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Showing content with the highest reputation on 02/04/20 en toda la comunidad

  1. 2 puntos
    Hacía bastante tiempo que venía investigando y leyendo sobre los destinos del Norte de Argentina, era un viaje que venía posponiendo desde hace bastante tiempo hasta que en enero decidí hacerlo realidad. Al principio, me parecía un poco rara la idea de ir al Norte en enero ya que es una zona bastante cálida, contrario a mis expectativas el calor no fue excesivo, es más hubo días bastante frescos. Comenzamos el viaje por la capital de Salta, ciudad que lleva el mismo nombre y es apodada "La Linda". Como de costumbre, casi siempre que llegó a un lugar me recibe la lluvia. No fue molestia ya que conseguimos rápidamente un taxi que nos trasladó hacia el centro. Luego de dejar las cosas, comenzamos a recorrer el centro y visitamos las postales más tradicionales... El Cabildo, los museos, la Plaza 9 de Julio y el Convento de San Francisco. Hicimos nuestra primer parada para probar la gastronomía del lugar comiendo empanadas salteñas. Mis preferidas fueron las de queso. En casi todos los lugares las cocinan en horno de barro, lo que les da un sabor muy diferente y especial. Al día siguiente hicimos una excursión para conocer Cafayate. No soy amante de las excursiones, porque duran bastante tiempo y sumado a ello implican levantarse muy temprano. Pero, no hay otra manera de conocer esta hermosa zona. Lo interesante no está en el pueblo, sino camino al pueblo donde se pueden ver unas formaciones rojizas muy llamativas, la Quebrada de las Conchas o también conocida como Quebrada de Cafayate. Durante el recorrido también paramos en una bodega tradicional de la zona y finalmente recorrimos el pequeño pueblito. Luego de pasar dos noches en la ciudad de Salta nuestro viaje seguía con destino a Tilcara. Para conocer los principales atractivos turísticos del Norte, una opción es alojarse en Salta y desde allí hacer todas las excursiones... Pero, como comentaba anteriormente me resulta muy estresante hacer tantas excursiones, por ello elegimos Tilcara, una localidad a mitad de camino entre Purmamarca, las Salinas y Humahuaca. Del pueblo no hay mucho para contar, a decir verdad, me decepcionó bastante, me lo imaginaba más pintoresco, mejor conservado, pero resultó todo lo contrario. De todas maneras, esto se olvida al disfrutar de los paisajes. Para quienes visiten Tilcara, recomiendo que se tomen unas horas para recorrer el Pucará, es un sitio arqueológico enmarcado en un hermoso paisaje de cactus y montañas. También se encuentra en el lugar, un Jardín Botánico con todas las especies representativas de la zona. La "meca" de mi viaje, era visitar el Salar llamado Salinas Grandes. Nunca había estado en un sitio así, un desierto blanco! Para llegar al Salar el punto de partida es la localidad de Purmamarca la cual se encuentra muy cerquita, un poco menos de una hora en colectivo. En Purmamarca hay varias postales imperdibles como el Cerro de los Siete Colores y el Paseo de los Colorados. Un tip muy importante! Si visitan con tiempo Purmamarca no dejen de subir al mirador "El Porito" desde allí se puede disfrutar de la mejor vista del Cerro de los Siete Colores. Llegar a las Salinas ya es todo un paseo en sí mismo, atravesamos la Cuesta de Lipán, un zigzagueante camino de montaña. Mientras hacíamos el paseo íbamos comiendo caramelos de coca para evitar "el mal de altura" o también conocido como "apunamiento". Creí que el camino sería más difícil pero fue todo lo contrario ya que está todo asfaltado y con unas vistas únicas!! En las Salinas estuvimos una hora, al bajar nos recibió la magia de dos arcoiris en el cielo!! Si o sí hay que ir con antejos... Intenté sacarmelos para poder disfrutar de la magia del paisaje blanco pero fue imposible. Nunca había estado en un lugar tan único. La fotografía es una de mis pasiones por lo que aproveché a tomar fotos y a conectarme con la magia del lugar. Desde Tilcara, como comentaba anteriormente, se puede visitar Humahuaca otra de las localidades de la Quebrada. Recorrimos el centro histórico y también visitamos su monumento. Otro paseo que se puede hacer desde aquí es visitar el Cerro Hornocal, es un cerro similar al de los Siete Colores, muy llamativo por su paleta de colores, también es conocido como Paleta de Pintor. Luego de pasar tres noches en Tilcara regresamos hacia Salta ya que nuestro próximo vuelo partía desde allí. Estuvimos dos noches más en las que aprovechamos a recorrer nuevamente el centro histórico y también visitamos el Cerro San Bernardo. Para subir al cerro y disfrutar de la vista de la ciudad hay dos opciones... Subir y bajar en teleférico o subir sus 1001 escalones. Elegí la opción de los escalones, por suerte son escalones cómodos y mientras se va subiendo se puede disfrutar de la vegetación y de las aves. El esfuerzo vale la pena para disfrutar de una hermosa vista del valle, de la ciudad rodeada de montañas llenas de vegetación. Nuestro viaje siguió rumbo a Iguazú... Como en todo viaje, siempre queda algo pendiente, en esta oportunidad nos quedó pendiente conocer Cachi. La idea era ir en excursión pero el verano es época de lluvia y había riesgos de no poder volver durante el día y perder el vuelo. Recomiendo que si visitan el Norte dejen varios días en el medio entre excursión y excursión o entre paseo y paseo ya que las rutas pueden cortarse por lluvias, especialmente durante los meses de verano. Mis impresiones sobre el Norte argentino Es una región con unas postales únicas, muy distintas a las que estaba acostumbrada a ver. Se puede visitar tranquilamente en verano, el calor no es excesivo, la única contra es que es una época de lluvias, sin embargo tuvimos mucha suerte porque no llovió mucho. De todas formas las lluvias suelen ser pasajeras. Los pueblos son muy antiguos, no tienen una buena gastronomía y oferta de actividades, pero aún así conviene parar en distintos sitios ya que hacer todos los paseos desde la ciudad de Salta implica muchas horas de viaje. A la hora de averiguar por excursiones, conviene preguntar en más de una agencia de viajes. Los precios suelen variar bastante. Lo mismo sucede con las casas que venden artesanías. No recomiendo alquilar vehículo. Manejar en el Norte en algunos tramos tiene dificultades. Es importante llevar efectivo, en casi ningún lado se acepta débito ni crédito. Las agencias y comercios que los aceptan suelen cobrar bastante recargo e interés. Para quienes no están acostumbrados a vivir en zonas altas, es conveniente comprar caramelos de coca o sino hojas para masticar y evitar el mal de altura. Otra cosa que nos resultó bastante efectiva es ir subiendo de a poco, es decir, evitar ir por ejemplo al segundo día de viaje a Humahuaca o los puntos más altos sobre el nivel del mar. Conviene aclimatarse con tiempo. La ciudad de Salta es un buen punto de partida.
  2. 2 puntos
    Con una ruta dibujada al norte desde que arribé a Londres una semana antes, era inevitable resistirse a cruzar el antiguo trazo del muro de Adriano, que durante años marcó el límite boreal del Imperio romano dentro de Britannia, una de sus provincias más preciadas. Descansado un par de días en Durham, eran solo 100 kilómetros los que me restaban para salir de Inglaterra, pues al norte, una invisible frontera marcaba el inicio de Escocia. Después de pasar siete meses en Francia y de la amistad que forjé con Liane, una chica escocesa, era imposible que mi rumbo no pretendiese culminar en las tierras septentrionales del Reino Unido. Y fue allí a donde tomé mi autobús. El Reino Unido es un país bastante complicado de entender. Planear mi viaje no fue, por tanto, lo más fácil con lo que pude enfrentarme. ¿Por qué ninguno de los escoceses que había conocido hasta entonces se definía así mismo como british? De hecho, ¿cuál es la palabra verdadera para definir la nacionalidad de las personas del Reino Unido? Es más, ¿es el Reino Unido un país? Bastante complejo había de ser comprenderlo. Y aunque toda la vida había escuchado hablar de Escocia, ¿era Escocia un país, o solo una provincia del Reino Unido? No podía dirigirme a las tierras altas de la Gran Bretaña sin antes comprender un poco más sobre la historia y el funcionamiento de este país insular. El Reino Unido es, después de todo, un país soberano. Pero el reino se compone, de hecho, por cuatro países o naciones integrantes, que gozan de cierta soberanía dentro del mismo: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Así, el nombre oficial del estado es Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Gran Bretaña, como muchos saben, es el nombre de la isla principal del reino, donde se encuentran Inglaterra, Gales y Escocia. Irlanda del Norte es la cuarta nación, ubicada al norte de la República de Irlanda, y ambos países comparten la isla de Irlanda. Por tanto, es un error común confundir los gentilicios. Un irlandés es cualquiera que haya nacido en la isla de Irlanda, aunque se usa más bien para los nacidos en la República de Irlanda. Alguien nacido en Irlanda del Norte es un norirlandés. Sin embargo, los norirlandeses pueden también ser británicos, ya que es el gentilicio oficial para todos los nacidos en el Reino Unido. Pero cuidado, porque un inglés es exclusivamente la persona nacida en Inglaterra, excluyendo a Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Así, los norirlandeses, ingleses, galeses y escoceses son todos a su vez británicos, pues forman parte del Reino Unido. Pero es extraño encontrar un galés, norirlandés o escocés que se defina a sí mismo como británico. Y esa es la primera viva muestra del sentido independentista que recorre el país. El Reino Unido no es muy unido. De eso me di cuenta rápidamente. Y si las cuatro naciones se encuentran unidas se debe a la fuerza que ha ejercido Inglaterra sobre sus reinos vecinos a lo largo de la historia, pues hasta el momento, es el integrante más poderoso. Debía entonces estar consciente que aquella tarde me estaba adentrando en algo distinto. Seguía en el suelo del Reino Unido; seguía en el suelo de Gran Bretaña; pero estaba entrando en Escocia, una nación completamente diferente. Al bajar del autobús en la estación central caminé a través del centro histórico de Glasgow, la ciudad más grande de toda Escocia, donde pasaría un par de días hospedado por Gaz, un chico local que aceptó mi solicitud en Couchsurfing. La primera impresión que tuve de él quizá no fue la mejor. Los estereotipos sociales que innegablemente recorrían todavía mi cabeza forjaron los primeros prejuicios sobre su persona, basado solamente en sus fotos de perfil. Un corte de mohicano, perforaciones por todo el cuerpo y tatuajes que cubrían hasta su cráneo, mientras se le veía parado bajo puentes y lotes baldíos llenos de basura y pintando obras de grafiti con botellas de aerosol. Pero sus referencias eran bastante buenas. Al parecer, uno de los mejores anfitriones que se podía encontrar en Glasgow. El punto de encuentro fue al frente de un edificio corporativo del centro financiero, de donde Gaz salió vestido tal y como lucía en sus fotos. Me saludó con entusiasmo y me ofreció ir por el almuerzo. Quizá es que nunca había visto a alguien con tal pinta trabajar en una oficina tan moderna y lujosa como aquella. Al menos no en México. Pero de entrada, eso me daba gusto. Era la viva muestra de la poca discriminación que en Escocia se hace por la apariencia de las personas. Al pasearnos al lado de restaurantes de comida rápida y bares, la elección de Gaz fue un restaurante vegano. Sí, aquel escocés con pinta de chico malo estaba en su transición para convertirse en vegano. Mis prejuicios poco a poco se empezaron a desmoronar. Gaz no fumaba, no se drogaba, no comía carne y rara vez bebía alcohol (a excepción de un whisky o una cerveza ocasional, después de todo, es escocés de nacimiento). Luego de un plato de lentejas y verduras con un poco de pan, caminamos hasta su casa, ubicado en una de las zonas residenciales no muy lejos del centro, llamada Dennistoun. Las casas de aquel barrio simulaban mucho el estilo de vida de los suburbios de Estados Unidos, con una verde y pacífica calle donde reinaba la tranquilidad, muy cerca, pero lejos del bullicio de la gran metrópoli escocesa. Más adelante, la fachada de los hogares cambió. Esta vez por edificios con una notable influencia de la arquitectura victoriana. Ahora me sentía mucho más en Escocia, país que también vivió el gobierno de la reina Victoria. En uno de aquellos bellos edificios victorianos es donde vivía Gaz. Su apartamento, una vez más, destruyó mis estereotipos. Un espacioso y limpio departamento donde la luz entraba por cada hueco era algo que pocos se imaginarían de alguien como él. No me cabía duda entonces del porqué tantas referencias positivas colmaban su perfil. Cuando por fin pude dejar mi mochila y liberar mis hombros de su peso, salimos a dar una caminata y disfrutar del sol que alumbraba Glasgow aquella tarde. No muy lejos de Dennistoun pasamos frente a la Wellpark Brewery, una de las fábricas de cerveza más viejas de Glasgow. Fundada en 1740 por dos hermanos creadores de la filial Tennent Caledonian, dentro de sus instalaciones se producen alrededor de 10 marcas de cerveza, siendo la más famosa la Tennent Lager, la cerveza líder en Escocia, que abarca el 60% de las ventas. La creación de cerveza en la zona data, de hecho, desde 1556, casi cinco siglos atrás. Aunque la compañía nacería 200 años más tarde. Hoy, es la mayor exportadora de cerveza escocesa en el mundo. No podíamos resistirnos entonces a entrar a uno de los bares del East End en Glasgow y probar una buena Tennent, que apaciguó por un rato el calor que se sentía aquel día. Detrás de la Wellpark Brewery y luego de un tarro de cerveza, Gaz me llevó hasta una colina baja que domina el este de la ciudad, donde se encuentra la necrópolis. ¿Por qué diablos me llevaría a un cementerio? Era quizá la pregunta. Pero la Necrópolis de Glasgow es mucho más que eso. Inaugurada en 1883, sus planificadores se inspiraron en el cementerio Pere laChaise de París, que más que un simple panteón es un hermoso parque público. El concepto de cementerio-jardín recorrió varias ciudades europeas, y en el Reino Unido sucedió sobre todo durante la ostentosa época victoriana. Es por ello que las tumbas que atestan la necrópolis son verdaderos monumentos mausoleos que, a decir verdad, fueron construidos por los mejores arquitectos escoceses de la época. Muchas de las 50 mil personas que han sido enterradas en la colina fueron gente que gozó de privilegios económicos, y pudieron costear un digno monumento que los acompañara en la otra vida. No obstante, a muchos de los ciudadanos de Glasgow que allí residen el ayuntamiento los apoyó con fondos públicos para su entierro. Con cementerios como los victorianos de Europa hasta dan ganas de morirse. Lo mejor de todo, es poder hacer un picnic o tomar una clase de acroyoga (como hicimos nosotros) sin el miedo que recorre las entrañas por pararse sobre los difuntos. Como dije, la necrópolis es mucho más que solo muertos enterrados bajo tierra. Y justamente al lado del cementerio llegamos a la catedral de Glasgow, o catedral de San Mungo, el sitio más visitado por los turistas en la ciudad. El templo es una de las iglesias medievales mejor conservadas en el Reino Unido. Tuvo la suerte de no ser destruida durante la guerra de la Reforma protestante, ya que nació bajo el culto católico, pero pasó a ser parte de la iglesia de Escocia. Fue durante el siglo XVI cuando muchos reinos europeos decidieron cortar relaciones con el papado de Roma y fundar su propio culto, inspirados por la tesis de Martín Lutero. Así, Inglaterra hizo su propia iglesia (la iglesia anglicana), mientras Escocia fundó la suya. Aunque hoy ambas naciones forman parte del mismo reino, no comparten la religión. Y mientras la reina Isabel II es la cabeza de la iglesia anglicana, no lo es de la iglesia de Escocia, que funge como un ente independiente. La arquitectura gótica de la catedral es el fiel testigo de que Escocia nunca se quedó atrás ante el poderío arquitectónico y político de sus vecinos en Europa. Y si no fuera por compartir tierras con Inglaterra, sería hoy quizás un poderoso país independiente y una potencia occidental. Antes de que el sol se escondiera volvimos al apartamento, no sin antes comprar algo para la cena. Y una degustación de whisky al lado de Gaz sería el vaso ideal que necesitaba para conciliar mejor el sueño. Al siguiente día nos tocó el turno de recorrer el centro histórico de la ciudad. A diferencia de la catedral, el casco antiguo no data del medievo, ni siquiera de la Reforma protestante. En cambio, muchos de sus edificios fueron construidos durante el siglo XIX. Aunque antes de 1707 Escocia fue un reino independiente, nunca sus ciudades gozaron de tanto poder como lo hicieron durante la época victoriana. Y es que la reina Victoria marcó el punto álgido de la revolución industrial. En aquel tiempo, Glasgow llegó a ser considerada la segunda ciudad del imperio, después de Londres, por supuesto. Los astilleros que se erigieron en la preciada ubicación junto al río Clyde, así como la extracción de carbón y hierro, y las fábricas de algodón y textiles, marcaron una escalación económica sin precedentes en Escocia y en el mundo. Los principales edificios del centro lucen así una increíble arquitectura victoriana. Es el caso de la Plaza George, la principal explanada de la ciudad. Aquel día, un puñado de ramos de flores adornaban el jardín alrededor de la columna principal. Era un mensaje de solidaridad y pésame para las víctimas de los ataques terroristas sucedidos apenas unos días antes en Manchester. El Estado islámico se autoproclamó autor del ataque que dejó al menos 22 personas muertas durante un concierto de Ariana Grande en la Arena de la ciudad. Los escoceses pueden ser separatistas y sentir a veces un gran recelo contra Inglaterra. Pero, después de todo, siguen siendo seres unidos y pacifistas. Más adelante llegamos a la Galería de Arte Moderno, que se alberga en un exquisito edificio neoclásico del siglo XVIII. Glasgow es la capital cultural de Escocia. Su escena artística tiene de todo un poco. La calle Buchanan, por ejemplo, fue una viva muestra de ello. Rodeada de tiendas, museos, restaurantes y bares, el ambiente vivo que se respira en esta avenida peatonal del centro deja al desnudo la sonrisa del pueblo escocés. Los bares y salones de música han visto pasar a multitudes de solistas y bandas que han alcanzado gran fama, tal es el caso de Oasis y los Snow Patrol. Un poco más hacia el sur, al lado del río Clyde, llegamos a Glasgow Green. el mayor y más bonito de los parques de la ciudad. La bienvenida nos la dio el monumento que conmemora los Juegos de la Mancomunidad del 2014, un evento deportivo que se lleva a cabo cada cuatro años entre todos los miembros de la Commonwealth. Glasgow es también la capital deportiva de Escocia. Al fondo llegamos al People’s palace, un museo que muestra la historia de la ciudad y cómo la revolución industrial la llevó hasta el puesto que ocupa ahora. Lo mejor de todo fue, sin duda, el invernadero de cristal que se yergue en su exterior. Pero la belleza artística de Glasgow no me había mostrado todavía su mejor cara. Hacía falta dar un paseo por las comunes y corrientes calles de sus distritos. Bastaba solo alzar un poco la vista para darse cuenta que Glasgow es, también, la capital del grafiti y los murales. Ahora entendía por qué Gaz tenía tantas fotos frente a los muros pintados con aerosol. Es que esas pequeñas latas de pintura representan un verdadero espíritu para los locales de la urbe escocesa. Desde figuras deportivas hasta artistas musicales, las paredes de Glasgow hablan por sí solas. Y si la gente me había hecho pensar en Escocia como un lugar lluvioso, frío y gris, el street art del que estaba siendo testigo me decía todo lo contrario. Con antecedentes mexicanos tan majestuosos, como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, era imposible no quedar anonadado ante la belleza de aquellas pinturas. Los murales de Glasgow fueron la mejor manera de pasar mi último día en la ciudad. Y aunado a la hospitalidad de Gaz, Escocia había sido hasta ahora un lugar del que difícilmente podía evitar enamorarme. Y faltaba lo mejor, pues al siguiente día los castillos, el parlamento y la silla de Arthur me transportarían a las locaciones de Danny Boyle y Trainspotting.
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