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Perú

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Huaraz, entre cordilleras

AlexMexico

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Un verano tornasol en Barranco me acoplaba durante mis últimas semanas en la capital de Perú, en la que había permanecido en total por más de quince días. Cualquiera de los trotamundos que hubiera pisado la acogedora morada donde me recibían (cuyos nombres lucían en las banderas del mapamundi posado a la entrada del apartamento) podía amparar la calidez y sugestión que se experimentaba al estar allí, y lo afanoso que era a veces proponerse salir :(

 

Pero mi generosa anfitriona, Karen, había respaldado las buenas recomendaciones que varios de los viajeros me habían dado sobre lo que, según ellos, era uno de los mejores destinos turísticos en Perú, para algunos, mejor incluso que Machu Picchu :ohmy:

 

Como ella tenía planeado un viaje a la olvidada ciudad de Ayacucho para el fin de semana, decidí aprovechar mis últimos días y mis últimos soles para hacer una expedición exprés hacia el norte, a la ciudad de Huaraz y sus espléndidos alrededores.

 

Entre las compañías de autobús que ofertaban el transporte desde Lima, me decidí por una de las más baratas y, quizá, menos confiables. Se hacía llamar Transportes Julio César, y por su servicio “emperador” pagué no más que 65 soles (unos 22 USD).

 

Con una de las peores terminales que podía haber visto en la ciudad, no me esperaba mucho de su servicio :wacko: Pero el paseo nocturno a bordo fue, sin duda, el mejor del que pude haber disfrutado en toda mi aventura por el sur ^_^ Un confortable asiento, aire perfectamente acondicionado, terramozas, servicio de wifi completamente funcional, una cena decente sin cargo extra y, lo mejor, sin ninguna escala :)

 

400 kilómetros al norte de Lima, el camino hacia Huaraz se tornó mucho más fácil y muy diferente al resto de las abruptas autopistas estatales por las que había viajado dentro del Perú. Esto debido a la simplicidad y la superficie plana de la carretera panamericana, por la que transcurría casi la mitad del recorrido justo al lado de la costa. Y con una cierta ausencia de cadenas montañosas, llegamos a Huaraz a la mañana siguiente, después de unas 7 horas a bordo del autobús.

 

Inmediatamente me dirigí al hostal que había reservado la noche anterior. Y como aún no era la hora de realizar el check-in, dejé mi mochila guardada y me dispuse a conocer un poco de la pequeña ciudad.

 

Catedral de Huaraz

 

Huaraz es la capital del departamento peruano de Ancash. Su ubicación en los Andes centrales la colocan a unos 3000 metros de altura sobre el nivel del mar. Y es precisamente esa ubicación lo que la hace el atractivo principal del norte del país.

 

Una pequeña alpaca en Huaraz

 

En esta zona de la cordillera más larga del mundo, las montañas se dividen en dos cadenas que se unen nuevamente algunos kilómetros más al sur. El valle que se forma entre las dos cadenas es llamado el Callejón de Huaylas, y es precisamente aquí donde se emplaza Huaraz.

 

Huaraz, con la Cordillera Negra al fondo

Ciudad de Huaraz, con la Cordillera Negra al fondo

 

La magia estratégica en este callejón la dejan al pie de ambas sierras: la Cordillera Negra al oeste y la imponente Cordillera Blanca al este, hogar de los picos más altos de Perú y de toda la zona intertropical del planeta, que superan los 6500 metros de altura.

 

Centro de Huaraz, con la Cordillera Blanca al fondo

Huaraz, con la Cordillera Blanca al fondo

 

Por supuesto, la municipalidad ha sabido aprovechar las maravillas naturales de las que se rodea y las ha abierto al turismo de la forma más sustentable posible, sin incidir negativamente en el equilibrio del ecosistema ;)

 

Así, cuando el sol ya había salido, recorrí las calles del centro buscando algunas frutas para mi desayuno, al tiempo que las agencias turísticas y las oficinas de gobierno empezaban a abrir sus puertas.

 

Pregunté en la oficina de turismo cuáles eran las excursiones más baratas y cortas en las montañas del rededor. La mujer me informó sobre algunos recorridos que podría hacer por mi cuenta, con la única ayuda del transporte público. Así mismo, me obsequió un mapa del Parque Nacional Huascarán, dentro del cual corre prácticamente toda la Cordillera Blanca. Con él, podría preguntar en las agencias los precios de las visitas a cada uno de los picos nevados, lagunas y glaciares.

 

Ya que la mayoría de los viajes partían muy temprano por la mañana, sabía que aquel día debía elegir una actividad pequeña. Así que volví al hostal para ocupar mi cuarto y me alisté para salir a caminar rumbo al noreste del pueblo, para subir hasta el llamado Pinar, desde donde tendría vistas panorámicas de la ciudad y de algunos picos nevados de la Cordillera Blanca :rolleyes:

 

A pesar de algunas rachas de viento frío, el sol me hacía recordar que estábamos en pleno verano. No valía la pena cargar una sudadera conmigo por horas :O_o:

 

Dejando el centro histórico atrás, me dirigí hacia el río Quillcay, que cruza la ciudad de este a oeste, y que es orillado por un malecón en ambos lados, repleto de kioscos, áreas verdes, juegos para niños y vendedores de todo tipo.

 

Pasando el río en el lado oriental de su rivera, la ciudad parecía acabar, con la última de sus avenidas desvaneciéndose al pie de un enorme cerro, donde varias casas de pobres fachadas se amontonaban en sus peligrosas laderas.

 

Pero la cima de aquel montículo sería quien me daría las vistas que en la oficina de turismo me habían prometido. Entonces me di cuenta que la avenida no desaparecía, sino que seguía su rumbo en una pendiente curva que zigzagueaba por la montaña. Aún así, si seguía por las improvisadas escaleras de tierra que ascendían hacia las chozas, ahorraría algo de tiempo. Después de todo, así es como aquellas familias subían hasta alcanzar sus viviendas :D

 

Los locales me volteaban a ver, cual forastero que había osado irrumpir en sus tierras. Los niños paraban de jugar para quedar en silencio, mientras sus miradas no se alejaban de mi agitado ser :unsure: Con saludos y gestos universales intentaba ser bien recibido por los lugareños, quienes pocas veces mostraban una sonrisa.

 

Serpenteando entre los perros de bárbaras expresiones, me abrí paso por la favela arbolada, que parecía más pequeña vista desde abajo :zsick: Hasta que al fin, me vi de vuelta en la avenida, que para entonces se había convertido en una autopista, desde donde contemplé en su totalidad la paisajística mancha urbana de Huaraz :rolleyes: con la Cordillera Negra en su fondo, apodada así por la ausencia de picos nevados en ella.

 

Vista de Huaraz, con la Cordillera Negra al fondo

 

Más adelante la carretera giraba en dirección noreste, bordeando al cerro que seguía ascendiendo. Tan solo al dar la vuelta, una de las montañas blancas de la imponente Cordillera Blanca se asomó entre la verde arboleda boscosa que descendía por la ladera sur. Entonces empecé a comprender la belleza natural de Huaraz de la que tanto hablaban los demás viajeros :ohmy:

 

Cordillera Blanca, Huaraz

 

En lo alto de la montaña, enormes cúmulos de nubes negras se apiñaban, amenazando a todo el valle contiguo con torrenciales lluvias. Pero quizá, era solo producto del enfriamiento del aire al subir por la pared de montañas que se topaba a su paso, siendo los Andes los creadores de los monzones que fertilizan a la adyacente selva amazónica.

 

Cordillera Blanca, Huaraz

 

Fuere a donde fuere que se dirigiera la lluvia, no podía vacilar mucho tiempo en mi caminata. Aún cuando el sol brillaba en su máxima plenitud y me quemaba con vehemencia :sad: había sido ya advertido sobre la temporada húmeda en la zona.

 

Continué por el sendero a la orilla de la ruta, que a pesar de todo se presumía bastante vacía. Al mirar hacia abajo por las faldas del cerro, algunos residentes de la verde zona realizaban sus tareas diarias en el bosque, cortando leña, alimentando a sus animales y recogiendo agua de pozos. Aunque vivían a pocos metros de la ciudad, parecían estar aislados en comunidades autosustentables.

 

En la siguiente curva que tornaba hacia el sur, empezaron a aparecer complejos habitacionales de recreo. Cierto tipo de ranchos a la orilla de la carretera con vistas a las laderas boscosas y las montañas nevadas, destinadas a turistas que buscan un fin de semana lejos de la ciudad ;) con todas las comodidades que un hotel te pueda ofrecer: habitaciones con calefacción, televisión por cable, restaurante, piscina, área de juegos para niños… siempre atendidos por familias humildes de la zona que decidieron hacer de la ubicación de sus viviendas un modo lucrativo de subsistir.

 

Las rojizas paredes del cerro seguían ascendiendo a la orilla de la autopista poco inclinada, que entre sus caminos serpenteantes y las altas copas de sus árboles, habían ocultado detrás de mí a la formidable cadena montañosa.

 

Al llegar a la siguiente curva, y con Huaraz a mis pies, me senté un momento a descansar y a leer un poco más de Lewis Caroll. Fue uno de los momentos en que disfruté mi soledad plenamente, sin nadie a mi alrededor que pudiera interrumpir el momento de paz, que a veces tanta falta hace en nuestras vidas ^_^

 

Al avanzar algunas páginas, una tormenta parecía avecinarse sin piedad desde lo lejos :sad: Así que no quise permanecer más tiempo y proseguí con mi caminata.

 

Después de la última curva, el famoso pinar apareció. Un pulmón boscoso en lo más alto del cerro, protegido por una cerca de alambres. La ruta avanzaba junto al enorme cuerpo de pinos, que a la vez dejaba a la vista, finalmente, el esplendor de los nevados del Parque Nacional Huascarán :big-smilB:

 

Cordillera Blanca, carretera de Huaraz

 

Las puntas de los picos Rima, Churup, Wamashrahu y algunos otros se alzaban con fulgor bajo un cielo de azul intenso oculto tras una tupida masa de nubes. El cuadro era enmarcado por el punto de fuga que formaba la carretera y el denso bosque por el que era orillada.

 

Cordillera Blanca, Huaraz

 

Ningún auto se veía venir por la pista, lo que me permitió tumbarme por unos instantes sobre el concreto con nada, sino mi soledad, los Andes y yo :smug:

 

Yo y la Cordillera Blanca de Perú

 

Cuando uno viaja a Sudamérica no puede evitar ser asaltado por las imágenes estereotípicas que espera captar de la misma. La estepa patagónica, la espesa selva amazónica, las frías costas del Pacífico con lobos marinos y los montes andinos. Y ésta era, sin duda, una de las postales que yo aguardaba capturar al sumergirme en la célebre Cordillera de los Andes :big-smil:

 

Cordillera Blanca, Huaraz

 

Mi piel roja reclamaba más bloqueador solar, que por cierto no cargaba conmigo :zsick: Y los desafiantes nimbostratos acercaban sus cuerpos nubosos cargados con agua hacia mí :O_o: Decidí que era hora de volver, pues aún tenía una larga caminata de retorno a Huaraz, y no había muchos coches a quienes pedir un ride.

 

Cordillera Blanca, Huaraz

 

Apresuré mis pasos por la pendiente cuesta abajo para bajar lo antes posible del empinado cerro. Pero esta vez no me arriesgaría a correr por las escaleras de tierra de la favela, sino que daría la vuelta entera por la curva de la avenida.

 

Una vez en la ciudad me sentía seguro, pues tenía dónde resguardarme. Pero antes de poder siquiera cruzar al otro lado del río, un chubasco se soltó sobre toda la ciudad, mientras yo corría por el malecón contiguo al canal :crying:

 

La totalidad de las personas que se entretenían entonces por el paseo, se amotinaron junto a mí bajo el techo de un pequeño kiosco :wacko: mientras algunas desafiaban al agua y se dirigían a sus labores cotidianas, empapados por la ola torrencial que no parecía cesar.

 

Suponiendo que podían pasar horas para que se detuviera :unsure: cuando el agua disminuyó su fuerza corrí directo hasta el hostal, deseoso de bañarme y de ponerme ropa seca.

 

Decenas de mochileros se hospedaban ese día en el hostal Akilpo. Mientras comía, hice amistad con algunos de ellos, quienes regresaban de largas travesía de hiking por las montañas.

 

Al final, escuché atentamente todas sus opiniones para decidir, apoyado por la oficina de turismo, cuál era mi mejor opción para visitar durante mi estancia en Huaraz, respaldado por el poco dinero que me quedaba.

 

Después de un cigarrillo con ellos, salí a cotizar todos los tours con las agencias de viajes. Hasta entonces había hecho posible una increíble aventura por Sudamérica con muy poco dinero, y estaba seguro de que podía hacer lo mismo en Huaraz ;)

 

 

  • Muy Bueno 3


1 Comentario


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    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

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      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

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      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

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      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

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      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

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      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

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      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

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      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

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      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

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      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

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      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

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      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

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      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

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      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

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      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

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      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

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      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

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      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

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      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

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      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

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      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

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      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

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      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

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      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

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      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

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      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

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      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

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      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

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      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

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      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

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      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

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      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

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      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

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      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

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      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

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      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

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      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

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      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

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