas en esas fechas, y flores de cempasúchil (que con su color naranja simboliza al día de muertos junto con el morado), todo rodeado de velas. Sobre el altar se erige un arco que representa la entrada al inframundo; comúnmente se adorna con papel picado de color morado y naranja. En medio del altar se coloca la foto del o los difuntos a los que se rinde honor. En el suelo, se forma un camino de flores que guíen al muerto hacia el altar, que también se acompaña con incienso y velas. Hoy en día, por supuesto, también se usan símbolos cristianos, como la cruz y la foto de Jesucristo. Un día después de la fiesta, la comida se debe desechar, pues se cree que el muerto extrajo su alma y ya no es comestible. Cada familia pone su altar en su casa, aunque se suelen alzar también en lugares públicos como ofrenda a celebridades.
En Oaxaca, la gente va al panteón para convivir con sus muertos. Ponen altares, llevan comida y hasta mariachis. Es como estar por un día con esa persona a la que tanto quisiste en vida. Aunque se escuche aterrador, es una fiesta bastante alegre, pues la muerte no es algo malo para los mexicanos, sino algo normal
Al siguiente día subimos la colina para visitar el templo prehispánico más grande del sur mexicano: Monte Albán. Esta ciudad, más antigua que Mitla, mantuvo relaciones comerciales con Teotihuacán y fue ocupada de igual forma por los zapotecos y mixtecos, siendo estos últimos lo que vivieron la etapa de su declive.
Monte Albán se yergue sobre un monte desde donde se avista la ciudad de Oaxaca a lo lejos. Su ubicación fue estratégica para su florecimiento. A diferencia de otros recintos, no tiene una pirámide principal. Subimos a varios de los templos para divisar su magnitud y el valle que la rodea. Encontramos también un pequeño estadio donde se jugaba el juego de pelota.
El sol pega bastante fuerte en lo alto de la colina, por lo que nuestros sombreros y bloqueador solar fueron de gran ayuda, aún cuando en Oaxaca las temperaturas son un poco más bajas. Al ser una zona semi-seca encontramos refugio bajo algunos árboles de poca sombra, donde reposamos un rato luego de largas caminatas.
Agotados, pero no rendidos, nos dirigimos a un pueblo cercano llamado Nazareno, donde habían invitado al padre de nuestra amiga Letzi a una fiesta. Como los más colados y sin invitación, mis siete amigos y yo entramos a la fiesta del pueblo mientras todos nos miraban extraño (toda la gente de ahí ya se conoce). Aún así, y sin haber cooperado para la banda de música y la comida, nos trataron muy bien y hasta nos invitaron a comer con ellos. El menú incluyó un manjar de dioses: tacos de chapulines Sé que creerán que soy raro, pero me encanta comer estos insectos.
Con el estómago lleno y después de un poco de baile, fuimos a la plaza central del pueblo para mirar a la comparsa tocar. Poco después, decenas de personas disfrazadas llegaron a bailar en free style para celebrar a su estilo el segundo día de muertos. Entonces, nos vimos danzando con monos beisbolistas, extraterrestres, diablos, vampiros, y seres cada vez más extraños para celebrar juntos a nuestros muertos.
De regreso a Oaxaca volvimos a casa de Letzi y empacamos nuestros trajes de baño, y nos dirigimos a la estación de combis (vans) para empezar nuestro viaje al siguiente destino: las paradisiacas bahías de Huatulco. Nos esperaba uno de los peores y mejores viajes de nuestras vidas, y sabrán por qué en el siguiente relato.
Les dejo el link de la primera parte de las fotos del álbum de Oaxaca:
Y por supuesto la primera parte del capítulo 5 de Un Mundo en la Mochila, donde podrán ver nuestras aventuras grabadas en video
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