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Día de La Pachamama, Hornacal y chau Argentina! :(

Ayelen

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Pasamos varios días en el pueblo de Humahuaca, en Jujuy, por lo que inevitablemente le tomé un cariño muy especial a este rincón norteño <3 Como Martín debía trabajar utilizando una conexión a internet, nos mudamos del camping a un hostel ubicado a una cuadra de la plaza central. El Hostel Humahuaca tenía unas geniales camas, una cocina y un gran patio interno.

 

Humahuaca, Jujuy

 

A los pocos días de nuestra llegada, aquel lugar se convirtió en el punto de encuentro de viajeros que iban y los que volvían. En nuestra larga estadía allí, conocimos personas de todas las nacionalidades: brasileros, suizos, españoles y argentinos, obviamente, que viajaban hacia el norte o iban hacia el sur. La cocina se trasformó en el sitio de reunión donde uno escuchaba las anécdotas más disparatadas de todos los rincones del mundo. Muchos viajeros que ya regresaban de su paso por las ruinas de Machu Picchu en Perú, o aquellos que habían recorrido Bolivia nos llenaron de consejos para cuando llegáramos a estos destinos y a mí me llenaron de una ansiedad terrible por cruzar la frontera :big-grin:

 

Recuerdo una noche en particular, donde todos quienes nos hospedábamos en el hostel hicimos una cena comunitaria y con todo el espíritu festivo que reinaba en nosotros, nos fuimos a una de las peñas de Humahuaca, donde una pareja de músicos interpretaba temas folclóricos con guitarra y bombo. Entre cervezas y brindis y dos suizos intentando bailar una chacarera, pasamos la noche más loca y divertido que puedo recordar (aún con baches borrosos :big-grinB: ) de Humahuaca.

 

Viajeros brindando en la peña de Humauaca

 

Sin embargo si hay algo que me quedará grabado en mi mente por siempre, fue el festejo del Día de La Pachamama.

 

Cada primero de Agosto, se realiza en toda la región norteña este singular rito, como agradecimiento a La Pachamama, la Madre Tierra, entregándole ofrendas como comidas y bebidas alcohólicas y pidiendo por las futuras cosechas.

 

Los festejos habían iniciado la noche anterior, donde los vecinos de Humahuaca repartieron entre todas las casas y los negocios, incienso de aromáticas vegetales que se recogen directamente de las zonas aledañas. También se comienza a festejar con mucho, MUCHO alcohol.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

A la mañana siguiente todas las calles de Humahuaca estaban inundadas de ese aroma dulzón porque en todos lados el incienso era prendido para sahumar las casas, espantar los malos espíritus y atraer la buena suerte.

 

Nos acercamos a la plaza principal cerca del mediodía, que estaba llena de gente y música, porque había una orquesta tocando sin cesar desde temprano.

 

Orquesta en el Día de La Pachamama

Los músicos en la plaza principal

 

Habían quitado algunas baldosas y directamente en la tierra subyacente, habían cavado un pozo de algunos centímetros de profundidad. Todo alrededor estaba cubierto de papel picado de todos los colores y varias serpentinas, que representaban la festividad y las cosas buenas. Había muchos elementos y simbología que amablemente me fueron explicando cuando pregunté por ellas, curiosa.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

Los billetes de plata representaban el pedido de la buena economía para las familias, y como parte de las ofrendas dadas a La Pacha, se encienden cigarrillos que se clavan en la tierra y se esparcen hojas de coca y tiras de lana de colores.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

También había bebidas alcohólicas y comidas típicas preparadas en vasijas. En el borde del pozo se clavan cuchillos que evitan que los malos espíritus enterrados salgan.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

 

Una larga fila se había formado alrededor del agujero, y una mujer iba organizando todo el ritual. De a par, los pueblerinos (y algún que otro turista desubicado que lo único que quería era una estúpida foto… lo que me pareció una falta de respeto horrible) iban acercándose al pozo, se arrodillaban ante él y luego de persignarse comenzaban con el ofrecimiento de los regalos a La Pachamama.

 

Mientras rezaban y pedían, iban echando al pozo un puñadito de papelitos de colores, un chorro de alguna bebida alcohólica como vino, agua bendita, y luego, juntaban un poquito de tierra y la esparcían dentro del pozo. Una vez que finalizaban con el pedido, sus cabezas eran cubiertas con papel picado.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

Desde temprano habían comenzado y de a poco, todas las personas de Humahuaca se fueron acercando a la plaza para realizar su agradecimiento a la Madre Tierra. Por detrás de las personas, mi cabeza curiosa asomaba cada tanto porque me llamaba la atención tantos colores alegres y tantos regalos a esta deidad que adoran los pueblerinos del Norte. Era especialmente llamativo ver cómo se habían mezclado estas tradiciones indígenas con simbolismos cristianos, como la persignación, el agua bendita o el rezo de un “Padre nuestro”.

 

Ya caída la tarde, y cuando todos quienes quisieran participar se hubieran acercado, el pozo estaba prácticamente tapado. Para finalizar, la pareja que organizaba el ritual se arrodilló frente al agujero y luego de hacer sus pedidos, terminó por ofrendar los últimos elementos que se encontraban y vaciaron las vasijas de comidas.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

Taparon el pozo con la tierra que sobraba y luego, prolijamente fueron apilando en espiral todas las botellas de bebidas alcohólicas que habían utilizado y cubrieron todo con decenas de serpentinas de colores. Estoy segura que La Pacha había quedado completamente satisfecha con todas las ofrendas.

 

1 de Agosto, Día de La Pachamama

 

Pasaron los días, los viajeros que se habían juntado en el hostel siguieron su camino y el lugar quedó casi vacío y en paz. Cada tanto algunos que otros llegaban y en su estadía en Humahuaca los veíamos hacer una excursión a un lugar al que llamaban Cerro de los 14 colores. Volvían tan deslumbrados con aquel lugar que en poco tiempo despertó en nosotros una gran curiosidad.

 

Pocos días antes de dejar Humahuaca entonces, decidimos ver qué era eso tan maravilloso con tantos colores y nos dirigimos hacia aquel lugar siguiendo las indicaciones del encargado del hostel.

 

Debimos salir del pueblo, por un camino secundario de tierra, que en un principio estaba en buen estado, lo que nos llenó de alivio (que pronto se esfumaría). Debíamos recorrer sólo 25 km. hasta la Serranías del Hornacal, el nombre real de este cerro de tantos colores.

 

La carretera se interna de lleno en tierras de nadie. Fuimos atravesando campos desolados y agrestes, hasta que empezamos a ascender por entre los cerros. Humahuaca ya casi ni se veía mientras subíamos por aquel camino de curvas y curvas. Cuando superamos los 4000 metros sobre el nivel del mar, la cosa se puso bastante fresca y hubo que para a subirse la campera hasta el cuello y ponerse unos abrigados guantes.

 

Camino a la serranía del Hornocal

 

La vista desde aquella altura era realmente impresionante, con esas enormes cierras naciendo en todas direcciones, pero el camino comenzó a tornarse muy malo. Y no había nadie a kilómetros a la redonda. La moto fue traqueteando y esquivando baches, pero lo peor de todo eran los trechos con serrucho. Yo iba rebotando sobre la moto y fue tanto el golpeteo de mi cabeza contra el casco que terminó provocándome una jaqueca horrible. :(

 

Pero a pesar de aquel camino, al cabo de una hora, hora y media, finalmente llegamos a la cima de una colina donde se abría una explanada y nos detuvimos. El paisaje que teníamos adelante, el famoso Cerro de los 14 colores fue una de las cosas más HERMOSAS que vi en mi vida e intentaré de la mejor manera posible, describirla como se merece. :ohmy:

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

La planicie donde dejamos la moto terminaba en una cuesta que descendía algunos metros y luego se continuaba unos tres kilómetros hacia otro barranco. Algunos metros más adelante nacía este gigantesco cordón montañoso teñido de un intenso color violáceo que resaltaba completamente entre las bajas colinas marrones de la puna.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

En todo su largo, el Hornacal mostraba una geometría zigzagueante con betas de colores claros y oscuros que se intercalan como una explosión de color. En aquel lugar reinaba un silencio absoluto, a pesar de que junto a nosotros habían algunas personas más… pero es que aquel paisaje que uno se encuentra de frente, te deja sin habla.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

Contrastando con el celeste cielo, los colores profundos de aquella sierra resaltaban llamativamente, como si estuviese encendida en llamas! Rojos, rosados, lilas y violetas se continuaban con colores más claros como anaranjados, amarillos y grises hacia un extremo. Y eran impresionantes sus llamativas vetas en V que se repetían indefinidamente a lo largo de aquella enorme pared, y sus crestas puntiagudas… que daba la sensación como si de repente la montaña hubiera explotado y hubiera quedado petrificada en ese instante.

 

Descendimos por la pendiente, a pesar de ver a la gente regresar casi sin aliento, y nos acercamos aún más al cerro. Martin decidió continuar hasta el final del camino, y yo prefería sentarme en la ladera de aquella colina a contemplar completamente absorta aquel paisaje.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

Mientras un fresco viento corría por entre las harban cercas que se mecían a mi lado, y algunas hormigas ya comenzaban a investigarme, trepando por mis zapatilla, me quedé durante varios minutos, tratando de tragarme por los ojos aquel espectáculo de colores que la naturaleza… que La Pacha, me regalaba. Intenté contar las bandas de colores y para mi fueron más de 14.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

Hacia la derecha, el Hornocal mostraba unas vetas curvadas como un pincelazo, con el mismo juego de colores. Lo enorme y gigantesco de aquella sierra, sus colores y belleza hacían sentir a uno completamente insignificante.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

Permanecí alrededor de una hora, escuchando “los sonidos del silencio” como quien diría, y disfrutando de aquello hasta que Martin regresó y emprendimos el regreso hacia la moto. A aquella altura y subiendo esa pendiente tan inclinada, mis pulmones casi colapsan, y llegué a la moto casi sin aliento.

 

Contemplamos una vez más el cerro, porque para hacerlo aún más maravilloso, a medida que el sol se escondía y la luz pegaba en otro ángulo, uno podía ir descubriendo más colores sobre el Hornocal, y el contraste de las sombras en las vetas era magnífico.

 

Hornocal, cerro de los 14 colores

 

Regresamos por el mismo camino, mientras caía la tarde y luego de esquivar una familia de vicuñas que se nos cruzaron. Avanzamos con cautela descendiendo toda esa altura que habíamos escalado a la ida, mientras se me revolvía el estómago por el rebote continuo sobre ese camino ondulado.

 

Vicuñas en Jujuy

Vicuñas cruzando la puna

Cuando nos faltaban algunos kilómetros aún para recorrer, vimos a lo lejos una gran manta de una ancha nube blanca y pomposa que se propagaba entre las colinas. Asombrados, nos detuvimos a sacar fotos de aquel paisaje y luego continuamos la marcha. Lo que no nos imaginábamos era que aquella enorme nube era en realidad una terrible helada que había bajado hacia Humahuaca. Lo descubrimos en el mismo momento en que nos metimos de lleno en aquella nube. Frío y mucho. Ya no sabía si mi cuerpo me temblaba por el camino en mal estado o por el abrupto cambio de temperatura que sufrimos llegando al pueblo. Llegamos al hostel con las manos entumecidas y estalactitas cayendo de nuestras narices. :confus:

 

De regreso a Humahuaca

Nube helada :S

 

Después de casi dos semanas en aquel pueblito que conquistó una parte de mi corazón, nos despedimos de Humahuaca con algo de melancolía y recorrimos los últimos 170 kilómetros hasta llegar a la ciudad norteña de La Quiaca, donde se encuentra el paso fronterizo con Bolivia.

 

Camino a La Quiaca, Jujuy

Camino a La Quiaca

 

La Quiaca es una típica ciudad de frontera y para ser sincera, no es muy pintoresco como lo habían sido todos los pueblos de Jujuy que habíamos conocido, por lo que decidimos recorrer unos 17 kilómetros más hasta llegar a un pequeñísimo y humilde poblado, llamado Yavi.

 

Yavi es un verdadero rincón inhóspito del mundo. El pueblito, muchísimo más pequeño que Humahuaca consiste solamente en una gran avenida principal de tierra, con no más de diez callecitas que la cortan en perpendicular. Sencillas casitas de adobe y paja, separadas por bajos muros de piedras apiladas conformaban Yavi, rodeado de colinas pardas y vegetación seca.

 

El poblado de Yavi, Jujuy

Pueblito de Yavi, en Jujuy

 

Esa noche, hospedados en un hostal, mientras escribía para esta página, terminé divagando por los archivos de mi computadora y me puse a ver fotos de mis amigos, y de mi familia. Yo creo que eso, sumado a la atmósfera algo melancólica de aquel perdido pueblito en que nos encontrábamos, de repente estrujó un poco mis sentimientos. Ya hacía casi medio año que había dejado mi ciudad y que no veía a mi familia y seres queridos :sad: Y también estaban todas las ansias y expectativas que venía acumulando por dejar mi país. Estábamos a horas de salir de Argentina y visitar lugares completamente desconocidos para mí, donde no sabía con lo que me iba a encontrar ni lo que me esperaría y eso me generaba algunos nervios y miedos.

 

Toda esa mezcla de sentimientos se encontraron esa noche y (esto puede sonar algo estúpido), cuando me metí en la ducha para darme un baño relajante y descubrí que el agua salía helada… fue la gota que rebalsó el vaso y por tercera vez en el viaje, me quebré. Sentada en el inodoro, no pude contener el llanto que me brotó por todos lados. Sé que la imagen puede ser muy patética, pero hoy me abro y soy completamente honesta con ustedes, porque esto también es parte del viaje.

 

Necesité esos largos minutos de descarga :crying: :crying: :crying: hasta que finalmente vi cómo salía un poco de vapor por encima de la cortina del baño y pude darme un baño caliente y relajante. Unas palabras de Martin complementaron el baño y logré reponerme de aquel quiebre. Debíamos continuar viaje.

 

 

A la mañana siguiente, empacamos nuestras cosas y viajamos nuevamente hacia La Quiaca.

 

Cuando salimos, aquel 19 de febrero, no teníamos ni idea de cuánto tiempo íbamos a viajar, o cuánto íbamos a soportar, pero allí estábamos. Habíamos recorrido casi 15000 kilómetros dentro de nuestro gigantesco país, recorriéndolo de punta a punta, de Ushuaia a La Quiaca. Nuestra primera meta había sido cumplida y estábamos tan felices y orgullosos de eso que no caíamos en la realidad :)

 

Ahora debíamos ir por nuestra siguiente meta: recorrer Suramérica. Así que aquella tarde, con muchos nervios, impaciencia, ansiedad y emoción dijimos adiós a nuestro querido país, y cruzamos hacia Bolivia :ohmy:

 

 

De Ushuaia a La Quiaca :)

 

 

Mira todas las fotos de los hermosos paisajes de Jujuy!

 

 

 

 

 

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Recommended Comments

Mucho ánimo! No eres la única que se ha sentido quebrada por estar lejos de todo, pero es parte de la experiencia :) a mi me ha hecho madurar mucho y me ha dado fortaleza. 

 

Por cierto, las fotos de las montañas de 14 colores, simplemente impresionantes! 

  • Muy Bueno 1

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Mucho ánimo! No eres la única que se ha sentido quebrada por estar lejos de todo, pero es parte de la experiencia :) a mi me ha hecho madurar mucho y me ha dado fortaleza. 

 

Por cierto, las fotos de las montañas de 14 colores, simplemente impresionantes! 

 

 

La verdad que estos viajes son una gran experiencia y todo suma, aunque a veces se torne dificil! :D y ese cerro es lo más increíble que vi en mi vidaaa <3

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    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

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      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

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      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

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      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

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      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

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      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

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      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

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      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

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      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

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      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

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      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

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      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

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      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

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      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

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      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

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      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

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      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

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      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

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      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

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      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

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      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

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      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

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      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

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      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

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      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

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      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

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      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

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      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

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      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

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      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

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      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

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      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

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      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

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      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

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      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

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      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

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      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

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      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

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