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Ayelen

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Todo el contenido de Ayelen

  1. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  2. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

    Mi cámara a veces tiene la manía de enfocar erróneamente, pero igual quería compartir esta foto con ustedes Pasate por mi blog y descubrí más de este increíble lugar! Click aqui!
  3. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  4. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  5. Ayelen

    El Chaltén

    Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  7. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  8. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  10. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  11. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  12. Del álbum El Chaltén, capital del trekking

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  13. Al dejar atrás la ciudad de El Calafate, el paisaje se vuelve inhóspito repentinamente, pero deslumbrante de belleza. Los apagados colores de la Patagonia se extienden al costado de la ruta con sus marrones, verdes y amarillos, para contrastar con el aguamarino del extenso Lago Argentino, el cual fuimos bordeando mientras avanzábamos veloz y solitariamente por la ruta 11, que nos conectaría nuevamente con la ruta 40. Sólo unos pocos kilómetros más adelante nos topamos con el cruce y tomamos nuestra meta principal, que rodea el extremo este del Lago Argentino, hasta que finalmente lo dejamos atrás, quedando envueltos nuevamente en la vasta estepa patagónica. Corría un viento helado, pero ya no hacía tanto frío como en las zonas más australes, y eso me dejaba disfrutar plenamente del paisaje. Aproximadamente 40 kilómetros más adelante, otro gran Lago hacia su aparición a lo lejos, mostrándose como un gigantesco espejo de agua cristalina escoltado por las infaltables montañas nevadas, teñidas de un azul que se mezclaba con el celeste limpio del cielo. La Ruta 40 comenzaba a costear el gigantesco Lago Viedma en ese tramo, en el medio de aquel desierto patagónico. A medida que el contador de millas corría en el tablero de la moto, las montañas que cortaban el horizonte a lo lejos, se volvían más puntiagudas y llamativas. Sobre todo, nos llamó la atención casualmente a los dos, ver un gigantesco conjunto de filosas cumbres a nuestra derecha, donde una cima en particular destacaba por su altura y sus imponentes picos. El Lago Viedma Tengo grabado ese corto tramo de la ruta como el viaje que más disfruté después de haber sufrido tanto frío sobre la moto. La ruta completamente solitaria y sólo nosotros dos, corriendo sobre el asfalto acompañados de aquel hermoso paisaje de la Patagonia argentina. Nuestra emoción aumentó cuando nos desviamos hacia la ruta 23, tomando una pronunciada curva, y nos direccionamos exactamente hacia donde nacían esas gigantescas sierras de picos como agujas. Camino a El Chaltén Cuanto más nos acercábamos, aquella imperiosa montaña se elevaba lentamente sobre el horizonte, y por detrás de ella se abría un abanico de nubes que le daba un aspecto aún más impresionante y nos hacía sentir pequeñitos ante semejante expresión de la naturaleza. El nuevo camino nos llevó hacia casi el limite montañoso del país, internándose entre grandes paredes de roca y entonces, pocos kilómetros antes ya pudimos divisar el pequeño asentamiento de casas: llegábamos a El Chaltén, y aquellos picos puntiagudos que nos había deslumbrado formaban, nada más ni nada menos, que la cumbre del cerro Fitz Roy. Primera vista de la localidad de El Chaltén Establecida dentro del Parque Nacional Los Glaciares, se encuentra esta pequeña y completamente preciosa villa turística. Su calle principal con un enorme boulevard de césped, sus casitas y negocios y, enmarcando la vista, la puntiaguda cima del cerro. El cerro Fitz Roy, en realidad se llama cerro “Chaltén”, al que debe su nombre el pueblo, y proviene de los Tehuelches, pueblo originario que habitó esas tierras, y significa “montaña humeante”, puesto que como mayormente se encuentra rodeado de nubes y bruma, fue erróneamente considerada en un principio por este pueblo como un volcán. La calle principal de la localidad El Chaltén es la capital del trekking, lugar famoso y predilecto en el mundo por miles de turistas amantes de largas caminatas por la naturaleza. El medio ambiente que rodea a esta pequeña localidad, con sus empinadas cumbres, bosques patagónicos rodeando arroyos, fauna y flora autóctona, lo convierten en el sitio ideal para practicar esta actividad. De todas las opciones que teníamos para realizar en los breves días que nos quedamos en aquel mágico lugar, elegimos visitar el Lago del Desierto, a aproximadamente 40 kilómetros de El Chaltén. Debimos tomar un camino de ripio, que iniciaba a pocos metros del mismo camping donde estábamos acampando. Al principio, el camino no ofrecía nada nuevo. Avanzábamos sobre la moto, costeando la ribera del Rio de las Vueltas, que discurre entre bajos arbustos y pálidos pastos amarillos, hasta desembocar en el ya mencionado Lago Viedma. Sin lugar a duda, los gigantescos cordones montañosos son los que más resaltan en aquel paisaje. Si se observa con atención, pueden vislumbrarse formaciones glaciares entre sus valles, que forman parte de la lista de glaciares pertenecientes al Parque Nacional. Camino al Lago del Desierto A medida que nos íbamos internando en el camino, la vegetación comenzaba a ser más abundante, hasta convertirse en un verdadero bosque de lengas y ñires, y el caudal de agua que nos acompañaba a nuestra derecha, ahora era un ancho canal que corría con fuerte corriente. Tuvimos la suerte de ver uno de los habitantes del bosque, un hermoso zorrino que se cruzó muy campante en el camino y al que pude fotografiar. Realmente el camino de ripio se llenó de vida en pocos minutos. A nuestro alrededor se alzaban cerros, tapizados de árboles con sus copas de colores verdes, naranjas y rojos, mientras el Río de las Vueltas corría ruidosamente con su agua cristalina saltando por entre las rocas, cuesta abajo. Nos detuvimos unos minutos, en un sitio particularmente hermoso, donde el rio descendía en una pequeña cascada, entre grandes rocas rodeadas de vegetación. El agua era increíblemente azul, y su espuma puramente blanca se alborotaba ruidosamente cuando la corriente golpeaba contra las rocas. Río de las Vueltas Llegamos finalmente, al cabo de algunos minutos de viaje, al Lago del Desierto que, claramente de desierto no tiene nada. Un gigantesco estanque de agua, de colores azules y verdes se abre entre las montañas y el bosque, extendiéndose hasta orillas rocosas y, más allá, el perdiéndose entre el bosque y las montañas. Un paisaje increíble. Lago del Desierto Recorrimos la playa, rodeaba de altos árboles, mientras el sol se reflejaba en el agua. El lago esta contenido por dos cordones montañosos que se abrían en el horizonte, para darle paso a enormes montañas nevadas. A escasos metros de allí, comienza un corto pero difícil sendero hacia el Glaciar Huemul, al que decidimos llegar. Como pertenece a terrenos privados (sí, la verdad que no entiendo aún como hay terrenos privados dentro de un Parque Nacional…) se paga una entrada de un valor insignificante que sirve simplemente para mantener algunos servicios. Motivados, ya que nos habían informado que el Glaciar Huemul es uno de los más bellos de la región, iniciamos la caminata. Sendero hacia el Glaciar Huemul El glaciar debe su nombre a un pequeño ciervo llamado huemul que habita en los bosques aledaños ocupando varias hectáreas que fueron designadas para su protección. Es muy difícil verlos, aunque alguna que otra vez, algunos afortunados caminantes han tenido el placer de toparse con estos bellos animales. No fue mi caso Al principio la caminata me pareció súper fácil y avanzamos confiados y de buen humor varios metros, caminando sobre una superficie plana. El sendero corría por entre los árboles de aquel mágico bosque, que de a tramos se cerraba sobre nuestras cabezas oscureciendo el día para luego volver a abrirse, dejándonos contemplar el celeste cielo. De improvisto, el sendero comenzó a ponerse un poco “inclinado”, y fue cuando debimos comenzar a subir. Yo, que ingenuamente creía que aquel iba a ser una caminata fácil, comencé a sudar y a hiperventilarme al subir los hoscos escalones que se marcaban por entre las raíces de los árboles. Es de mucha ayuda llevar consigo un bastón o bien una fuerte rama que nos ayude en este tramo. El paisaje también cambia, sectores de árboles marrones y secos, y otros de charcos y hielo conservado entre los arbustos van apareciendo a medida que uno avanza por el sendero. Después de recorrer esos 3 kilómetros que nos llevó algo más de una hora, llegamos al tramo final que nos exigiría aún más esfuerzo, al subir una pendiente particularmente empinada. Y así, con la lengua hacia afuera y los pulmones trabajando con todo, llegamos a un claro donde tendríamos nuestro premio. Hacia delante, se podía apreciar el gigantesco Glaciar Huemul, descansando entre dos grandes montañas. Aquella masa de hielo, que siempre me recordó a la crema helada por su color y su textura, pero que en realidad es una sólida manta congelada, se extendía en forma triangular por entre las grietas de rocas grises de las montañas que la escoltaban. Hacia el horizonte se podían ver los picos nevados de otras montañas vecinas. El Glaciar Huemul Avanzamos unos metros más por aquel claro y el paisaje se hizo aún más bello, cuando descubrimos la Laguna Huemul, donde discurre el hielo que se descongela del glaciar con el mismo nombre. La laguna, contenida en un estanque natural de piedra, estaba teñida de un bellísimo color esmeralda, debido a los minerales provenientes del glaciar. Lo más atractivo de aquel paisaje eran los colores que resaltaban: los verdes y rojos del frondoso bosque, el celeste del glaciar, al agumarino del lago, el gris metal de las montañas. El Glaciar y La Laguna Huemul Hacia nuestras espaldas, el lago discurría como un pequeño arroyo, cuesta abajo por entre rocas y se perdía entre el bosque. Martín (siempre más osado y aventurero) comenzó a caminar, esquivando rocas y arbustos, por la cumbre de una de las paredes que contenían el estanque de agua y yo (para no quedarme atrás en la aventura) comencé a seguirlo. Aquella muralla de piedra se elevaba algunos metros y con un poco de vértigo, avanzamos lentamente, pasito a pasito, por aquella angosta cima. Llegamos justo al inicio de la pared súper empinada de una de las montañas que contenían el gigantesco glaciar. Desde aquella altura, podíamos ver el lago con su precioso color en toda su extensión. Y a nuestro costado, varios metros más allá, teníamos una vista más de cerca de aquel gigante congelado. La Laguna Huemul y su precioso color esmeralda Martin (que ya pasa de ser un aventurero a un loco ) estaba empeñado en llegar hasta el glaciar y tocarlo. Y esta vez, no lo seguí. Él sin embargo, se aventuró a través de la inclinada pared, saltando gigantescas rocas y avanzando hasta acercarse bastante al glaciar. Yo simplemente lo observaba de lejos, pensando que en cualquier momento lo iba a ver rodar y caer al vacío. Sin embargo, el camino se tornó bastante dificultoso para él por lo que regresó, sano y salvo, aunque decepcionado de no haber podido llegar al glaciar. Martin (pequeñiiiito) intentando alcanzar el glaciar Desde aquel privilegiado lugar, podíamos contemplar los dos Lagos (el Huemul y el del Desierto) y era increíble ver sus colores contrastando, entre aquel collage verde y rojo del bosque. La Laguna Huemul y El Lago del Desierto Cuando el sol comenzó a caer, comenzamos el retorno hacia la localidad de El Chaltén. Entre sus casitas pintorescas y sus negocios dedicamos al turista, el que más destaca es, sin lugar a dudas, La Cervecería, restaurant bar con una hermosa ambientación y unas deliciosas cervezas caseras. Esa noche nos dimos el lujoso gusto de tomarnos unas cervezas en aquel cálido lugar y degustar unos increíbles sorrentinos con salsa de hongos…. Aun lo recuerdo y se me hace agua la boca! Si algún día deciden visitar este bello pueblo, además de estas caminatas no pueden perderse las delicias culinarias de este buen lugar. A la mañana siguiente, después de pasar una noche algo fresca (para esa altura comenzaba a acostumbrarme a dormir con los pies completamente congelados dentro de la bolsa), el cielo estaba celeste y limpio, salvo en la cumbre del cerro Chaltén, la cual, como ya dije, siempre se encuentra rodeada de densas nubes. Entonces, juntamos campamento y nos marchamos. Personalmente, no puedo explicar qué fue exactamente… quizás la belleza y la particularidad de aquel pueblo perdido entre los cerros, o sus increíbles paisajes al realizar las caminatas por entre los bosques típicamente patagónicos, o la extraña magia que rodea al cerro Chaltén… pero aquel lugar me dejó una sensación muy especial, muy diferente a todos los demás sentimientos que me han generado los diferentes sitios que hemos visitado. Me fui de allí, prometiéndome a mí misma volver en algún momento, a visitar nuevamente esos increíbles picos puntiagudos, coronados de nubes.
  14. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

    No te pierdas el relato de esta etapa de mi viaje en moto por Latinoamérica: Conociendo al Rey de los Hielos: El Glaciar Perito Moreno
  15. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  16. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  17. Hoy les escribo desde Copacabana, Bolivia, a las orillas del Lago Titicaca. Sentada en la empedrada orilla, y disfrutando de este hermoso día de sol, casi por despedirme de este peculiar país después de recorrerlo de punta a punta y a días de pasar a otro maravillosos país como sé que lo será Perú. Sin embargo, prometo hablarles de todas las travesías por Bolivia a su debido tiempo. La última vez que posteé, les contaba de mi llegada a El Calafate, después de la visita a una de las pingüineras más grande de Argentina, en Cabo Vírgenes. Sé que escribí hace apenas unos días, pero la visita al glaciar Perito Moreno me resultó tan impresionante, que no pude contener mis ganas de describirlo, para ustedes. Aquella mañana, luego de recorrer unos 300 kilómetros en la provincia de Santa Cruz, desde Río Gallegos, atravesando aquel trecho completamente desértico de la Ruta 40, divisamos un gigantesco espejo de agua del más bello color que haya visto alguna vez. Aquel era el Lago Argentino, sobre el cual se asienta la hermosa localidad de El Calafate, que debe su nombre al fruto de un arbusto muy extendido en la zona, de un intenso color morado con el que se preparan mermeladas, tortas y un sin fin de dulces exquisitos (según una tradición popular, quien come de este fruto vuelve sin duda a la Patagonia, por lo que hay que probarlo!) Después de tantos días de nieve y lluvia, de frío y viento constante en la carretera, cuando llegamos ese mediodía a la localidad de El Calafate, no podíamos creer el cálido y hermoso día que nos daba la bienvenida. Ingresando a la localidad de El Calafate Ingresamos al centro de la ciudad con un sol radiante en el cielo. Sobre la avenida principal se alzaban elegantes restaurantes, pintorescos negocios de venta de toda clase de souvenirs, modernos bares, y enormes ferias de artesanos. El Calafate es una ciudad dedicada verdaderamente al turismo…quizás en exceso, en mi humilde opinión. Muchísimos extranjeros se encontraban disfrutando de aquel hermoso día, haciendo compras o simplemente tomando algo tranquilamente sentados frente a finas confiterías. A medida que avanzábamos lentamente por la calle, podíamos escuchar un sinfín de idiomas, mezclado con la música de algún bar. La gente la estaba pasando bien y se notaba esa energía en el lugar. Instalamos nuestra carpa en un camping cerca del centro, y con un excelente humor, contagiado por esa energía tan alegre del lugar, y, por supuesto, porque por primera vez en mucho tiempo volvíamos a disfrutar de un caluroso día de sol, simplemente nos fuimos a caminar. Nos encontramos con una ciudad muy limpia y cuidada, de mucho verde y de hermosas construcciones en piedra y madera que le daban ese toque pintoresco. Los simpáticos duendes de las galerías de El Calafate A pesar de ello, nuestra intención al llegar a El Calafate, no era permanecer en la ciudad. El principal atractivo allí es el Glaciar Perito Moreno. El Glaciar Perito Moreno es el más importante de todos los glaciares que forman parte del Parque Nacional Los Glaciares, gigantesca área de miles de hectáreas que se extiende sobre el sudeste de la provincia de Santa Cruz. A la mañana siguiente, dejamos todo en el camping y, más livianos, tomamos la Ruta N° 15 que conecta El Calafate con el Parque, separados por aproximadamente 80 km. La primera parte del tramo fue sumamente aburrida, atravesando extensiones de la ya conocida estepa patagónica, donde veíamos grupos de choiques correteando al costado de la carretera y nuestros amigos los guanacos cruzándose arriesgadamente por delante de nosotros. Llegamos así a la entrada del Parque Nacional, donde debimos pagar una entrada de un valor de $50 cada uno (unos 5 U$S aproximadamente, aunque el precio para extranjeros es más elevado). A partir de ese punto, el paisaje cambió de una manera increíblemente abrupta. Lejos de parecerse a los kilómetros anteriores atravesando la estepa patagónica, frente nuestro se abría un frondoso bosque de montaña. El camino se extiende por la costa del Brazo Rico del Lago Argentino, que limita a lo lejos con gigantes cordones montañosos. Costeando el Brazo Rico del Lago Argentino Aquellos 35 kilómetros fueron realmente increíbles. El camino sinuoso atraviesa montañas cubiertas de bosque, costeando el gigantesco lago con sus imponentes montañas que contrastaban con el celeste profundo del cielo. Yo estaba muy entusiasmada, colgada del hombro de Martin, sacando fotos para retener la belleza de ese paisaje, cuando, con señas (nuestra manera de comunicarnos sobre la moto) Martin me señaló hacia el horizonte, entusiasmadamente. Creyendo que me señalaba las enormes montañas nevadas, asentí sin importancia, pero cuando Martin volvió a insistir presté realmente atención y entonces, lo vi. Planeando majestuosamente sobre el lago, casi a nuestra altura, un enorme Cóndor Andino sobrevolaba la zona con sus alas extendidas. ¿Cómo explicarles la emoción que me nació cuando vi aquel hermoso animal a metros nuestros? Casi me tiré de la moto en marcha y atravesé la ruta a zancadas, para poder verlo de cerca. Ni siquiera atiné a sacarle una foto…simplemente me quedé allí maravillada, contemplando aquel rey de las alturas, aquella enorme ave (una de las más grandes del mundo) con sus tres metros de largo sobrevolaba solemnemente, con su imagen reflejándose en el lago. Esa fue la primera vez que vi a este bellísimo animal y fue el momento más maravillosos de todo el viaje… lo puedo asegurar. El camino continuaba, hasta una curva, llamada La Curva de los Suspiros, donde tuvimos la primera vista panorámica del glaciar Perito Moreno. Una alfombra celeste de hielo macizo que se extendía infinitamente hasta perderse entre las cumbres nevadas. Con mucho entusiasmo, aceleremos la marcha hasta llegar hasta un gran predio que funcionaba como estacionamiento, junto con unas grandes confiterías. Sólo había algunos autos y micros de turismo. La Curva de los Suspiros, primera vista del Glaciar En ese punto, nacían las pasarelas que recorrían todo el frente del glaciar a diferentes alturas. Teníamos las opciones de llegar al primer balcón principal caminando (eran cientos de escaleras en subida) o bien tomar una combi, un servicio completamente gratuito brindado por el Parque. Escogimos la segunda opción y tomamos el minibús, que condujo por un camino pasando por entre el frondoso bosque y en pocos minutos descendíamos en la primera estación de todo el recorrido de pasarelas. Ansiosos iniciamos el recorrido, casi al trote, por la pasarela de metal que se elevaba unos metros por encima de la vegetación de la montaña. El glaciar se veía desde cualquier punto porque es un evento natural tan gigantesco, de casi 195 km2 que abarcaba todas las vistas panorámicas. A medida que íbamos acercándonos hasta el siguiente balcón, nuestra impresión crecía y nos íbamos quedando sin aliento. Al llegar nos apoyamos en la baranda y simplemente nos quedamos sin palabras. El silencio en ese lugar es condición tácita. La gente hablaba en susurros y solo se oía el piar de los pájaros y el susurro del viento gélido. Siendo el Perito un atractivo turístico tan importante y famoso en mi país, toda mi vida escuché hablar de él y vi cientos de fotos…. Pero créanme cuando les digo que nada, absolutamente nada de lo que imaginaba se asemejaba a la realidad. El Señor de los Hielos El manto de hielo gigantesco que se extendía delante nuestro con su puro color celeste, sus 5 kilómetros de frente y sus más de 60 (!) metros de alto nos dejó sin habla. No podíamos ver el final del glaciar porque se perdía a lo lejos entre los picos de varias montañas que se elevaban contra el cielo. A medida que íbamos avanzando por la pasarela, el circuito te acercaba cada vez más al Glaciar y, aunque pensé que no sería posible, el paisaje cada vez era más maravilloso. Creo que lo que más nos impresionaba era la paz infinita que se percibía en ese lugar, que sólo es interrumpida por los pequeños derrumbes que se producen en el frente del Perito. El Glaciar es mundialmente famoso conocido por sus rupturas. Cada algunos minutos uno tiene la suerte de poder apreciar este maravilloso evento natural, donde inmensas placas de hielo se desprenden del frente del glaciar y caen (como en cámara lenta) al Lago Argentino, produciendo un estruendo impresionante. Los visitantes festejaban estos hermosos fenómenos con aplausos y vítores, entusiastas. Es algo increíble, digno de ver alguna vez en la vida. Estos inmensos trozos de hielos, quedaban flotando y eran llevados por la corriente del Lago, así que podían verse como mini glaciares a la deriva sobre aquella azul inmensidad. Nos sentamos durante varios minutos en un balcón a descansar las piernas y simplemente a disfrutar de esa paz infinita brindada por la naturaleza. En la espesa vegetación que se abría a los costados de las pasarelas, uno podía observar pequeños pajaritos de gracioso copete acercarse curiosos, saltando velozmente de rama en rama. En la última pasarela, la más cercana al Perito, se sentía el entorno más helado (igual a esa refrescante sensación que uno siente un caluroso día de verano al abrir el refrigerador de la heladera), y una calma infinita. Un gran barco, que se veía como uno de juguete al lado del monstruoso glaciar, navegaba por el Lago Argentino, acercando turistas a una experiencia más cercana con el Perito. También hay excursiones para caminar sobre el glaciar, una experiencia que seguramente debe ser completamente increíble y quien pueda acceder a los precios, se lo recomiendo totalmente. La superficie del glaciar se extendía irregularmente, en suaves picos que a mi, personalmente, me hacía recordar a un gigantesco helado de crema! Con su puro color celeste, y de azul intenso entre las grietas, los rayos de sol colándose por entre las nubes en el cielo, el bosque y las montañas…. Era una postal, realmente. Regresamos, descendiendo por las pasarelas, maravillados con aquel lugar, cuando la naturaleza me regaló una segunda oportunidad y nuevamente un hermoso Cóndor Andino apareció en los cielos, planeando en lo alto. Y aquella vez, preparé la cámara y capté algunas bellas fotos de este maravilloso ejemplar que resultó ser una hembra, probablemente buscando carroña. Felicidad absoluta para miii!!! Cóndor Andino sobrevolando el lago Argentino Regresamos al campamento, donde encontraríamos un tercer pasajero para nuestro viaje, un peculiar oso de peluche al que bauticé como Ruperto, y que nos acompañaría algunos kilómetros, cómodamente sobre la moto. Al día siguiente, los tres nos despedimos de aquel bellísimo lugar y emprendimos viaje para llegar a nuestro siguiente destino.
  18. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  19. Ayelen

    Lago Argentino

    Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  20. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  21. Ayelen

    Vista al Lago Argentino

    Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  22. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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  23. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

    mmmm... helado!! No te pierdas el relato de esta etapa de mi viaje en moto por Latinoamérica: Conociendo al Rey de los Hielos: El Glaciar Perito Moreno
  24. Del álbum Glaciar Perito Moreno, El Calafate

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