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Glasgow a pinceladas

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AlexMexico

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Con una ruta dibujada al norte desde que arribé a Londres una semana antes, era inevitable resistirse a cruzar el antiguo trazo del muro de Adriano, que durante años marcó el límite boreal del Imperio romano dentro de Britannia, una de sus provincias más preciadas.

Descansado un par de días en Durham, eran solo 100 kilómetros los que me restaban para salir de Inglaterra, pues al norte, una invisible frontera marcaba el inicio de Escocia.

Después de pasar siete meses en Francia y de la amistad que forjé con Liane, una chica escocesa, era imposible que mi rumbo no pretendiese culminar en las tierras septentrionales del Reino Unido. Y fue allí a donde tomé mi autobús.

El Reino Unido es un país bastante complicado de entender. Planear mi viaje no fue, por tanto, lo más fácil con lo que pude enfrentarme.

¿Por qué ninguno de los escoceses que había conocido hasta entonces se definía así mismo como british? De hecho, ¿cuál es la palabra verdadera para definir la nacionalidad de las personas del Reino Unido? Es más, ¿es el Reino Unido un país?

Bastante complejo había de ser comprenderlo. Y aunque toda la vida había escuchado hablar de Escocia, ¿era Escocia un país, o solo una provincia del Reino Unido?

No podía dirigirme a las tierras altas de la Gran Bretaña sin antes comprender un poco más sobre la historia y el funcionamiento de este país insular.

El Reino Unido es, después de todo, un país soberano. Pero el reino se compone, de hecho, por cuatro países o naciones integrantes, que gozan de cierta soberanía dentro del mismo: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Así, el nombre oficial del estado es Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Gran Bretaña, como muchos saben, es el nombre de la isla principal del reino, donde se encuentran Inglaterra, Gales y Escocia. Irlanda del Norte es la cuarta nación, ubicada al norte de la República de Irlanda, y ambos países comparten la isla de Irlanda.

Por tanto, es un error común confundir los gentilicios. Un irlandés es cualquiera que haya nacido en la isla de Irlanda, aunque se usa más bien para los nacidos en la República de Irlanda. Alguien nacido en Irlanda del Norte es un norirlandés. 

Sin embargo, los norirlandeses pueden también ser británicos, ya que es el gentilicio oficial para todos los nacidos en el Reino Unido. Pero cuidado, porque un inglés es exclusivamente la persona nacida en Inglaterra, excluyendo a Escocia, Gales e Irlanda del Norte.

Así, los norirlandeses, ingleses, galeses y escoceses son todos a su vez británicos, pues forman parte del Reino Unido. Pero es extraño encontrar un galés, norirlandés o escocés que se defina a sí mismo como británico. Y esa es la primera viva muestra del sentido independentista que recorre el país.

El Reino Unido no es muy unido. De eso me di cuenta rápidamente. Y si las cuatro naciones se encuentran unidas se debe a la fuerza que ha ejercido Inglaterra sobre sus reinos vecinos a lo largo de la historia, pues hasta el momento, es el integrante más poderoso.

Debía entonces estar consciente que aquella tarde me estaba adentrando en algo distinto. Seguía en el suelo del Reino Unido; seguía en el suelo de Gran Bretaña; pero estaba entrando en Escocia, una nación completamente diferente.

Al bajar del autobús en la estación central caminé a través del centro histórico de Glasgow, la ciudad más grande de toda Escocia, donde pasaría un par de días hospedado por Gaz, un chico local que aceptó mi solicitud en Couchsurfing.

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La primera impresión que tuve de él quizá no fue la mejor. Los estereotipos sociales que innegablemente recorrían todavía mi cabeza forjaron los primeros prejuicios sobre su persona, basado solamente en sus fotos de perfil.

Un corte de mohicano, perforaciones por todo el cuerpo y tatuajes que cubrían hasta su cráneo, mientras se le veía parado bajo puentes y lotes baldíos llenos de basura y pintando obras de grafiti con botellas de aerosol.

Pero sus referencias eran bastante buenas. Al parecer, uno de los mejores anfitriones que se podía encontrar en Glasgow.

El punto de encuentro fue al frente de un edificio corporativo del centro financiero, de donde Gaz salió vestido tal y como lucía en sus fotos. Me saludó con entusiasmo y me ofreció ir por el almuerzo.

Quizá es que nunca había visto a alguien con tal pinta trabajar en una oficina tan moderna y lujosa como aquella. Al menos no en México. Pero de entrada, eso me daba gusto. Era la viva muestra de la poca discriminación que en Escocia se hace por la apariencia de las personas.

Al pasearnos al lado de restaurantes de comida rápida y bares, la elección de Gaz fue un restaurante vegano. Sí, aquel escocés con pinta de chico malo estaba en su transición para convertirse en vegano.

Mis prejuicios poco a poco se empezaron a desmoronar. Gaz no fumaba, no se drogaba, no comía carne y rara vez bebía alcohol (a excepción de un whisky o una cerveza ocasional, después de todo, es escocés de nacimiento).

Luego de un plato de lentejas y verduras con un poco de pan, caminamos hasta su casa, ubicado en una de las zonas residenciales no muy lejos del centro, llamada Dennistoun.

Las casas de aquel barrio simulaban mucho el estilo de vida de los suburbios de Estados Unidos, con una verde y pacífica calle donde reinaba la tranquilidad, muy cerca, pero lejos del bullicio de la gran metrópoli escocesa.

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Más adelante, la fachada de los hogares cambió. Esta vez por edificios con una notable influencia de la arquitectura victoriana. Ahora me sentía mucho más en Escocia, país que también vivió el gobierno de la reina Victoria.

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En uno de aquellos bellos edificios victorianos es donde vivía Gaz. Su apartamento, una vez más, destruyó mis estereotipos. Un espacioso y limpio departamento donde la luz entraba por cada hueco era algo que pocos se imaginarían de alguien como él. No me cabía duda entonces del porqué tantas referencias positivas colmaban su perfil.

Cuando por fin pude dejar mi mochila y liberar mis hombros de su peso, salimos a dar una caminata y disfrutar del sol que alumbraba Glasgow aquella tarde.

No muy lejos de Dennistoun pasamos frente a la Wellpark Brewery, una de las fábricas de cerveza más viejas de Glasgow.

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Fundada en 1740 por dos hermanos creadores de la filial Tennent Caledonian, dentro de sus instalaciones se producen alrededor de 10 marcas de cerveza, siendo la más famosa la Tennent Lager, la cerveza líder en Escocia, que abarca el 60% de las ventas.

La creación de cerveza en la zona data, de hecho, desde 1556, casi cinco siglos atrás. Aunque la compañía nacería 200 años más tarde. Hoy, es la mayor exportadora de cerveza escocesa en el mundo. 

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No podíamos resistirnos entonces a entrar a uno de los bares del East End en Glasgow y probar una buena Tennent, que apaciguó por un rato el calor que se sentía aquel día.

Detrás de la Wellpark Brewery y luego de un tarro de cerveza, Gaz me llevó hasta una colina baja que domina el este de la ciudad, donde se encuentra la necrópolis.

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¿Por qué diablos me llevaría a un cementerio? Era quizá la pregunta. Pero la Necrópolis de Glasgow es mucho más que eso.

Inaugurada en 1883, sus planificadores se inspiraron en el cementerio Pere laChaise de París, que más que un simple panteón es un hermoso parque público.

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El concepto de cementerio-jardín recorrió varias ciudades europeas, y en el Reino Unido sucedió sobre todo durante la ostentosa época victoriana.

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Es por ello que las tumbas que atestan la necrópolis son verdaderos monumentos mausoleos que, a decir verdad, fueron construidos por los mejores arquitectos escoceses de la época.

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Muchas de las 50 mil personas que han sido enterradas en la colina fueron gente que gozó de privilegios económicos, y pudieron costear un digno monumento que los acompañara en la otra vida. No obstante, a muchos de los ciudadanos de Glasgow que allí residen el ayuntamiento los apoyó con fondos públicos para su entierro.

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Con cementerios como los victorianos de Europa hasta dan ganas de morirse. Lo mejor de todo, es poder hacer un picnic o tomar una clase de acroyoga (como hicimos nosotros) sin el miedo que recorre las entrañas por pararse sobre los difuntos. Como dije, la necrópolis es mucho más que solo muertos enterrados bajo tierra.

Y justamente al lado del cementerio llegamos a la catedral de Glasgow, o catedral de San Mungo, el sitio más visitado por los turistas en la ciudad.

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El templo es una de las iglesias medievales mejor conservadas en el Reino Unido. Tuvo la suerte de no ser destruida durante la guerra de la Reforma protestante, ya que nació bajo el culto católico, pero pasó a ser parte de la iglesia de Escocia.

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Fue durante el siglo XVI cuando muchos reinos europeos decidieron cortar relaciones con el papado de Roma y fundar su propio culto, inspirados por la tesis de Martín Lutero. Así, Inglaterra hizo su propia iglesia (la iglesia anglicana), mientras Escocia fundó la suya.

Aunque hoy ambas naciones forman parte del mismo reino, no comparten la religión. Y mientras la reina Isabel II es la cabeza de la iglesia anglicana, no lo es de la iglesia de Escocia, que funge como un ente independiente.

La arquitectura gótica de la catedral es el fiel testigo de que Escocia nunca se quedó atrás ante el poderío arquitectónico y político de sus vecinos en Europa. Y si no fuera por compartir tierras con Inglaterra, sería hoy quizás un poderoso país independiente y una potencia occidental.

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Antes de que el sol se escondiera volvimos al apartamento, no sin antes comprar algo para la cena. Y una degustación de whisky al lado de Gaz sería el vaso ideal que necesitaba para conciliar mejor el sueño.

Al siguiente día nos tocó el turno de recorrer el centro histórico de la ciudad.

A diferencia de la catedral, el casco antiguo no data del medievo, ni siquiera de la Reforma protestante. En cambio, muchos de sus edificios fueron construidos durante el siglo XIX.

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Aunque antes de 1707 Escocia fue un reino independiente, nunca sus ciudades gozaron de tanto poder como lo hicieron durante la época victoriana. 

Y es que la reina Victoria marcó el punto álgido de la revolución industrial. En aquel tiempo, Glasgow llegó a ser considerada la segunda ciudad del imperio, después de Londres, por supuesto.

Los astilleros que se erigieron en la preciada ubicación junto al río Clyde, así como la extracción de carbón y hierro, y las fábricas de algodón y textiles, marcaron una escalación económica sin precedentes en Escocia y en el mundo.

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Los principales edificios del centro lucen así una increíble arquitectura victoriana. Es el caso de la Plaza George, la principal explanada de la ciudad.

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Aquel día, un puñado de ramos de flores adornaban el jardín alrededor de la columna principal. Era un mensaje de solidaridad y pésame para las víctimas de los ataques terroristas sucedidos apenas unos días antes en Manchester.

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El Estado islámico se autoproclamó autor del ataque que dejó al menos 22 personas muertas durante un concierto de Ariana Grande en la Arena de la ciudad. Los escoceses pueden ser separatistas y sentir a veces un gran recelo contra Inglaterra. Pero, después de todo, siguen siendo seres unidos y pacifistas.

Más adelante llegamos a la Galería de Arte Moderno, que se alberga en un exquisito edificio neoclásico del siglo XVIII.

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Glasgow es la capital cultural de Escocia. Su escena artística tiene de todo un poco. La calle Buchanan, por ejemplo, fue una viva muestra de ello.

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Rodeada de tiendas, museos, restaurantes y bares, el ambiente vivo que se respira en esta avenida peatonal del centro deja al desnudo la sonrisa del pueblo escocés.

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Los bares y salones de música han visto pasar a multitudes de solistas y bandas que han alcanzado gran fama, tal es el caso de Oasis y los Snow Patrol.

Un poco más hacia el sur, al lado del río Clyde, llegamos a Glasgow Green. el mayor y más bonito de los parques de la ciudad.

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La bienvenida nos la dio el monumento que conmemora los Juegos de la Mancomunidad del 2014, un evento deportivo que se lleva a cabo cada cuatro años entre todos los miembros de la Commonwealth. Glasgow es también la capital deportiva de Escocia.

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Al fondo llegamos al People’s palace, un museo que muestra la historia de la ciudad y cómo la revolución industrial la llevó hasta el puesto que ocupa ahora. Lo mejor de todo fue, sin duda, el invernadero de cristal que se yergue en su exterior.

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Pero la belleza artística de Glasgow no me había mostrado todavía su mejor cara. Hacía falta dar un paseo por las comunes y corrientes calles de sus distritos.

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Bastaba solo alzar un poco la vista para darse cuenta que Glasgow es, también, la capital del grafiti y los murales.

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Ahora entendía por qué Gaz tenía tantas fotos frente a los muros pintados con aerosol. Es que esas pequeñas latas de pintura representan un verdadero espíritu para los locales de la urbe escocesa.

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Desde figuras deportivas hasta artistas musicales, las paredes de Glasgow hablan por sí solas. Y si la gente me había hecho pensar en Escocia como un lugar lluvioso, frío y gris, el street art del que estaba siendo testigo me decía todo lo contrario.

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Con antecedentes mexicanos tan majestuosos, como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, era imposible no quedar anonadado ante la belleza de aquellas pinturas.

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Los murales de Glasgow fueron la mejor manera de pasar mi último día en la ciudad. Y aunado a la hospitalidad de Gaz, Escocia había sido hasta ahora un lugar del que difícilmente podía evitar enamorarme.

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Y faltaba lo mejor, pues al siguiente día los castillos, el parlamento y la silla de Arthur me transportarían a las locaciones de Danny Boyle y Trainspotting.


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2 Comentarios


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Había oído muy poco sobre Glasgow, pero por tu relato parece una ciudad muy bella. Es que con Escocia me imagino montañas, lagos y un hombre con falda tocando la gaita, pero esto me ayuda a tener una visión más amplia ;) 

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Creo que lo último fue mi parte favorita. Soy fan de los murales y grafitis! Ahora tendré que poner a Glasgow en mi lista :D 

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    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

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      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

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      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

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      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

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      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

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      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

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      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

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      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

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      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

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      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

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      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

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      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

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      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

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      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

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      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

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      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

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      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

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      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

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      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

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      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

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      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

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      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

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      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

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      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

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      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

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      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

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      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

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      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

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      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

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      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

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      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

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      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

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      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

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      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

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      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

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      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

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      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

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      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

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