El Ferry SvetiStefan II y llegada a Bar
Me vuelvo a despertar pero esta vez no tengo ninguna intención de buscar una nueva y extravagante postura que me permita dormir medio decentemente... Hemos pasado la noche intentando descansar en las butacas de la Montenegro Lines después de desistir dormir en el suelo a causa de su hedionda moqueta, no es que las butacas fuesen excesivamente mejores pero hay pequeñas diferencias que decantaron la balanza. Avani esta medio dormido, por un momento pienso en dejarlo descansar, aunque para ser sinceros no creo que diez minutos de sueño alivien el cansancio de una mala noche. Si nos damos prisa veremos el alba y con un poco de suerte ya estaremos suficientemente cerca de Montenegro como para ver el perfil de sus negras montañas recortadas en el horizonte, tal y como las vieron los antiguos navegantes venecianos que bautizaron estas tierras con el nombre de Montenegro.
Antiguo mapa Veneciano (1690).
Salimos al puente por la puerta izquierda y la fresca brisa matutina nos da los buenos días, a lo lejos se ven las montañas de lo que suponemos debe ser Montenegro. No quepo en mi de alegría, lástima que no se vea el amanecer porque el cielo esta tomando unas preciosas tonalidades... Menos mal que el frió y el aroma del mar han desperezado todos los sentidos de Avani porque me toma del brazo, me hace entrar de nuevo en el barco para volver a salir esta vez por la derecha y...
Llegamos en el preciso instante en que la roja esfera empieza a despuntar de entre las lejanas montañas de Montenegro, aunque por este lado son menos imponentes y se pierden en la larga planicie de Ulcinj. El sol asciende rápidamente y al poco la luz se torna más intensa y dorada.
Sacamos las últimas fotos y observamos embalsamados el revolotear de unas pocas gaviotas que han venido a darnos la bienvenida. Todavía faltan más de dos horas para llegar así que aprovechamos y damos un pequeño paseo por el interior del barco. El barco adquirido en 2003 por Montenegro Lines y bautizado con el nombre de SvetiStefan II cubrió la ruta Ancona – Bar hasta principios de este año cuando la compañía ha abandonado momentáneamente la ruta para centrase únicamente en el trayecto Bari - Bar, el cual es mucho más importante pues conecta Budapest - Belgrado - Bar - Bari. El ferry ha trabajado duro estos últimos años y así lo atestiguan todas sus salas, moquetas, servicios y cabinas. No hemos tomado nada en el restaurante y en la cafetería solo refrescos embotellados pues las condiciones higiénicas dejaban desear, tampoco vimos a nadie desayunando.
El ferry sigue su curso y poco a poco nos vamos acercando a nuestro destino. La niebla que cubría toda la costa ha desaparecido casi por completo y ahora podemos admirar todo el panorama. Como algunos ya sabéis el viaje lo hemos organizado en el último minuto y aun a día de hoy no tenemos muy claro donde desembarcaremos, nos hemos leído un poco la historia, las costumbres, anotado los pueblos, playas y parques nacionales que no podemos perdernos y poco más el resto lo iremos improvisando sobre la marcha. Os lo cuento para que nadie se extrañe de nuestro entusiasmo cuando vímos que las altas montañas iban a morir al mar y que no parecía una costa árida y sobre poblada sino verde y salpicada de pequeños pueblos.
Estamos entrando en el puerto de Bar el cual, al menos de lejos, no parece atractivo sobre todo por la viaja refinería y la cantera que se encuentran justo al final de la bahía de Bar.
Viajar en barco permite llegar lentamente a tu destino, sentir como la alegría y la emoción se van apoderando de ti a medida que te vas acercando. Es sin duda una forma más humana de viajar.
Hemos llegado a las ocho de la mañana tenemos dos horas para desayunar con calma antes de ir a recoger el coche que hemos alquilado con DeltaCar. Una vez en tierra, Bar nos parece menos fea, tiene un bonito paseo marítimo y varías cafeterías cerca del puerto. Decidimos desayunar en Helena, una cafetería-heladería que tiene unas deliciosas "focaccias" vegetarianas, nos hacía falta un buen desayuno salado para desperezarnos del todo. Al otro lado de la cafetería se encuentra la oficina de turismo por lo que decidimos echarle una ojeada y de paso pedir un mapa.
El chico, aunque cortes, no parece muy entusiasmado con su trabajo y se limita a darnos el típico prospecto de la zona de Bar e informarnos que podemos encontrar mapas de carretera en cualquier librería, hay una situada tres calles más arriba. Por suerte, antes de aventurarnos en busca del mapa, hemos preferido comprobar si nuestro coche no había llegado antes de lo previsto, y ciertamente allí estaba Sacha, el gerente de DeltaCar, esperándonos con nuestro pequeño Renault Twingo. Sacha resulta ser mejor “guía” que el chico que trabajaba en la oficina de turismo, por lo que nos enfrescamos en una larga conversación que acaba discutiendo la situación social, económica y religiosa del País. Nuestro interlocutor es despierto y simpático pero en ocasiones demasiado extremista y se reafirma orgulloso en su intolerancia hacia otras culturas, religiones o formas de pensar. Su ideal sería volver a formar una gran Serbia, gobernada y habitada por “buenos” ortodoxos.
En una librería cercana hemos encontrado un mapa de carreteras y, tras comprar agua y algunos snacks, nos ponemos en camino. Sacha nos ha desaconsejado perder le tiempo en Ulcinj y recomendado visitar los típicos pueblos turísticos argumentando que el resto no valen la pena que son sitios pobres, buenos para los locales no para los turistas. Lógicamente hacemos oídos sordos y nos dirigimos justo en esa dirección. La carretera que en un principio se había alejado de la costa vuelve a acercarnos y nos muestra preciosas calas y playas de agua trasparente. Hace calor y nos prometemos que en la próxima playita que podamos bajar con el coche nos paramos. No obstante la siguiente playa, Uvala Masline, no acaba de convencernos, demasiada gente e infraestructuras...
Unos pocos kilómetros más adelante hay un cartel marrón que pone Kruce con el símbolo internacional de ruinas así que nos internamos por la estrecha callecita. Hay varios desvíos y como no hay más carteles intentamos seguir por la calle en mejor condiciones. No hay ni rastro de las ruinas y la carretera es cada vez peor. En cierto punto preguntamos a unos señores que se encontraban cerca y nos indican por donde ir y tras decender por una bajada muy empinada, pero asfaltada, llegamos a una preciosa cala llamada Kruce De las supuestas ruinas nadie sabe nada pero decidimos quedarnos hasta mañana en uno de los apartamentos que hay, el Apartments Casa Mila.
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