Saltar al contenido

Top Escritores


Popular Content

Showing content with the highest reputation on 09/05/19 en toda la comunidad

  1. 1 punto
    Colonia, una ciudad antigua a ritmo slow Colonia del Sacramento es una ciudad de Uruguay, es un destino ideal para una escapada de fin de semana. Allí se respira el aire de la buena vida slow, del turismo de relax donde se puede disfrutar de hoteles de importantes cadenas hoteleras sin preocupaciones. También existen otras opciones low cost como departamentos y hoteles más económicos. Se trata de un lugar que se vende a los turistas como un enclave turístico de más de 300 años, cargado de historia con callecitas empedradas donde se asoma el río. Casas antiguas, árboles añosos y farolas forman parte del paisaje que invitan a un viaje en el tiempo. Una de las visitas obligadas de Colonia del Sacramento es hace runa parada en el antiguo almacén de ramos generales de 1905,donde llama la atención un largo mostrador de madera original con objetos de época. Colonia es una pequeña ciudad pero con varios atractivos y puntos turísticos para visitar, es un destino de escapada, pero para quienes viajan con más tiempo existen varios destinos cercanos para conocer como es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, Carmelo y Montevideo. Empezamos por la ciudad de Colonia.. ¿Qué ver y qué hacer? Es interesante recorrer sus calles empedradas para descubrir su curioso trazada, el cual siempre se encuentra frente al río. Una parada que no puede dejar de hacerse es en la "Puerta de la Ciudadela" la cual se encuentra frente a la actual plaza. Esta entrada de piedra cuenta con un puente y es la que daba acceso a la ciudad detrás de los muros de defensa. El casco histórico de Colonia fue declarado como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, un dato interesante es que por su singular preservación, sus calles han sido exteriores de varias películas de época. La postal más conocida de la ciudad es sin lugar a dudas la mágica "Calle de los Suspiros" debe su nombre a las historias del pasado, ya que años atrás supo ser una zona de burdeles donde iban los marineros que llegaban a la ciudad. En la actualidad es una calle muy angosta de piedras con casas muy bien conservadas. Una de las casas que se encuentra en la Calle de los Suspiros es una galería de arte que lleva el mismo nombre que la calle. Otras casas típicas que pueden visitarse son la casa del Virrey, la Basílica del Santísimo Sacramento con sus llamativas cúpulas y la Iglesia Matriz la cual tiene la fama de ser la más antigua del país. Se suma a la lista de los paseos imperdibles, conocer el faro de la ciudad, el cual fue construido en el año 1857 para alumbrar la bahía. Colonia al igual que otras ciudades antiguas e históricas, tiene una gran cantidad de museos en los que se puede conocer más sobre la historia del lugar. Muchos de sus museos se encuentran dentro de asombrosas casas antiguas. Uno de los museos más destacados es el Museo Portugués, donde se encuentra una gran cantidad de antigüedades, al igual que el Museo Español. Es interesante visitar el Museo del Azulejo el cual funciona en una pequeña casa de piedra que aún conserva sus paredes y pisos originales que datan de hace varios años atrás... No todo es historia, arte y antigüedades, también puede disfrutarse de sus playas tranquilas. Una propuesta interesante es conocer el pueblo en avioneta. Los pilotos privados de la ciudad ofrecen sobrevuelos por la costa, sobre el casco histórico y sobre la rambla. Además de una vuelta por el campo. El recorrido es para hasta tres pasajeros y dura unos 20 minutos aproximadamente. ¿Qué visitar cerca de Colonia? La costa de Colonia mira directamente a Buenos Aires, por lo que no es casualidad que varios viajeros combinen ambos destinos. Se puede llegar de una ciudad a otra en poco tiempo en embarcaciones privadas o también en barco de pasajeros que salen tanto desde Puerto Madero o Tigre en Buenos Aires hacia destino Carmelo, en el país de Uruguay. Buenos Aires Buenos Aires es una gran ciudad con muchos barrios históricos, sitios históricos, clásicas pizzerías, shoppings, museos, lugares donde puede disfrutarse de espectáculos de tango y más... Se dice que un viaje por Buenos Aires nunca está completo, es una ciudad tan grande que siempre queda algo para hacer. Una de las mejores maneras de recorrerlas es tomando un paseo en los colectivos turísticos que conectan las zonas y barrios más turísticos entre sí. Además de visitar Buenos Aires, pueden visitarse otras ciudades uruguayas como es el caso de Carmelo y Montevideo. Carmelo Carmelo se encuentra a menos de 100 kilómetros de Colonia, es una localidad muy pintoresca, otro destino ideal para el descanso y recargar energías. Es además un lugar recomendado para familias que viajan con niños. Allí puede disfrutarse de sus tranquilas playas las cuales son pequeñas pero perfectas para descansas. Durante la temporada alta, hay varios restaurantes y puestos de comida abiertos sobre la calle de la costanera donde pueden probarse platos típicos. El centro es pequeño, se encuentra alrededor de la Plaza Independencia rodeado de varios restaurantes económicos con menúes variados. La ciudad de Carmelo tiene su propia ruta del vino la cual no tiene para envidiarle a otros países con una gran variedad de bodegas las cuales pueden visitarse en cualquier época del año. Montevideo Montevideo es la ciudad más poblada de Uruguay, esta catalogada como una ciudad global. Cuenta con diversas actividades relacionadas con los estilos musicales de la región como el candombe y la murga uruguaya. El turismo es muy importante para la ciudad, allí pueden visitarse paseos históricos, disfrutar de sus playas y también del turismo agropecuario. En Montevideo se encuentran varias estancias turísticas, bodegas de vino y chacras. Colonia puede ser un destino de escapada de fin de semana, o un destino para pasar una semana completa y simplemente hacer relax y disfrutar de sus paseos históricos y playas. Para los viajeros que viajan con más tiempo las alternativas son varias y lo más importante es que todas se encuentran a pocos kilómetros de distancia.
  2. 1 punto
    Templos cristianos en madera negra, cuervos azulados, un enorme puñado de inmigrantes árabes, un sauna sobre las heladas aguas del Báltico, pepperoni de alce, carne de ballena, fiordos milenarios en la costa atlántica, un sinfín de figuras y estatuas de trolls, elfos y enanos. Hasta ahora la península escandinava me había dado lo que, con muchas ansias, había esperado de ella. Sumado a ello, me había llenado de placeres que poco pude aguardar, entre ellos un suculento y soleado clima que había hecho de mis días hasta ahora los mejores en mi viaje por Europa. Aunque poco deseaba marcharme de Bergen, de sus increíbles paisajes montañosos y de la calidez de mis anfitriones en la ciudad noruega, lo que tenía por delante me alentaba a partir. Y así, aquella noche me despedí de Angélica y Aleks, y tomé el tram con dirección al sur para llegar al aeropuerto internacional de Flesland. Aún siendo las 9 pm, el sol brillaba al otro lado de ventanas del avión como si fuese un amanecer. Y poco después de despegar en el fondo se asomó un paisaje alucinante. La cordillera de los Montes Kjolen aparecía ahora desde otro ángulo, uno que los rayos solares me dieron el goce de apreciar en su máxima desnudez. Pero las montañas quedarían atrás por un par de días. Era momento de volver a la gran ciudad, y cerca de las 22:15 horas mi vuelo aterrizó en Estocolmo. El tráfico en el aeropuerto era mayor del que había esperado. No aguardaba hallar tal cantidad de gente una noche entre semana. Pero la capital sueca es la mayor urbe de Escandinavia, y pronto descubriría su importancia. Tomé un shuttle bus hacia la estación central de la ciudad, donde Logan aguardaba por mí. Aquel chico francés que estudiaba su máster en Estocolmo había sido el único couchsurfer en aceptar mi solicitud de estadía por cuatro días. Después de ocho meses en Francia, sabía que los franceses no me decepcionarían. Cogimos el metro hasta su casa, en una residencia estudiantil del campus norte de la universidad. Ahora comenzaba a resentir los altos precios escandinavos de los que tanto había escuchado. 4 euros el viaje sencillo, era simplemente el metro más caro que había costeado en mi vida. Aunque la vida estudiantil seguía siendo atractiva, había pasado ya varios días hospedado en campus universitarios en Dinamarca. Era momento de salir y explorar la ciudad por mi cuenta, cosa que hice a la siguiente mañana, cuando el hambre despertó mi estómago y mi paladar. Extrañamente, Escandinavia resultó ser el único lugar en Europa donde encontré tiendas de la cadena 7-Eleven, y Suecia parecía ser el país donde más se había esparcido la multinacional. Si bien prefiero los productos naturales, los combos que 7-Eleven ofrecía en Estocolmo fueron irresistibles, y la manera más barata de llenar mi estómago. Por cuatro euros, la tienda ofrece dos piezas y una bebida. Aquella mañana una manzana, una dona y un café fue lo más barato que pude conseguir para saciar mi hambre. Tomé el metro hacia el centro de la ciudad, y descendí justo en la estación central, donde el bullicio y el gentío fue todavía mayor al que me había topado la noche anterior en el aeropuerto. La estación central se encuentra en el área comercial de Estocolmo, una zona más moderna y sumamente viva donde todos los días convergen locales y turistas en una guerra de transeúntes, una bastante educada, me atrevería a decir. Pero unos pasos más al sur el viejo Estocolmo comienza a aparecer, con exquisitos edificios del siglo XIX que ponen en alto la ciudad como una verdadera capital europea. El Palacio de la Ópera es un gran ejemplo de la arquitectura neoclásica que imperó en Estocolmo y que la puso en el mapa como una prominente metrópoli desde hace dos siglos. Al cruzar uno de los tantos puentes que atraviesan los canales de Estocolmo (y que la convierten en una más de las Venecias del Norte), me adentré de lleno en el centro de la ciudad, formado por tres pequeñas islas que dividen el delta del lago Mälaren del mar Báltico. La más pequeña de ellas es Helgeandsholmen, cuyo único edificio ocupante es el Palacio del Parlamento sueco, el Riksdag. Suecia, como el resto de los países nórdicos, tiene un enorme respeto por su gobierno y sus representantes políticos, Así, el parlamento es uno de los más queridos en el mundo por sus ciudadanos. Suecia encabeza también la lista de los países con menor índice de corrupción. El estilo barroco de la casa parlamentaria es otro buen ejemplo de la envergadura con la que la capital sueca salió a flote a pesar de la competencia que representaban las demás monarquías europeas. Después de todo, fue Suecia quien rompió la Unión de Kalmar una vez terminado el medievo, heredando así al mundo los cinco países nórdicos que hoy conocemos, en lugar de uno solo que pudo haber sobrevivido de no haber sido por la separación de los suecos. Fue precisamente durante la Edad Media cuando Estocolmo se fundó, y el mejor homenaje a aquella época lo rinde el Museo de Estocolmo medieval, ubicado prácticamente bajo tierra en ese pequeño trozo de isla donde me encontraba parado frente al parlamento. Ya que el acceso era gratuita, no dudé en entrar a conocer la historia que resguardaban aquellos túneles subterráneos. La razón de su peculiar ubicación es que el museo está posado sobre las ruinas arqueológicas de la antigua ciudad medieval, que todavía resguarda los restos de la muralla que rodeó la pequeña Estocolmo entre 1250 y 1520. La ciudad no llegaba más allá de las dos pequeñas islas que hoy conforman el centro de Estocolmo, pero representó una gran hazaña para el reino de Suecia una vez extinta la era vikinga, ya que controlaba el comercio entre el mar Báltico y los lagos interiores de la península, gracias a su increíble conexión por vía fluvial. El museo muestra algunas figuras reales encontradas durante las excavaciones, como los rostros de los antiguos reyes tallados en piedra, y algunos de los manuscritos antes de que Gutenberg revolucionara el mundo con la imprenta. Los restos de algunas embarcaciones dejan en claro la herencia que los vikingos dejaron a la sociedad monárquica sueca de la Baja Edad Media. Al igual que Copenhague y Oslo, la situación geográfica de Estocolmo fue clave para las hazañas marítimas. Una de las figuras más conocidas en el museo es una pequeña estatua de San Jorge, quien se muestra cabalgando su caballo y asesinando al dragón a quien, cuenta la leyenda, asesinó para salvar a toda una ciudad. El mito de San Jorge, un santo procedente de la Capadocia que fue canonizado luego de ser decapitado por no renunciar a su fe cristiana durante la época del Imperio Romano, ha traspasado tiempos y fronteras. Y al igual que muchos europeos, los suecos le tenían un enorme respeto, ya que lo veían como protector de los caballeros y los guerreros del medievo. Pero las figuras que quizá llamaron más mi atención fueron las escenas de la cotidianeidad que Estocolmo vivía durante aquellos años. Skedna Gertrude era la carnicera de la ciudad, y curiosamente, sus ganancias eran iguales a la de los hombres, algo sumamente raro en la época. Y el zapatero en su taller, quien se dice podía realizar un par de zapatos por día, algo muy distinto a la producción en masa de la época contemporánea. Antes de que el día avanzara más, preferí no confiarme del sol que abrasaba la ciudad aquel día, y quise aprovechar la soleada tarde para caminar al aire libre. Crucé entonces otro puente hacia la isla contigua de Stadsholmen, la más grande del centro de Estocolmo y donde se emplaza Gamla Stan, el casco antiguo de la ciudad. Gamla Stan es el sitio donde Estocolmo nació, más precisamente durante el siglo XII. Y aunque muchos de los edificios originales fueron demolidos o remodelados, hoy el barrio sigue conformándose por callejuelas de estilo medieval. Al ser el distrito que atrae a más turistas en toda la ciudad, Gamla Stan está repleta de tiendas, cafeterías, restaurantes y algunos hoteles. Aunque posee también muchos de los edificios más célebres de Estocolmo y toda Suecia. El Museo Nobel es uno de ellos. Presenta a los laureados con el galardón Nobel desde 1901, así como la vida de Alfred Nobel, uno de los ciudadanos suecos más reconocidos a nivel mundial. El museo se ubica justo en la plaza Stortorget, la más antigua de la ciudad y el corazón desde donde se desarrolló el resto de Estocolmo desde su nacimiento. Pero el edificio más famoso y quizá el más importante en Gamla Stan es el Palacio Real, la residencia oficial y el mayor de los palacios de la realeza sueca. Aunque la residencia donde realmente viven los reyes de Suecia y su familia se encuentra en Drottningholm, el de Estocolmo funge como el palacio oficial, y es donde se llevan a cabo las funciones del rey como jefe de estado, así como alojar a los asistentes personales y administrativos de la familia real. Al llegar al sur de Gamla Stan, a la orilla de uno de los canales que la delimitan, la isla contigua de Södermalm apareció. Y es allí donde aparcan los cruceros que traen a los turistas a visitar la mayor ciudad de Escandinavia. Un puente vehicular y peatonal une a ambas islas. Y por recomendación de la oficina de turismo, una breve visita a Södermalm valía la pena. Se trata de un barrio un tanto más bohemio con numerosos cafés, restaurantes y galerías de arte independientes, lo que le da el toque hipster y juvenil al centro de la ciudad. Pero quizá lo mejor de Södermalm son sus colinas a la orilla del canal, desde donde se tienen las mejores vistas de Gamla Stan y de los campanarios de sus iglesias. Por la noche volví hasta el campus universitario, donde me reuní nuevamente con Logan y cenamos una pizza con dos de sus amigos, un sueco y una peruana que había decidido mudarse a Suecia porque le encanta la oscuridad del invierno. Ambos, fervientes amantes del black metal escandinavo. Al siguiente día me dirigí hacia la zona este de la ciudad, comenzando por una breve visita al Museo de Historia Sueca, que también ofrecía entrada gratuita al público general. Aunque el museo va dirigido un poco más hacia el público infantil, ya que muestra juegos y muestras interactivas, fue una buena manera de sumergirme en la forma en que Suecia y la población escandinava se desarrolló desde la era vikinga. Las maquetas de los antiguos asentamientos y las figuras a escala de los drakkar son un ejemplo de cómo el pueblo vikingo se desarrolló en estas tierras desde la Alta Edad Media. Y tras la llegada y el triunfo del cristianismo a la península, Suecia pasó a ser un reino más que obedecía al papado de Roma, aunque el paganismo y las tradiciones vikingas perduraron para siempre. Unos metros hacia el sur desde el Museo de Historia alcancé la riviera de otro de los tantos canales de Estocolmo. Aquel que divide la parte continental de la ciudad de Djurgården, otra de las islas de la ciudad. Djurgården es una isla que, casi en su totalidad, contiene un parque urbano, lo que la convierte en el barrio más apreciado por los locales para poder relajarse y alejarse del bullicio de la capital. Pero para los turistas, Djurgården es mucho mejor conocido por alojar varios de los mejores museos de Estocolmo, y que son de gran interés para muchos. El Museo Nórdico, por ejemplo, se encarga de presentar la historia del pueblo sueco ubicada específicamente entre finales de la Edad Media y la Edad Contemporánea. El Museo Skansen es uno de los más apreciados, ya que se trata del primer museo al aire libre del mundo. Contiene representaciones de la vida cotidiana de los suecos durante los últimos siglos. Incluso hay actores disfrazados que simulan el día a día de su época. El Museo Vassa es quizá el orgullo de Estocolmo y de toda Suecia. Es el museo más visitado de toda Escandinavia. Presenta al único navío del siglo XVII que ha sobrevivido intacto hasta nuestros días. El Vassa, fue un buque de guerra que naufragó apenas después de haber zarpado desde Estocolmo. En el siglo XX, el barco pudo recuperarse y hoy se presume casi ileso en la isla de Djurgården. Y aunque no sea el de mayor afluencia, el Museo Abba es también uno de los más queridos. Y es que no hay grupo musical sueco más famoso en el mundo que este peculiar cuarteto pop de los años 70s. Djurgården posee también un parque de diversiones, y es justo desde allí donde zarpan los ferrys al resto de la ciudad. Por 4 euros el boleto sencillo en el transporte público de Estocolmo, lo que menos podía esperar es que los ferrys estuviesen incluidos en el precio. Así, pude al fin presumir que di al menos un paseo en bote por los canales de Estocolmo. No se puede visitar la Venecia del Norte sin navegar por sus aguas. Volví nuevamente a Gamla Stan para un último paseo, antes de volver con Logan para cenar juntos en la residencia. Los siguientes días en Estocolmo los pasaría tomando clases de acroyoga y kung fu en las enormes explanadas de sus parques. El sol me sonrió como nunca y esperaba que así permaneciera para los siguientes días, pues me esperaba una larga travesía por uno de los lugares con los climas más hostiles en el planeta.
×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .