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Showing content with the highest reputation on 09/04/14 en toda la comunidad

  1. 2 puntos
    Hoy les escribo desde Copacabana, Bolivia, a las orillas del Lago Titicaca. Sentada en la empedrada orilla, y disfrutando de este hermoso día de sol, casi por despedirme de este peculiar país después de recorrerlo de punta a punta y a días de pasar a otro maravillosos país como sé que lo será Perú. Sin embargo, prometo hablarles de todas las travesías por Bolivia a su debido tiempo. La última vez que posteé, les contaba de mi llegada a El Calafate, después de la visita a una de las pingüineras más grande de Argentina, en Cabo Vírgenes. Sé que escribí hace apenas unos días, pero la visita al glaciar Perito Moreno me resultó tan impresionante, que no pude contener mis ganas de describirlo, para ustedes. Aquella mañana, luego de recorrer unos 300 kilómetros en la provincia de Santa Cruz, desde Río Gallegos, atravesando aquel trecho completamente desértico de la Ruta 40, divisamos un gigantesco espejo de agua del más bello color que haya visto alguna vez. Aquel era el Lago Argentino, sobre el cual se asienta la hermosa localidad de El Calafate, que debe su nombre al fruto de un arbusto muy extendido en la zona, de un intenso color morado con el que se preparan mermeladas, tortas y un sin fin de dulces exquisitos (según una tradición popular, quien come de este fruto vuelve sin duda a la Patagonia, por lo que hay que probarlo!) Después de tantos días de nieve y lluvia, de frío y viento constante en la carretera, cuando llegamos ese mediodía a la localidad de El Calafate, no podíamos creer el cálido y hermoso día que nos daba la bienvenida. Ingresando a la localidad de El Calafate Ingresamos al centro de la ciudad con un sol radiante en el cielo. Sobre la avenida principal se alzaban elegantes restaurantes, pintorescos negocios de venta de toda clase de souvenirs, modernos bares, y enormes ferias de artesanos. El Calafate es una ciudad dedicada verdaderamente al turismo…quizás en exceso, en mi humilde opinión. Muchísimos extranjeros se encontraban disfrutando de aquel hermoso día, haciendo compras o simplemente tomando algo tranquilamente sentados frente a finas confiterías. A medida que avanzábamos lentamente por la calle, podíamos escuchar un sinfín de idiomas, mezclado con la música de algún bar. La gente la estaba pasando bien y se notaba esa energía en el lugar. Instalamos nuestra carpa en un camping cerca del centro, y con un excelente humor, contagiado por esa energía tan alegre del lugar, y, por supuesto, porque por primera vez en mucho tiempo volvíamos a disfrutar de un caluroso día de sol, simplemente nos fuimos a caminar. Nos encontramos con una ciudad muy limpia y cuidada, de mucho verde y de hermosas construcciones en piedra y madera que le daban ese toque pintoresco. Los simpáticos duendes de las galerías de El Calafate A pesar de ello, nuestra intención al llegar a El Calafate, no era permanecer en la ciudad. El principal atractivo allí es el Glaciar Perito Moreno. El Glaciar Perito Moreno es el más importante de todos los glaciares que forman parte del Parque Nacional Los Glaciares, gigantesca área de miles de hectáreas que se extiende sobre el sudeste de la provincia de Santa Cruz. A la mañana siguiente, dejamos todo en el camping y, más livianos, tomamos la Ruta N° 15 que conecta El Calafate con el Parque, separados por aproximadamente 80 km. La primera parte del tramo fue sumamente aburrida, atravesando extensiones de la ya conocida estepa patagónica, donde veíamos grupos de choiques correteando al costado de la carretera y nuestros amigos los guanacos cruzándose arriesgadamente por delante de nosotros. Llegamos así a la entrada del Parque Nacional, donde debimos pagar una entrada de un valor de $50 cada uno (unos 5 U$S aproximadamente, aunque el precio para extranjeros es más elevado). A partir de ese punto, el paisaje cambió de una manera increíblemente abrupta. Lejos de parecerse a los kilómetros anteriores atravesando la estepa patagónica, frente nuestro se abría un frondoso bosque de montaña. El camino se extiende por la costa del Brazo Rico del Lago Argentino, que limita a lo lejos con gigantes cordones montañosos. Costeando el Brazo Rico del Lago Argentino Aquellos 35 kilómetros fueron realmente increíbles. El camino sinuoso atraviesa montañas cubiertas de bosque, costeando el gigantesco lago con sus imponentes montañas que contrastaban con el celeste profundo del cielo. Yo estaba muy entusiasmada, colgada del hombro de Martin, sacando fotos para retener la belleza de ese paisaje, cuando, con señas (nuestra manera de comunicarnos sobre la moto) Martin me señaló hacia el horizonte, entusiasmadamente. Creyendo que me señalaba las enormes montañas nevadas, asentí sin importancia, pero cuando Martin volvió a insistir presté realmente atención y entonces, lo vi. Planeando majestuosamente sobre el lago, casi a nuestra altura, un enorme Cóndor Andino sobrevolaba la zona con sus alas extendidas. ¿Cómo explicarles la emoción que me nació cuando vi aquel hermoso animal a metros nuestros? Casi me tiré de la moto en marcha y atravesé la ruta a zancadas, para poder verlo de cerca. Ni siquiera atiné a sacarle una foto…simplemente me quedé allí maravillada, contemplando aquel rey de las alturas, aquella enorme ave (una de las más grandes del mundo) con sus tres metros de largo sobrevolaba solemnemente, con su imagen reflejándose en el lago. Esa fue la primera vez que vi a este bellísimo animal y fue el momento más maravillosos de todo el viaje… lo puedo asegurar. El camino continuaba, hasta una curva, llamada La Curva de los Suspiros, donde tuvimos la primera vista panorámica del glaciar Perito Moreno. Una alfombra celeste de hielo macizo que se extendía infinitamente hasta perderse entre las cumbres nevadas. Con mucho entusiasmo, aceleremos la marcha hasta llegar hasta un gran predio que funcionaba como estacionamiento, junto con unas grandes confiterías. Sólo había algunos autos y micros de turismo. La Curva de los Suspiros, primera vista del Glaciar En ese punto, nacían las pasarelas que recorrían todo el frente del glaciar a diferentes alturas. Teníamos las opciones de llegar al primer balcón principal caminando (eran cientos de escaleras en subida) o bien tomar una combi, un servicio completamente gratuito brindado por el Parque. Escogimos la segunda opción y tomamos el minibús, que condujo por un camino pasando por entre el frondoso bosque y en pocos minutos descendíamos en la primera estación de todo el recorrido de pasarelas. Ansiosos iniciamos el recorrido, casi al trote, por la pasarela de metal que se elevaba unos metros por encima de la vegetación de la montaña. El glaciar se veía desde cualquier punto porque es un evento natural tan gigantesco, de casi 195 km2 que abarcaba todas las vistas panorámicas. A medida que íbamos acercándonos hasta el siguiente balcón, nuestra impresión crecía y nos íbamos quedando sin aliento. Al llegar nos apoyamos en la baranda y simplemente nos quedamos sin palabras. El silencio en ese lugar es condición tácita. La gente hablaba en susurros y solo se oía el piar de los pájaros y el susurro del viento gélido. Siendo el Perito un atractivo turístico tan importante y famoso en mi país, toda mi vida escuché hablar de él y vi cientos de fotos…. Pero créanme cuando les digo que nada, absolutamente nada de lo que imaginaba se asemejaba a la realidad. El Señor de los Hielos El manto de hielo gigantesco que se extendía delante nuestro con su puro color celeste, sus 5 kilómetros de frente y sus más de 60 (!) metros de alto nos dejó sin habla. No podíamos ver el final del glaciar porque se perdía a lo lejos entre los picos de varias montañas que se elevaban contra el cielo. A medida que íbamos avanzando por la pasarela, el circuito te acercaba cada vez más al Glaciar y, aunque pensé que no sería posible, el paisaje cada vez era más maravilloso. Creo que lo que más nos impresionaba era la paz infinita que se percibía en ese lugar, que sólo es interrumpida por los pequeños derrumbes que se producen en el frente del Perito. El Glaciar es mundialmente famoso conocido por sus rupturas. Cada algunos minutos uno tiene la suerte de poder apreciar este maravilloso evento natural, donde inmensas placas de hielo se desprenden del frente del glaciar y caen (como en cámara lenta) al Lago Argentino, produciendo un estruendo impresionante. Los visitantes festejaban estos hermosos fenómenos con aplausos y vítores, entusiastas. Es algo increíble, digno de ver alguna vez en la vida. Estos inmensos trozos de hielos, quedaban flotando y eran llevados por la corriente del Lago, así que podían verse como mini glaciares a la deriva sobre aquella azul inmensidad. Nos sentamos durante varios minutos en un balcón a descansar las piernas y simplemente a disfrutar de esa paz infinita brindada por la naturaleza. En la espesa vegetación que se abría a los costados de las pasarelas, uno podía observar pequeños pajaritos de gracioso copete acercarse curiosos, saltando velozmente de rama en rama. En la última pasarela, la más cercana al Perito, se sentía el entorno más helado (igual a esa refrescante sensación que uno siente un caluroso día de verano al abrir el refrigerador de la heladera), y una calma infinita. Un gran barco, que se veía como uno de juguete al lado del monstruoso glaciar, navegaba por el Lago Argentino, acercando turistas a una experiencia más cercana con el Perito. También hay excursiones para caminar sobre el glaciar, una experiencia que seguramente debe ser completamente increíble y quien pueda acceder a los precios, se lo recomiendo totalmente. La superficie del glaciar se extendía irregularmente, en suaves picos que a mi, personalmente, me hacía recordar a un gigantesco helado de crema! Con su puro color celeste, y de azul intenso entre las grietas, los rayos de sol colándose por entre las nubes en el cielo, el bosque y las montañas…. Era una postal, realmente. Regresamos, descendiendo por las pasarelas, maravillados con aquel lugar, cuando la naturaleza me regaló una segunda oportunidad y nuevamente un hermoso Cóndor Andino apareció en los cielos, planeando en lo alto. Y aquella vez, preparé la cámara y capté algunas bellas fotos de este maravilloso ejemplar que resultó ser una hembra, probablemente buscando carroña. Felicidad absoluta para miii!!! Cóndor Andino sobrevolando el lago Argentino Regresamos al campamento, donde encontraríamos un tercer pasajero para nuestro viaje, un peculiar oso de peluche al que bauticé como Ruperto, y que nos acompañaría algunos kilómetros, cómodamente sobre la moto. Al día siguiente, los tres nos despedimos de aquel bellísimo lugar y emprendimos viaje para llegar a nuestro siguiente destino.
  2. 1 punto

    Del álbum Cuarta etapa Camino de Santiago (Melide-Ribadiso)

    En la foto no se aprecia pero estaba lloviendo, la titulo cinco sentidos porque puedes sentir y oír la lluvia, oler la tierra mojada y el eucalipto. Es un momento de paz y tranquilidad enorme (aunque me estuviera mojando)
  3. 1 punto
    El cuarto día en el Camino de Santiago fue el más corto de todos. Como ya os dije la tercera etapa la dividimos en dos mini etapas. La de hoy era de once kilómetros hasta Arzúa, pero tampoco llegamos a Arzúa, no había alojamiento y tuvimos que dormir en Ribadiso. El día amaneció lloviendo otra vez, no mucho, chirimiri, como se dice por aquí, pero no cesó en todo el día. Saliendo de Melide y antes de llegar a San Martiño nos encontramos la Iglesia de Santa María. Creo que en cada pueblo hay una iglesia que tiene ese nombre, no penséis que es que pongo el mismo porque no me lo sé, es que allí son muy poco originales. A la salida del pueblo había un lavadero que tenía el agua helada, un grado menos y se hubiera congelado. Caminando nos adentramos en el bosque de eucaliptos, como bien nos gusta. Al estar lloviendo los olores se acentúan más y se intensifica el olor a tierra, el olor a eucalipto, el olor a lluvia, aunque no sea la forma más cómoda para andar, si fue un estímulo para los sentidos. Pasamos por Peroxa, donde hay una iglesia con la imagen del apóstol Santiago. La Iglesia de Santiago Boente. A la salida de la aldea encontramos esta casa y esta fuente. A partir de aquí hay algunas subidas complicadas, pero no morimos en el intento, tranquilos. Incluso pasamos a veces por debajo de la carretera. En uno de los túneles había una cascada antes de pasar. Así llegamos al mojón número 44, mojón en el que dejé mi huella. Cada peregrino deja por el camino cosas importantes, como los calcetines que te acompañan, las botas usadas, una pulsera, algo simbólico, yo dejé mi goma del pelo en Sarria y mi firma en el mojón 44, ya que para mí el numero cuatro es un número importante en mi vida. Después entre campos de maíz y un puente que atraviesa la autovía llegamos a Pedrido y entre casas llegaremos a una bajada que no es muy pronunciada pero que es muy larga. Desembocaremos en un pequeño puente de piedra que pasa por encima de un río. Hemos llegado a Ribadiso da Baixo, nuestro destino. En este puente recuerdo una anécdota con una mujer que estaba haciendo el Camino sola. La mujer nos dijo, me podéis hacer una foto, es para mandársela a mis hijos y que vean que estoy bien. Le hicimos la foto a la mujer, y nos dice, es que se preocupan, porque mirad como voy ya, y miramos las botas de la mujer y tenían un agujero enorme en la punta. La mujer se reía y decía, y mi bolsa-calcetín es estupenda para estos días de lluvia. A mí la verdad que me quedó la duda de preguntarle si traía las botas rotas ya de casa o si venía andando desde Almería, porque esas botas no eran normales. Como llegamos antes de las doce, que era cuando abría el albergue, nos fuimos a almorzar algo al albergue público (porque esta aldea consta de albergue público y albergue privado, nada más). Una vez nos duchamos, comimos y descansamos, la recepcionista del albergue nos dijo que había una playa fluvial a trescientos metros de allí, y allí que fuimos. En esos trescientos metros vimos mucho campo y vacas pastando. Al llegar los que nos encontramos fue una explanada de césped con árboles y un lago con corriente. El sitio los días que no llueve tiene que estar lleno de gente, porque la verdad que es muy apetecible y además está muy bien acondicionado con zona de camping y una bar al lado. El día acabo viendo a las vacas que había allí, unas se estaban lamiendo la oreja la una a la otra, muy tierna la imagen. Después a cenar y a la cama, que la siguiente etapa iba a ser más fuerte. Para mí, hasta ese día, fue la etapa más bonita de todas, así que tanto si venís de Melide, como si venís de Palas de Rei, recomiendo parar en Ribadiso y tomar una empanada. ¡Nos leemos!
  4. 1 punto
    Piedras preciosas, termas y playa… ¿Se preguntarán el por qué del título? La respuesta es mi viaje. Salí con la idea de hacer varias escalas o mejor dicho paradas. Es que cuando tengo tiempo me gusta armar viajes con varios puntos para conocer. Esta vez el viaje empieza en Entre Ríos, sigue por Misiones y termina en una playa en Brasil… Las Termas de San José No soy muy adepta del termalismo, pero estaba en la ciudad de Colón rodeada de centros termales y me sentí tentada de ir por lo menos a uno. En Colón hay un centro termal, pero en el momento en que fui yo estaba siendo remodelado. Entonces, aprovechando una tarde calurosa, llamé a un taxi y pedí que me llevaran a San José. San José es un pueblo, bastante antiguo y no muy turístico, su encanto esta dado por sus termas y claro también por la tranquilidad del lugar. Llegué y luego de dejar rápidamente las cosas me fui a pasear por las distintas piletas… Hay varias, de diferente tamaño y temperatura. La recomendación que se da es no estar mucho tiempo adentro, dado que el calor del agua puede hacer mal. Así que pase mi tarde de pileta en pileta y sin darme cuenta anocheció. El taxista ya me había comentado que ellos no solían trabajar hasta muy tarde, debo admitir que una sensación de preocupación me invadió. Yo estaba parando en Colón, una ciudad vecina pero no tenía movilidad propia. Pero afortunadamente conseguí un taxi que me llevó de regreso a Colón, pasé una última noche aquí y a la mañana siguiente armé todo para seguir viaje. Próxima parada: piedras preciosas Me despedí de la provincia de Entre Ríos para ir rumbo a Misiones. Ya conocía las Cataratas del Iguazú pero estando aquí no podía privarme de verlas nuevamente. Es un paisaje tan sorprendente, tan único… Pero, voy a contarles más en detalle la otra excursión que hice (que en el viaje anterior no había podido hacer) la de las Minas de Wanda. Excursión que recomiendo que hagan ya que se van a sorprender. Para llegar a este sitio, tuvimos que tomar la Ruta Nacional 12. Luego de unos pocos minutos de recorrido, un simpático guía nos recibió para acompañarnos a realizar el paseo para conocer las fantásticas piedras. El paseo fue sumamente interesante, nos iba dando detalles sobre los orígenes y conformación química de las piedras, recordándome las clases de geomorfología de la facultad. Según nos comentó el guía, las Minas fueron descubiertas en el año 1976. Un dato curioso y llamativo que recuerdo es que el basamento donde se encuentra apoyada la provincia de Misiones se conformó hace muchos años en la era terciaria, es decir, unos cincuenta millones de años atrás, una cifra geológica que cuesta entender. Fue gracias al accionar de la lava y los posteriores enfriamientos que se formaron estas llamativas piedras preciosas. Avanzábamos por el lugar, sorprendiéndonos por los colores y por las formas de las piedras semipreciosas, algunas con forma de prismas, otras hexagonales, otras de formas más irregulares, todas muy distintas. Las piedras que más predominan en las Minas de Wanda son las amatistas, las de color violeta, pero hay de todo, es posible encontrar ágatas, cristales de roca, jaspes y otras variedades más. Luego de ver este hermoso catálogo, la propuesta fue conocer la sala de exposición. Aquí se venden gemas y joyas. Por supuesto, que aprovechamos para comprar algunos souvenires y adornos. Además, dicen que las piedras atraen la buena energía y yo creo que es cierto. Sorprendida por la singular belleza de este lugar y con algunos regalitos volví hacia Iguazú para acomodar la valija e ir a la próxima parada... Descanso en Florianópolis Después de unas cuantas ideas y venidas, excursiones, más idas y venidas, recambio de hoteles, horarios, etc, llegó el momento en que el espíritu del viaje cambió de aventura a descanso… Un lugar para descansar sin lugar a dudas, son las playas. Conozco casi todas las playas de mi país, las que están cerca, las que están no tan cerca e inclusive las del sur las cual son sumamente distintas. Luego de analizar mapas y alternativas, el punto a donde ir fue Florianópolis, una ciudad de Brasil, bastante cercana a mi país, Argentina. Florianópolis es sinónimo de playa, según leí hay apróximadamente unas cien playas en esta ciudad. Fui a unas cuantas, pero obviamente no pude conocer todas. Me tocaron días muy lindos, por suerte ningún día de lluvia. Aún recuerdo el intenso calor, las caminatas por la orilla del agua y por supuesto, los chapuzones en las cristalinas aguas. Las tardes las pasé en la playa, con la compañía de algún refresco, charlas y paseos alternados con descanso y juegos de cartas. Pero me resulta imposible quedarme quieta y descansar, aprovechaba la nochecita para salir a pasear por la ciudad. Una de las cosas que más me llamó la atención de Florianópolis fue la gran cantidad de graffitis y murales pintados. Aproveché también para probar los platos típicos, ya que viajar es una oportunidad para conocer la cultura y tradiciones de un lugar. Pero debo admitir que lo que más me gustó de Brasil fue la variedad de frutas que se sirven en los desayunos, muy refrescantes!
  5. 1 punto
    Me has dejado sin palabras, parece que ya siento el frío viento y el estruendo de los témpanos de hielo al desprenderse del gigantesco glaciar. Una experiencia sin duda inolvidable
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