Aventuras en Lacandonia
Después de un día escalando la supuesta pirámide más alta del mundo, terminamos agotados (y con la piel algo quemada por el sol). Con la fuerza que nos quedaba, volvimos al pueblo de Ocosingo, donde tomamos otra van a nuestro siguiente destino: las paradisíacas Cascadas de Agua Azul.
Cerca de las 4:30 pm salimos del pueblo. Para nosotros era una carrera a contratiempo, pues al ser horario de invierno nos quedaban muy pocas horas de luz. El camino tuvo algunas curvas al adentrarse a las montañas. Entonces nos dimos cuenta de que estábamos rodeando la Selva Lacandona, la selva más grande del país. Desde los cerros se veían paisajes maravillosos a nuestros pies. El profundo follaje y el interminable verde de las copas. Nos veríamos envueltos por aquella profunda naturaleza al llegar a las cascadas.
La combi arribó cerca de las 6 pm. Nos apresuramos a bajar y buscar un sitio donde acampar. Encontramos a un señor que nos indicó el sitio de camping, por 100 pesos la noche (casi 8 dólares por carpa). El sol se había ocultado casi por completo y no veíamos nada; debimos alumbrar con nuestros teléfonos celulares
Confiando en nuestro oído y nuestro tacto más que en nuestra vista, armamos la tienda más rápido de lo que imaginamos (era una casa para 8 personas, por tanto bastante grande). Metimos nuestras cosas y rogamos porque no lloviera aquella oscura, pero bella noche.
Estábamos alejados de la mayoría de las personas (las cabañas, los restaurantes, tiendas, la taquilla y áreas de información). Pero una pequeña luz de bombilla sobresalía a lo alto de la rampa que descendía a nuestro camping. Era una especie de casa, con habitaciones sencillas (equipadas sólo con camas). Supusimos que se rentaban, pero no quisimos pagar más por la estadía.
Decidido a tomar una ducha para quitarme el olor a sudor de un día de caminatas, mis amigos Guille y Dany quisieron meterse al río (así es, de noche y sin luz ). No me agradaba mucho la idea, pues no soy muy buen nadador. Pero me dije: “¿cuándo volveré a hacer esto?” Así que me puse el bañador y los seguí a ambos. Sonia se quedó a cuidar la tienda.
Dany caminaba frente a mí, palpando el suelo del río y guiándome con su voz para no pasar por lugares hondos, donde tendría que nadar. Fue una experiencia mágica, debo decir Nadar a la luz de la luna, con el cantar de los grillos en medio de una selva que aún no había visto con mis ojos.
Después de un rato en el agua, salimos para darnos una ducha en las regaderas de aquella casa en lo alto (aunque Guille no se quiso bañar pues, según él, ya lo había hecho en el río… sin jabón, claro está). Después, cenamos una triste lata de atún y nos fuimos a dormir.
Al siguiente día despertamos cerca de las 6:30 am. Nos habíamos acostado temprano, así que conciliamos un muy buen sueño. Al abrir las puertas de la casa de campaña tuvimos nuestra primera vista de Agua Azul (ya con la luz del sol). Lo que vimos nos dejó perplejos y nos causó una calma y serenidad incomparable. Tal paraíso en medio de la selva, recluido del mundo y con colores tan exquisitos no se disfruta todos los días
Nos vestimos y fuimos al área de turistas, donde comimos algo y pedimos información. Muy cerca de ahí hay algunos miradores, desde donde se tienen vistas muy chulas de las cascadas más grandes.
Según parecía, en ningún sitio se permitía nadar pues la corriente era muy fuerte. Seguimos caminando y tomando muchas fotos y videos de las azules aguas del río y la selva alrededor. El sendero corría río arriba y no sabíamos qué tan largo era, así que tomamos una decisión: regresaríamos al camping y nadaríamos en aquella alejada zona del río, donde ningún policía o guardia nos regañaría. Después, comeríamos algo y seguiríamos el sendero hasta donde pudiésemos llegar.
Y así lo hicimos. Volvimos al camping y nos pusimos el bañador. El sol apenas acaba de salir, así que teníamos todo el día libre. Como de costumbre, Sonia resguardó las cosas en la tienda y Guille, Dany y yo nos metimos al agua
Lo que empezó como un pequeño chapuzón terminó siendo una aventura en la selva. El afluente del río en picada hace que el agua corra formando pequeños cañones no muy profundos a su paso, dando lugar a las pequeñas cascadas. Las paredes de roca de tonos rojizos crean pequeños estanques bajo las caídas de agua, donde nosotros nos bañábamos. Guille quiso seguir río arriba (por el agua) y empezamos a nadar contracorriente. Fue divertido, aunque en repetidas ocasiones tuvieron que ayudarme, pues como dije, no soy buen nadador, y tuve que auxiliarme de las lianas de los árboles para alcanzar las cascadas más próximas Subimos cada una de las paredes, que no eran muy elevadas. Debíamos tener cuidado con dónde pisábamos, pues muchas de las rocas eran resbalosas. Con ayuda de mis amigos pudimos llegar bastante lejos después de casi 1 hora de escalar y nadar, hasta que un guardia del parque nos vio y nos dijo que saliéramos del agua.
Volvimos al camping para secarnos un poco. Me di cuenta de que no había nadie nadando en el río; fuimos los únicos osados en subir las cascadas.
Tomamos el almuerzo en los comedores del recinto y emprendimos el sendero con cámara en mano. Mientras más ascendíamos, más belleza nos topábamos; la selva se hacía más profunda, el agua más cristalina y las señales de civilización humana iban desapareciendo, al igual que las cascadas (al hacerse el territorio más plano).
Mientras caminábamos, algo nos hizo detenernos: una cuerda atada a un árbol a la orilla del río. Era inevitable: ¡debíamos aventarnos! Suerte que aún teníamos nuestros bañadores puestos para mojarnos de nueva cuenta. Como niños pequeños, uno por uno nos tomamos de la liana y nos lanzamos al agua. Luego de unas peleas sobre un tronco resbaladizo, salimos del río y continuamos el camino, que parecía ya bastante lejos de la zona turística.
Justo donde la selva se hacía más espesa, apareció un señor sentado, que parecía ser parte de una comunidad indígena. Nos intimidó un poco al sostener un machete en la mano Nos dijo: no pueden pasar, aquí es territorio de EZ.
Sonia y yo, los únicos mexicanos, sabíamos que EZLN eran las siglas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un grupo guerrillero de la selva Lacandona que en los noventas tomó fama por luchar por los derechos indígenas. No creímos que fueran muy peligrosos, aunque seguro que si nos veían, no nos dejarían pasar más allá. Dany y Guille habían leído sobre el subcomandante Marcos (el líder enmascarado del movimiento que pasó a convertirse en un héroe y figura de acción). Querían adentrarse al verdadero México y conocer la realidad de los pueblos indígenas. Sonia y yo no estábamos muy convencidos, pero los seguimos a paso lento. El señor, al ver que hicimos caso omiso, caminó detrás de nosotros.
Luego de unos metros, el señor nos volvió a gritar. Sonia y yo nos detuvimos, advirtiendo que algo malo pudiera pasar. Cuando se acercó a nosotros nos dijo de nuevo: no deben pasar, es territorio de los Zetas
Existe una inmensa diferencia entre los EZ y los Zetas (que nos fue difícil percibir, pues el señor hablaba un español algo extraño). Los Zetas, son el cartel de narcotraficantes más sanguinario de todo México. Desafortunadamente, desde años atrás, se establecieron a lo largo del territorio este y sureste del país, incluyendo mi ciudad natal Veracruz, donde fui testigo de sus ataques
Sonia y yo nos dimos cuenta, entonces, de lo peligroso que era ese sitio, y que debíamos regresar en seguida. Dany y Guille se habían adelantado por mucho. El señor nos dijo que él los traería de vuelta. No nos quedó más que esperar nerviosos.
A lo lejos vimos como nuestros amigos regresaban, como si nada pudiera pasar, y sin una idea de cómo medir el peligro. Guille caminaba con un palo estilo explorador y ambos se sentían bastante satisfechos después de haber llegado a un pequeño Cañón que, según ellos, era magnífico.
Sin más, retornamos al largo camino, regañando un poco a nuestros queridos españoles por el riesgo al que se expusieron y los minutos de angustia que nos hicieron pasar Dirán que fuimos exagerados, pero después de vivir las guerras del narcotráfico nuestra visión ha cambiado por mucho.
Pagamos una noche más en el camping, pues ya era algo tarde para tomar nuestro próximo rumbo: la mítica ciudad de Palenque, una de las más grandes de la antigua civilización maya, a la que iríamos al siguiente día por la mañana, después de dos noches en el paraíso azul.
Les dejo el link del álbum con la segunda parte de las fotos en Chiapas:
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