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  1. Hola viajeros de todo el mundo Tengo como meta conocer Argentina completa y me falta el Norte, en realidad conozco un poco de Tucumán y Santiago del Estero pero la idea sería conocer Jujuy y Salta... Recomiendan ir recorriendo cada pueblo o hacer base en Salta y conocer los demás lugares en excursiones? ¿Qué lugar no dejarían de visitar? Los leo
  2. Visitar un área protegida, es un paseo especial. La distinción de “Área protegida” implica que uno va a encontrarse con paisajes excepcionales. Ir a uno de estos puntos es tener garantizado que uno va a poder ver postales que vale la pena descubrir, lugares para fotografiar y, por supuesto que también es una cita con la naturaleza en un estado casi natural. Y digo casi, porque siempre hay algún sendero, algún mirador, alguna construcción que irrumpió el paisaje para facilitarles (y facilitarnos) a los turistas y los viajeros la posibilidad de recorrer el lugar. Estar en contacto con la naturaleza es una oportunidad para desconectarse y reencontrarse con los sentidos. Es ideal para desenchufarse del estrés diario, de los horarios, del buillicio y de todas esas cosas que quienes vivimos en ciudades sentimos a diario. Afortunadamente en Argentina hay varias áreas protegidas. En todas las provincias hay al menos uno de estos lugares. Desde el norte al sur y desde el oeste al este se encuentran unos cuantos lugares donde lo que reina es la naturaleza. Hay Parques que tienen la distinción de Parque Nacional, también están los Parques Provinciales, las Reservas y además también existen lugares que fueron declarados por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, como es el caso del Parque Nacional Los Glaciares. Yo siempre trato de que mis viajes tengan un “poquito de todo”, es decir, de combinar, paseos, con compras, con gastronomía típica, con aventura, con naturaleza… Por eso en cada uno de los viajes que hago me propongo conocer un lugar donde lo que reine sea la naturaleza. En uno de los últimos viajes que hice visité uno de los Parques más destacados del país, el Parque Nacional Los Glaciares. Es cierto que las bajas temperaturas no son santo de mi devoción, pero hay veces en que hay que superar estas cuestiones para conocer lugares realmente únicos. Fue así que me prepararé bien. Hice mi valija con tiempo y con sumo cuidado para que no me faltase ropa muy abrigada, unos cuantos sweaters, bufanda y gorro, calzado adecuado (Esto último es: ¡Fundamental! Es más les recomiendo, siempre tener algún buen calzado deportivo para ir de excursión, inclusive en aquellos viajes en los que quizás uno no tiene planeado hacer un paseo de este tipo, siempre algo surge…), anteojos de sol y bueno… la infaltable cámara con unas cuantas baterías, enchufes, cargador y lugar para descargar los miles de fotos que uno saca. Antes de seguir, me gustaría dejarles un pequeño dato: en los meses de marzo a mayo llueve mucho en este lugar; y en invierno, es decir, durante los meses de junio a septiembre suele hacer mucho pero mucho frío. Yo les recomiendo que si van a ir, planifiquen el paseo para la primavera. Bueno, hace frío y viento, pero es el mejor momento para ir, ya que es la estación del año en la que hace menos frío y además no está la posibilidad de que una lluvia te impida realizar la excursión. Volviendo al tema…Qué decir del lugar en sí… Es difícil describir en palabras, casi imposible. Es como dije anteriormente: ¡Único! Una gran parte de la Cordillera de Los andes cubierta de hielo y nieve, lagos y bosques resumen gran parte de lo que uno puede ver acá. En este Parque se encuentra el famoso y tan buscado Glaciar Perito Moreno, el cual, la mayoría de la gente erróneamente cree que está en el Parque Nacional Perito Moreno. Otro de los grandes “bloques mágicos” es el Glaciar Upsala. Hay varios bloques de hielo y glaciares. Por supuesto que tampoco falta la vegetación adaptada a este tipo de clima y las especies animales. Estas últimas son muy difíciles de ver, es que con el movimiento de la gente, suelen esconderse. Porque encima las excursiones llegan con varios turistas, pero es cuestión de estar un rato más y tener paciencia para ver algún simpático animalito que se anime a salir como los cisnes de cuello negro. Dentro del Parque Nacional Los Glaciares, está el Sendero Fitz Roy. Se trata de un punto que concentra a andinistas profesionales de todo el mundo que se animan a escalar los 3375 metros del Cerro El Chaltén. También es uno de los puntos más elegidos por los aficionados a la pesca y para curiosos turistas como yo que intentan descubrir y pasear lo más posible por todos lados a los que van. Debo confesar que con tales paisajes, me olvidé por completo de mis preocupaciones y obligaciones, de la hora y además del frío!
  3. En todos estos meses de viaje, recorrí distintos ambientes: me congelé hasta los huesos con la nieve del sur, caminé por senderos entre bosques de pinos y montañas, acampé sobre las frescas costas de lagos y ríos, me sacié de tanta estepa patagónica infinita y jugué con arena y disfruté del sol a lo largo de anchas playas…. Pero, en lo personal, nada me fascina tanto como la selva. La selva es vida en estado puro. Sonidos, aromas y colores… la selva lo tiene todo!! Misiones es la provincia selvática de Argentina, hogar de las increíbles Cataratas de Iguazú. Para llegar a ellas, debíamos atravesar toda la provincia y dirigirnos hacia el este, hacia la ciudad de Iguazú, que limita con Paraguay y Brasil. Al ingresar a Misiones, un gigantesco arco nos daba la bienvenida a la Tierra Colorada. Y es que debido a la gran concentración de hierro en la tierra, allí todo se ve rojo… y les puedo asegurar que destiñe. Solo bastó que me bajara de la moto a tomar unas fotos y mis botas estaban completamente rojas y así le siguieron mis pantalones y remeras. Pero en fin, una vez que ingresamos a territorio misionero, todo explotó de verde. La vegetación de repente lo invadió todo. Árboles y arbustos, formando un manojo casi impenetrable, se asomaban hacia la ruta en todo el camino hacia Posadas, la capital de Misiones. Y claro que el clima allí es acorde con tanta flora… humedad y mucha. De repente las gruesas camperas que llevábamos encima comenzaron a volverse un poco sofocantes. El calor era bastaaante pesado Sólo pasamos velozmente por Posadas para cargar tanque y almorzar algo al paso y seguimos viaje. Estábamos a solos pocos kilómetros de Iguazú y yo era una bola de ansias terribles por llegar. Pero, como siempre, tuvimos algunas demoras en el camino. A sólo 60 kilómetros de Posadas, se encuentran Las Ruinas de San Ignacio Mini, que sinceramente yo no tenía ni idea de que existieran, pero nos pareció interesante y aún era temprano, por lo que decidimos hacer una breve parada y ver de qué se trataba. San Ignacio es una localidad sumamente tranquila, de anchas calles de tierra. Llegamos después del mediodía, horario de la siesta, como es costumbre en la mayoría de las provincias de Argentina, así que no había absolutamente nadie en las calles. Las Ruinas de San Ignacio son restos bien conservados y cuidados de un asentamiento jesuítico, que data del Siglo XVII. No quisiera comenzar un debate político-religioso en esta comunidad que en realidad está dedicada a viajes, pero voy a hacer honestas con ustedes: El sólo pensar que un grupo de personas llegó a estas tierras a imponer sus creencias religiosas a los nativos, me choca un poquito. Y esto sucedía en este sitio hace cientos de años atrás, cuando los jesuitas levantaban aquel poblado con el objetivo de evangelizar a los nativos guaraníes. Más allá, entonces, de mi opinión personal, la arquitectura conservada del lugar era realmente impresionante. Grandes columnas adornadas se alzaban varios metros, destacando por encima del verde, por su llamativo color rojo. Las edificaciones de las que sólo quedan restos, estaban construidas con asperón rojo, una roca de la zona que le confiere ese típico color rojizo. Aun 500 años después, se podía notar con facilidad la dispersión de las construcciones. Una plaza central alrededor de la cual se alzaban una iglesia, un cementerio, las viviendas y hasta un cabildo. En lo alto de las columnas se podían apreciar bellas adornaciones talladas prolijamente en la piedra, un trabajo admirable. Mientras Martin recorría las ruinas con cámara en mano, yo aproveché a sentarme en el pasto, bajo el potente sol que me estaba adormeciendo. Era tal el calor, que no quería ni moverme. Seguimos viaje, luego de habernos empapado de un poco de historia sobre las Ruinas de San Ignacio y entonces sí, yo iba emocionadísima, aferrada al hombro de Martin, esperando entrar a Iguazú en cualquier momento. Y de repente, y como nos suele suceder, una fuerte lluvia se desató sobre nosotros. No debería haberme sorprendido tanto, semejante selva debe mantenerse de alguna forma. Una cortina constante de agua caía sobre la ruta mientras avanzábamos entrecerrando los ojos detrás del casco y sintiendo como toda nuestra ropa se mojaba en pocos segundos. Como la cosa no paraba y se ponía cada vez más intensa, debimos hacer una parada de emergencia. Con la ropa chorreando agua y las botas inundadas, nos detuvimos al costado de la ruta, bajo un techo de una parada de colectivos. Como pudimos e imitando a otro motociclista que también había hecho una parada de emergencia, estacionamos la moto debajo del techo para evitar que se siguieran mojando todo nuestro equipaje. Mi humor comenzaba a flaquear…. Tenía calor, estaba toda pegoteada y encima estaba empapada y todas mis cosas estaban mojadas. Pero bueno, aún seguía pensando que en pocos minutos llegaríamos a Iguazú y encontraríamos algún camping u hostal con una buena ducha para poder sacarme todo aquel húmedo viaje de encima. Durante varios minutos permanecimos en nuestro refugio, viendo la incesante lluvia caer y esperando. Hasta que finalmente, luego de unos 10 o 15 minutos, de a poco la lluvia se fue convirtiendo en una leve llovizna y decidimos seguir viaje. Otra vez sobre la ruta rodeada de la espesa selva, viajamos varios kilómetros más viendo la reciente lluvia caída evaporarse del caliente cemento, formando una densa neblina sobre la carretera. Y entonces…otra vez lluvia. Un nuevo chaparrón cayó sobre nosotros como baldazos de agua. Decidimos seguir a pesar de la lluvia porque sabíamos que estábamos cerca de llegar a la ciudad. Pero la tarde cayó rápidamente y cuando nos quisimos dar cuenta, la noche se nos había avecinado y la ruta estaba cada vez más oscura. Enormes luces nos encandilaban cuando los grandes camiones pasaban al lado nuestro, seguidos de una inevitable ola de agua. Entonces, cuando divisamos una estación de servicio al costado del camino, decidimos parar allí. Mojados de pies a cabezas, entramos al coffe shop y nos comimos un chocolate mientras veíamos la lluvia caer y caer sobre la carretera. Martin tiró la idea de pasar la noche allí, simplemente armando la carpa en un despejado terreno que había detrás de la gasolinera. Nos dieron el permiso sin problema, pero yo no estaba para nada conforme con la idea. Sabía que estábamos a solo pocos kilómetros de la ciudad y realmente necesitaba una ducha. Pero afuera la noche ya había caído por completo y la lluvia no paraba y no daba señales de parar a la brevedad… así que simplemente tuve que resignarme. Y allí, en ese húmedo lugar, bajo la incesante lluvia, toda embarrada, mojada, y sucia… tuve el primero de varios colapsos que tendría desde aquel momento a lo largo del viaje. Sólo imagínense: ya hacía cuatro meses que había dejado atrás mi casa y junto con ello, todas las comodidades a las que uno, en una vida cotidiana, está tan acostumbrado que ni las presiente. Pero en ese momento, donde lo único que quería era una simple ducha, mis nervios colapsaron… habíamos viajado mucho (y sobre todo bajo lluvias o por las noches, el viaje suele tornarse un poco más estresante) ya estaba cansada y de mal humor, y todo se me mezcló. Recuerdo haberme encerrado unos minutos en el baño de la estación de servicio y no salí hasta que recupere la cordura. Así que bueno, con resignación armamos la carpa, a pesar de que todas nuestras cosas (incluidas las bolsas de dormir) estaban húmedas o mojadas, y allí pasamos la noche. Al día siguiente nos queríamos mataaarrr…. La lluvia no había parado… ni un poquito. Sabíamos que estábamos cerca de la ciudad, pero con aquella tormenta no queríamos salir a la ruta. Aún así desarmamos la carpa y simplemente esperamos… y esperamos… y esperamos. Pasó el mediodía y la lluvia NO paraba! Me entretuve durante aquellas largas horas rescatando hermosas mariposas que caían por la lluvia y llevándolas a un lugar bajo techo. Como les dije antes, la selva está llena de colores, y ello es gracias en gran parte a estos hermosos animales. Desde que habíamos ingresado no parábamos de ver llamativas mariposas revoloteando por donde uno mirase y de los colores más hermosos de la naturaleza: rojos, azules, verdes, colores tornasolados que se encendían con la luz del sol, todo un espectáculo. Súper hartos de tanta espera, nos animamos a salir a la carretera cuando vimos que la lluvia aminoraba un poco. Mojadísimos, entonces, llegábamos POR FIN a la ciudad de Iguazú. La ruta ingresaba a la localidad, donde de a poco comenzábamos a ver enormes carteles publicitarios, y varios hoteles. Sin saber dónde hospedarnos con tanta lluvia, paramos en una oficina de información turística y “casualmente” un hombre se nos acercó ofreciéndonos hospedaje. Sin más opciones y sólo pensando que queríamos un resguardo para nosotros y nuestras cosas, aceptamos la oferta de este hombre y lo seguimos. Después de tanto viaje y tanta lluvia, aquella impecable habitación con baño privado, tele, aire acondicionado y una confortable cama, era todo lo que necesitábamos. A pesar de estas comodidades, nada nos prepararía para estar TRES días consecutivos encerrados en aquella habitación porque simplemente la lluvia no paraba. Jamás en mi vida había estado tantos días bajo agua, pero supuse que en aquel lugar tan húmedo, aquello era algo normal. Al segundo día, y casi caminando por las paredes del hospedaje porque ya no sabíamos más qué hacer ahí encerrados, más que jugar a encontrar gekos en los rincones del hospedaje, aprovechamos unos milagrosos minutos en los que el cielo se abrió y la lluvia cesó y pudimos finalmente recorrer a ciudad. Asentada sobre la selva, Iguazú es una gran ciudad de anchas calles y un centro muy concurrido. Enfocado a los turistas, los locales ofrecen productos típicos del lugar como la yerba mate o souvenirs de animales autóctonos como monos y coatíes. Claramente quería comprarme todo, pero siempre debo contenerme en lugares así. Durante la tarde visitamos el “Hito tres fronteras”. Tomamos una larga costanera que bordea el Rio Paraná y llegamos a una cima, desde la cual se puede ver las costas vecinas de Paraguay y Brasil. Luego de tres días de lluvia, el clima mejoró parcialmente. Recuerdo que nos despertamos asombrados de sentir el canto de los pájaros y de ver débiles rayos de sol entrando por la ventana. No apresuramos con temor a que aquel bello día durara poco, y fuimos a visitar un lugar recomendado: La Aripuca. Sobre la entrada a la ciudad se puede acceder a este curioso lugar que en realidad nace como un emprendimiento de una familia, con el fin de concientizar sobre la conservación de la flora y fauna autóctona. El nombre proviene de una trampa utilizada por los nativos guaraníes para cazar, que consistía en un hábil y simple sistema de pequeñas ramas que se activaban cuando un animal pasaba por el lugar correcto, quedando atrapado dentro de una especie de “canasto” hecho con troncos entrelazados. Lo llamativo de este sistema, es que no produce ningún daño al animal, dándole la oportunidad al nativo cazador de soltar la presa si lo cree conveniente, sin herir innecesariamente a un ser vivo. De hecho al ingresar a este lugar que consta de varias hectáreas de verde, lo primero que se puede ver es una inmensa estructura, gigante que representa esta antigua trampa. Esta imponente construcción de casi 20 metros de alto, sorprendentemente fue hecha con árboles nativos de la selva de Misiones, rescatados de comercio o talas ilegales. Fue una visita corta, pero totalmente recomendable. Sobre la entrada, y a modo simbólico, se encuentra una planta de yerba mate. Antiguamente, la yerba mate era utilizada por los pueblos originarios para elaborar infusiones, y actualmente de ella se obtiene la materia prima para la típica (y genial en varios aspectos) infusión argentina: EL MATE. Ya dentro del parque, hay grandes salas con muchísima información fotográfica de la fauna y flora nativa del lugar y su estado de conservación. Y, sin lugar a dudas, poder recorrer aquel lugar acompañado de la armonía del arpa, es una experiencia hermosa. Como no podía faltar, en el lugar hay una gran casa de souvenirs, en cuyos jardines colgaron bebederos para picaflores y el lugar está repleto de estas pequeñas aves. Lo mejor de todo? un pequeño puesto de helados artesanales de yerba mate y rosas... sublime! Como el clima había mejorado considerablemente, decidimos abaratar costos y mudarnos a un camping. Así, llegamos así al excéntrico camping “La Modista”. Recién allí nos enteraríamos que aquellas intensas lluvias que habíamos sufrido durante tres días, habían sido unas de las peores precipitaciones jamás registradas y que habían provocado la crecida de los ríos, generando inundaciones y destrozos en varios puntos de la provincia… y ahí llegaría una muy mala noticia: como consecuencia de estas lluvias, las Cataratas del Iguazú, estaban cerradas al público. (Continuará... ) Más fotos de Misiones AQUI!
  4. Hacía bastante que no planificaba un viaje al Sur de mi país, aunque ya viajé varias veces, no he terminado de recorrerlo... Tiene muchos lugares turísticos, otros no tanto y muchas cosas para ver y para hacer, en un sólo viaje es prácticamente imposible conocerlo completo. Esta vez no quería un viaje de muchas idas y vueltas, con varias paradas, varios hospedajes, varias veces de armar y desarmar valijas, sino que quería viajar más tranquila, con la famosa modalidad de slow travel. Considero que para conocer un destino hay que estar varias noches, sino es una simple “pasada por el lugar”. El Chaltén tiene el apodo de Capital Nacional del Trekking, esto es así porque tiene varios caminos para hacer con vistas a imponentes paisajes. Sabía que iban a ser seis largos días donde más que descansar, iba a sentirme parte del paisaje. Armé el equipaje con los bastones de trekking, calzados apropiados y ropa cómoda... El primer día, como en todo viaje sirve para ubicarse y acomodar el equipaje. Es un pueblo muy pequeño con muy pocas cuadras, pero con una gran cantidad de negocios, todo en función del turismo. El Chaltén es un lugar único y muy especial. Está dentro de un parque, el Parque Nacional los Glaciares, es un pueblo que vive exclusivamente del turismo y que se fundó hace muy poquito, en el año 1985. Como está en un Parque Nacional, no tiene aeropuerto, para llegar lo más cómodo es tomar un avión hasta El Calafate y desde allí un transfer. En mi caso, el viaje había sido bastante largo, desde mi ciudad, Mar del Plata a la Capital Federal, desde allí a El Calafate y finalmente a El Chaltén, unas cuantas horas de viaje y otras tantas en espera... El segundo día que llegamos, El Chaltén amanecía con un día único, soleado, sin viento (cosa bastante rara para tratarse de la Patagonia) y con una muy buena temperatura. Después de desayunar en el hotel salimos a caminar con rumbo al Cerro Torre. Hay varios circuitos de trekking, este está considerado como de dificultad intermedia. Es un trayecto de 22 kilómetros, está calculado para hacerse entre 5 y 6 horas. Así que salimos temprano, equipados con todo lo necesario para pasar el día, agua, frutas, un almuerzo liviano. Un consejo importante que nos habían dado los lugareños es que, el agua que se encuentra en el camino en los arroyos y cascadas es natural y que no es necesario entonces trasladar varias botellas de agua, basta con llevar una y recargar. Creo que nunca había tomado una agua tan rica y fresca Otra de las caminatas que se pueden hacer en este pueblo de montañas, es ir al Fitz Roy, es la meca de los escaladores y el camino más buscado por los amantes de las caminatas o del senderismo. Hubiera estado muy bien tener un día de descanso entre caminata y caminata, pero estaba anunciado mal tiempo para los días siguientes. Dicen los lugareños que un día de sol, despejado y sin viento, no se puede desaprovechar... A pesar del cansancio, luego del desayuno volvimos a salir. Para llegar al inicio del camino es conveniente tomar un minibus. Una vez llegado al punto de inicio nos esperaban unas nueve horas de caminata. Son unos 25 kilómetros. Lo bueno es que era verano y en verano en el sur, oscurecer después de las 22:30. De todas maneras salimos temprano para que no nos agarrase la noche en el camino. Durante la primera hora, la pendiente del camino es algo pronunciada, tuve que ir haciendo pausas para evitar la sensación molesta de falta de aire. Los ñires forman parte del paisaje junto con arroyos. Lo más lindo, el silencio y el aire puro. El punto más difícil del camino, es una pendiente empinada, la cual debe tener aproximadamente unos 400 metros. Demanda, según los carteles una hora de esfuerzo, ante mi falta de experiencia en este tipo de "travesías" me tomo una hora y media. De todas maneras cada segundo de esfuerzo valió la pena para disfrutar de La Laguna de los Tres con unos imponentes cerros de fondo. Después de tanto andar, era hora de sentarse a descansar, contemplar y hacer un picnic disfrutando tal hermosa postal. Una vez finalizado el almuerzo tuvimos que emprender el regreso, en total fueron aproximadamente nueve horas de caminata, a pesar del cansancio se disfruta igual, a lo largo del camino aparecen distintas postales que son realmente únicas. Los días siguientes fueron más tranquilos en cuanto a caminatas y exigencias físicas. Hicimos el paseo más sencillo, visitar el Chorrillo del Salto y lógicamente probar su exquisita agua pura de deshielo. A los días siguientes el tiempo empeoró , pero no fue un impedimento para seguir paseando.... Hicimos una excursión al Lago del Desierto, otro paraíso natural con senderos para caminar, afortunadamente mucho más sencillos. También visitamos los miradores desde donde se puede ver el pequeño pueblo rodeado de montañas que marcan sus límites naturales. Hubiera faltado más tiempo para recomponerse y hacer la tercera caminata larga que propone este destino, visitar el Pliegue Tumbado, pero de todas formas es lindo que siempre quede algo pendiente para planificar una vuelta ... El Chaltén es un pueblo único, al que seguramente en otra oportunidad volveremos!
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