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Plues

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Todo el contenido de Plues

  1. Plues

    Monumento a Guillermo Watt

    Del álbum Quinta etapa Camino Santiago (Ribadiso-Pedrouzo)

    Monumento en memoria de un hombre fallecido haciendo el Camino de Santiago.
  2. Plues

    Monolito a un fallecido

    Del álbum Quinta etapa Camino Santiago (Ribadiso-Pedrouzo)

    Monolito en recuerdo a un cura fallecido en el Camino.
  3. Plues

    Calle Arzua

    Del álbum Quinta etapa Camino Santiago (Ribadiso-Pedrouzo)

    Calle de Arzúa donde podemos ver el contraste entre los soportales y el color de la fachada.
  4. El cuarto día en el Camino de Santiago fue el más corto de todos. Como ya os dije la tercera etapa la dividimos en dos mini etapas. La de hoy era de once kilómetros hasta Arzúa, pero tampoco llegamos a Arzúa, no había alojamiento y tuvimos que dormir en Ribadiso. El día amaneció lloviendo otra vez, no mucho, chirimiri, como se dice por aquí, pero no cesó en todo el día. Saliendo de Melide y antes de llegar a San Martiño nos encontramos la Iglesia de Santa María. Creo que en cada pueblo hay una iglesia que tiene ese nombre, no penséis que es que pongo el mismo porque no me lo sé, es que allí son muy poco originales. A la salida del pueblo había un lavadero que tenía el agua helada, un grado menos y se hubiera congelado. Caminando nos adentramos en el bosque de eucaliptos, como bien nos gusta. Al estar lloviendo los olores se acentúan más y se intensifica el olor a tierra, el olor a eucalipto, el olor a lluvia, aunque no sea la forma más cómoda para andar, si fue un estímulo para los sentidos. Pasamos por Peroxa, donde hay una iglesia con la imagen del apóstol Santiago. La Iglesia de Santiago Boente. A la salida de la aldea encontramos esta casa y esta fuente. A partir de aquí hay algunas subidas complicadas, pero no morimos en el intento, tranquilos. Incluso pasamos a veces por debajo de la carretera. En uno de los túneles había una cascada antes de pasar. Así llegamos al mojón número 44, mojón en el que dejé mi huella. Cada peregrino deja por el camino cosas importantes, como los calcetines que te acompañan, las botas usadas, una pulsera, algo simbólico, yo dejé mi goma del pelo en Sarria y mi firma en el mojón 44, ya que para mí el numero cuatro es un número importante en mi vida. Después entre campos de maíz y un puente que atraviesa la autovía llegamos a Pedrido y entre casas llegaremos a una bajada que no es muy pronunciada pero que es muy larga. Desembocaremos en un pequeño puente de piedra que pasa por encima de un río. Hemos llegado a Ribadiso da Baixo, nuestro destino. En este puente recuerdo una anécdota con una mujer que estaba haciendo el Camino sola. La mujer nos dijo, me podéis hacer una foto, es para mandársela a mis hijos y que vean que estoy bien. Le hicimos la foto a la mujer, y nos dice, es que se preocupan, porque mirad como voy ya, y miramos las botas de la mujer y tenían un agujero enorme en la punta. La mujer se reía y decía, y mi bolsa-calcetín es estupenda para estos días de lluvia. A mí la verdad que me quedó la duda de preguntarle si traía las botas rotas ya de casa o si venía andando desde Almería, porque esas botas no eran normales. Como llegamos antes de las doce, que era cuando abría el albergue, nos fuimos a almorzar algo al albergue público (porque esta aldea consta de albergue público y albergue privado, nada más). Una vez nos duchamos, comimos y descansamos, la recepcionista del albergue nos dijo que había una playa fluvial a trescientos metros de allí, y allí que fuimos. En esos trescientos metros vimos mucho campo y vacas pastando. Al llegar los que nos encontramos fue una explanada de césped con árboles y un lago con corriente. El sitio los días que no llueve tiene que estar lleno de gente, porque la verdad que es muy apetecible y además está muy bien acondicionado con zona de camping y una bar al lado. El día acabo viendo a las vacas que había allí, unas se estaban lamiendo la oreja la una a la otra, muy tierna la imagen. Después a cenar y a la cama, que la siguiente etapa iba a ser más fuerte. Para mí, hasta ese día, fue la etapa más bonita de todas, así que tanto si venís de Melide, como si venís de Palas de Rei, recomiendo parar en Ribadiso y tomar una empanada. ¡Nos leemos!
  5. Plues

    Playa fluvial

    Del álbum Cuarta etapa Camino de Santiago (Melide-Ribadiso)

    Laguna con área recreativa a doscientos metros de Ribadiso.
  6. Plues

    Puente de piedra

    Del álbum Cuarta etapa Camino de Santiago (Melide-Ribadiso)

    Puente de piedra por el que nos adentramos en Ribadiso, al fondo se ve el albergue público.
  7. Plues

    Foto de Peroxa

    Del álbum Cuarta etapa Camino de Santiago (Melide-Ribadiso)

    Casa y fuente que hay a la salida de la aldea.
  8. Plues

    Tres sentidos

    Del álbum Cuarta etapa Camino de Santiago (Melide-Ribadiso)

    En la foto no se aprecia pero estaba lloviendo, la titulo cinco sentidos porque puedes sentir y oír la lluvia, oler la tierra mojada y el eucalipto. Es un momento de paz y tranquilidad enorme (aunque me estuviera mojando)
  9. Y seguramente en un futuro no muy lejano repetiré por algún otro camino.
  10. Yo me esperaba más lluvia aún, que conste, pero super bien todo. Y andaluces había por todos sitios, se nota que somos muchos, jeje
  11. Después de la caótica etapa del día anterior, el despertar del tercer día no auguraba mejoras. El día amaneció lloviendo y mientras desayunábamos veíamos pasar peregrinos con sus chubasqueros. ¡Madre mía! pensé, como nos vamos a poner hoy. Pero para nuestra sorpresa, bastó salir de la cafetería con el chubasquero puesto, cuando al andar unos cien metros dejó de llover, ya iba mejorando el día. Esta tercera etapa normalmente se hace de Palas de Rei a Arzúa, pero en nuestra planificación del Camino decidimos no hacerla y dividir en dos la etapa, por tanto sólo andaríamos catorce kilómetros hasta Melide y allí haríamos noche. Comenzamos la etapa cruzando la nacional, hay que tener mucho cuidado con los cruces, ya que en algunos hay muy poca visibilidad debido a que hay curvas en la carretera, así que hay que extremar la precaución y si estamos recién levantados aún más. En la segunda aldea que nos encontramos nos recibe un cruceiro y más abajo una iglesia románica, la Iglesia de Xulián do Camiño, con su cementerio incluido, como no. A la salida también podemos ver un antiguo y pequeño lavadero y lo que supuse que era una pequeña alberca, no sé si para lavar o para que beban los animales, allí no había señales de nada en particular. En esta etapa ya se empezaba a ver un entorno mucho más rural y natural en comparación con la etapa anterior. Los paisajes eran muchos más bonitos, bosque de robles, de eucaliptos, campos de pasto, algunos pasos de río y animales pastando eran de las cosas que podíamos ir disfrutando. Pasado San Xulián do Camiño la siguiente aldea fue A Grana, que algún granadino gracioso pasó por allí y le puso el acento a la palabra Grana, convirtiendo el cartel del pueblo en “A Graná” y cambiando totalmente su significado. Allí nos encontramos campos de maíz, lo cuales veríamos muchos a lo largo de los días. Me llamó mucho la atención un bar que tenía una gigantesca concha, y si así era la concha, ¿¡cómo sería la vieira!? Seguíamos viendo hórreos a lo largo de la ruta, de todas clases, estos son un ejemplo: La etapa estaba siendo muy relajada. Los caminos no tenían muchas subidas y tampoco había bajadas bruscas, estaban asfaltados o eran de tierra y se caminaba muy bien por ellos. En algunos tramos parecía que los árboles te abrazaban y si mirabas a lo lejos veías como desaparecía el camino. Esto de noche tiene que dar un miedo… tipo película de terror… Un kilómetro después de que casi nos comieran los árboles pasamos por la aldea de Campanilla, que es la última de Lugo y en seguida nos plantamos en O Costo, primera aldea de A Coruña. Cuando llegamos a O Coto hicimos una pequeña parada para comer algo. El bar donde paramos no era caro, el plátano solo me costó cincuenta céntimos, aunque la señora que atendía era la típica señora mayor de pueblo pequeño con muy mal humor. Yo entré a pagar mi refresco y el plátano, y el camarero me dio el refresco y me dijo, coge tú el plátano de las canastas de fuera. Yo le pagué y salí a coger el plátano, la mujer se ve que no me vio pagar y mirándome con cara de pocos amigos le pregunto al camarero en gallego que si había pagado (la mujer se pensaba que el gallego solo lo hablaba ella y el camarero de allí, porque entenderla la entendí) y ya hasta que no me fui no me quitó el ojo de encima, por eso la mujer no me cayó muy bien. Así que si no queréis comer con unos ojos mirándoos la nuca ir al bar de en frente que tiene un peregrino tamaño real con el cual te puedes hacer una foto muy chula. En la siguiente aldea, Leboreiro, nos señalan el camino con esta singular flecha: En ella podemos ver también una casa con unos pitufos que daban miedo, un canasto gigante que se usaba antiguamente para guardar maíz y la Iglesia de Santa María de Leboreiro (con su cementerio adjunto). Algo curioso que me pasó en esa iglesia es que todas las fotos que eché de ella por dentro salían borrosas, y diréis que tenía el objetivo mal enfocado, pero no, lo enfocaba y al echar la foto salía desenfocada y ya después de cinco fotos malas me dio mal rollo y me fui de allí. Al salir de la aldea había un montón de vacas pastando por allí y fueron el centro de atención de todos los peregrinos, sobretodo de los más pequeños. Un puente de piedra nos saca de la aldea. Y como no, si hay vacas pastando, hay montoncitos de hierba y paja envueltos en plásticos. Eso fue lo más feo del sitio. Pasado Leboreiro viene un tramo feo a través de muchas fábricas, aunque el olor no es malo, olía a comida. Hay una travesía recta con varios monolitos con los nombres de la Orden de los caballeros de Santiago y una Cruz de Santiago. Pasadas las fábricas nos adentramos en nuestro entorno natural, volvemos a envolvernos de árboles y arbustos. Llegamos a Furelos y cruzamos el río por el puente medieval. En el río había una señora lavando a mano, como se hacía antiguamente. Las vistas del pueblo desde el puente eran preciosas. En el pueblo podemos visitar la Casa Museo de Furelos, que la entrada es gratuita y podemos ver productos típicos de la zona, la decoración típica de las casas, fotos del pueblo y podemos hacernos una foto de un pulpo con nuestra cara. También podemos ver la Iglesia de San Xoán de Furelos. Ya solo nos falta poco más de un kilómetro para llegar a Melide. Era la una de la tarde cuando llegamos y no nos lo pensamos ni un segundo al pasar por aquel mesón antiguo paramos directamente a comer. Una tapa de queso y un filete de ternera con patatas y huevos fue lo que comí aquel día, que rico estaba todo y lo mejor es que comer me costó menos de diez euros. Después nos fuimos a descansar y luego a media tarde salimos a ver el pueblo. En Melide se nota la afluencia de más gente, eso se debe a que el camino francés (el que estoy haciendo) y el camino primitivo se juntan en este pueblo. En la plaza del Ayuntamiento podemos encontrar la Capilla de San Antonio y el Museo de la Terra de Melide, que es de entrada gratuita y podemos ver Melide a través de la historia. Sus utensilios de trabajo, las distintas profesiones que se ejercían, las vestiduras del lugar, como eran las casas hace años, sus utensilios y más cosas sobre la cultura gallega. Por último la Iglesia de San Roque, que está en pleno Camino de Santiago. Y aquí acaba nuestro día, a descansar que la siguiente etapa sería otro día.
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