Los evangelios backpackers
Ahora que he finalizado de contar mis viajes por mi país y la estrepitosa Guatemala, por fin he regresado a México después de dos meses por el sur del continente americano. Con un repertorio de carpetas llenas de fotos en mi ordenador, un diario de viaje al full y un diccionario personal de expresiones de la lengua española, quizá sea el momento de un break.
Así que antes de comenzar a relatar mis recorridos por tierras andinas y mis seis meses de estadía en el viejo continente, platicaré un poco sobre algunas de las típicas dudas que inquietan a muchos de los que me ven partir de repente, sin saber qué se esconde detrás de cada foto posteada en facebook, o de cada vaso de shot que forma parte de mi colección de souvenirs.
¿A DÓNDE VOY?
Una de las preguntas que muchos de mis conocidos me hacen es ¿cómo decides a dónde viajar, habiendo tantos destinos en el mundo?
Si bien es cierto que la primera vez fuera del país es todo un enigma repleto de sombras e incertidumbre, es bueno dejarse llevar por las circunstancias. Quizá un viejo amigo te invite a un tour de 7 días por el Caribe para navidades; quizá toque visitar a la familia en Ontario, o simplemente cruzar la frontera para comprar ropa nueva en McAllen.
Sea cual sea la situación, lo importante es dar el primer paso: decir que sí. En mi caso, yo cumplía con los requisitos para realizar una estancia de movilidad estudiantil en el extranjero después de mi semestre en la capital. Con más de 20 países como opción, aposté por España, pues había hecho amigos españoles en México.
Pero es un caso muy particular. Lo más importante es tomar la decisión de salir y dejarse llevar un poco por ese impulso interno de lo desconocido, y por supuesto, aprovechar cualquier oportunidad que se presente
Es verdad que existen destinos must go, que se han incubado en nuestra mente desde años atrás, y que no queremos morir sin algún día visitarlos. Es el caso de París, Nueva York, la Muralla China o Machu Picchu. Pero nunca hay que olvidar que cada rincón del mundo tiene un encanto diferente, que a veces puede cautivarnos más que la misma Torre Eiffel. Así que no debemos menospreciar esa escapada de un fin de semana a un pueblo cuyo nombre nadie conoce, a la cascada a la que no llega la ruta de asfalto o al sitio que no aparece en el mapa.
Y como una de esas decisiones poco meditadas, desde el verano pasado comencé a ahorrar con la única intención de hacer un viaje al sur durante el invierno (el verano austral) para celebrar de una forma distinta mi graduación de la universidad, que según mis cuentas se cumpliría a principios de diciembre. Y decidí ir al sur porque sería verano; después de viajar durante el invierno europeo necesitaba climas cálidos.
No tenía muchos planes, pero en mi mente se bosquejaba la idea de visitar Brasil. Incluso, se los comenté a varios amigos, y muchos deseaban sumarse a mi aventura… al final, todo boceto se desdibujó por sí solo. Los vuelos que había cotizado a Río de Janeiro subieron de precio súbitamente. Probablemente esperé a que el tiempo hiciera lo suyo en las aerolíneas de menor costo
Pero si bien, esperar la confirmación de mis amigos o una repentina oferta online no fue la mejor idea, las cosas suelen suceder por algo. Y es que el bajo presupuesto que junté para finales de año no me permitiría permanecer más de un mes en la inmensidad del país carioca. Así que después de una exhaustiva cotización en la red, el destino elegido fue Lima, Perú, con un vuelo redondo en un plazo de dos meses por el que pagué 600 dólares. Después de eso, ya nadie, sino el propio destino, podría decidir el futuro de mi aventura.
Lo principal, es no dejarse asustar cuando los planes se van abajo; es más, es recomendable no planear las cosas tan profundamente. Decir: voy a viajar en ese mes que tengo libre puede ser más que suficiente. Y así, no importará en qué parte del mundo estés, mientras estés fuera de casa durante ese mes, entonces tu plan se cumplirá
¿CÓMO ENCUENTRO EL VUELO MÁS BARATO?
Lamentablemente no existe una fórmula mágica para coger el precio más barato en las aerolíneas, pero he aquí algunos tips que el tiempo me ha enseñado:
Si siempre buscamos precios desde la misma computadora (con la misma dirección IP) las páginas de las aerolíneas lo sabrán, y siempre nos mostrarán los precios más altos. Lo mejor es checar los precios desde distintos ordenadores de vez en cuando, para compararlos entre sí.
También, los sitios web guardarán los datos del historial de revisiones cada vez que entremos a checar los precios. Lo mejor es abrir una ventana de incógnito en nuestro navegador; de esta forma, la computadora no recordará nada de nuestra última visita a la página y nos tratarán como un nuevo cliente.
Se dice que las aerolíneas muestran los precios más altos a los clientes que residen regularmente en la ciudad de origen o destino del vuelo. Así, si nosotros vivimos en México y revisamos el itinerario México DF. – Bogotá, nos mostrarán el precio más alto. Pero si vivimos y revisamos el precio de esta misma ruta desde la ciudad de Buenos Aires, el precio podría ser más bajo. Los hackers y expertos en computación conocen formas de engañar a tu navegador y hacerle creer que estás en otra parte del mundo. Parece que cambian temporalmente la dirección IP del ordenador. Valdría la pena pedir ayuda a alguno de ellos, pues ésta sería una forma perfecta para cotizar vuelos online.
Lo mejor es comprar el vuelo con al menos dos meses de antelación. Aproximadamente dos semanas antes los precios pueden comenzar a subir mucho. Aunque hay veces en que, si el vuelo no se llena, las aerolíneas rematan los asientos a precios muy bajos. Pero no recomiendo esperar mucho, es más probable que suban a que bajen.
Por último, los buscadores como Despegar y Skyscanner tienen la opción de crear una cuenta y poner una alerta de vuelo; de esta forma, la página te avisa con un correo electrónico cuando surja un precio barato al destino que elegiste, sea cual sea la aerolínea.
¿CÓMO AHORRO, CUÁNTO DINERO NECESITO?
Hay quienes piensan que viajar es muy caro. Pero se imaginan a sí mismos en una piscina de un hotel con vista al mar sosteniendo una margarita. Por otro lado, hay quienes creen que un mochilero viaja sin dinero, viviendo todo el tiempo de la caridad humana y de lo que la naturaleza le brinda. Ambos están equivocados.
Hay dos formas de empezar: primero decidir el destino, investigar sobre el coste de vida del lugar y con base en el tiempo de estadía estimar un presupuesto para el viaje. Y la otra es simplemente ahorrar hasta que ya no queramos (o podamos) más, y con base en ese dinero elegir nuestro destino y el tiempo de viaje. Nunca se gastará lo mismo en Perú que en Noruega, por ejemplo.
Para ahorrar no hay mejor fórmula que eliminar los lujos innecesarios. Y es aquí cuando uno debe puntualizar qué es necesario y qué no lo es. No es necesario ir al cine, a la discoteca o a un restaurante costoso cada fin de semana. Cambiar estos planes por una simple comida en casa con los amigos y una cerveza en la playa puede ahorrar más de lo que uno cree. Pero claro, no podemos dejar de gastar en comida, la renta de la casa o los impuestos
Otra forma, muy usual en los viajeros actuales, es comenzar a vender las cosas que ya no se necesitan. Esa lavadora antigua, esa licuadora que ya nadie usa o ese teléfono móvil que reemplazaste pueden generar un ingreso extra.
No existe un presupuesto fijo. He conocido personas que viajaban con 100 dólares al mes (hacían autostop, dormían en carpa y comían frutas y verduras), así como he conocido quienes lo hacían con más de 1000. En lo personal, he logrado viajar con poco menos de 500 dólares al mes. Todo depende del estilo del viaje.
A pesar de lo mucho que se puede ahorrar hoy en día, siempre se necesitará al menos un poco de dinero en el bolsillo; así que no crean los cuentos hippies de que el mochilero no carga un centavo Siempre será necesario un pasaporte, pagar impuestos en el país destino, usar transporte público y, al menos, el derecho a un baño.
HOSPEDAJE
Debemos definir nuestras prioridades. Si nuestra prioridad es la comodidad, y se buscan unas vacaciones relajadas sin mucho esfuerzo, entonces seguramente nos convendrá alojarnos en un hotel. Pero si nuestra prioridad es conocer lo que más podamos y ahorrar para hacer más con menos, entonces un techo con cama y baño es más que suficiente.
En toda ciudad del mundo hay una oferta variada de alojamientos. Lo único que nos debe preocupar es si el destino que visitamos es muy concurrido o no, y si es necesario entonces reservar con antelación. No es lo mismo llegar al pueblo olvidado de dios, donde ningún turista llega y siempre habrá una habitación disponible, que llegar a Cancún durante las vacaciones de verano y encontrar todo lleno.
Para reservar cualquier tipo de hospedaje (hotel, hostal, apartamento, camping…) existen muchas páginas web muy funcionales; las más conocidas son Hostelworld y Booking, pero cualquier buscador es bueno.
Existen formas mucho más económicas, pero que representan un esfuerzo mayor. Una de ellas es, por supuesto, hacer carpa.
Hay que tomar en cuenta que no en cualquier sitio se permite acampar. Hay países donde es más fácil que en otros. Argentina, por ejemplo, es muy amigable con los campings. Pero habrá sitios donde represente un peligro, como las carreteras de Centroamérica. En algunos simplemente habrá un policía que te corra, como en playas públicas de las ciudades. En cambio en los pueblos pequeños será difícil hallar problemas. Sea como sea, cargar una tienda de campaña siempre nos ahorrará algunos dólares en las situaciones adecuadas, donde el clima y la gente lo permitan. Además, no existe nada más mágico que dormir bajo las estrellas
Una nueva forma de alojarse que ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías es Couchsurfing. Se trata de una red social de huéspedes alrededor del mundo. La red no es lucrativa, por lo que los hosters regularmente no esperan nada a cambio, sólo una sonrisa, una buena plática y, quizá, una cena de su lugar de origen.
Personalmente me he vuelto adicto pues representa mucho más que un simple hotel gratis. Es la manera perfecta de conocer gente de todo el mundo, practicar idiomas y verse rodeado de la verdadera cultura local, al estar alejado de cualquier tipo de venta turística. Un restaurante en un hotel de Madrid no se compara con la comida que cocina una persona común y corriente en una casa de clase media.
Por supuesto, todo tiene sus sacrificios (aunque yo le veo más pros que contras). Al estar alojado con una persona prácticamente desconocida, no se pueden esperar lujos (aunque en algunas situaciones, los hay). No se sabe con exactitud cómo es la casa, cómo es el barrio donde se ubica, cómo es la cama o el sofá donde dormirás. Además, uno se debe adecuar a los horarios de escuela/trabajo de los hosters. No es un hotel donde se puede entrar y salir a toda hora, y donde se puede hacer lo que quiera. Siempre se estará en una casa ajena, y por ello merece nuestro respeto. Pero todo tiene su encanto; pasar al modo de vida de un local le hace a uno sentirse realmente en ese lugar.
COMIDA
Si nuestro objetivo es ahorrar, no se puede esperar un desayuno continental todos los días. Lo más recomendable es mantenerse alejado de los restaurantes turísticos, que pueden cobrar más de 10 dólares por un menú En algunas ciudades (sobre todo en Latinoamérica y Asia) se pueden encontrar mercados locales y comida de calle, donde un menú puede rondar los 3 dólares.
A mucha gente le asustan este tipo de platillos, pues los ven poco higiénicos y no saludables. Pero cabe echar un pequeño vistazo a las medidas de sanidad del sitio. No todos los puestos del mercado están sucios, aunque lo parezcan. Además, para mí, la comida casera de mercados siempre es más rica que la de los restaurantes.
Cuando se tenga acceso a una cocina en un hostal o en casa de alguien, vale la pena cocinar. Comprar algunos vegetales o carne en el mercado siempre será más barato que una comida hecha.
Hay que hacer sacrificios, y algunos días nuestro desayuno puede componerse sólo de una banana y un vaso de agua, y comeremos verduras crudas para el almuerzo. Pero lo importante es estar bien alimentado e hidratado. Es mejor tener una zanahoria cruda en el estómago que una bolsa de frituras y una gaseosa. No es nada bueno enfermarse durante un viaje, así que nuestra prioridad siempre debe ser la salud. La pasta y el arroz son imprescindibles para el viajero.
¿EN QUÉ VIAJO?
Hay países donde la industria del transporte está muy monopolizada, y hay pocas compañías de bus o tren que ofrecen precios muy altos, como México o España. No obstante, el bus siempre suele ser la opción más barata.
En algunos países las aerolíneas lowcost ofrecen vuelos a precios muy baratos, incluso más que los transportes terrestres. Es el caso de Europa, donde Ryanair, EasyJet y Vueling ofrecen vuelos desde 15 euros el viaje sencillo. Así que nunca hay que quitar la vista de las páginas web de las aerolíneas; las ofertas salen de repente y más vale estar ahí para aprovecharlas
Hacer autostop es, por ende, la opción más barata. Pero hay que ser muy perseverantes con ello. Así mismo, se debe tomar en cuenta la confianza que las personas puedan tener en los desconocidos, depende del lugar donde se esté parado. Así, Argentina es muy amigable con el hitchhiker, pero en España es casi imposible.
Si se decide por esta forma de viaje, desde mi experiencia recomiendo lo siguiente:
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Lucir presentable. Se tienen muchas más probabilidades de que alguien nos recoja si estamos bañaditos y con ropa limpia a si nuestra facha se asemeja más a la de un indigente (con todo respeto).
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Sonreír. Pasar horas bajo el sol en la carretera puede ser desesperante, y eso nos pone de mal humor. No obstante, no debemos olvidar que el conductor no sabe eso, y si queremos que nos recoja más nos vale sonreír y hacer parecer que todo es bonito en nuestra mente.
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Hacer alguna gracia. Es válido pararse junto a la ruta y alzar el dedo. Pero si además de eso tenemos puesta una nariz de payaso, hacemos malabares, mostramos un letrero con un mensaje chistoso o simplemente bailamos, contagiaremos al conductor con una sonrisa y será más probable que pare por nosotros.
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Estar acompañado de una mujer. Seamos sinceros, las mujeres tienen un poder seductor
¿QUÉ MÁS NECESITO?
Sin duda lo primero es tener un pasaporte vigente. Debemos informarnos si en el país de origen necesitamos una visa o algún tipo de permiso para entrar (no es nada bonito que te nieguen la entrada o salida de un país).
Es de saberse que la tecnología hace la vida más fácil a todo mochilero. Por más que exista la creencia de que viajar con poco dinero y un equipaje reducido es sinónimo de pobreza extrema, un buen smartphone, una tablet y una tarjeta de débito/crédito internacional siempre serán los mejores amigos del viajero.
Sobre lo último, vale la pena poner un co-titular a nuestra cuenta bancaria que viva en nuestra ciudad de origen, ya que muchas veces en el extranjero no podemos hacer movimientos. También es mejor llevar dos tarjetas de débito y cargar sólo una a la vez, en caso de extraviar la otra. Sino pregúntenselo a mi amigo Dane, a quien le robaron su tarjeta en Lima y se quedó sin dinero Tuvo que pedir a sus padres que le enviaran dinero en efectivo por Western Union, cuya comisión es más grande que la de un cajero automático.
Lo demás son cosas básicas: una buena navaja multiusos, un poncho impermeable para la lluvia, zapatos tipo Caterpillar (los salvarán de todo tipo de terreno), pantalones cortos, jeans, sueters y una buena chaqueta. Son de ayuda unos tapones para oídos, un antifaz para dormir, un cuchillo, la medicina necesaria, primeros auxilios, bloqueador solar, un saco de dormir y una buena carpa.
También hay que informarse bien sobre el tipo de conectores eléctricos en el país que visitamos y llevar el adaptador correspondiente.
Pero lo que más se necesita para viajar es, sin duda, las ganas de vencer el miedo a lo desconocido. La gente me imagina feliz y sonriente todo el tiempo. No vieron mi cara mientras buscaba un taxi por la noche en el aeropuerto, mientras buscaba un rincón donde dormir en la estación de bus, mientras intentaba entender el idioma húngaro en la estación de tren y mientras rascaba mis últimos centavos para comprar un agua. No me vieron cuando me enfermé del estómago, cuando me dolía la cabeza por la altura, cuando acampé bajo una tormenta ni cuando me perdí en el desierto
Más todo terror pasa a segundo plano cuando las anécdotas y los recuerdos nos provocan una risa que inmediatamente sustituye al miedo. Es entonces cuando lo que una vez nos hizo dudar, nos reconforta más que nunca, y cuando agradecemos haber salido por fin de nuestra zona de confort
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