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  1. En un principio habíamos decidido quedarnos en casa y poner algo de orden, pero el día está tan esplendido que se nos hizo imposible quedarnos encerrados y decidimos escaparnos a Foz do Arelho, una pequeña fraguesia de Caldas da Rainha situada en la preciosa Lagoa de Óbidos. Tras mirar los horarios para Foz en la web oficial de autobuses (rodatejo.pt) tomamos la cámara, la mochila y nos encaminamos a la parada más cercana. Y aquí estamos, llevamos media hora esperando y no parece que el autobús vaya a llegar, debería haber pasado hace ya un cuarto de hora largo y dudo mucho que tenga tantos problemas en llegar desde la estación central hasta aquí. No sabemos si ir hasta la estación central y preguntar o esperar un poquito más, los parroquianos del bar nos han confirmado que debería llegar en cualquier momento. Sinceramente yo tengo mis dudas y le comento a Avani que a este paso nos convenía más ir andando ya que Foz está a tan solo unos 6 Km de Caldas pero no parece tomarse muy en serio mi propuesta... Al final, viendo que no aparece el autobús, decidimos ir a la estación central y averiguar si por alguna razón hoy no circula. Nos contestan que los horarios online están mal, el servicio de bus se ha reducido y el próximo no sale hasta dentro de una hora y media. Vamos a pasear y a comernos una pizza, porque a este paso salimos a la una de Caldas y luego preferimos aprovechar al máximo el tiempo. Menos mal que los nuevos grafitis de la Casa dos Artistas reflejan mis pensamientos a la perfección y no hace falta que los exprese con palabras El autobús sale puntualísimo y por fin llegamos a la playa de Foz do Arelho, verdadero responsable de que decidiéramos venirnos a vivir a esta zona de Portugal, pues Avani puede practicar kitesurf en su preciosa Lagoa sin tener que luchar con las enormes olas del atlántico. Un frío viento sopla con fuerza y admiro a todos aquellos valientes que se atreven a meterse en las gélidas aguas del atlántico Como no hemos venido a tumbarnos en la playa, ni mucho menos a bañarnos considerada la temperatura, me pregunto realmente cómo aquellos tengan el valor para acercarse al agua. Bueno, no son muchos los que se atreven a mojarse poco más que los pies mientras que los que veo zambullirse tienen generosas y naturales capas protectoras, fruto de la buena comida portuguesa . Después de que Avani se tomara un café portugués, al parecer lo hacen muy bueno (yo no tomo café no puedo opinar ), decidimos subir por la Rua Visconde Morais para admirar la Lagoa desde lo alto y luego dar un paseo por los acantilados de este lado. A cada nueva curva no puedo evitar la tentación de tomar nuevas fotografías mientras Avani sigue maravillandose de que no haya ningún kiter o windsurfista aprovechando de tan maravilloso viento. A medio camino hay un pequeño descampado sobreelevado desde donde se aprecian sin duda las mejores vistas panorámicas de la playa y la bocana de la Lagoa. Lástima que el amarillo cartel "se vende" anuncia que uno de estos días desaparecerá este mirador y en su lugar habrá una nueva casa o quizás un pequeño bloque de pisos Hemos llegado a lo alto de cerro y desde aquí se ven claramente las pequeñas casitas del otro lado de la Lagoa. Esa zona pertenece al bonito municipio de Óbidos del cual hablaré detalladamente en otro relato. Óbidos es un pueblo precioso del que estamos enamorados, sin embargo en los últimos años su ayuntamiento ha pretendido explotar al máximo sus recursos turísticos y ha vendido/concedido gran parte de las lindas colinas que vemos desde Foz a multinacionales para construir grandiosos campos de golf, con sus respectivas zonas residenciales e incluso un enorme hotel a pie de playa... Debido a la crisis mundial, las obras de la mayoría de empresas han sido paralizadas y ya veremos cuándo y cómo reiniciaran. De todos modos nosotros pudimos asistir a la triste deforestación de gran parte de los preciosos bosques de pinos que crecían en esa zona. Lloré, nos indignamos y nos chocamos con la indiferencia más absoluta por parte de los habitantes de estas zonas, no todos, por supuesto, pero si la gran mayoría. Simplemente se lamentaban pero se echaban para atrás si se le proponía organizar una manifestación o firmar una carta al alcalde de Óbidos. No pretendíamos lograr que anularan los contratos pero al menos hubiese sido lindo demostrar que no todos estamos de acuerdo en que se vendan los terrenos públicos, que deberían haber sido declarados parque natural, a grandes multinacionales extranjeras. Nos comentaban algunos vecinos del pueblo, poniendo cara de resignación absoluta, que "sí, es una pena... yo iba muchos domingos a esos bosques con toda la familia a preparar barbacoas... incluso de pequeño mi padre nos llevaba... pero... qué podemos hacer nosotros." Dejamos atrás los tristes recuerdos y continuamos nuestro paseo por los acantilados desde donde se llega a bonitas y reparadas calas. En uno de los descampados, que antes servia de estacionamiento, han construido unas curiosas y enormes estructuras sobreelevadas compuesta por varios círculos unidos por pasarelas. La verdad es que por más que intentábamos buscarle algún sentido no logramos entender su finalidad. Más tarde Avani investigó este tema y pronto publicará un relato con todos los detalles de dichas construcciones. Os adelanto que si el proyecto acaba siendo reanudado (fue suspendido hace un par de meses), los curiosos círculos se convertirán en los pedestales de unos bancos, o tronos individuales, de madera que estarán colocados de tal modo que cada uno podrá observar el mar sin “interferir” con el otro, es decir que en cada uno de los círculos se sentará un individuo solitario y observará el horizonte mientras otro hace lo mismo sentado en su propio círculo contemplando el paisaje. Foto de Nádia Schilling, Arquitecta Paisagista En uno de los lados de las curiosas estructuras circulares comienzan unos escalones y pasarelas de madera que parecen sustituir los sinuosos senderos que recorrían los acantilados. Aunque parece estar prohibido el paso, nosotros nos aventuramos a seguir la escalinata de madera. Tuvimos que “escalar” y sortear algunos obstáculos que nos impedían el paso pero pudimos recorrer el lindo camino pasando por otras áreas habilitadas para instalar los mencionados bancos hasta llegar al final donde la estructura daba algunas curiosas vueltas y las vistas te dejaban boquiabierto. Espero que el ayuntamiento y la empresa encargada de las obras lleguen a un acuerdo para terminar la estructura pues sería una lástima que esta se degradara antes incluso de abrirla al público, algo que muchos temen que ocurrirá. Nos disponemos a volver por la carretera para llegar al centro de Foz do Arelho. Es una calle que siempre habíamos tomado con el coche, y a la que nunca habíamos prestado demasiada atención, sin embargo nos sorprende gratamente al recorrerla a pie. A la altura de Rua do Moinho torcemos hacia la izquierda y nos adentramos por las callecitas de Foz, parándonos para fisgonear a través de las verjas de las lindas casitas de la zona menos turística de Foz. La zona de la playa ostenta grandes y modernos caserones, sería una mentira por mi parte afirmar que son feos y que prefiero vivir en las pequeñitas casitas del centro, ya que el encanto de sus jardines, huertos y viejas paredes es mucho más autentico. Mi cámara y mente se esfuerzan por retener cada una de ellas en su memoria. Nos compramos un helado en una de las tiendecitas de la vía principal y buscamos un lugarcito reparado del viento donde comérnoslo con calma. Y de esa forma llegamos a la Fonte dos Namorados. Puede que creáis que estoy algo loquita pero tengo por costumbre mirar a la gente a los ojos y saludar si me cruzo con alguien en calles o lugares poco transitados, no sé, para mi es algo lógico y no puedo evitarlo (lo hago incluso en Barcelona imaginaros en un pequeño pueblo ). Si dos animales de la misma especie se cruzan lo normal es mostrar un mínimo de interés. Debo reconocer que en Portugal tengo a menudo serías dificultades para que me respondan al saludo, pues al parecer ellos solo se saludan si se conocen y, de lo contrario, se esfuerzan por mirar al suelo o al lado contrario para evitar ese pequeño intercambio de palabras o gestos. Incluso en muchas ocasiones simulan no haber escuchado mi “Boa tarde”. Esta costumbre suele quebrarse si perciben que eres extranjero porque entonces responden abiertamente al saludo con sonrisas abiertas y sinceras e incluso se paran a preguntar si pueden ayudarte o empiezan a contarte alguna anécdota. Esta actitud me hizo reflexionar que su costumbre de no saludar, o incluso negar el saludo, debe de ser una triste herencia de la dictadura donde nadie podía fiarse de nadie. Bueno, os contaba todo esto porque callejeando por Foz nos han ignorado el saludo tan descaradamente que he recordado el fastidio que me daba a principios de vivir aquí. En aquel entonces tuve yo también ganas de dejar de saludar pero descubrí que me resultaba imposible. Suerte que la curiosidad de los bichitos es idéntica en todas partes Una de las casas más señoriales del centro de Foz de Arelho es la enorme Quinta da Foz ahora convertida en un característico hotel. Dejamos atrás el pueblo y torcemos a la derecha por el paseo que lleva a la costa. En lugar de seguirlo hasta la playa tomamos un desvió de tierra que inicia justo enfrente de la primera glorieta de Foz y que conduce hasta la Lagoa. El camino pasa por entre pequeños establos de ovejas, huertos y campos cultivados donde diferentes aves revolotean en busca de lombrices e insectos. Y el camino sigue y sigue hasta desembocar en la mismísima lago donde nos quedamos un rato relajados observando como la marea va llenando de nuevo la pequeña Lagoa de Óbidos. Hay un camino muy bonito que inicia justo aquí y bordea parte de la Lagoa pero ya son las cinco de la tarde y el último autobús a Caldas sale a las seis así que, lenta y perezosamente, dirigimos nuestros pasos hacia la parada de autobús. A medida que la amplia playa de Foz va vaciándose de gente y la fuerte corriente de la marea sube el nivel de la Lagoa, van apareciendo más pescadores que se aprestan a a preparar sus pequeñas barquitas o colocan sus cañas de pescar en los diferentes muelles. Pasamos por delante de los diferentes chiringuitos de la playa y los riquísimos restaurantes que, por cierto, os aconsejo probar si algún día decidís venir por esta zona. Todos ellos ofrecen platos típicos portugueses donde el pescado fresco y el marisco es el principal ingrediente, sí, antes de volverme vegetariana adoraba venir a comer aquí Y después de una linda vuelta por todo Foz hemos llegado al mismo punto de partida y vuelvo a confirmar que Foz do Arelho es un destino precioso donde uno puede quedarse varios días disfrutando de los alrededores, de la playa, el lago y del constante vientooooo ... Por cierto, a pesar de que el viento frío suavice la sensación de calor, poneros crema protectora para evitar quemaros la cara ...
  2. Vivo en una ciudad costera, Mar del Plata y sumada a la ventaja de poder disfrutar del mar siempre, tengo la posibilidad de visitar varios pueblos y localidades costeras. Hay muchos lugares interesantes para recorrer, para ir un fin de semana o simplemente pasar una tarde distinta. Siempre que puedo me escapo y doy una vuelta. Aquí van algunas de mis historias costeras… Picnic y energía en Miramar Uno de los lugares a los que voy de vez en cuando es a la ciudad de Miramar. Está a muy pocos kilómetros de mi querida Mar del Plata, por lo que se convierte en una opción ideal para viajes rápidos. Aquí paso momentos muy lindos, como por ejemplo, un sábado primaveral con un sol radiante me sugirió la idea de ir de pic-nic… Después de un breve tiempo en la ruta con música y mates llegué a destino. Fui directamente hacia el Bosque Energético, lugar óptimo para un almuerzo al aire libre, donde se respira aire puro y sobre todo tranquilidad. Luego de almorzar, recuerdo que me puse a jugar con las ramitas para comprobar si verdaderamente quedaban en equilibrio como suelen decir. Después de varios intentos logré que algunas quedaran unidas y se mantuviesen así por algunos instantes. Fue muy divertido. Antes de emprender el regreso, aproveché lo que restaba de la tarde para ir al centro lugar donde hay una gran cantidad de locales comerciales y gastronómicos. Por supuesto, también disfruté de mirar el mar y dí una vuelta por la playa antes de despedirme. Tarde en Mar de Las Pampas Me había ido un fin de semana a Villa Gesell para cambiar de aire y salir de la rutina. El último día, recuerdo que deje el hotel temprano y me fui a pasear a la vecina localidad de Mar de Las Pampas. Ya conocía este hermoso pueblo al cual describiría como una alucinante combinación de bosque y playa, pero quería volver a visitarlo. Afortunadamente, el día estaba soleado e invitaba a disfrutar de la playa. Fui a caminar por la orilla apreciando la tranquilidad del día diáfano y la escasa cantidad de gente. Eran los primeros días de diciembre y como todavía no había empezando las vacaciones, había muy poca gente, es decir, estaba ideal para caminar por la orilla. El centro de Mar de Las Pampas, tiene también un estilo particular, los locales son de madera y piedra. Todos con el mismo diseño aparentando una perfecta armonía con la naturaleza.. Me senté en un café, después de hacer unas compras y disfruté de una rica merienda. Todas las veces que pasé por Mar de Las Pampas, fue de pasada. Pero quizás algún día pasé algún “finde completo”… Paseo por Cariló Cariló es un sitio donde la mano del hombre y la naturaleza conviven armónicamente. Un relieve irregular que recuerda la presencia de dunas y una frondosa vegetación me dio la bienvenida. Es un lugar muy agradable, con algunas casas, por lo general de colores pasteles, rodeadas de árboles. El aire puro y el perfume de los pinos, aromos y acacias son otros de los recuerdos que tengo de este lugar. Dicen que los aromas y los perfumes, son lo que más se recuerda y yo creo que esto es cierto. El centro comercial también tiene su encanto, unas maravillosas construcciones conforman negocios. Predominan el color blanco y la madera. Hay varias escalinatas que ayudan a desplazarse por el terreno de suaves ondulaciones. Ya entrado el atardecer y antes de emprender el regreso decidí ir hacia la playa, la cual no estaba muy poblada por no ser temporada alta. Me gusta pasear en temporada baja, cuando hay menos gente y más tranquilidad. Llegada la nochecita, volví a Pinamar, una vecina localidad donde me estaba hospedando. Domingo en Santa Clara Los domingos son una oportunidad ideal para pasear, especialmente en primavera y en verano. Santa Clara, está muy cerca de Mar del Plata, aproximadamente a unos 20 o 30 minutos en auto. Además, el viaje es muy pintoresco con la vista del mar. Uno de los motivos por el cual elijo de vez en cuando pasar una tarde aquí, es porque es un lugar muy tranquilo, donde la gente suele ir a tomar mate y descansar. Otra de las cosas que me gusta de Santa Clara, es que no está permitido estacionar sobre la la línea de costa. Esta misma normativa está presente en Mar Chiquita, una localidad vecina. Me parece muy bueno, ya que el paisaje no queda tapado por los autos. Le saqué una foto más a un monumento que hay en la costa, de una sirena, realmente es muy lindo y a mi siempre me llamó la atención. Volví al auto con ganas de dar más vueltas, entonces pasé por el barrio de Camet Norte. Es un pintoresco barrio muy llamativo por sus casas multicolores. Las hay llamativas, ejemplo de color verde manzana y amarillas, hay algunas un poco más discretas. Pero queda muy lindo el paisaje que conforman. Es curioso ver también la disposición que tienen, pienso que están puestas de manera “desordenada” para que todas puedan disfrutar de la vista al mar. Di una última vuelta por el centro de Santa Clara, es un lugar tranquilo también, pero hay varios locales y también confiterías donde siempre aprovecho para tomar algo.
  3. ¡Hola me acabo de registrar! Como casi todos los novatos me he registrado porque necesito un ayuda para organizar mis vacaciones A lo que íbamos, quiero pasar mis vacaciones en Peñíscola y necesito todo tipo de información, en concreto ¿qué hotel me recomendáis que sea majo y esté en el centro? ¿qué restaurantes conocéis con las 3 B, buenos, bonitos y baratos? y ¿qué pueblos o sitios merecen abandonar la estupenda playa de Peñíscola? ¡Gracias!
  4. Ayelen

    Rada Tilly

    Del álbum Reserva Laguna Azul

    Podéis leer el relato de esta etapa de mi viaje en moto por Latinoamérica aquí
  5. Llegué a Las Grutas, muy cansada ya que venía viajando hace algunos días por otras partes del sur de Argentina. El día anterior había hecho una excursión de unas doce horas, a eso se agregaron unas cuantas horas más de viaje en colectivo. Terminé llegando a este lugar en horas de la madrugada. Dejé el equipaje y casi de manera instantánea me quedé dormida. Al día siguiente me despertaron unas fuertes ráfagas de viento que me hicieron recordar que estaba en la Patagonia. Sumado al viento, lloviznaba. Me levanté y luego de desayunar salí a conocer el lugar. Afortunadamente la lluvia había cesado pero el viento todavía seguía soplando y soplando. De todas formas era un viento cálido. Fui en búsqueda de algo para almorzar y volví al apart hotel a comer. Ya estaba algo cansada de comer en restaurantes. El apart era muy cómodo, prácticamente nuevo. Siempre me ha resultado más práctico parar en este tipo de lugares. Este era muy nuevo y tenía todas las comodidades además de unos dueños muy simpáticos. La contra es que estaba lejos de la parte céntrica, pero de todas formas a mi me encanta caminar. Luego de almorzar, me di cuenta que el día no se iba a despejar y la idea de ir a la playa quedaba completamente descartada. De todas formas salí a pasear por la costanera y por el centro para conocer un poco. Después de caminar unas cuantas cuadras llegué a la bajada principal de la playa. Para mi asombro, me encontré con playas sumamente amplias, desprovistas de servicios de carpas, cosa que me parece excelente, ya que de esta manera se puede disfrutar, a mi criterio mucho mejor del lugar. Decoraban el paisaje las famosas cavernas que dan el nombre a la localidad. Saqué algunas fotos con el cielo nublado como telón de fondo. El paisaje era muy atractivo. El centro, tiene esa decoración típica que se ve en las fotos, de paredones blancos con ondulaciones irregulares. Hay varios comercios, muchas casas con las mismas marcas de mi ciudad, Mar del Plata. Lo que me sorprendió es que no hay una gran cantidad de restaurantes y bares. Sí hay varias casas donde se venden productos regionales y chocolates. El cielo se tornaba cada vez más amenazante entonces regresé velozmente para que la lluvia no me alcanzara. Al día siguiente el tiempo era otro, estaba muy lindo y hacía calor por lo que me preparé para ir a la playa. Al llegar, ya cerca del mediodía, me encontré con un panorama distinto al del día anterior, otra postal, parecía otro lugar. Había subido la marea y la playa era casi inexistente. Volví a almorzar y de paso a resguardarme del sol fuerte del mediodía. Al ir por la tarde me encontré con la extensa playa que había conocido el día anterior. La baja y alta marea dibujan dos panoramas totalmente diferentes. ¡Es increíble! Si tienen oportunidad de viajar hacia este lugar de la provincia de Río Negro, no dejen de ir a la playa por la mañana y luego a la tarde para poder ver las dos versiones de las playas. Otra cosa muy llamativa de Las Grutas son los piletones que se forman sobre las rocas. Estas por lo visto, han sido excavadas y al llenarse de agua forman unas interesantes piletas. Me senté al borde de una de ellos para refrescarme los pies y rápidamente un perro del lugar vino a hacerme compañía. Una de las cosas que más me llamó la atención es que el mito no era verdad. Yo había leído en varios sitios que el balneario de Las Grutas tenía la interesante característica de que sus aguas son cálidas como consecuencia de que la misma toma temperatura tras reflejarse en las rocas el sol. Inclusive todos los lugareños con los que hablé me decían lo mismo. Pero, yo vengo a confesarles la verdad: esto no es cierto. El agua tiene la misma temperatura que en cualquier balneario de la costa bonaerense. Estaba fría, no es que estuviera congelada, pero no tenía la temperatura cálida que todos prometieron. De todos modos disfruté de un hermoso paseo por la orilla, siempre me ha gustado caminar por la orilla. Saqué otras fotos más del paisaje totalmente cambiado como consecuencia de la baja marea. Luego de dar algunas vueltas por la playa, volví para el centro para tomar algo y fui hacia la terminal a buscar mi pasaje de regreso. Tenía planeado quedarme más tiempo, pero el lugar no me llamaba la atención lo suficiente como para seguir estando. No es que quiera desanimar a quienes tienen planeado conocer Las Grutas. Me gusta conocer y estar en los pueblos, pero considero que son lugares para estar uno o dos días a lo sumo. Soy una viajera inquieta a la que le gusta salir y andar de acá para allá. Ya había recorrido bastante y no me quedaba mucho para hacer. Desde Las Grutas se pueden hacer varias excursiones como visitar la ciudad Puerto Madryn y la Península Valdés. Yo ya los había conocido unos días anteriores (historias que les contaré en otros relatos) Otra excursión muy interesante que puede hacerse desde Las Grutas (y que tenía muchas ganas de hacer) es visitar las Salinas del Bajo del Gualicho, donde el mayor atractivo es disfrutar del atardecer. Pero, lamentablemente en esos días no se hacía. Así que decidí volver. Fue un buen sitio que me vino muy para descansar ya que venía de recorrer y viajar bastante. Me quedo pendiente la visita a las Salinas…
  6. Desde que era pequeña me gustaron mucho, mucho los animales, a decir verdad son mi gran pasión. Cursé unos tres años la carrera de Ciencias Veterinarias y luego me aboqué de lleno a estudiar Biología con orientación en Zoología, trabajé como voluntaria en el Zoológico de mi ciudad, La Plata, y también en algunas veterinarias. Por eso, cuando llegamos a la ciudad de Puerto Madryn, esa tarde, no podía controlar mi emoción. La fauna marítima de ese lugar es única y estaba ansiosa por visitar todos sus puntos de avistaje. La entrada a la ciudad es hermosa. La carretera comienza a descender en una gran curva, atravesando la estepa y la ciudad emerge en el horizonte con sus grandes edificios, en el medio de aquel desierto patagónico. Puerto Madryn es una ciudad preciosa, su calle principal se extiende a lo largo de toda la costa y cuenta con diferentes comercios, mayormente dedicados al turismo. Tiene algo especial que la diferencia de otras ciudades costeras que conocía. Las playas de Puerto Madryn Fuimos directo a conocer las playas. No estamos viajando en temporada de mayor auge turístico, por lo que tenemos a nuestro favor encontrar estas zonas bastante tranquilas y no tan pobladas, además el clima estaba bastante fresco, así que las playas estaban vacías. Unos siete metros de arena blanca y luego, el imponente mar azul. Permanecimos varios minutos en silencio, sólo contemplando ese paisaje digno de una postal, que nos daba la bienvenida. Planeábamos acampar, por lo que terminamos en un camping que queda en un extremo de la ciudad, bastante alejado del centro, pero que nos aseguraban conexión wifi, algo infaltable para que Martin pudiera trabajar. Armamos por segunda vez la carpa, y sin más, salimos a recorrer los alrededores de esa zona. La calle principal ascendía hasta ese extremo, donde se alzaba un gran monumento, y varios chicos aún disfrutaban los últimos rayos de sol con sus patinetas y rollers, aprovechando la inclinación de la calzada. Vimos el atardecer desde ese privilegiado punto alto de la ciudad. A medida que el sol se escondía, las luces de todo Puerto Madryn comenzaban a encenderse, y se reflejaban en el mar… fue un espectáculo hermoso. El atardecer A la mañana siguiente, tuve mi momento personal ya que Martin se quedó trabajando, así que recorrí toda la costanera desde el camping hasta el centro de la ciudad. En el cielo no se veía ni una sola nube, estaba completamente celeste y el sol radiante, aunque corría un poco de viento fresco que te obligaba a usar una campera. Llegué a la playa, me saqué las zapatillas y enterré mis pies en la cálida arena. Me tomé un momento para tirarme en la orilla y quedarme sola ahí, ya que no había nadie, mirando perdida el horizonte azul, casi sin poder creer que estaba ahí, y sin poder creer lo que había comenzado a vivir. Hacia menos de una semana que había dejado atrás prácticamente toda mi vida, no sabía cuánto tiempo iba a estar viajando, a dónde iría y mucho menos qué haría cuando regresara, pero aun así nada de eso lograba opacar la felicidad y emoción que sentía de estar ahí, en ese preciso momento. Caminé sin rumbo fijo durante largo tiempo, por la orilla del mar, desde un gran muelle situado en el centro, esquivando los manojos de algas que llegaban a la orilla arrastrados por la corriente, sacando fotos a pequeños tesoros que iba encontrando (una pinza de cangrejo, una alfombra de caracoles pequeños de varios colores, una pareja de gaviotas) y jugando con perros vagabundos corriendo en la orilla. Caracoles de colores! Horas más tarde, después de disfrutar esa tarde de soledad, me reencontré con Martin que, por el contrario, no había tenido un buen día porque el wifi no estaba andando bien como esperábamos. Esa noche, decidimos hacer algo diferente, y fuimos a cenar a la playa. Nos internamos en la oscuridad, guiados con una linterna, y nos acobijamos del viento bajo un árbol que crecía a unos metros de la orilla. Encendimos el mechero portátil que llevamos, y nos cocinamos unos fideos a la luz de la luna… todo muy romántico jejeje! A la mañana siguiente fuimos en busca de un hostel, porque era necesario tener acceso fácil a internet. Aprovechamos a recorrer el centro de la ciudad, colmado de propuestas turísticas, sobretodo de empresas de excursiones, que ofrecían travesías para ver lobos marinos, elefantes marinos, pingüinos y toda la fauna que habita en el lugar. Pero la vedad es que los precios excedían de nuestro presupuesto, así que lo dejamos pasar. Luego de algunas consultas en varios hospedajes que no terminaban de convencernos, llegamos al Hostel Yuliana. Yo, que venía con mi mala experiencia del hostel anterior en Bahía Blanca, realmente llegué al lugar muy escéptica, pero mi postura cambió en cuestión de segundos. El hostel contaba con un amplio living comedor, de grandes ventanales con prolijas mesas, un televisor de uso común y dos habitaciones grandes con 5 camas cucheta dispuestas ordenadamente. El lugar estaba buenísimo, nos recibieron muy bien y aprendí que los hostel en verdad pueden ser lugares geniales para hospedarse. Más tarde, ese mismo día, nos fuimos con la moto a recorrer las playas más alejadas. Bajamos por unos médanos y nos quedamos el resto de la tarde descansando en la arena. Martin hasta se animó a meterse al agua y tanto insistió que terminé acompañándolo… el agua estaba he-la-da! Llanura patagónica, en las afueras de la ciudad Para mi gran lamento, no llegamos en el momento justo para el avistaje de ballenas. La ballena franca austral llega a la costa de Puerto Madryn en mayo, iniciando su etapa de reproducción y cría. Entre septiembre y octubre se pueden ver a las hembras con sus crías, pero ya para diciembre, las ballenas migran nuevamente. Sé que es un gran espectáculo verlas, pero tendría que quedar pendiente para una segunda visita. De todas formas, el tercer día de nuestra estadía en Puerto Madryn, visitamos la Península de Valdés. Camino a la Península de Valdés Para llegar a la Península de Valdés hay que dejar atrás la ciudad, y recorrer unos 80 km de pura Patagonia, con el espejo de mar de lejos, hasta encontrarse con la entrada a la península. Obviamente tuvimos que pagar una tarifa para ingresar, cosa que genera cierta antipatía en mí, ya que considero que estas reservas naturales deberían ser abiertas y gratuitas a todo el público. Una vez allí, el paisaje que teníamos adelante era realmente hermoso. El camino, ahora de ripio, iba atravesando la llanura pampeana, con sus colores verdes, amarillo y marrón, que contrastaban con el azul intenso del atlántico. Al recorrer unos pocos kilómetros, nos cruzamos con un edificio de información, donde se podía recorrer un pequeño museo con afiches explicativos de la fauna de la zona, y solicitar un mapa de la reserva. Kilómetros más adelante, llegábamos a Punta Pirámides, área de lobos marinos de un pelo. Seguimos las instrucciones del camino aun de ripio, hasta llegar a un llano donde dejamos la moto, y caminamos unos 20 metros hasta el final de un alto risco, limitado por vallas. Desde allí arriba, se podía observar varios metros abajo, una amplia plataforma de roca que daba al mar, donde descansaban los lobos marinos. En ese mirador soplaba un viento muy fuerte, pero eso no impidió que sacara cientos y cientos de fotos a esos bellos animales. La mayoría de los lobos se agrupaban para tomar el solecito, plácidamente sobre la costa, con algunas posturas realmente extravagantes, mientras que unos pocos se encontraban nadando en el mar. Había muchas crías que se comunicaban con sus madres a través de unos extraños y fuertes gritos roncos. Son animales realmente hermosos con su pelaje de diversas tonalidades de marrones, brillando al sol y sus largos bigotes… no me alcanzaban los ojos y no me podía despegar de la cámara! Lobos marinos Después de varios minutos de sacar fotos y observar cada movimiento de esos grandes animales, seguimos camino hacia Puerto Pirámide, la única población dentro de la península. Es un poblado poco extenso, de 500 habitantes, con una gran calle principal que finaliza en una amplia playa. Almorzamos ahí, tarea que se nos complicó bastante, porque el viento soplaba muy fuerte, así que los sándwiches terminaron condimentados con arena, y luego, deambulamos lentamente al costado de la orilla, y continuamos más allá, donde la arena terminaba y comenzaba la superficie rocosa. Se formaban algunos estanques, en las depresiones de las rocas, donde se veían cangrejitos blancos y pequeñas ostras oscuras, aglomeradas en el fondo. El agua era increíblemente transparente, podíamos ver perfectamente el fondo de arena, y la gran profundidad en algunos lugares, y más allá, hacia el horizonte, el agua se veía de un hermosos azul intenso. A pesar del viento, nos animamos a meternos al mar, aprovechando esos estanques de agua artificiales que se formaban en el suelo de roca, aunque sinceramente no duré mucho en ella, porque estaba helada y por mi absurdo temor a que algún cangrejito se me prendiera del pie! El viento soplaba cada vez más fuerte (volviéndose algo realmente molesto), y la tarde iba cayendo cuando emprendimos el regreso al hostel. Puerto Pirámide La verdad es que queríamos quedarnos más días para terminar de recorrer toda la gran península y disfrutar de las bellas playas de la ciudad, pero aun nos quedaban muchos kilómetros por delante hasta llegar a Tierra del Fuego, y la inminente llegada del otoño nos obligaba a apurarnos si queríamos evitar la temporada fría en el sur. Así que luego de esos cuatro días disfrutando de esta bella ciudad, y luego de despedirnos de su mar azul, cargamos nuevamente la moto y emprendimos otra vez el viaje por la ruta 3. Más fotos de Puerto Madyn en mi álbum:
  7. Ayelen

    Puerto Pirámide

    Del álbum Puerto Madryn

    Puedes leer de mi visita a Puerto Madryn en el siguiente link: www.viajerosmundi.com/blog/16/43-puerto-madryn/
  8. Ayelen

    Estepa patagónica II

    Del álbum Puerto Madryn

    Puedes leer de mi visita a Puerto Madryn en el siguiente link: http://www.viajerosmundi.com/blog/16/43-puerto-madryn/
  9. Ayelen

    Playa

    Del álbum Puerto Madryn

    Puedes leer de mi visita a Puerto Madryn en el siguiente link: www.viajerosmundi.com/blog/16/43-puerto-madryn/
  10. Ayelen

    Caracoles de colores!

    Del álbum Puerto Madryn

    Puedes leer de mi visita a Puerto Madryn en el siguiente link: www.viajerosmundi.com/blog/16/43-puerto-madryn/
  11. Ayelen

    Atardecer

    Del álbum Puerto Madryn

    Puedes leer de mi visita a Puerto Madryn en el siguiente link: www.viajerosmundi.com/blog/16/43-puerto-madryn/
  12. Ayelen

    El muelle

    Del álbum Puerto Madryn

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  13. Del álbum Puerto Madryn

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  14. Ayelen

    Llegada a Puerto Madryn

    Del álbum Puerto Madryn

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  15. Nací en la localidad de Daireaux (al oeste de la provincia de Buenos Aires) pero siempre viví en Mar del Plata. Podría decir que me siento parte de ambos lugares, a pesar de que son dos mundos totalmente distintos y opuestos. Cada sitio tiene su encanto, pero hoy les voy a “hablar” de mi querida Mar del Plata, ciudad en la que vivo y en la que pienso que seguiré viviendo ya que me gusta mucho y le tengo mucho afecto. Mar del Plata es un sitio con varios puntos interesantes para pasear y recorrer en cualquier momento del año. Es uno de los destinos más turísticos de la Argentina, con una gran cantidad de turistas durante el verano, pero también es visitada en invierno, durante los fines de semana largos y durante fines de semana comunes. Entre los rincones preferidos de mi ciudad está la costa. Creo que no podría vivir en una ciudad sin costa, ver el mar es una de las cosas que más me apasiona. A pesar de que siempre he vivido aquí, me sigue llamando la atención lo cambiante que puede ser el paisaje… hay días en los que se pueden ver las aguas calmas, otros en los que el mar está embravecido, los tonos siempre cambian y a mí nunca deja de llamarme la atención. Adoro la posibilidad de poder mirar el inalcanzable horizonte tan imponente como tranquilizante. Suelo ir todos los fines de semana a pasear por la costa en compañía del frío o del calor. Y si en la semana tengo tiempo, por supuesto que también me hago una escapada… Hay veces que mi recorrido costero va por el sector norte, donde está El Puente (una construcción relativamente nueva) las playas de la Perla, el restaurado Asilo Unzué donde funciona un centro cultural y varias heladerías. Pero esto no suele ser lo más frecuente. El lado de la costa que más me gusta es el otro, dónde está el emblemático Torreón del Monje y la Playa Varese, a mi criterio la más linda de todas ya que está enmarcada por dos escolleras conformando una postal única. Algo que recomiendo para quienes visiten Mar del Plata, es llegar a esta playa por la Avenida Colón, donde además de hacer un poco de ejercicio al subir la loma, se pueden ver construcciones típicas de Mar del Plata como la antigua casona de la Belle Epoque donde ahora funciona el Museo Castagnino (siempre hay varias muestras de distintos artistas). A este museo lo visité por primera vez hace poco tiempo, para ir a una muestra de un artista marplatense, Sendra, el dibujante de “Yo Matías”. También aproveché para conocer este lugar donde se hospedaban una de las primeras familias que venían a veranear por aquí. Siguiendo con el recorrido costero hacia el sur, se encuentran Playa Chica y Playa Grande, otras de las playas más lindas, y una de las más concurridas en verano. Si hay un lugar a donde voy muy seguido es el centro, acá hay varios locales comerciales, cafés y restaurantes. El motivo por el cual voy con tanta frecuencia, además de que me queda cerca, es por los cines. Si hay algo que realmente me encanta y me entretiene (además de viajar o de leer algún buen libro) es ver películas. El día que elijo para darme este gusto, son los sábados y/o domingos lluviosos. En los shoppings se encuentran las mejores salas de la ciudad. El mes de noviembre, es uno de mis preferidos porque se desarrolla El Festival de Cine. Varias películas son proyectadas durante todo el día desde la mañana hasta la madrugada y yo trato de organizarme para ir a ver la mayor cantidad posible. Si pasean por mi ciudad, les recomiendo hacer un alto en La Catedral que también se encuentra en el centro. Es un edificio de estilo neogótico con más de 100 años. Un detalle no menor, es que fue declarada como “Patrimonio Histórico Nacional” A la hora de dar una vueltita y tomar un café el lugar que más me gusta es la calle Güemes. Es mucho más pintoresco que el centro de la ciudad, además de que es una zona con construcciones y edificios más nuevos. Actualmente esta área comercial está bastante expandida y se han desarrollado varios locales comerciales inclusive en su calle paralela, Olavarría. También hay varios comercios y bares sobre las calles transversales. En esta zona se encuentra una de las plazas más lindas, la Plaza del Agua, tiene un salón donde se hacen varios eventos como la Expo Chocolate, la Feria del Libro Infantil y el Festival Gastronómico. Siguiendo con las plazas, la Plaza Mitre también es una de las más lindas, con varios juegos para niños. Les dejo unas fotos para que puedan conocerla… A unos pocos kilómetros de la Ciudad de Mar del Plata se encuentra Sierras de Los Padres. No es un punto al que vaya muy seguido, pero es ideal sobre todo para estar en contacto con la naturaleza. Un consejo: una de las mejores épocas para visitar las sierras es en primavera. La ciudad de Mar del Plata tiene otros puntos más a parte de los que nombre, como el paseo de la base naval donde también se hacen eventos. Allí tuvo lugar el el Rally Dakar Argentina-Chile. Aún recuerdo ese día…¡ Fue toda una fiesta ! El puerto es otro punto muy turístico pero no es santo de mi devoción, ya que no me gusta comer pescado. Pasando el puerto, se encuentran las famosas playas del sur donde tienen lugar recitales en verano. Son muy distintas a las del centro o a las de la zona de la perla, ya que combinan arena con vegetación y son mucho más tranquilas. Hay mucho para ver y para hacer en Mar del Plata. Durante todo el año hay actividades y eventos. Yo les recomiendo especialmente disfrutar de la costa.
  16. Mi nombre es Ayelen, es un nombre de origen mapuche que significa “Diosa de la alegría”, y, si bien intento hacerle honor la mayoría del tiempo, admito que suelo tener un carácter bastante fuerte. Vivo en la ciudad de La Plata, una ciudad universitaria muy bella, ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudio Biología, tengo muchos amigos, una linda familia y una gata preciosa llamada Luna. En definitiva, no puedo quejarme de la vida que llevo. Sin embargo siempre hubo algo que nunca había hecho: VIAJAR. Lo deseaba constantemente, pero siempre tenía el mismo inconveniente: cuando tenía dinero, no tenía el tiempo, y cuando disponía del valioso tiempo, no contaba con el dinero. Por eso, cuando mi novio, Martin, me propuso viajar con él y recorrer Latinoamérica, supe que era una oportunidad que no podía dejar pasar, aunque me costara unos cuantos sacrificios. Fue una decisión difícil para mí, ya que el viaje requeriría de mucho tiempo, así que me vi obligada a dejar el trabajo que tenía hacía cuatro años, cancelar mi contrato de alquiler, mudar mis cosas a la casa de mis padres (gata incluida ), dejar la universidad en pausa… en fin, decidí “quemar naves” e iniciar esta aventura. Valdría la pena. Los últimos preparativos antes de partir La particularidad de este viaje es que nuestro medio de transporte es una moto, una Honda Transalp modelo 89. Sí, la moto tiene casi mi edad, y es una reina en la ruta. Sólo podemos llevar lo esencial. La moto tiene dos valijas laterales donde guardamos nuestra ropa, un baúl donde llevamos herramientas y demás accesorios para la moto, mochilas con comida y utensilios de cocina, carpa, bolsas de dormir y aislantes. La pobre va realmente cargada, y así es como se convirtió en nuestro hogar en los últimos meses. Nos costó muchas horas de organización, muchas cuentas a realizar, algo de ahorro, trámites finales… pero al fin, a mediados de febrero, la moto fue cargada e iniciamos este increíble viaje que hoy me dispongo a compartir con ustedes. Nuestra pequeña Esa mañana cuando me desperté, el cielo estaba bastante nublado, y la humedad era realmente insoportable, lo que es normal para esa época en la ciudad de La Plata. Pero a pesar de la gris advertencia climática que se abalanzaba sobre nuestras cabezas, decidimos marcharnos. Fue un momento que no me voy a olvidar nunca, ya que la mezcla de nervios, ansias, y temor que se experimentan al iniciar un viaje es única. Me sorprendió no sentir melancolía al ver cómo dejábamos atrás la ciudad en la que había vivido los últimos 7 años, y a la cual no tengo idea cuando regresaré. Viajar en moto es una experiencia muy particular, quienes lo hayan hecho me entenderán y quienes no, intentaré transmitirles de la mejor manera lo que se siente. En una moto, uno es parte del vehículo. Uno es el parabrisas, las puertas, ventanas y demás carrocería a la que estamos acostumbrados si nos movemos en cuatro ruedas, por eso, sobre una moto, estas en estrecho contacto con el medio ambiente que se recorre. Dicho de otra manera (quizás menos poética), no hay nada que te proteja de lluvias, nevadas, vientos o eventuales caídas, como aprendí en este tiempo. Aun así, esta característica, que en climas hostiles pueden tornarse un verdadero calvario, también suma el extra de orgullo y satisfacción que uno siente cuando logra recorrer varios kilómetros y llegar finalmente a destino, porque les aseguro que no es lo mismo viajar 5 horas en la comodidad y calidez de un auto, que hacerlo arriba de una moto. Supongo que esa cualidad de SENTIR el viento golpeándonos, el aroma de la tierra cuando atravesamos grandes plantaciones, los pájaros volando al costado de la ruta, la lluvia mojándonos, la nieve congelándonos, la carretera pasando veloz debajo nuestro, sentir todo sin ningún límite que te separe del exterior, esa sensación de libertad es lo que más me gusta de viajar en moto y lo que más disfruto. Mi papel en este viaje es de copiloto y con ello corro con grandes ventajas, ya que no tengo que estar necesariamente concentrada en manejar, y tengo mucho tiempo para hablar conmigo misma. Porque eso es básico: a menos que tengas esos costosos cascos con intercomunicadores (cosa que no es nuestro caso); viajar en una moto te deja mucho tiempo para pensar y créanme, puede ser tedioso al principio, pero se ha convertido en una gran terapia personal. Fue entonces que el 19 de febrero iniciamos este viaje, hace ya casi cuatro meses. Nuestra meta inicial era llegar a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, y lo haríamos viajando a través de la ruta 3, carretera que nace en el Obelisco de la Capital Federal de Buenos y finaliza en Bahía Lapataia, Tierra del Fuego, siendo un total de 3 mil km. interrumpidos únicamente en un punto: el estrecho de Magallanes. Es una ruta tradicional muy conocida y muy elegida por viajeros. Saliendo de La Plata, el paisaje va dejando atrás su apariencia de ciudad para convertirse en campo, extensas llanuras de pastura para agricultura y ganadería, donde cada tanto se divisa algún grupo de vacas u ovejas pastando. Ese sería nuestro paisaje durante los siguientes días. Los campos de Buenos Aires Los primeros kilómetros dentro de la provincia de Buenos Aires fueron bastante moviditos. Viajamos en dos ocasiones bajo una cortina de lluvia constante, tuvimos nuestro primer problema técnico con la moto, al romperse el sistema de trabavolante que posee por seguridad, y mi primera experiencia con un hostel, con el hostel de la ciudad de Bahía Blanca, para ser más precisa, dejó mucho que desear (ya está incluida en mi lista negra), por lo que uno podría concluir que claramente empezamos con el pie izquierdo. La primera tormenta que atravesamos en el camino Pero, frente nuestro se abría un mundo nuevo, lleno de lugares por descubrir y personas por conocer, experiencias por vivir, y eso nos daba el suficiente ánimo para seguir. Nuestra primera parada a pasar la noche fue aproximadamente a 300 km. de nuestro punto de partida, en la pequeña villa turística y balnearia Costa del Este, donde nos esperaban Pablo, el hermano de Martin y su novia Rita con unas ricas pizzas caseras. A pesar del cansancio que pesaba sobre mí por todo lo estresante de un primer día inicial de viaje, recuerdo haberme ido a dormir muy feliz esa noche. Era una sensación rara, después de haber estado años sumida en una rutina, sabiendo exactamente que me deparaba cada monótono día con el trabajo y las clases de la universidad, de repente no saber dónde íbamos a estar ni qué nos íbamos a encontrar en los siguientes días, donde todo podía pasar, me llenaba de una exaltación extraña y alegre. Costa del Este Los siguientes dos días, fuimos alojados en el departamento céntrico del padrino de Martin, Eddy, y su mujer Vivi, en la inmensa y ruidosa ciudad de Mar del Plata. Personalmente no es mi lugar favorito, pero debo admitir que es una city muy importante. Miles de propuestas culturales, teatros, cines, grandes peatonales con arte callejero, negocios, restaurantes ofreciendo diferentes delicias marítimas como plato principal, conforman el gran y MUY concurrido centro de la ciudad costera. También posee una costanera muy bella, entre altos edificios y hoteles glamorosos y extensas playas que conforman el conocido balneario turístico de la ciudad, un lugar muy lindo para salir de noche a tomar alguna cerveza o comer algo. Mar del Plata Recién al quinto día de haber iniciado el viaje, éste se pondría realmente animado y más interesante. Después de la parada obligada a pasar la noche en la ciudad de Bahía Blanca, dejamos atrás al fin la provincia de Buenos Aires, para ingresar a la provincia de Río Negro. El paisaje comenzó a cambiar de a poco. Ahora veíamos un poco menos verde, colores más apagados, arbustos más pequeños… de a poco íbamos adentrándonos en la famosa estepa pampeana. Nunca imaginé que sería tan aburrida! Prendida a la parte de atrás de la moto, me mantuve atenta hacia cualquier movimiento, quería ver aves nuevas o algún que otro animalito corriendo al costado de la ruta…. Pero nada. Luego de los primeros cien kilómetros realmente me resigné, fue un trayecto muuuy aburrido. Pero por suerte, el clima comenzaba de a poco a acompañarnos (aunque sería por poco tiempo) y ese día viajamos sin lluvia, al menos. La Patagonia Caída la tarde, llegábamos a la ciudad de La Grutas, buscamos un camping y rápidamente corrimos a la playa para aprovechar los últimos rayos de sol. Bordeadas por grandes paredes de piedras de diversas formaciones, producto de la erosión del agua misma, se encuentran las playas, a las que uno accede bajando por escaleras construidas entre las formaciones rocosas. Aun había gente bañándose y pescando, a las cuales nos unimos haciendo una pequeña caminata al costado de la orilla. Después de tantas horas de viaje, pisar la arena descalzos y correr entre las pequeñas olas que rompían era nuestra recompensa. Las Grutas Una rápida compra en un supermercado y al camping. Aun me da vergüenza recordar que apenas si sabía cómo armar una carpa, pero en poco tiempo la que sería nuestro hogar dulce hogar en los siguientes meses estuvo lista, con colchón inflable y bolsas, y tuvimos nuestra primer cena: unos deliciosos sándwiches. Las playas de Las Grutas A la mañana siguiente, emprendimos la marcha, luego de desarmar y guardar todo en su lugar como un rompecabezas, y tomamos nuevamente la ruta 3. Después de 150 km. de pura Patagonia pasando velozmente a nuestro alrededor, pasamos a la provincia de Chubut y de repente el paisaje se llenó de vida. Podíamos ver pequeñas aves, las martinetas correr entre los bajos pastos al costado de la carretera. Después empezaron a aparecer choiques (que son parientes lejanos del avestruz, mucho más pequeños y de plumaje gris) y muuuuchos guanacos observándonos pasar desde los montes. Al fin el paisaje se volvía interesante y yo era feliz! Guanacos Junto con los pequeños animalillos que le pusieron un poco de onda al paisaje, también apareció un fuertísimo viento. Ya habíamos sido advertidos de los fuertes vientos de esa zona de la Patagonia, pero realmente nos tomó por sorpresa. Si bien, en mi privilegiado lugar de la moto no me choco con el viento totalmente, porque Martin es quien maneja y es él quien, pobre, tiene que luchar contra las ráfagas de frente, tampoco es que voy encerrada en una burbuja y les aseguro que el viento soplaba realmente fuerte. Íbamos prácticamente a 45 grados y pasar camiones era una odisea, así como cada camión que nos pasaba de frente hacia la dirección contraria suponía un golpazo de viento. No hace falta aclarar que confío en las habilidades para manejar de mi novio, porque de otra manera hubiera muerto de pánico al notar como el viento nos arrastraba de un lado para otro. Finalmente, llegamos a nuestro siguiente destino. Un cartel al costado de la ruta nos indicaba que pocos kilómetros delante se encontraba Puerto Madryn. Paramos antes, en un mirador que se encontraba en lo alto. La ruta luego iba bajando hasta llegar a la inmensa ciudad que desde el mirador se veía completamente. Varios jotes de cabeza colorada nos daban la bienvenida planeando en lo alto. Jote de cabeza colorada planeando en lo alto en la entrada de Puerto Madryn Lo primero que se me vino a la mente era cómo semejante ciudad podía alzarse en el medio de la nada misma?? La estepa patagónica se extendía en todas direcciones, modificando apenas su relieve con ciertas ondulaciones, pero tan árida y opaca como había sido el paisaje en los últimos días, y de repente era cortado por esa gran ciudad, a la orilla del Atlántico. La ciudad de Puerto Madryn, vista desde el mirador Nos subimos a la moto y emprendimos los últimos kilómetros para entrar a la ciudad ansiosos. Martin trabaja en Informática y tendría que trabajar en unos proyectos, lo que suponía quedarnos varios días en Puerto Madryn, así que yo tendría tiempo de recorrer, conocer y sacar fotos. Además, muy cerca de de allí se encuentra la gran península de Valdés, famosa por sus áreas de lobería, elefantes marinos y avistaje de ballenas. Mi pequeña bióloga interior estaba deseosa de verlo TODO. Habíamos iniciado nuestro viaje con algo de mala racha, pero de a poco, nos íbamos encontrando con mejores aires y aun nos faltaban muchas cosas por vivir. SIGUIENTE >>>
  17. Ayelen

    Las Grutas IV

    Del álbum Ruta 3: de La Plata a Patagonia en moto

    Podéis leer el relato de la primera etapa de mi viaje en moto por Latinoamérica en Atravesando la Patagonia
  18. Ayelen

    Las Grutas III

    Del álbum Ruta 3: de La Plata a Patagonia en moto

    Podéis leer el relato de la primera etapa de mi viaje en moto por Latinoamérica en Atravesando la Patagonia
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