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AlexMexico

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Relatos publicado por AlexMexico

  1. AlexMexico
    Por sexto día bajo el cielo chiapaneco, los tenues rayos del sol nos despertaron al penetrar las ventanas de nuestra casa de campaña. Recogimos todo en pocos minutos y despedimos a las cascadas con el sonar del río avanzando por su cauce. Una combi nos esperaba en la entrada del parque para llevarnos, junto con otros viajeros, a la cúspide del estado: la ciudad maya de Palenque.
    Recorrimos cerca de 60 kilómetros para llegar al pueblo de Palenque. Ahí, debíamos tomar otra combi hacia la zona arqueológica. Hicimos una escala para tomar el desayuno. Estando tan cerca de la terminal de autobuses, decidimos comprar nuestros tickets de vuelta a San Cristóbal para esa misma noche, antes de que se agotaran.
    Palenque es un pueblecillo bohemio repleto de mochileros y viajeros al estilo hippie con mucho movimiento. Inspirados por ellos, intentamos hacer autostop para llegar a las ruinas… fracasamos en pocos minutos
    Así que subimos a una van que nos llevó hasta el recinto. Desde que llegamos nos aplicamos repelente de insectos, pues la espesa selva era bastante húmeda y lo que menos necesitábamos eran ronchas en nuestra piel
    Dejamos nuestras mochilas y la carpa en el guardarropa y emprendimos la visita. Cabe mencionar que, a pesar de su lejanía, Palenque es una zona bastante turística; los folletos, guías y vendedores atiborran a uno desde la entrada. Dijimos que NO a todos ellos para recorrerlo por nuestra cuenta.

    Lo primero con que uno se topa al pasar la recepción y el pequeño museo es el conjunto principal de pirámides, siendo la más famosa el Templo de las Inscripciones, ícono de Palenque y construcción bajo la cual se encuentra la tumba del antiguo Rey Pakal. Tras este conjunto se alzan árboles de más de 20 metros de altura Está prohibido subir o entrar en el templo, pues aún se llevan a cabo investigaciones sobre los jeroglíficos en su interior que, según los arqueólogos, cuenta la historia de la ciudad.
    Pronto, Guille se separó de nosotros (como era ya costumbre). Al ver que las tres plazas principales estaban repletas de turistas, Dany, Sonia y yo decidimos comenzar por el final. Descendimos a la zona “olvidada” de Palenque, donde hay edificios más pequeños, como el estadio del Juego de Pelota y el Templo del Conde (donde vivió un explorador francés por dos años cuando vino a investigar las ruinas). Desde la zona baja teníamos también vistas muy bonitas del Palacio, que más tarde visitaríamos.

    Comenzamos a caminar cuesta abajo, guiados por un angosto sendero que se internaba en la selva y donde yacían pequeñas ruinas de piedra que apenas y se asomaban entre la espesa vegetación. En esta zona vivía el pueblo de Palenque, la clase trabajadora y guerrera de la ciudad.

    Es interesante saber que los mayas, al igual que los griegos, no fueron un imperio como tal. Fundaron distintas Ciudades Estado, cada una gobernada por un rey o señor. Las ciudades se comunicaban entre sí y, según se sabe, rara vez ejercían batallas. Palenque fue una de las tres más grandes de ellas, con sus hermanas Chichen Itzá y Tikal.
    Había pocos turistas vagando por estas zonas, lo cual nos tranquilizaba. Exploramos un poco de los suburbios de Palenque y tratamos de imaginar cómo vivía la gente allí hace más de mil años, cuando se cree que “misteriosamente” desaparecieron o abandonaron el lugar. De hecho, cuando los españoles llegaron a México, la mayoría de las ciudades mayas estaban deshabitadas, por lo que la selva reclamó lo suyo y cubrió las construcciones bajo inmensos árboles y montículos de tierra. Los exploradores tuvieron que trabajar arduo para redescubrir sus espléndidas obras. Hoy en día, se cree que sólo un 2% de la ciudad de Palenque está al descubierto y lo demás está bajo tierra (increíble, ¿no es cierto?).

    La caminata fue larga; la ciudad era más extensa de lo que imaginábamos Pudimos ver que bajo muchas de las raíces de los árboles se asomaban trozos de piedra rectangulares, lo que indica que, precisamente, aún falta mucho Palenque por descubrir. Empapados en sudor por la evidente humedad, regresamos al campo abierto y salimos de la selva. Reposamos un poco y seguimos adelante.

    Subimos al Palacio, un conjunto arquitectónico en forma de fortaleza, con 4 torres en sus esquinas y un observatorio astronómico (que ganas me quedaron de quedarme una noche ahí para ver las estrellas desde la mitad de la selva). Desde lo alto, pudimos ver que los turistas habían desalojado la mayoría de la plaza central, así que aprovechamos a tomar fotos, cuidándonos de que ningún guardia nos viera, pues no se podía subir a lo alto de las torres

    Las vistas eran magníficas. El Templo de las Inscripciones lucía todo su esplendor desde allí. Y a nuestras espaldas estaba el Conjunto de las Cruces, una plaza cuadrada con tres templos alrededor. Bajamos para visitar aquellos tres templos, después de encontrar a Guille deambulando solo por las ruinas.

    Los templos hacen alusión nuevamente al árbol de la vida (la ceiba) llamada la Cruz Maya. Sinceramente cuando llegamos ahí, yo ya estaba muy cansado, y no subimos a los tres templos, pues se hallan sobre pequeñas pirámides escalonadas que ya no deseábamos ascender Sentados ahí, escuchábamos los aullidos de los jaguares en la selva; nunca supimos si eran reales o algún niño los hacía con aparatos sonoros que venden como souvenirs. La verdad es que sonaban muy fuerte como para provenir de un pequeño recuerdito.

    Cuando volvimos a la plaza central, un niño nos ofreció darnos un paseo por la selva para ver a los monos y a jaguares. Como ya sabemos que muchos nos tratan de timar, preferimos negarnos. Aunque una vez que se fue, nos metimos nuevamente a la selva para ver si, por casualidad, encontrábamos un mono nosotros solos
    Seguimos a un grupo pequeño de personas que iban frente a nosotros, para no perdernos. Al final, no logramos ver ni siquiera a una pequeña ave pero la belleza de la selva valió la pena.
    Este viaje lo hice hace casi dos años; era diciembre del 2012. Si bien recuerdan, se corrieron rumores de que los mayas habían predicho el fin del mundo para el 21 de diciembre del 2012. Por tanto, había muchas personas vestidas de blanco y realizando alguna especie de ritual sagrado. Al final, todas fueron interpretaciones distintas de los calendarios mayas, que según investigadores tiene una cuenta larga en la que cada 5,200 años se inicia un nuevo ciclo. Así, vivíamos el ciclo del Baktun desde el año 3114 a.C., y terminó el pasado 21 de diciembre del 2012.
    Terminamos el tour muy cansados y volvimos al pueblo de Palenque, donde comimos algo en el mismo sitio y poco tiempo después, tomamos nuestro autobús de vuelta a San Cristóbal. Fue un viaje de 5 horas bastante pesado, pues las vueltas en la carretera nos revolvieron el estómago y, para variar, un niño vomitó en el piso del camión
    Casi a la media noche llegamos a San Cristóbal. Volvimos a la Posada de Carmelita y estaba cerrada. Tocamos a la puerta de su casa (que estaba junto) y amablemente salió su nieto a abrirnos la habitación. Nos dijo que pagaríamos al siguiente día; así que sólo nos aventamos a la cama y descansar merecidamente para nuestro siguiente día, que nos llevaría a destinos que no planeamos nunca.
    Les dejo el link con la segunda parte de las fotos:
  2. AlexMexico
    En nuestro séptimo amanecer en Chiapas despertamos en la Posada de Carmelita. Habíamos descansado muy bien, y tomamos un meritorio baño caliente por la mañana. Bajamos para hablar con ella; pagamos esa noche y acordamos otro trato: ese mismo día viajaríamos al sur, al Parque Nacional de Lagos de Montebello.
    Trataríamos de acampar ahí una noche para después internarnos en la selva Lacandona desde la parte sur, e intentar llegar a la Laguna de Miramar, en el corazón de Lacandonia. Nuevamente, no teníamos un día exacto de retorno, así que aceptó guardar nuestras maletas y salimos solamente con lo necesario.
    Para nuestra sorpresa, nuestro amigo Guille cogió todas sus cosas y salió de la Posada con su enorme mochila. Nos dijo: “chicos, hoy mismo debo llegar a Guatemala. Alcanzaré a mi hermano y me quedaré con él hasta navidad”. Sus planes eran algo osados, pero no podíamos hacer nada. Se acercaba otra despedida pues para navidad, todos nosotros estaríamos de vuelta en nuestros hogares.
    No obstante, partimos juntos a la estación de combis (con un atole de arroz y un tamal en la mano). Tomamos una van a Comitán, una ciudad a 100 km al sur de San Cristóbal. Una vez ahí, acordamos llegar primero a Chinkultik, unas solitarias ruinas mayas cerca de los lagos. Guille decidió acompañarnos y después partiría a su aventura.
    Otra combi nos llevó por la carretera fronteriza y nos dejó en un pequeño poblado a la orilla de la autopista. A la zona arqueológica se llegaba al tomar un camino de aprox. 2 km adentro. Un pequeño señor con su moto-taxi aparcado parecía ya esperarnos en la entrada, y nos ofreció llevarnos por un poco de dinero. Aceptamos la propuesta del austero taxista.
    El clima en esta región era bastante fresco en el otoño, muy diferente al de la selva en la que estuvimos el día anterior. El viento soplaba y las hojas volaban por los suelos, y los paisajes eran verdes llanuras con algunos árboles que cubrían discretas áreas del campo.
    Chinkultik es otra de las zonas mayas no muy conocidas ni explotadas. Éramos otra vez, los únicos en el recinto. Pasamos por la recepción donde no tuvimos que pagar ni un centavo
    La ciudad de Chinkultik es pequeña en extensión. Comenzamos por visitar las afueras y el estadio de juego de pelota, también bastante pequeño. Después, seguimos un sendero que serpentea el terreno llano, hasta cruzar un arrollo y llegar a una pequeña colina. Es sobre este montículo de tierra donde los mayas construyeron una escalinata (que simula una pirámide, pero aprovechando el terreno elevado).
    En lo alto del monte nos topamos con una especie de acrópolis, desde donde tuvimos vistas maravillosas de las llanuras, montañas, bosques y lagos de alrededor. Sin embargo, lo que cautivó nuestra vista fue un cenote de color azul turquesa ubicado al norte y justo debajo de la pirámide.

    Los cenotes son cuerpos de agua subterráneos, generalmente hallados dentro de cuevas que han perdido su techo. Los cenotes más viejos pueden estar a cielo abierto, pues han crecido con el tiempo. Es el caso del cenote que tuvimos la dicha de conocer. Se cree que eran sagrados para los mayas, pues en la profundidad de muchos de ellos los buzos han encontrado restos humanos pertenecientes a niños mayas que, se dice, eran sacrificados como tributo a los dioses Me daría un poco de escalofríos nadar en uno de ellos y toparme con un cráneo.
    El viento soplaba aún más fuerte en la cima. Nos sentamos un rato a contemplar el paisaje. Del lado este teníamos el cenote y un lago, tras el cual se contemplaban las montañas que marcaban el límite del Parque Nacional de Lagos de Montebello. Del lado suroeste teníamos otra laguna que se conectaba con el arrollo que acabábamos de cruzar.

    Bajamos la pirámide y volvimos por el mismo sendero, al que además de las marcas de llantas, enmarcaban los árboles en ambas orillas que formaban un túnel muy otoñal.
    Nos detuvimos un rato en una especie de plaza cuadrada que formaban unas construcciones en grada. Parecía ser una plaza pública de la antigua ciudad.
    Habíamos acordado una hora con el taxista para que nos devolviera a la carretera, pues en el recinto prácticamente sólo estaban los encargados de la recepción. Sin embargo, vimos a un señor que salía con su camioneta. Le pedimos el favor de acercarnos a la carretera, y aceptó. En ese instante, Germán (el taxista) apareció de la nada. Nos dio mucha pena dejarlo plantado, y abordamos su moto de nueva cuenta.
    Nos dijo que él mismo nos podía llevar a recorrer los Lagos de Montebello, pues aún faltaban algunos kilómetros para llegar. Además, con él podríamos recorrer más que sólo uno de ellos. De tal forma, llegamos a la autopista, donde hicimos una escala para dejar a Guille y despedirnos de él
    Fue un momento bastante dramático, pues no sabíamos cuándo lo volveríamos a ver. Él se iba a Guatemala y después volvía a España, a un océano de distancia de México. Fue una despedida rápida, pues la combi que debía tomar apareció repentinamente y se estacionó frente a nosotros.
    Rogamos porque cruzase la frontera sin problemas y se encontrase con su hermano pronto.
    Casi con lágrimas en los ojos, subimos otra vez a la peculiar moto-taxi de Germán y comenzamos la travesía hacia los Lagos.
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