Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
  • relatos
    7
  • comentarios
    12
  • visitas
    15139

El Salar de Uyuni

Ayelen

2093 visitas

Nuestra parada inaugural en Bolivia había sido en Potosí, donde habíamos realizado aquel tour ingresando a las escalofriantes minas de Potosí. Una experiencia tan interesante como chocante.

 

Potosí también fue escenario inicial de interacción con el pueblo boliviano, de costumbres tan distintas y, a la vez, tan similares a las nuestras. Nuestra primera impresión fue que Bolivia era un país que mantenía mucho sus tradiciones, legado de algunos de los pueblos indígenas que habían sobrevivido a la “colonización” europea. De a poco comenzábamos a conocer el ritmo de vida de esta gente. Quizás algo cerrados, de pocas palabras, lo cual complicaba bastante la comunicación a pesar de hablar el mismo idioma, con mucha historia encima y muy arraigados a sus raíces.

 

Dejamos Potosí y partimos rumbo a Uyuni. Uno de los principales puntos turísticos que habíamos planeado visitar dentro de Bolivia era justamente el inmenso Salar de Uyuni, parada casi diría obligada para cualquier viajero.

 

A partir de ese momento empezamos a sufrir lo que sería el calvario de las rutas de Bolivia. Contrariamente a lo que había sido el primer tramo que transitamos hacia Potosí, las rutas que tomaríamos desde aquel punto nos traerían muchos dolores de cabeza.

 

Camino al Salar de Uyuni, Bolivia

 

A esto se le sumaría otro inconveniente: conseguir gasolina. En Bolivia, la gasolina es subsidiada por el Estado, y existe una norma que obliga a las gasolineras a vender sin subsidio, o sea, a un precio más elevado, a los vehículos de patente extranjera. O, lo que era aún peor, en algunos lugares directamente se prohíbe la venta a extranjeros. Nos volvimos locos con Martin recorriendo todas y cada una de las gasolineras en Potosí pidiendo, casi rogando que nos vendieran gasolina, a un precio más elevado aunque sea, porque necesitábamos llenar el tanque. Era bastante frustrante encontrarse con un NO rotundo y seco y la poca voluntad de los empleados de las estaciones de servicio, tanto que terminaban poniéndolo de mal humor a uno.

 

Al final, pudimos cargar tanque en la última estación de servicio de la ciudad y tomamos la ruta. Los primeros kilómetros fueron tranquilos, con un día soleado, y un viento fresco golpeándonos de lleno, mientras avanzábamos por entre aquel pardo paisaje ondulado. Pero luego comenzaron los trechos en malas condiciones o directamente donde no había asfalto y teníamos que avanzar cautelosamente sobre tramos de tierra muy descuidados. Cada vez que volvíamos a tomar la ruta pavimentada suspiraba aliviada pero me duraba poco porque sólo algunos metros más adelante, el camino se volvía de tierra y piedras.

 

Camino al Salar de Uyuni, Bolivia

 

Junto a insultos varios hacia el camino saliendo desde mi casco, recorrimos unos 200 kilómetros, hasta que en una curva tuvimos la primera vista del salar, que se veía desde lejos como un gran manto completamente blanco que se abría detrás de la ciudad, erguida sobre una desértica llanura.

 

El Salar de Uyuni y el pueblo, Bolivia

 

Y cuando digo desértica, es porque realmente no había nada más que las siluetas de cordones montañosos a lo lejos y la ruta que iba descendiendo por la sierra, se metía de lleno en aquella planicie y finalizaba en la entrada a la ciudad.

 

La ciudad de Uyuni vive, obviamente, del turismo. En el centro, sobre una ancha peatonal sólo se pueden ver restaurantes, hoteles, agencias de viajes que ofrecían diversos tour hacia el salar, y extranjeros por doquier. Más allá el pueblo es simplemente un manojo de casillas e irregulares callecitas.

 

Nos hospedamos en el alojamiento más económico que pudimos encontrar (Nosotros ya sabemos que el precio de alojamientos y comidas es proporcional a la cantidad de europeos que se encuentren en la zona :big-smil: ) y descansamos.

 

A la mañana siguiente nos esperaba una mañana celeste y hermosa, así que con todo el ánimo descargamos la moto y nos fuimos rumbo al Salar. Con vehículo propio se puede acceder unos metros dentro del Salar, siempre teniendo mucha precaución ya que el lugar es realmente enorme y es mejor no internarse sin un guía porque es muy fácil perderse. Escuchamos tantas historias escalofriantes de familias enteras que habían sido encontradas sin vida dentro de aquel enorme lugar porque se habían perdido, que estábamos bastante advertidos al respecto. Existen tour de dos o tres días que te llevan con camionetas especiales y en donde acampas en aquel basto paraíso blanco, pero, como suele suceder, el precio excedía a nuestro presupuesto viajero.

 

Así que salimos entusiasmados, dejamos atrás las calles pavimentadas y tomamos un ancho camino de tierra que salía de la ciudad y recorría unos 20 kilómetros hasta el Salar.

 

Después de tantos meses de viaje y habiendo recorrido casi tres países, por lo general uno se acostumbra a transitar por caminos que no son de lo mejor, con tramos de tierra o piedras…o hasta arroyos enormes atravesándolo. Pero aquel recorrido desde Uyuni hacia el Salar nos hizo sudar como ningún otro.

 

El camino no era de tierra, si no que parecía hecho de una especie de arcilla consolidada, donde se marcaban grandes huellas de camiones y autos que estaban peligrosamente cubiertas de una película de arenilla que el viento iba soplando, por lo que era muy difícil seguir algún surco y mantener el equilibrio dentro de él. Pero lo peor de todo fue el tramo interminable de “serrucho” o “calamina” como le dicen en Bolivia. Estas pequeñas y continuas ondulaciones en el terreno fueron una tortura.

 

Fuimos dando incesantes tumbos, cortos y bruscos durante 30 o 40 minutos sin parar. El estrepitoso ruido de los metales y plásticos de la Honda vibrando violentamente, mezclado con el rugido del motor me hacía pensar que en cualquier momento empezaríamos a perder partes de la moto por el camino. Llegué a sentir que todos mis órganos se habían desprendido dentro de mí y estaban mezclándose como en una licuadora y tenía quizás un pulmón en lugar del estómago y el hígado en el pecho.

 

Mientras sufríamos sobre la moto, enormes camionetas 4x4 nos pasaban por al lado como si nada y yo, admito, que los veía pasar con un odio y una envidia que no podía contener. Pero al fin, con todos los órganos en su lugar, aunque algo doloridos después de tanto traqueteo, arribamos a un pequeñísimo y lúgubre pueblito que atravesamos hasta que oficialmente estuvimos dentro del Salar de Uyuni.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Aquel lugar sí que es deslumbrante. Avanzamos sólo algunos metros hasta donde vimos un grupo de personas y camionetas estacionadas, pero ya se podía sentir la inmensidad de aquel paisaje blanco infinito.

 

Recorrimos unos metros sobre la moto, alejándonos lo suficiente como para que todo alrededor fuera blanco. Blanco total que se cortaba en una línea súper recta y luego, el cielo completamente celeste.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Siempre corroborando, por encima de nuestros hombros, que aún podíamos divisar el pueblo como referencia para la vuelta, fuimos avanzando por la huella marcada de las camionetas hasta un punto al que llaman “El ojo del Salar”.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

En aquel punto, a sólo pocos kilómetros de haber ingresado, se formaba una pequeña laguna de irregular contorno. Lo llamativo era ese burbujear continuo que se podía ver en la superficie, como si se estuviera preparando algún brebaje maléfico. Según pudimos escuchar de pasada de un guía que estaba allí con un contingente de turistas, se trataban de los gases retenidos bajo la sal, que se escapaban por aquel punto.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Nos animamos a seguir un poco más hasta el famoso hotel de sal. Levantados con macizos ladrillos hechos de sal, el hotel se encontraba… no sé ni cómo indicar, digamos que se encontraba en algún punto de esa nada absoluta, junto con un enorme escultura del Dakar también realizada en sal, con motivo del paso de los competidores por aquel lugar, el año anterior.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Se puede ingresar al hotel, donde en un enorme hall principal circular, se exhiben diversas figuras todas realizadas en sal. Dentro del salar hay varios hoteles en funcionamiento pero aquél es famoso por ser el primero en asentarse en aquel inhóspito paraje y hoy en día funciona más como un punto turístico para visitar y no como alojamiento.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Caminar sobre ese suelo donde curiosamente se formaban geométricas figuras hexagonales o pentagonales que se repetían por tooooooooooooodo el salar, mientras un viento fuerte arrastraba la sal y enredaba mis pelos, invadido todo de un silencio total, era como estar en algún extraño sueño de esos donde uno no reconoce donde está “el arriba y el abajo”.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Es tan inmenso aquel lugar, con el horizonte tan alejado y blanco, que se puede aprovechar para explotar la creatividad y jugando con la perspectiva pueden conseguirse fotos muy graciosas.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Recorrimos sólo unos pocos kilómetros más, siempre cerca del hotel, disfrutando esa total libertad de correr por donde queríamos sin seguir ningún camino marcado. Dimos algunas vueltas mientras la sal crujía bajo las ruedas de la moto y el viento fresco nos golpeaba de lleno, y luego emprendimos el regreso.

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

Recién en ese momento caí en cuenta que deberíamos recorrer el mismo terrible camino que habíamos hecho para llegar y lo lamenté mucho. Y sí, fue bastante difícil. Nuevamente pasamos por toda esa calamina que terminó por obligarme a cruzar los brazos con fuerza sobre mi estómago para intentar disminuir el traqueteo en esa zona y el dolor punzante que había empezado a sentir en los riñones.

 

Para empeorar la vuelta, el camino repentinamente se había llenado de grandes y pesados camiones que nos pasaban velozmente, llenándonos de arenilla y escupiéndonos piedras. Veía con temor pasar esas enormes ruedas tan cerca nuestro que instintivamente me inclinaba hacia el lado opuesto pensando que si llegábamos a perder el equilibrio en ese camino desastroso nos íbamos de lleno debajo de los camiones.

 

Pero afortunadamente ninguna de esas tragedias que mi mente inventa sucedieron y llegamos al pueblo sanos y salvos aunque completamente exhaustos de tanta tensión. Ya podíamos tildar el Salar de Uyuni de nuestra lista de lugares a conocer.

 

 

Salar de Uyuni, Bolivia

 

 

 

Mira el álbum completo :rolleyes:

 

 

 

 

 

 

  • Muy Bueno 1


3 Comentarios


Recommended Comments

Si andan viajando ahora por Bolivia quizá me los tope, yo cruzaré hacia Copacabana en uno o dos días y bajaré a Potosí :) ya veo lo que me espera en el salar.

Compartir este comentario


Enlace a comentario

Si andan viajando ahora por Bolivia quizá me los tope, yo cruzaré hacia Copacabana en uno o dos días y bajaré a Potosí :) ya veo lo que me espera en el salar.

 

 

Que buenooo!! nosotros estamos más adelante, por otro país ahora... pero Copacabana es HERMOSO :) esta lleno de argentinos XD 

Compartir este comentario


Enlace a comentario
  • Blogs

    1. AlexMexico
      Último Relato

      El transcurso de una vida urbana puede fácilmente tornarse en algo rutinario, incluso en la grandeza de la Ciudad de México donde, no importa cuándo, siempre se encuentra algo por hacer.

      Si bien, la rutina es algo que se puede fácilmente esquivar en la capital mexicana, hay algo de lo que es imposible escapar. La contaminación y la gente. Un pacífico fin de semana, a solas en el aire fresco, es una demanda de colosales magnitudes en una de las metrópolis más pobladas del mundo. Pero hay algo que la hace única, a pesar de su estresante e incesante actividad.

      Hace casi 700 años, los mexicas (mejor conocidos como aztecas) decidieron construir su capital en uno de los más bellos paisajes del Aztlán, la tierra que ellos consideraban su mundo. Fue en un islote, en medio de un lago rodeado por montañas, donde fundaron Tenochtitlán, lo que hoy todos conocemos como Ciudad de México.

      Los alrededores de Tenochtitlán están cercados de impresionantes paisajes naturales, que dejaron en claro por qué Mesoamérica fue y será el cuerno de la abundancia. Es así que escapar de la ajetreada vida capitalina es, incluso hoy, una tarea fácil.

      Aquella vez, la decisión para reposar un fin de semana fue tomada por Sediel, uno de mis mejores amigos con cuya novia haríamos el viaje. Con una tienda de campaña casi nueva, un saco de dormir y una mochila sedienta por querer ser utilizada, el estado de Hidalgo fue lo que atrajo nuestra atención.

      Contiguo al Estado de México, Hidalgo cuenta con pueblos coloniales, grutas, aguas termales, bosques, cañones, cascadas, minas y un sinfín de interesantes propuestas de aventura. Y muy cerca de Pachuca, su capital, el pueblo de Huasca de Ocampo fue el destino elegido.

      La pequeña localidad nació en la época colonial española, cuando la producción minera atrajo a adinerados hacendarios europeos, que usaron la mano de obra indígena para la explotación.

      El pueblo creció alrededor de cuatro grandes haciendas, y aunque en el declive de la zona (cuando México se volvió independiente) muchos edificios quedaron casi en ruinas, en el siglo pasado se restauró para hacerlo un pueblo de paseo para turistas.

      Son varias cosas que hacen especial a Huasca. Su café, sus leyendas (que incluyen a duendes y brujas) y, sobre todo, su hermosa situación geográfica.

      Ubicada entre la Sierra de Pachuca y el Valle de Tulancingo, los paisajes aledaños a Huasca son un deleite visual, perfecto para los cazadores de un reposo en la naturaleza. Así que en vez de quedarnos mucho más tiempo en Huasca decidimos seguir nuestra ruta hasta los prismas basálticos, uno de los principales atractivos del valle.

      Huasca se emplaza en el oriente del Eje volcánico transversal, una cadena de volcanes que atraviesa el país de este a oeste y lo corta por su parte central. 

      Hace un par de millones de años, el enfriamiento del escurrimiento de lava que se generó en esta zona formó columnas de basalto que tomaron formas de prismas pentagonales y hexagonales. El resultado es hoy una maravilla.

      large.IMG_20190824_144640.jpg.0c48c23272198b095d116bff2e88b058.jpg

      El conjunto de prismas encimados entre sí parecen una estructura de legos. Es difícil creer que la naturaleza haya creado formas tan inorgánicas por sí sola.

      large.IMG_20190824_145459.jpg.0269e319b1d1883d038525f4b5a5505e.jpg

      Accedimos a los prismas bajando unas escaleras que llevan hasta un pequeño corredor, por donde cae un arroyo. El agua es traída desde los ríos y las presas que alimentan de agua la comunidad de Santa María Regla, a la que pertenecen las columnas.

      large.IMG_20190824_145636.jpg.56bc9917dd8ddf3856486d05017710bb.jpg

      Aunque algunas de las pequeñas cuatro cascadas fueron arrastradas hasta allí por el hombre, no hay mejor manera de darle un toque más encantador a un lugar como aquel que con caídas de agua.

      large.IMG_20190824_145847.jpg.b4500355505d69782a9b43cdd53fab68.jpg

      El arroyo culmina en un pequeño estanque, al que se debe acceder desde la hacienda contigua. Es la llamada Cascada de la Rosa.

      large.IMG_20190824_143600.jpg.d56f92a00f147650b004e4e14feae76b.jpg

      Este lugar fue visitado y estudiado incluso por personajes como Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América Latina. La UNESCO nombró al sitio como uno de los 30 geoparques de la Red global de geoparques.

      Aunque ya había sido testigo de columnas basálticas del mismo estilo en Islandia, verlas en México no hizo más que reafirmar que es un país que lo tiene todo.

      large.IMG_20190824_145811.jpg.14b65f0f918fffabc2053651f4308fb1.jpg

      Antes de que se hiciera más tarde, era momento de decidir dónde debíamos acampar. La zona de Huasca de Ocampo posee múltiples sitios para hacerlo. Pero al ser el último fin de semana del verano estudiantil, los campings y balnearios estaban repletos. 

      El pueblo no era una buena idea para huir del bullicio. Y con ganas de un contacto mucho más natural, decidimos escuchar la sugerencia de un chofer.

      Unos kilómetros al norte, lejos de la carretera, había un lugar llamado Peña del Aire. Nada habíamos escuchado sobre él. Incluso, encontrarlo en Google Maps no fue del todo fácil. La información en internet era casi escasa. Pues bien, eso lo hacía el lugar perfecto.

      Según se nos dijo, pocas personas llegaban hasta la peña, ubicada al borde un acantilado bajo el cual se extendía un enorme cañón. Y en lo alto, una zona de camping era ideal para pasar la noche, lejos de las luces, del ruido y de cualquier contacto humano.

      Aceptamos así un viaje en taxi hasta la peña. Y tras un arduo viaje por un feo y estrepitoso camino de ripio, el chofer nos dejó en un centro de visitantes, que no era más que una palapa.

      Peña del Aire es un parque ecoturístico protegido. Hay pocas casas y propiedades privadas dentro del terreno. Las únicas construcciones son casetas de vigilancia, cobranza y algunos puestos de comida y tiendas. 

      A solo unos pasos de aquel puesto de visitantes se abrió ante nosotros un enorme cañón, parte de la Sierra de Pachuca.

      large.IMG_20190824_162913.jpg.350c9539ce0d9147a8c5b5e6f15a24a5.jpg

      El nombre Peña del Aire se debe, precisamente, a una gigantesca peña que se yergue en uno de los costados de la barranca. Y sí, de hecho, parece que flota en el aire.

      large.IMG_20190825_074754.jpg.db6aef76f9cc2afaab61bb6971bbcee6.jpg

      Estas formaciones rocosas son características de las barrancas de la Sierra Oriental. Y el sitio perfecto para un centro ecoturístico.

      Una tirolesa de unos 70 metros de largo se tiende al lado de la peña y permite a los visitantes volar sobre el abismo. 

      large.IMG_20190824_161130.jpg.f2d0b50685a54026d10bd27a6a474bc8.jpg

      En la parte más baja, un río dibuja el camino del valle, junto al cual solo una pequeña iglesia se posa junto a un par de campos de cultivo. Al mirar abajo, creímos que sería un excelente lugar para acampar.

      large.IMG_20190825_082854.jpg.4d039adf3f6b2a9c16bda5d7a3323702.jpg

      Comenzamos el descenso con mochila al hombro, cuidadosos de seguir el mezquino sendero que nos guiaba. El calor era sofocante, pero valía la pena hacer el intento.

      large.IMG_20190824_165559.jpg.95b7673a3d99c3c04d923d9bd32ba95b.jpg

      Las vistas desde las laderas eran sencillamente magníficas. La vegetación parecía hacerse cada vez más verde y, a decir verdad, no era lo único colorido que apareció en nuestro camino.

      large.IMG_20190824_171113.jpg.8e952cf7964f7d886bee07d26718fbcf.jpg

      El curso nos llevaba por todo el costado de la barranca, pero poco simulaba bajar al río. Aunque los lugareños nos habían asegurado un rápido descenso, la travesía era más larga de lo esperado.

      Antes de seguir, supimos que algo no resultaría. Esperábamos el arribo de dos amigos más, y en lo bajo de la barranca la señal de telefonía era escasa. Sería mucho más fácil encontrarlos en lo alto del acantilado.

      Volvimos entonces, entregados al calor de la tarde que, por cierto, no tardaría en esfumarse para dar paso a un fresco atardecer.

      La planicie superior fue el mejor lugar para montar el campamento. Un terreno llano, pastoso y fresco donde, al parecer, seríamos los únicos en pasar la noche.

      large.IMG_20190825_073636.jpg.6383a48716d56584d45441068debdfc0.jpg

      Nuestros amigos no tardaron su arribo, por suerte, antes del ocaso. Y con las tres tiendas una junto a la otra, fue momento de armar la hoguera.

      large.IMG-20190824-WA0009.jpg.77a664d45f863b2c702ca5caffd1d666.jpg

      Una pila de malvaviscos y roles de canela fue el menú perfecto para el atardecer, que tras un cielo nublado se esfumó sin mucha presencia.

      Pero aquellas nubes de tormenta, cuyos relámpagos eran lo único que iluminaba el horizonte nocturno, crearon la atmósfera perfecta para las historias de terror que se avecinaban.

      Huasca de Ocampo es el sitio perfecto para alguien como Sediel, un fanático de las criaturas de fantasía. El pueblo está lleno de leyendas sobre duendes y brujas que moran los bosques circundantes, y que han hecho sus apariciones en repetidas ocasiones.

      De hecho, cuenta con su propio museo de los duendes. Y vaya que nuestro campamento simulaba ser su hogar, con una torre de metal en forma de sombrero que, de hecho, albergaba los únicos baños disponibles, a los que nadie se atrevía a entrar una vez caída la noche.

      large.IMG_20190824_184131.jpg.23fb9ff2d9188a2eba5f88ddd2238bc1.jpg

      Cuando el fuego se fue consumiendo, una extraña luz apareció detrás de los arbustos. Un color amarillo fluorescente de forma redonda se movía con delicadeza, y de repente palpitaba como el latido de un corazón.

      No le prestamos mucha atención, quizá era alguien con una linterna. Tras pocos minutos se esfumó sin darnos cuenta.

      A la siguiente mañana, los lugareños nos contarían que se trataba de una bruja. Aparecer como pequeñas centellas era su especialidad en aquella zona. Pues bien, al menos no decidió visitar nuestro campamento.

      El alba fue bastante frío. El sereno dejó nuestras carpas más que húmedas por fuera. Y no había nada que deseáramos más que un café caliente. Pero habría que esperar la apertura de los puestos.

      Entretanto, un temprano despertar fue la mejor decisión grupal tomada para poder ser testigos de un hermoso amanecer.

      large.IMG_20190825_072922.jpg.bd7d41cf891faffbb89e286c144fb089.jpg

      El sol se levantó sobre la sierra oriental, iluminando tenuemente la figura de cada barranca del cañón. Nada, sino el cantar de las aves, se podía escuchar en el abismo.

      large.IMG_20190825_072944.jpg.3185403fa8c1e9b9bb2e7d8b90cedcda.jpg

      Es lo que un grupo entero de capitalinos buscaba lejos de la metrópoli. La serenidad de una fría y verde mañana. Pero acompañada de un café de olla a la apertura del primer puesto, todo fue incluso mejor.

      Luego del desayuno fue momento de bajar a la peña, y contemplar el valle dibujado por los primeros rayos del sol.

      large.IMG_20190825_082119.jpg.79a591d6910e2445c5b1b09bcb1bc43f.jpg

      La bruma de la mañana poco a poco se retiraba, y dejaba al desnudo la vitaleza de un cañón que podía apaciguar todo pensamiento y todo presente.

      large.IMG_20190825_075008.jpg.88c234f177cc875fae9e62030d54f112.jpg

      Escalar la peña no era una opción segura, pero hasta la poca altura que pudimos llegar fue suficiente para sentirnos satisfechos en nuestro viaje.

      large.IMG-20190825-WA0043.jpg.359005b964a5fff6362e47bc2a05bab8.jpg

      Disfrutar de la barranca sin la presencia de turistas durante la noche y la mañana fue una excelente decisión, que nos daría el respiro necesario para volver a la vida de una colmada ciudad.

    2. flormdk
      Último Relato

      Hace un poco más de diez años que había visitado la provincia de Misiones para ir a un congreso cuando era estudiante de la carrera de la carrera de Licenciatura en Turismo... Estuve algunos días en la capital, la ciudad de Posadas y dos noches en Iguazú. En este momento todavía las Cataratas de Iguazú no habían sido declaradas como Maravilla Natural, no había una gran cantidad de turistas. A decir verdad, cuando fui al parque con mis compañeros estábamos solamente nosotros. Vale aclarar, que era temporada baja, era el mes de mayo.

      Hacía bastante tiempo que tenía ganas de regresar, por eso, en el mes de enero pasado, decidí tomarme mis vacaciones de verano en las Cataratas. Organicé un tour que empezó en Salta y terminó en Iguazú.

      Decidimos dedicarle 5 noches a la ciudad de Iguazú ya que sabemos que es una de clima subtropical donde puede haber abundantes lluvias que impidan salir a recorrer el parque.

      Llegamos a destino y nos recibió una lluvia afortunadamente no muy intensa. De todas formas, es bastante frecuente que corramos con esa suerte... siempre los destinos que visitamos nos reciben con lluvia pero los días siguientes suelen tener unas condiciones climáticas espectaculares, así que no nos preocupamos.

      El primer día que llegamos, teníamos pensado visitar el Parque pero con la lluvia no era un buen plan. Entonces, optamos por cruzar la frontera y visitar Ciudad del Este en Paraguay. Es una ciudad que tiene la fama de ser un destino de compras ya que es una zona franca, libre de impuestos. 

      Tomamos un colectivo y en menos de una hora estábamos en destino. Creo que no hay palabras para describir a este sitio... Es una ciudad cargada de comercios, de carteles, de vehículos, de gente, de ruido ambiente... Una ciudad totalmente caótica en la que no existen semáforos que orden el tránsito. Afortunadamente, fuimos con información de los mejores lugares para comprar y también teníamos en mente que comprar con el modelo ya elegido. Creo que no hay otra manera de visitar esta ciudad si no es con información previa... Hay muchísimos lugares, vendedores ambulantes y carteles que compiten entre sí. Es recomendable ir temprano, ya que todos los lugares cierran a las 16:00 de la tarde porque suelen abrir muy temprano en la mañana y trabajan en horario de corrido.

      Nosotros llegamos con el tiempo muy justo pero por suerte llegamos a conseguir lo que teníamos planeado, una cámara de fotos de viaje.

      El objetivo principal del viaje era visitar el Parque Nacional Iguazú... También nos interesaba conocer el Parque del lado de Brasil... 

      Fuimos un día del lado de Brasil fue un paseo muy corto porque teníamos que regresar temprano para tomar el colectivo. La vista es muy distinta a la vista del lado argentino, ya que las pasarelas están muy cerca de las Cataratas, pero el parque en este lado es mucho más pequeño. No volvería a visitarlo, pero si volvería una y otra vez al lado argentino ya que aquí el parque es muchísimo más grande y como los colectivos pasan hasta más tarde, se puede estar disfrutando del paisaje hasta las 17:00. Un dato muy importante para quienes deseen visitar las Cataratas, es que comprando la entrada para dos días consecutivos, el segundo día sale la mitad de precio.

      Desde Iguazú se pueden hacer muchas excursiones como por ejemplo visitar las Ruinas de San Ignacio un sitio arqueológico muy interesante, visitar las Minas de Wanda y comprar piedras semipreciosas, etc. Era verano, días de calor intensos cargados de húmedad, por lo que no tenía mucho interés en realizar excursiones de días completos. Nos quedaba un día libre, aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú. Visitamos un Shopping y recorrimos la ciudad. A decir verdad, la ciudad no me pareció muy llamativa pero siempre me resulta interesante conocer distintas ciudades del mundo.

       

      Consejos importantes para quienes deseen visitar Iguazú

      Conviene destinarle al menos dos días para recorrer todo el parque en el lado argentino es posible que un día no alcance para conocerlo completo.

      Es aconsejable evitar la temporada alta ya que es un destino muy turístico por lo que en enero y mitad de julio suele haber más cantidad de gente que en otros meses.

      Resulta óptimo dejar días libres porque es una zona de clima subtropical, pueden tocar días de lluvia en los que no sea la mejor opción visitar el Parque.

      En el Parque se pueden comprar souvenires, hay varios restaurantes, kioscos y cafés.

      No hay que olvidar el protector solar, repelente y anteojos de sol. Por supuesto, es necesario llevar calzado cómodo.

      Aconsejo que al llegar al Parque, lo primero que hagan sea visitar la Garganta del Diablo, es el paseo que está un poco más alejado comparado con el resto de los circuitos, sumado a ello es el más imponente. Para llegar hasta allí se puede ir caminando o sino el trencito ecológico del Parque, es muy lindo y pintoresco.

      La cena show que se ofrece en Foz de Iguazú es imperdible! Se puede disfrutar de un espectáculo de danzas con música regional mientras se pueden degustar cientos de platos.

      Para visitar las Cataratas se recomienda un mínimo de 4 noches. 

      Para quienes deseen estar en contacto con la naturaleza en su máximo esplendor, pueden realizar el sendero Macuco, para ello es imprescindible llevar agua y alimentos ya que en ese trayecto no existen kioscos ni lugares de ventas de alimentos. 

    3. Perdido en el sureste de México, casi al borde del mar y ubicado junto al río Papaloapan, se ubica uno de los pocos pueblos del país declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

      A solo 90 kilómetros al sur de la ciudad de Veracruz, este colorido pueblo aparece en medio de una región tropical y cálida, cuyo único respiro del infernal calor es la brisa que carga consigo el río.

      large.DSC02087.JPG.82b7d9e82a3aa9421d277c32baa0945b.JPG

      Visitarlo en verano un par de veces quizá no fue la mejor idea. Pero el solo hecho de estar allí significa un refresco del movimiento de la ciudad.

      Tlacotalpan surgió como un asentamiento del pueblo totonaca, una civilización mesoamericana prehispánica que se asentó en buena parte de la costa del Golfo de México. Su nombre significa “entre aguas”.

      Pero fue con la llegada de los españoles que el pueblo creció y tomó forma, desde que Pedro de Alvarado recorrió el Papaloapan río arriba, descubriendo que Tlacotalpan podría ser un buen puerto fluvial para el transporte de mercancías al Imperio Español.

      Así fue como surgieron dos grandes haciendas en la zona, que aunque corrieron el riesgo de ser abandonadas, hicieron que en algún momento la población de españoles creciera. Y sumado a la importación de esclavos negros africanos desde el puerto de Veracruz, Tlacotalpan tomó la raíz multicultural y multiétnica que posee hasta el día de hoy.

      large.DSC02094.JPG.fcfe059a411f5555f812098575a5e2b1.JPG

      El pueblo es el corazón del son jarocho y los jaraneros, estilos musicales provenientes del Caribe y que fueron desarrollados en la mayor parte de la costa del Golfo gracias a los afrodescendientes.

      La misma palabra “jarocho” define a las personas provenientes de la región del Sotavento, sobre todo aquellos de piel oscura que usaban jaras como método de pesca. Y esas raíces extranjeras finalmente se impregnaron en la zona alrededor de Tlacotalpan.

      Músicos con sus típicos trajes blancos, con sombreros de paja y pañuelos rojos caminan por las calles ofreciendo coplas. Mientras en las noches llegan los huapangos, fiestas donde el son jarocho es el invitado principal.

      Pero el mayor atractivo del pueblo es sin duda su arquitectura vernácula, es decir, que las construcciones fueron hechas de forma auténtica por los habitantes nativos con materiales de la zona.

      large.DSC02114.JPG.226d98ed5ab9d060a0cf7f65f6232bf2.JPG

      En 1714 el río se desbordó, y en 1788 un incendio arrasó con muchas de las casas. Es por ello que se ordenó que a partir de entonces todo edificio fuera alzado con mampostería. 

      large.DSC02111.JPG.04e470126ffed96758d58a1060f255be.JPG

      Y desde aquella época, un lejano siglo XVIII, las típicas casonas con arcos y pilares se han mantenido en pie.

      Luciendo los vivos colores de México, cada casa es un ejemplo de lo que puede lograrse de forma artificial, respetando siempre lo natural.

      large.DSC02092.JPG.bc30fc0d382c80ee5f7e9f7e8ce4c73e.JPG

      Cada teja, cada muro, cada columna, cada acera, fueron construidos con los materiales que la propia cuenca del Papaloapan le otorgó a la ciudad. Y se convirtió con los años en el orgullo de los tlacotalpeños.

      large.DSC02121.JPG.7b38ab6e4377b15d99b50081962ec0d1.JPG

      Aunque el puerto fluvial perdió su importancia con la llegada del ferrocarril, el río ha sido siempre parte vital de Tlacotalpan. No solo como medio de transporte, sino al aportar el agua para los cultivos, la ganadería, los pobladores, regular el clima y para la pesca.

      Tomar una balsa para dar un paseo por sus aguas es uno de los mayores atractivos hoy en día.

      large.DSC02151.JPG.6c7e09690d094b929d6b3ec44359c166.JPG

      Aunque para ser sincero, la magia de la mampostería y la arquitectura vernácula se esfuma de inmediato.

      large.DSC02129.JPG.8c873e3c29102dad3898b866f869f6cc.JPG

      En su lugar, es suplantada por modernas mansiones pertenecientes a la clase alta de Veracruz. Políticos y empresarios han construido sus casas de verano en la riviera, y los yates estacionados en su orilla confirman su poder adquisitivo.

      large.DSC02135.JPG.cc4fdd3e8a59806a5b361fba5a7cfe5e.JPG

      Aún así, no está de más un recorrido por el emblemático Papaloapan, que transporta sus aguas desde las tierras de Tuxtepec.

      large.DSC02124.JPG.b9e65549ae119ab18b17bbd68bcc30e3.JPG

      El propio río sirve para bendecir la ciudad cada 2 de febrero, cuando las fiestas patronales llegan con la Virgen de la Candelaria.

      Una estatua de la virgen es transportada en una balsa y otorga su bendición al pueblo para evitar inundaciones y otras calamidades, que suelen ser comunes en esta zona tropical.

      large.DSC02147.JPG.a9bf1287cca4703527a59508329ca558.JPG

      Las fiestas van acompañadas de ferias, mercados de comida callejera, huapangos y hasta un embalse de toros, que son soltados libres por las calles de la ciudad luego de cruzar el río junto a los ganaderos.

      La iglesia es uno de los puntos icónicos de la ciudad, ubicada en la plaza central, o zócalo, como se le conoce en México.

      large.DSC02088.JPG.7982f73277f114804f4bf4a45ab20699.JPG

      Esta explanada crea el plano urbanístico típico de una ciudad colonial española. Un cuadrante central con una alameda, junto a la cual se posa el templo católico y su campanario.

      large.DSC02097.JPG.4457bd7df608a14bb47887716e639912.JPG

      Junto a ella, el palacio municipal que funge como poder político, y que servía para demostrar a los antiguos indígenas quién tenía el poder sobre ellos.

      large.DSC02089.JPG.824044b16c8fc14e778351125072e527.JPG

      Tras el zócalo, las calles perpendiculares se trazaron desde el río al interior de las tierras que lo orillan, formando las cuadras empedradas que dibujan hoy la totalidad de Tlacotalpan.

      La tejas en lo alto de las casas otorgan una fresca manera de protegerse del sol. El aire acondicionado no es tan común en esta zona. Pero los corredores y patios centrales son suficientes para ventilar los interiores.

      large.DSC02102.JPG.fce7362b62a1a70acc0dfc7d6a291be4.JPG

      Es común encontrar bancas y mecedoras en los pasillos exteriores de las casas, donde los vecinos se sientan a compartir un torito por las tardes, la bebida tradicional hecha a base de alcohol de caña.

      Para mí y mis amigos, la bicicleta fue la mejor manera de recorrer el pueblo. Al fin y al cabo, su terreno plano puede ser bastante bien aprovechado sobre dos ruedas.

      large.DSC07611.JPG.ea47d24433dea371a9ae8f8d358d63bc.JPG

      Un lugar donde los niños todavía corren por las calles, los músicos se pasean por tiendas y restaurantes, los mariscos frescos se sirven en platos calientes y las botellas heladas de torito refrescan del calor.

      large.DSC07623.JPG.ec1647da78199c7e769381a17f37202d.JPG

      Tlacotalpan se ha ganado con creces, y sin lugar a dudas, su título como Patrimonio de la Humanidad, al combinar tres etnias y culturas en un pequeño lugar.

      Sus casonas vernáculas y vivos colores son el mejor ejemplo de lo lindo de México. Un mágico y perdido lugar entre las selvas tropicales del sur.

×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .