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Ayelen

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Todo el contenido de Ayelen

  1. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

    Lee mi relato de mis últimos días en Ushuaia, aqui :3
  2. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  3. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  4. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  5. Ayelen

    La costa de la bahía

    Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  6. Ayelen

    Los curiosos pajaritos

    Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  7. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  8. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  9. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  10. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  11. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  12. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  13. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego II

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  14. UUFF! esas quesadillas me dieron un hambreeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!
  15. Cuando escuchamos el rugir del motor y las agujas del medidor de electricidad conectado al regulador de la moto se movieron frenéticamente, Martin y yo suspiramos aliviados. Sabíamos que nuestra gran odisea por la falla de la moto, había llegado a su fin. Nos fuimos del taller al que ya no queríamos volver nunca más, luego de que Martin le dijera unas cuantas palabras a los mecánicos que cabizbajos aceptaban el reto en silencio. Lamentablemente nos iríamos de Ushuaia con una pieza que ya no era la original y que se había tocado en vano… más adelante, aquello nos pasaría factura. Para nuestra gran sorpresa y alegría, después de tantos días de lluvias y nevadas, esa mañana el cielo estaba limpio y celeste, acompañando un radiante sol. Existe una frase que dice: “si no te gusta el clima en Ushuaia, simplemente aguarda unos minutos…” refiriéndose al clima completamente cambiante de la ciudad, así que nos apresuramos a aprovechar ese hermoso día, ahora que contábamos con nuestro vehículo. Sale el sol en Ushuaia Lo que más deseábamos desde que habíamos pisado aquel suelo austral, era llegar hasta el Parque Nacional Bahía Lapataia, donde finaliza la famosa ruta 3, que habíamos tomado desde Buenos Aires para llegar a Tierra del Fuego. Sin demoras, nos abrigamos con gruesas camperas y tomamos el camino que nos llevaría hasta la entrada de la reserva. Estar nuevamente sobre la moto me llenó de un gran entusiasmo, mientras dejábamos atrás la ciudad. Ahora veíamos grandes extensiones de campos, alguna que otra casita perdida entre el paisaje y a lo lejos comenzaban a elevarse nevados picos de enormes montañas grises, tapizadas de un frondoso bosque. Camino a Bahía Lapataia Con ese horizonte acompañándonos, recorrimos 20 kilómetros hasta tomar un camino de ripio que atravesaba un bosque de lengas y coihues hasta llegar a una planicie despejada. Un robusto cartel indicaba el final de la ruta 3. Unos metros más atrás se abría la extensa Bahía, que no es más que un brazo del canal del Beagle que se escurre en ese sitio. Llegamos al final de la Ruta n° 3 Tomamos unas pasarelas de maderas que llegaban hasta un balcón que daba exactamente frente a la extensa bahía. Desde allí se podían observar a lo lejos cerros que la enmarcan y las distintas islas que forman parte de la Reserva. Soplaba apenas una suave brisa helada que mecía los largos pastos amarillos que nacían en la orilla, y arrastraba pequeñas olas sobre la superficie del agua. Pomposas nubes blancas cruzaban el celeste cielo, hasta llegar al gigantesco cordón de montañas nevadas, en el horizonte. Bahía Lapataia Continuamos el trayecto, internándonos en un bosque de delgados y altos árboles que nacían al costado del camino. Los rayos de sol se colaban por entre sus frondosas copas verdes y se veían como dorados hilos que llegaban hasta la tierra. Si observábamos en silencio y con atención podíamos ver pequeños pajaritos que saltaban de rama en rama sobre nuestras cabezas, siguiéndonos curiosos por el camino. Nos desviamos del sendero, para descender hasta la orilla empedrada de la bahía donde una familia de patos nadaba tranquilamente. Nos tomamos una breve pausa para almorzar sobre la costa, y durante las siguientes horas recorrimos Lapataia por diferentes senderos. El Parque Nacional es un sitio bellísimo y muy extenso, cuenta con senderos de diferentes dificultades, así como también como zonas de acampe. Lamentablemente no contábamos con mucho tiempo para recorrerlo en toda su extensión. Familia de patos nadando en la bahía Pasado el mediodía y repentinamente, el cielo se nubló por completo. Como ya dije, el clima es verdaderamente muy cambiante en Ushuaia, así que nos vimos obligados a volver antes de que la nevisca cayera sobre nosotros. Una última sorpresa nos depararía el camino cuando, saliendo de la reserva, unos simpáticos zorros colorados nos cruzaron el paso y se acercaron amigablemente a la moto (probablemente en busca de comida). Una leve nevisca comenzó a caer desde el gris cielo, mientras dejábamos atrás la bahía, pero volvíamos completamente satisfechos. Bellos zorros colorados en el camino A la mañana siguiente el clima parecía agradable, con pocas nubes sobre el cielo, por lo que sin perder tiempo armamos la moto. Después de esas movidas dos semanas, dejaríamos la tierra del fin del mundo. No voy a mentir, a pesar de todo lo vivido con la moto, me generó cierta nostalgia dejar atrás aquella ciudad de grandes montañas. Mientras avanzábamos decididos por la ancha avenida que nos sacaría a la ruta, con nuestros abrigos y todo el equipaje encima de la moto, le di el último adiós… o el Hasta Pronto. Había sido genial conocer a Gabriel y Melisa, quienes se convirtieron en buenos amigos y nos hicieron el aguante en cada día de nuestra estadía y siempre se me quedaría grabado en la memoria esas mañanas en las que veíamos nevar desde la ventana de la cocina del hostel mientras desayunábamos. Las exhaustivas caminatas por aquellas empinadas calles que me dejaban sin aliento, el festejo de San Patricio en el irish bar Dublin, con las cervezas de color verdes y la gente disfrazada, el extenso muelle y sus escandalosas gaviotas, nuestro pequeño hogar en el camping donde pasamos tardes nevadas con las frazadas hasta el cuello viendo algunas películas, y los paseos nocturnos en el auto de Gabriel por el iluminado centro de la ciudad escuchando aquel tema de Lorde, Royal, que de aquí en más, sé que cada vez que lo escuche, me traerá recuerdos de esta bella ciudad de hielo… Ushuaia se quedaría grabada en mi mente por siempre. Nos vamos de Ushuaia Y el viaje de ese día, también. Teníamos decidido atravesar toda la isla de Tierra del Fuego, pasar Tolhuin y Rio Grande, embarcarnos y arribar a la parte continental del territorio argentino, hasta Rio Gallegos. Debíamos recorrer ¡600 Kilómetros!, haciendo la misma ruta que utilizamos para la ida, por lo que debíamos aprovechar al máximo la luz del día. En el paso Garibaldi, el cielo comenzó a cerrarse y gigantescas nubes grises lo cubrieron todo sobre nuestras cabezas. Nos detuvimos a sacar las fotos que no habíamos podido sacar al ingresar a la ciudad, mientras yo aprovechaba a buscar calor en el motor de la moto que calentara mis congeladas manos. Regresando por el Paso Garibaldi Las siguientes horas de viaje puedo jurarles que fueron bastante difíciles para mí. El clima se puso muy, muy frío. Apretando los puños fuertemente dentro de los bolsillos de mi campera, trataba de pegar mi cuerpo a la espalda de Martin, para evitar que las frías ráfagas se colaran por debajo de mi abrigo. Se escuchaba el fuerte rugir del viento en el casco mientras avanzábamos por la ruta y yo podía sentir claramente como la temperatura de mi cuerpo iba descendiendo poco a poco. Pasamos velozmente por el camino de ingreso a Tolhuin y en unas horas también dejábamos atrás la ciudad de Rio Grande. Una vez que realizamos el trámite de aduana para ingresar a territorio chileno, empezamos el peor trecho de todo el viaje: el maldito y eterno ripio. Yo soy una persona que prefiere el clima frío, para ser honesta con ustedes. Nunca me gustó el verano, el calor y la humedad, y siempre preferí el frío…. Hasta ese día. A pesar de llevar varias capas de ropa encima, dos pares de medias, gruesos borcegos y abrigada campera, sobre la moto nada parecía importar. El viento penetraba cada capa de ropa y llegaba hasta mi piel. Para ese entonces, después de tantas horas viajando desde aquella mañana, comenzaba a sentir mis piernas entumecidas y el frío no mejoraba la situación. Procuraba no moverme, porque sentía cada músculo congelado y moverme me provocaba dolorosos calambres. Además no podíamos avanzar muy deprisa en ese difícil camino, por lo que nunca antes nada se me hizo tan eterno como aquel día. Cada vez que miraba por sobre el hombre de Martin lo único que veía era ripio y más ripio. Fue una verdadera tortura. El viento gélido se filtraba por entre las rendijas del casco y llegó un punto en que ya no podía ni hablar de tanto que tiritaba. Sólo cerraba los ojos, apoyaba la cabeza sobre la espalda de Martin y pedía por favor que el camino terminara de una vez. Pero eso parecía nunca suceder!! Mi sufrimiento llegó al punto tal que no pude evitar comenzar a llorar dentro del casco, porque realmente ya no lo soportaba más… sí, les puedo asegurar que fue bastante difícil. Después de algunas horas que se me hicieron eternas llegábamos al embarque, en el estrecho de Magallanes. Para ese entonces, yo estaba casi adormecida o mejor dicho, aletargada detrás de la espalada de Martin. Ya caía la tarde, y varios autos aguardaban la llegada de la balsa. Me bajé lentamente de la moto, con espasmos que hacían temblar mi cuerpo de pies a cabeza. Comencé a caminar en círculos sobre la estrecha vereda al costado de la gran avenida que finalizaba sobre el agua. Estoy segura que los conductores de los vehículos que formaban fila habrán imaginado que estaba loca, pero lo único que intentaba era generar un poco de calor en mi cuerpo. Como eso no funcionaba, Martin y yo ingresamos en un bar de mala muerte que se encontraba frente al mar. Un anciano detrás de un robusto mostrador se mostró muy simpático cuando ingresamos e inmediatamente nos ofreció todas sus mercancías, sin embargo, cuando le dijimos que sólo buscábamos reparo del frío, nos dio la espalda con una mueca amarga en su rostro. Nos acercamos a una estufa, en la que chispeaba una pequeña llama y, aun temblando, empecé a sacarme el abrigo y el casco. Martin me tomó por los hombros en ese momento, y me miró asustado. Mi rostro pálido como un papel, con oscuras ojeras y labios fuertemente morados marcaban claramente el frío que estaba sufriendo. Seguramente mi cara daba un poco de impresión, porque el mismo dueño del local que antes nos había ignorado de mala gana, al verme, rápidamente cruzó el bar a zancadas y me encendió la estufa al máximo. Cuando sentí el calor del fuego, volví a la vida. Pocos minutos después, la barca llegaba a la orilla del estrecho de Magallanes, y nuevamente nos embarcábamos hacia la costa opuesta. Hicimos los trámites aduaneros (recuerdo que la mujer que nos atendió nos miraba horrorizada mientras nos preguntábamos cómo podíamos circular en moto esa noche tan fría) y finalmente ingresamos a Argentina. Los últimos kilómetros los recorrimos ya caído el sol. La noche se cerró sobre nosotros, con una oscuridad que inundaba todo, y que sólo era cortada por el haz de luz que nacía del faro delantero de la Transalp. No es nuestra costumbre viajar de noche, pero debíamos llegar a Rio Gallegos y no teníamos otra opción más que avanzar. Haciendo el último esfuerzo por soportar el helado frío sobre la moto, sentí un gran alivio cuando divisé a lo lejos varias lucecitas, pertenecientes a Rio Gallegos. Ingresamos a una gran avenida, ahora sí iluminada por altos alumbrados. Nunca había estado tan, pero tan feliz de llegar a una ciudad. Nuestro sufrimiento fue recompensado por la pareja amiga de Martin, Gerardo y Adriana, quienes nos esperaban para hospedarnos en su casa, con un buen baño caliente y una rica comida casera. Puedo asegurar que esta difícil vivencia me marcó… aún hoy sigo sosteniendo que no me gusta el calor extremo, pero nunca más voy a decir que prefiero el frío. Próximo relato de mi viaje
  16. Jajajajaja! realmente no sé QUÉ clase de muñeco intentamos armar XD
  17. Ayelen

    Hermoso encuadre del casillo

    Que hermoso lugar! Cuanto verde! me encanta!
  18. Jajajajaj!! si, la verdad es que ya pasó un tiempo de esas desventura y ahora confieso que hasta extraño un poco Ushuaia jejeje... y ese muñeco más bien parecía un gallo!
  19. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego

    Sigue la segunda parte de mis aventuras (y desventuras :S) en Ushuaia, aqui!
  20. Ayelen

    Laguna Esmeralda

    Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego

    Única foto que pudimos sacar de este bellisimo lugar, gracias a la nevada. Sigue la segunda parte de mis aventuras (y desventuras :S) en Ushuaia, aqui!
  21. Ayelen

    Se largó la nevadaaa!

    Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego

    Sigue la segunda parte de mis aventuras (y desventuras :S) en Ushuaia, aqui!
  22. Del álbum Ushuaia, Tierra del Fuego

    Sigue la segunda parte de mis aventuras (y desventuras :S) en Ushuaia, aqui!
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