Saltar al contenido

AlexMexico

Usuario 5
  • Contador de contenido

    5602
  • Registrado

  • Última visita

  • Días Top Escritor

    612

Todo el contenido de AlexMexico

  1. Si tienes de 15 a 20 días yo me inclinaría por, quizá, hacer un road trip por la costa este de la isla. Desde Melbourne al sur hasta Mackay, justo al frente de la Gran Barrera de Coral donde, por supuesto, tomaría un tour No se si Canberra tenga muchas cosas que ver, pero en cuanto a grandes ciudades te recomendaría más Sidney, Melbourne ​o Brisbane.
  2. Tras apenas una noche en la ciudad costera de Valencia mi amigo Óscar me acompañó hasta las oficinas de ESN (Erasmus Students Network), la agencia estudiantil que me había convencido de costear aquel viaje tan poco fraguado que apenas podía creer que estaba allí parado Allí, se preparaban a salir Davide y Karina, un italiano y una letona que, de hecho, hablaban un perfecto español. Ambos eran los encargados de tal asociación en Valencia y, por tanto, quienes me habían enlistado en mi próxima aventura. La cita no era en la oficina. Pero para facilitarme las cosas, ambos me ofrecieron ir con ellos hasta el muelle, de donde zarparíamos con el resto del grupo. Me despedí entonces de Óscar, quedando a mi merced por primera vez, con gente a mi alrededor que me era completamente desconocida Tendría ahora que encarar al verdadero reto de un intercambio cultural: conocer extranjeros sin nadie a mi lado que me presentase, que me acompañase ni me conociese Pero apacigüé todo nervio, y antes de partir decidí cruzar la calle y comprar lo que sería una buena forma de hacer amigos en cualquier parte del mundo y en cualquier situación: cerveza Tras guardar las latas en mi atestada maleta, subí con Davide y Karina al coche. Condujimos hasta la zona portuaria de Valencia, donde caída la noche, el pequeño grupo de Erasmus aguardaba por nosotros en la zona de abordaje. Estudiantes de todo tipo, en su mayoría europeos, habían empezado ya a presentarse unos con otros. Me acerqué con cautela y, sorprendentemente, un acento mexicano fue lo primero que pude notar Y no se trataba solo de Paulina, una chica norteña residente en Texas que hacía su intercambio en la Universidad de Valencia, sino también de Pablo, un toluqueño estudiante de arquitectura. Haciendo a un lado la seguridad que toparse con paisanos puede brindar, pasé mis manos saludando a cada persona que llegaba, hasta que el grupo entero se formó en la sala de espera. Parecían todos ser muy majos, y todo apuntaba a que el incómodo tour que hice en Porto no se repetiría más, pues el grupo no era de hecho nada numeroso. 22 almas serían las que me harían compañía durante los próximos cinco días. Alemanes, españoles, inglesas, brasileñas, francesas, serbias, marroquíes y mexicanos… Nos preparamos para pasar el control de seguridad, donde supuse que mis cervezas terminarían en la basura. Pero la suerte estaba de mi lado, y el gendarme ni siquiera lo notó, o posiblemente estaba de muy buen humor Arrastrando nuestras valijas nos dirigimos al ferry que nos llevaría hasta la emblemática isla de Ibiza, joya del Mediterráneo y capital mundial de la fiesta Como mi primera vez en un ferry raramente imaginé la magnitud de la embarcación Algo semejante a un catamarán turístico era lo que en principio había venido a mi mente. Pero se trataba de un enorme bote destinado a transportar no solo pasajeros, sino autos, materias primas y todo lo necesario para que la población de toda una isla pudiera sobrevivir. El ticket del ferry iba ya incluido en el precio del viaje. Más comprendía solo nuestro transporte, y no un camarote donde dormir. Nuestra jornada de 6 horas (12 a 6 am) significaba que tendríamos que conciliar el sueño en donde pudiésemos acomodarnos. O bien, no dormir. ¿Quién necesitaba dormir en Ibiza después de todo? Además, los precios de los camarotes ascendían a unos estrepitosos ¡100 euros por noche! ¡¿En qué diablos estaban pensando?! De cualquier manera, Karina consiguió uno para guardar nuestro equipaje, y así cogimos solo lo necesario para pasar la noche a bordo de la enorme embarcación. El ferry contaba con un restaurante, un bar, una sala de cómputo y wifi en su interior. En la parte superior se encontraba el área lounge, con música chill out y una barra de bebidas. Por supuesto, el lugar perfecto para empezar a conocernos A medida que el barco zarpaba y dejábamos atrás las luces de Valencia y su zona portuaria todos comenzamos a conocernos y presentar un poco de nuestras vidas a los otros. Alex era un chico valenciano ejerciendo la medicina en un consultorio de la ciudad. Su novia Lucía lo acompañaba. Yasmina era una joven marroquí que hacía su posgrado en Valencia. Pablo estudiaba arquitectura en México y ahora realizaba su intercambio en la misma ciudad. Mientras Sanja (pronunciado como Sania) era una excéntrica estudiante serbia que hacía su máster en España a través del programa Erasmus Mundus. Todos tenían una interesante historia que contar. Pero todos coincidíamos en algo: buscábamos descubrir la vida nocturna y las playas de Ibiza, y eso fue algo que rápidamente nos unió Pasamos extensas horas hablando sentados en los muebles de la cubierta, y a pesar de las altas horas de la madrugada, el viento mediterráneo se percibía cálido y bastante húmedo. Algunos exploramos un poco el resto de la proa, descubriendo unos camastros de sol donde pudimos tomar una larga siesta, al saltar de la brisa marina que golpeaba nuestros rostros. Antes del amanecer, volvimos a la sala interior, donde un café reavivaría nuestros cuerpos, mientras arribábamos a las aguas de las Islas Baleares. El equipo hacia Ibiza Con bastante cansancio, pero con la mejor actitud por delante, descendimos del barco con las pestañas casi unidas. Ahora nos encontrábamos en la famosa ciudad de Ibiza, que resulta no ser lo mismo que la isla de Ibiza. La isla se extiende por 572 km² al sur del archipiélago de las Baleares, y en ese terreno se yerguen tres principales núcleos urbanos: Ibiza, San Antonio y Santa Eulalia, de los cuales el primero es el más grande y poblado de todos. Así mismo, por su incomparable fama, suele ser el lugar más caro y cotizado por los viajeros. Por ello nuestro hotel se reservó en la comunidad de San Antonio, con precios mucho más asequibles. Entre San Antonio e Ibiza hay unos 15 km de distancia, distancia bastante corta comparada con la que nos separaba de muchas de las playas famosas, las discotecas más célebres y los maravillosos paisajes desde los acantilados costeros. En vista de los altos precios y de la poca conveniencia de movernos en transporte público, lo mejor para todos sería rentar coches ESN había ya reservado algunos autos en una agencia del aeropuerto, a donde rápidamente nos dirigimos mientras formábamos cuadrillas de viaje. Alemanas con brasileñas, alemanes con inglesas, francesas con españolas… por suerte, no tuvimos ningún problema en separarnos en grupos de cinco. Y Lucía, Yasmina y Pablo fueron los elegidos para viajar conmigo a bordo de uno de los cinco Ibizas (vaya coincidencia). Y con la mejor de nuestras suertes, Alex se ofreció como nuestro conductor designado. Alex no necesitaban del alcohol para divertirse, y eso era de respetarse. Al final, podríamos conducir a los clubes sin tener que preocuparnos por los retenes de seguridad. Mis noches en Ibiza parecían haber tomado rienda suelta Los cinco Ibizas en Ibiza Mientras el sol se levantaba condujimos hacia la parte oeste de la isla. Al igual que en Valencia, los letreros en catalán aparecieron repentinamente. Si bien poco sabía que la comunidad balear era su hablante nativa, la intensa explotación turística de la isla hace que, probablemente, el inglés sea incluso más hablado que el catalán o el castellano. En pocos minutos llegamos a San Antonio. Nos registramos en el hotel y nos dirigimos a nuestras habitaciones, divididos prácticamente al azar por Karina y Davide. Compartir el cuarto con Willi, el alemán, sería interesante. Pero hacerlo con Sanja, la extravagante rubia serbia lo haría todavía más sugestivo. Y una imagen vale más que mil palabras. Si me había preguntado qué podría llevar en aquella enorme maleta rosa, al llegar a nuestro cuarto todo cobró sentido Ahora sabía que si quería tomar una ducha sería mejor hacerlo antes de que ella se adueñase del baño Convenientemente todas las habitaciones contaban con una pequeña cocina, lo que nos ahorraría grandes cantidades al pasar de comer fuera Tomamos una fugaz siesta y volvimos a los coches. Si queríamos conocer la isla no había tiempo que perder. Davide visitaba Ibiza frecuentemente, y conocía los mejores rincones de pies a cabeza. Él sería nuestro guía por los próximos días, y depositamos completamente nuestra confianza en él. Nuestra primera parada fue al extremo sur de la isla, a orillas de un enorme acantilado de piedra rojiza, apenas moteado por la vegetación. El día que apenas despejaba el cielo revelaba la silueta de dos pequeños islotes rocosos que surgían de una delgada niebla. El famoso islote de Es Vedrá es de hecho un Parque Natural que, pese a su escasa extensión de suelos y exposición al viento marino, alberga varias especies vegetales endémicas, además de ser uno los lugares de reproducción de aves rapaces más activos. Alex, Pablo y yo El acceso a su superficie y alrededores está controlado por las autoridades. Fuese como fuese, las vistas desde el cabo eran anonadantes, y nos fueron suficientes para comenzar nuestra jornada Después de una buena foto grupal, volvimos al camino para aprovechar la hermosa y soleada tarde. Davide nos había prometido explorar los sitios menos conocidos y visitados en Ibiza. No obstante, había algunos imprescindibles que no nos podíamos perder. Y la cala Conta era uno de ellos. A pesar de lo que se diga, en Ibiza no encontramos playas. Encontramos calas. Se tratan de pequeñas extensiones del mar que penetran en la tierra y que se rodean por rocas. Es básicamente una ensenada pequeña. Y los rocosos acantilados que bordean toda la costa de Ibiza hacen que las calas sean los puntos turísticos más concurridos. La cala Conta se encuentra en uno de los puntos más occidentales de Ibiza, no muy lejos de San Antonio. Sus aguas son extremadamente azules, de tonos turquesas. Aunque cabe decir que la mayoría de las aguas alrededor de Ibiza poseen el mismo color. Su belleza incomparable, que la distingue del resto, radica en las hermosas vistas que se ofrecen desde su costa, debido al atolón de islotes rocosos que se yerguen frente a ellas, y que le dan a la playa una postal única Antes de bajar por las pendientes de roca decidimos subir a ellas y acudir a un restaurante, donde preferí solo hacer compañía a mis nuevos amigos y guardar mi hambre hasta llegar al hotel. 4€ por una coca cola y 14€ por una hamburguesa no eran precios que se acomodaran a mi presupuesto Una vez con el estómago lleno fue momento de bajar y sumergirme por primera vez en las aguas del mar Mediterráneo. Octubre y el otoño apenas habían dado comienzo, y aunque la temperatura ambiente era bastante cálida, el agua a mi parecer se hallaba demasiado fría Menos mal que pude bañarme y aguantar al menos unos 10 minutos en el agua sin sufrir de hipotermia, al contrario de las aguas de Galicia, donde hundir el dedo meñique fue suficiente para congelarme. Problemas comunes para alguien del trópico El resto de nuestra tarde la pasamos al calor del sol, acostados sobre una cama de piedra rojiza que parecía reflejar los rayos y darnos el mejor bronceado para lucir en nuestro viaje Al atardecer volvimos a San Antonio. La noche llegaba y todos sabíamos lo que nos esperaba. Estábamos en la isla con la mejor fiesta de todo el mundo. Y era casi la razón por la que habíamos viajado hasta allí. Era octubre, y las closing parties habían dado comienzo Hasta entonces, todos teníamos la sensación de que Ibiza era mucho más tranquila de lo que habíamos imaginado. Sobre todo en San Antonio, donde la gente se paseaba ante nuestros ojos sin alguna señal de estado etílico o psicotrópico Pero Davide tenía la mejor estrategia. Nos condujo a todos con uno de sus amigos, quien al parecer nos daría los mejores precios para acceder a las discotecas. Eran múltiples los clubes que aquel fin de semana cerrarían su mejor temporada del año con una enorme fiesta de clausura. Y todos ellos sonaban a mis oídos como grandes sueños de mi pubertad: Space, Amnesia, Ushuaia, Bora Bora, Privilege... Pero el más altisonante de todos era sin duda alguna Pacha, el hogar de los más famosos DJs del planeta, ídolos de mi adolescencia y mi discografía personal Aunque cada quien compraría los boletos que quisiera, la mayoría nos decidimos por acudir a las fiestas en Privilege y Pacha. La lista era enorme, pero los precios lo eran aún más. Y gastar más de 80€ en el acceso a dos o tres night club no era una opción, al menos no para mí Así, volvimos al hotel con dos pulseras en nuestras muñecas, y con las provisiones necesarias para sobrevivir a nuestros días. Pan, pasta, pollo y ensaladas serían nuestra salvación y nuestra cena casi todas las noches. No podíamos quejarnos, al menos teníamos dónde cocinar Los víveres incluían también la materia prima para cada noche. Por supuesto, hablo del alcohol Cerveza, ron, whisky y absenta. Cada quien cogió su botella y, como si no hubiera un mañana, bebimos su interior hasta no dejar una sola gota en su rastro. El equipo precopeando en San Antonio Si bien ya estaba acostumbrado a los tardíos horarios en los que en España se lleva la fiesta, no creí que en Ibiza todo lo bueno empezara hasta pasadas las 2 am Y aunque yo quería irme antes, nos quedamos en el hotel bebiendo hasta exactamente las 2, momento en el cual salimos hacia Privilege. Alex y Lucía pasarían la noche en el cierre de Lío, otro club para el que ya tenían invitación. Pero no debimos preocuparnos por el transporte. Privilege lo tiene todo preparado para sus clientes y cada noche varios buses salen desde San Antonio hasta las puertas de la disco. Nunca creí que un autobús podía ser tan divertido. Pero en Ibiza, al caer la noche, la fiesta está prácticamente por todas partes Desde el chofer hasta el último ebrio en subir, todos gritaban como si la noche les perteneciera. Y era verdad. Éramos nosotros y la noche. Ibiza estaba a punto de mostrarnos lo mejor de sí La razón por la que desde hace algunas décadas ha devenido en la capital mundial de la fiesta y la música electrónica. A mitad de la carretera entre Ibiza y San Antonio el bus se detuvo. Todos descendimos. Y allí, en medio de aquella remota isla, nos dispusimos a entrar a la discoteca más grande del mundo. Es eso lo que se nos había dicho. Y vaya si lo parecía Como bien nos habían advertido, lo verdaderamente bueno no había todavía comenzado. Pero el lugar poco a poco se seguía atestando. Una piscina en el medio del club enmarcaba al DJ y al letrero que anunciaba una de las fiestas electrónicas más famosas e importantes del mundo: SuperMartXé. Esta casa de entretenimiento nació en España y ha llevado a cabo residencias en muchos de los clubes de Ibiza, siendo Privilege donde cobró mucha mayor fama. Es célebre por el montaje de sus escenarios, efectos especiales y, por supuesto, por tener a los mejores DJs del mundo No tardé en darme cuenta cómo funcionaban las noches en Ibiza. Entras al club, sales, bailas, descansas. Buscas una copa, buscas un shot. Vas al baño, un hombre se acerca a ti. Te ofrece spliff, te ofrece cristal, te ofrece de la blanca. Te niegas y sigue buscando. Dos chicas inglesas me ven. Me preguntan por el sujeto. Ellas lo siguen y le compran una bolsa de pastillas. Su absenta no fue suficiente. Toman éxtasis. Están high. Sigue la fiesta. Y nunca termina Para los amantes de los estupefacientes, Ibiza es el paraíso. Ibiza ama a los turistas. Ama a los ebrios. Ama a quienes se drogan. Gastan dinero, y eso es bueno. Cada disparo de humo en una discoteca vale 500 euros. Cada DJ vale miles de euros. Ibiza es el paraíso. No hay más que decir. Ingleses, alemanes, gringos, guiris. Todos buscan lo mismo, y lo encuentran aquí. Pasadas las horas, llegó el momento que muchos esperaban. El show estaba por comenzar, y las luces iluminaron un enorme castillo que simulaba al de DisneyWorld. El intro del Rey León empezó a escucharse. Bailarinas colgando de telas dieron inicio al baile. La multitud coreaba la canción. Y el DJ se preparaba para lo mejor. El humo y las luces hicieron que me perdiese dentro de mí mismo, quizá no tanto como el resto de jonkies a mi alrededor Volteaba a todos lados, viendo a todos, buscando a nadie. Era simple. Estaba en Ibiza, y no lo podía creer. Nunca había visto algo parecido. Nunca había vivido algo parecido. Había soñado con ello muchos años atrás, y a mis 21 años ahora lo hacía Ibiza es la capital mundial de la fiesta y me lo estaba demostrando con creces. Y tenía mucho más preparado para mí los próximos días, para los que no podía esperar Pueden ver un pequeño video de cómo se vive una noche de locura en Privilege:
  3. Hay ciudades pequeñas y tranquilas donde puedes aprender un italiano muy neutro. Trento o Bergamo pueden ser una de ellas. Si no quieres vivir en el montañoso norte puedes optar mejor por Nápoles. Además su pizza es de las mejores
  4. Cuando nuestros muros de Facebook e Instagram se ven abarrotados por fotos de nuestros últimos viajes la mayor parte de nuestros contactos creen que se trata de viajes que han sido planeados con mucha cautela, y por los que hemos pagado una gran cantidad de monedas. La realidad suele ser muy diferente La comunidad de viajeros estaría de acuerdo en afirmar que el mayor porcentaje de nuestros escapes son eso, una fugaz marcha a nuestros impulsos que apenas unos días o semanas antes han sido concebidos en nuestras cabezas Para mí, la mejor forma de planear un viaje es mirar mi calendario para saber qué días tendré libres, y cuál es el vuelo o ticket de bus que más barato hallo para tal fecha. Pero algunas veces simplemente no sucede así. Muchos de los turistas que llegan a México, sea por dos semanas o un año entero, planean pasar al menos dos noches en las playas de Cancún y la Riviera Maya. Es un destino caro, y enteramente hecho para los turistas. Pero es hermoso, de eso no hay ninguna duda. Cuando supe que viviría en España seis meses no pude evitar pensar, al igual que la mayoría de los turistas, en visitar la paradisiaca isla de Ibiza, la capital mundial de la fiesta. Playas, mediterráneo, música electrónica, las discotecas más grandes y famosas del mundo. No muchos podrían resistirse a ello Sin embargo, con solo imaginarme lo caro que sería resistí toda tentación desde poner el primer pie en la Iberia Pero conocer en Madrid a Óscar, oriundo de mi ciudad natal, sería el acto que cambiaría ese destino Óscar haría el mismo programa que yo. Estudiaría un semestre en Valencia, mientras yo lo haría en Galicia. De costa a costa, la distancia entre nosotros no era nada corta, pero no dudaríamos en vernos si teníamos la oportunidad. Valencia es una cálida ciudad en la costa este de la península, famosa por sus fiestas (las fallas) y sus extensas líneas de playa. Tercera ciudad más poblada de España y una de las de mayor afluencia turística en el país. Pero con todo ese encanto no lograba atraer mucho mi atención Pero hubo algo que lo cambió. La asociación ESN (Erasmus Student Network) de Valencia organizó un viaje estudiantil a Ibiza para los primeros días del mes de octubre. 4 noches y 5 días de hotel; viaje redondo en ferry de Valencia a la isla; descuentos en las entradas a los bares. Y todo por 160€ Sería Óscar quien me persuadiría a apartar mi lugar. Las dudas daban vueltas y más vueltas en mi cabeza. El vuelo a Valencia no saldría tan caro. Tendría que tomarme cuatro días de asueto en la escuela. Pero estaba en España, con dinero y juventud. Vamos, seguro no era el único que lo haría Más una vez con todos mis gastos primarios pagados, Óscar me confesó que él no iría Había contado bien su presupuesto y simplemente no le daba para más ¿Algo le haría pensar que mis cantidades eran superiores a las suyas? Quizá. Pero algo era seguro. No había reembolso, y mi viaje a Ibiza, aunque fuera solo, ya estaba agendado El viaje tenía una razón: asistir a las Closing Parties en los mejores clubes de la isla. Dado el caso, partiríamos en el ferry el primer día de octubre. Por ello, a finales de septiembre llegué a Valencia con algo de temor. Había recibido muchos comentarios sobre la aerolínea Ryanair. Algunos buenos, algunos malos. Fueran lo que fueran, era sin duda la aerolínea más barata de toda Europa. Y pagar 65€ por un viaje redondo de Santiago a Valencia me lo demostró Así, sobreviví a mi primer vuelo lowcost en Europa, para llegar a Valencia un soleado miércoles por la tarde. A penas al salir del metro supe que no necesitaría más de mi abrigo y mis pantalones largos La inmensa humedad y alta temperatura en pleno otoño me retornó por un instante a Veracruz. Y la verdad es que poco extrañaría la incesante lluvia de Santiago de Compostela. A petición de Óscar fui recibido por su buena amiga Sofía, una chica chilena que realizaba su intercambio en la Universidad de Valencia. Después de comer un exquisito Kebab (nada estrictamente valenciano ) caminamos al apartamento de Óscar, donde nos encontramos con él y sus compañeras de piso. Antes de que el sol se ocultara Óscar decidió mostrarme uno de los mayores atractivos valencianos: la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Junto al viejo río Turia (de cuyo cauce ya no queda casi nada) se alza este complejo arquitectónico futurista, que es uno de los más importantes encuentros de arte moderno en todo el mundo. Sus figuras y colores lograron transportar a mi mente a un lugar que nunca conocí en un tiempo que nunca viví. Prácticamente, algo fuera del mundo actual El lugar está compuesto por varias construcciones de exteriores algo similares. Cada uno alberga atracciones culturales, artísticas y de entretenimiento para todos los gustos y las edades. Desde l’Hemisfèric, un planetario con una gigantesca sala IMAX, hasta el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, con una estructura que se asemeja al esqueleto de un enorme dinosaurio. El sitio alberga también al Oceanográfico, el acuario más grande de Europa, donde se dan cabida especies marinas de todos los ecosistemas posibles, desde los humedales y el Mediterráneo hasta las heladas aguas antárticas. Por desgracia el acceso, como era de esperarse, no era del todo barato, y tuve que limitarme a contemplar todo por fuera Cada edificio se rodeaba por un cuerpo de agua, donde sus perfectas siluetas eran reflejadas con la cada vez más tenue luz del sol, incluyendo al paseo botánico l’Umbracle, desde donde podía verse la totalidad del campo artístico. Regresamos andando al apartamento, donde las amigas de Óscar nos hicieron pasar la noche al puro estilo latino, tomando clases de salsa gratis en uno de los clubes cercanos. Es extraño cuando uno quiere sentir lo estrictamente nacional y termina bailando canciones colombianas. En fin, la atracción de los españoles por la cultura latina es algo innegable Al siguiente día, antes de partir a la isla a la medianoche, me dedicaría exclusivamente a conocer el centro de la ciudad, lo que incluía toda la zona vieja de Valencia. Al igual que muchas ciudades españolas, Valencia fue fundada por los romanos siglos antes de Cristo. Aunque pocos vestigios queden de su presencia en esta zona costera. A la caída del imperio varios pueblos habitaron sus tierras. Visigodos, musulmanes, judíos y cristianos. Por supuesto, la mayoría de las edificaciones remanentes datan del reino cristiano. Aunque Galicia parecía tener su lado separatista, sumamente orgullosos de su lengua y su raíz, Valencia me dejó con los ojos en claro. Sinceramente, no tenía idea de que otro idioma era hablado allí El llamado valenciano. No es más que una especie de dialecto del catalán, lengua romance hablada en la costa este de España. Así, era normal mirar en las calles nombres hispanos/catalanes que, para mí, lucían como una combinación de castellano con francés. Así mismo, observar la bandera valenciana (muy parecida a la bandera catalana) ondeando en lo alto de los tejados no era algo por lo cual extrañarse. El centro de Valencia posee edificios construidos en muchas etapas de su historia, desde la reconquista cristiana hasta el siglo pasado, por lo que presenta estilos arquitectónicos muy variados. Pude encontrarme con algunas casonas con elementos muy cercanos al mudéjar (lo que revela el legado del Califato en la ciudad) o de estilos bastante renacentistas. Las múltiples parroquias denotaban fachadas románicas con los característicos colores arenosos de todo pueblo hispano. Y las construcciones neoclásicas resaltaban el contraste de la ciudad. Pero la joya de su casco viejo es sin duda la catedral. Esta iglesia de pinta gótica es uno de los símbolos de la ciudad, cotizando hasta la entrada a su interior a un moderado precio, mismo que pude esquivar haciéndome pasar por un católico ferviente El campanario de la catedral es conocido como el Miguelete, antigua torre datada del remoto siglo XIV. Su peculiar forma y su dominante altura de más de 60 metros la hacen una de las postales más famosas de Valencia. Pero quizá no hay algo más famoso de Valencia que su exquisita paella, conocida hasta mis tierras como la mejor de España. Y no pudiendo irme sin probarla, compré un plato en un pequeño puesto de calle, donde comí la paella más deliciosa de todo mi viaje (sin menospreciar la que la madre de mi amiga Henar me cocinó en Madrid ). Volvimos al piso de Óscar por mis cosas y al anochecer me acompañó a la oficina de ESN Valencia, donde conocería mis nuevos compañeros de viaje con quienes partiría pronto a la isla de ensueño Pueden ver el resto de las fotos aquí:
×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .