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Showing content with the highest reputation on 08/17/14 en toda la comunidad

  1. 2 puntos
    En esta ocasión les platicaré un poco sobre mi visita a Xochimilco, una región al sur de la ciudad de México, de la que por cierto @RELAXY ya habló en uno de sus relatos, que les invito a leer también. Quisiera aclarar que la fiesta es algo que también gusto de conocer, además de todas las cosas que una ciudad puede ofrecer. No me crean un borracho sin más cuando lean esto, pues el consumo de bebidas etílicas está presente en este capítulo Durante las primeras semanas en que llegué a vivir al D.F. fui invitado a una fiesta de intercambio de la UNAM, en donde conocí a infinidad de gente, como podrán imaginar, la mayoría de ellos extranjeros. Fue durante esta fiesta cuando conocí a quienes se convertirían en mi segunda familia en esos largos seis meses que pasé viviendo solo en la capital. Con ellos emprendería los primeros y mejores viajes de toda mi vida hasta hoy. Pero vayamos al grano. Esta fiesta terminó en una casa comunitaria, donde los 12 huéspedes (los mejores anfitriones que he tenido en un evento de tal magnitud) finalizaron la reunión anunciando la próxima visita para todos los intercambistas en la ciudad. La cita se hizo en los famosos canales de Xochimilco para pasar un buen rato navegando en las tradicionales trajineras de la zona. En principio asistimos muy entusiasmados, pues dos días después era el cumpleaños de nuestro nuevo amigo español Daniel, así que teníamos la intención de celebrar sus 21 años como nunca. Además, siendo sus primeros días, quisimos darle una calurosa bienvenida a México. Algunas personas llegamos más temprano de lo que se había acordado, pues quisimos dar una vuelta por la región antes de abordar las trajineras. La verdad es que Xochimilco es una zona bastante distinta del resto de la ciudad. Como se quiere conservar el patrimonio intacto, no se puede ver el mismo nivel de urbanización que en las otras delegaciones. Escasean los supermercados, unidades de transporte y edificios grandes. Pero abundan las casas modestas y tiendas pequeñas. Cerca de las 2 de la tarde, aprovechamos a comer unas quesadillas fuera del embarcadero. Pasa algo muy gracioso con este platillo en el D.F. La palabra quesadilla viene de queso, y se refiere a una tortilla de maíz doblada por la mitad, con queso en su interior y lo que se le quiera añadir: champiñones, carne, flor de calabaza, etc. Pero en D.F. la gente entiende quesadilla como una tortilla de maíz doblada a la mitad con cualquier cosa en su interior, no necesariamente queso. Así, pedí una quesadilla de champiñones y lo que recibí fue una tortilla con champiñones dentro. No había queso. Pregunté a la mesera ¿dónde estaba el queso? Y me dijo: "Oh, entonces ¿quieres una quesadilla de champiñones con queso? Bueno, así me lo hubieras dicho antes". Así que si alguna vez visitan D.F. cuidado con eso, que puede ser bastante confuso (y tonto, la verdad). Después de comer, fuimos juntos a comprar las bebidas para subir a la balsa, pues dentro del embarcadero todo es mucho más caro. Lo bueno es que uno puede llevar su bebida, comida, vasos y demás. Nos sorprendimos cuando a las 20 personas que íbamos en bola se nos unieron otros 60 intercambistas más. Entonces se veía venir lo que esa fiesta se convertiría. Las trajineras son embarcaciones de madera adornadas con pinturas coloridas, y todas llevan un nombre en el frente del techo. El cupo máximo son 20 personas, pues se acomodan alrededor de la mesa. Cuando al fin todos logramos abordar una lancha, las 4 salieron juntas a navegar por los canales. Quisimos que todas permanecieran unidas durante el trayecto, pero los conductores no querían correr el riesgo de un choque. No quiero contarles lo detestable que hubiera sido caer al agua (parecía bastante sucia y olorosa, de un color verdoso que daba poca confianza). Aún así, una balsa iba remando al lado o al frente de la otra a la misma velocidad, por lo que las 4 pudieron avanzar de forma muy similar. Cuál sorpresa se llevarían las personas que llegaron a las 3 de la tarde, cuando se dieron cuenta de que las bebidas alcohólicas y la comida no se incluían en el precio, y no se tomaron el tiempo de comprarlo antes. Como era de esperarse, todos se acercaban a nuestra balsa con su vaso de plástico pidiendo un poco de alcohol para beber. Para ese entonces, nosotros ya habíamos abierto las botellas de tequila y las cervezas indio (de la marca más consumida en México... y no! no nos gusta mucho la Corona). En un principio no queríamos darles de nuestra bebida, pues sabíamos que no alcanzaría para 80 personas . Pero todos éramos intercambistas y no podíamos ser malos con los chicos extranjeros que querían pasarla bien en sus primeros días en México. Así que accedimos, con algunas condiciones, que incluían un baile de salsa o reggaeton sobre la popa de nuestra trajinera Es muy gracioso ver cómo los europeos, gringos o canadienses intentan mover las caderas al bailar, y poco tiempo después nos piden ayuda a los latinos para aprender los pasos de baile. Yo siempre les digo lo mismo: "No existen reglas, sólo siente la música". Al menos, es lo que yo hago. El recorrido en las trajineras dura aproximadamente 3 horas, por un precio de 900 pesos (70 USD aprox.). Los paisajes no son tan magníficos como uno imaginaría. Como dije antes, el agua es bastante verdosa y sucia. A lo largo de la riviera se observan casas antiguas (algunas datan de la época colonial), árboles caídos y personas en su día a día. Aunque ese día a día incluye atender a los turistas que pasean en las lanchas, como venderles comida, bebidas, rentar bocinas para música y hasta mariachis). Nosotros optamos por una bocina con un cable auxiliar para reproducir música bastante mexicana y darles a todos una pequeña muestra de cómo se festeja en México Después de unos cuantos vasos, todos estábamos ebrios, y muchos saltaban de las trajineras a las tiendas ambulantes o en tierra para comprar más cerveza o tequila (los precios son bastante altos, pero a algunos borrachos no les importa mucho lo que se gasta cuando se están divirtiendo). Por cierto, muchos me preguntaban la forma "correcta" o "mexicana" de beber el tequila. No creo que haya una forma correcta. En México solemos beberlo en shots, chupando un limón con sal antes y después del trago. O bien, para hacerlo mas suave, se prepara en paloma, que es tequila con refresco de toronja, un poco de limón con sal en las orilas y hielo para refrescar. Al final, perdimos un poco el miedo de que la balsa se hundiera, y cuando una se acercaba a la otra, la gente saltaba para hacer amistad en las demás trajineras. Nuestra barca era, quizá, la más solicitada, pues era el centro de abastecimiento. Varias veces rebasamos el número de tripulantes permitidos, y la barca se inclinaba, haciendo agua de uno de sus lados. Afortunadamente, la madera es bastante resistente y nuestro remador nos presionaba para desalojar un poco de gente. Fue una tarde bastante divertida para todos. Xochimilco puede ser también un sitio familiar. Es común ver a grupos de familiares sentados en una trajinera celebrando un cumpleaños con un pastel o comiendo tamales de barbacoa. Si ustedes quieren visitarlo, pueden hacerlo aunque no se encuentren en un grupo tan numeroso como el mío. Eso sí, el precio seguirá siendo el mismo y se tendrá que dividir entre el número de tripulantes (entre más sean, más barato será).Tampoco es necesario que se embriaguen hasta llenar sus zapatos de lodo verde como yo . Pueden beber y comer sentados y tranquilos mientras escuchan los mariachis y observan la pintoresca riviera. Pero deben estar dispuestos a ver pasar junto a ustedes barcas llenas de jóvenes perdiendo un poco de cordura mientras dan un paseo por los canales que Xochimilco dibuja en sí mismo. Debo decir que es una de las cosas que lo hacen tan famoso.
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    Con la moto funcionando correctamente, todas nuestras preocupaciones se disiparon rápidamente esa mañana. El clima parecía acompañar nuestro humor aquel día, con un sol radiante en un limpio cielo celeste. Era la primera vez que disfrutábamos de un día soleado en la ciudad de Ushuaia, porque desde nuestro arribo, siempre la habíamos visto con un cielo gris y nublado, con lluvia o nevisca. Les parecerá una broma, pero la moto finalmente recorrió cinco cuadras, y volvió a morir. Nuestra frustración fue total. Sin otra opción, la moto regresó taller y nosotros volvimos cabizbajos al hostel, a la espera de una prometida respuesta por parte de los mecánicos, que nunca llegó. Vimos el esplendoroso día, desde la ventana del hostel, con una amargura que quería expresarse en llanto, pero que yo contenía con fuerza. A pesar de sentirnos muy a gusto en aquel hostel, al día siguiente decidimos mudarnos a un camping, para abaratar los costos, porque con el futuro incierto que teníamos delante por la falla de la moto, no sabíamos cuántos días más deberíamos quedarnos en Ushuaia. Llegamos así al camping El Andino, establecido en las afueras de la ciudad. Cartel con las distancias desde Ushuaia Para acceder al camping, debíamos tomar una empinada calle de tierra, al pie de la montaña, hasta llegar a una planicie, donde se alzaba un robusto refugio de dos pisos. En tiempo pasado, El Andino, había sido el principal centro de esquí de la ciudad, convocando a esquiadores de todas partes del mundo. Sin embargo, el aumento de la población, con la consecuente expansión de la ciudad, generaba en la actualidad el calor suficiente para impedir que la nieve caída se acumulara sobre la pista luego de cada nevada, por lo que sólo se encontraba en funcionamiento el sector de acampe. La antigua pista de esquí que supo ser un centro de atracción turístico importante, ahora sólo era una ancha y larga ladera de tierra y pasto. Hacia un costado de la pista, se alzaba un pequeño bosque, donde ya se encontraban instaladas algunas carpas. Elegimos un lugar apropiado, aunque era difícil, puesto que las nevadas anteriores habían dejado el suelo completamente mojado, pero igual armamos la carpa. Recuerdo que tan ingenuos los dos, nos metimos en nuestro hogar de plástico sorprendidos de que no hiciera tanto frío y creyendo realmente que íbamos a pasar una buena noche….... Eran aproximadamente las tres de la mañana cuando el mismo frío me despertó. Mi cuerpo estaba completamente helado. Me volteé lentamente sobre la bolsa para ver que Martin también estaba despierto y casi tiritando, podía ver la tibia bruma saliendo de su boca. Así fue como aprendimos que Ushuaia no es un buen lugar para acampar y que los colchones inflables no son muy buena opción para temperaturas muy bajas, ya que el aire dentro de ellos se termina helando y les puedo asegurar que se siente como dormir sobre una tabla de hielo. Les aconsejo que si pretender acampar sobre estos cómodos colchones, se aseguren de colocar algo entre él y la bolsa, para aislarse, más adelante les contaré la solución que nosotros encontramos para ello. Era tal el frío que por más que frotaba mis pies, no podía generar nada de calor. Fue la noche más larga que sufrimos hasta el día de hoy, y la que me hizo aprender a valorar una estufa. Al día siguiente, decididos, nos mudamos a unas pequeñas casillas rodantes que se encontraban dentro del camping y de las que disponían para albergar gente. Un buen colchón, unas gruesas mantas y un generador de calor eléctrico fueron el paraíso para nosotros después de esa terrible noche. Nuestro hogar transitorio en Ushuaia Sin la moto, nos era difícil realizar alguna actividad en Ushuaia, puesto que muchos sitios importantes para visitar se encuentran a varios kilómetros a las afueras de la ciudad, y un transporte de excursión es exageradamente muy costoso. Por lo que ese mediodía solo pudimos realizar una pequeña caminata que era accesible, a la que llamaban el camino al glaciar. Iniciamos subiendo por la empinada ex pista de esquí, desde el camping. Desde allí arriba, se podía ver toda la ciudad extendiéndose hasta las costas del Beagle, y aunque casi se me colapsan los pulmones por subir esa empinada pendiente, la vista era increíble. La ciudad desde la cima de la pista de esquí Una vez allí arriba, debíamos tomar un sendero de tierra que se internaba en el bosque que rodeaba la montaña, donde ya la nieve había comenzado a acumularse con las nevadas. A lo lejos se alzaban enormes picos blancos que resaltaban entre el tupido bosque verde. Hacia el sendero del glaciar Sólo recorrimos unos pocos kilómetros esquivando tramos de barro y fotografiando solemnes Chimangos, que nos observaban pasar desde lo alto de los árboles, hasta toparnos con un camino asfaltado que ascendía por la montaña desde la ciudad. Tomamos aquella carretera, caminando por un costado, intentando entrar en calor con cada paso porque, ya no hace falta decirles, hacía mucho frío. Chimangos observándonos pasar desde lo alto de un árbol El camino terminaba en una gran planicie, que funcionaba como estacionamiento. Allí había algunas confiterías, un sistema de aerosiilas, y un centro de información turística. Nada de eso estaba en funcionamiento por encontrarnos fuera de temporada, pero aun así, muchos turistas se encontraban en el lugar. El sendero del glaciar comenzaba allí, como un ancho camino cubierto de nieve, que ascendía por la pendiente de la montaña. Hacia los costados del sendero se alzaban altos pinos de frondosas copas, y más allá comenzaban a verse las montañas vecinas. El sendero del glaciar A medida que ascendíamos, veíamos cada vez más y más nieve. Mis zapatillas no tardaron en empaparse con cada paso, enterrándose algunos centímetros en aquel suelo blanco. Varios turistas que recorrían el sendero junto a nosotros se detenían a jugar con la nieve, algunos más osados se tiraban por la pendiente nevada, sentados sobre algún plástico, y hasta nosotros nos divertimos unos instantes haciendo nuestro propio muñeco de nieve. Nuestro muñeco de nieve En el último tramo, el sendero se fue convirtiendo en camino súper angosto y peligrosamente empinado. Es momento de que confiese que suelo ser un poco miedosa ante estas travesía, por lo que fui aferrándome con uñas y dientes en estos últimos metros de camino, porque realmente temía resbalar y rodar cuesta abajo cual avalancha. El angosto sendero Llegamos así al final del sendero del glaciar, donde no había ningún glaciar y nos sentimos un poco estafados al respecto. Sin embargo desde aquella cima, el paisaje era abrumador. Las montañas se abrían hacia los costados, con sus altas paredes de piedra cubierta de nieva, en el medio y a lo lejos se podía ver toda la ciudad como pequeños puntitos, luego el inmenso canal del Beagle y a lo lejos más montañas, para variar. La ciudad desde lo alto Volvimos esa noche después de haber estado todo el día caminando sin parar, con los músculos de las piernas doloridos, pero satisfechos. Ya en nuestra pequeña casilla recibimos la esperada llamada del taller, que nos traería más angustia que alegría. Según los mecánicos, el problema se hallaba en la bobina de la moto, estructura que se encuentra dentro del motor y que genera la energía eléctrica necesaria para el buen funcionamiento del vehículo. Esto era una muy mala noticia para nosotros, puesto que el repuesto de esta pieza ni siquiera estaba en el país, debía ser pedido al exterior con una demora de 45 dias!! Y ni hablar del costo extra que representaba comprar un repuesto original. Dada estas condiciones, procedimos al plan B, y buscamos la manera de reparar la pieza en lugar de reemplazarla. Buscamos así a un especialista en el tema y luego de quitar la bobina (cosa nada fácil, puesto que se debe abrir el motor, con las complicaciones que esto implica), la llevamos al taller adecuado para su reparación. Al igual que nuestro ánimo, los siguientes días fueron nublados, con mucha lluvia y nevadas y frío…mucho frío. Creí que Martin iba a enloquecer en algún momento, puesto que nos la pasábamos encerrados en nuestra casilla sin poder hacer mucho y sin ver rastro alguno de sol. Llegamos al punto de replantearnos seriamente quedarnos en Ushuaia a pasar el invierno antes de continuar, puesto que la situación ya se había tornado bastante desoladora. Sólo un par de días bastaron para tener en nuestro poder la bobina reparada. En el taller fue colocada nuevamente en la moto y ya bastante cansados de aquella angustiosa situación, esperábamos que todo se solucionara al fin. Imaginen la frustración (que ya rozaba la rabia) que sentimos cuando la moto continuó fallando, aun con el repuesto reparado correctamente. El problema se encontraba en otro sitio: El regulador de voltaje. Esta pequeña estructura, del tamaño de mi mano, forma parte también del circuito eléctrico de la moto, y es el que recibe la energía eléctrica generada en la bobina y la envía hacia la batería. Sí, luego de dos semanas en Ushuaia, aprendimos perfectamente todo el circuito eléctrico de la moto. A esa altura, sinceramente, sólo quería matar a cada uno de los mecánicos que no sólo nos habían hecho perder tiempo y dinero, sino que, además, habían alterado innecesariamente una parte original y sana de la moto. El repuesto, obviamente, no se encontraba en Ushuaia, por lo que debimos pedirles a mis padres, que viven en Buenos Aires, que hicieran la compra y nos la enviaran por correo. Eso significaba más días de espera en aquella congelada ciudad. Realizamos entonces, una segunda caminata por un sendero llamado Laguna Esmeralda, que nos había recomendado cada ciudadano de Ushuaia. El día estaba terriblemente gris, pero aun así, nos arriesgamos a emprender el sendero, que nacía a un costado de la ruta, varios kilómetros antes de la entrada a la ciudad. El camino iniciaba bastante bien, un ancho sendero de tierra que se internaba en el frondoso bosque, con algo de barro debido a las nevadas, pero nada muy difícil de esquivar. Sólo pocos kilómetros hasta salir a un llano atestado de la agradable turba, que debimos atravesar. Con cada paso, el pie se hundía cada vez más en esa húmeda esponja vegetal, dando esa sensación de hundirse en arenas movedizas, realmente algo bastante desagradable para mí. Mi archienemiga: La Turba Aun así, frente nuestro se abría un paisaje hermoso, a pesar de que el cielo nublado y una leve neblina a lo lejos le proporcionaban un tinte sombrío. El camino, completamente embarrado y resbaladizo, se marcaba de forma sinuosa por entre la baja vegetación austral, mientras que hacia un costado, un delgado arroyo bajaba por entre las rocas y a lo lejos se alzaban grandes montañas. Si alguna vez visitan Ushuaia, no dejen de hacer este recorrido, pues la Laguna Esmeralda que se encuentra justo al finalizar el sendero, detrás de unas lomadas, es un estanque de agua de un bellísimo color aguamarina que contrasta con el paisaje que lo rodea y las enormes montañas de una manera increíble. Camino a la Laguna Esmeralda Sin embargo, el clima no nos favoreció básicamente desde que dejamos la ciudad de La Plata, bajo una tormenta, por lo que realmente no nos sorprendimos cuando una fuerte nevada se desató sobre nosotros justo cuando llegábamos al final del camino. Sólo vimos la Laguna Esmeralda tras una cortina de nieve espesa que caía fuertemente desde el cielo. La nieve que el primer día me había emocionado, ese día terminó por irritarme terriblemente. Huyaaaamooss! Regresamos a nuestra pequeña casilla del camping con barro hasta las rodillas, completamente mojados y tiritando de frío. Afortunadamente, una llamada telefónica desde Buenos Aires cambiaría nuestro ánimo. El repuesto de la moto arribaría a la ciudad al día siguiente. En ese momento, las nubes se disiparon en el cielo, permitiendo el paso de unos pocos rayos de sol y un hermoso arcoíris se formó por sobre encima de la ciudad de Ushuaia, quizás sería una señal de que nuestra suerte cambiaría.
  4. 1 punto
    Wow, de verdad espero que ese arco iris sea la señal que esperan, pues parecen bastante desafortunados en cuanto a la moto se refiere. Se que al final podrán recordar cada momento del viaje como único e irrepetible, y se reirán de todo desde las noches de frío hasta su muñeco de nieve extraño jaja.
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