Saltar al contenido

AlexMexico

Usuario 5
  • Contador de contenido

    5602
  • Registrado

  • Última visita

  • Días Top Escritor

    612

Todo el contenido de AlexMexico

  1. Claro, no lo dije por nada jaja
  2. AlexMexico

    Mi rumbo a los Incas

    No fue fácil tomar una decisión para dejar atrás la ciudad de Lima. Era el único destino que verdaderamente había planeado visitar. De hecho, era mi única parada obligatoria, tanto que su aeropuerto me recibió y me despediría. En principio mis planes apuntaban hacia el norte del subcontinente. Tenía intenciones de visitar a mi amiga Juliana en Bogotá y había recibido una invitación de Freddy, un estudiante colombiano de intercambio, para pasar el fin de año en su natal Santa Martha. Y la verdad que el Caribe colombiano puede tentar a cualquiera. No así, sabía que volar 5 horas hasta las tierras Incas y no visitar Machu Picchu me haría merecedor a un Fail Goal, y sobre todo al reproche de todos mis amigos (y de mí mismo), y fracasaría como viajero del sur. Pensé en la posibilidad de subir hasta Colombia y dejar Machu Picchu como última escala, antes de volver a México. Pero algunas charlas con Karen y un vistazo a mi cuenta de débito me bastaron para enderezar mi decisión. Visitar las icónicas ruinas incas no sería precisamente lo más barato de mi viaje; en cambio, sería una de las cosas que más huecos le haría a mi billetera. En efecto, me dirigí a la milenaria ciudad de Cuzco para después dejar que el viento me llevara consigo a donde mejor conviniera a mi destino. Pronto me di cuenta de que ya no estaba más en México. Investigar los precios de los tickets de bus para Cuzco no fue tan fácil como teclear en un buscador online o una página web de una estación de autobuses. En la ciudad de Lima cada compañía tiene su propia terminal (a excepción de la central norte, donde se aglutinan todas). Por tanto uno debe caminar calle por calle para preguntar por los precios, que pocas veces se muestran en sus sitios web. Por suerte, casi todas las empresas de transporte terrestre se encuentran en el mismo lugar, al este de la vía exprés, entre las estaciones México y Estación Central del metropolitano. Un buen tip para quien visite Perú es que los costos de viaje en bus suelen ser variables. Muchas veces se consiguen boletos mucho más baratos si se compran con bastante antelación. Además, no es lo mismo viajar de día y de noche, o viajar en días hábiles o fin de semana. Y lo mejor, o peor de todo, es que en ocasiones se puede regatear. Por ejemplo, si un bus está a punto de salir y aún no se ha llenado, los vendedores rematan los precios a bajo costo. Uno se puede dar cuenta por los estruendosos gritos de las mujeres que anuncian su salida próxima, y que son ya parte de la atmósfera auditiva de viajar a través del Perú. Lo malo de esto va para los gringos y guiris, a los que por su escaso español o rubia cabellera incrementan los precios, creyéndolos idiotas que soltarán cualquier cantidad de plata por un pasaje. Al ver que las cosas funcionaban algo diferente que en mi país, opté por comprar un día antes el pasaje más barato en la compañía más decente y confiable que pude encontrar, en aras de las advertencias que Karen y Luzmi me habían hecho sobre los accidentes y asaltos en las carreteras (lo cual sinceramente no me preocupaba mucho, después de mi viaje nocturno en Guatemala). Conseguí pagar 80 soles (27 USD) en un bus de la compañía CIVA, empresa que contaba con tres tipos de servicio: Económico, Super y Exclusivo. Por supuesto, escogí el económico. Sabía que me esperaban cerca de 21 horas a bordo sin servicio de wifi, comida, bebidas o asientos cama (lo que sí ofrecía el servicio exclusivo por 100 soles más). Pero estaba dispuesto a sacrificarme un poco por guardar ese dinero que días después de abriría las puertas al famoso recinto sagrado. Después de todo, nada podría ser peor que aquel bus en el que viajé con polleros en Guatemala. Sin más, me despedí de mis couch, prometiendo volver a Lima para finales de enero, fecha en la que Karen me ofreció regresar con ellos. Tomé mi bus un miércoles a la 1:30 pm. A mi equipaje de mano se habían agregado sándwiches de jamón y queso, algunos chocolates, una botella de agua, pastillas para el soroche y hojas de coca. A partir de entonces esas pequeñas hojas fueron mi pan de cada día. Karen me las había recomendado para cuando me diera el soroche o (mal de altura), mientras Luzmila, como si lo que menos quisiera fuera calmarme, me recomendó pastillas ya que eran más fuertes y efectivas que las hojas. Hojas de coca, solución andina al mal de altura En fin, desde poco después de partir pude dormir cómodamente, disfrutando de la poca demanda que esa ruta tuvo aquel maravilloso día. No existe nada mejor que tener dos asientos para ti solo. A penas antes del anochecer pude avistar las primeras colinas que anunciaban las curvas de la cordillera más larga del mundo, que estábamos a punto de atravesar. El tiempo pronto perdió su propia noción, entre las veces que me despertaba y me volvía a acomodar. Entonces pude arrepentirme un poco de no haber pagado algunos soles más por un servicio mejor, en vista de la resistencia que opuso el conductor a encender el aire acondicionado, a pesar de las gotas de sudor que empapaban nuestras camisas durante el día. Pero sobre todo, de sentir nuestras piernas congeladas cuando ascendíamos la cordillera andina a altas horas de la noche :(Más me arrepentí de haber dejado mi saco de dormir dentro del portaequipaje. La primera escala llegó, y todos bajaron a cenar. Comer uno de esos caldos de gallina que me ofrecían en mitad de la carretera no me abría mucho el apetito. Mucho menos después del hedor que el baño del autobús emanaba por el pasillo (y que no pretendía utilizar en todo el viaje). Así que mejor sacié mi hambre con un pequeño sándwich y aproveché para orinar en un lugar sin movimiento. En el modesto restaurante de aquella autopista nocturna conocí a Eucebio, un peruano del Callao que resultó ser mi colega de profesión. Viajaba a Cuzco para celebrar su cumpleaños. Luego de una pequeña charla con él, volvimos al bus y seguimos el camino, no sin antes tomar el consejo de Eucebio y mascar mis primeras hojas de coca, para evitar el soroche a la altura a la que estábamos a punto de subir. En mi ciudad (en la costa del Golfo), la gente cree que le dará el mal de altura si visita la Ciudad de México, a unos 2200 metros sobre el nivel del mar. Pero cuando de Perú se trata, hablamos de ligas mayores. En este país se encuentran las ciudades más altas del globo. Basta con mencionar La Rinconada, cerca de la frontera con Bolivia. Se trata de la población permanente más alta del mundo, a 5100 msnm. A los pies de los picos nevados de los Andes, ni siquiera los monjes tibetanos se atreven a establecerse en altitudes tan abruptas Y por si el estilo de vida en un clima de esa naturaleza no fuera poco, la mayoría de sus habitantes vive de la extracción de oro (sí, trabajan en minas a esa altura). Por supuesto, las condiciones de salubridad y las esperanzas de vida son todavía muy bajas. Y como si las hojas de coca me hubieran sedado (o drogado, como algunos lo creen por su ya famoso nombre), no desperté en toda la noche. Si bien el frío penetraba hasta mis huesos, parece que mi posición en ambos asientos ayudaba un poco a calentar mi cuerpo, apoyado por la prudencia del resto de los pasajeros que decidieron al fin cerrar sus ventanas para evitar que el gélido viento entrara a la cabina. Desperté cuando paramos a desayunar, donde nuevamente hablé con Eucebio, mientras disfrutaba de mi último sándwich y chocolate. Según él, ya habíamos pasado lo peor, aunque la verdad no sentí dolor alguno a pesar de ser mi primera vez en los montes andinos. Creo que Karen, Luzmila y él me habían asustado más de lo que debían. Apenas algunos metros adelante, el bus se detuvo involuntariamente, debido a un grupo de trabajadores que arreglaban la autopista. Todos comenzaron a desesperarse, y dieron paso a las quejas Como sabía que no podía arreglar nada gritando y enfadándome, me senté en una roca a divisar por un momento el río que corría junto a nosotros. No pude evitar comprar un plato de estofado de pollo a una señora que, como ángel, apareció cargando cubetas con comida junto a la larga fila de autos que se aglutinaban esperando poder pasar. El sol de mediodía ya calentaba nuestras cabezas, cuando el embotellamiento se disipó y pudimos al fin avanzar. Llegamos a Cuzco a la 1 pm. Fueron prácticamente 24 horas de viaje (literal, el viaje más lago de mi vida hasta ahora). Eucebio me ofreció buscar hospedaje juntos. Cogimos un bus al centro de la ciudad y comenzamos la búsqueda. Paré antes en un ciber-centro, y revisé mi perfil de Couchsurfing, para saber si algún host de la zona había aceptado mi solicitud. Al verificar que las pocas respuestas recibidas eran negativas, seguimos la caminata hacia la Plaza de Armas. A pesar del cansancio y la carga que llevaba en mi espalda, pude disfrutar de las hacinadas calles de Cuzco. Plaza de Armas de Cuzco A pesar del amor que muchos de los viajeros le toman a esta longeva ciudad, a mi no me enamoró de la misma manera. Desde el momento en que pisé los alrededores de la Plaza de Armas, decenas de agentes turísticos se acercaron a mí para ofrecerme infinidad de tours. Aunque reconozco que es su trabajo y que muchos pueblos del Perú viven de ello, me molesta mucho verme atestado de personas que lo único que buscan es hacer plata conmigo, mucho más que ayudar a un viajero Y es algo que, en ocasiones, le quita mucho de su encanto original a un lugar. No obstante, pisar la ciudad de Cuzco era ya para mí, un privilegio Fue declarada por la constitución nacional como la capital histórica del país. Es además, la ciudad continuamente habitada más antigua de toda América, al haber sido la capital del milenario imperio Inca y, quizá, la ciudad más importante del Virreinato del Perú del imperio español durante su conquista en el continente. No por nada, la UNESCO la nombró oficialmente Patrimonio de la Humanidad en 1983. Las historias que esta urbe guarda consigo son de por sí magníficas. Son tan impresionantes como las historias que permanecen en la vieja Tenochtitlán (capital de los aztecas que vive ahora bajo la estruendosa Ciudad de México). Un encuentro entre dos mundos distintos, y una guerra de dominación que marca un hito en la cultura e identidad actual del Perú y de todas las tierras hispánicas. Convento de Santo Domingo Eucebio y yo nos dirigimos al barrio de San Blas, donde nos dijeron que es una zona común de hospedaje para backpackers que buscan economizar (ya que Cuzco es una ciudad por demás turística). Al subir aquella pequeña cuesta detrás de la catedral, anhelando hallar un refugio donde descansar, pude al fin sentir que la altura me mataba. Y no precisamente en mi cabeza, sino en lo agitado que palpitaba mi corazón con tan sólo dar un paso 3400 metros de altura no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Finalmente hallamos una habitación de dos camas por 20 soles cada uno (6.5 USD). Me di una ducha rápida y bajé a la recepción. Eucebio debía verse con sus amigos, así que seguí el día por mi cuenta. A pesar de haber pedido algunos consejos a una amiga mía que ya había visitado la ciudad, y de haber leído algunos foros, no estaba en nada seguro de cuál sería la mejor forma de llegar a Machu Picchu. Todos me ofrecían tours distintos (incluso en el hostal) que no bajaban de los 120 dólares por dos noches. Necesitaba hallar información con alguien que no pensara que mi cara tenía forma de billetera. Decidí salir a caminar para buscar información, mientras me adentraba en las mágicas calles coloniales del centro histórico, que según los arqueólogos, tiene forma de puma. Catedral de Cuzco Debo decir que los españoles supieron ubicarse en un punto bastante estratégico para comenzar su conquista en el cono sur del continente. Y parece que no repararon en gastos con las edificaciones que alzaron aquí, con mano de obra esclava, claro está. Es una pena que pocos son los vestigios reales del imperio inca que permanecen aún como atractivos. Es el caso de Coricancha, un santuario al dios del sol sobre el que se construyó el Convento de Santo Domingo, sitio con una de las mejores colecciones de pintura de la Escuela Cusqueña (corriente artística que se aprecia en muchas de las iglesias católicas del Perú). Coricancha con el Convento de Santo Domingo Las imponentes estructuras antiguas del imperio ibérico contrastan a sus pies con las cholitas peruanas que se pasean con sus coloridas vestimentas, sus altos sombreros y sus inseparables y gigantes bolsos en sus espaldas (cuyo contenido siempre ha sido un misterio para mí). Bien cargando una alpaca bebé o un niño bailando, intentan hacer un poco de dinero ofreciendo fotos de ellas mismas a los turistas que, como yo, las observan con curiosidad. Luego de una serie de preguntas en la oficina de turismo de Cuzco, donde me ofrecían una única posibilidad (pagar el tren de 100 dólares hasta Machu Picchu ), regresé un poco decepcionado al hostal, donde acompañé a Eucebio a cenar una hamburguesa Bembo (franquicia peruana que es consumida aún más que Mc Donald’s). Ya de vuelta en el hostal, encontré a una pareja argentina sentados en la recepción, que esperaban la hora de salida de su bus rumbo a Puno: Nico y Rocío. Terminaban apenas una larga jornada por la ciudad y habían ya regresado de Machu Picchu. Habían pagado uno de los tours de 120 dólares, y me contaron su experiencia. Pero Rocío (que estudió una licenciatura en Turismo) me recomendó ir con una agencia al otro día temprano y pagar solamente por el transporte de ida y vuelta, sin hospedaje, comidas ni entrada al recinto. Además, con mi credencial de estudiante podría ahorrarme la mitad del precio de admisión. El chico de la recepción del hostal escuchó nuestra conversación, y me ofreció el transporte por 90 soles (30 USD) de ida y vuelta. Era lo más barato que había encontrado hasta entonces. Además, llegar a Machu Picchu era más complicado de lo que había creído. No había transportes públicos ni sería muy fácil hacer autostop. Y para llegar caminando con el Camino Inca, debía pagar más de 200 USD, además de gastar 4 días en la caminata. Así que no lo dudé por más tiempo y me animé a reservar el lugar para el siguiente día por la mañana, por lo que me fui a dormir temprano para recobrar fuerzas. Agradecí el consejo a Rocío y pedí a ambos sus nombres en facebook para contactarlos si por casualidad me dirigía a Bolivia. Nunca creí que el destino me reuniría de nueva cuenta con ellos dos y pasaría experiencias maravillosas a su lado. Mi verdadera aventura estaba por fin, a punto de comenzar…
  3. Bueno, qué decir de este relato. 1.- La verdad que yo no tuve problema alguno con comprar la entrada a Machu Picchu una vez que llegué a Aguascalientes una noche antes de subir. Incluso, un gringo que iba conmigo compró para subir al Huayna Picchu y encontró cupo. Aunque yo fui en diciembre, no se en qué temporada fueron ustedes. 2.- El tren de Hidroeléctrica a Aguascalientes a nosotros nos cobraba 23 dólares, no 100 :O (aunque obvio yo no lo tomé) 3.- Nunca vi las combis que subían desde Aguascalientes a Machu Picchu; más bien vi solo buses que cobraban 10 dólares por subida y 10 por bajada, lo cual no es muy económico. Pero en fin, fuera de eso mi experiencia tuvo cosas similares, de lo que ya se enterarán en un relato
×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .