Los rujidos de Palenque
Por sexto día bajo el cielo chiapaneco, los tenues rayos del sol nos despertaron al penetrar las ventanas de nuestra casa de campaña. Recogimos todo en pocos minutos y despedimos a las cascadas con el sonar del río avanzando por su cauce. Una combi nos esperaba en la entrada del parque para llevarnos, junto con otros viajeros, a la cúspide del estado: la ciudad maya de Palenque.
Recorrimos cerca de 60 kilómetros para llegar al pueblo de Palenque. Ahí, debíamos tomar otra combi hacia la zona arqueológica. Hicimos una escala para tomar el desayuno. Estando tan cerca de la terminal de autobuses, decidimos comprar nuestros tickets de vuelta a San Cristóbal para esa misma noche, antes de que se agotaran.
Palenque es un pueblecillo bohemio repleto de mochileros y viajeros al estilo hippie con mucho movimiento. Inspirados por ellos, intentamos hacer autostop para llegar a las ruinas… fracasamos en pocos minutos
Así que subimos a una van que nos llevó hasta el recinto. Desde que llegamos nos aplicamos repelente de insectos, pues la espesa selva era bastante húmeda y lo que menos necesitábamos eran ronchas en nuestra piel
Dejamos nuestras mochilas y la carpa en el guardarropa y emprendimos la visita. Cabe mencionar que, a pesar de su lejanía, Palenque es una zona bastante turística; los folletos, guías y vendedores atiborran a uno desde la entrada. Dijimos que NO a todos ellos para recorrerlo por nuestra cuenta.
Lo primero con que uno se topa al pasar la recepción y el pequeño museo es el conjunto principal de pirámides, siendo la más famosa el Templo de las Inscripciones, ícono de Palenque y construcción bajo la cual se encuentra la tumba del antiguo Rey Pakal. Tras este conjunto se alzan árboles de más de 20 metros de altura Está prohibido subir o entrar en el templo, pues aún se llevan a cabo investigaciones sobre los jeroglíficos en su interior que, según los arqueólogos, cuenta la historia de la ciudad.
Pronto, Guille se separó de nosotros (como era ya costumbre). Al ver que las tres plazas principales estaban repletas de turistas, Dany, Sonia y yo decidimos comenzar por el final. Descendimos a la zona “olvidada” de Palenque, donde hay edificios más pequeños, como el estadio del Juego de Pelota y el Templo del Conde (donde vivió un explorador francés por dos años cuando vino a investigar las ruinas). Desde la zona baja teníamos también vistas muy bonitas del Palacio, que más tarde visitaríamos.
Comenzamos a caminar cuesta abajo, guiados por un angosto sendero que se internaba en la selva y donde yacían pequeñas ruinas de piedra que apenas y se asomaban entre la espesa vegetación. En esta zona vivía el pueblo de Palenque, la clase trabajadora y guerrera de la ciudad.
Es interesante saber que los mayas, al igual que los griegos, no fueron un imperio como tal. Fundaron distintas Ciudades Estado, cada una gobernada por un rey o señor. Las ciudades se comunicaban entre sí y, según se sabe, rara vez ejercían batallas. Palenque fue una de las tres más grandes de ellas, con sus hermanas Chichen Itzá y Tikal.
Había pocos turistas vagando por estas zonas, lo cual nos tranquilizaba. Exploramos un poco de los suburbios de Palenque y tratamos de imaginar cómo vivía la gente allí hace más de mil años, cuando se cree que “misteriosamente” desaparecieron o abandonaron el lugar. De hecho, cuando los españoles llegaron a México, la mayoría de las ciudades mayas estaban deshabitadas, por lo que la selva reclamó lo suyo y cubrió las construcciones bajo inmensos árboles y montículos de tierra. Los exploradores tuvieron que trabajar arduo para redescubrir sus espléndidas obras. Hoy en día, se cree que sólo un 2% de la ciudad de Palenque está al descubierto y lo demás está bajo tierra (increíble, ¿no es cierto?).
La caminata fue larga; la ciudad era más extensa de lo que imaginábamos Pudimos ver que bajo muchas de las raíces de los árboles se asomaban trozos de piedra rectangulares, lo que indica que, precisamente, aún falta mucho Palenque por descubrir. Empapados en sudor por la evidente humedad, regresamos al campo abierto y salimos de la selva. Reposamos un poco y seguimos adelante.
Subimos al Palacio, un conjunto arquitectónico en forma de fortaleza, con 4 torres en sus esquinas y un observatorio astronómico (que ganas me quedaron de quedarme una noche ahí para ver las estrellas desde la mitad de la selva). Desde lo alto, pudimos ver que los turistas habían desalojado la mayoría de la plaza central, así que aprovechamos a tomar fotos, cuidándonos de que ningún guardia nos viera, pues no se podía subir a lo alto de las torres
Las vistas eran magníficas. El Templo de las Inscripciones lucía todo su esplendor desde allí. Y a nuestras espaldas estaba el Conjunto de las Cruces, una plaza cuadrada con tres templos alrededor. Bajamos para visitar aquellos tres templos, después de encontrar a Guille deambulando solo por las ruinas.
Los templos hacen alusión nuevamente al árbol de la vida (la ceiba) llamada la Cruz Maya. Sinceramente cuando llegamos ahí, yo ya estaba muy cansado, y no subimos a los tres templos, pues se hallan sobre pequeñas pirámides escalonadas que ya no deseábamos ascender Sentados ahí, escuchábamos los aullidos de los jaguares en la selva; nunca supimos si eran reales o algún niño los hacía con aparatos sonoros que venden como souvenirs. La verdad es que sonaban muy fuerte como para provenir de un pequeño recuerdito.
Cuando volvimos a la plaza central, un niño nos ofreció darnos un paseo por la selva para ver a los monos y a jaguares. Como ya sabemos que muchos nos tratan de timar, preferimos negarnos. Aunque una vez que se fue, nos metimos nuevamente a la selva para ver si, por casualidad, encontrábamos un mono nosotros solos
Seguimos a un grupo pequeño de personas que iban frente a nosotros, para no perdernos. Al final, no logramos ver ni siquiera a una pequeña ave pero la belleza de la selva valió la pena.
Este viaje lo hice hace casi dos años; era diciembre del 2012. Si bien recuerdan, se corrieron rumores de que los mayas habían predicho el fin del mundo para el 21 de diciembre del 2012. Por tanto, había muchas personas vestidas de blanco y realizando alguna especie de ritual sagrado. Al final, todas fueron interpretaciones distintas de los calendarios mayas, que según investigadores tiene una cuenta larga en la que cada 5,200 años se inicia un nuevo ciclo. Así, vivíamos el ciclo del Baktun desde el año 3114 a.C., y terminó el pasado 21 de diciembre del 2012.
Terminamos el tour muy cansados y volvimos al pueblo de Palenque, donde comimos algo en el mismo sitio y poco tiempo después, tomamos nuestro autobús de vuelta a San Cristóbal. Fue un viaje de 5 horas bastante pesado, pues las vueltas en la carretera nos revolvieron el estómago y, para variar, un niño vomitó en el piso del camión
Casi a la media noche llegamos a San Cristóbal. Volvimos a la Posada de Carmelita y estaba cerrada. Tocamos a la puerta de su casa (que estaba junto) y amablemente salió su nieto a abrirnos la habitación. Nos dijo que pagaríamos al siguiente día; así que sólo nos aventamos a la cama y descansar merecidamente para nuestro siguiente día, que nos llevaría a destinos que no planeamos nunca.
Les dejo el link con la segunda parte de las fotos:
0 Comentarios
Recommended Comments
No hay comentarios a visualizar.