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Plues

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Relatos publicado por Plues

  1. Plues
    Como ya os dije, íbamos a ir descubriendo un poco de la tierra del Quijote. Esta vez haremos otra parada en Albacete, Ossa de Montiel, aunque en realidad nuestras visitas turísticas estarán en Ciudad Real, más concretamente en Ruidera, un paraje natural precioso para pasar unos días y desconectar del mundo.
     
    En principio se escogió Ossa de Montiel porque el alojamiento era más asequible, y todo sea dicho, yo quería ver molinos y en el complejo de casas rurales había uno.
     
    Buscamos la oficina de turismo del pueblo, la cual se encontraba a la salida del mismo. La oficina se distingue porque en la entrada hay dos estatuas de piedra, una cada lado de la puerta, de Don Quijote y Sancho Panza. La mujer que había allí nos informó de todo lo que queríamos ver, y os animo a que si vais os paséis antes por la oficina, porque sin el plano que nos hizo ella se nos hubiera hecho muy difícil llegar a todo bien.
     
    Salimos de la oficina, con un frío que pelaba esa mañana y nos fuimos dirección Ruidera, para ver las famosas Lagunas de Ruidera, que a decir verdad, el ochenta por ciento de las lagunas pertenecen a Ossa de Montiel, no a Ruidera, pero ya se sabe, unos crían la fama y otros cardan la lana.
     
     
    Siguiendo las señas que la oficinista nos dio, buscamos exitosamente un restaurante, “Los Balcones”, donde comenzaría nuestra ruta. Ya allí es sólo seguir las indicaciones. Empezamos a andar y fuimos viendo las distintas lagunas, Laguna Redondilla, Laguna Tinaja, Laguna San Pedro, Laguna Tomilla y Laguna Conceja, esas fueron todas las que vimos por la mañana. En verano algunas lagunas son de baño permitido, es el caso de Laguna Redondilla y Laguna San Pedro. El paseo se puede hacer andando o en coche, pero ya que estamos, ¿qué mejor que disfrutar de un buen paseo viendo agua, patos y árboles? Estas son algunas vistas de las lagunas.
     
     


     


     


     
     
    Por la tarde, teniendo en cuenta que Ossa de Montiel no es muy grande, fuimos a dar un paseo por el pueblo. Vimos la plaza principal, donde estaba el Ayuntamiento, una fuente de agua y una estatua dedicada al hidalgo Don Quijote de la Mancha.
     
     


     


     
     
    Unas calles más allá vemos la iglesia de Santa María Magdalena, que proviene de la Orden de Santiago. La iglesia es una mezcla de estilo gótico, mudéjar y romano.
     


     
     
    En el pueblo también podemos visitar “Los caños”, “El rollo” y el museo etnográfico, en el cual veremos los oficios y costumbres de la localidad. Para visitar el museo hay que pedir cita previa en la oficina de turismo, y los demás son parques del pueblo. A la salida del pueblo encontramos una destilería de alcohol aromático, donde es visitable y te explican como elaboran los productos. Hay que llamar y pedir cita previa, al igual que en la Cueva Champiñón, que se encuentra al lado de la destilería. En esta cueva se cultivaban champiñones, pero ahora se ha reconvertido en centro de interpretación de la localidad y el entorno.
     
    A la entrada del pueblo hay este monolito donde volvemos a ver la figura del hidalgo manchego.
     
     


     
    Al día siguiente madrugamos para ir a Ruidera, dar un paseo por el pueblo y ver “El hundimiento”, y no, no es la película que habla sobre Hitler, es una cascada preciosa de quince metros, que se produjo a raíz del hundimiento de una barrera travertínica, de ahí el nombre. Estas son las vistas…
     


     
     
    Después fuimos a ver la Laguna del Rey, vimos su pequeña presa y el puente, muy bonitas las vistas.
     


     


     
     
    Un paseo rápido por el pueblo, y cogimos el coche para ir a Argamasilla de Alba, allí nos esperaba el Castillo de Peñarroya. La entrada es libre. El castillo se sitúa al lado del embalse de Argamasilla y actualmente se encuentra en restauración de una de sus partes. Actualmente acoge a la patrona del pueblo, Nuestra Señora de Peñarroya, que fue descubierta al conquistar los cristianos la fortaleza musulmana.
     


     
     
    Ya era hora de comer, así que había que coger fuerzas que por la tarde nos esperaba Don Quijote…
     
    Cerca de Ossa de Montiel, a unos tres o cuatro kilómetros, nos esperaba uno de los capítulos del libreo de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Fuimos a ver la Cueva de Montesinos. Ataviados con nuestros cascos y linternas nos introducimos en lo profundo de esta cueva, ochenta metros de leyenda hecha historia.
     


     
     
    La cueva en sí es una cavidad kárstica que por las filtraciones de la lluvia y los desprendimientos naturales han formado estalactitas muy chulas y de colores como es el caso de una que es de color azul, muy pocas en el mundo.
     


     
     
    Aquí fue donde Miguel de Cervantes se inspiró para escribir el mayor encantamiento que sufrió el hidalgo en los capítulos doce y trece de la segunda parte de la obra literaria. La visita se hace muy amena, ya que no sólo te explican la geología de la cueva, sino que el guía te adentra en la historia de porqué don quijote vio allí a su amada Dulcinea. Es muy recomendable llevar a los niños, se lo pasarán genial viviendo una parte de la literatura universal, y si ya les ponen cascos y linternas, se quedarán encantados…y nunca mejor dicho…
     
     
    Una vez acabada la visita, seguimos carretera adelante y cogimos el desvío que nos llevaría a ver las ruinas del Castillo de Rochafrida. Fue castillo musulmán hasta que los cristianos se hicieron con él. Para aquellos amantes de la lírica, las ahora ruinas del castillo, fue inspiración de dos romanceros medievales muy conocidos, Rosaflorida, en honor a la dama del castillo, y Fontefrida, en honor a la fuente que había a los pies del castillo.
     


     
     
    Desde cerca no se aprecia bien que los restos sean de un castillo, así que tomé la foto de lejos para ver mejor la perspectiva.
     
    Y ya por último, antes de que se hiciera de noche, hacerle una foto al molino de viento que nos estaba cuidando en el recinto.
     
     


     
     
    Y este ha sido todo el fin de semana, un pequeño trozo de Castilla más conquistado, seguiremos avanzando en nuestra cruzada por la tierra del Quijote
  2. Plues
    España está viviendo una de sus peores semanas, el otoño ha entrado de repente, todo el país se tiñe de nubes y agua, viento fuerte y frío. Viajar en estas condiciones es sinónimo de mojarte y no disfrutar de la visita, por eso en esta época del año a mí me gusta “irme de casa rural”. Como es un viaje de fin de semana tampoco podemos ir demasiado lejos, así que una de las provincias que más nos gusta por su clima para esta época es Albacete, y Alcaraz sería nuestro destino ese par de días.
     
    Cierto es que la ventaja de ir de casa rural es que puedes ahorrarte un dinero en comida, ya que puedes cocinar allí mismo, que puedes llevarte a tu mascota, entre otras cosas.
     
    La casa que nos alquilamos fue en una aldea al lado de Alcaraz, Canaleja se llama. Digo aldea porque creo que más de veinte personas no viven allí.
     
    Llegamos a la aldea y descargamos la comida que llevábamos para pasar los días. La perra mientras se hizo amiga de los cuarenta gatos que una vecina de la calle tenía allí (más adelante hablaré de dicha vecina). La casera, muy maja, nos enseñó la casa y nos llevó al patio contiguo para ver la zona de barbacoas y leña, para que la cogiéramos de ahí cuando se nos acabara la leña que teníamos dentro.
     
    Como llegamos después de comer, mientras nos situamos, nos acomodamos y demás cosas casi se hizo de noche, y antes de que oscureciera salimos a dar un paseo. Hacía mucho frío, y no había nadie en la calle, el sitio era un desierto oscuro donde soplaba el viento. A lo lejos se escuchó una voz llamado a un perro, nuestra perra lo oyó y salió corriendo y por descontado nos tocó correr detrás de ella, hasta que nos encontramos con el hombre que llamaba a su perro, que al vernos nos preguntó dónde nos alojábamos, y al decírselo nos dijo que era la casa rural de su sobrina y ya se pudo a hablar el hombre y a contarnos que el perro se le había escapado.
     
    Se nos hizo bastante de noche, pero así pudimos ver estas vistas:
     


     
    Al día siguiente madrugamos para ir a Alcaraz y visitar el pueblo. Al llegar nos costó aparcar porque en todos sitios era prohibido. Alcaraz tampoco es un pueblo muy grande, no buscábamos eso, buscábamos pasar un fin de semana tranquilo. Las calles empedradas del pueblo nos dieron la bienvenida.
     


     
    Las casas de piedra, las chimeneas echando humo, los lugareños comprando en sus pequeños comercios, típica estampa de pueblo alejado de la ciudad que tanto me encanta y que se rompía cuando al llegar a la plaza mayor nos encontramos un coche fúnebre, eso rompe todas las estampas .
     


     
    Dejando el detalle del coche, nos encontramos en una plaza que es conjunto histórico-artístico y es una de las plazas más bonitas que yo he visto. La plaza es de estilo renacentista, pero si nos fijamos en las iglesias de Santa Trinidad y Santa María son de estilo gótico.
     


     
    Esta mezcla de estilos hace posible tener una plaza tan preciosa. Tres de las cuatro esquinas de la plaza tienen acceso mediante un arco.
     


     
    Enfrente de las iglesias nos encontramos el Ayuntamiento y el casino a su derecha.
     


     
    Subimos a lo alto del pueblo, donde hay algunas ruinas. Estas ruinas fueron hace muchos años la fortaleza de Alcaraz. En la actualidad está destruido y solo quedan en pie algunos restos.
     


     
    Al lado encontramos el cementerio del pueblo, en el cual aún descansan los restos del último bandolero de Castilla.
     
    Las vistas desde el Cerro de San Cristóbal son estupendas.
     


     
    Por la tarde aprovechamos para hacer una ruta corta. Dentro de la Sierra de Alcaraz existe un paraje denominado “Los batanes”, donde el cruce de los ríos da lugar al río Guadalmena en forma de cascada. Dicha cascada es conocida como “el salto del caballo” y allí es donde fuimos a andar. El final de la calle del ambulatorio nos llevara a un desvío y solamente es seguir la carretera tres kilómetros. El paseo es de tramo fácil, prácticamente llano todo el rato. La perra se lo pasó estupendamente corriendo de un lado a otro, los cien metros lisos eran poco para ella .
     


     


     
    El salto del caballo es la siguiente cascada.
     


     
    Nosotros vemos la cascada desde arriba. El acceso al fondo es un poco complicado, así que decidimos no bajar.
     
    La noche nos cayó encima y volvimos a la casa para encender la chimenea y calentarnos. Ese es otro placer, venir de una ruta, encender el fuego y descansar mirando las llamas, ME ENCANTA!!!
     
    Al día siguiente tocaba recoger. Antes de que se me olvide, comentaré que nuestra querida vecina, amante de los gatos, de sus 40 gatos, nos vigilaba cuando entrábamos, cuando salíamos a través de la ventana, y en una ocasión coincidimos al salir, y la mujer (insisto muy “simpática”) le dijimos, buenos días, y salió corriendo hacia su casa, como si fuéramos a secuestrarla o algo…en fin, estas cosas pensaba yo que sólo pasaba en los Simpson, pero no…en Canaleja vive una señora igual .
     
    Antes de irnos pasamos por Alcaraz y vimos las ruinas de la torre Gorgojí.
     


     
    Espero que os haya gustado, la tierra del Quijote está llena de sitios mágicos, y vamos a ir descubriéndolos poco a poco…Nos leemos en el próximo!!!
  3. Plues
    Hace unos meses, antes de verano, fuimos de ruta alrededor de tres pueblos de Granada, Olivares, Moclín y Tozar.
     
    No he escrito antes sobre esta ruta porque creo que se debe de hacer en este tiempo, por dos razones, la primera porque en muchos tramos hay camino abierto con subida y eso a pleno sol no hay quien lo suba, y segundo, porque la bajada del cauce del río en esta época es mayor y se ve más bonito. Nosotras el día que fuimos tuvimos la suerte de que se nubló y no lo pasamos tan mal…
     
    Comenzamos la mañana con nuestras mochilas, no recomiendo llevar mucho peso, un bocadillo, una buena cantimplora de agua y algo para picar por si el ánimo decae. Partimos desde lo alto del pueblo de Olivares. En la subida hacia el lavadero había un señor que se interpuso en mi foto en el lugar así que opté por hacérsela a él con el lavadero, me quedó una estampa muy rústica y encima el hombre nos dio conversación y algunas señas para el camino. Una de esas señas fue que llenásemos las cantimploras de agua de una fuente que había pocos metros más arriba, cuando llegamos a la susodicha fuente ponía en un cartel grande “AGUA NO POTABLE”, desde ese instante no volvimos a hacer más caso de lo que el hombre nos dijo.
     


     
    Al principio la subida se hace un poco pesada y hay que ir bien desayunado, por eso digo que un día de calor no es buena opción ya que la subida se haría todo un sufrimiento. Las vistas conforme ascendemos son preciosas, en algunos tramos parece un paisaje típico de Asturias.
     


     
    La señalización hasta la cima de la montaña es buena y al llegar después de unas dos horas a paso tranquilo es muy confortable.
     
    Antes de llegar a la cima vimos unas cajas, y dijimos, ¿qué hace esto en mitad del campo? Eran abejas, así que aceleramos el paso por si alguna salía a saludar .
     


     
    Las increíbles vistas de la cima nos dejaron sin palabras, no recomiendo asomarse al precipicio si padeces de vértigo, las fotos no hacen justicia, la imagen real es muy impactante. Al fondo se ve el castillo de Moclín al que iremos en otra ocasión.
     


     
    Yo recomiendo comer allí, nosotras llegamos a la hora de almorzar y el bocadillo nos supo a gloria, ¡y pedazo de bocata que me comí!
     


     
    Después comenzamos la bajada que se hace más amena, pero con tan mala suerte que nos llovió y no sólo eso, sino que al rato nos granizó, es lo que tiene la primavera, que si se nubla el día te cae una tormenta, menos mal que le pusimos nuestro toque de humor sino nos hubiéramos deprimido.
     
    El tramo entre la cima y el paso hasta Tozar se hace un poco pesado porque el camino tiene muchas piedras (imprescindible buen calzado) pero lo mejor estaba por llegar...y lo mejor era el puente colgante y las pozas que hay, que ya cayendo la tarde se quedaba una imagen muy bonita y las fotos lo muestran. En ese lugar estaríamos justo debajo de la cima, ¡estábamos como en un hoyo!
     


     


     
    Sólo hay que seguir el cauce del río Velillos.
     


     


     
    Antes de todo esto (si no os perdéis) veréis algunas cuevas con pinturas rupestres, pero hay que estar atentos. Nosotras no las vimos porque estábamos muy cansadas cuando vimos que nos las habíamos pasado. Esta fue la carita que se me quedó .
     


     
    La ruta es circular así que acabamos en un bar de Olivares comprando un helado para reponer azúcares y comiéndonoslo camino del coche.
     


     
    Un consejo que os doy es que el coche lo dejéis cerca de la plaza donde ponen el mercado, así cuando volváis no tendréis que subir alguna calle que se puede hacer dura, mejor la subís al empezar que vais con más fuerzas.
     
    La duración de la ruta es relativa, depende del ritmo de subida que se lleve, en seis kilómetros se hace un ascenso de más de seiscientos metros, nosotras la acabamos en siete horas. El calzado si es de montaña mejor, vuestros pies os lo agradecerán y si lleváis un bastón para las bajadas mucho mejor, las rodillas también lo agradecerán. Recomiendo esta ruta para aquellas personas que les guste el contacto con la naturaleza y la aventura, os aseguro que no os arrepentiréis.
  4. Plues
    A finales de Octubre, y como segundo año consecutivo, Granada ha celebrado su “Noche en Blanco”. ¿Y qué es la noche en blanco? Lejos de pensar lo que alguno seguro se imagina, es una noche dedicada exclusivamente a disfrutar Granada.
     
    Miles de actividades para realizar, visitas guiadas, actividades en las plazas para los niños, apertura de algún monumento que normalmente no está abierto, recorrido de gastronómico por los bares de la ciudad, regalo de entradas para el teatro, encuentros de música y poesía, un largo etcétera llena la lista, pero lo más importante de todo es que todo esto es GRATIS , si señores, ni un euro de su bolsillo tienen que poner para disfrutar una noche así (exceptuando los bares y restaurantes).
     
    En algunas actividades, como las visitas guiadas, hay que apuntarse y que te den cita, sino no puedes asistir.
     
    Pongámonos en antecedentes. Un par de semanas antes el Ayuntamiento y la web de turismo empiezan a promover “la noche en blanco”. Pasan un listín con el horario y las actividades gratuitas que hay. Yo el año pasado no me enteré, pero investigué un poco y fue todo un éxito (no sé en que estaba pensando en esos días). En la publicidad nos advierten de que habrá gran cantidad de gente…y no se equivocaron…
     
    Quedé con mi hermano (al que arrastro a casi todos los sitios) y nos fuimos dos horas antes de que abrieran a hacer cola para ver el nuevo Carmen que han abierto en Granada, el Carmen de los Rodríguez-Acosta. Normalmente una entrada al Carmen cuesta (dependiendo de la visita que quieras) entre 6 y 8 euros, lo cual a mi me parece un poco caro, pero bueno, nos fuimos a hacer la cola, y mi hermano me dijo “vas a llegar la primera” y al llegar había como 20 personas delante de nosotros, que luego se convirtieron en 50 porque conforme pasaba el tiempo los amig@s de los que estaban delante venían…
     
    Llegadas las 8 de la tarde, el primer turno entró, entraban grupos de 25 personas, ya que la visita es siempre guiada y restringida, no se pueden fotografiar algunas localizaciones del Carmen. Al entrar el grupo atiende a la explicación en el hall, para luego dividirlo en dos grupos, uno irá a ver la biblioteca y otro la sala del artista.
     
    El Carmen perteneció a la familia Rodríguez-Acosta, familia adinerada, que tenía un hijo pintor que había viajado por todo el mundo, y que tenía para inspirarse ese Carmen, que para él era su centro de inspiración (a mí mi madre me pone un Carmen como este para inspirarme y le pinto la Capilla Sixtina), aunque sinceramente, por la impresión que a mí me dio, ese hombre le daba más uso que ir a pintar, ¡llamadme mal pensada! pero lo creo…
     
    Subimos a la biblioteca, la cual guarda un trocito de cada lugar del mundo donde el artista había estado, todos los continentes se veían representados en la habitación. No se pueden hacer fotos allí, de modo que tendréis que venir a descubrir esta biblioteca tan especial. Lo que más me llamó la atención fue una estatua con pelo, pero no pelo artificial, pelo de verdad, eso en la actualidad no sé si hubiera pasado por los controles del aeropuerto…
     
    Después pasamos al estudio. Un balcón nos asoma a la gran sala donde se pueden ver los diferentes cuadros que el artista fue pintando a lo largo de los años, incluido, como no, el desnudo de una mujer…y ahora que vengan a contarme a mí que sólo pintaba… eso le diría él a la madre, como hacemos todos…
     
    Salimos a los jardines y como era de noche no pudimos contemplarlos como me hubiera gustado, pero lo poco que vi me basto para darme cuenta de lo inspiración que tenía el artista allí, estas vistas.
     

     
     
    Acabamos la visita viendo algunas habitaciones vacías y con el pensamiento en volver para pasear por esos enormes jardines.
     

     
    Al salir quedaba noche aún, ya que comercios, bares, monumentos estaban abiertos hasta las 1 de la mañana. Nos fuimos a la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de Granada. Y por muy impresionante que os parezca yo en mis 26 años no la había visto, y allá que fuimos.
     
    Al entrar la impresión fue grande, pomposos decorados fue lo primero que pensé, pero no, al acercarme vi el arte del trampojo, el cual descubrí días antes en la bella ciudad de Toledo (de la cual ya hablaremos). Arte isabelino para la iglesia más importante de la ciudad que nuestra reina tanto se esforzó en conquistar.
     

     
    De allí nos fuimos al Palacio de la Madraza. Costó sudor atravesar la plaza donde está la Fuente de las Batallas hasta llegar a Plaza Birrambla, donde vimos una actuación de un cuadro flamenco, en la anterior había actividades para los niños, así que haceros una idea del suplicio que fue .
     

     

     

     
    Al llegar la cola que nos esperaba…
     

     
    Media hora después nos enseñaron el Palacio, que actualmente es usado por la Universidad de Granada como centro cultural. Subimos a la sala de conferencias, a la sala de oraciones (ya no se usa para eso) y vimos la exposición.
     

     
    La sala de conferencias es de estilo mudéjar. El techo se asemeja a un barco y no tiene anclajes, sus piezas se pusieron encajándolas (miedito da estar mucho rato allí, por si se desencaja algo ).
     

     
    La sala de oración fue musulmana hasta el siglo 16 que se convierte en capilla cristiana, y se mandó construir cuando los Palacios Nazaríes de la Alhambra y por eso los colores son como los de allí.
     
    Debajo hay una almunia, ya que este palacio estaba fuera de la muralla, y en un principio fue una casa de campo.
     

     
    La exposición pues como todas hay que entenderlas, esta era una de las obras, a ver si alguien sabe de qué va .
     

     
    Espero que recordéis que si vais a Granada a finales de octubre podéis pasar una noche en blanco…
  5. Plues
    Muchos de los peregrinos con los que hablamos en el Camino habían hecho otras veces el Camino, y no solo el francés como nosotras, sino el inglés o el de Fisterra, y nos hicieron hincapié en que teníamos que hacerlo hasta Fisterra, pero eso eran cien kilómetros más. Nos hacía ilusión ir allí, así que miramos los autobuses para ir, pero salía caro y tampoco nos dieron mucha información en la oficina de turismo. Preguntamos al chico del hostal y él nos recomendó un viaje organizado. El viaje nos costó treinta y cinco euros, pasamos el día visitando la Costa de la Muerte y algunos sitios de interés y sobre este mini viaje voy a hablaros en este relato.
     
    Quedamos en la Iglesia del Pilar a las nueve de la mañana, un autobús nos recogió y nos explicaron en qué iba a consistir la excursión ese día.
     
    Por la carretera del interior nos dirigimos a la pequeña aldea de Maceira. Esta carretera es la que siguen los peregrinos que hacen el Camino hasta Fisterra, no literalmente van por la carretera, van por un bosque cercano que hay, pero durante nuestro trayecto vimos algunos.
     
    Llegamos a Maceira y aparcamos el autobús en la entrada del pueblo. Caminamos hasta el puente y vemos el cauce del río Tambre. La vista era preciosa.
     

     
    En invierno el cauce del río sube tanto que desborda las casas y llega el agua hasta la carretera. Así que supongo que tendrán una barca los vecinos que viven por allí, o una lancha motora, o algo parecido…
     
    La vista era preciosa, pudimos ver el puente de piedra que nos adentraba en el pueblo, el típico hórreo y un pazo.
     

     

     
    En la primera foto el pazo es la casa que está cubierta por la hiedra, y en la segunda foto vemos el hórreo al fondo y el puente como elemento principal. Dimos un pequeño paseo y de vuelta al autobús.
     
    Nuestra siguiente parada fue un mirador. Nuestra ruta nos iba a llevar a Muros, pero antes de llegar paramos para ver una vista panorámica muy especial.
     

     
    Esa foto está hecha desde el punto más oeste de la Península Ibérica, si nos lanzásemos al mar y nadásemos lo siguiente que veríamos sería América.
     
    Las vistas eran impresionantes, no sabemos dónde acaba el mar y empiezan las nubes. Además de ver la inmensidad del mar a los pies del cerro hay siete kilómetros de playa virgen, así que toda una gozada para la vista.
     
    Si alguna vez vais dirección Muros, os aconsejo para allí y hacer un par de fotos.
     
    Otra vez de vuelta al autobús ya no pararíamos hasta llegar a Muros. Al entrar vemos la playa y a los percebeiros allí trabajando. Se cultiva el mejillón y la vieira. En el puerto está la lonja de pescado.
     

     
    Nos dieron tiempo libre, lo que nos sirvió para investigar un poco la zona. Subimos a lo alto del pueblo para ver la iglesia de San Pedro. Para subir a la torre hay que pagar una donación de dos euros que se destina a la restauración de la iglesia. Las vistas desde la torre son chulísimas, se ve parte del pueblo y el mar de fondo.
     

     
    En el pueblo hay escaleras por todos sitios, así que la gente que vive allí tiene que tener el culito prieto .
     

     
    Llegamos a la plaza del Ayuntamiento, y el guía nos explicó que en los arcos que hay en la parte baja se guardaban los barcos porque la playa llegaba antes hasta la carretera.
     

     
    Salimos de Muros con destino Carnota, y el paisaje que veríamos por la carretera sería la que se denomina la Costa de la Muerte. Muchos acantilados, playas de arena, viento, es lo que íbamos viendo, un sitio perfecto para hacer windsurf.
     
    Llegamos a Carnota para ver el monumento más importante del pueblo, único en Galicia, su hórreo. Mide más de treinta y siete metros y es el más largo de la Comunidad.
     

     
    Es de granito y servía para guardar alimentos. Su forma evita que entren los ratones y se coman la comida que alberga. Este hórreo pertenecía a la iglesia, de hecho está al lado del palomar que también pertenece a la iglesia.
     

     

     
    Salimos de Carnota y nos dirigimos hacia un sitio muy especial, el río Challas. ¿Y qué tiene de especial? Pues es el único río de Europa que desemboca en el mar a través de una catarata, ya que el mar se adentra en la montaña y el río la única solución que tiene para llegar al mar es saltar por la montaña y ahí se produce el fenómeno de la catarata que vemos a continuación.
     

     
    Las vistas son preciosas la verdad.
     
    Acercándose la hora de comer llegamos a Fisterra. Comimos en la plaza que hay al lado del puerto. Los menús son la mayoría a doce euros, pero te ponen mucha cantidad de comida, estuvo muy bien.
     
    Después de comer nos fuimos al ansiado kilómetro cero. Muchos peregrinos por allí, el mojón es el sitio más fotografiado del sitio. Nos acercamos al faro y entramos en el museo para ver la historia y algunas fotos del cabo a lo largo del tiempo.
     

     
     
    Al salir olía ha quemado. Algunos peregrinos estaban quemando sus botas o alguna camiseta.
     

     
    La sensación de paz al estar allí mirando el mar es increíble, y claro está, el ambiente acompaña porque ves peregrinos con la satisfacción del deber cumplido.
     
    Nuestra última visita sería a Muxía. Algunos recordaréis este nombre porque fue el epicentro del hundimiento del Prestige, el barco que portaba petróleo y que naufragó, y gran parte de ese cargamento llegó a las costas de este pueblo. Andamos por el paseo marítimo y subimos al Santuario. Al llegar, en lo alto de la colina se veía un piedra enorme en honor a la gente que vino de todas partes para ayudar a limpiar el petróleo de la costa.
     
    Y si no fuera poco desastre el que produjo el barco, el 25 de diciembre del 2013, un rayo cayó sobre el Santuario y se incendió. El día 6 de enero de 2014, con la mar revuelta se produjo gran oleaje y este se llevó lo que quedaba. En la actualidad lo están restaurando y esta es su imagen.
     

     
    A los pies del Santuario hay una piedra muy curiosa.
     

     
    Según dice la gente de allí si pasas por debajo de la piedra se te quita el mal de riñón, aunque yo creo que si pasas por ahí lo que te da es dolor de espalda, y por eso el dolor de riñón ya no lo notas…pero eso cosa mía .
     
    Y aquí acaba este paseo por la Costa de la Muerte , espero que os haya gustado, nosotras pasamos muy buen día.
  6. Plues
    Y llegó el gran día, veinte kilómetros nos separaban de Santiago de Compostela, nuestra meta, el fin.
     
    El despertar fue un augurio de lo que nos esperaría horas después. El día amaneció lloviendo, pero no chirimiri como otros días, no, llover llover.
     
    Salimos del albergue, y a partir de ahí todo serían rituales que ya no volveríamos a hacer. Sellar la credencial al salir del albergue y no encontrar la montaña de botas en el pasillo son las cosas que se echan de menos al día siguiente. Las botas se ponen en el pasillo para no aromatizar el ambiente con ese ligero olor a pies las habitaciones.
     

     
    Con el chubasquero puesto nos adentrábamos en el bosque para empezar la caminata. El suelo era barro y había hojas caídas en algunos tramos, así que podéis imaginaros lo que eran las suelas de las botas al cabo de un rato.
     

     
    Mientras íbamos caminando bajo la lluvia, los recuerdos de los días anteriores venían a la mente. La lluvia acabó con el murmullo mañanero, cada uno iba inmerso en sí mismo y en sus pensamientos y sólo se oía el goteo de agua en los árboles.
     
    Conforme íbamos andando la lluvia cesó, pero sólo a ratos. Cruzamos el río Brandos y llegamos a Cimadevilla.
     

     
    Hay que decir que la mañana se puso dura, esta última etapa guarda algunas subidas bastante grandes y la lluvia y el barro no ayudaban mucho.
     
    Un monolito con el bastón, la calabaza y la concha nos recibe al llegar al municipio de Santiago.
     

     
    A partir de aquí rodearemos la carretera y el aeropuerto de Santiago. Si tenéis suerte veréis despegar o aterrizar algún avión. Sabréis que estáis allí porque hay una valla que nos acompaña llena de cruces, incluso puede parecer algo tétrico, yo en primera instancia me pensé que era otro sitio de recuerdo a los fallecidos, pero no, las cruces son por la cruz de Santiago.
     

     
    El día seguía lluvioso y muestra de ello es esta bonita foto de un río rojo. El color supongo yo que será por el suelo arcilloso que pisábamos, pero como no soy geóloga tampoco puedo confirmar ciegamente que sea ese el motivo.
     

     
    Antes de llegar a Lavacolla paramos en una pequeña iglesia que había porque me había entrado agua en las botas, y necesitaba saber si todos mis dedos estaban sanos y salvos. Así que entramos y mientras nos ponían nuestros sellos, allí mismo delante del cura que era el que ponía los sellos me quité las botas y los calcetines y lo comprobé. El hombre se me quedó mirando un poco raro , normal por otro lado, pero yo tenía que ver que el agua no había hecho ninguna rozadura.
     

     
    Lo que quiero que veáis de la foto es la tienda de campaña que hay al lado. Algunos peregrinos hacen el Camino de Santiago y van pernoctando en tiendas de campaña que llevan a las espaldas, y cayendo como estaba cayendo el agua ese día, yo simplemente me quito el sombrero y felicito a esas personas que en días como ese no se dan media vuelta y se refugian en algún lugar. Somos muchos peregrinos los que hacemos el Camino y por tanto son muchos los motivos o las convicciones que nos llevan allí e ir contra viento y marea eso tiene que ser duro y por eso chapó por ellos.
     
    Continuamos y lo siguiente que vimos fue una subida que aún me estoy acordando de ella.
     

     
    Llegamos a Lavacolla y atravesando el pequeño pueblo vemos su iglesia, y como no, su cementerio adjunto.
     

     
    Lo que me llamó la atención aquí, ya no es que esté todo junto, sino que había casas alrededor que al abrir la ventana lo único que veían eran el cementerio. Las viudas del lugar dan los buenos días al marido directamente desde la cama, vamos, he visto matrimonios que durmiendo en la misma cama estaban más separados. En fin, allí estarán acostumbrados.
     
    Ya hemos llegado a mitad del camino prácticamente, a partir de ahora andaremos por travesías de asfalto, aunque hubo un tramo que me encantó porque mirad que hermosura.
     

     
    El poder de atracción que tienen allí los árboles es increíble.
     
    El Camino hizo que pasáramos por donde están los estudios de televisión española y televisión de Galicia. Esta parte no es nada bonita porque es un polígono industrial. Y después de eso llegaremos a San Marcos, que en una de las calles hay un puesto que vende recuerdos del Camino de Santiago y que por entretenernos en mirar nos despistamos y en vez de seguir el camino pues nos fuimos para el lado opuesto. Claro, dejamos de ver peregrinos y saltaron las alarmas. Porque algo característico del Camino de Santiago francés es que suele haber peregrinos cerca de ti siempre y entonces si no ves a ninguno puede que haya pasado dos cosas, una que te hayas equivocado, o dos, que se haya acabado el mundo, y como nos cruzamos con un autobús dedujimos que nos habíamos equivocado, y efectivamente así fue. Así que caminantes no os distraigáis.
     
    Y una vez devuelta al sendero bueno pasamos por la casa del zapatero y me encantó la bota que tenía en la entrada, y si no llega a pesar me la llevo.
     

     
     
    Y por fin llegamos al Monte Gozo. Faltaban cuatro kilómetros para ver al apóstol. Aquí el Papa Juan Pablo II dio una misa una vez que fue a Galicia. Y vemos en la escultura que culmina el monte retratos en la piedra de él.
     

     

     
    Algo que personalmente me pasó, es que al llegar allí dije, ya está Santiago aquí, porque en un día despejado se ve al fondo la catedral, como ese día nos pilló nublado la verdad que se veía poco. Pues los kilómetros que me faltaban hasta Santiago fueron los más largos de todo el Camino, fruto de la ansiedad que me produje yo misma de ver que ya estaba llegando.
     
    Bajamos el monte y a lo lejos vemos Santiago. Aunque repito que la catedral no se ve por las nubes.
     

     
    La rúa de San Lázaro sería la que atravesaríamos una vez entrados en Santiago de Compostela. Un cartel y una estatua que me recordaba a Patricio (Patricio es el amigo de Bob Esponja) nos dan la bienvenida.
     

     
    Bueno antes de eso vi algo que me llamó mucho la atención, ¿sabe alguien qué es esto?
     

     
    Dejaré unos minutos de reflexión antes de dar la respuesta.
     
    Nos adentramos por la rúa, ya digo que para mí la rúa más larga de Santiago de Compostela, de Galicia y de España, madre mía, que larga se me hizo. Y por si fuera poco, ya que llevábamos como seis kilómetros sin lluvia se puso a llover un poco.
     
    Mi atención se desvió cuando al mirar a la derecha vi una cabeza muy grande en el suelo .
     

     
    Un poco tétrica la estatua.
     
    Avanzábamos y ya nos adentrábamos en las calles asfaltadas con piedra, era señal de que estábamos llegado (la lluvia empezaba a apretar un poco más).
     
    Llegamos a la rúa de Acibechería y ya veíamos la catedral, la sonrisa se dibujaba en la cara, entramos en la Plaza de la Inmaculada, y la sonrisa ya iba acompañada de ansiedad y alegría, estábamos viendo la parte trasera de la catedral, pasamos el arco y… HABÍAMOS LLEGADO A LA PLAZA DEL OBRADOIRO!!!
     
    Ese momento de satisfacción, cuando te encaminas al centro de la plaza, esa alegría de llegar y ver llegar a los demás, esas… ¿qué pasa… ?
     
    La lluvia empezó a caer como si el mundo se fuera a acabar, mientras mirábamos la catedral y asumíamos lo que habíamos hecho, lo que habíamos sufrido y lo que habíamos superado, una tromba de agua empezó a caer sobre Santiago de Compostela. La plaza se desalojó en unos instantes, la gente buscó refugio en cualquier sitio cercano, nosotras nos metimos en un soportal que hay en el Ayuntamiento y desde allí me hice mi primera foto, había terminado el Camino de Santiago.
     

     
    Llegamos a la hora de comer, así que nos perdimos la primera misa del peregrino. Nos fuimos a cambiar, a comer y a pedir la Compostela.
     
    Aviso para peregrinos, la cola para conseguir la Compostela puede durar perfectamente dos horas. Nosotras no llegamos a eso, pero había gente que si había tardado ese tiempo. En la rúa do Villar, en la oficina del peregrino es donde las recogimos. Puedes pedir, la Compostela (gratuita), el certificado de kilómetros (tres euros) o los dos. Yo pedí los dos, es verdad que yo no soy muy de ir a misa, pero el Camino ha revivido en mí sentimientos religiosos y hacia la iglesia que no recordaba. No digo que ahora vaya a ser la mejor cristiana del mundo, pero sí voy a intentar estar más en paz conmigo misma y con los demás. Me revisaron la credencial y me la sellaron, aquí os dejo las tres cosas.
     

     

     

     
    Una vez tenía la Compostela entre mis manos, era como tener un huevo, no querías que se mojara, que se estropeara, que se perdiera, vamos, como un hijo, y nos compramos unos tubos donde meterla y protegerla de todo mal, me gasté dos euros en el tubo, para los futuros peregrinos os digo que en esa misma calle, en cualquier tienda de regalos podréis comprar el tubo por sesenta céntimos.
     
    Como este año también es el Año Jubilar de la Orden de San Francisco en conmemoración de la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago, la Orden entrega a los peregrinos “La Cotolaya”, que es un certificado que se recoge en la Iglesia de San Francisco.
     

     
    Resumiendo, en una tarde he conseguido más títulos que en siete años en la facultad, jeje .
     
    Después de recoger todos los títulos habidos y por haber, nos fuimos a la misa del peregrino a las siete de la tarde. Sinceramente, es la misa más bonita que he visto en mi vida. La catedral estaba llena, todos los bancos estaban llenos, la gente se sentaba en las escaleras, en el suelo, donde podían. Antes de empezar salió una monja, muy graciosa por cierto, y nos puso a cantar las canciones que luego en misa cantaríamos, nos hacía repetir porque decía que cantábamos muy flojito. Acto seguido salieron como veinte curas y uno de ellos tomo la palabra y dio misa, una misa muy bonita. Al finalizar, un grupo de coreanos pagaron para que el botafumeiro se alzase y se balanceara durante un par de minutos y nos impregnara con ese olor a incienso. Desde aquí doy gracias a ese grupo por pagar y que todos disfrutáramos del espectáculo, ya que sólo los viernes es cuando los comerciantes de alrededor pagan para que una vez a la semana paseen el botafumeiro.
     

     
    Y una vez purificadas de cuerpo y alma fuimos a abrazar a Santiago y a darle las gracias por protegernos en el Camino. Tenía pensado hacerme un selfie con Santiago pero hay un cura allí custodiando el santo, así que me quedé con las ganas.
     

     
    Haciéndose de noche debajo de aquel soportal y mirando la catedral a través de la lluvia recuerdas los seis días anteriores, desde que partes desde Sarria, y te acuerdas de aquella mujer que nos llevó a Sarria, de las chicas que conocimos de Jaén y Córdoba, del peregrino madrileño que llevaba la rodilla destrozada, de la chica asiática que iba sola y que al final del camino hizo amigos, de las cuatro señoras mayores que siempre madrugaban y que al final del día siempre nos las encontrábamos hablando de sus cosas y que al oírlas hablar te entraba la risa, de aquellos chavales de poco más de ocho años, que con su música llevaban el ritmo a todos los caminantes y que cuando se cabreaban no le cogían el móvil a la madre, a las abejitas mayas que cantaban canciones infantiles y que tenían mucho salero, a los ciento doce malagueños que me adelantaron cuando mi rodilla no podía más y todos te saludaban y decían ¡buen camino! a la monja que me dio aquel beso, a todos y cada uno de ellos, gracias por acompañarme en el Camino, seguramente no hubiera sido lo mismo sin ellos. No quiero olvidarme de las personas que me han acompañado/soportado durante las veinte cuatro horas de ese camino, gracias por acompañarme/soportarme, que lo que el camino ha unido no lo separe nadie, ¡volveremos!
     
    Gracias a todos por leerme, espero que os haya gustado y que os sirva de motivación para algún día ir, y por qué no, encontrarnos en el Camino.
     
    ¡BUEN CAMINO A TODOS!
     
     
    PD: Lo de la foto era un buzón...
  7. Plues
    Bien habéis visto mi Camino de Santiago, pero no todo el viaje a Santiago iba a ser andar y sufrir esos caminos que a veces se hacían tan difíciles.
     
    Mi relato de hoy va a ser sobre la ciudad de Santiago de Compostela, o como he titulado, “Un paseo por Santiago”.
     
    Partimos de la Plaza Das Praterias, donde podemos ver una fuente con caballos y una de las puertas de la catedral, pero si pasáis ahora por Santiago lo que en realidad va a llamaros la atención es una exposición del artista Ramón conde y su obra “O Poder”. Esta obra está basada en simbolizar el poder y la fuerza. La obra ha levantado gran polémica en la ciudad, ya que no todo el mundo la ve con los mismos ojos que la ve el autor, quizás por ignorancia o quizás por pudor, pero está causando furor, que seguro que el artista es lo que pretendía. Aquí os dejo una de las estatuas de la disputa.
     

     

     
    He de apuntar que las estatuas están visibles en edificios de las dos plazas más importantes de Santiago.
     
    Alejando la mirada de las estatuas nos centramos más en otro tipo de arte, como es el de una de las fachadas de la catedral. Ahí podemos ver una de las cosas que más me llamó la atención y que simboliza lo que es llegar a Santiago haciendo el Camino.
     

     
    Como veis en la foto está simbolizado omega y alfa (última y primera letra del alfabeto griego) y si os fijáis en la foto primero está omega y luego alfa. ¿Qué quiere decir eso? Eso simboliza el principio y el fin, y todos diréis, pues eso ya lo intuíamos, pero el significado es que la llegada a Santiago no es el fin, sino el principio, y por eso no se representa como alfa y omega, sino como omega y alfa, el principio de nuestra nueva vida, dejando atrás todo el lastre que hemos ido soltando en el Camino. Si vais por allí espero que no se os pase desapercibido este detalle.
     
    Seguimos adelante y vamos hacia la Plaza Da Quintana donde vemos la puerta trasera. Esta puerta es especial porque siempre está cerrada, excepto el día de Santiago que cae en sábado, es decir, la puerta se abre cada vez que es año del xacobeo.
     

     

     
    Pero en esta plaza no sólo eso llama la atención, es la plaza donde están los comercios y los comerciantes que ponen de su bolsillo cada viernes el dinero para que los visitantes disfruten del espectáculo que es ver al botafumeiro moviéndose. El monasterio y la iglesia de San Paio de Antealtares también se encuentran en esta plaza. Si vais por la mañana temprano puede que escuchéis a las monjas de clausura cantar, yo no las escuché, pero la gente que pasa a menudo por allí sí y dicen que es una delicia escucharlas. Es curioso que en esta plaza haya unas monjas de clausura porque casualmente es la plaza donde en muchas ocasiones se organizan conciertos ya que su acústica es estupenda. Así que las pobres monjas de clausura esas noches tienen que hacer hincapié en serlo más que nunca.
     

     
    Si os fijáis, andando por Santiago, muchas casas tienen una gran boca de chimenea en el tejado.
     

     
    Esto se debe a que en la antigüedad, la casa que tenía la chimenea grande era distintivo de que en esa casa había mucha comida y por tanto esa casa era pudiente, es decir, te ponías una chimenea grande para presumir y resaltar sobre los demás. Aunque es verdad que se ven preciosas en los tejados, todo hay que decirlo.
     
    Como ya he dicho hay muchos comercios por aquí, y quiero resaltarlo porque veréis si pasáis por allí muchas joyas con una piedra negra, esa piedra es el azabache y en las tiendas de alrededor veréis muchos puños hechos con esa piedra, de todos los tamaños. Pues bien, en ese instante estaréis viendo una figa. ¿Y qué es una figa? Una figa es la forma que tienen en Galicia de alejar al mal de ojo y a las maldiciones (ya que allí son muy supersticiosos). Aunque esta piedra no sea propia de Galicia, sino de Asturias, es muy típico verla.
     

     
    Proseguimos nuestro paseo y nos adentramos en la Plaza Da Inmaculada, que ya la habíamos visto porque es por donde llegamos a Santiago los peregrinos del camino francés. En esta plaza se inspira vida. Hay músicos callejeros que amenizan y vendedores con algún puesto de souvenirs. También se encuentra una de las entradas a la catedral y en frente podemos ver el monasterio y la iglesia de San Martiño Pinario con sus jardines a la entrada y su busto en honor al Papa Juan Pablo II. Dentro hay una sala de exposiciones visitable, pero a mí me gustó más la tienda, ya que tenía muchos productos típicos y algunos artículos de regalo a buen precio.
     

     

     
    Seguimos por el arco para adentrarnos en la Plaza Do Obradoiro. En este arco los músicos se turnan para tocar, ya que la acústica es estupenda. Pasamos por allí mientras tocaba un chico la gaita y parecía que había cien gaitas tocando de lo bien que se escuchaba.
    Entramos en el hostal de los Reyes Católicos, que ahora es un parador de turismo y es donde se alojan personas importantes como los Reyes de España cuando van a Galicia y que antiguamente era un hospital de peregrinos donde los diez primeros en llegar desayunaban gratis. Si no se está alojado lo que podemos ver son los patios y una capilla hay dentro.
     

     
    En esta misma plaza al salir encontramos a la derecha el Ayuntamiento, a la izquierda la fachada y entrada principal de la catedral y enfrente un edificio de la Universidad. La plaza está llena de peregrinos que llegan y se tumban a contemplar la fachada de la catedral (si no llueve) y turistas que hacen fotos y pasean por ella.
     

     

     

     
    Entramos en la catedral porque cuando llegamos estuvimos en misa, vimos el botafumeiro y abrazamos al apóstol, pero no vimos el ataúd que contiene los restos, así que hicimos la cola que había (gran cola).
     

     
    Dentro de la catedral hay distintas visitas, está la visita guiada para conocer la catedral, la visita a las excavaciones, la visita a la cubierta de la catedral y visita a la colección permanente. Cada visita varía entre seis y diez euros, así que hicimos la de las excavaciones arqueológicas, donde vimos algún arca fúnebre y restos de la catedral.
     
    Salimos hacia la calle Do Franco a la derecha está situado el Colexio de Fonseca, actual biblioteca de la Universidad. Allí podremos visitar su patio, su sala de exposiciones y su capilla gótica.
     

     
    Como curiosidad os cuento que desde una de las esquinas del patio se ven las cuatro torres de la catedral.
     

     
    Seguimos nuestro camino y era la hora de comer, en la calle Du Franco hay muchos sitios para comer y en algunos de ellos nos ofrecerán mariscadas, parrilladas, y claro, estando en Galicia algo de marisco teníamos que comer. Hay que tener cuidado porque algunos pintan el menú como algo grandioso y luego no es para tanto, a nosotros nos pasó en el restaurante Ribadavia, pedimos una parrillada de pescado, y era pura coincidencia con lo que nos expuso el chico de la puerta. Así que cuidado donde os metéis a comer si no queréis salir con la mitad de dinero en la cartera. También he de decir que los bares y restaurantes en esas calles cerca de la catedral son más caros que si os vais tres calles más allá, pero una cosa es ser caro y otra tener cara.
     
    Dejando el tema de la comida aparte y el cabreo que nos supuso comer ese día, seguimos nuestro paseo y vemos mucha gente en una calle haciendo fotos, nos acercamos y preguntamos, y resulta que es la calle más estrecha de Santiago, y que si pides un deseo mientras la atraviesas y consigues no cruzarte con nadie ese deseo se cumple. Lo del deseo no sé si será leyenda urbana, pero lo que sí es verdad es que la calle es muy estrecha.
     

     
    Llegamos hasta la Plaza Da Universidade, allí encontramos la facultad de geografía e historia, la cual sólo pudimos ver lo que en la foto muestro porque estaba en restauración.
     
    Bajando la calle llegamos a la Plaza De Mazarelos, que antiguamente era la plaza de los pescadores y se vendía pescado, y bien nos deja cuenta este pescadito en uno de los muros de la facultad de filosofía, que se encuentra en esta plaza.
     

     
    Al lado de esta plaza hay bares y restaurantes muy buenos y a muy buen precio. Hablando de comida, aún no he dicho nada, pero no podéis dejas de probar la tarta de Santiago, está riquísima.
     
    Volvemos por donde hemos venido y paseando por las calles nos llama la atención la arquitectura de los edificios, todos tienen ventanales, esto es para dar calor en invierno y frescor en verano, esos ventanales son un modo para regular la temperatura.
     

     
    Otra cosa que me llamó la atención, y que nunca me había parado a pensar en otros sitios, es que en algunas casas o edificios aparece un escudo con un casco de armadura, unos miran a la derecha y otros miran a la izquierda, pues bien resulta que esto es así porque si son hijos legítimos la armadura mira a la derecha, y sino mira a la izquierda.
     

     
    Llegamos al Mercado de Abastos en la rúa Das Ameas. Lo bueno que tiene el mercado es que al estar un poco lejos de la Plaza Do Obradoiro pues en las tiendas de souvenirs podéis encontrar los mismos artículos un poco más baratos, e incluso, si queréis comer buenas mariscadas, hay locales que llevando tú el marisco, te lo cocinan y te lo sirven, y es una forma alternativa para comer y beber sin dejarte la cartera en un restaurante. Si yo lo llego a saber antes no me doy el disgusto que me llevé con mi parrillada. También podemos comprar productos típicos a mejor precio que en las tiendas del centro.
     

     
    Continuamos hasta la Plaza De Cervantes y vemos la iglesia de las Ánimas (en la foto las ánimas están encima de la puerta) y un busto con la figura de Cervantes.
     

     

     
    Girando a la derecha vemos la iglesia de San Miguel dos Agros y el museo de las peregrinaciones, donde podemos ver imágenes de los distintos caminos, el traje típico del peregrino y cosas típicas de Santiago.
     

     
    De ahí pasamos por la calle Costa Vella (que aconsejo bajarla y no subirla ) y llegamos al Convento de San Francisco (a la derecha) y a la facultad de medicina.
     

     

     

     
    En esa calle, donde está la facultad de medicina, hay muchas pastelerías y confiterías y las mismas dependientas te paran por la calle para que pruebes sus pastas y dulces, con estas cosas ya sabéis que pasa, que si coges la de prueba puede ser que luego te toque comprar algo porque te pongan en un compromiso, o si le echas mucha cara pues te pones morado de ir picando dulces a lo largo de toda la calle.
     
    Y llegamos otra vez a la Plaza Do Obradoiro. Un poco más retirado de lo que es el casco, pero no mucho, solo hay que andar toda la rúa Do Franco, llegamos a la Alameda, que es un gran parque donde la gente sale a pasear y los críos a jugar. En este parque encontramos la iglesia Do Pilar y algo que me llamó más la atención, que fue esta curiosa estatua.
     

     
    Estas dos pintorescas señoras son las denominadas “las dos Marías”, son dos hermanas que paseaban por el parque todos los días y que llamaban la atención por su carácter y vestimenta, ya que no era propia de la época. La verdad que hoy en día no desentonarían nada, serían dos ancianas modernas.
     
    Y nada, este fue el recorrido que hicimos para conocer la ciudad de Santiago. La verdad que la ciudad de día es preciosa, pero de noche es mágica e invito a todo el mundo a que se dé un paseo nocturno, haga frío o calor, porque merece la pena.
  8. Plues
    El día amaneció nublado, al salir de la habitación se veía una bruma en el paisaje preciosa, lástima que no pude desayunar mientras la contemplaba.
     


     
    La quinta etapa del Camino de Santiago iba desde Ribadiso hasta Pedrouzo, más de veintidós kilómetros nos esperaban por delante así que antes de salir nos tomamos un buen desayuno y partimos con las energías cargadas después de tener dos días de semi descanso.
     
    Nada más empezar nos esperaban dos kilómetros hasta Arzúa cuesta arriba. Lo bueno es que como fue nada más empezar pues había energías, otros peregrinos la tienen que superar después de doce kilómetros (si vienen de Melide) o casi treinta (si vienen de Palas de Rei).
     
    En ese trayecto antes de llegar a Arzúa había unos campos de maíz donde los tallos eran muy altos, los más altos que he visto en todo el Camino. Me hice una foto para ver lo altos que eran, pasó un camionero por allí y por poco se estrella mirando cómo me hacía la foto.
     
    Llegadas a Arzúa nos surgió la segunda anécdota del día. Salimos de comprar un imán para la nevera en una de las tiendas y un hombre con un saco de dormir abierto y puesto en la espalda a modo de capa empezó a perseguirnos. El hombre iba hablando solo y un poco perjudicado, o por lo menos eso parecía. La verdad que nos incomodó un poco, porque era temprano y había poca gente en la calle y tener al extraño hombre pegado a nuestras espaldas pues no nos hizo mucha gracia y nos esperamos para que se adelantara y siguiera su camino. Y hasta aquí dejo la historia del hombre del saco de dormir, luego os cuento más.
     


     
    En esta calle nos encontramos al hombre, ese color con ese soportal es muy llamativo.
    Una vez dejamos al hombre seguimos caminando hasta la salida del pueblo donde la hicimos por una calle muy estrecha que se dividía en dos, pero las flechas solo estaban situadas en una de las ramificaciones.
     


     
    Si os fijáis en el fondo de la foto, se ve a un ciclista y un grupo de personas vestidas de blanco, pues bien, esas personas eran un grupo de monjas. Nos dirigimos hacia abajo y nos para una de las monjas. Ellas estaban allí poniendo sellos en la credencial de los peregrinos. Una de las monjas, al sacar mi credencial, me dice, ¿hija de dónde eres? que credencial más particular tienes, es la primera vez que la veo. Yo le respondí, soy de Granada y es verdad que es particular porque mucha gente me lo ha dicho a lo largo de los días. Total que nos pusieron los sellos, nos dieron una estampita y nos despedimos y lo mejor viene ahora. La monja que me habló se acerca, me coge la cara, y me dice, que tengas buen camino hija, y me plantó dos besos en la cara. Yo me quedé a cuadros y todas empezaron a reírse. Yo me sentí como si de un momento a otro saliera la cámara oculta que me estaba grabando, pero no, no hubo cámara oculta, sólo hubo risas por parte de mis amigas. El resto del camino tuve que aguantar las burlas de mis amigas. Que si había tenido una experiencia religiosa. Que si me habían dado un beso de monja. Que si ya tenía pase directo al cielo. Que si la Compostela me la daban sin terminar el Camino. Que si San Pedro me iba a poner un piso en el cielo. Fue una mañana muy entretenida, y sólo eran las nueve cuando pasó eso. Pero bueno, si es verdad que ese gesto me purificó, me sentí igual que cuando vas a misa que sales como sin pecados, pues me sentí igual.
     
    Una vez pasamos As Barrosas encontramos uno de los monolitos en honor a un peregrino fallecido en el Camino, en este caso el fallecido era un sacerdote.
     


     
    Andamos por bosque y prados en los que seguimos viendo a vacas pastar y algunas gallinas corretear también, aunque es verdad que muchos tramos de esta etapa van por camino asfaltado.
     
    El camino más de lo mismo, grandes explanadas de campo que daban ganas de hacer la “croqueta” y tirarse colina abajo.
     


     
    Aunque también había tramos dentro del bosque donde los árboles hacían de techo.
     


     
    Cuando llegamos a Calle (una aldea), llevábamos unos nueve kilómetros, decidimos parar a tomar algo. El bar tenía terraza y nos sentamos. Nadie salió a atendernos y decidimos entrar. La verdad es que había demasiada gente y la mujer que había allí no daba a basto. Después de más de quince minutos haciendo cola nos fuimos. El detalle de aquel bar es que en su entrada podías ver botellas de cerveza con el logotipo del peregrino.
     


     
    Saliendo de Calle cruzamos el arroyo Langüello.
     


     
    Pasamos por Boavista y Salceda, donde veremos un monumento a un peregrino que murió haciendo el camino. No sería el único que veríamos en esta etapa. El fallecido era Guillermo Watt.
     


     
    El hombre murió y su hijo vino a terminar el camino que había empezado su padre. La cuesta que subimos cuando nos encontramos el monolito es interesante (ya sabéis, buena subida).
     
    En uno de los tramos había una explanada con árboles perfectamente alineados. Si os fijáis en las ramas parecen que tienen como una telaraña, muy curioso, porque al no tener hojas el efecto óptico era ese.
     


     
    El lado opuesto es este árbol, lleno desde su raíz hasta su copa de musgo. Es lo que da el color al bosque y al Camino, el verde del musgo y de las hojas.
     


     
    A partir de aquí pasaríamos por varias aldeas hasta llegar a O Empalme donde sucedería la tercera anécdota del día. ¿Os acordáis del hombre del saco a modo de capa? Pues allí estaba el tío, que no era ni más ni menos que otro caminante. Grande fue nuestra sorpresa al ver al hombre allí tumbado en un banco descansando, supongo k para eso llevaba el saco, está claro que todo tiene su lógica y que cada loco sabe su tema.
     
    Seguimos adelante y en los cuatro kilómetros que nos quedaban para llegar a Pedrouzo íbamos a ir por bosque de eucaliptos y cruces de carreteras. Yo de verdad os digo que mucho cuidado con los cruces, porque hay gente que piensa que la calle es suya y no es así. En unos de los cruces nos encontramos un Pelegrín gigantesco en uno de los bares.
     


     
    Estos son los eucaliptos altísimos por los que pasamos en el bosque.
     


     
    ¡Cualquiera se siente pequeño al lado de estos árboles!
     
    Y ya llegando a Pedrouzo se produjo la última anécdota del día, que bueno, más que anécdota fue un “zasca”. Un kilómetro antes del pueblo hay una oficina de información turística, y a mí me gusta tener mapas de los sitios a los que voy (tengo un montón) y decidí entrar y pedir uno y ya de paso un poco de información sobre el pueblo. Había allí unas inglesas que iban a Finisterre (Fisterra en gallego) y estuvieron mucho tiempo hablando, pues yo mientras esperando. Se van las inglesas y me dice el hombre, ¿en qué puedo ayudarte?, y le digo, me gustaría un poco de información sobre el pueblo y un mapa, y me contesta, el pueblo es una calle. El hombre se calla, y me quedo con cara de “menudo palo” y una compañera le hizo otra pregunta y ya nos fuimos. Me quedé un poco chafada .
     
    Llegamos a Pedrouzo, comimos en el primer bar que había nada más llegar y tuvimos comida con espectáculo, porque resulta que la camarera era nueva y el jefe le había comprado una máquina para que apuntara los pedidos (en vez de una libreta como toda la vida) y la muchacha pues no se manejaba muy bien con ella y tardaba mucho en atender, el jefe le echó la bronca y la muchacha se fue y el jefe salió detrás de ella corriendo. Al final la mujer volvió a su puesto de trabajo y nos terminó de atender, eso sí, no aseguro que aún siga allí.
     
    Después de comer y descansar salimos a estirar las piernas. El hombre de la oficina de turismo llevaba razón, el pueblo era una calle larga y dos callejuelas más. Así que lo más entretenido del paseo fue entrar en una tienda de regalos y por un euro ponerme el típico traje de peregrino, con su sombrero con su concha, la capa y el bastón con la calabaza y echarme fotos. No voy a adjuntar ninguna porque salgo fatal en todas, pero un rato de risa si echamos .
     
    El pueblo tiene una iglesia y un cruceiro, nada más. Cenamos en una cafetería donde ponían hamburguesas enormes a muy buen precio y muy ricas y nos fuimos a dormir.
     


     


     
    El gran día nos esperaba al amanecer.
  9. Plues
    El cuarto día en el Camino de Santiago fue el más corto de todos. Como ya os dije la tercera etapa la dividimos en dos mini etapas. La de hoy era de once kilómetros hasta Arzúa, pero tampoco llegamos a Arzúa, no había alojamiento y tuvimos que dormir en Ribadiso.
     
    El día amaneció lloviendo otra vez, no mucho, chirimiri, como se dice por aquí, pero no cesó en todo el día.
     
    Saliendo de Melide y antes de llegar a San Martiño nos encontramos la Iglesia de Santa María. Creo que en cada pueblo hay una iglesia que tiene ese nombre, no penséis que es que pongo el mismo porque no me lo sé, es que allí son muy poco originales.
     


     
    A la salida del pueblo había un lavadero que tenía el agua helada, un grado menos y se hubiera congelado.
     


     
    Caminando nos adentramos en el bosque de eucaliptos, como bien nos gusta. Al estar lloviendo los olores se acentúan más y se intensifica el olor a tierra, el olor a eucalipto, el olor a lluvia, aunque no sea la forma más cómoda para andar, si fue un estímulo para los sentidos.
     


     
    Pasamos por Peroxa, donde hay una iglesia con la imagen del apóstol Santiago. La Iglesia de Santiago Boente. A la salida de la aldea encontramos esta casa y esta fuente.
     


     


     
    A partir de aquí hay algunas subidas complicadas, pero no morimos en el intento, tranquilos. Incluso pasamos a veces por debajo de la carretera. En uno de los túneles había una cascada antes de pasar.
     


     
    Así llegamos al mojón número 44, mojón en el que dejé mi huella. Cada peregrino deja por el camino cosas importantes, como los calcetines que te acompañan, las botas usadas, una pulsera, algo simbólico, yo dejé mi goma del pelo en Sarria y mi firma en el mojón 44, ya que para mí el numero cuatro es un número importante en mi vida.
     
    Después entre campos de maíz y un puente que atraviesa la autovía llegamos a Pedrido y entre casas llegaremos a una bajada que no es muy pronunciada pero que es muy larga. Desembocaremos en un pequeño puente de piedra que pasa por encima de un río. Hemos llegado a Ribadiso da Baixo, nuestro destino.
     


     
    En este puente recuerdo una anécdota con una mujer que estaba haciendo el Camino sola. La mujer nos dijo, me podéis hacer una foto, es para mandársela a mis hijos y que vean que estoy bien. Le hicimos la foto a la mujer, y nos dice, es que se preocupan, porque mirad como voy ya, y miramos las botas de la mujer y tenían un agujero enorme en la punta. La mujer se reía y decía, y mi bolsa-calcetín es estupenda para estos días de lluvia. A mí la verdad que me quedó la duda de preguntarle si traía las botas rotas ya de casa o si venía andando desde Almería, porque esas botas no eran normales.
     
    Como llegamos antes de las doce, que era cuando abría el albergue, nos fuimos a almorzar algo al albergue público (porque esta aldea consta de albergue público y albergue privado, nada más). Una vez nos duchamos, comimos y descansamos, la recepcionista del albergue nos dijo que había una playa fluvial a trescientos metros de allí, y allí que fuimos.
     
    En esos trescientos metros vimos mucho campo y vacas pastando. Al llegar los que nos encontramos fue una explanada de césped con árboles y un lago con corriente. El sitio los días que no llueve tiene que estar lleno de gente, porque la verdad que es muy apetecible y además está muy bien acondicionado con zona de camping y una bar al lado.
     


     
    El día acabo viendo a las vacas que había allí, unas se estaban lamiendo la oreja la una a la otra, muy tierna la imagen. Después a cenar y a la cama, que la siguiente etapa iba a ser más fuerte.
     
    Para mí, hasta ese día, fue la etapa más bonita de todas, así que tanto si venís de Melide, como si venís de Palas de Rei, recomiendo parar en Ribadiso y tomar una empanada. ¡Nos leemos!
  10. Plues
    Después de la caótica etapa del día anterior, el despertar del tercer día no auguraba mejoras. El día amaneció lloviendo y mientras desayunábamos veíamos pasar peregrinos con sus chubasqueros. ¡Madre mía! pensé, como nos vamos a poner hoy. Pero para nuestra sorpresa, bastó salir de la cafetería con el chubasquero puesto, cuando al andar unos cien metros dejó de llover, ya iba mejorando el día.
     
    Esta tercera etapa normalmente se hace de Palas de Rei a Arzúa, pero en nuestra planificación del Camino decidimos no hacerla y dividir en dos la etapa, por tanto sólo andaríamos catorce kilómetros hasta Melide y allí haríamos noche.
     
    Comenzamos la etapa cruzando la nacional, hay que tener mucho cuidado con los cruces, ya que en algunos hay muy poca visibilidad debido a que hay curvas en la carretera, así que hay que extremar la precaución y si estamos recién levantados aún más.
     
    En la segunda aldea que nos encontramos nos recibe un cruceiro y más abajo una iglesia románica, la Iglesia de Xulián do Camiño, con su cementerio incluido, como no.
     


     


     


     


     
    A la salida también podemos ver un antiguo y pequeño lavadero y lo que supuse que era una pequeña alberca, no sé si para lavar o para que beban los animales, allí no había señales de nada en particular.
     
    En esta etapa ya se empezaba a ver un entorno mucho más rural y natural en comparación con la etapa anterior. Los paisajes eran muchos más bonitos, bosque de robles, de eucaliptos, campos de pasto, algunos pasos de río y animales pastando eran de las cosas que podíamos ir disfrutando.
     
    Pasado San Xulián do Camiño la siguiente aldea fue A Grana, que algún granadino gracioso pasó por allí y le puso el acento a la palabra Grana, convirtiendo el cartel del pueblo en “A Graná” y cambiando totalmente su significado. Allí nos encontramos campos de maíz, lo cuales veríamos muchos a lo largo de los días.
     


     
    Me llamó mucho la atención un bar que tenía una gigantesca concha, y si así era la concha, ¿¡cómo sería la vieira!?
     


     
    Seguíamos viendo hórreos a lo largo de la ruta, de todas clases, estos son un ejemplo:
     


     
    La etapa estaba siendo muy relajada. Los caminos no tenían muchas subidas y tampoco había bajadas bruscas, estaban asfaltados o eran de tierra y se caminaba muy bien por ellos. En algunos tramos parecía que los árboles te abrazaban y si mirabas a lo lejos veías como desaparecía el camino. Esto de noche tiene que dar un miedo… tipo película de terror…
     


     


     
    Un kilómetro después de que casi nos comieran los árboles pasamos por la aldea de Campanilla, que es la última de Lugo y en seguida nos plantamos en O Costo, primera aldea de A Coruña.
     


     
    Cuando llegamos a O Coto hicimos una pequeña parada para comer algo. El bar donde paramos no era caro, el plátano solo me costó cincuenta céntimos, aunque la señora que atendía era la típica señora mayor de pueblo pequeño con muy mal humor. Yo entré a pagar mi refresco y el plátano, y el camarero me dio el refresco y me dijo, coge tú el plátano de las canastas de fuera. Yo le pagué y salí a coger el plátano, la mujer se ve que no me vio pagar y mirándome con cara de pocos amigos le pregunto al camarero en gallego que si había pagado (la mujer se pensaba que el gallego solo lo hablaba ella y el camarero de allí, porque entenderla la entendí) y ya hasta que no me fui no me quitó el ojo de encima, por eso la mujer no me cayó muy bien. Así que si no queréis comer con unos ojos mirándoos la nuca ir al bar de en frente que tiene un peregrino tamaño real con el cual te puedes hacer una foto muy chula.
     
    En la siguiente aldea, Leboreiro, nos señalan el camino con esta singular flecha:
     


     
    En ella podemos ver también una casa con unos pitufos que daban miedo, un canasto gigante que se usaba antiguamente para guardar maíz y la Iglesia de Santa María de Leboreiro (con su cementerio adjunto). Algo curioso que me pasó en esa iglesia es que todas las fotos que eché de ella por dentro salían borrosas, y diréis que tenía el objetivo mal enfocado, pero no, lo enfocaba y al echar la foto salía desenfocada y ya después de cinco fotos malas me dio mal rollo y me fui de allí.
     


     


     


     
    Al salir de la aldea había un montón de vacas pastando por allí y fueron el centro de atención de todos los peregrinos, sobretodo de los más pequeños.
     


     
    Un puente de piedra nos saca de la aldea.
     


     
    Y como no, si hay vacas pastando, hay montoncitos de hierba y paja envueltos en plásticos. Eso fue lo más feo del sitio.
     
    Pasado Leboreiro viene un tramo feo a través de muchas fábricas, aunque el olor no es malo, olía a comida. Hay una travesía recta con varios monolitos con los nombres de la Orden de los caballeros de Santiago y una Cruz de Santiago.
     
    Pasadas las fábricas nos adentramos en nuestro entorno natural, volvemos a envolvernos de árboles y arbustos.
     


     


     
    Llegamos a Furelos y cruzamos el río por el puente medieval. En el río había una señora lavando a mano, como se hacía antiguamente.
     


     


     
    Las vistas del pueblo desde el puente eran preciosas.
     


     
    En el pueblo podemos visitar la Casa Museo de Furelos, que la entrada es gratuita y podemos ver productos típicos de la zona, la decoración típica de las casas, fotos del pueblo y podemos hacernos una foto de un pulpo con nuestra cara. También podemos ver la Iglesia de San Xoán de Furelos.
     


     


     
    Ya solo nos falta poco más de un kilómetro para llegar a Melide. Era la una de la tarde cuando llegamos y no nos lo pensamos ni un segundo al pasar por aquel mesón antiguo paramos directamente a comer. Una tapa de queso y un filete de ternera con patatas y huevos fue lo que comí aquel día, que rico estaba todo y lo mejor es que comer me costó menos de diez euros. Después nos fuimos a descansar y luego a media tarde salimos a ver el pueblo.
     
    En Melide se nota la afluencia de más gente, eso se debe a que el camino francés (el que estoy haciendo) y el camino primitivo se juntan en este pueblo.
    En la plaza del Ayuntamiento podemos encontrar la Capilla de San Antonio y el Museo de la Terra de Melide, que es de entrada gratuita y podemos ver Melide a través de la historia. Sus utensilios de trabajo, las distintas profesiones que se ejercían, las vestiduras del lugar, como eran las casas hace años, sus utensilios y más cosas sobre la cultura gallega. Por último la Iglesia de San Roque, que está en pleno Camino de Santiago.
     


     


     


     
    Y aquí acaba nuestro día, a descansar que la siguiente etapa sería otro día.
  11. Plues
    Siete de la mañana, sonó el despertador, un nuevo día nos espera en el Camino. La mañana amaneció despejada, parece que haría buen día. La segunda etapa eran veinticinco kilómetros hasta llegar a Palas de Rei.
     


     
    La bajada hasta el río tiene muy buena vista, sería la única que veríamos buena, porque hay que decir que la segunda etapa del Camino no es nada bonita. Ya dije que había que ir bien desayunados por la mañana, y menos mal que desayunábamos bien, porque el bajar al río, la cuesta que nos esperaba era bastante interesante, por no decir que era muy empinada.
     
    Algo que ocurre mientras andamos, que no sé si será casualidad o causalidad, pero cuesta que hay que subir, cuesta en la que te encuentras un olor… yo entiendo que hay granjas y tal, pero es que parece que lo han hecho a propósito. Resulta que al haber tantas granjas por el camino, los paisanos de por allí amontonan la paja que le dan de comer a los animales y la envuelven en un plástico. Eso al cabo del tiempo empieza a oler, ¡y menudo olor! pues te lo comes entero, porque si fuese cuando bajas pues bueno, contienes un poco la respiración y ya, pero subiendo que normalmente te falta un poco el aire…ya os podéis imaginar. Aquí os dejo una foto de los susodichos montones.
     


     
    Ojo que ver las vacas pastando en el campo mientras caminas es muy bonito, pero ya podían comer otra cosa.
     
    Después de la complicada subida nos encontramos un tramo entre pinos y prados donde ya el aire es más puro y natural.
     


     
     


     
    A partir de aquí pasaremos por varios cruces de carreteras, pasaremos por algunas fábricas de ladrillos y fertilizantes. Ya pasados Gónzar llevamos ocho kilómetros, yo aconsejo parar y tomar algo para recuperar energías, ya que después nos espera otra de nuestras trepidantes cuestas.
     
    La próxima parada significativa es en Ventas de Narón y que nos sellen en la capilla que hay al lado del bar. La capilla de la Magdalena es una pequeña iglesia románica en la cual el hombre que te sella es una persona singular, aunque yo no me di cuenta al principio.
     


     
    Después de varios kilómetros de asfalto y cruces de carretera llegaremos a algún tramo de monte.
     


     


     
    El merendero es muy buen sitio para parar y refrescarse.
     
    A pesar de la dureza de la ruta la gente va contenta y feliz, y algo que no he comentado aún y que es muy característico del Camino es su saludo. Tú no conoces a la gente, pero toda la gente se conoce. Todo caminante o ciclista que pasa y se cruza con otros peregrinos dice “Buen camino” a lo que todos contestan “Buen camino”. Esa frase si no la repetí como medio millón de veces no la repetí ni una vez.
     
    La vista que hemos llevado prácticamente toda la ruta ha sido esta:
     


     
    Pocos kilómetros antes de llegar a Palas de Rei, me cabree , llevaba casi veinte kilómetros a las espaldas y en una de las fuertes bajadas mi rodilla ya iba fastidiada y como no había planes de parar (porque en el merendero tampoco paramos) me quedé un poco atrás, entonces me enfadé y me encerré en mi misma. ¿Cuál fue el resultado? Pues los restantes kilómetros todo el cabreo que llevaba lo focalicé en mis piernas y empecé a andar, andar, andar y llegué antes que nadie, no había dolor, solo cabreo. Ahí me di cuenta de la fuerza mental que tengo cuando me enfado… y no solo yo… Eso sí, al llegar me senté y no podía ni moverme, tenía una sobrecarga muscular. Ahora en frío me arrepiento de no haber hablado las cosas o directamente haber parado yo sola, hay mucha gente en el camino con la que podía haber seguido. Y lo peor de todo es que no me hice una foto en una hormiga gigantesca que había en un bar cuatro kilómetros antes de llegar a Palas . La hormiga muy chula.
     


     
    Una vez llegamos a Palas nos fuimos a comer en frente del Ayuntamiento y yo de ahí a la cama porque tenía un gemelo tieso, una rodilla inservible y una mini ampolla en el dedo gordo. Ya después de hablar con mis amigas una se ofreció a curarme la ampolla (tuvo el valor de coger una jeringuilla y sacarme el liquido) y a darme masajes en las piernas para recuperarme.
     
    Yo esa tarde no salí a ver el pueblo, no podía moverme de cintura para abajo, pero mis amigas sí y me trajeron esta foto de la Iglesia de San Tirso.
     


     
    Y aquí se acabó la segunda etapa del Camino de Santiago. Sinceramente fueron más de veinticinco kilómetros de sufrimiento, asfalto y cabreo. También digo que fue un punto de inflexión y a partir de ahí hasta que llegué a Santiago fueron los mejores días, pero eso ya os lo cuento otro día.
  12. Plues
    Está claro que estamos en época de crisis, pero ¿quién ha dicho que no se pueda hacer una visita a Granada sin pagar un duro? Este post demostrará que es posible pasar un buen día paseando y viendo una de las ciudades más bonitas de España.
     


     
    Nuestro paseo comienza en el mítico Arco Elvira, pero no iremos por ahí, sino por la calle paralela, la cuesta de Alhaca, donde acabaremos en la Puerta Monaita, y desde allí veremos una panorámica de la ciudad. Seguimos nuestro camino y nos encontraremos el Palacio de Dal-Horra y el Monasterio de Santa Isabel La Real, ambos no son visitables, pero sus fachadas dan un toque antiguo a las calles del Albaicín. Continuamos por la calle Santa Isabel La Real hasta el mirador de San Nicolás, famoso mirador en el que si paseas por allí es visita obligada. Si tienes suerte y hay poca gente puedes sentarte en uno de los bancos o poyetes que hay allí y contemplar la futura octava maravilla del mundo (esto es cosa mía), os aseguro que no sé lo que tiene, si será el sitio, las vistas, el ambiente, pero yo me he llegado a pasar hasta dos horas allí, sentada tranquilamente y decir, bueno vámonos o nos quedamos a dormir. Algunos días hay artesanos hippies que venden artículos hechos por ellos.
     


     
    Al lado del mirador hay una mezquita, que poca gente lo sabe, pero también tiene un mirador que es igual que el de San Nicolás, sólo que tiene horario de cierre y por supuesto hay mucha menos gente, es una alternativa, y la mezquita es visitable.
     


     
    Dejamos el mirador y nos dirigimos por la cuesta de las cabras hasta la Iglesia del Salvador, allí bajamos por la cuesta del Chapiz hasta el cruce que nos llevará hacia el Sacromonte. Podemos dar un paseo por el barrio, aunque como ya hablé de él en otro post en este no me pararé a hacerlo. Volvemos a recorrer el camino andado hasta la cuesta del Chapiz, donde al bajar podemos encontrar el Palacio de los Córdoba, que sólo abre de lunes a viernes, pero si lo encontráis abiertos podréis ver unos jardines preciosos a los pies de la Alhambra.
     


     
    Y justamente como he dicho, a los pies de la Alhambra se encuentra el Paseo de los Tristes, desde donde podemos ver el monumento desde abajo, pero no nos detendremos ahí, seguimos calle abajo siguiendo el curso del río y disfrutamos de la gente que hay, porque es una de las calles más estrechas y más visitadas por toda persona que viene a Granada, de hecho en días señalados puede ser todo un suplicio andar por allí, entre gente, taxis, coches y mini autobuses, pero bueno, eso sólo es en días muy señalados, lo demás da gusto andar por allí. El bañuelo está en esta calle, es visitable y gratis.
     


     
    Llegamos a Plaza Nueva, donde están los juzgados, allí está la iglesia de Santa Ana, donde en fin de semana es fácil ver una boda siempre, pero el otro día no vimos a una novia, vimos a uno de los componentes de Ketama, he aquí la prueba, sale un poco lejos porque entre que reaccionamos, saqué la cámara e intenté que nadie se pusiera en medio pues casi se me escapa. Pero vamos, que esto no es el paseo de Hollywood.
     


     
    Por esta zona, si os apetece podéis parar a tomar algo en los diferentes bares que hay, aquí por dos euros tienes tu bebida y te ponen tu tapa, así que tampoco es un gasto excesivo, y claro comer y beber es necesario, así que paramos en “Los Manueles” a tomar algo rápido. También tenéis al lado la calle Elvira, dónde podéis comer o tomaros un té en cualquier tetería árabe.
     


     
    Una vez hemos repuesto fuerzas subimos por la calle Cuesta de Gomérez, donde nos encontraremos el arco que sube a la Alhambra y al Carmen de los Mártires.
     


     
    Nosotros decidimos ir primero al Carmen, así que seguimos calle arriba (hay una buena pendiente), al llegar arriba encontraremos pavos reales, será señal de que ya hemos llegado. El Carmen es una casa antigua con un patio y jardines muy grandes, la gente sube allí a leer, a pintar y a estar tranquila, porque es un remanso de paz. Desde allí podemos ver restos de la muralla que cerraba la antigua Ciudad de Granada.
     


     
    Si volvemos sobre nuestros pasos podremos ver la entrada de la justicia, famosa porque en ella está la famosa llave y mano de Fátima, que según cuenta la leyenda, el día que la mano y la llave se encuentren la Alhambra desaparecerá, esperemos que esto tarde en ocurrir, todo sea dicho. La entrada a la Alhambra no es gratuita, tampoco se entra por ahí, pero a lo que si podremos acceder por esa puerta es a uno de los jardines. No veremos gran cosa, se ve la parte del Generalife por fuera, y poco más. Al lado de la puerta de la justicia veremos una fuente donde la gente pide deseos.
     


     
    Volviendo a Plaza Nueva bajamos la calle hasta la plaza de Isabel la Católica, que es más conocida por “Colón”, porque alberga una estatua en honor al descubridor.
     


     
    Desde allí podemos andar hacia la calle Pavaneras, e iremos a la zona conocida como El Realejo. Antes de llegar al Campo del Príncipe encontraremos la Casa de los Tiros, que es un mueso donde ver cómo era las casas pudientes. La peculiaridad de la casa se encuentra en lo alto de su fachada, donde podemos ver unos agujeros por los cuales se sacaban los fusiles y se disparaba desde ahí, por eso el nombre de los Tiros, la entrada a la casa es gratuita.
     


     
    Llegamos al Campo del príncipe y nos encontramos una plaza con un parque para críos, bares donde tapear. Hay que fijarse en las fachadas de los edificios porque algunos son muy pintorescos, también se encuentra allí el Cristo de los Favores.
     


     
    Saliendo de la plaza volvemos a Colón y desde allí caminamos por la calle Reyes Católicos hasta el edificio de Correos. En este tramo pasaremos por la plaza del Carmen que es donde está el Ayuntamiento.
     


     
    Después cogemos la calle Acera del Darro que nos llevara hasta el río Genil. Antiguamente sólo estaba el puente, pero hoy en día está acondicionado para dar un paseo y sentarte a la orilla a relajarse.
     


     
    Volvemos a Correos, cruzamos la calle y andamos a través de la calle Mesones y en cualquiera de sus bocacalles a la derecha nos hará llegar hasta plaza Birrambla, estamos en plena Judería, las calles son estrechas y altas, puramente árabes, quizás sean de las calles más representativas de la cultura Nazarí. Cuando nosotros llegamos era ya hora de cerrar y la mayoría de los comercios estaban cerrados. Lo bueno fue que puedes ver las fachadas sin que te la tapen los artículos de las tiendas.
     




     
    Estas calles comunican con la catedral, que en su plazoleta es fácil ver gitanos flamencos cantando, o las típicas gitanas del romero, que cuidadito con ellas que os sacan los cuartos, advertidos quedáis (algún día contaré mi historia con ellas). Después de ver la fachada de la catedral y la Madraza, nos dirigimos por la Gran vía de Colón hacia el parque del Triunfo, donde es precioso dar un paseo de noche y ver la fuente iluminada de colores.
     


     
    Espero que si pasáis por aquí os sirva esta guía. El recorrido es circular, y no he puesto tampoco todo todo, pero habrá tiempo de seguir descubriendo cosas. ¡Hasta la próxima!
     

  13. Plues
    No sé si alguien se ha dado cuenta, pero es ocho de julio y está lloviendo en media España. Eso malo no es, porque así por las noches pues hace fresquito y no cuesta dormir, ni los mosquitos te molestan y si no abres la ventana pues no escuchas al vecino roncar, visto desde este punto parecen todo ventajas, pero no…Esto de tener el tiempo cambiante nos hizo cambiar los planes a última hora, y en vez de irnos a la montaña pues decidimos bajarnos a Granada andando por la acequia del río Aynadamar, aunque para ser sinceros, el río sólo se ve en un tramo, en la mayor parte del camino no se ve.
     
    Nuestro camino empezó en el parque Federico García Lorca de Alfacar, a los pies de la sierra de Alfacar. Al que no se sitúe, Alfacar es un municipio de Granada de casi seis mil habitantes, a pocos kilómetros de la ciudad, por el que se puede acceder perfectamente por la A92.
     

     
    Dejamos el coche en el citado parque, y desde allí nos fuimos andando por la carretera, que en el pueblo la conocen como la “ruta del colesterol”, porque vecinos de de ambos pueblos (Alfacar y Viznar) pasean por allí para hacer un poco de ejercicio.
     
    La historia cuenta que Federico García Lorca fue fusilado en un monte entre estos dos pueblos, y en un desvío de la carretera sube una pendiente hasta el monumento en honor de los fusilados, y allí que fuimos. El sitio no es gran cosa, hay una cruz enorme en el suelo y unas placas con los nombres de los supuestos fusilados y enterrados allí en el sitio. Lo mágico es sentarte en uno de los bancos que hay y pensar lo que hace más de ochenta años pasó. El silencio sepulcral sólo lo rompe el canto de los pájaros…o eso creíamos, porque estando allí reflexionando sobre lo que esas placas y esa cruz significan se escucharon unos tiros, y claro, entre el sonido de disparos y el sitio que era pues salimos por patas, luego nos enteramos que cerca hay un coto de caza, y claro, ya tenía todo más lógica pero en un principio el susto nos lo llevamos.
     






     
    Continuamos andando hacia Viznar, se puede hacer por el asfalto o por la orilla de la acequia, yo recomiendo la orilla, el camino y el paisaje es más bonito. Vimos un burro y un caballo de lejos que parecía el portal de belén.
     


     
    Llegamos al pueblo, hay que tener cuidado de no perdernos y coger la calle correcta que nos lleva a nuestro camino. No tiene perdida, nosotros tuvimos que preguntar porque bajamos hasta la plaza de la Iglesia y torcimos a la derecha, y no hay que bajar hasta la plaza, antes de la cuesta empinada girar a la izquierda. La calle es reconocible porque deja de ser calle asfaltada y se ve una granja al fondo, como nota indicativa podría decir que en esa esquina vive una señora que tiene un perro muy muy muy pequeño, pero supongo que el perro crecerá, así que no sirve como indicación.
     


     
    Seguimos el camino y atravesamos la autovía por el puente que pasa por encima, a partir de ahí el terreno es de sendero. Hay varios cortijos destruidos, árboles curiosos y campos de almendros hasta llegar al Fargue, que es un barrio de Granada.
     








     
    La anécdota curiosa al pasar por allí, fueron unos jarrones, o botijos, o no sé como describirlos porque no sé lo que son, al pasar por una casa, en el patio había un jarrón grandísimo y nos quedamos mirando y de repente salió la mujer de la casa y nos echó una mirada que casi nos fulmina, yo no sé que se pensó la mujer, pero vamos que sólo mirábamos porque nos resulto curioso su jarrón, nada más. Antes de que llamara la mujer al ejercito pude echarle una foto, quizás no sea la mejor, pero oye, lo mismo alguien me dice que es lo que la señora aguarda con tanto celo en su casa.
     


     
    Salimos del Fargue y pasamos por la antigua fábrica de pólvora, bajamos la antigua carretera de Murcia, el camino no tiene pérdida, todo recto hasta llegar a una bifurcación que hay después de un bar. Cogemos el camino de la izquierda que nos llevará a la Abadía del Sacromonte.
     
    Ya simplemente es seguir la carretera asfaltada que lleva al sitio en cuestión. Hay que tener cuidado porque por allí pasan coches, bicicletas y si te descuidas hasta monopatines, pero vamos, tampoco es peligroso. Y antes de llegar a la Abadía he aquí uno de mis descubrimientos, un banco desde el cual puedes observar una puesta de sol preciosa de la Alhambra. No será el sitio con más glamour de Granada, ni el más seguro para pasear de noche, pero ya os digo que merece la pena sentarse allí a contemplar el paisaje. Y sino que hablen las fotos por si solas…
     


     
    Después de quedarnos allí embobados bajamos hasta la Abadía, que si estáis allí y de paso queréis entrar a visitarla, es una opción, hay que pagar cinco euros y esperar al turno de visita, porque son visitas guiadas, pero nosotros cuando llegamos ya se habían acabado, de todas formas tampoco íbamos a entrar, sólo la vimos por fuera.
     






     
    Una vez hechas las fotos oportunas y visto todo seguimos nuestro camino hacia el Sacromonte. He de decir que bajando hay una casa que llama mucho la atención, por su fachada, está decorada con flores y cosas de cerámica. La verdad es que llama la atención la decoración y yo con mi cámara en mano me disponía inmortalizarla hasta que leo un cartel que dice, “si sacas una foto de la fachada deja una donación”. Y me quedé pensando, ¿la saco o no la saco? y decidí no sacarla, porque no me parece bien que tu pongas tu fachada bonita y yo te la tenga que costear, porque por esa regla de tres, mi madre que es tan detallista, también tiene el porche de mi casa muy bonito con sus macetas, sus jarrones y su banco para sentarse, y la mujer pues no pone un cartel diciendo, “si lo miras deja donación”, al revés, alguna vez ha salido y se ha encontrado con que le faltaba alguna maceta, que por cierto, si alguna vecina/o lee esto, por favor dejen de llevarse macetas que no nos regalan los tiestos.
     
    Voy a seguir que me enrollo y me enfado. Al final decidí no echarle la foto a la fachada, y seguimos el camino hasta abajo. Aquí os dejo dos fotos de las cuevas del Sacromonte.
     




     
    Ya sólo nos quedó llegar al paseo de los tristes, comernos un helado en “Los Italianos” y coger el autobús de vuelta a casa.
     
    La ruta se puede hacer en zapatillas de deporte, no hace falta ni calzado ni ropa especial, sólo llevar agua y tener tiempo para cruzarse Granada en tres horas.
     
    Espero que os haya gustado el paseo, hasta la próxima!!!
  14. Plues
    Este verano ha sido un verano diferente. Normalmente los días de vacaciones se basan en ir a una ciudad, visitar monumentos, iglesias y pueblos de la provincia, pero este verano de dos mil catorce mi camino fue hacia Santiago, y nunca mejor dicho, ciento dieciséis kilómetros desde Sarria (Lugo) hasta Santiago de Compostela, una parte de la peregrinación que hizo el famoso apóstol.
     
    He de decir que tampoco iba como una peregrina digamos “normal”, yo no llevaba una mochila de treinta kilos encima, conozco mis limitaciones, y como ahora hacer el Camino de Santiago tiene múltiples opciones para hacerlo, yo opté por llevar mi mochila de día y una maleta que sería transportada por una empresa. El que esté interesado, no es cara esta opción, son tres euros al día el transporte de un albergue a otro y por lo que vi y sufrí, yo y los muchos que no íbamos cargados pagamos besados otra vez ese dinero.
     
    Los preparativos para hacer el Camino son numerosos, es algo fundamental llevar buen calzado, yo aconsejo unas buenas botas de trekking o montaña, o si tus pies son muy delicados, unas buenas zapatillas de trekking. La preparación en torno a los pies es muy importante porque es la base de nuestro viaje. Crema anti ampollas antes de salir a caminar, crema refrescante para después de la caminata y crema reparante para la noche son tres cosas que en mi botiquín no faltaron y gracias a ellas mis pies (muy delicados) no sufrieron mucho. Otra cosa muy importante son los calcetines, yo llevaba calcetines gordos, los llamados calcetines de invierno, eran normales, hay gente que los llevaba reforzados en talón y tal, pero esos son muy caros, y los otros hacen el mismo apaño, siempre que si tienen costuras les des la vuelta y te los pongas al revés. Esto es algo importante, yo aconsejo calcetines sin costura y si ya los has comprado o los tienes en tu casa, pues póntelos al revés y listo, pero ya digo, mejor un calcetín gordo que uno fino que te haga rozaduras.
    En torno a la ropa, si vais en agosto como he ido yo, pues pantalones cortos y camiseta corta. Hay que saber que en Galicia en general hace fresco, pero en verano normalmente la temperatura es buena y si vas andando no te hace falta nada de abrigo, aunque siempre es bueno llevar algo en la mochila, y por supuesto no olvidar el chubasquero, allí lo mismo amanece con sol y te cae un buen chaparrón, que amanece lloviendo y luego luce el sol, así que ese es un elemento importante en la mochila.
     
    Una vez dados mis consejos básicos empiezo mi andadura a través del Camino…Llegamos al aeropuerto de Santiago, un autobús nos llevará a Lugo y allí otro a Sarria desde donde empezamos el viaje a pie. Esto quizás no tiene importancia, pero yo quiero desde aquí dar las gracias a aquella señora que venía con nosotras en el avión y que al vernos parece que nos olió y nos dijo “¿vais a Sarria?”, y nosotras, “pues sí”, y ella nos dijo, yo soy de allí, “venir conmigo que yo os llevo”. La idea nos pareció lo más de lo más puesto que había que coger varios autobuses y no siempre sabes donde están y tal, y claro la mujer se ofreció y vimos el cielo abierto. Luego en el bus a Lugo se tiró dos horas hablando, pero bueno, se agradeció alguna de las informaciones que dio, sobretodo la veloz visita que nos hizo hacer a la muralla de Lugo cuando llegamos allí. Compramos el billete y nos hizo ir a nuestro grupo y a unas cuantas peregrinas más (porque iba recolectando gente a su paso) ir a ver la muralla de Lugo que está enfrente de la estación de autobuses. Salimos y oye, me alegro que nos lo dijera porque el paseo que se ve es muy bonito. A mí se me ocurrió decir “me recuerda a la de Ávila”, a lo que la mujer me contestó un poco resentida “la nuestra tiene los muros más anchos”, y en ese momento decidí no hablar mucho más no fuera a ser que me dejara allí tirada. Aquí os dejo foto de la muralla para que opinéis si se parece o no…
     


     
    Una vez llegamos a Sarria la mujer nos indicó donde estaba la calle Mayor que era nuestro destino y le dimos las gracias por las molestias. El pueblo de Sarria es el comienzo del camino para muchos peregrinos, así que veréis al llegar gente muy descansada, con muchas ganas de comenzar y con muchas expectativas sobre lo que el Camino puede ofrecerles.
    Las cosas que podemos ver en el pueblo son la Iglesia de Santa Marina, la Iglesia del Salvador, los restos de un castillo del cual queda una de las torres, un mirador panorámico, el Monasterio de la Magdalena, que actualmente es albergue público para peregrinos y una estatua en honor al Rey Alfonso IX. Algunos peregrinos dejan sus recuerdos en los distintos monolitos.
     


     


     


     


     


     
    La calle Mayor es la más transitada por peregrinos, hay bares y albergues y es fácil comer y dormir sin moverse mucho del sitio. He de decir que se come bastante bien a lo largo del camino, es decir, podemos encontrar “menús del peregrino” por menos de diez euros, pero he de resaltar que en los bares que hay durante el trayecto hasta Santiago si puede ser que te claven, por ejemplo en un plátano, como me ocurrió a mí, que por una pieza de plátano me cobraron ochenta céntimos, si llego a poner un poco más me hubiera comprado un platanero y los hubiera cultivado yo misma, pero bueno, tenía hambre en ese momento.
     
    Mi Camino empezó a la mañana siguiente, te levantas con energía y con ganas de empezar la aventura (aunque sean las siete de la mañana). Me tomé un café caliente (el camarero lo puso hirviendo) y unas tostadas, el desayuno es muy importante para coger fuerzas. Al salir de la cafetería me compré una concha y la colgué en mi mochila. La concha es uno de los elementos que caracteriza a los peregrinos. El significado que tiene la concha en el peregrino es de protección, todo el mundo que ve un caminante con una concha tiene que pensar que es un peregrino que va hacia Santiago y al cual hay que prestarle ayuda en caso de que la necesitase, es una forma de protección.
     
    Nuestro destino después de veintitrés kilómetros será Portomarín. La ruta hasta llegar no es complicada, nada más salir de Sarria pasamos por un puente de piedra, luego debajo de un arco y nos adentramos en la montaña, una buena pendiente nos espera de buena mañana y para espabilarnos un poco. Un vez llegamos al llano vimos un roble muy peculiar.
     


     
    Se me ha olvidado comentar un elemento importante que nos acompañará durante todo el camino y son los llamados “mojones”, que es donde nos van indicando los kilómetros que nos quedan hasta Santiago. Al principio cuando los ves dices, uno! otro! otro!, pero cuando llevas veinte kilómetros cada vez que vez uno dices, joder donde está el puto mojón! Y en algunas tiendas de regalos veréis que hay artículos con esta expresión.
     


     
    Seguimos andando y pasamos por varias aldeas, As Paredes, Mercado de Serna, que una vez pasada encontraremos una fuente con el muñeco de Pelegrín, mascota del xacobeo del 93.
     


     
    Recuerdo que pocos metros después de parar en esa fuente un ciclista casi atropella a una señora, desde aquí pido a los ciclistas que hacen el camino que se compren un timbre para avisar y así hacer un camino más seguro para todos. Por este tramo nos encontraremos un camino que si nos fijamos en los lados hay grandes telas de araña en los matorrales que hacen pensar que si las telas de araña son así, ¿cómo serán las arañas? En algunas cuando llueve se queda el agua y es algo muy curioso.
     


     
    Llegando a la aldea de Peruscallo empezamos a ver hórreos. Los hórreos antiguamente se usaban como despensa o para guardar leña, pero principalmente su función era de despensa, ahora en la actualidad se conservan por tradición en la mayoría de los casos. Los hay de todas maneras, tradicionales de madera, de piedra, de piedra pintada, de ladrillo pintado, ya os iré enseñando a lo largo del Camino.
     


     
    Llegamos a Ferreiros (que es donde me clavaron por el plátano) y saliendo de allí está la Iglesia de Santa María, que según me contó uno de los peregrinos movieron la iglesia y la bajaron piedra a piedra, yo no sé si eso es leyenda o no, pero es lo que se comentó. A mí me llamó más la atención porque sales de la iglesia y ves todos los nichos, era la primera vez que veía eso, aunque a lo largo del Camino no sería lo único que me sorprendería.
     


     
    Antes de llegar a la esta iglesia también se pueden ver varias cruces en honor a los peregrinos fallecidos, hay varios nichos, cruces, e incluso monolitos en honor a ellos. Aunque muchos peregrinos les gusta dejar su huella y vemos muchos recuerdos, sobre todo en los mojones, yo dejé mi huella en el mojón cuarenta y cuatro.
     
    A partir de este tramo iremos por caminos de arboleda como estos.
     


     


     
    Para aquellos que no han comprado su concha del Camino y quieren una más especial, hay una tienda que las vende pintadas. Creo recordar que la aldea era Moutrás, pero no podría asegurarlo un cien por cien, sorry!
     


     
    Lo próximo más destacado será llegar hasta una fuerte bajada que nos lleva al final de nuestra primera etapa. Un consejo que doy es que si llegáis muy cansados y os duelen las rodillas, bajar caminando hacia atrás (como los cangrejos) ayuda mucho, y no os sintáis ridículos, porque hay mucha gente que lo hace, eso sí, cuidado con coger mucha carrerilla y acabéis rodando en vez de andando…
     
    Al finalizar la bajada una recta junto a la carretera nos llevara a Portomarín, las vistas del pueblo son preciosas desde el principio del puente. El río que vemos es el Miño.
     


     
    Y nada más llegar, por si los veintitrés kilómetros no hubieran sido suficientes, unas buenas escaleras nos adentran en el pueblo.
     


     
    Llegamos para la hora de comer, así que nos fuimos al centro del pueblo (el pueblo son tres calles contadas) y comimos un menú, después a descansar y ya echada una buena siesta salimos a pasear por el pueblo.
     
    En su plaza encontramos la Iglesia de San Nicolás, que por desborde del río, también la llevaron piedra a piedra al lugar donde está. Y digo yo, no sería guay poder decir, pues en mi pueblo tenemos una iglesia bajo agua, ¡seguro que miles de turistas irían a verla!
     


     
    En esa misma plaza hay una estatua de Santiago indicando el camino a continuar.
     


     
    En el otro extremo del pueblo hay otra iglesia, la Iglesia de San Pedro, que está junto a un parque. No es muy grande.
     


     
    Hay una piscina municipal que vale tres euros en la cual nos podemos relajar.
     
    Tampoco podéis perderos la tarta de Santiago que hacen aquí, riquísima. Después de un día tan ajetreado era hora de dormir. ¡Nos leemos en la próxima etapa!
  15. Plues
    Ayer seis de Junio nos fuimos de ruta a la Dehesa del Camarote en Lugros. Para quien no sepa dónde está Lugros, deciros que está cerca de Guadix, que seguro que eso si lo situáis. Para llegar al comienzo de la ruta, tenéis que desviaros dos kilómetros antes de llegar al pueblo (la señalización es muy pobre), veréis un camino a la derecha, y al cogerlo veréis una bifurcación, escoger la de la izquierda y continuar un kilómetro. Como el camino no está asfaltado, si no lleváis un coche todoterreno lo mejor es que dejéis el coche en una explanada que hay cerca de dónde antiguamente había un coto de caza (reconoceréis el sitio cuando veáis dos ciervos).
     


     
    Una vez aparcado el coche comenzamos a andar por el sendero que hay a la izquierda. La ruta es de medio recorrido, por tanto hay que llevar provisiones y sobretodo agua, porque no la encontraremos potable a lo largo del camino.
    La ruta no tiene indicaciones, simplemente hay que seguir primero el camino, y una vez llegamos al vallado seguir el curso de la acequia. Ésta es la parte de la ruta más cómoda ya que es la más llana y fácil de recorrer para nuestros pies. Al ir a la orilla de la acequia íbamos fresquitos aunque hiciera sol, porque esa es otra, miramos el tiempo y ponía que a partir de las dos de la tarde empezaría a llover y estaría nublado, pues más sol no pudo hacer y de lluvia nada en todo el día, así que el chubasquero lo paseamos para nada, la frase del día fue “bueno menos mal que llevamos el chubasquero para cuando luego llueva”, y claro con el sol que hacía pues era un poco cómico todo.
     


     
    Mientras andamos por la acequia estamos por encima de los árboles y las vistas de la arboleda son muy bonitas.
     


     


     
    El camino por ahí llega un momento en que se acaba, sabréis que se ha acabado cuando veáis que hay mucha maleza, en ese momento iba a hacer una foto indicativa pero salió un lagarto enorme de un matorral y obviamente no me iba a quedar allí a saludarle.
    Continuamos nuestros pasos después del susto con el animalito hasta llegar al río, lo cruzamos como pudimos y seguimos curso arriba.
     


     
    Aquí empieza la subida, lo bonito de la subida es que por el camino te encuentras animalitos, que yo pensaba que el lagarto era lo más grande que iba a ver por allí, pero que ingenua… vaquitas como estas nos encontramos por todos sitios.
     


     
    Y claro tú vas pasando al lado de ellas con tu camiseta verde fosforita y te miran con esos ojillos que no sabes si van a salir detrás de ti o van a salir corriendo, entonces se produce una tensión en ese momento… Pero vamos, que todo bien, ellas pastando y bebiendo agua y nosotros seguimos nuestro camino.
    Seguimos subiendo hasta llegar a una cancela, la subida hay que tomársela con tranquilidad, no estamos en ninguna competición, hay que disfrutar del paisaje.
     


     


     
    La cancela estaba cerrada y pensamos que eran por las vacas para que no se colaran, pero no, la cancela está ahí para que no pasen con coches, porque vacas nos seguimos encontrando por el camino. Pues abrimos la cancela, pasamos y la volvimos a cerrar y llegamos hasta la mitad de la subida hasta la cima. Allí es buen sitio para parar a tomar algo, porque lo que viene después es más pronunciado y hay que tener ánimo. Nos encontramos una pequeña ermita al lado del río donde paramos a comer algo y a refrescarnos.
     


     


     
    Continuamos el camino, hay que ascender hasta la cima de la montaña, así que lo que queda es una pendiente un poco brusca, llevar agua es la clave. Lo bonito de esta ascensión es el color que tienen las rocas y los arboles, de ahí el nombre de bosque encantado, por su peculiar color. En las fotos no se aprecia muy bien, por eso animo a ir y verlo en persona. La época más propicia es Mayo o finales de Abril.
     


     


     


     
    Y por fin llegamos a la cima, se hicieron muy duros los últimos metros, porque la última cuesta es mortal, pero sobrevivimos y mereció la pena, porque al cruzar la valla que hay te encuentras con las faldas de Sierra Nevada, que en Junio no tenía nieve apenas, pero que cuando fuimos en Abril sí que había y la vista es preciosa. Si te gusta meditar o simplemente relajarte, el sentarte en una de las rocas que haya, cerrar los ojos y sentir la paz y tranquilidad que hay, eso sí, con cuidado de no dormirse y caerse de la piedra, más que nada porque rodar colina abajo no lo aconsejo. Cuando llegas arriba llegas cansado, pero sinceramente merece mucho la pena, se te quita todo ese cansancio estando un minuto allí, aunque quizás el bocadillo de tres cuartos de barra ayudó a que nos repusiéramos.
     


     


     


     
    Una vez terminamos de comer comenzamos la vuelta. Se puede hacer por dos caminos, uno es colina abajo, que es más corto pero que pone a prueba las rodillas y tobillos, y para el cual recomiendo llevar bastón, sino se pasa un mal rato. Y la otra opción que fue la que nosotros elegimos que fue volver por donde habíamos venido, es un poco más largo, pero así disfrutas más el paisaje y cosas que no habíamos visto al subir (porque de la pendiente vas mirando al suelo). Escojas el camino que escojas los dos acaban en la ermita antes nombrada, y una vez ahí es volver sobre nuestros pasos hasta llegar al coche. A un ritmo tranquilo, la subida hasta la cima se hace en tres horas, y la bajada en dos, pero esto es relativo, depende de tu capacidad física y de las veces que te pares a echar fotos, jeje. Yo os animo a que vengáis y disfrutéis de lo que la naturaleza nos ofrece. ¡Hasta la próxima!
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