Tercera etapa del Camino de Santiago (Palas de Rei-Melide)
Después de la caótica etapa del día anterior, el despertar del tercer día no auguraba mejoras. El día amaneció lloviendo y mientras desayunábamos veíamos pasar peregrinos con sus chubasqueros. ¡Madre mía! pensé, como nos vamos a poner hoy. Pero para nuestra sorpresa, bastó salir de la cafetería con el chubasquero puesto, cuando al andar unos cien metros dejó de llover, ya iba mejorando el día.
Esta tercera etapa normalmente se hace de Palas de Rei a Arzúa, pero en nuestra planificación del Camino decidimos no hacerla y dividir en dos la etapa, por tanto sólo andaríamos catorce kilómetros hasta Melide y allí haríamos noche.
Comenzamos la etapa cruzando la nacional, hay que tener mucho cuidado con los cruces, ya que en algunos hay muy poca visibilidad debido a que hay curvas en la carretera, así que hay que extremar la precaución y si estamos recién levantados aún más.
En la segunda aldea que nos encontramos nos recibe un cruceiro y más abajo una iglesia románica, la Iglesia de Xulián do Camiño, con su cementerio incluido, como no.
A la salida también podemos ver un antiguo y pequeño lavadero y lo que supuse que era una pequeña alberca, no sé si para lavar o para que beban los animales, allí no había señales de nada en particular.
En esta etapa ya se empezaba a ver un entorno mucho más rural y natural en comparación con la etapa anterior. Los paisajes eran muchos más bonitos, bosque de robles, de eucaliptos, campos de pasto, algunos pasos de río y animales pastando eran de las cosas que podíamos ir disfrutando.
Pasado San Xulián do Camiño la siguiente aldea fue A Grana, que algún granadino gracioso pasó por allí y le puso el acento a la palabra Grana, convirtiendo el cartel del pueblo en “A Graná” y cambiando totalmente su significado. Allí nos encontramos campos de maíz, lo cuales veríamos muchos a lo largo de los días.
Me llamó mucho la atención un bar que tenía una gigantesca concha, y si así era la concha, ¿¡cómo sería la vieira!?
Seguíamos viendo hórreos a lo largo de la ruta, de todas clases, estos son un ejemplo:
La etapa estaba siendo muy relajada. Los caminos no tenían muchas subidas y tampoco había bajadas bruscas, estaban asfaltados o eran de tierra y se caminaba muy bien por ellos. En algunos tramos parecía que los árboles te abrazaban y si mirabas a lo lejos veías como desaparecía el camino. Esto de noche tiene que dar un miedo… tipo película de terror…
Un kilómetro después de que casi nos comieran los árboles pasamos por la aldea de Campanilla, que es la última de Lugo y en seguida nos plantamos en O Costo, primera aldea de A Coruña.
Cuando llegamos a O Coto hicimos una pequeña parada para comer algo. El bar donde paramos no era caro, el plátano solo me costó cincuenta céntimos, aunque la señora que atendía era la típica señora mayor de pueblo pequeño con muy mal humor. Yo entré a pagar mi refresco y el plátano, y el camarero me dio el refresco y me dijo, coge tú el plátano de las canastas de fuera. Yo le pagué y salí a coger el plátano, la mujer se ve que no me vio pagar y mirándome con cara de pocos amigos le pregunto al camarero en gallego que si había pagado (la mujer se pensaba que el gallego solo lo hablaba ella y el camarero de allí, porque entenderla la entendí) y ya hasta que no me fui no me quitó el ojo de encima, por eso la mujer no me cayó muy bien. Así que si no queréis comer con unos ojos mirándoos la nuca ir al bar de en frente que tiene un peregrino tamaño real con el cual te puedes hacer una foto muy chula.
En la siguiente aldea, Leboreiro, nos señalan el camino con esta singular flecha:
En ella podemos ver también una casa con unos pitufos que daban miedo, un canasto gigante que se usaba antiguamente para guardar maíz y la Iglesia de Santa María de Leboreiro (con su cementerio adjunto). Algo curioso que me pasó en esa iglesia es que todas las fotos que eché de ella por dentro salían borrosas, y diréis que tenía el objetivo mal enfocado, pero no, lo enfocaba y al echar la foto salía desenfocada y ya después de cinco fotos malas me dio mal rollo y me fui de allí.
Al salir de la aldea había un montón de vacas pastando por allí y fueron el centro de atención de todos los peregrinos, sobretodo de los más pequeños.
Un puente de piedra nos saca de la aldea.
Y como no, si hay vacas pastando, hay montoncitos de hierba y paja envueltos en plásticos. Eso fue lo más feo del sitio.
Pasado Leboreiro viene un tramo feo a través de muchas fábricas, aunque el olor no es malo, olía a comida. Hay una travesía recta con varios monolitos con los nombres de la Orden de los caballeros de Santiago y una Cruz de Santiago.
Pasadas las fábricas nos adentramos en nuestro entorno natural, volvemos a envolvernos de árboles y arbustos.
Llegamos a Furelos y cruzamos el río por el puente medieval. En el río había una señora lavando a mano, como se hacía antiguamente.
Las vistas del pueblo desde el puente eran preciosas.
En el pueblo podemos visitar la Casa Museo de Furelos, que la entrada es gratuita y podemos ver productos típicos de la zona, la decoración típica de las casas, fotos del pueblo y podemos hacernos una foto de un pulpo con nuestra cara. También podemos ver la Iglesia de San Xoán de Furelos.
Ya solo nos falta poco más de un kilómetro para llegar a Melide. Era la una de la tarde cuando llegamos y no nos lo pensamos ni un segundo al pasar por aquel mesón antiguo paramos directamente a comer. Una tapa de queso y un filete de ternera con patatas y huevos fue lo que comí aquel día, que rico estaba todo y lo mejor es que comer me costó menos de diez euros. Después nos fuimos a descansar y luego a media tarde salimos a ver el pueblo.
En Melide se nota la afluencia de más gente, eso se debe a que el camino francés (el que estoy haciendo) y el camino primitivo se juntan en este pueblo.
En la plaza del Ayuntamiento podemos encontrar la Capilla de San Antonio y el Museo de la Terra de Melide, que es de entrada gratuita y podemos ver Melide a través de la historia. Sus utensilios de trabajo, las distintas profesiones que se ejercían, las vestiduras del lugar, como eran las casas hace años, sus utensilios y más cosas sobre la cultura gallega. Por último la Iglesia de San Roque, que está en pleno Camino de Santiago.
Y aquí acaba nuestro día, a descansar que la siguiente etapa sería otro día.
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