Saltar al contenido

Perú

Conéctate para seguir esto  
  • relatos
    12
  • comentarios
    31
  • visitas
    15847

Del oasis al desierto: Huacachina y Paracas

AlexMexico

3994 visitas

Mi viaje continuaba avanzando, y poco a poco me hacía tachar día por día mi calendario, que se reflejaba en un menudo diario de viajes que me empujaba cada vez más hacia el inevitable fin: mi regreso a México :(

 

A esas alturas, había cambiado mi dirección hacia el norte una vez que rebasé el trópico de Capricornio en el sur, y mis deseos por abandonar la ciudad de Arequipa (al sur de Perú) eran muy escasos. Y aunque era demasiado temprano para retornar a la capital, los deberes llamaban primero :zsick: y mi pasaporte debía ser renovado en la embajada de Lima.

 

No obstante, tenía tiempo y algo de dinero para hacer una escala intermedia por la ruta panamericana.

 

Si bien la ciudad de Nazca era un destino famoso para avistar las célebres y misteriosas líneas de Nazca dibujadas en el desierto circundante (que han dado a pie a miles de teorías sobre su aparición) era necesario pagar un vuelo en avioneta de casi 100 dólares para poder fotografiarlas decentemente desde los aires… definitivamente no era algo que se acomodara dentro de mi presupuesto :wacko:

 

Pero a 700 kilómetros al norte de Arequipa, la capital del departamento de Ica aguardaba solitaria, como un destino poco demandado, pero que poseía un diminuto paraíso de apenas unos metros cuadrados de extensión, apodado el ombligo del continente americano, que me había sido recomendado por muchos viajeros las semanas anteriores.

 

Así, mi última tarde en Arequipa la pasé en la estación de buses, buscando el mejor precio para llegar a la ciudad de Ica. Marcos, como excelente anfitrión, me ayudó en el regateo taquilla por taquilla, logrando disminuir el costo hasta 80 soles (28 USD).

 

Sin más remedio que partir, me despedí de Marcos, quien me dejó en la estación central para coger lo que sería el incómodo ómnibus que me llevaría hasta Ica.

 

De todas las empresas entre las que pude escoger, dejé que la inconfundible compañía Flores fuera la que me transportase. Y ahí comprendí que, quizá, debía empezar a acatar más los consejos de mis amigos peruanos y no dejarme tentar por lo barato de aquel país :O_o:

 

Acostumbrado ya a la falta de aire acondicionado a bordo, me arrepentí de no haber cargado bien mi móvil antes de partir, para con mis auriculares poder alejarme del irritante bullicio. Parecí haber olvidado por un momento lo concurrido que se veían los transportes públicos por parte de los estruendosos vendedores ambulantes. Pero entonces comencé a pensar, que quizá no eran solo los malos conductores y los imprudentes comerciantes quienes hacían de los viajes en Perú y Bolivia un total martirio :madd: Al parecer, los pasajeros tampoco tenían un sentido común de lo que se trataba hacer un viaje ameno.

 

Golpes en la espalda del asiento, maletas en el suelo, celulares con música, diálogos en voz alta, ronquidos, niños llorando, niños riendo, niños corriendo… todo ello sumado al sonar del motor viejo y el audio de una película apenas perceptible en las minúsculas pantallas del pasillo.

 

Sí, sin duda me daba cuenta de que mucha gente en Perú simplemente no sabe viajar :mad:

 

Y cuando por fin caía dormido, llegaba la primera escala. El chofer gritaba el destino y prendía las luces, despertándonos a pocos más de los solo interesados :confus:

 

Entre mil maldiciones silenciadas, pude dormir algunas de las once horas que duró aquel largo trayecto. Y el autobús me dejó botado en mitad de la carretera panamericana, afortunadamente a pocos kilómetros del centro de la ciudad.

 

El sol apenas comenzaba a salir, y la fresca madrugada daba paso a una calurosa mañana. Yo empecé a caminar por una larga avenida que, según los locales, me llevaría hasta la Plaza de Armas.

 

Mientras andaba, echaba un vistazo a lo poco que la ciudad tenía para ofrecerme. Negocios locales, escuelas, edificios habitacionales, estacionamientos… no me extrañaba ver lo sucias que se encontraban las calles; el centro de las ciudades en mi país suele lucir a veces igual :blush:

 

En vista de lo escasamente preparado que llegué a la plaza central, sin haber investigado antes una pizca sobre la ciudad, decidí hallar un hostal barato para dejar mi equipaje y conectarme a internet.

 

Calle por calle, fui zigzagueando por todo el centro, preguntando en la recepción de cada sitio que se presumía como hostal, pero que eran más que nada hoteles de poca monta. Aún así, los precios no bajaban de 35 soles, lo cual me parecía excesivo para una noche en aquella poco atractiva población :mellow:

 

Después de dos horas en la ciudad, el reloj marcaba apenas las 7 am. Varios negocios comenzaban a abrir sus puertas, entre ellos las cafeterías. Así que preferí tomar mi desayuno en un pequeño restaurante con wifi y tomar un descanso a mi absurda búsqueda.

 

El empleado de la barra pronto se dio cuenta de mi pinta foránea, y no dudó en preguntar: vienes a visitar Huacachina, ¿verdad? A lo cual respondí que, efectivamente, es lo que otros viajeros me habían recomendado de Ica.

 

Me hizo entender lo cerca que Huacachina se encontraba de la ciudad. Apenas unos cinco minutos por una pequeña carretera. Y que, en mitad de ese desierto, podría encontrar hostales, restaurantes e, incluso, podría acampar :rolleyes:

 

Y después de un rápido vistazo del lugar en mi tablet, terminé mi desayuno y me dirigí a la estación de colectivos, donde podría pagar 2 soles para llegar al tan citado paraje :big-smil:

 

En espera de hallar algún turista, los conductores de las combis me llamaron para abordar una de ellas, y sin un pasajero más a la vista, rápidamente me sacaron de la ciudad en dirección oeste, profundizándonos en una capa eterna de suelos arenosos.

 

Tras las colinas inhabitadas, la difuminada carretera tocaba su fin en un pequeño conglomerado de edificaciones de baja altura, emplazadas en un valle de arena. Bajé del automóvil y lo que se abría ante mis ojos era, sin lugar a dudas, el prometido ombligo de América :ohmy:

 

El oasis de Huacachina es una pequeña laguna natural que nace en el medio del desierto costero de Perú, y que recibe su merecida fama del oasis de América por ser el mejor lugar de descanso en aquel paisaje desolado ;)

 

blogentry-207-0-88341800-1445811312_thumb.jpg

 

Nunca en mi vida había visto algo parecido. Era un oasis casi de película. Las típicas palmeras y arbustos semiáridos adornaban todo el contorno de un simétrico espejo de agua color esmeralda, por el que los lugareños se paseaban en pequeñas lanchas que anclaban en sus orillas, vigiladas por el hilo de construcciones en su perímetro.

 

blogentry-207-0-38207000-1445811321_thumb.jpg

 

El diminuto pueblo que se alzaba todo a su alrededor, ofrecía los servicios básicos para hacer de la estadía de cualquier persona una joya del recuerdo, manchado por la civilización en una combinación respetuosa con la viva y verde naturaleza que se avistaba a la redonda ^_^

 

Unos cuantos minutos eran suficientes para rodear a pie al menudo cuerpo de agua, lo mismo que se tardaba uno en descubrir la inmensa fuerza que posee el vital líquido, capaz de dar vida aún en pequeñas cantidades, sin importar el lugar del que se trate.

 

Para esas horas de la mañana, el lugar se encontraba casi vacío, lo que me permitió apreciarlo en su estado casi natural :)

 

blogentry-207-0-08352400-1445811328_thumb.jpg

 

Algunos niños y jóvenes locales se bañaban en sus aguas, saltando desde sus embarcaciones a una poca profunda laguna de oscura confianza, mientras los dueños de los locales barrían el frente de su acera.

 

Yo por mientras, quise relajarme un momento en mi solitario regocijo. Busqué una sombra bajo la cual sentarme para terminar de leer Hamlet, acompañado solo del aire que refrescaba mi cara, y del cantar de los pájaros que encontraban en Huacachina, al igual que yo, un lugar de recreo para escapar de una realidad definitivamente más dura :whistling:

 

blogentry-207-0-32934000-1445811348_thumb.jpg

 

Después de poco más de una hora, muchos negocios ya habían abierto, y comenzaban a recibir clientes de uno a uno. Huacachina no poseía más que un malecón que recorría toda su orilla, tras el cual se alzaban la totalidad de sus edificios, todos ellos destinados al turismo: hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs y agencias turísticas; estas últimas dedicadas casi y exclusivamente a ofrecer paseos por las dunas del desierto a bordo de buggys y a la renta de equipo para practicar sandboarding. Aunque tenía todavía un poco de dinero ahorrado, lo estaba guardando para un destino más septentrional del que seguro no me arrepentiría, y dejé pasar mis horas en Huacachina sin montarme siquiera sobre una tabla de deslice :(

 

blogentry-207-0-67022900-1445811336_thumb.jpg

 

Tras concluir a Shakespeare, di una vuelta más para tener diferentes perspectivas del oasis y capturarlas con mi lente. Mis intentos por ascender a la cima de una de las dunas fueron en vano, y me quedé sin una foto desde las alturas, tras resbalar repetidamente por la arena tan suave que colmaba mis botas y mis calcetines.

 

blogentry-207-0-12504700-1445811362_thumb.jpg

 

En el extremo oeste de la laguna, sin edificios pero sí con mucha vegetación, encontré una casa de campaña solitaria tras los arbustos. Un trío de argentinos salió de ella, limpiando sus lagañas y en busca de aire fresco que los hiciese escapar del calor.

 

Me quedé por un rato para hablar con ellos. Me contaron su viaje desde el extremo más meridional del mundo (Ushuaia) hasta este ombligo continental. Partirían aquella tarde hacia la capital, y me recomendaban que, si me quedase en Huacachina, acampase en esa área, lejos de toda la gente.

 

Poco tiempo después, una policía llegó y le pidió a los tres que desmontaran su carpa, que sólo se permitía acampar por las noches. Entonces pensé, que no habría mucho más que yo pudiera hacer en el oasis, más que relajarme con sus vistas. Ni siquiera podría tomar en cuenta un chapuzón en el agua, que parecía bastante sospechosa y sucia :zsick:

 

blogentry-207-0-88308500-1445811343_thumb.jpg

 

Siendo poco más de las 12 pm, busqué una opción no muy cara para comer y que pudiese darme acceso a internet para investigar qué más podría hacer en los alrededores de aquel lugar. Un arroz chaufa en un chifa, como siempre en Perú, fue la mejor opción ;)

 

La población más cercana parecía ser Paracas, una pequeña ciudad en la costa que, según muchos, era famosa por sus playas turísticas, pero sobre todo, por la Reserva Nacional Paracas, una zona protegida del Perú que da cobijo a una muestra representativa de flora y fauna de las ecorregiones del mar frío y del desierto costero del país. Era posible visitarla y tenía áreas de camping, lo cual me tentó a moverme inmediatamente para allá :big-smil:

 

Con mucho tiempo de luz todavía, pedí al empleado del restaurante las indicaciones para arribar a Paracas. El primer paso fue tomar el colectivo que me sacase de Huacachina, de tal suerte que le dije adiós a aquel majestuoso oasis de arena blanca y agua esmeraltada , para volver al caos de la capital de Ica.

 

blogentry-207-0-31046600-1445811354_thumb.jpg

 

Una vez en la ciudad, no había colectivos que me llevasen directamente hacia Paracas, solamente buses a precios un poco más exorbitantes. Por tanto, acepté abordar la combi que me llevase hasta Pisco, la capital de la provincia homónima, que se localizaba a 22 km al norte de mi destino, y desde donde un taxi cobraba apenas unos soles para llegar.

 

Tan rápido como solo los conductores peruanos (y bolivianos) saben manejar, surcamos la carretera panamericana por más de 70 km hasta llegar al crucero que daba a la ciudad. El coche se estacionó y nos pidió bajar, a lo cual algunos pasajeros (y yo) replicamos diciendo que esa no era la ciudad, sino solo las afueras de Pisco. El chofer nos dijo que todos los que tomaban esa combi sabían que ellos nunca entran a la ciudad :angry: Por supuesto, contesté que “yo” no era “todos”. Yo era entonces solo un turista.

 

Sin más que poder hacer, debí tomar otro colectivo hasta Pisco, que me dejó en la zona de mercados, donde tomé un taxi compartido hacia Paracas.

 

La ciudad no parecía lo más hermoso del mundo. Su avenida principal, paralela al mar, estaba llena de hoteles y tiendas, y alguna que otra agencia de turismo. Me acerqué a una de ellas para preguntar por la Reserva.

 

Para ese entonces eran casi las 5 de la tarde. Los agentes me dijeron que a esa hora ya no saldrían más buses al parque, que la única forma de entrar era en coche o en un taxi (que por 40 soles era toda una estafa :confus: ).

 

Me invitaron a hacer noche en la ciudad y al otro día temprano visitar la reserva en uno de sus tours, y a tomar una de sus embarcaciones para visitar las Islas Ballestas, famosas por sus poblaciones de lobos marinos y aves acuáticas.

 

Recordando a aquellos lobos marinos con los que me había topado en Iquique, no quise gastar más dinero en volver a verlos (aunque en un paisaje seguramente más bonito que una zona portuaria). Decidí dar un paseo por la playa y después buscar un sitio para dormir.

 

Las playas de Paracas no eran lo que yo esperaba. Si bien estaban repletas de turistas que se asoleaban y bebían alcohol, su arena era oscura y llena de algas :oops: El agua era bastante fría y con un oleaje fuerte.

 

Tras caminar unos metros, pude ver a algunos jóvenes viajeros que habían montado sus casas de campaña. Con la intención de ahorrar lo más que pudiera, no dudé en montar mi carpa y estar preparado para cuando la noche cayera :big-grin:

 

Con muchas horas sin ducharme, me di un rápido chapuzón en el mar, para al menos quitarme el sudor :blush: Luego de ello, me tumbé al lado de mi tienda para comenzar mi siguiente libro mientras veía el atardecer; de repente, un policía con su típica expresión poco amable :unsure: me pidió a mí y a mis vecinos campers que desmontáramos nuestras casas y buscásemos un hostal, pues no se permitía dormir en la playa.

 

Algo decepcionado, repliqué que los agentes turísticos me dijeron que se podía acampar :mad: a lo que me dijo que el único sitio habilitado para ello eran algunas playas de la reserva, “muy cerca de allí”.

 

El policía me prometió que no tendría que caminar más de 6 kilómetros para arribar a los campings del parque nacional, y que estaba a tiempo de lograrlo :ohmy: (aunque el sol bajaba y eran ya las 6 pm).

 

Como el más inocente, deshice mi carpa lo más rápido que pude, empaqué todo de vuelta y comencé a caminar, deseoso de dormir aquella noche bajo las estrellas y no tener que vaciar más mi billetera :P

 

Unos metros lejos de la playa, un colectivo paró y me preguntó si iba a la reserva. Contesté que sí y ofreció llevarme por un sol.

 

Agradecido, monté el vehículo que pronto me transportó a la garita de acceso, en la que no había nadie que me cobrase por entrar ;) Aproveché para echar un vistazo al mapa, que me indicó el camino a seguir para llegar hasta el camping más cercano.

 

Sintiéndome afortunado por no pagar esos 10 soles :rolleyes: empecé mi andar por un camino de arena que se rodeaba de un inmenso paraje desértico de roca. El viento del mar soplaba con fuerza sobre todo mi cuerpo, y la corriente de Humboldt ya hacía sentir sus frías temperaturas.

 

Frente a mí, el sol bajaba a toda velocidad hacia su ocaso, mientras yo apresuraba el paso para llegar lo antes posible :sneaky:

 

Mi cámara se había quedado sin batería y no me dejó tomar ni una sola fotografía de aquella macabra, pero reluciente escena, conmigo solo caminando en la mitad de un desierto desolado.

 

Algunos coches empezaron a aparecer, pero circulando en dirección contraria a la mía. Todos volvían para salir de la reserva, haciéndome señas de qué demonios estaba haciendo allí. Por supuesto, el parque estaba hecho para recorrerse en coche, y nunca a pie. Sin importar lo que pensaran de mí, seguí perseverante mi camino hacia el oeste :smug: buscando llegar a la costa de acantilados donde un camping me esperaba.

 

El sol se ocultó por completo frente a mis ojos, habiéndome dado uno de los más hermosos, y a la vez terrorífico, ocasos de mi vida. La luz se había esfumado y sobre mí nada, sino un grupo de tenues estrellas, alumbraba mi sendero :unsure: Por suerte, mi celular aún tenía batería, y prendí la linterna que, esperaba, pudiese aguantar el resto del camino :zsick:

 

Viéndome solo en aquel desolado paraje natural, con una carretera apenas perceptible, pensé repetidas veces en acampar allí. Pero el viento era muy fuerte y, sin luz, sería toda una odisea armar el campamento sin ayuda :wacko:

 

La batería comenzaba a agotarse, y yo sabía que había caminado ya más de esos 6 kilómetros que el guardia me había prometido :madd:

 

A lo lejos, un par de luces me deslumbraron. Era una pequeña camioneta que salía de la reserva. Le hice algunas señas con la luz de mi teléfono para que parase y le pidiese indicaciones. Cuando pregunté por el camping, el conductor me vio como a un loco :confus: Me dijo que faltaban todavía otros 7 u 8 kilómetros, y que sin luz no podría ver la carretera.

 

Me resistí a darme por vencido… pero no tenía muchas más opciones :sad: Si dejaba ir a ese señor, probablemente ningún otro coche aparecería. Así que me monté en su asiento trasero y me resigné a regresar a la ciudad.

 

A pesar de lo poco y extraño que pude disfrutar la reserva, me dio muy gratos momentos. Más allá del contacto con la naturaleza, las caminatas solitarias son la mejor manera de pensar, de vencer los miedos y de conocerse a sí mismo ;)

 

Verme completamente solo, a oscuras, sin comida y poca agua, me hizo darme cuenta de la fuerza que se necesita a veces para viajar como un solo backpacker, pero son experiencias que refuerzan el espíritu y la autoconfianza :smug:

 

De regreso en Paracas, busqué el hostal más barato para pasar la noche, y contacté de nuevo con Karen para que me recibiese al siguiente día en Lima, a donde poco deseaba volver, pero era lo necesario para seguir mi camino hasta el final de mi solitaria y peculiar aventura.

  • Muy Bueno 3


2 Comentarios


Recommended Comments

Ese parece un oasis muy pequeño. Hay otros mucho más grandes en el Sahara, como el Aguinane en Marruecos. Claro, cada uno tiene su encanto sin dudas. 

Compartir este comentario


Enlace a comentario
  • Blogs

    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

      large.IMG_20190824_144640.jpg.0c48c23272198b095d116bff2e88b058.jpg

      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

      large.IMG_20190824_145459.jpg.0269e319b1d1883d038525f4b5a5505e.jpg

      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

      large.IMG_20190824_145636.jpg.56bc9917dd8ddf3856486d05017710bb.jpg

      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

      large.IMG_20190824_145847.jpg.b4500355505d69782a9b43cdd53fab68.jpg

      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

      large.IMG_20190824_143600.jpg.d56f92a00f147650b004e4e14feae76b.jpg

      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

      large.IMG_20190824_145811.jpg.14b65f0f918fffabc2053651f4308fb1.jpg

      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

      large.IMG_20190824_162913.jpg.350c9539ce0d9147a8c5b5e6f15a24a5.jpg

      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

      large.IMG_20190825_074754.jpg.db6aef76f9cc2afaab61bb6971bbcee6.jpg

      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

      large.IMG_20190824_161130.jpg.f2d0b50685a54026d10bd27a6a474bc8.jpg

      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

      large.IMG_20190825_082854.jpg.4d039adf3f6b2a9c16bda5d7a3323702.jpg

      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

      large.IMG_20190824_165559.jpg.95b7673a3d99c3c04d923d9bd32ba95b.jpg

      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

      large.IMG_20190824_171113.jpg.8e952cf7964f7d886bee07d26718fbcf.jpg

      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

      large.IMG_20190825_073636.jpg.6383a48716d56584d45441068debdfc0.jpg

      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

      large.IMG-20190824-WA0009.jpg.77a664d45f863b2c702ca5caffd1d666.jpg

      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

      large.IMG_20190824_184131.jpg.23fb9ff2d9188a2eba5f88ddd2238bc1.jpg

      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

      large.IMG_20190825_072922.jpg.bd7d41cf891faffbb89e286c144fb089.jpg

      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

      large.IMG_20190825_072944.jpg.3185403fa8c1e9b9bb2e7d8b90cedcda.jpg

      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

      large.IMG_20190825_082119.jpg.79a591d6910e2445c5b1b09bcb1bc43f.jpg

      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

      large.IMG_20190825_075008.jpg.88c234f177cc875fae9e62030d54f112.jpg

      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

      large.IMG-20190825-WA0043.jpg.359005b964a5fff6362e47bc2a05bab8.jpg

      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

      large.DSC02087.JPG.82b7d9e82a3aa9421d277c32baa0945b.JPG

      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

      large.DSC02094.JPG.fcfe059a411f5555f812098575a5e2b1.JPG

      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

      large.DSC02114.JPG.226d98ed5ab9d060a0cf7f65f6232bf2.JPG

      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

      large.DSC02111.JPG.04e470126ffed96758d58a1060f255be.JPG

      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

      large.DSC02092.JPG.bc30fc0d382c80ee5f7e9f7e8ce4c73e.JPG

      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

      large.DSC02121.JPG.7b38ab6e4377b15d99b50081962ec0d1.JPG

      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

      large.DSC02151.JPG.6c7e09690d094b929d6b3ec44359c166.JPG

      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

      large.DSC02129.JPG.8c873e3c29102dad3898b866f869f6cc.JPG

      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

      large.DSC02135.JPG.cc4fdd3e8a59806a5b361fba5a7cfe5e.JPG

      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

      large.DSC02124.JPG.b9e65549ae119ab18b17bbd68bcc30e3.JPG

      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

      large.DSC02147.JPG.a9bf1287cca4703527a59508329ca558.JPG

      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

      large.DSC02088.JPG.7982f73277f114804f4bf4a45ab20699.JPG

      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

      large.DSC02097.JPG.4457bd7df608a14bb47887716e639912.JPG

      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

      large.DSC02089.JPG.824044b16c8fc14e778351125072e527.JPG

      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

      large.DSC02102.JPG.fce7362b62a1a70acc0dfc7d6a291be4.JPG

      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

      large.DSC07611.JPG.ea47d24433dea371a9ae8f8d358d63bc.JPG

      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

      large.DSC07623.JPG.ec1647da78199c7e769381a17f37202d.JPG

      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .