Diada de Sant Jordi, Barcelona
Hoy es Sant Jordi, el día de la rosa y el libro, el día de los “enamorados” en Cataluña, el día que tanto han esperado los colegios para recolectar dinero para las próximas colonias, el día que las floristerías y librerías salen a la calle, hoy es un bonito día de primavera. Cuando era pequeña viví durante muchos años en la Costa Brava y ahora que hemos vuelto a Cataluña me hace gracia contrastar mir recuerdos con la realidad
En el pequeño pueblo donde viví montábamos solo una paradita con libros y rosas, luego los más pequeños representaban una obra de teatro o entre todos se hacían grandes murales con el dragón, la princesa y Sant Jordi. Por eso tengo curiosidad de pasear por la Rambla y ver como se desarrolla la Diada de Sant Jordi en Barcelona.
Poco a poco van llegando más y más transeúntes, es bonito comprobar que, a diferencia con otros días, la mayoría son barceloneses.
La reina de esta “diada” es sin duda la rosa roja, símbolo de la pasión, acompañada de una espiga de trigo para desear la fertilidad y prosperidad.
Las paradas de libros tienen en exposición todos los libros del momentos, algunas guías de ocio, cocina, deporte, guías visuales, etc., que pueden sacar de un aprieto a cualquiera que busca un regalo de último minuto.
Observar con calma los libros expuestos por las diferentes librerías y asociaciones puede resultar difícil teniendo en cuenta el gran marea de gente. Aun más si la parada es de libros de segunda mano, donde uno siempre siente que tiene que buscar los pequeños tesoros escondidos entre tantas cajas y caratulas usadas.
Hay stands especializados en un solo genero: excursionista, literatura verde o ecológica, cómics. Stand con libros que muestran orgullosos la bandera del arco-iris donde puedes encontrar bonitos cuentos para niños, donde las historias giran en un mundo donde lo importante es la familia y el amor no el genero o los roles preestablecido. Hay muestras de libros anarquistas, comunistas, independentistas, animalistas, humanitarios, religiosos, espirituales...
En los puestos de flores el color prevalente es el rojo aterciopelado pero es fácil encontrar rosas negras, amarillas, azules, blancas y de colores.
Las floristerías compiten entre ellas intentado diferenciar y destacar sus demasiado similares productos por encima de la competencia. Algunas añaden complejas decoraciones, otras intentan vender grandes arreglos florales de rosas y espigas, o rosas hechas de cerámica, de punto, de peluche o de papel.
Personalmente disfruto más de las paradas de libros usados que de las casi anónimos stands de libros nuevos. Pero hay un pequeño puestecito que destaca sobre todos ellos, en autenticidad y romanticismo, donde todo transpira a letras vividas e invita a huir del consumismo que la rodea. Allí firma sin tregua libros, postales y laminas el poeta del viento, E. J. Malinowski, invitando a cualquier transeúnte a leer más, a creer y defender la cultura, a sumergirse en un viento lleno de versos.
Ayer leí que en la bonita Rambla del Raval había una concentración multicultural de paradas de Sant Jordi. Nada más llegar un gran escenario me recibe al son de los tambores.
Hay menos gente, más niños, más culturas, más manualidades. Es agradable de ver e invita a quedarse a disfrutar de los diferentes talleres y espectáculos que se van sucediendo.
Stands con rosas y dragones hechas por la comunidad de peruanos de Barcelona. Puntos de libro de Sant Jordi de tela en la parada de una asociación que asiste a drogodependientes y afectados por el Sida.
Hay talleres para hacer pulseras con cuentas de colores, puestos para tatuajes temporales de flores y rosas con henna.
Todas las paradas tienen un objetivo que transmitir, no hay casi productos comerciales y las personas están más dispuestos a “perder” el tiempo hablándote que vendiendo.
Que suerte haber venido quizás, según algunos, se pierde un poco la esencia de Sant Jordi pero resulta más divertido, colorido y útil.
De chiquitita siempre creí que Sant Jordi era un santo catalán y que el dragón vivió no hace tantísimos años en algún pueblecito del Pirineo . Supongo que esta imagen se debe a que todos los relatos que leíamos llevaban la señera, o porque “Les tres Bessones” fueron, en compañía de la “Bruixa Avurrida”, y todos los habitantes llevaban puesta la barretina . El caso es que no fue hasta que, un 23 de abril, nos hicieron traducir la leyenda de Sanctus Georgius Et Draco y descubrí que el mítico Sant Jordi era el mismo que Sanctus Georgius, San Jorge, Saint George y tantos otros. Fue un descubrimiento que nos impacto a gran parte de la clase, supongo que muchos os estaréis riendo , pero para nosotros Sant Jordi era Sant Jordi y su leyenda había transcurrido en Cataluña no en Capadocia.
Es bonito, e importante, conocer como todas las culturas confluimos, ayuda a reconocemos, respetamos y a dejar atrás pequeñas y triviales individualidades.
Cuenta la leyenda, que hace mucho tiempo había un gran dragón de largas pezuñas y terrorífico aliento de fuego que tenía a todos los habitantes del pueblo atemorizados. Los habitantes no sabían cómo impedir que el dragón los atacara y decidieron darle 2 ovejas cada día para acontentar su hambre. Cuando se acabaron las ovejas le dieron vacas, asnos, caballos y otros animales del pueblo.
Pero los días pasaron y el pueblo se quedo sin animales. La gente no sabía que hacer así que el reí convoco una reunión y decidieron que tendrían que ir sacrificándose uno a uno los habitantes del pueblo. Como no había voluntarios y para que fuese justo se pusieron los nombres de todos en un saco, incluso los del rey y de su hija, la princesa.
Cada día un niño sacaba un papel, el que salía era entregado al dragón para que se lo comiera y un nefasto día le toco a la princesa. El Rey pidió a los habitantes que tuvieran clemencia con la princesa y no la dejaran morir, prometiendo a cambio la mitad de su reino pero los habitantes apenados contestaron que era su turno y se tenía que cumplir lo acordado.
La princesa se encamino sola hacia la cueva del dragón y cuando este ya se disponía a abrir sus fauces para devorar a la pobre princesa, llegó un apuesto caballero a lomos de un precioso corcel blanco. El caballero alzo su lanza y la clavo en el corazón del dragón matándolo de un solo golpe. De la sangre del dragón creció un hermoso rosal y el caballero que no era otro que el valiente Sant Jordi recogió la más bonita de las rosas y se la entregó a la princesa.
Desde entonces en el día de Sant Jordi los hombres regalen a sus amadas una rosa, y como la historia se hizo leyenda y se escribieron muchos libros, las mujeres les regalan a sus enamorados un libro.
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