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  1. Luego de dejar atrás Puerto Madryn esa mañana a fines de febrero, el viaje por la ruta en moto se tornó realmente eterno. Kilómetros y kilómetros de Patagonia, costeando el Atlántico por la Ruta 3, atravesando la provincia de Chubut. Había que estar atento al camino porque los guanacos, que ahora se veían bastante de a grupos, se atrevían a cruzar la ruta sin medir peligro alguno. Más de una vez Martin se había visto obligado a pisar los frenos, cuando estos curiosos animalitos saltaban la cerca de los campos y cruzaban a trote en frente nuestro. También podíamos ver choiques, pero estos eran más cuidadosos y con sólo escuchar el ruido de un vehículo acercándose, corrían alejándose y agitando las alas de una forma realmente muy graciosa. La Ruta 3 Pasamos frente a las entradas para ir a las reservas de Punta Tombo y Cabo Dos Bahías, loberías y pingüineras que recomiendo completamente visitar aunque yo no tuve el honor, y luego de casi 350 km. recorridos, llegamos a la ciudad de Comodoro Rivadavia. Si me había llamado la atención ver emerger la ciudad de Puerto Madryn en medio de la nada, esto fue aún más sorprendente. Entre las bajas colinas de la Patagonia eterna y al pie del cerro Chenque, un cerro muy alto que se destaca completamente de cualquier otro por su altura, nace esta gran ciudad. Yo nací y me crié en Buenos Aires, una provincia cuyas localidades se encuentran una al lado de otra, son kilómetros y kilómetros de urbanización, es algo que pareciera que nunca se termina. Supongo que por eso, estas grandes ciudades que se encuentran en el medio de algo tan inmenso y desolado como lo es la llanura patagónica me llaman tanto la atención. El hecho de pensar que uno sale de esa ciudad y se encuentra de repente con esa gran llanura de…. nada! me generaba una sensación extraña… como de “desprotección”. En Buenos Aires puedo caminar cientos de cuadras y no me voy a encontrar de repente con un desierto así! Pero comenzaba en entender que esas sensaciones que me provocaba cada lugar nuevo visitado, también era parte de salir de esa burbujita en la que sin darme cuenta, me había acostumbrado a vivir. Martin había vivido sus primeros años de niñez en esta ruidosa y poblada ciudad, así que hicimos un pequeño recorrido, trayendo algunos recuerdos de sus primeros años. Por entre las calles y los altos edificios, se podía ver, a lo lejos, el cerro Chenque, y yo no podía despegar mi vista de esa gran pared de roca que se elevaba en el horizonte. La ciudad de Comodoro Rivadavia Después de un par de horas recorriendo la ciudad, decidimos avanzar solo unos kilómetros más por la ruta para acampar en el pueblo de Rada Tilly, un lugar que nos recomendaron y realmente fue lo mejor que pudimos hacer. Rada Tilly es un pueblo de bellas y elegantes casas, de una población quizás de clase media alta, que se extiende sobre la costa del Atlántico. Un lugar muy tranquilo y encantador. Llegamos a un camping y, como ya se había convertido en tradición, luego de armar la carpa, fuimos a recorrer las playas. El atardecer comenzaba a extenderse sobre la costa, tiñendo el cielo de unos colores pasteles que nunca antes había visto. Un naranjado, rosado y después un celeste que se iba oscureciendo se extendían sobre nuestras cabezas mientras caminábamos por la húmeda arena, en la orilla. Rada Tilly A la mañana siguiente, luego de probar unas mediaslunas en una panadería de la zona (las mejores mediasluna de mi vida! ) seguimos viaje por la ruta. Pasábamos a la provincia de Santa Cruz. Cada vez faltaba menos para llegar a nuestro primer objetivo: Tierra del Fuego. Santa Cruz es la última provincia de la parte continental de Argentina. Para llegar a la isla de Tierra del Fuego, el camino obligado atraviesa territorio chileno, por lo que (aunque suene complicado y absurdo), para llegar hasta allí, uno debe salir de Argentina, entrar a Chile y luego volver a ingresar a mi país. A pesar de esto, las ansias iban en aumento. Como también el frio. Ya sobre la moto, debíamos empezar a abrigarnos bastante porque comenzaban a sentirse las bajas temperaturas australes. El paisaje comenzaba a tornarse más verde. Podíamos ver las extensas llanuras tapizadas con pastos verdes, desplazando un poco ese horizonte algo desértico al que veníamos acostumbrados. Aunque aún se mantenían los bajos arbustos y los colores amarillos, verdes y marrones, típicos de la Patagonia. Provincia de Santa Cruz Este tramo del viaje también fue bastante aburrido. Pasadas dos horas, quizás tres sobre una moto en marcha, debo confesar que la cosa comienza a ponerse incómoda. Las rodillas empiezan a molestar, y ni hablar de la parte de nuestro cuerpo que apoya sobre el asiento. Por eso, cada tanto debíamos parar al costado de la ruta a estirar las piernas. Fue en una de estas paradas que descubrimos un gran estanque al costado del camino, con varias poblaciones de aves acuáticas de la zona. Nos quedamos un tiempo, contemplando los rosas flamencos australes que compartían el lugar con patos barcinos y patos overos. Allí veríamos por primera vez a los cauquenes, que luego nos cansaríamos de ver a lo largo de todo el trayecto que nos quedaba por delante. Estanque al costado de la ruta Esa noche acampamos en un camping en la localidad de Comandante Luis Piedra Buena. El camping, ubicado en una isla rodeada por el rio Santa Cruz, era un lugar realmente bello, con un paisaje hermoso, pero lamentablemente repleto de gente. Para quien ama la naturaleza y disfruta de la tranquilidad y la calma, una muchedumbre así, con música fuerte y ruidos, puede tornarse un poco fastidioso. Aun así, acampamos y a la mañana siguiente, como ya se había tornado rutina, desarmamos la carpa y seguimos viaje. Solo estábamos a pocos kilómetros de Rio Gallegos, nuestra siguiente parada. Camping Isla Pavón Rio Gallegos es la capital de la provincia de santa Cruz, por lo que no nos sorprendió encontrarnos con una ciudad gigantesca y extensa en todas direcciones, con autopistas y constante movimiento. Aunque llegamos temprano, casi al mediodía, la verdad que tanto bullicio típico de una ciudad grande, nos quitó las ganas de pasar el día allí, quizás encerrados en un hostel, por lo que nos dirigimos a un centro de información turística para que nos indicaran algún camping o algún lugar agreste para acampar. Fue así como conocimos la Laguna Azul, una laguna ubicada en el cráter de un volcán inactivo. Apenas unos escasos kilómetros antes del puesto de frontera para pasar a Chile, se encuentre la reserva geológica Laguna Azul. Hay un sencillo y casi invisible cartel al costado de la ruta que indica la entrada por un camino de tierra. Tan poco visible el cartel que de hecho lo pasamos de largo y tuvimos que retomar la ruta para encontrar la entrada. El camino de ripio, entonces, nos llevaba unos kilómetros, adentrándonos en la estepa hasta llegar a un llano, que funcionaba como estacionamiento. Había algunos autos y personas alrededor. Intrigados, porque no veíamos nada a nuestro alrededor más que la misma llanura de siempre, dejamos la moto y tomamos un pequeño camino, que rodeaba unas bajas lomas. Y ahí lo vimos… frente nuestro se abría un gigantesco cráter con laderas de pendiente bastante pronunciada, y diez metros abajo se podía apreciar la hermosa laguna azul. El paisaje nos dejó anonadados Reserva Laguna Azul Había varias personas abajo, disfrutando del sol al costado de la laguna. Bajar fue bastante complicado. Había varios senderos muy estrechos marcados a lo largo de las laderas, pero se tornaban muy inclinados en algunos tramos, o resbaladizos cuando se debía pisar sobre piedras. Una vez abajo, el volcán, inactivo hace ya miles de años, nos mostraba un paisaje increíble y paradisíaco. Una alfombra verde se extendía por el cráter y en el medio, la laguna con su característico color azul marino intenso. Varios grupos de patos y cauquenes disfrutaban de la tarde, mientras que otras pequeñas aves revoloteaban sobre el agua. A nuestro alrededor se levantaban esas imponentes paredes de piedra, altísimas que cortaban el cielo celeste. El atardecer El lugar es realmente increíble, sin embargo, notamos que claramente, era un lugar que la gente elegía para pasar la tarde, pero no había ningún indicio alrededor que nos indicara que allí se pudiera acampar. Sin embargo, tampoco había nada que indicara lo contrario, así que decidimos esperar que la tarde cayera, para armar la carpa cuando la gente se hubiera marchado del lugar. Fue así como nos quedamos toda la tarde tirados en el pasto, viendo como de a poco, el sol se escondía tras los acantilados del volcán, y las personas poco a poco iban regresando a sus autos y abandonaban la reserva. Cuando ya no había más que un pequeño grupo de jóvenes en todo el gigantesco lugar, Martin decidió acercar la moto, por sobre la ladera, a un lugar donde al menos pudiéramos verla desde allí abajo (obviamente era imposible bajarla por esos caminos angostos e inclinados). Y yo me quedé sola, allí abajo, con la bolsa de la carpa y las mochilas. La completa calma y la profunda tranquilidad que reina en cada rincón de ese lugar son increíbles. Lo único que se escuchaba era el continuo graznido de los patos que aún permanecían al costado de la laguna y me miraban curiosos al pasar. Cuando las últimas personas abandonaron el cráter, me vi completamente sola en ese lugar y fue algo realmente intenso. Aproveché los últimos minutos de luz para comenzar a armar la carpa, sabía que Martin iba a tardar en volver porque subir y bajar esa ladera era difícil y llevaba su tiempo. Además, al contrario de lo que ocurría las primeras veces de acampe, ya tenía mucha más práctica en el armado y desarme de la carpa. Terminé de armar el campamento con los últimos vestigios de sol que se deslizaban por las altas pendientes y me senté en el suelo, maravillada con el lugar donde había llegado. Una pareja de liebres salió de su escondite en ese momento y corrió hacia la laguna y confieso que me sentí por un instante como Alicia en el país de las maravillas. La oscuridad empezó a inundar la laguna, y yo ya empezaba a fastidiarme porque Martin aun no volvía. Podía ver desde allí abajo la luz de la moto que iba y venía. ¿Qué está haciendo con esa moto? Pensaba, indignada de que se tardara tanto y se hubiera perdido ese atardecer. De repente la oscuridad lo invadió todo y me vi realmente en el medio de una profunda negrura. Aunque la oscuridad suele hacer más tenebroso todo, en este lugar eso no ocurría. Aun se podían escuchar los patitos en la laguna, y yo ya me había hecho con la linterna cuando al final vi aparecer a Martin bajando por la pendiente. Cuando llegó estaba pálido, sudado de pies a cabezas y casi temblando. Nervioso, me explicó que tratando de acercar la moto lo más cerca posible del precipicio para que pudiéramos verla, se le fue de control por la piedra suelta y la pendiente y casi se le va por el acantilado!!!! Hubiera sido una fantástica historia y el fin de este blog contar cómo mi viaje había terminado porque mi novio había tirado la moto a un volcán… pero por suerte, con ayuda de esas últimas personas que se retiraban del lugar que justo pasaron por donde él estaba, y que lo ayudaron a empujar la moto, pudo dejarla en un sitio seguro. Se notaba que la había pasado mal y le tomó unos minutos recuperar el aliento… se había asustado realmente mucho La noche se extendía maravillosamente sobre nuestras cabezas y de repente pudimos ver un cielo completamente estrellado. Uno que está acostumbrado a vivir en luminosas ciudades que ocultan vilmente este fenómeno, realmente queda impactado al ver este espectáculo. Se podía ver perfectamente la vía láctea extendiéndose de manera infinita, como un manojo de miles y miles de pequeñas y grandes lucecitas, tintineando armoniosamente sobre el azul oscuro y profundo del cielo de la noche. Permanecimos los dos boquiabiertos, con la mirada hacia el cielo, queriendo guardar ese recuerdo para que quedara eternamente en nuestra memoria. El frio comenzaba a hacerse sentir, y nos obligó a resguardarnos en la carpa. Y ahí pasamos la noche, en medio de ese lugar casi mágico, regalo de la naturaleza, completamente solos, rodeados solo de patos y liebres. A la mañana siguiente procuramos levantarnos temprano, para desarmar la carpa y guardar todo, antes de que las primeras personas llegaran a visitar el lugar. El amanecer en ese lugar es igual de hermoso que el atardecer. Desarmamos lentamente las cosas, y emprendimos la subida hacia la moto. Justo antes de marcharnos, vimos aparecer un guanaco en lo alto del acantilado, a unos metros nuestro y escuchamos su peculiar llamado por primera vez. Nunca antes había escuchado un guanaco y hacen un sonido completamente raro, como cósmico, con un eco agudo extraño. Como si de un saludo de despedida de ese lugar tan especial se tratase, el guanaco vociferó varias veces. Lo saludé agitando mi mano, antes de subirme a la moto y seguimos viaje. Debimos atravesar el territorio chileno y luego embarcarnos en una balsa que cruzaría el estrecho de Magallanes para al fin llevarnos a Tierra del Fuego. Nuestra primera meta estaba cerca de ser cumplida.
  2. Si aun no habéis leído la primera parte del relato, donde describo la ruta a pie desde Figaró hasta los pies del Tagamanent, os aconsejo seguir el siguiente enlace: Desde el Collet de Sant Martí a los pies del Tagamanent hay varios senderos que coronan la cima por lo cual aconsejo seguir el que cada uno considere más oportuno, siendo los más pequeños los más bonitos y empinados En poco menos de 15 minutos, parando para admirar el paisaje, os encontrareis en la cima y admitiréis que ha valido la pena perder un poco el aliento subiendo por la pronunciada pendiente. En lo más alto del cerro hay suficiente espacio para acoger un gran numero de excursionistas y familias, si queréis venir con niños tened en cuenta que hasta el Collet de Sant Martí se puede llegar en coche por la carretera asfaltada que inicia poco después del pueblo de Tagamanent. El lugar es ideal para organizar un picnic o quedarse por un rato contemplando las inmejorables vistas, según algunos las mejores de todo el Montseny. Hemos tenido la suerte de que bajará un poco el viento y por unos momentos las nubes que cubrían densamente el horizonte se han abierto un poco, lo justo para ver un poco de cielo azul, aunque no lo suficiente como para dejar pasar el sol... debe de ser precioso estar en lo alto del cerro en un día despejado. Como podéis ver de entre todos los antiguos edificios y casas que formaban parte del castillo y viviendas de Tagamanent solo queda en pie la ermita de Santa María y algún muro adyacente. Mientras me asomo entre las rejas para ver el interior de la iglesia no puedo evitar en recordar la siguiente leyenda... " En la edad media, cuando Tagamanent aun no se llamaba así, el castillo era prospero y sus habitantes felices, heredó el castillo un noble Conde que se encontraba en la edad perfecta para buscar esposa y establecer una familia que heredara el castillo y sus propiedades. Como bien sabemos el Conde no tuvo dificultad alguna en encontrar esposa y entre todas las pretendientes escogió la más bella, séptima hija de un noble de Osona, la cual venía ademas con una buena dote que aumentaba el patrimonio del joven Conde. Nueve meses despues de la ostentosa boda el castillo hervía de emoción, los preparativos estaban todos listos y solo quedaba esperar el eminente nacimiento del futuro condecito. Pero en eso salió el Conde con cara compungida y anunció que el parto se había complicado y que tanto su querida esposa como el esperado hijo habían muerto... Por ello pedía que por favor sus desconsolados súbitos lo dejaran solo durante una semana para guardar duelo. Y así hicieron todos ellos dejándolo solo y yéndose a vivir durante 7 días en las masías colindantes. Pero la supuesta complicación y muerte de su esposa e hijo eran mentira, en esos momentos su mujer reposaba tranquila en el lecho con el hermoso hijo entre sus brazos. El problema era que el niño había nacido con los brazo más cortos de lo habitual y el Conde culpó de ello a la madre y lo consideró una grave ofensa para su honor. Por ello cuando ya todos los súbitos se habían marchado se acerco a la madre que aun tenía el niño en brazos y empezó a golpearla brutalmente mientras la culpaba de la deformidad de su hijo. Cuando se canso de pegar a su esposa la tomo de los pelos y la arrastro junto con su hijo al calabozo del castillo, donde los encerró para que muriesen de dolor y hambre. Durante los tres primeros e interminables días se escucharon los llantos y suplicas del bebe y de la madre, transcurridos los cuales solo se oían los de la madre que lentamente se fueron apagando hasta que al sexto día reino el silencio. Mientras tanto el malvado Conde había cavado dos tumbas que había rellenado con ropa y, cuando transcurrida la semana, volvieron los habitantes del castillo se celebraron los oficios tomando las tumbas como verdaderas. El deseo de descendencia hizo que transcurrido el tiempo de luto preestablecido el conde rápidamente buscase otra nueva esposa, casándose esta vez con la hija de un noble del Vallès. Pero la suerte quiso que el nuevo recién nacido también naciera con una pequeña deformidad y el Conde volvió a repetir el mismo procedimiento de la vez anterior con la única diferencia que esta vez primero mato a su mujer a golpes y encerró durante un par de días al recién nacido que rápidamente murió de frío y hambre. Los remordimientos acosaban al Conde y este se refugiaba en el interior de la iglesia para rezar, no ya a Dios en el cual no confiaba sino al Diablo pidiéndole que le concediese una buena descendencia. Tanto rezo que en el preciso momento que dejaron de escucharse los llantos del bebe un frío viento hizo estremecer al Conde y al volverse vio una siniestra figura esperándole fuera de la iglesia. El Diablo le prometió el bebe deseado con la condición de que se casase con la primera mujer con la que se cruzase desde aquel momento. El conde desesperado y ciego por su deseo acepto sin pensárselo y cuando al cabo de un par de día empezaron a volver sus sirvientes se cruzo con una anciana que volvía para ocuparse de sus tareas en el interior del castillo. Respetando el pacto debería haberla tomado como esposa pero el Conde adujo que el diablo no podía pretender que un señor de su categoría se acostase con tal mujer y así se autoconvenció. La siguiente mujer con la que se cruzo fue una joven y sana campesina a la cual propuso inmediatamente matrimonio sin ni siquiera esperar a finalizar el duelo por su segunda mujer. La familia escandalizada le pidieron que mantuviese la calma y primero mantuviese el luto y luego buscase esposa. Pero el conde ya no escuchaba consejos y al día siguiente se celebró la boda con la bella campesina a la cual no asistieron más que los sirvientes y la familia de la campesina. Nueve meses más tarde la nueva esposa dio a luz pero no un bebe con los brazos un poco más cortos sino sin ellos y con una enorme cruz invertida gravada en el pecho. El Conde no pudo reprimir por más tiempo su locura y tomando el niño por las piernas se dirigió, en frente de todos su súbitos, a la ermita de Santa María y allí empezó a golpearlo contra las paredes de la iglesia donde había cerrado el pacto con el Diablo, hasta que el recién nacido no fue más que una masa uniforme de sangre, carne y huesos que llevo hasta el interior del calabozo y tiro junto con los descompuestos cuerpos de sus antiguas esposas e hijos, para luego clavarse el mismo su propia espada. Los sirvientes que recordaron haber escuchado llantos provenientes del castillo entendieron lo que había pasado y el miedo y el horror los empujo a abandonar la zona y desde aquellos días nadie nunca más ha vivido en el castillo por considerarse una zona maldita. Dicen que incluso desde las masías de la zona hay noches que el viento trae consigo el sonido de los desesperados llantos de las madres y de sus bebes. Quienes vivieron en el castillo decidieron olvidar su anterior nombre y se referían a el castillo como “Nen Amagat” (niño escondido en catalán) pero al revés “Tagamanen” nombre al que, con el tiempo, se añadió una “t” al final por cuestiones fonéticas, llegando a nuestros días como Tagamanent " Fuente original LlegendesCatalanes traducido e interpretado por @Kamali Pero la ermita no es lo único que recuerda la fragilidad del ser humano, si uno se fija, en la punta de la gran “terraza” rocosa (punto desde donde se disfrutan unas vistas preciosas, ver la 1era y 3a imagen del relato) mirando hacia abajo, si sufres de vértigo no te lo aconsejo, se ve una plaquita blanca con una florecita de plástico... Como desde lo alto solo se ve eso y ya he dicho que soy muy curiosa decidí bajar por las rocas, hay que estar en forma pero no es difícil, hasta llegar a un saliente bastante grande que quedaba poco más abajo de la plaquita mencionada y desde donde seguramente la colocaron. En la plaquita esta escrito: "La meva petjada per la vida a sigut com un floc de neu. (Mi huella por la vida a sido como un copo de nieve.) Maritxell A. B. 1974 – 1997" Prefiero no perderme imaginándome el cómo o el porqué de este triste mensaje, dejando a la joven almita de Maritxell disfrutar de las hermosas vistas y prometiéndome a mi misma que hay que aprender a amar la vida antes de que se funda como los suaves copitos de nieve. Nos relajamos unos minutos contemplando el paisaje y las ruinas de Tagamanent antes de despedirnos de tan maravilloso paraje y disponernos a bajar hasta Aiguafreda y su estación de trenes para volver a Barcelona. A diferencia con el itinerario seguido para ascender hasta lo alto del Tagamanent desde Figaró, que en su mayoría transcurre por una amplia pista forestal ahora descendemos tranquilamente por el pintoresco sendero que cubre parte del GR5 (GR = sendero de Gran Recorrido), la Ruta Verdaguer o V+ (Recorrido por lugares y caminos más significativos de la vida del poeta y cura Jacinto Verdaguer) y la ruta Matagalls a Montserrat (trazada en 1904 por Jaume Oliveres) El recorrido es realmente lindo no hay un rincón o nuevo tramo del camino que no admiremos. Una de las características del terreno que más nos llama la atención es que la tierra esta formada a capas que poco a poco, con el agua y el constante paso de los senderistas y las bicicletas de montaña se va desmoronando o exfoliando, creando curiosos desniveles que, visto desde una perspectiva de hormiga, pueden recordar a los paisajes del Gran Cañon o a enormes y finas laminas de chocolate Otro dato curioso es que a pesar de ser más sombreado, o al menos eso parece (hoy, como ya he dicho, el sol brilla por su ausencia), hay más árboles caídos o tirados por el fuerte viento que azota este lado de la montaña, otorgando al camino un toque más salvaje. En algunas ocasiones los troncos muertos y metamorfoseados en enormes arañas grises intentan invadir nuestro sendero, otros al romperse se fragmentan laminándose al igual que finas tiras de papel... Menos mal que a pesar de los fuertes vientos, incluso hoy lo escuchamos susurrar entre las ramas más altas, aun quedan enormes y ancianos pinos que con sus grandes raíces mantienen el terreno. La ruta es apta para todo tipo de senderistas aunque en ciertas ocasiones aquellos con más problemas físicos o de rodilla deberán ir más lentos y/o ayudarse con los bastones para no resbalar o cargar excesivamente las rodillas. El resto del recorrido no presenta ningún tipo de dificultad. Desde hace unos minutos la ruta ha dejado atrás el sendero y ahora caminamos por la pista forestal que pasa por delante de la masía en ruinas de Puig Agut. Antes de desviaros a la izquierda siguiendo la linea de alta tensión recordad mirar atrás, veréis en lo alto y a lo lejos la cima del Tagamanent. Por suerte al cabo de pocos metros las señales que encontramos nos invitan a dejar el camino que sigue la linea de alta tensión y a adentrarnos por un nuevo y pequeño desvío a la derecha. A poco que sale el sol el precioso camino se inunda de luz y color volviéndolo aún más hermoso. Durante toda el camino se entrecruzan varios senderos y pistas forestales por ello es muy importante, para evitar perderse y tener que volver atrás, seguir las indicaciones del GR ( 2 franjas paralelas la superior blanca y la inferior roja) que podéis encontrar en los hitos metales de color verde, pintadas en el tronco de un árbol o en una piedra del camino. Con muchas pausas y risas llegamos al fin a la carretera desde donde se ven las primeras casas de Aiguafreda. Pero justo cundo ya dábamos por terminada la ruta aparece de nuevo la señal vertical indicándonos que “debemos” seguir por un pequeño atajo que nos evita tener que caminar por la transitada pista Llegamos a Aiguafreda y decidimos tomar el siguiente tren a Barcelona y aprovechar esta horita que nos queda para dar una vuelta por el municipio. Las intenciones eran buenas pero en el momento en que “aterrizamos” en el centro del pueblo cae sobre nosotros todo el cansancio del día y nos vemos obligados a postergar nuestra visita, entrar en un pequeño supermercado para comprar dos Aquarius y un par de manzanas. Quizás sea porque cada vez tomamos menos refrescos, por ser tan ácidos y malos para el cuerpo, pero el caso es que el Aquarius lo único que logra es darnos más set e impulsarnos a buscar lo antes posible una fuente donde quitarnos el regusto de la bebida (qué antes tanto nos gustaba) y calmar nuestra set. Suerte que las manzanas están deliciosas. Cansados y contentos nos dirigimos a la estación de rodalies a esperar nuestro tren que nos llevara de vuelta a la bulliciosa Barcelona.
  3. Hay viajes que se transforman en historias. E historias que se transforman en viajes. El siguiente relato es de los primeros, donde finalmente las adversidades que enfrentas hacen que la experiencia se transforme en sí misma en una anécdota invaluable. Ya les conté de los años en donde me enamoré de San Pedro de Atacama, y esto ha generado que en repetidas oportunidades haya visitado los principales atractivos de la zona y muchos pensaran, ¿porque visitar el mismo lugar una vez? Y en realidad es porque me gusta volver a los lugares que me enamoran. La primera vez que voy, es como un flirteo con el lugar, nos conocemos de a poco y nos vamos encantando con los pequeños detalles y rincones. La segunda vez ya nos sentimos cómodos y nos sentimos confiados como para extraviarnos y exploramos lo que otros no perciben. La tercera vez ya nos sentimos como que estamos en casa, ya se transforma en una relación madura y nos contamos historias de visitas anteriores, recordando bellos momentos. Bueno, quizás simplemente estoy un poco loca e intento darle un sentido a mis frecuentes escapadas. San Pedro de Atacama, 6 de la tarde y decidimos que al día siguiente visitaríamos El Tatio. El Tatio es un campo de Geisseres ubicado a 4.200 metros de altura, siendo este campo el más grande del hemisferio sur, el tercero más grande del mundo y en definitiva el más hermoso (ok, esa parte la agregué yo). El campo se compone de aproximadamente 80 geiseres los cuales entran en ebullición alrededor de las 6 de la mañana, lo que implica que uno deba levantarse a las 4 de la mañana para poder llegar al sector al momento en que se producen éstas, para así poder contemplar el maravilloso espectáculo. Hasta la fecha, yo he subido al Tatio en 4 oportunidades, por lo que en esta ocasión quisimos planificar todo de mejor forma para que la experiencia no fuese tan traumática y pudiésemos disfrutar del “show” de una forma más grata, ya que el tener que levantarse de madrugada para el ascenso en bus, junto con las bajísimas temperaturas que se producen en el campo geotérmico hacen la travesía bastante agotadora. Salimos por ello en busca de la mejor agencia (para nosotros la mejor agencia fue seleccionada en base al aspecto del local en su exterior; error número uno) y solicitamos que pudiésemos realizar el ascenso en un minibús y no es un bus de los grandes (bus marca Volare), ya que esto nos aseguraría un viaje más placentero y rápido. Pregunta: Está segura que cuentas con minibuses y no son buses Volare los que realizan el ascenso al Tatio? Respuesta: Segura Afirmación: Porque no queremos buses Volare Respuesta: No se preocupe, tenemos minibuses y los anotaremos en el tur que dispone de un minibús. Pregunta: ¿100% segura? Respuesta: Si, por supuesto. No se preocupen. 4 de la mañana, 0 grados, y nos hallábamos esperando el transporte que daría inicio a nuestro tur. Y adivinen que….llegó un bus Volare a retirarnos . Si. Un Volare cuyos únicos asientos disponibles eran los últimos del final, en donde el bus salta y se agita y hace más difícil que uno pueda dormir. Con cara de pocos amigos, nos subimos al bus ya que por supuesto que a esta hora resultaba imposible reclamarle a la agencia. El viaje tomaría dos horas y la calefacción del bus del ya odiado “Volare” no funcionaba, por lo que a medio camino empecé a sentir que se me congelaban mis pies y manos. ¡Pero como era posible eso, aún estaba dentro del bus! Claro que era primera vez que me aventuraba a visitar el Tatio en pleno invierno, por lo que mi estado de anticipada condición de semi congelamiento, no resultaba un buen augurio. Dos horas más tarde y -25 grados llegamos a nuestro destino. No me quería bajar, ya que estaba completamente entumecida. Pero bueno, estaba ahí para ver el “show de los geiseres” así que salté fuera del bus. –¡Oh my god!- fue mucho peor de lo que imaginé. Mi cara y mis extremidades se congelaron inmediatamente. El termómetro indicaba -25 pero mi sensación térmica era de -50, por lo que procedí a colocarme mi gorrito (spirithood) y a hacerme la idea que el frío es algo que solo se encuentra en nuestra imaginación (mentira, el frío es frío). El espectáculo es sublime. El vapor que emerge de la tierra y chorros de agua que salen a temperatura de ebullición generan un espectáculo de ensoñación. Las posibilidades fotográficas son infinitas y por un momento te olvidas del frío, del hambre, del sueño, de la puna (síntomas que se producen en algunos visitantes al encontrarse por sobre los 3.000 metros de altura, que incluye mareo, nauseas, dolor de cabeza entre otros y que pueden disminuirse al mascar hoja de coca o beber una infusión ya sea de la misma planta o de la hierba de la zona de nombre Chachacoma) y te quedas a contemplar una de las maravillas de la naturaleza. El tur incluye un paseo por la mayoría de los geiseres, como también es posible bañarse en una piscina de agua termal que se encuentra en el parque, pero que por suspuesto a -25 grados no resulta tan simple quitarse la ropa. La mayoría de las compañías turísticas también ofrece un desayuno en el sector. Yo prefiero trazar mi propio recorrido, por lo que caminamos por el parque contemplando los baños termales y los geiseres y tomamos cientos de fotografías. En esta ocasión, el recorrido lo finalizamos luego de alrededor de media hora a causa del frio y solicitamos poder servirnos un café. ¡Pero no! El chofer nos negó que nos pudiésemos servir algo caliente de forma inmediata, ya que debíamos esperar que todo el resto de los visitantes finalizaran el paseo. Fue en ese momento en donde empezamos a colapsar. Mis amigos ya no se veían felices y sus caras mostraban un estado de congelamiento mayor. Finalmente cuando nos permitieron servirnos algo, una de mis amigas debió colocarse los huevos duros ofrecidos en el desayuno en sus pies para poder recuperar la sensibilidad de éstos. Lástima que no tengo fotos de ese momento. Yo, gracias a mi gorrito del cual mis amigos se burlaron en todo el viaje, estaba en mejores condiciones y no tan congelada, pero no por ello menos molesta con el servicio. En fin. Iniciamos el descenso y en esta oportunidad el tur paró en el poblado de Machuca, pueblo autóctono que queda ubicado a 4.000 metros sobre el nivel del mar y que se compone de alrededor de 20 casas y una iglesia, siendo posible contemplar en sus alrededores bofedales y flora y fauna de la zona. Es posible detenerse a comprar artesanías como también degustar anticuchos de llamas. A esa altura, la temperatura había ascendido considerablemente por lo que con toda la ropa que teníamos puesta comenzamos a sentir un calor insoportable y le solicitamos al conductor que pudiese encender el aire del bus. Una nube de polvo inundo el interior del Volare ya que claramente el sistema de ventilación no se había utilizado en un tiempo considerable, por lo que quedamos cubiertos completamente de una capaz de tierra y comenzamos a reír sin parar. Indudablemente recordé una frase, que hizo que mi risa se prolongara por más tiempo que la de mis amigos: “La vida no se mira por las veces que respiras, sino por las veces en que te deja sin aliento”. Estaba claro que el autor no se refería a esto, pero en definitiva esta frase junto con la situación en general fue lo que me hizo reír y llorar al mismo tiempo y produjo que la gente me miraba con cara de que estaba loca, pero ¿qué más quedaba por hacer? El paseo finalizó a medio día y me prometí escribir un reclamo por el servicio. Por supuesto que hasta la fecha en donde relato esta anécdota, no he realizado ningún reclamo. Fue sin duda un paseo que no olvidaré. Recomendación: Si vas a viajar a los geisseres del Tatio, recuerda llevar ropa acorde con el clima variable y verificar que tu bus….no sea un “Volare”.
  4. Estaré en Dinamarca esta semana y quisiera visitar más allá de la capital o grandes ciudades. ¿Alguien conoce algún destino natural o de castillos que sea imprdible? Gracias.
  5. Del álbum viaje por Kirguistán

    caza de águilas en Kirgizstan. Un facto interesante sobre las águilas. la fuerza de captación de garras de águila tienen 2 amosferas- es como las ruedas de coche. y tienen los puntos sensuales que sienten el pulso de animal captado. Águilas abren sus garras solo después de sentir que el animal esta muerto.
  6. Juan92

    Conocer San Juan

    Me gustaría conocer la provincia de San Juan de Argentina ya que es una de las pocas que no he conocido. Qué lugares turísticos existen aquí, que me recomiendan en cuanto a destinos y cantidad de días???
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