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  1. Eslovenia es un país europeo al que se lo puede describir como un territorio verde, más de la mitad del territorio esta compuesto de bosques, cascadas, parques naturales... Este país enamora a los amantes de la naturaleza y también a los amantes de los deportes como el senderismo, ciclismo, escalada y kayak. El encanto de este país no se limita solo a la naturaleza sino también a sus ciudades de estilo medieval como la ciudad capital: Ljubljana donde se pueden ver castillos, palacios de cuento y confiterías donde se sirven ricos cafés y también cerveza. La capital es un buen punto de partida para recorrer Eslovenia ya que se encuentra situada estrategicamente y desde allí se pueden ver el resto de los lugares de interés. A pesar de ser una capital, esta ciudad de difícil pronunciación es una ciudad que trasmite mucha tranquilidad especialmente en la zona más céntrica ya que allí pueden encontrarse grandes zonas peatonales que invitan a pasear y descubrir el lugar. Liubliana nombre con el que también se llama a Ljubljana está habitada por aproximadamente 270000 personas que viven en compañía de vestigios que datan de la época romana. Es imperdible recorrer el casco viejo para encontrarse con el Castillo Medieval, la Catedral y otros edificios de la época barroca italiana. Desde el castillo pueden obtenerse las mejores vistas de toda la ciudad. Una zona del castillo tiene entrada libre y gratuita pero si el plan es ir a la parte más alta, se debe abonar una entrada. Además en este sitio histórico pueden comprarse souvenires y tomar algo en la terraza de su restaurante. Lo ideal es recorrer la ciudad y dejarse llevar e ir descubriendo al andar las maravillas de la ciudad como el Mercado que se encuentra en la Plaza Vodnikov, allí pueden adquirirse producos típicos además de comprar frutas, verduras y llamativos ramos de flores. Se suman a los atractivos de la capital los puentes, se puede realizar una excursión en barco por el río y apreciarlos mejor. La ciudad cuenta con tarjetas para turistas con varios beneficios como por ejemplo entradas gratuitas a algunos museos y lugares de interés, visitada guiada gratuita de la ciudad, viajes en autobuses, red inalámbrica de internet en el centro, crucero por el río. Ljublana es una ciudad con varias opciones, ideal para el turismo de relax, para disfrutar paisajes y de pasear por tranquilas calles al igual que practicar deportes de riego como escalada, rafting, esquí, senderimo o por qué no alquilar una bicicleta y recorrer de una manera diferente. Otra de las principales atracciones del país es recorrer la vid más antigua del mundo en Maribor, se suman a los sitios a conocer recorrer las Salinas de Secovije además de degustar de la gastronomía local. Pese a tener un litoral pequeño de 40 kilómetros, existen playas bañadas por las aguas del mar Adríatico. Es una zona muy elegida por los amantes dle submarinismo interesados en deleitarse en las profunidades de este mar. Siguiendo con la lista de ciudades a recorrer se encuentra Maribor ubicada en el noroeste de Eslovenia cerca de Austria. Es una ciudad rodeada de bosques además cuenta con una estación de esquí y una zona donde pueden verse numerosos cultivos de la vid, árbol insignia del lugar. Pasear por esta ciudad es pasear por la Capital Cultural Europea donde además se puede disfrutar de varios eventos como importantes festivales... como El Festival Vinícola gastronómico y el Festival musical. Los edificios más relevantes de la ciudad se encuentran en los alrededores de la plaza principal donde se puede visitar el Castillo de Maribor el cual fue construido en el siglo XV, en su interior alberga el museo regional. La gastronomía de la zona constituye un atractivo turístico en sí, se pueden degustar además vinos blancos elaborados en la zona. Otra opción es recorrer las Rutas del Vino. Piran es otra de las ciudades más visitadas, sus edificios son similares a los de Venecia, pueden encontrarse llamativos palacios y casas que pertenecieron a la aristocracia. Un paseo por la ciudad no está completo sin antes visitar la Playa de Fiesa, una pequeña playa de piedra y arena ubicada en el centro de la ciudad donde además pueden encontrarse numerosos bares, tiendas de souvenires y espacios donde se pueden practicar algunos deportes como vela, buceo y surf.
  2. Durante más de cuatro siglos Brujas permaneció en el anonimato, motivo por el cual hoy en día es una de las ciudades medievales mejor conservadas de todo el mundo. Fue fundada en el siglo XI y en la actualidad se la puede recorrer y conocer sus construcciones las cuales permiten transportarte hacia el pasado. En el año 2000 la ciudad de Brujas fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su impactante casco histórico el cual parece sacado de un cuento de hadas. Por su red de canales se la llama apoda la Venecia del Norte. ¿Qué ver y qué hacer? Es una de las preguntas que nos planteamos a la hora de planificar un viaje. Brujas es una ciudad pequeña, es difícil pasar por alto algún lugar… Pero si vas con poco tiempo o sino, simplemente para ir conociendo un poco más de este destino, te presentamos las principales atracciones turísticas, aquellos sitios que no podes dejar de ver si pasas por Brujas… Principales atractivos turísticos de Brujas... La Plaza Mayor o simplemente Markt. Es el centro de brujas en donde todavía se sigue celebrando los sábados los mercados. Por lo que no es mala idea pasar un sábado en Brujas para conocer más sobre esta tradición y de paso por qué no, vivir la experiencia de comprar allí. Belfort, la torre más emblemática La torre más llamativa y representativa del lugar que puede verse en todas las postales y con la que se identifica a esta ciudad medieval es Belfort. Un buen plan es ir a la parte más alta, la cual se encuentra a un poco más de 80 metros de altura. Eso sí… hay que subir unos 365 escalones, pero el esfuerzo vale la pena, se puede obtener una vista increíble de la ciudad. Burg La segunda plaza más importante de la meca de Bélgica lleva el nombre de Burg. Es tan bella como la principal así que también merece un alto en el camino para sacar fotos y recorrerla. La iglesia más famosa de Brujas La Catedral de Brujas, de nombre de difícil pronunciación Onze Lieve Vrouwekerk, cautiva la mirada de los turistas y viajeros que pasan por allí. Cuenta con una torre de más de cien metros de altura que la convierte en la torre más alta de toda Bélgica. El ayuntamiento El edificio del Ayuntamiento es otra parada obligatoria, es un edificio muy característico del lugar, lleva el nombre de Stadhuis. Su fachada fue realizada a finales del siglo XIV. Preguntas, respuestas y consejos Una pregunta que siempre se nos viene a la mente a la hora de conocer una ciudad es cuántos días dedicarle... En el caso de Brujas, es una ciudad chica, mucha gente la suele recorrer en aproximadamente medio día sin dormir en la ciudad. Pero todo depende... para los viajeros interesados en conocer más sobre la historia de este lugar y disfrutar de sus construcciones medievales no está mal dedicar dos días para poder conocerla mejor. ¿Cómo llegar? Para esta pregunta hay varias respuestas, se puede acceder en colectivo, otra alternativa es alquilar en coche, pero por lo general la mayoría de los viajeros suele llegar en tren o mediante una excursión. Hay excursiones a 32 euros que incluyen transporte, una visita guiada en castellano y cuatro horas para disfrutar de la ciudad de Brujas. También se venden excursiones combinadas con Gante en un día. El precio del tren ronda los 14 euros por trayecto. La duración desde cualquier estación de Bruselas es aproximadamente de una hora. También está la opción de llegar de manera independiente a la ciudad ya sea en tren, colectivo o en auto y contratar en el lugar una visita guíada en Español. ¿Qué otro lugar se encuentra próximo a Brujas? Como se mencionó anteriormente, un buen plan puede ser recorrer Brujas y Gantes en un día. Pero, también está la opción de luego de haber pasado unos días en Brujas seguir hacia Gante, ciudad que se encuentra a menos de 40 kilómetros de distancia. En Gante también se pueden descubrir construcciones antiguas perfectamente conservadas como el Castillo de los Condes de Flandes, iglesias, muelles, iglesias, la Catedral y el edificio del ayuntamiento el cual es también muy llamativo por la gran variedad de estilos que posee. ¿Cómo recorrer Brujas? La mejor manera de recorrer esta ciudad es a pie para poder mirar detenidamente todas sus construcciones, como se dijo anteriormente no es una ciudad demasiado grande, por lo que no viene nada mal caminar y disfrutar del paseo. Otra opción igualmente interesante es recorrerla en bicicleta. Por supuesto que un paseo por Bélgica y sus ciudades medievales no está completo sin antes degustar los famosos chocolates belgas y degustar sus cervezas.
  3. Estaré en Dinamarca esta semana y quisiera visitar más allá de la capital o grandes ciudades. ¿Alguien conoce algún destino natural o de castillos que sea imprdible? Gracias.
  4. Ser miembro de Couchsurfing comenzaba a rendir verdaderos frutos durante mi primer viaje en Europa. Había ahorrado una enorme cantidad de dinero en comparación a lo que hubiese pagado en hostales. Aunque para ser sinceros, ese dinero no existía. Mi presupuesto se acortaba cada vez más y lo reservaba exclusivamente a la comida y a cualquier emergencia. Si bien al llegar a España había experimentado ya la sensación de un reencuentro con amigos a miles de kilómetros de mi hogar, estaba por vivir la primera experiencia real de un intercambio Couchsurfing (para los que no conozcan la comunidad, echen un vistazo a su página web). Unos ocho meses atrás, cuando apenas llevaba unas cuantas semanas inscrito en la comunidad, había hospedado en mi ciudad natal a Maciek, el primer polaco que tuve el gusto de conocer. Un aventurero de 27 años, Maciek había recorrido los miles de kilómetros desde Ushuaia (el poblado humano más al sur del planeta, ubicado en la punta meridional de Argentina) hasta llegar a mi ciudad, Veracruz, en la costa este mexicana. Todo ello sin gastar un solo centavo en transporte, valiéndose solo de su dedo pulgar para conseguir rides en la carretera. Y los cuatro días en mi casa no fueron su último destino. Alcanzó la punta norte de Alaska en menos de ocho meses desde su partida. Su historia y su capacidad de hablar casi siete lenguas distintas (polaco, inglés, rumano, ruso, español, portugués y francés) maravillaron a mi familia y amigos. Y a mí, por supuesto. Y al otro lado del mundo, a 10 000 kilómetros de Veracruz y sus calientes playas, ahora en medio de la nieve y de un crudo invierno, Maciek me había escrito para invitarme a visitar su ciudad: Cracovia. De hecho, él era oriundo de Toruń, al norte de Polonia. Pero vivía ahora con su novia en un apartamento de Cracovia trabajando como diseñador independiente. Por mi parte, había encontrado un trayecto en bus bastante barato desde Budapest, ciudad encantadora de la que partí para despedir el mes de enero. Y sin esperar nada más que nieve por las ventanas, atravesamos Eslovaquia para adentrarnos en Polonia, un histórico y olvidado país del que poco se sabe, más allá de su destrucción en la Segunda Guerra Mundial. Ansioso por descubrir más a fondo sus rincones llegué, otra vez, con una hora de retraso a la estación. Pero Maciek había aguardado pacientemente por mí. Caminamos hasta su casa al sur de la ciudad, atravesando el río Vístula, que divide Cracovia en dos. Me presentó a su novia, quien me recibió con mucho entusiasmo, sabiendo ya que yo había hospedado a su novio meses atrás en México. Me preparó un té y me dejó instalarme en el sofá de su sala, junto a su simpático gato. La noche no tardó en caer, que en el invierno polaco es a las 16 horas cuando el sol se oculta sin dejar nada más que la fría y oscura nieve. Menos mal que tenía compañía, y no tenía que pasar aquella tenebrosa noche solo en un hostal. Y para amenizar un poco más las cosas Maciek y su novia invitaron a dos amigas suyas a casa, una de ellas una polaca judía nacida en Londres, a donde sus abuelos habían huido antes de la invasión nazi. Aquella chica, de la que lamentablemente solo conservo una foto y no su nombre, nos invitó a su peculiar apartamento a beber una botella de vodka, brindándome así la mayor experiencia polaca de mi vida. Vodka en la nieve. Y si tuviera que describir su casa en una palabra sería “acogedora”. Para decirlo más fácil, se trataba de un ático. La parte alta de una antigua casa de madera con dos piezas (salón y cuarto) decorada con velas, lámparas tenues, columpios colgantes del techo inclinado, tapetes árabes e instrumentos alternativos. Sin duda alguna se trataba de un grupo de amigos hipster. Una cámara análoga, una lista de películas poco conocidas, fotografías antiguas en las paredes, drinking games que trataban problemas existenciales… Yo no me opuse a nada. Después de todo, de eso se trataba un intercambio cultural. Mi último momento con Maciek había sido bailando música latina en el Festival de Salsa de Veracruz y bebiendo cerveza vestidos en bermudas y sandalias en el balcón de mis amigos. Ahora me tocaba sumergirme en una fría noche hipster con polacos. Son las cosas de la vida. La siguiente mañana Maciek me llevó a un mercado de pulgas, donde encontré algunos utensilios viejos que databan de la época comunista, en que la Unión Soviética gobernaba el país. Luego de ello estuvo dispuesto a enseñarme un poco de la ciudad que ahora le acogía. Cracovia no es la capital de Polonia, pero es un nombre que, por lo menos, a muchos les suena conocido. Es la segunda ciudad en tamaño, población e importancia en el país, después de Varsovia. Un punto de referencia cultural, estudiantil e industrial para el este europeo. No por nada fue una de las ciudades que muchos emigrantes eligieron cuando arribaron a esta zona del continente, entre otros los judíos. Aunque todos conocemos la trágica historia que vivió Polonia de 1939 a 1945, en especial la comunidad judía ante la invasión de los nazis, el barrio judío de Cracovia, Kazimierz, es uno de los que quedaron en pie después de la Segunda Guerra Mundial. Así, en Kazimierz algunas sinagogas todavía se yerguen en su esplendor, casi intactas. Aunque hoy ya no es un vecindario exclusivamente judío, una de las sinagogas todavía está abierta al culto. Las calles de Kazimierz son también el lugar donde se grabaron las escenas urbanas de La lista de Schindler, el filme de Steven Spilberg que mereció el Oscar a la mejor película en 1993. De hecho, la fábrica real (Deutsche Emailwaren Fabrik) donde Oscar Schindler empleó a miles de judíos para salvarlos de ser deportados a los campos de concentración, se encuentra al sureste de Cracovia, convirtiéndola en otra atracción turística. Cracovia es también el lugar donde crecieron celebridades como Karol Józef Wojtyła (el Papa Juan Pablo II) y Roman Polanski (director de El pianista), quien de hecho fue un sobreviviente judío del gueto durante el holocausto, cuyos padres fueron asesinados en Auschwitz. Pero las cosas en Cracovia no son del todo malas. La historia es solo cosa del pasado. Así que Maciek se encargó de mostrarme su mejor cara. Y eso incluía, por supuesto, la comida. Me llevó entonces a un pequeño puesto que parecía ser de comida rápida, en el centro de la ciudad. Me contó que era el mejor sitio para probar el platillo estudiantil por excelencia: la zapiekanka. No es nada complicado. Se trata de medio pan tipo baguete servido con algún tipo de carne, embutido o champiñones, queso derretido, vegetales y kétchup para decorar. No es el mejor platillo del mundo, pero sacia el hambre por solo 10 eslotis (unos 2.5 euros). Luego de comer Maciek tuvo que dejarme para volver a casa a trabajar. Así que me dije a conocer Cracovia por mi cuenta. Me dirigí primero al sur del centro histórico, donde se distingue desde lejos la colina de Wawel. Y en su cima se alza uno de los mayores elementos históricos de Polonia: el Castillo de Wawel. No muchos saben la fuerza que alguna vez poseyó el Reino de Polonia, que durante más de 700 años gobernó más allá de los territorios que actualmente posee el país, hasta que en el siglo XVIII fue repartido entre las tres potencias adyacentes: los imperios de Prusia, Austria y Rusia. Y como todo reino en Europa, Polonia tuvo su propio castillo amurallado que sirvió como residencia para la familia real. El Castillo de Wawel fue por tanto el centro político del Estado durante muchos siglos, y hoy permanece orgulloso como muestra de una nación que ha resurgido de las cenizas repetidas veces. Polonia no solo se vio invadida por las potencias extranjeras durante los siglos XVIII y XIX, sino durante la Segunda Guerra Mundial con el Tercer Reich Alemán y durante la Guerra Fría, como una república satélite de los soviéticos. Hoy el gobierno conserva cuidadosamente el complejo del castillo, que alberga un enorme museo de arte. Es difícil describir el castillo en pocas palabras, ya que por las repetidas guerras que ha sufrido la ciudad durante su historia el conjunto de edificios que se agrupa alrededor de un patio central ha sido modificado constantemente. Así, mientras las murallas tienen un estilo medieval románico, muchas construcciones lucen fachadas completamente renacentistas o góticas. Pero sin duda el edificio que más destaca entre todos es la Catedral de San Wenceslao y San Estanislao, mejor conocida como Catedral de Wawel. Se trata del santuario religioso más importante de Polonia, ya que en su interior fueron coronados todos los reyes del antiguo reino. A primera vista me pareció un grupo de torres separadas. Pero todas forman parte del mismo templo. Esto se debe a la cantidad de reformas que añadieron los distintos monarcas a lo largo de sus más de mil años de historia, cuando el cristianismo llegó a Polonia, siendo hoy uno de los países más fuertemente católicos del mundo. Los estilos arquitectónicos que más saltaron a mi vista fueron el gótico y el renacentista, testigos de los distintos gustos artísticos de cada época. El conjunto de Wawel fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, al igual que el antiguo barrio de Kazimierz. Ahora me faltaba conocer el resto del patrimonio que la ciudad resguardaba en su centro histórico. Por suerte la nieve había ya comenzado a derretirse, haciendo un poco menos difícil mi paseo por las calles. Aunque, sinceramente, a veces prefería la nieve densa que la nieve a medio derretir, una insoportable trampa para mis pies. No obstante, pude disfrutar de mi caminata sin copos de nieve ni viento que golpeasen mi cara, sintiéndome libre de mirar a todos lados para estudiar cada detalle de la antigua Cracovia de hoy. A diferencia de ciudades como Berlín, muchos de los edificios en Cracovia permanecen intactos tras los horrores de la guerra, dejando al descubierto las maravillas arquitectónicas de la urbe. Desde iglesias góticas medievales hasta lujosas viviendas renacentistas. El corazón de la metrópoli lo marca sin duda la gran Plaza del Mercado, la plaza medieval más grande de Europa. Su nombre se debe al edificio que se posa en el medio. El Sukiennice, o Lonja de los Paños, es una síntesis de la arquitectura polaca, donde por muchas décadas se llevó a cabo el trueque comercial de productos tan diversos como especias, textiles, seda, cuero y minerales, lo que demuestra el poder económico que alguna vez poseyó Cracovia. Al este de la explanada se encuentra otro monumento religioso de suma importancia para la ciudad. La Basílica de Santa María. Otro deleite del gótico polaco, su peculiaridad está en la desigualdad de sus torres, que resguardan una leyenda. Se dice que ambas fueron construidas por dos hermanos arquitectos, quienes hicieron una apuesta para ver quién construía la torre más alta en menos tiempo. En la faena, uno de ellos mató al otro. Tiempo después, el homicida arrepentido se tiró desde la torre que él mismo construyó. Verdad o mentira, es otro ícono distintivo de Cracovia que marca una estampa para cualquier turista que, como yo, recorre la inmensidad de su patio central. Y del otro lado, al oeste de la Lonja, se posa majestuosa una torre barroca que vigila la totalidad de la villa. Se trata de la Torre del Ayuntamiento, el único vestigio que queda del antiguo palacio de gobierno local de Cracovia, que hoy sirve como sala de exposiciones permanentes sobre la Plaza del Mercado. Finalmente caminé rumbo al norte para toparme con un trozo de la antigua muralla de la ciudad. La barbacana es uno de los últimos recuerdos de lo que alguna vez fue una de las metrópolis medievales más poderosas del este europeo. Al volver a casa de Maciek y atravesar el río tuve una increíble vista nocturna del Castillo de Wawel, una perfecta postal para recordar lo mejor de Cracovia.
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