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AlexMexico

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  1. Repasando los almanaques escolares de todo el mundo, España es uno de los países que más ha adquirido la fama de ser adicto a los días feriados. El ocio y las festividades semejan rebosar el calendario de niños y jóvenes ávidos por cada asueto permisible en todo el año Una de las vacaciones cortas más famosas es el día de todos los santos, celebrado en la mayoría de los países católicos el primer día de noviembre (en México el día de los muertos). Si bien es una tradición originalmente cristiana, para la mayoría de los jóvenes españoles significa dos días de fiesta, siendo la ocasión perfecta para disfrazarse con el mejor (o más ridículo) atuendo que encuentren en su ropero. La multitud de fiestas que se llevarían a cabo en las menudas discotecas y pubs de Santiago de Compostela ya habían repartido sus entradas y las invitaciones a mi cuenta de Facebook no paraban de llegar. Pero eran dos días libres que no pensaba pasar en la misma ciudad de siempre. No teniendo toda España frente a mí Y antes de que surgiese cualquier plan, mi vieja amiga Henar me contactó desde Madrid proponiéndome lo mejor que había oído hasta entonces. Un road trip a Granada, la perla de Andalucía Después de México (donde nos conocimos) Henar había hecho otro intercambio estudiantil en la paradisiaca isla de Puerto Rico. Allí conoció a Alex, una pequeña y simpática chica francesa, quien ahora realizaba otro intercambio en Madrid (vaya si el mundo no me parecía pequeño ahora). Con los tres reunidos en el mismo país, no había mejor pretexto que hacer un viaje juntos. Y el día de todos los santos era la mejor ocasión. Aunque para ser honesto algo empezaba a preocuparme mucho. Mi cuenta de débito. Mi último capricho (sí, mi viaje a Ibiza) me había costado casi lo que presupuestaba para un mes entero de vida en España. Y eso no quería decir otra cosa que debía cuidar más de mi dinero En mi búsqueda por lo más barato, abrí todo mi abanico de opciones. Cooperar para los gastos de gasolina de Madrid a Granada era buena idea. Pero debía llegar a Madrid desde la lejana Galicia. Esta vez Ryanair (la aerolínea más barata de Europa) no ofreció vuelos muy baratos para viajar a la capital durante todos los santos. Así que me aventuré a descubrir Blablacar. Para quien no ha oído hablar de ello, se trata de una app y sitio web destinado al covoiturage (compartir coche). Los usuarios llenan un perfil vinculado a Facebook y los conductores registran sus viajes con fecha y destino, especificando el número de asientos libres en su auto y el precio a cooperar por pasajero (Blablacar aconseja los costos individuales basado en la distancia y el promedio de gasolina gastada). Así, un viaje de Santiago a Madrid en un asiento trasero me costó €24; 16 euros menos que un ticket de tren. Y para ser sincero el viaje no me generó queja alguna. Aunque el coche iba lleno, la utilización de la aplicación era mucho más fácil de lo que había pensado. A pesar de no tener referencias y no tener que pagar por adelantado, la sola idea de compartir auto me hizo ). Una vez en Madrid volví a reunirme con Henar y su familia para otra cena en su amena casa de Carabanchel. Al día siguiente recogeríamos a Alex y empezaríamos la travesía a la histórica comunidad de Andalucía. Granada se encuentra en un estratégico punto al sur de la península, a unos 400 km de Madrid. Serían necesarias unas 4 horas para llegar. Pero olvidamos un pequeño detalle: era puente vacacional, y la carretera estaba por demás repleta El tráfico estaba completamente atascado y no había forma de esquivarlo. A vuelta de rueda avanzábamos metro por metro, aguardando un pequeño milagro que nos permitiese agilizar nuestro arribo Habíamos reservado una habitación en un hostal. Pero un primo de Henar, oriundo de Granada, nos había ofrecido alojo en su apartamento. Nuestro objetivo era llegar a instalarnos y conocer de la ciudad en una de sus mejores formas: saliendo de fiesta. La noche ya había caído por completo, y el móvil no dejaba de sonar. Sergio, el primo de Henar, desesperaba y nos apuraba para poder aprovechar la noche. Pero no había mucho que pudiéramos hacer Después de más de 6 horas en aquella autopista (que nunca olvidaré a pesar de la oscuridad en la que nos conocimos) entramos agobiados a la ciudad. Tras cancelar la reserva nos condujimos directamente al piso de Sergio, ubicado convenientemente en una zona céntrica. El piso era bastante cómodo, y lo teníamos prácticamente a nuestra disposición. Y si bien ya era medianoche y mirar a la cama era bastante tentador, habíamos prometido salir de fiesta No habíamos cogido ningún disfraz para el día de los muertos. Pero ¿qué más daba? Estábamos en Granada, la capital europea para los Erasmus, ícono de las tapas y de la inagotable fiesta española Y para comenzar, Sergio nos dio a probar algo especial. La bebida de hierbas prohibida, convertida en toda una leyenda en Europa y el mundo, de la que solo había oído hablar en películas y series: el Diablo Verde, la absenta. Esta antigua bebida francesa que cobró fama durante la belle époque ha sido tan controversial desde su nacimiento que hasta hoy sigue estando prohibida su producción y/o venta en muchos países… pero España no es uno de ellos Para ese entonces yo no conocía absolutamente nada sobre el ajenjo, y sin pensarlo más decidí calmar mi estrés post-viaje con un fuerte y rápido shot. Casi sentí penetrar el alcohol en mi sangre al instante en que lo ingerí Según la botella, aquel compuesto poseía un nivel etílico mayor al 80%. Ahora veía por qué su venta es tan controlada, y por qué lo pintan como fuente de la locura y la alucinación nocturna Con aquel sabor a anís y mi cuerpo dando vueltas, salimos con Sergio hacia casa de uno de sus amigos, para después acudir a uno de los clubes más grandes y famosos de Granada, donde múltiples salas con estilos de música diferentes nos acogieron durante una larga y alocada noche. La discoteca era inmensa, y caminar entre la multitud podía significar perder a mis amigas, sobre todo con tal cantidad de alcohol aún recorriendo mis venas. Un sudor frío comenzó a marearme y Alex y Henar me llevaron a la terraza; y mientras el sol comenzaba a salir y ellas fumaban un cigarrillo, yo yacía en el suelo temblando como un menesteroso Nadie me había advertido lo intensamente fría que Granada podía llegar a ser. Nadie me dijo que debía coger un abrigo mucho más grande. Nadie me dijo que beber absenta haría que mi presión bajara casi hasta llegar a cero Y así fue como una combinación diabólicamente perfecta me dio una noche inolvidable en la perla andaluza Una noche que acabó con un exquisito kebab (comenzaba a creer que aquel sándwich turco irónicamente se convertiría en mi comida favorita en toda Europa… son simplemente irresistibles). Granada nos había mostrado su cara más salvaje. Ahora era tiempo de conocer un lado un tanto menos destructivo Al siguiente día, con una leve resaca y tras dormir hasta después del mediodía, nos reunimos con Carmen, otra amiga de Henar, justo frente a la plaza de toros. Plaza de toros de Granada Afortunadamente las tardes en Granada eran mucho más cálidas, y bajo un pronto ocaso caminamos hacia uno de los barrios más célebres de la ciudad. El Albaicín. Calles de Granada Este alto vecindario, visiblemente separado de la ciudad, se cree que existió desde antes de la llegada de los musulmanes a la península. Sin embargo, fueron estos en su mayoría quienes dotaron al barrio de su identidad, que ha sobrevivido durante varios siglos. Entrada al barrio del Albaicín El Albaicín solía ser un arrabal durante la época de los moros, y tuvo su esplendor durante el reino nazarí. La esencia mozárabe puede ser percibida en cada rincón de aquella laberíntica comunidad. Sus estrechas y curvas callejuelas están repletas de tiendas y restaurantes al puro estilo de los países islámicos, luciendo lo mejor de sí. Desde calzado y vestimentas para la danza del vientre hasta las famosas shishas. Es en Granada y es en el Albaicín donde todos podemos recordar las raíces de la cultura, la identidad y la lengua hispánica que poseemos más de 500 millones de personas en el mundo, indudablemente influido por los árabes que dejaron un legado de casi siete siglos de presencia en la península ibérica El Albaicín es considerado hoy un distrito de Granada, y posee de hecho varios barrios en su interior. Uno de los más célebres es el Sacromonte. En las laderas de un cerro antiguamente llamado Valparaíso, al este de Granada, una serie de cuevas talladas en sus paredes dieron lugar a las primeras viviendas del Sacromonte. Se cree que fueron cavadas por esclavos negros (según una leyenda) o por las primeras oleadas de gitanos que arribaron a España en el siglo XV, tras la expulsión de los musulmanes y judíos del reino. La mezcla entre el legado islámico, la presencia española y los gitanos recién llegados dieron lugar a este mágico lugar, hoy serpenteado por casas blancas con tejados y huertos que se ofrecen como restaurantes o bares, mientras la mayoría sigue manteniendo su identidad gitana. Se cree, de hecho, que el famoso flamenco nació en el Sacromonte. Si bien existen infinidad de hipótesis sobre el origen del flamenco, es imposible negar que su esencia posee numerosas influencias gitanas. Tanto la totalidad del Albaicín como el flamenco han sido ya declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, marcando así la importancia y la propia identidad de Andalucía, que poco a poco ponía en manifestación su visible diferencia con el resto de España Pero para mí, lo mejor del Sacromonte fue sin duda su idónea localización, en lo alto de las serranías al oriente granadino. Un mirador perfecto para admirar lo mejor de la ciudad, y el lugar más visitado por los turistas en toda España: la Alhambra. También parte de la lista de patrimonios de la UNESCO, la Alhambra ha cavado con creces su reputación y su posicionamiento como uno de los sitios más atractivos a visitar, no solo en España, sino en el mundo entero, habiendo sido una de las finalistas en el concurso de las siete nuevas maravillas del mundo, título que probablemente merecía ganar. La monumental Alhambra denota el álgido punto de gloria en el que vivieron los reinos musulmanes en España, en particular el Reino Nazarí, autor indisputable del complejo arquitectónico. Henar, Alex, Carmen y yo frente a la Alhambra El califato musulmán establecido en el sur de la península fue el último reducto que permaneció en España hasta su expulsión por los reyes católicos. Pero dejarían una extraordinaria herencia que tocaría la perfección artística de aquella ciudadela La ciudad fortificada de la Alhambra, como bien ya dije, es el lugar más asediado por los turistas en todo el país. Ello quería decir que las entradas para su visita son bastante controladas, y hace falta comprarlas con anticipación. Así que bajamos del Sacromonte hasta el llamado Paseo de los Tristes para encontrar una tienda que, con suerte, nos vendería entradas. Paseo de los Tristes Hallamos una pequeña máquina expendedora de tickets donde se podía pagar con simples billetes. De forma bien afortunada pudimos coger los tres boletos por el precio normal de acceso (14 euros en aquel entonces ). Sería al otro día que visitaríamos aquel prodigio árabe, y dedicamos el resto de la noche a recorrer el centro de la ciudad. Nos dirigimos a la zona de la catedral, en la que reposan los restos de los reyes católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, quienes culminaron la guerra contra los moros precisamente en esta ciudad, razón por la que se les enterró allí. Fuera de sus muros, una infinidad de comerciantes ofrecían todo tipo de producto a la venta. El más cautivador de ellos, a mi gusto, fue mi nombre escrito en grafías árabes En el ala norte nos topamos con un grupo de músicos de la Universidad de Granada, quienes interpretaban melodías clásicas para el deleite de los transeúntes. La universidad recibe la mayor cantidad de estudiantes de intercambio del programa Erasmus en toda Europa. Y ahora me daba cuenta de qué la convertía en una villa tan demandada, y era justamente allí donde yo quería realizar mi intercambio. No todo se puede en esta vida El ambiente relajado y meramente regocijante de los andaluces hace toda la diferencia. Siempre habrá una sonrisa en cada uno de ellos. Gritos, abrazos, apretones de manos, baile, canto o el zapateado flamenco. Por alguna u otra cosa ellos siempre harán de nuestro día algo más feliz Algo bueno de Granada es que no da la sensación de estar en otro lugar del mundo, en otro estado, en otro país. Penetrar en sus antiguos barrios es como viajar directamente hasta los desiertos arábigos. Prueba de ello fue nuestra merienda en un restaurante árabe en uno de los callejones del Albaicín. Desde los arcos de punta y los tapetes hasta les pequeñas mesas y las shishas en ellas. Música, inciensos, colores y texturas. Cada parte de mí se había ya transportado más allá de España (quizá cruzando la frontera hasta el vecino marroquí). Y es que nunca creí que sería en España donde degustaría por primera vez el cuscús, el houmous y el té árabe Una cautivadora experiencia que valdrá la pena recordar. Y si bien la fiesta, los barrios gitanos, los intercambistas, la célebre Alhambra y la cultura árabe forman buena parte de la plural identidad granadina, no se puede dejar de lado su cultura española. Por supuesto, hablo de las tapas En más de dos meses en España había pasado por todo tipo de bar de tapas. Desde los chorizos y las cañitas de la capital hasta los quesos y vinos gallegos. Pero Granada superó todas mis expectativas Por tan solo dos euros por una cañita (pequeño vaso con cerveza de barril) o un tinto de verano (vino con soda de limón) un bar tapero nos ofreció un plato entero con ensalada de pasta, papas fritas y un bagel relleno Tapas en Granada No cabía duda que era el mejor precio que había encontrado hasta ahora en toda España. Incluso para mí parecía barato, con una moneda tan devaluada Granada había podido cautivarme en todos sus aspectos. Pero lo mejor siempre aguarda para el final. Y al día siguiente subiría hasta la fortaleza musulmana que me regalaría un viaje más al pasado hispano.
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