Como nadie ha escrito sobre Berna, y a mí me ha gustado tanto, detallo un poco nuestra experiencia para abrir el apetito. Sin saber lo bonita que es la ciudad le reservamos tan solo un día de nuestro recorrido por Suiza, lo cual fue una lástima porque no tuvimos tiempo de ver ningún museo y solo pudimos pasear un poco por sus calles. El casco histórico es encantador, resulta muy agradable pasear por debajo de los centenarios arcos viendo escaparates, cafeterías, curiosas fuentes, además a la minima que te desvías de tu recorrido siempre llegas al río Are. Otra faceta típica, y no por ello menos bonita, son los campanarios de aguja y los grandes relojes, el más conocido es el Zytglogge (reloj astronómico) es bellísimo, puedes quedarte 30 minutos mirando todos los detalles, mejor evitar las horas puntas que es cuando más gente se acerca para ver a las figuritas girar y al campanero de bronce tocar la campana. La catedral también merece una visita, tiene unos relieves muy bonitos. Por último creo que es imposible no visitar algunos parques, son tan bonitos y están tan bien cuidados, creo que el más bonito es el Rosengarten pero no sabría decidirme . Las mejores fotos de la ciudad se consiguen desde Rosengarten o desde Bärenpark, ambos al otro lado del río. En Bärenpark vive una familia de osos muy juguetones. Los osos son el símbolo de la ciudad debido, según cuenta la leyenda, a que el duque Bertoldo V de Zähringen (fundador de Berna) venció a un temible ejemplar en la zona donde después levantó la ciudad. Berna es tan hermosa y artística que no quiso tener nada que ver con el dinero así que prefirió legar la faceta económico-financiera, tan importante en otras capitales, a la céntrica Zúrich, verdadero motor económico de Suiza. Berna ostenta su orgullo como capital de Suiza destacando otros aspectos, la elegancia y la cultura. Así deberían ser todas las capitales, hogar de artistas e intelectuales, no de banqueros y empresarios (sin menospreciar a nadie).
