En principio se escogió Ossa de Montiel porque el alojamiento era más asequible, y todo sea dicho, yo quería ver molinos y en el complejo de casas rurales había uno.
Buscamos la oficina de turismo del pueblo, la cual se encontraba a la salida del mismo. La oficina se distingue porque en la entrada hay dos estatuas de piedra, una cada lado de la puerta, de Don Quijote y Sancho Panza. La mujer que había allí nos informó de todo lo que queríamos ver, y os animo a que si vais os paséis antes por la oficina, porque sin el plano que nos hizo ella se nos hubiera hecho muy difícil llegar a todo bien.
Salimos de la oficina, con un frío que pelaba esa mañana y nos fuimos dirección Ruidera, para ver las famosas Lagunas de Ruidera, que a decir verdad, el ochenta por ciento de las lagunas pertenecen a Ossa de Montiel, no a Ruidera, pero ya se sabe, unos crían la fama y otros cardan la lana.
Siguiendo las señas que la oficinista nos dio, buscamos exitosamente un restaurante, “Los Balcones”, donde comenzaría nuestra ruta. Ya allí es sólo seguir las indicaciones. Empezamos a andar y fuimos viendo las distintas lagunas, Laguna Redondilla, Laguna Tinaja, Laguna San Pedro, Laguna Tomilla y Laguna Conceja, esas fueron todas las que vimos por la mañana. En verano algunas lagunas son de baño permitido, es el caso de Laguna Redondilla y Laguna San Pedro. El paseo se puede hacer andando o en coche, pero ya que estamos, ¿qué mejor que disfrutar de un buen paseo viendo agua, patos y árboles? Estas son algunas vistas de las lagunas.
Por la tarde, teniendo en cuenta que Ossa de Montiel no es muy grande, fuimos a dar un paseo por el pueblo. Vimos la plaza principal, donde estaba el Ayuntamiento, una fuente de agua y una estatua dedicada al hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Unas calles más allá vemos la iglesia de Santa María Magdalena, que proviene de la Orden de Santiago. La iglesia es una mezcla de estilo gótico, mudéjar y romano.
En el pueblo también podemos visitar “Los caños”, “El rollo” y el museo etnográfico, en el cual veremos los oficios y costumbres de la localidad. Para visitar el museo hay que pedir cita previa en la oficina de turismo, y los demás son parques del pueblo. A la salida del pueblo encontramos una destilería de alcohol aromático, donde es visitable y te explican como elaboran los productos. Hay que llamar y pedir cita previa, al igual que en la Cueva Champiñón, que se encuentra al lado de la destilería. En esta cueva se cultivaban champiñones, pero ahora se ha reconvertido en centro de interpretación de la localidad y el entorno.
A la entrada del pueblo hay este monolito donde volvemos a ver la figura del hidalgo manchego.
Al día siguiente madrugamos para ir a Ruidera, dar un paseo por el pueblo y ver “El hundimiento”, y no, no es la película que habla sobre Hitler, es una cascada preciosa de quince metros, que se produjo a raíz del hundimiento de una barrera travertínica, de ahí el nombre. Estas son las vistas…
Después fuimos a ver la Laguna del Rey, vimos su pequeña presa y el puente, muy bonitas las vistas.
Un paseo rápido por el pueblo, y cogimos el coche para ir a Argamasilla de Alba, allí nos esperaba el Castillo de Peñarroya. La entrada es libre. El castillo se sitúa al lado del embalse de Argamasilla y actualmente se encuentra en restauración de una de sus partes. Actualmente acoge a la patrona del pueblo, Nuestra Señora de Peñarroya, que fue descubierta al conquistar los cristianos la fortaleza musulmana.
Ya era hora de comer, así que había que coger fuerzas que por la tarde nos esperaba Don Quijote…
Cerca de Ossa de Montiel, a unos tres o cuatro kilómetros, nos esperaba uno de los capítulos del libreo de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Fuimos a ver la Cueva de Montesinos. Ataviados con nuestros cascos y linternas nos introducimos en lo profundo de esta cueva, ochenta metros de leyenda hecha historia.
La cueva en sí es una cavidad kárstica que por las filtraciones de la lluvia y los desprendimientos naturales han formado estalactitas muy chulas y de colores como es el caso de una que es de color azul, muy pocas en el mundo.
Aquí fue donde Miguel de Cervantes se inspiró para escribir el mayor encantamiento que sufrió el hidalgo en los capítulos doce y trece de la segunda parte de la obra literaria. La visita se hace muy amena, ya que no sólo te explican la geología de la cueva, sino que el guía te adentra en la historia de porqué don quijote vio allí a su amada Dulcinea. Es muy recomendable llevar a los niños, se lo pasarán genial viviendo una parte de la literatura universal, y si ya les ponen cascos y linternas, se quedarán encantados…y nunca mejor dicho…
Una vez acabada la visita, seguimos carretera adelante y cogimos el desvío que nos llevaría a ver las ruinas del Castillo de Rochafrida. Fue castillo musulmán hasta que los cristianos se hicieron con él. Para aquellos amantes de la lírica, las ahora ruinas del castillo, fue inspiración de dos romanceros medievales muy conocidos, Rosaflorida, en honor a la dama del castillo, y Fontefrida, en honor a la fuente que había a los pies del castillo.
Desde cerca no se aprecia bien que los restos sean de un castillo, así que tomé la foto de lejos para ver mejor la perspectiva.
Y ya por último, antes de que se hiciera de noche, hacerle una foto al molino de viento que nos estaba cuidando en el recinto.
Y este ha sido todo el fin de semana, un pequeño trozo de Castilla más conquistado, seguiremos avanzando en nuestra cruzada por la tierra del Quijote
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