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  1. Tras casi siete meses trabajando en Lyon, mis fines de semana me habían permitido conocer Francia de norte a sur, mostrándome sus diferentes caras. Desde su lujosa ciudad capital y sus pueblos alemanes hasta las villas de la costa sur mediterránea. A tan solo dos semanas de finalizar mi contrato y antes de emprender otro gran viaje por Europa, Liane, Yan y yo sabíamos que debíamos hacer un viaje juntos antes de separarnos y dejar Lyon en los recuerdos. Liane, de Escocia, y Yan, de Madrid, eran prácticamente los mejores amigos que había hecho durante mis meses en el este de Francia. Liane trabajaba, al igual que yo, como asistente de idioma en un colegio público, mientras Yann hacía su maestría en la Universidad de Lyon. Así que antes de partir y enfrentarnos a la dura despedida, decidimos aventurarnos hacia el sur del país, siguiendo el Ródano hasta casi alcanzar su desembocadura, en la antigua ciudad de Aviñón. Yann tomó un tren un viernes por la mañana, y tras tomar mis útiles consejos, consiguió hospedaje usando por primera vez su perfil de Couchsurfing, justo en el centro de la ciudad. Yo por mi parte, tomé un Blablacar ese mismo día por la tarde, y arribé a Aviñón antes de que la noche cayera sobre ella. El mes de abril había traído consigo el calor que tanto ansiábamos después de un frío invierno. A mi llegada, Aviñón lucía como una muy cálida y verde ciudad. El conductor me dejó en el bulevar Saint-Lazare, justo al lado del río Ródano y del otro lado de la muralla. Aviñón es un ejemplo perfecto de una ciudad medieval. Y como toda urbe del medievo, sus murallas fueron construidas para defender al burgo. Hoy, la muralla sigue en un perfecto estado de conservación y da la bienvenida a cualquiera que se adentre en el ahora llamado centro histórico. Fue en una de las calles del casco viejo donde Yan me esperaba junto con nuestra Couchsurfer, una estudiante universitaria francesa que rentaba una casa de tres pisos, y que amablemente nos ofreció uno de sus cuartos para poder dormir. La noche pasó entre cervezas y una cena con nuestra anfitriona y sus amigos, hasta que a Yan y a mí nos venció en cansancio. Los bares y la gente con la que habíamos compartido la velada mostraron el nuevo lado de Aviñón, una villa bohemia con algunos hippies que se han sentido atraídos por su calma y verdes alrededores. Algunos murales y tiendas de productos orgánicos decoran ahora el casco antiguo y le da el toque millenial que hace que, aún siendo una ciudad vieja, atrae a muchos jóvenes a sus calles y su universidad. Pero nuestra caminata del sábado por la mañana nos dejó ver aquella Aviñón medieval de la que todos nos habían hablado. Sus casas de piedra, ventanales de estilo italiano y sus viejos campanarios son precisamente los elementos más característicos. Una ciudad que a primera vista se ganaba el apodo de “ciudad blanca”. Yan y yo nos detuvimos en un café, esperando a que el sol calentara un poco más el día y para tomar un merecido desayuno que calmara nuestro apetito. Las plazas públicas y comercios empezaban a llenarse de gente poco a poco. Aviñón es un destino famoso en toda Francia, y sin duda no éramos los únicos que habíamos decidido pasar nuestro fin de semana allí. Pronto nos encontramos con Liane y su amigo Dan, quienes habían viajado esa mañana desde Lyon. Dan estaba de visita desde Escocia, y aunque no se quedaría aquella noche en Aviñón, no quería perderse de una fugaz mirada a la ciudad provenzal. Las calles del centro nos llevaron hasta la plaza del Palacio, la explanada principal que marca el corazón de la urbe. A orillas de la plaza, los más conocidos restaurantes y comercios atraen a cientos de turistas cada día. Y edificios como el Hôtel des Monnais (o el Palacio de la Moneda) marcan también una diferencia entre la arquitectura medieval y la más cercana al Renacimiento. La plaza lleva su nombre gracias a la mayor joya de Aviñón, y lo que prácticamente la puso en el mapa desde hace más de siete siglos. El Palacio papal. Es bien sabido que desde el nacimiento del cristianismo en tiempos del Imperio Romano, la ciudad de Roma fue la sede de lo que después evolucionó al catolicismo. Pero como también es sabido, Roma y los Estados Pontificios se han enfrentado a grandes controversias dentro de su propio gobierno. En 1305, Clemente V fue elegido el nuevo papa, y tras su elección Roma cayó en un caos total. Huyendo de los problemas en la ciudad, en 1309 Clemente V decidió trasladar la curia papal a Aviñón, que en ese entonces era parte del Reino de Sicilia. En un principio, Clemente V vivió como invitado en un monasterio dominicano, hasta que su sucesor, Benedicto XII, comenzó la remodelación del antiguo palacio obispal en 1334, para convertirlo en un lugar digno para ser la residencia de un papa. El palacio papal de Aviñón es la construcción gótica más grande de la Edad Media. Ocupa más de 15 mil metros cuadrados, y sus muros tienen un grosor de hasta 5 metros. La ubicación geográfica fue elegida estratégicamente en un afloramiento de roca al lado del río Ródano. Así, es posible verlo desde casi cualquier punto de la ciudad, y representaba para los papas un símbolo del poder de la iglesia católica. Hoy, el palacio papal está abierto al público como un enorme museo, que contiene incluso un centro de convenciones. Nuestra visita comenzó por el claustro, tras cuyo patio central se yerguen cuatro pasillos con las típicas columnas góticas en punta de pico. En lo alto, la torre del homenaje aparece como figura característica de una fortaleza medieval. Todo el claustro está flanqueado por altas torres de defensa que aseguraban la seguridad del papa y de toda la curia católica. En sus interiores, se conservan algunos importantes frescos creados por los mejores pintores europeos de la época, todos dirigidos por Matteo Giovanetti. El palacio fue construido en dos fases. Así, a la primera construcción comandada por Benedicto XII se le conoce como el Palais Vieux (Palacio Antiguo) y a la segunda dirigida por Clemente VI se le llama el Palais Neuf (Palacio Nuevo). Como era costumbre, la construcción del palacio papal consumió una enorme cantidad de dinero. Por supuesto, el financiamiento provino de todos los reinos cristianos de la época. Mapa con la procedencia de los recursos financieros para construir el palacio papal. Muchos de los pasillos y cuartos del palacio papal parecen sacados de un típico castillo medieval. La torre de humo para la cocina, las escaleras de piedra en caracol y hasta su propio calabozo formaron parte del recinto desde la construcción del Palacio Antiguo. Siete fueron los papas que residieron en Aviñón desde 1309 hasta 1377, año en el que sucedió el Gran Cisma de Occidente. Tras años de controversias iniciadas por una difícil relación entre el Reino de Francia y el Papado, el papa Gregorio XI volvió a Roma y llevó de vuelta la Santa Sede a Roma. La elección de un nuevo papa en 1378 estuvo llena de conflictos internos, que acabó prácticamente con dos papas, Urbano VI en Roma y Clemente VII en Aviñón, este último denominado antipapa. Esto no solo dividió a la iglesia católica, sino a toda Europa occidental, cuyos reinos cristianos se dividieron, unos apoyando al Papado de Aviñón y otros al de Roma, sucediéndose cambios de bando en diferentes ocasiones. Tras casi medio siglo del cisma, el papa Benedicto XIII fue el último antipapa, después del cual Aviñón no volvió a albergar ninguna otra autoridad pontificia. Desde que la Santa Sede volvió a Roma, el palacio fue abandonado poco a poco. Y a pesar de su remodelación en 1516, el deterioro fue casi imposible de evitar. Aunado a ello, con la explosión de revolución francesa en 1789, el palacio fue tomado y saqueado por las fuerzas liberales, al mismo tiempo que Aviñón pasó a ser formalmente parte de Francia. Por fortuna, se entendió la importancia que el palacio de Aviñón tenía para la historia de occidente, y hoy sus edificios y torres se lucen como si el tiempo no hubiera pasado de largo. Desde los andadores de vigilancia en lo alto del claustro, pudimos apreciar la verdadera magnitud del palacio y sus defensas, todas construidas con la misma piedra blanca con la que fue levantada Aviñón entera. Las torres de vigilancia nos dieron las mejores vistas de la ciudad y su centro histórico, destacando por supuesto la plaza del palacio y su tan emblemático Palacio de la Moneda. El palacio papal no es la única construcción cristiana en Aviñón. Los campanarios que sobresalen entre los tejados del casco antiguo dejan entrever capillas que se yerguen entre sus laberínticas calles. Pero el campanario más famoso es el de la catedral de Aviñón, ubicada justo al norte del palacio papal. La catedral de Notre-Dame-des-Doms fue construida en el siglo XII, siendo el románico su estilo arquitectónico predominante. Aunque su tamaño no se compara con lo monumental del palacio papal, el campanario se ha hecho también un símbolo de la ciudad, coronado por una estatua de plomo dorado que representa a la Virgen María. Luego de una larga caminata por el complejo papal, decidimos bajar a la plaza central para almorzar algo en uno de los restaurantes que tienen las mejores vistas del centro. Con el estómago lleno, nos dirigimos al lado norte del río Ródano para visitar otra de las famosas atracciones de la ciudad, el puente de Aviñón. A primera vista, no parece un puente tan ostentoso ni de mucha importancia. De hecho, el puente ni siquiera llega al otro lado del río. La verdad es que solo quedan cuatro de los 22 arcos que alguna vez cruzaron el Ródano, uniendo a Aviñón con Villeneuve-lès-Avignon. El puente fue construido entre 1171 y 1185, y por muchos años fue la única manera de cruzar el río desde Lyon hasta la costa del Mediterráneo. El puente no solo unía dos ciudades, sino dos estados diferentes, ya que la orilla derecha pertenecía a los Estados Pontificios, mientras la izquierda era ya parte del Reino de Francia. Así, el puente era fuertemente custodiado en ambas orillas, y es la puerta de vigilancia del lado papal la que hoy queda como remanente, y que da la bienvenida a los turistas. A la entrada, fuimos recibidos con una de las canciones infantiles más célebres de Francia, Sur le pont d’Avignon. Se cree que la canción originalmente decía “sous le pont” (bajo el puente) y no “sur le pont” (sobre el puente), pues se piensa que la gente solía hacer bailes folclóricos bajo el puente en la isla de la Barthelasse, que corta al río Ródano en dos al norte de la ciudad, y que hoy sigue siendo un lugar de recreo. Desde el puente tuvimos las mejores vistas del campanario de la catedral y el palacio papal, que se asoman tras el follaje y las murallas de la ciudad. Volvimos a las calles del centro para despedir a Dan, quien debía volver a Lyon esa misma tarde. Liane, Yan y yo teníamos de hecho un plan bastante diferente para aquella tarde noche. Regresamos a la casa de nuestra couchsurfer solo para recoger nuestras mochilas. Le dejamos una nota dándole las gracias y nos dirigimos al supermercado para comprar los ingredientes de un buen picnic al estilo francés. Vino, una baguette, charcutería, queso, olivas y unas cervezas para saciar la sed serían nuestro mejor aperitivo para la tarde. Con todo preparado y un mapa en mano, caminamos por las viejas calles del centro dirigiéndonos de vuelta a la orilla norte del Ródano. Cruzamos el puente Edouard Deladier, el moderno pasaje peatonal y vehicular que une la ciudad con Villeneuve-lès-Avignon, desde el que tuvimos una hermosa vista del río y el antiguo puente. El camino nos llevó a la isla de la Barthelasse, la cual nos había sido muy bien recomendada como lugar de recreo. Nuestra intención no fue solamente hacer un picnic en la verde naturaleza que rodea Aviñón, sino dormir en ella en una casa de campaña. Pasar la noche alejados del bullicio de la ciudad, y solo con el sonar de los grillos y el viento soplando entre los árboles fue justo lo que necesitábamos para nuestra última noche juntos. A la siguiente mañana desayunamos en el área común, un buffet que estaba incluido en el precio del camping. Caminamos después hacia el otro lado del río, hasta alcanzar la torre Philippe-le-Bel, una antigua torre medieval que protegía a Villeneuve-lès-Avignon. Desde ella se asomaba la vecina ciudad de Aviñón, sobresaliente entre los bosques que rodean el área. Una larga caminata de vuelta al centro nos esperaba con nuestras mochilas al hombro, así que decidimos tomar un bus hasta las puertas de la muralla. El último sitio por visitar fue el parque del palacio papal, ubicado en la colina de Rocher des Doms. Desde allí pudimos apreciar la totalidad de la catedral en su lado norte, que domina el casco antiguo con la Virgen bendiciendo al pueblo entero. Pero las mejores vistas las tuvimos al otro lado, con el Ródano, el puente de Aviñón y la isla de la Barthelasse mostrando la cara más verde de la villa papal. Acompañamos a Yan a tomar su tren, mientras Liane y yo esperamos un Blablacar que nos llevaría de vuelta a Lyon. Mi última semana en la tercera ciudad más grande de Francia fue sin duda una dura despedida, que me hizo dejar atrás no solo una hermosa ciudad y su exquisita gastronomía, sino también excelentes amigos e historias que formarían buena parte de mis memorias de viaje. La mitad de la primavera marcó el final de mi contrato en el colegio Jean Perrin, y con ello me preparé para un mes y medio de viajes inolvidables. El norte de Europa me esperaba, con la esperanza de encontrarme con un soleado clima y más aventuras que escribir en mi diario.
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