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Llevando el frío a Jujuy

Ayelen

2014 visitas

Ya iniciaba el mes de julio para cuando nosotros comenzábamos a recorrer la última provincia de Argentina. Era el quinto mes de viaje marcado en mi calendario y estábamos por cumplir con nuestra segunda meta: Recorrer desde Ushuaia (el extremo sur del país, lo que fue nuestra primera meta) a La Quiaca (extremo norte).

 

Para esa altura sentía unas ansias muy particulares porque ya tenía ganas de salir del país, dejar atrás mi territorio y ver qué pasaba del otro lado :ohmy:

 

Sinceramente no recuerdo quién fue el que nos aconsejó conocer el Parque Provincial Potreros de Yala, pero aquella fue nuestra primera parada en Jujuy, en aquel parque que conserva gran parte de la biosfera de Yungas, o selva de montaña, del norte argentino.

 

Camino a Parque Provincial Potreros de Yala, Jujuy

Camino a Parque Potreros de Yala

 

Nos llevó un largo tiempo llegar porque tomamos un camino de montaña que en un punto se encontraba cerrado debido a un derrumbe, por lo que no nos quedó otra que volver sobre nuestros pasos y hacer una graaan vuelta para finalmente llegar al parque.

 

Camino a Parque Provincial Potreros de Yala, Jujuy

 

Potreros de Yala se encuentra a una altura promedio de 2300 metros sobre el nivel del mar, o sea, muy alto sobre los cerros. Y eso quedó claramente demostrado en el largo trayecto que tuvimos que hacer de continuo ascenso por un camino de tierra que tenía las curvas más cerradas que tuvimos que cruzar.

 

Esquivando piedras sueltas y tragando algo de tierra fuimos subiendo con cautela (aunque yo nuevamente tenía muchos nervios por temor a una caída :O_o: ) hasta que finalmente nos metimos en lo profundo del parque y llegamos al sitio de acampe.

 

Sitio de acampe en Potreros de Yala, Jujuy

Zona de acampe en Potreros de Yala

 

A esa altura y con el sol ocultándose, ya comenzaba a sentir el frio y a prever una noche complicada. Sólo a pocos metros de nuestra carpa, el terreno bajaba hasta abrirse en una enorme laguna, una de las cuatro que se hallan dentro del parque. Las montañas a lo lejos terminaban de enmarcar el impresionante paisaje que teníamos delante de nosotros. Y era todo nuestro, porque no había nadie en aquel lugar.

 

Laguna de Potreros de Yala, Jujuy

 

Como lo había sospechado, la noche fue complicadita. El frío nos obligó a recoger unos leños y armar una fogata para darnos un poco de calor. Cerca del fuego estaba de maravillas, pero me alejaba unos pasos y me congelaba :eek: Pensé seriamente en llevarme un leño prendido a la carpa, pero podría ser medio suicida :big-smilB: así que simplemente nos bancamos el frío como pudimos. Metidos en las bolsas de dormir como orugas en sus capullos y lo más cerca el uno del otro para darnos calor, pasamos la noche.

 

A la mañana siguiente desde temprano ya había claridad, pero el sol, oculto tras los altos cerros, aún no se podía ver y hacía un frío terrible, que conllevó a que me levantara de mal humor… como casi todas las mañanas. Por suerte Martin ya me conocía después de cinco meses viajando juntos y prendió la fogata antes de que me despertara, por lo que no me despegué de ella hasta que el solcito salió.

 

Junto a la fogata

Fríiiooo..

 

Después de un rápido desayuno, bajamos y rodeamos la enorme laguna hasta llegar a la orilla opuesta, donde unos caballos salvajes pastaban tranquilamente. Y luego realizamos una pequeña caminata por un sendero marcado entre desnudos árboles.

 

Senderos del Parque Potreros de Yala, Jujuy

 

A cada paso podíamos ver decenas de pequeñas aves que se escabullían por entre los grandes pastos. Y es que este Parque es una gran reserva de aves autóctonas, por lo que pude fotografiar distintas especies de cerqueros, una ratona muy gritona y muchas aves cerca de los estanques de agua, como el tero real.

 

Ratona cantando en Potreros de Yala

 

El sendero que tomamos nos llevó a otra enorme laguna, en cuyas orillas un grupo de vacas se paseaban tranquilamente. Se incomodaron un poco con nuestra presencia y no les gustó mucho que me acercara a un ternerito que no se alejaba de su mamá.

 

Vaca mamá y su peque en Potreros de Yala

 

Sobre la orilla opuesta se alzaba una pequeña casilla que según tengo entendido es el centro de información para turistas, pero se encontraba cerrado. Increíble lugar para vivir!

 

Lagunas de Yala, Jujuy

 

Volvimos por el sendero hasta nuestro hogar de plástico a desarmar las cosas y continuar viaje. No había ni rastros del frio de aquella mañana y el sol ya empezaba a levantar la temperatura considerablemente. Bajar del parque fue más difícil que subir. El peso de la moto, el camino malo más la gravedad no fueron buena combinación y mientras descendíamos terminamos nuevamente en el piso :wacko: ya para ese momento había perdido la cuenta de las caídas. Terminé bajando a pie el camino hasta tomar nuevamente la carretera.

 

Así que, el Parque había estado muy bonito y todo, pero yo me sentía ya algo decepcionada. Las imágenes que yo tenía en la mente de la provincia de Jujuy eran de cerros de colores, calor, y coyas…… donde estaba todo eso?? :huh:

 

Fue por eso, que, cuando después de unas horas avanzando por la Ruta 9, cuando el paisaje comenzó a volverse más árido y empezamos a ver cerros teñidos de rojos y anaranjados casi me tiro de exaltación de la moto. Cámara en mano fui fotografiando todo el camino que en sólo unos kilómetros se volvió exactamente como imaginaba Jujuy.

 

Paisajes de Jujuy

 

Cada imagen que captaba con mi cámara (y que también guardaba en mis recuerdos) parecía un cuadro. El celeste profundo del cielo y los colores de los cerros que iban desde el bordo, rojos, anaranjados y verdes que se mezclaba. Les puedo asegurar que es un paisaje precioso y que no tienen ningún desperdicio.

 

Paisajes de Jujuy

 

Llegamos entonces con un sol radiante al primer pueblito turístico que se encuentra sobre la ruta: Purmamarca.

 

Purmamarca tiene la típica arquitectura de todos los pueblitos que visitaríamos a lo largo de Jujuy. Callecitas de tierras o adoquinadas con casitas de adobe pintadas de pasteles colores. Una plaza central con los edificios principales a su alrededor (una iglesia, la municipalidad y una comisaría).

 

Purmamarca, Jujuy

Las calles de Purmamarca

 

Llegamos casualmente para una feria de tejidos, y decir que la plaza estaba repleta, es poco :wacko: Decenas de turistas se movían por entre las callecitas como hormigas enloquecidas, comprando y comprando lo que la gente local les vendía en pequeñas ferias alrededor de toda la plaza.

 

Mujeres norteñas tejiendo en Purmamarca

Tejedoras

 

Con tanto movimiento turístico crecen los precios hasta las nubes, por lo que cuando averiguamos por un hospedaje casi morimos de un infarto :ohmy: Todo muy lindo con Purmamarca pero entre la cantidad de turistas y los elevados precios, se nos fueron por completo las ganas de permanecer ahí. Así que dimos algunas vueltas y antes de que caiga el sol, volvimos a la moto, para llegar al siguiente pueblo.

 

Sólo 20 kilómetros nos separaban de Tilcara. También turístico pero muchísimo más tranquilo y más económico por lo que estábamos mucho más contentos.

 

Paisajes de Jujuy

Camino a Tilcara

 

No fue difícil encontrar un lugar para quedarnos (el pueblito es pequeño), así que ya para la nochecita teníamos la carpa armada en un camping: un extenso terreno sólo a pocas cuadras de la plaza principal.

 

Voy a sincerarme con ustedes, cuando llegamos al norte yo estaba aliviada… “ al fin dejamos atrás el frio!” pensaba feliz…….. Terrible error. No sé de dónde saqué que en el Norte Argentino hacía calorrrr! :confus: :confus: :confus:

 

De día el clima era ideal, solcito, cielo abierto celeste, pajaritos cantando… pero ni bien el sol se ocultaba la temperatura descendía drásticamente. La primera noche nos sorprendió un terrible frío. Para colmo para esa época una ola polar estaba atravesando todo el país. No puedo explicarles cuánto sufrimos por las noches… realmente creo que fue peor que en el sur.

 

Era tal el frio que conciliar el sueño era tarea difícil. El cuerpo se me congelaba y me despertaba cada hora y media casi tiritando y no importaba cuánto me pegara a Martin para robarle su preciado calor! La temperatura había descendido tanto por la noche que a la mañana siguiente la botellita de agua que llevamos siempre con nosotros estaba CONGELADA. No miento. :eek:

 

Al día siguiente fui muy feliz cuando el sol salió y empezó a hacer calor (cosa que no sucede muy a menudo XD ). Aprovechamos el día para recorrer los alrededores del pueblo. El paisaje que nos ofrecía ese humilde pueblito, con sus enormes montañas de fondo de hermosos colores violetas y morados era espectacular.

 

Callecitas de Tilcara, Jujuy

 

Cuando empezó a caer la tarde nos queríamos morir! No queríamos saber NADA con pasar una noche congelados otra vez en la carpa. Así que nos juntamos con unos chicos que también estaban acampando (y sufriendo las bajas temperaturas al igual que nosotros) y decidimos que lo mejor era directamente no dormir y levantar la temperatura corporal con alcohol (una excelente idea :big-grin: ).

 

Así que sin mucho meditarlo nos fuimos a la plaza a buscar algún lugar abierto. Tilcara tiene mucha vida nocturna. A pesar del frio, gente abrigada salía a las calles y los bares se encontraban llenísimos. La música folclórica proveniente de las peñas inundaba el pueblo de sonidos.

 

Llegamos a uno de los mejores lugares que he visitado en todo el viaje: La Peña de Chuspita. El pequeño barcito estaba llenísimo. Ya no había mesas vacías, por lo que debimos acomodarnos en un rincón, donde podíamos, mientras en el escenario unos grandes hacían el show. Un joven con la viola que era un genio, un pibe (joven) de no más de 14 años tocando el bombo y Chuspita, un hombre de rasgos norteños bien marcados, tez oscura y marcada al sol, poncho y gorro de lana.

 

Chuspita, con charango en mano, interpretaba unos temas folclóricos que obligaban hasta al más tímido a mover el pie al ritmo del bombo. La gente estaba exaltada: gritos de júbilo, aplausos y brindis por todos lados llenaban el pequeño lugar de una calidez que era justo la que se necesitaba esa fría noche. :smug:

 

La Peña de Chuspita, Tilcara, Jujuy

La Peña de Chuspita

 

Una moza corpulenta pasaba por entre el pequeño espacio de las mesas llevando bandejas de cervezas y jarras de vino, hasta que la llamaron a participar arriba del escenario. Los cuatro artistas interpretaron un “tinku”, una música folclórica típica del norte en cuyo baile se representa la lucha que se llevaba a cabo por una mujer, en la época de los pueblos originarios. La moza tomó un sicus (un instrumento musical de viento) y tocó de tal manera que quedé fascinadísima.

 

El ritmo contagioso de esta música movida y la buena onda del lugar, mezclado con los sonidos exquisitos de los instrumentos autóctonos convirtió esa noche en una de las mejores. Obviamente no queríamos saber nada con volver a nuestras gélidas carpas, así que nos quedamos encerrados en el bar todo lo que pudimos.

 

Y cuando digo todo lo que pudimos me refiero a que nos quedamos aun cuando ya habían cerrado y la moza ya se había ido a su casa. El famoso Chuspita oyó nuestra triste historia del frío que estábamos sufriendo y nos invitó a quedarnos cuanto quisiéramos allí. Así que las horas pasaron en aquel bar, que de a poco se fue vaciando, hasta que sólo quedamos nosotros, tomando cervezas, brindando por las historias de viaje de cada uno de los que estábamos presentes y evitando el frío.

 

Cuando ya sentimos que habíamos abusado demasiado de la hospitalidad de Chuspita, regresamos al camping siendo las 4, 5 de la mañana, con una temperatura que confirmamos rozaba los diez grados bajo cero (no exagero) y con algo de alcohol en nuestras venas que teníamos esperanzas, nos ayudara a conciliar mejor el sueño.

 

Cuando llegamos a la carpa no podía creer lo que veía. Sobre el techo se había formado una gruesa capa de hielo! :eek: Era como meterse a dormir en un Iglú! Llene una botella de plástico con agua hirviendo que metí dentro de la bolsa de dormir y que me sirvió para calentar un poco mis pies y traté de dormir. Sólo lo conseguí cuando salió el sol y la carpa al fin levanto un poco la temperatura. Nunca había disfrutado tanto del calorcito :big-smilB:

 

Sólo 45 kilómetros nos separaban de nuestro próximo destino, por lo que sin mucho apuro, una mañana tomamos la Ruta 9 para llegar hasta Humahuaca, rogando que la malvada ola polar no nos siguiera también hasta allí.

 

Grafitti llama en Tilcara :D

 

 

 

 

 

No es el video que yo grabé, pero es una muestra de los buenos shows de Chuspita:

 

 

 

 

  • Muy Bueno 1


2 Comentarios


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    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

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      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

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      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

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      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

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      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

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      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

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      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

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      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

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      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

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      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

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      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

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      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

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      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

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      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

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      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

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      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

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      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

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      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

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      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

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      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

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      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

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      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

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      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

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      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

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      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

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      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

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      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

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      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

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      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

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      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

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      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

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      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

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      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

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      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

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      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

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      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

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      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

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      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

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