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Showing content with the highest reputation on 09/22/14 en toda la comunidad

  1. 1 punto
    Jamás me había sentido tan vívidamente en una película de terror, como cuando paramos aquel atardecer en Bajo Caracoles. Literalmente aquel lugar está conformado por sólo un surtidor de gasolina, un hotel y CUATRO casas, exactamente a escasos metros de la ruta, rodeado de la absoluta nada: tierra, más tierra y unos pocos arbustos. Aquel lugar subsiste porque es parada obligada para cargar el tanque y porque cerca de allí se encuentra un atractivo turístico antropológico bautizado como cueva de las manos, del que lamentablemente no puedo hablarles porque no lo visitamos En la habitación del cuarto de aquel hotel que nos asignaron para pasar la noche había un gran ventanal por el que uno podía ver la extensa llanura patagónica extenderse hasta el infinito, una vista bastante impresionante. Cuando cayó la noche y todo quedó a oscuras, yo ya esperaba que apareciera algún asesino con una sierra o algo similar, porque era la escena perfecta. A la mañana siguiente, nos esperaba una gran sorpresa (no, no había acontecido ningún asesinato), al encontrarnos con un amanecer con una intensa nevada. Afuera todo estaba cubierto de una gruesa capa de nieve. Hasta la moto, que había dormido fuera, estaba blanca y helada. Al preguntar al encargado del hotel (un hombre bastante apático) si eran frecuente ese tipo de nevadas por aquella región, imaginen nuestra resignación cuando nos respondió que por aquella zona nunca nevaba La moto cubierta de nieve en Bajo Caracoles Esperamos por más de una hora, pero la nevada no aminoraba, ni un poco, por lo que decidimos marcharnos de todas formas. Tendríamos una segunda sorpresa desagradable al descubrir que aquel oso de peluche, pasajero que recogiéramos en El Calafate, Ruperto, había desaparecido. Lo busqué intensamente, pero el oso jamás apareció. Hasta el día de hoy sospecho de aquel sombrío hombre encargado del hotel, pero en nuestra imaginación nos hicimos la idea de que Ruperto era un oso viajero que sólo necesitaba un aventón hasta Bajo Caracoles, y a día de hoy debe seguir viajando por el mundo. Nunca antes habíamos viajado por la ruta bajo una nevada, y fue una experiencia casi mágica. A pesar del terrible frío que obviamente empecé a sufrir, los copos de nieve descendían del cielo lentamente, como en una película, haciendo de aquella escena un momento único. Fuimos atravesando esa cortina blanca, hasta dejarla atrás algunos kilómetros más adelante. Nuestra siguiente parada obligada al caer la noche fue en la localidad de Gobernador Costa, en un sencillo hotel y al día siguiente continuamos viaje. Era evidente que la noche anterior había nevado sobre la llanura, porque todo a nuestro alrededor estaba cubierto con un blanco manto. Claramente, estábamos llevando la nieve con nosotros. La carretera cubierta de nieve Estábamos próximos a llegar a nuestro siguiente objetivo: El encantador poblado de El Bolsón, sitio predilecto por los viajeros natos, mochileros y artesanos…. Bueno, por los hippies en pocas palabras Habíamos estado viajando meses por la interminable llanura patagónica, asombrosa por su extensión casi infinita, por sus colores, sus curiosos habitantes y su total inmensidad que deja impresionado a cualquier viajante, cuando, de repente, todo explotó de verde. Fue casi inmediato. Cuando me quise dar cuenta, viajábamos a través de la ruta rodeada de frondosos pinos que cubrían las cumbres de las montañas en todas direcciones. Respiré hondo dentro del casco, para llenar mis pulmones de oxígeno fresco y de ese peculiar aroma a tierra y hierbas. Sentí que me llenaba de vida y de alegría al ver aquel horizonte celeste, con las montañas apareciendo por todos lados y el verde del bosque. Llegando a El Bolsón Y nos estaban esperando. Eduardo, el papá de Martin, y Nerina, su mujer, viven en un barrio residencial llamado Las Golondrinas, a escasos kilómetros de la localidad de El Bolsón. Para llegar a su casa, tomamos un empinado camino de tierra, que subía sinuosamente por una pendiente y se internaba en un espeso bosque. Y al fin arribamos a lo que yo llamaría sin lugar a dudas, un pedazo del paraíso en la tierra. Situada sobre un extenso terreno de inclinada pendiente que se perdía entre los árboles aledaños, la casa de Eduardo y Nerina se erigía en la cima de una suave colina, rodeada de naturaleza y paz. Mirase por donde mirase el paisaje era simplemente maravilloso. Gigantescos cordones nevados se elevaban a lo lejos y todo estaba invadido de aquel bosque con sus tonos verdes, y también rojos y amarillos, que indicaban que en breve iniciaría el otoño. Allí, el más importante es el Cerro Piltiquitrón, un gigante de roca, a cuyos pies nace El Bolsón. Las Golondrinas Debo admitir que llegué algo nerviosa a Las Golondrias, pues sería la primera vez que conocería a Eduardo y Nerina, pero fuimos tan bien recibidos por ellos y por sus tres adorables perras: Belcha, Yuri y “La Popi”, que inmediatamente me sentí muy cómoda y en familia…un sentimiento que ya venía extrañando a tantos meses de la partida de mi hogar. Tan cómoda me sentí que permanecimos allí por un mes! Jejejeje....un poco abusivo, no? Aunque, honestamente, yo me hubiera quedado a vivir en aquel lugar… simplemente intenten imaginar, despertarse cada mañana con el canto melodioso de decenas de aves distintas, poder apreciar la belleza de los Picaflores Rubí que se pasaban todo el día aleteando cerca de los bebederos dulces que Eduardo y Nerina habían tenido la fantástica idea de instalar en cada ventana de la casa, poder fotografiar las liebres que curiosas se acercaban a olisquear las bellas flores del jardín de Nerina… para mí, eso era un sueño. Picaflor rubí Liebre patagónica Durante el tiempo que permanecimos hospedados en Las Golondrinas, pudimos recorrer algunos de los más bellos lugares cercanos como Lago Puelo, Los Alerces y el mismísimo Bolsón, así que intentaré darles una breve pero detallada descripción de cada lugar para que puedan viajar conmigo por los maravillosos rincones de mi país. El Bolsón Ya había visitado este bello pueblo algunos años atrás, cuando hice un viaje con mi familia y en ambas ocasiones tuve la misma sensación: aquel lugar tiene una energía, una vibra muy especial, quizás proveniente del impresionante Piltiquitrón, y es por ello que es tan elegido por viajantes bohemios. Su calle principal se extiende sólo algunas cuadras, cruzando la enorme plaza principal. En el medio de la ancha plaza verde, hay un gran estanque donde viven una pareja de Patos Overos con un plumaje increíblemente tornasolado. También se pueden avistar hermosas aves como el tradicional Tero, o las elegantes Bandurrias. Una de las atracciones más importantes de la plaza es, en realidad, la inmensa feria artesanal que abre un par de días a la semana y donde uno puede encontrar una variada oferta de productos artesanales. Patos Overos Pero también es importante que les hable de las dos cosas más maravillosas del mundo: La cerveza y el helado artesanal. El Bolsón posee una magnífica fábrica de cervezas que lleva el nombre del pueblo y, si uno quiere degustarlas, puede acercarse al restaurante ubicado a algunas cuadras del centro principal, donde encontrará una variedad increíble de sabores: las típicas rubia, negra y roja, junto con algunas opciones más exóticas, como cerveza con frambuesa, con cerezas, con cassis, con miel, con chocolate y hasta una muy extraña que es la cerveza picante. Además sirven unas pizzas exquisitas!!! Y luego de darse esa panzada de pizza y cerveza, nada mejor que ir por el postre a la heladería Jauja, donde sirven los más ricos helados con frutas de la zona (como cafayate) y algunos sabores un tanto más….. “exóticos” como: “mate cocido con tres cucharadas de azúcar” o “Profundo y Contradictorio”. Un kilo de ese helado y una noche de scrabble los cuatro en aquella cálida casa en Las Golondrinas es uno de los maravillosos recuerdos que mantendré siempre en mi mente. Hay una sencilla caminata que se puede hacer simplemente a las afueras del pueblo, que nos lleva a una vista panorámica increíble de El Bolsón y sus alrededores, y a conocer la famosa “Cabeza del Indio”, una peculiar formación rocosa que recuerda a un perfil de un hombre. Cabeza del Indio, en El Bolsón El Bolsón es sencillamente uno de esos lugares que uno no puede dejar de visitar si recorre la patagonia argentina, ya que es un sitio ideal para renovarse de energía, respirar pura naturaleza y quizás hacerse alguna trenza hippie Lago Puelo A sólo 17 kilómetros de El Bolsón, se encuentra este bellísimo espejo de agua, al que dedicamos un día para recorrerlo. Rodeado de un espeso bosque de copas frondosas y verdes, y de irregulares colinas se encuentra el pueblo, a pocos metros del lago, que lleva el mismo nombre. El inmenso Lago Puelo El lago, se encuentra ubicado dentro del Parque Nacional Lago Puelo, área de reserva de animales autóctonos como el pudú y el ya mencionado huemul. Además, se caracteriza por poseer una flora única en la zona, ya que es un sitio de transición entre el bosque andino y la selva valdiviana. Existen varios senderos para recorrer el Parque, pero lo más impresionantes son las vistas al inmenso Lago Puelo, que realmente parecen postales. Parque Nacional Los Alerces Un día de aquel mes en El Bolsón, decidimos cargar nuestras mochilas e irnos un par de días a recorrer el fabulosos Parque Nacional Los Alerces. Separados por unos 130 kilómetros de El Bolsón, aproximadamente, se llega al Parque tomando la ruta n° 71. El Parque Los Alerces es una inmensa área protegida (el cuarto en la lista de los más grandes Parques Nacionales) creada para la protección de fauna y flora autóctona, especialmente para preservar el bosques de alerces o lahuán, una especie de árbol de los más longevos del mundo, los cuales pueden vivir entre 3000 y 4000 mil años! Y llegan a medir hasta 60 metros de altura…impresionante. Aquel día, concluimos que la mala suerte era nuestra tercera pasajera en este viaje. Al llegar al Parque nos informaron que tanto los senderos para realizar caminatas dentro del mismo, como los campings habilitados (y en los cuales pensábamos pasar la noche) se encontraban cerrados, debido a que CADA 75 AÑOS, florece la caña de colihue, lo que produce un crecimiento descontrolado de población de ratones que se alimentan de ella y como consecuencia, un aumento de peligrosidad del hantavirus… genial! Parque Nacional Los Alerces, Patagonia argentina Resignados, decidimos pasar el día recorriendo los caminos principales que se encontraban abiertos. A pesar de este pequeñísimo e imprevisto inconveniente, el recorrido fue espectacular. Ingresamos por un ancho camino de tierra, internándonos entre montañas teñidas de rojo y naranja. Los colores del otoño Nuestra primera parada fue en el Lago Verde, un gigantesco lago de arenosas playas, rodeado del espeso bosque y vigilado desde las alturas por robustas montañas. Corría viento, por lo que un leve oleaje podía percibirse en la superficie del agua. Lago Verde, Parque Nacional Los Alerces Al continuar nuestro camino, nos íbamos sorprendiendo aún más de los colores que íbamos apreciando, expandiéndose por entre las montañas. Los árboles, con sus copas encendidas de vivos colorados y anaranjados, cubrían y adornaban las colinas. El Lago Verde se comunica, a través del Rio Arrayanes, con el más importante de todos los lagos dentro del parque, El Lago Futalaufquen. Aquel gigantesco lago, limitado lateralmente por enormes y verticales paredes de roca y cortado a lo lejos por verdes cerros, era todo un espectáculo para la vista. Lago Futalaufquen, Parque Nacional Los Alerces En las orillas, varias especies de patos, como el Macá Gigante, se encontraban alimentándose. Un curioso chucao, una pequeña ave de bellos colores, se acercó tanto y con tanta confianza hacia mí, que literalmente se paseó entre mis piernas, mientras yo lo bombardeaba a fotos. Hermoso y curioso chucao Las aguas del Lago Futalaufquen eran increíblemente cristalinas, si uno prestaba atención, podía ver claramente el fondo y más allá, el hermoso color verde que lo teñía. Un robusto puente cruzaba el lago, desde donde uno podía tener una vista panorámica alucinante. Aquel lugar era un inmenso paraíso de naturaleza. Retomamos la vuelta, deteniéndonos cada algunos metros, porque todo merecía un momento de apreciación. Entre aquel colorido bosque tupido se veían decenas de cursos de agua, arroyos y ríos que discurrían entre la espesa vegetación. Vista desde la carretera principal del Parque Pasamos la noche en un poblado cercano al Parque, y al día siguiente decidimos almorzar en Epuyén, una bellísima y tranquila localidad patagónica. Ubicado en el valle del Rio Epuyén, aquel lugar es otro pequeño rincón mágico del mundo al que uno no puede dejar de ir. Rio Epuyén... corría mucho viento! Almorzamos en una confitería vegana, instalada en lo alto de una colina, con grandes ventanales que ofrecían una increíble vista al Rio. A pesar de que un brillante sol radiaba por entre blancas nueves en el cielo, corría un helado viento, pero aquel momento fue mágico, de todas formas.
  2. 1 punto

    Del álbum El Bolsón, Lago Puelo y Los Alerces

    Pasate por mi blog y descubrí más de este increíble lugar! Entre bosques y montañas: El Bolsón y sus mágicos alrededores
  3. 1 punto

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