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  1. Del álbum Corrientes, Argentina

    Visita mi relato: A orillas del Río Paraná, recorriendo las playas de Corrientes
  2. Del álbum Corrientes, Argentina

    Visita mi relato: A orillas del Río Paraná, recorriendo las playas de Corrientes
  3. Del álbum Corrientes, Argentina

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  4. Del álbum Corrientes, Argentina

    Visita mi relato: A orillas del Río Paraná, recorriendo las playas de Corrientes
  5. Del álbum Corrientes, Argentina

    Visita mi relato: A orillas del Río Paraná, recorriendo las playas de Corrientes
  6. Una de las grandes ventajas que tenemos Martin y yo en este viaje, es que contamos con todo el tiempo del mundo Como no tenemos una fecha de regreso establecida, tenemos la libertad de viajar tranquilos, sin apuro y de poder recorrer todos los lugares que tengamos ganas de conocer. Es por esto que un día surgió la idea de conocer Las Cataratas de Iguazú, un increíble lugar al este de mi país, en la parte selvática que, obviamente, no podíamos dejar de visitar. Claro que esto implicaba atravesar toda la Argentina a lo ancho, porque estábamos exactamente en el extremo opuesto. En el camino pasamos por varias provincias, pero sin lugar a duda, aquella que más nos cautivó fue la provincia de Corrientes. Una de las cosas que me motivó a salir de viaje fue sentirme realmente atrapada en una burbujita mientras existía todo un mundo a mi alrededor que desconocía por completo, y eso mismo me pasó con esta provincia. Nunca pensé en Corrientes como una provincia muy relevante… pero que equivocada que estaba! Sus paisajes y su absoluta paz nos cautivaron tanto que permanecimos varias semanas recorriéndola. Llegamos a la capital de Corrientes, que lleva su mismo nombre, a través de un enorme y macizo puente de gruesas columnas que cruza todo el ancho del enorme Rio Paraná desde la provincia de Chaco. Arribamos una tarde con un nublado cielo amenazante sobre nosotros (raro, no?) pero nos encontramos con una ciudad tan linda que nuestro ánimo no se derrumbó por el mal clima. Encontramos un club de pesca situado a orillas del Rio Paraná y allí armamos campamento. La idea era pasar solo una noche y continuar viaje al día siguiente, pero al final terminamos quedándonos allí unos 3 días porque el lugar es hermoso. Además, para mejorar nuestros ánimos, al día siguiente el cielo mostraba un cálido sol, así que luego de tantos meses de frío era momento de disfrutar de un poco de calor. Recorrimos la costanera de la ciudad de Corrientes que bordea el inmenso río y paseamos por sus calles, pero la verdad es que la mayor parte del tiempo nos quedamos en aquel tranquilo lugar verde, simplemente disfrutando de la naturaleza, y fotografiando aves (mi mayor hobbie). La segunda noche allí, decidimos ir al cine. Cuando vivíamos en nuestra ciudad, La Plata, teníamos la costumbre de ir al cine cada tanto y, aunque suene un poco banal lo que voy a decirles, aquel sencillo gesto de hacer algo que antes era rutinario para nosotros, fue todo momento que valoramos y disfrutamos después de tantos meses fuera de nuestras costumbres Durante nuestra breve estadía en la ciudad de Corrientes, muchas personas con las que hablamos nos recomendaron un lugar que parecía tener todo lo que buscábamos: Paso de La Patria era el lugar de las playas, la tranquilidad y naturaleza. A través de la Ruta 9, solo tuvimos que recorrer unos pocos 35 kilómetros, hasta que pudimos ver la indicación de la supuesta entrada hacia el poblado de Paso de La Patria. Tomamos aquel camino de tierra y comenzamos a travesar grandes hectáreas de campos verdes. Preguntamos un par de veces a algunos pobladores que nos cruzábamos si estábamos bien encaminados, porque aquel desértico camino nos desconcertó un poco. Pero aún así, luego de algunos kilómetros, comenzamos a ver algunas casitas y finalmente llegamos a una zona más residencial situada exactamente sobre las costas del rio. Como nos habían indicado, en aquella localidad reinaba la paz. Más tarde supimos que en realidad nos habíamos equivocado de camino e ingresamos por la vieja entrada, pero fue lo mejor, porque de esta manera llegamos a una punta del poblado, mucho más tranquila y donde solamente había casas de veraneo. Armamos carpa sobre la tibia arena, a escasos metros del río y eso realmente fue el paraíso. Los atardeceres en aquel lugar son únicos. El sol escondiéndose tras el horizonte del Rio Paraná, coloreando el cielo de tonos rojizos, mientras se escuchaban los últimos cantos del día de los pajaritos… era un regalo único de la naturaleza. A lo largo de toda la playa se pueden descubrir algunos barcitos y hasta una escuela de kitesurf. Sobre la calle que da hacia el río podíamos ver ostentosas casonas de veraneo, que realmente tenían una vista envidiable desde sus balcones, y algunos hoteles. Sólo unos pocos metros más adelante comenzaba el poblado con casa de residentes establecidos y un pequeño centro con algunos restaurantes y negocios. Las noches fueron todo un espectáculo, con una gran luna reflejándose en el calmo río y un cielo pintado de millones de estrellas, bajo el cual estábamos sólo nosotros dos, la carpita y la moto. El ulular de los búhos era lo único que irrumpía en el calmo silencio de las noches en Paso de la Patria. Los días que permanecimos en aquel lugar, no hicimos NADA. No hubo nada de paseos por la ciudad ni cine... simplemente pies descalzos sobre la arena, momentos de lectura y descanso total. Hasta pudimos ver un elegante lobito de mar que se paseaba tranquilamente por el rio, probablemente dirigiéndose hacia su madriguera. Cuando nos fuimos de aquel lugar lo hicimos por el camino correcto, y recién entonces descubrimos una gran ciudad con mucho poblado y negocios, pero como siempre, prefiero la tranquilidad y la soledad Nuestro siguiente y último destino dentro de la provincia de Corrientes fue la pequeña localidad de Ituzaingó. Llegamos allí con la intención de conocer la gigantesca Represa de Yaciretá, una hidroeléctrica que alimenta a varias poblaciones de Argentina. Recorrimos más de 100 kilómetros y llegamos al pequeño poblado. Aquella localidad fue construida para los empleados europeos que se establecieron en Corrientes para trabajar en la construcción de la enorme represa, por lo que es un organizado barrio de prolijas casas exactamente iguales unas con las otras y centros comerciales delimitados en el centro de Ituzaingó. Recorrimos algunos campings en busca solo de agua caliente, pero al encontrarnos fuera de temporada, eso no fue posible. No hubo más opción que aguantársela y bañarse rapidito con agua fría. Pero al final, acampamos en un gran camping de mucho verde y altos árboles, donde sólo estábamos nosotros. El camping contaba con una bajada directa a la costa del rio. Nunca imaginé que las playas de un rio podrían ser tan bellas como las playas del mar, pero caminar sobre aquella ancha costa de arena, al atardecer para mí fue un momento único. Mientras el sol se ocultaba tras la espesa vegetación que se continuaba con las playas, algunas pequeñas embarcaciones, pesqueras probablemente, iniciaban el regreso a las orillas. Durante las noches aparecían las simpáticas lechuzas vizcacheras, listas para la caza, y se las podía ver de a montones, sobrevolando por nuestras cabezas o en algún punto alto, acechando. Visitar la represa es un tour completamente gratuito y aunque debo confesar que en un principio me parecía una idea de lo más aburrida, pronto descubrí un sitio muy interesante por conocer. Desde un edificio de la represa, situado en el centro de Ituzaingó, partía una combi que nos llevaba hacia Yaciretá junto con una guía, completamente gratis. El edificio disponía de un pequeño recorrido informativo para hacer, donde se mostraban desde los antiguos pueblos originarios que habitaron la zona y la fauna y flora del lugar hasta la construcción paso a paso de la represa, y toda la explicación detallada de su funcionamiento. Tomamos la combi hacia el mediodía, junto con otras personas y una guía, pobladora oriunda de Ituzaingó. El mini bus tomó un camino restringido solo para las visitas y para las personas que trabajan en la represa y en poco tiempo llegó a la inmensa construcción. Aquella enorme y maciza barrera de cemento, atravesaba el río de costa a costa, y contra ella golpeaba fuertemente el oleaje produciendo un ensordecedor estruendo. Ingresamos, llevados por la guía hace la sala central, donde se encontraban los generadores de electricidad a partir del paso controlado del agua. Una construcción realmente impecable y admirable. Después de una resumida explicación del funcionamiento de las turbinas por parte de la guía, nos dirigimos hacia el lado exterior, donde se podían ver las enormes compuertas que contenían la fuerza del agua, aunque esta terminaba por sobrepasarla un poco en cada golpe que daba contra la represa y caía brutalmente hacia el otro lado, haciendo un gran ruido. Para alterar lo menos posible la fauna ictícola del río (aunque semejante construcción seguramente haya perturbado bastante todo el ecosistema de la zona) la represa dispone de un sistema de “ascensores” para los peces que migran en época reproductiva, en los que se los recogen de un lado de la represa, y se los transporta hacia el otro lado mediante elevadores… bastante interesante, no creen? Antes de dejar atrás la provincia, quisimos conocer los esteros del Iberá, porque la verdad es que Corrientes se caracteriza claramente por estos húmedos ambientes que se extienden sobre su territorio, de abundante vegetación y variada fauna. Intentamos acceder a una reserva, pero el camino, para hacerlo en moto, estaba muy malo. Con barro y muchos baches, la moto dio sus tropiezos varias veces hasta que decidimos volver. Estaba muy entusiasmada por ver reptiles y mamíferos de la zona, pero queríamos salir ilesos del lugar. Así que, lamentablemente nos quedó pendiente la visita a los esteros, pero también nos sirvió para confirmar que Corrientes tiene muchas cosas más que la convierten en una provincia llena de vida y belleza. Continuamos nuestro gran viaje velozmente por la ruta, ansiosos por llegar a nuestro próximo destino, la provincia de la tierra colorada Misiones.
  7. Del álbum Corrientes, Argentina

    Visita mi relato: A orillas del Río Paraná, recorriendo las playas de Corrientes
  8. Este año hemos vuelto a pasar el verano en Basilicata y aunque esta vez fue un viaje tranquilo con pocas escapadas y visitas turísticas quiero aprovechas la ocasión para rescatar viejos relatos de nuestro viaje al sur de Italia del 2012. Donde por diferentes circunstancias llegamos con las mochilas para quedarnos un mes y acabamos viviendo 6 Nuestro viaje inició “durmiendo” en la terminal 1 del aeropuerto de Barcelona pues el vuelo más barato que habíamos encontrado desde Lisboa llegaba a las 23 h a BCN y salía a las 06 de la mañana para Nápoles. Tal y como narra Avani fue toda una experiencia, lo peor fue al principio que por respeto, vergüenza o falta de experiencia intentamos dormir entre los dos bancos antes de aventurarnos a probar los cómodos asientos del Lizarran... Al día siguiente aún tenía todos los músculos entumecidos y aun teníamos que tomar un tren, dos autobuses y caminar un par de kilómetros con nuestras mochilas a cuestas antes de llegar a nuestro destino, el Camping Villaggio Romano en el bonito pueblo de Marina di Camerota. La cálida acogida de la familia de Avani, la deliciosa comida y nuestra insaciable curiosidad nos ayudó a recuperar rápidamente parte de nuestras energías y tras instalarnos en el camping nos aventuramos a explorar el sendero que conduce a la vecina torre de vigía. Cabe decir que la costa de Camerota se encontraba bien custodiada por sus torres y los “torrieri”, ancianos o ex militares encargados de la vigía del burgo que respondían personalmente, incluso con la vida, en caso de problemas. El cortísimo recorrido empieza en la playa Lentiscelle (enfrente de nuestro camping), concretamente en la pequeña y reservada calita del extremo sur. Recibe el nombre de “Percorso Panoramico Mozzafiato” (mozzafiato significa literalmente sin aliento y se aplica a los paisajes que te dejan sin palabras o mejor sin aliento ). Aunque el nombre del recorrido no faltaba a la verdad, mi mente embriagada por los olores del lentisco, de las agujas secas del pino, del helicriso, de la sabina negra y de tantas otras plantas, se encaprichó en recordarlo como el sendero de los aromas. El primer tramo parece complejo, quizás sea esta la razón de sus pocos transeúntes, no obstante tras trepar por encima de las primeras rocas, ni dos metros de altura, los irregulares escalones de piedra facilitan la ascensión. La frágil y estropeada barandilla de madera que separa los escalones de los escollos vuelve el camino más pintoresco e invita a disfrutar de las impresionantes vistas de Camerota, de ahí el nombre “Percorso Mozzafiato”. Tras subir los escalones el camino prosigue entre arbustos y plantas aromáticas hasta la restaurada “Torre dello Zancale”. De la torre poco podemos decir porque, a pesar de lo bonita que parece de lejos, un cercado y los oxidados despojos de la reconstrucción ofrecen un panorama lamentable al acercarse. El único punto desde el cual uno puede admirar su estructura es el mar, si tenéis la ocasión de alquilar una canoa o contratáis una excursión en barco no olvidéis prestarle unos minutos de vuestro tiempo, se ve realmente bien y apenas se distingue el abandono que la circunde. Otro punto panorámico se encuentra al final del recorrido, en el lado sur-este de la torre. Desde aquí se admira la otra vertiente de la costa a la cual solo se puede llegar vía mar. Lástima que teníamos el sol enfrente, y la cámara era pésima, ya que se trataba de un bellísimo rincón virgen alejado de las sombrillas y los chiringuitos, solo interrumpido por el ruido de las pequeñas barcas que recorren la costa.
  9. Piedras preciosas, termas y playa… ¿Se preguntarán el por qué del título? La respuesta es mi viaje. Salí con la idea de hacer varias escalas o mejor dicho paradas. Es que cuando tengo tiempo me gusta armar viajes con varios puntos para conocer. Esta vez el viaje empieza en Entre Ríos, sigue por Misiones y termina en una playa en Brasil… Las Termas de San José No soy muy adepta del termalismo, pero estaba en la ciudad de Colón rodeada de centros termales y me sentí tentada de ir por lo menos a uno. En Colón hay un centro termal, pero en el momento en que fui yo estaba siendo remodelado. Entonces, aprovechando una tarde calurosa, llamé a un taxi y pedí que me llevaran a San José. San José es un pueblo, bastante antiguo y no muy turístico, su encanto esta dado por sus termas y claro también por la tranquilidad del lugar. Llegué y luego de dejar rápidamente las cosas me fui a pasear por las distintas piletas… Hay varias, de diferente tamaño y temperatura. La recomendación que se da es no estar mucho tiempo adentro, dado que el calor del agua puede hacer mal. Así que pase mi tarde de pileta en pileta y sin darme cuenta anocheció. El taxista ya me había comentado que ellos no solían trabajar hasta muy tarde, debo admitir que una sensación de preocupación me invadió. Yo estaba parando en Colón, una ciudad vecina pero no tenía movilidad propia. Pero afortunadamente conseguí un taxi que me llevó de regreso a Colón, pasé una última noche aquí y a la mañana siguiente armé todo para seguir viaje. Próxima parada: piedras preciosas Me despedí de la provincia de Entre Ríos para ir rumbo a Misiones. Ya conocía las Cataratas del Iguazú pero estando aquí no podía privarme de verlas nuevamente. Es un paisaje tan sorprendente, tan único… Pero, voy a contarles más en detalle la otra excursión que hice (que en el viaje anterior no había podido hacer) la de las Minas de Wanda. Excursión que recomiendo que hagan ya que se van a sorprender. Para llegar a este sitio, tuvimos que tomar la Ruta Nacional 12. Luego de unos pocos minutos de recorrido, un simpático guía nos recibió para acompañarnos a realizar el paseo para conocer las fantásticas piedras. El paseo fue sumamente interesante, nos iba dando detalles sobre los orígenes y conformación química de las piedras, recordándome las clases de geomorfología de la facultad. Según nos comentó el guía, las Minas fueron descubiertas en el año 1976. Un dato curioso y llamativo que recuerdo es que el basamento donde se encuentra apoyada la provincia de Misiones se conformó hace muchos años en la era terciaria, es decir, unos cincuenta millones de años atrás, una cifra geológica que cuesta entender. Fue gracias al accionar de la lava y los posteriores enfriamientos que se formaron estas llamativas piedras preciosas. Avanzábamos por el lugar, sorprendiéndonos por los colores y por las formas de las piedras semipreciosas, algunas con forma de prismas, otras hexagonales, otras de formas más irregulares, todas muy distintas. Las piedras que más predominan en las Minas de Wanda son las amatistas, las de color violeta, pero hay de todo, es posible encontrar ágatas, cristales de roca, jaspes y otras variedades más. Luego de ver este hermoso catálogo, la propuesta fue conocer la sala de exposición. Aquí se venden gemas y joyas. Por supuesto, que aprovechamos para comprar algunos souvenires y adornos. Además, dicen que las piedras atraen la buena energía y yo creo que es cierto. Sorprendida por la singular belleza de este lugar y con algunos regalitos volví hacia Iguazú para acomodar la valija e ir a la próxima parada... Descanso en Florianópolis Después de unas cuantas ideas y venidas, excursiones, más idas y venidas, recambio de hoteles, horarios, etc, llegó el momento en que el espíritu del viaje cambió de aventura a descanso… Un lugar para descansar sin lugar a dudas, son las playas. Conozco casi todas las playas de mi país, las que están cerca, las que están no tan cerca e inclusive las del sur las cual son sumamente distintas. Luego de analizar mapas y alternativas, el punto a donde ir fue Florianópolis, una ciudad de Brasil, bastante cercana a mi país, Argentina. Florianópolis es sinónimo de playa, según leí hay apróximadamente unas cien playas en esta ciudad. Fui a unas cuantas, pero obviamente no pude conocer todas. Me tocaron días muy lindos, por suerte ningún día de lluvia. Aún recuerdo el intenso calor, las caminatas por la orilla del agua y por supuesto, los chapuzones en las cristalinas aguas. Las tardes las pasé en la playa, con la compañía de algún refresco, charlas y paseos alternados con descanso y juegos de cartas. Pero me resulta imposible quedarme quieta y descansar, aprovechaba la nochecita para salir a pasear por la ciudad. Una de las cosas que más me llamó la atención de Florianópolis fue la gran cantidad de graffitis y murales pintados. Aproveché también para probar los platos típicos, ya que viajar es una oportunidad para conocer la cultura y tradiciones de un lugar. Pero debo admitir que lo que más me gustó de Brasil fue la variedad de frutas que se sirven en los desayunos, muy refrescantes!
  10. Ayelen

    Cabo Vírgenes

    Del álbum Cabo Vírgenes, Santa Cruz

    Visita mi relato sobre esta hermosa Reserva y sus simpáticos habitantes, aqui!
  11. Del álbum Cabo Vírgenes, Santa Cruz

    Visita mi relato sobre esta hermosa Reserva y sus simpáticos habitantes, aqui!
  12. Después de recorrer más de 600 kilómetros, desde Ushuaia hasta Rio Gallegos, atravesando toda la Isla de Tierra del Fuego en un agotador viaje que nos llevó más de doce horas y en el que casi muero de hipotermia sobre la moto, lo único que realmente yo quería era dormir eternamente en una cama calentita . Sin embargo, a la mañana siguiente, muy a mi pesar, me levanté temprano (odio levantarme temprano ) porque Gerardo y Adriana, los amigos de Martin quienes amablemente nos hospedaban en su casa, prometieron llevarnos a un lugar especial. La verdad era que no teníamos intenciones de quedarnos más de una noche en la ciudad de Rio Gallegos, pero cuando nos hablaron de Cabo Vírgenes, extremo final de la parte continental argentina y asentamiento de una gigantesca pingüinera, no pudimos negarnos. La moto merecía un buen descanso, por lo que ese día quedó resguardada en el patio trasero de la casa de esta pareja y fuimos los cinco (nosotros, los amigos de Martin y su pequeño hijo) en auto hasta aquel alejado lugar. Después de la exhaustiva travesía realizada el día anterior, no quería saber nada con seguir viajando, pero es cierto que viajar cómodamente estirada en el asiento trasero de un auto no se compara a viajar en moto. Ese día, la ciudad se levantaba con nosotros. Aun estando alejados del centro, varias personas comenzaban con su rutina y las anchas calles de tierra de aquel barrio de Rio Gallegos se llenaron de movimiento. Lamentablemente el camino para llegar hasta Cabo Vírgenes es… sencillamente, espantoso. Siendo un lugar tan hermosos como conocería al llegar, es una verdadera pena que no se asfalte o que, al menos, no se mantenga. Dentro del auto íbamos dando tumbos de un lado hacia otro, mientras avanzábamos lentamente. Lejos había quedado ya la ciudad, y atravesábamos infinitas extensiones de campos. Aproximadamente 140 kilómetro separan la ciudad del cabo, de los cuales sólo 20 son asfaltados. Fueron tres interminables horas en las que por la ventana del auto, en continuo traqueteo, sólo veíamos una alfombra verde extendiéndose hacia el horizonte, pero al fin arribamos pasado el mediodía. El Atlántico bañando las costas de Cabo Vírgenes Lo primero que se aprecia al llegar a aquel realmente inhóspito lugar, es una vasta extensión de apagados colores que finaliza abruptamente en un barranco y algunos metros abajo, se observa la inmensidad del atlántico bañando las orillas. Anchas playas desiertas se extienden a lo largo de toda la costa. Corría un viento muy fuerte que rugía en los oídos y mecía frenéticamente los bajos arbustos que creían sobre el suelo. Cabo Vírgenes el punto más austral del área continental de América, en ella se encuentra La Reserva Natural Cabo Vírgenes, área protegida donde se encuentra una de las pingüineras más importantes de las costas del Atlántico. La zona alberga una colonia de pingüinos de Magallanes de aproximadamente 250.000 individuos. El faro de Cabo Vírgenes Entre algunas suaves colinas del terreno se pueden apreciar algunos edificios pertenecientes a la armada del país y oficinas gubernamentales, pero lo que más sobresalta sobre aquel paisaje de tonos amarillos y verdes, es el faro de franjas negras y blancas, y una peculiar confitería llamada “Al fin y al Cabo”, donde según me han contado, preparan unas deliciosas tortas, que, lamentablemente no pude probar porque estaba cerrada. Un pequeño cartel indica el comienzo en el kilómetro 0 de la Ruta 40, la famosa ruta argentina, elegida por centenares de viajeros, que bordea la Cordillera de Los Andes en toda su extensión hasta finalizar en el extremo norte del país en un pueblo norteño llamado La Quiaca, y que era nuestro próximo camino a tomar. Luego de haber cumplido nuestra primera meta de llegar al fin del mundo, Ushuaia, nuestra siguiente meta sería recorrer esta popular carretera. El inicio de la Ruta 40 Unos kilómetros más alejados de aquel punto, se encuentra instalada la Reserva de Cabo Vírgenes. Un sendero de piedras, delimitado por vallas, se abre a través de estos bajos arbustos que invaden grandes extensiones, y marca el recorrido por esta gran reserva. Sólo habíamos caminado unos pocos metros, cuando vimos el primer simpático pingüino. Recostado en un cómodo hueco a modo de nido, a los pies de uno de estos arbustos, descansaba tranquilamente. Y así como descubrimos a este pequeño, a medida que avanzábamos sobre el sendero, empezamos a observar cientos y cientos de pingüinos esparcidos entre los matorrales, y al costado del camino. Hasta eran fotogénicos ! Anidaban bajo estos bajos setos, que estaban tapizados de pequeñísimas plumas blancas y compartían el territorio con diferentes aves y liebres patagónicas que se podían ver alejándose a saltos, a lo lejos. Liebre Patagónica Muchos pingüinos eran jóvenes que estaban en pleno cambio de plumaje y se podía notar la diferencia de plumas sobre sus lomos. Completamente inofensivos, estas bellas aves permitían que uno se acerca a escasos centímetros de ellos, pero rotaban la cabeza de un lado a otro a modo de advertencia si alguien quería tocarlos (si… no me pude contener e intenté acariciar a más de uno ). La mayoría se encontraba en pareja, y era muy gracioso oírlos vociferar, con su cuello extendido y sus alas abiertas. Y ni hablar de verlos caminar brutamente en fila hacia las playas. El sendero finalizaba en lo alto de este risco que rodeaba la costa, en un balcón que daba al mar. Desde allí seguimos viendo más y más pingüinos, reunidos sobre la orilla, junto a algunas gaviotas cocineras. Poder verlos tan de cerca e internarme en su ecosistema, fue una experiencia que llenó mi corazoncito de bióloga y me dejó completamente satisfecha de contacto animal. Partimos del cabo, con el sol ocultándose y tiñendo el cielo de tonos rosados sobre aquellos campos eternos. A la mañana siguiente dejábamos atrás Rio Gallegos e iniciábamos la ruta 40, sobre la Honda. Durante todo ese último tiempo, varios viajantes con los que nos habíamos cruzado, sobre todo con aquellos que viajaban en moto, nos habían advertido de las adversidades de la ruta 40. Siempre decían que era una ruta desértica y que el peligro radicaba justamente en que existían tramos de kilómetros y kilómetros de la misma NADA. Y tenían toda la razón. Nuestro primer recorrido por la de la Ruta 40 fue realmente atravesar kilómetros de absoluta nada. Lo único que yo podía ver desde la moto eran médanos y médanos de tierra extendiéndose hasta el horizonte, algunos pocos pastos…. Y nada más. Además, varios tramos de la ruta se encontraban en reconstrucción y todo el tiempo, carteles enormes de DESVÍO nos obligaban a tomar maltrechos caminos de ripio (otra vez mi archienemigo aparecía en acción), y esto nos demoró muchísimo. El desolador inicio de la Ruta 40 Fueron varias horas de ese aburridísimo paisaje, pero a medida que nos íbamos acercando a nuestra próxima parada, el ambiente fue cambiando. Desde la ruta, podían verse emerger a lo lejos gigantescas montañas blancas, completamente nevadas, pertenecientes al cordón andino. Aún se veían extensiones ondulantes de tierra, pero cuando bordeamos un inmenso lago de color aguamarino, el paisaje cambió por completo. Como un gran espejo, el inmenso lago cortaba con aquel monótono horizonte marrón y sobre él se levantaban las enormes montañas. Llegábamos así a nuestra siguiente ciudad por conocer: El Calafate, hogar del increíble Glaciar Perito Moreno.
  13. Fui a Cuba con un grupo de amigos. Siempre me han gustado los viajes con amigos, son a mi criterio uno de los más entretenidos y lindos para recordar. Uno vuelve cargado de fotos y anécdotas las cuales siempre reviven en cumpleaños y reuniones sociales. Pero volvamos a la cuestión del viaje... El motivo por el cual fuimos a Cuba era porque a todos nos unía el mismo interés: conocer y vivir unos días en esta isla enigmática. Y le llamo enigmática porque aquí el estilo de vida y modo de pensar, es como todos saben muy distinto. Es una isla en la que recientemente los cubanos pueden salir de su país sin tener que conseguir una “carta de invitación”, algo que para cualquier habitante de otro país resulta bastante llamativo. En los graffitis callejeros se leen frases como “Vivo en un país libre”, definitivamente unas vacaciones no bastan para comprender la realidad de estas tierras. Estar en un país distinto, es una oportunidad ideal para hablar con otras personas y conocer otras culturas. Lo primero que hicimos al llegar a destino fue preguntarle a uno de los primeros cubanos con quién tuvimos oportunidad de hablar, si realmente era verdad que para salir de la Isla solía necesitarse una carta de invitación. Para colmo de asombros, nos responden que siempre se ha podido salir. Un millón de dudas y misterios forman parte de la isla. Es un sitio verdaderamente enigmático, un viaje fugaz no basta para conocerla a fondo, pero sí que vale la pena pasear por aquí aunque uno vuelva con más preguntas que respuestas. Un viaje en el tiempo: La Habana Caminar por las calles de La Habana, es una situación bastante difícil de describir, es como estar en un museo a cielo abierto o como dar un viaje en el tiempo, algo simplemente fantástico. Es posible ver varios coches, todos muy antiguos. Son como las reliquias que los coleccionistas conservan pero allí están en funcionamiento, en perfecto estado y son moneda corriente. Según nos comentó un taxista, algunos de ellos han sido declarados como patrimoniales. Por supuesto que visitamos el clásico de La Habana “La Bodeguita”. En nuestra querida Mar del Plata, tenemos una réplica de este bar, con el mismo estilo, paredes cargadas de frases y firmas y exquisitos mojitos. Esta bebida es tradicional y típica de Cuba, por lo que no nos privamos de probar uno auténtico hecho por lugareños. Yo creo que algún secreto guardan los cubanos, porque a todos nos pareció mucho más rico que los que solemos tomar en nuestro país. Según Manolo, el barman, fue Hemingway quien hizo que el trago fuera famoso. También me dijo que en La Habana se venden los mojitos más caros de toda Cuba, pero que es posible encontrar aún más caros en Francia, pero eso sí hechos sin ron cubano. Forma parte de los puntos turísticos e indispensables para conocer de La Habana, el Museo de la Revolución. A decir verdad, el material y las colecciones relacionadas con la historia cubana no eran tanto lo que estaba buscando ver, sino la llamativa construcción del edificio. El detrás de escenas de La Habana también es interesante para descubrir. Me gusta salirme de lo “esencialmente turístico” para mezclarme con la gente del lugar y conocer sus costumbres y modos de vida. Fuera del casco histórico donde se concentran la mayoría de los turistas hay otra vida… habaneros que bailan al ritmo de sus músicas, encantadores viejitos que juegan al domino en la vereda y jóvenes paseando tomando helado. Siguiente parada: Santiago de Cuba Tras despedirnos de La Habana, nos fuimos a Santiago de Cuba, la segunda ciudad en importancia de esta isla de misterios y encantos. Es una ciudad muy llamativa desde el punto de vista arquitectónico, es como un catálogo de estilos… hay construcciones barrocas, neoclásicas, casas de distintos colores, construcciones coloniales, calles escalonadas que invitan a prestar mucha atención por donde uno camina, pero debo confesar que fue uno de los paseos más divertidos. Y hablando de arquitectura, creo que todos los premios y aplausos se lo lleva la Catedral, la cual fue construida y reconstruida en varias ocasiones por distintos motivos. Por supuesto que dimos una vuelta para conocerla. Finalmente un descanso en Trinidad Después de tantos días de idas y venidas y de largas caminatas, merecíamos un descanso. Por eso, planificamos pasar los últimos días de nuestro viaje en Cuba en Trinidad. Otra ciudad caracterizada por gente calida que vive sin apuros y sin prejuicios. Me llamó profundamente la atención que la gente vive con las puertas y las ventanas abiertas, como si el tiempo no hubiera pasado y los robos por aquí no existieran. Las playas de arenas finas y sus aguas transparentes nos brindaron un descanso reparador y claro… ganas de quedarnos a vivir aquí. Pero como en todo viaje, llega el momento de regresar, cargados de “buena onda” y con muy buenos recuerdos. Por último algunos detalles… Si van a visitar Cuba, hay algunas palabras que tendrán que recordar… Hacer dedo para los cubanos es “hacer botella”, “empignarse” es enojarse, “ser candela” es ser pícaro” y “follón” es borrachera. Es interesante aprender sus palabras, por lo menos para mí y para mis amigos fue algo divertido. Por otra parte,no les recomiendo viajar en auto, las rutas no están en el mejor estado, pero no se asusten moverse en taxi es una buena opción; quienes manejan son sumamente amables y son buenos guías, siempre te dan explicaciones y sugerencias. Como dije anteriormente, la amabilidad los caracteriza.
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