Saltar al contenido

Buscar en la Comunidad

Mostrando resultado de los tags 'Folklore y Tradiciones' .

  • Buscar por Tags

    Type tags separated by commas.
  • Buscar por Autor

Tipo de Contenido


Categories

  • Noticias
  • Tips y Consejos
  • Destinos
  • Libros y Guías
  • Reportajes y Curiosidades
  • Excursiones y Rutas
  • Fiestas y Celebraciones
  • Ofertas

Foros

  • Foros por Destino
    • Europa
    • América Latina
    • América del Norte
    • Asia
    • Oceanía
    • Oriente Próximo
    • África
    • Compra - Venta
    • Compañeros
  • Discusión General

Blogs

  • Sur de Italia
  • Avani's Blog
  • Yorkshire, Norte de Inglaterra
  • Montenegro
  • Excursiones y visitas por Cataluña :)
  • Que ver y visitar en Sevilla
  • Norte de Argentina
  • Secretos de Sudamérica
  • Granadina de ruta
  • Encantos de México
  • Pueblos argentinos para descubrir
  • 1 El inicio: Ruta 3 de La Plata a Ushuaia
  • Misterios de Europa
  • Rincones de mi ciudad: Mar del Plata
  • Chiapas, México
  • Veracruz, México
  • Destinos turísticos famosos
  • Historias del Sur de Argentina
  • Ciudad de México
  • 2 Tierra del Fuego: En el Fin del Mundo
  • Lindos rincones y pueblos de Portugal
  • Viajes con sabor a sol y playa
  • 3 Por la mítica Ruta 40
  • México Central
  • Viajes por América
  • Oaxaca
  • 4_Vida y colores del Norte argentino
  • Viaje a recitales
  • 5_ Por los caminos de Bolivia
  • La Europa menos conocida
  • Guatemala
  • Monterrey
  • 6_ Perú, legado de Incas
  • Perú
  • Bolivia
  • Argentina
  • 7. All you need is Ecuador
  • Chile
  • España
  • Alemania
  • Francia
  • Europa
  • Livin' in Australia
  • Polonia
  • Oceanía
  • Italia
  • Visitando Europa
  • Marruecos
  • Bélgica
  • Escandinavia
  • Islandia
  • Reino Unido

Encontrar resultados en...

Encuentra resultados que...


Fecha

  • Inicio

    Final


Última Actualización

  • Inicio

    Final


Filtrar por número de...

Registrado

  • Inicio

    Final


Group


Vivo en


Intereses


Mis Viajes


Mi Próximo Viaje


Mi Viaje de ensueño


AIM


MSN


Website URL


ICQ


Yahoo


Jabber


Skype

Encontrado 266 resultados

  1. Tras dos largos meses recorriendo Sudamérica, fue momento de volver a México. Apenas una semana después de mi retorno, daba comienzo el famoso carnaval de Veracruz, el más grande de todo el país. Y fue allí, con viejos y nuevos amigos, que mis próximos viajes no se harían esperar Con el line up completo de los artistas que se presentarían en marzo de ese año, planeamos un road trip a uno de los festivales de música más particulares al que se pueda acudir. Y que a tan sólo 240 kilómetros de mi ciudad, me sentía un poco azorado de nunca haber asistido Se trata del festival Cumbre Tajín, en su edición 2015, una feria cultural que se desarrolla cerca de la ciudad de Papantla, al norte del estado de Veracruz. Con ceremonias, talleres, danzas, rituales, actos circenses, conferencias, exposiciones, terapias y conciertos, se pone en alto el nombre, no sólo de los innumerables artistas, sino de la antigua y majestuosa ciudad totonaca de El Tajín y su centenaria cultura imperecedera. La combinación de ambos elementos me parecía más que atractiva. Después de todo, ¿un concierto en una zona arqueológica precolombina? No podía pedir mucho más Año con año, los boletos al festival pueden comprarse en línea o adquirirse directamente en las taquillas del parque. A precio de estudiante, pudimos pagar 350 pesos (25 USD) por cada día del concierto El evento se realiza alrededor del equinoccio de primavera (21 de marzo), pero se celebran casi siempre 5 días durante toda la semana, normalmente desde el jueves hasta el lunes. En nuestro caso, decidimos concurrir solamente el fin de semana. Con maletas poco asediadas y diciendo adiós al invierno, partimos justo el 21 de marzo desde la población de Cardel con rumbo a la carretera norte. Alfieri, Amy, Alex, Daniela y yo nos embarcamos junto con Víctor, un chico de Bélgica que habíamos conocido en carnaval gracias a Couchsurfing, la red de huéspedes de la que tanto me había valido los últimos meses Una vez en la ruta, el camino se caracterizaba por los enormes hoyos con que nos topábamos en la carretera de asfalto y la extraña neblina que se dibujaba en todo el horizonte misma que no nos dejaba disfrutar de la costa atlántica que seguimos bordeando. Mientras más al norte nos encontrábamos la temperatura parecía subir más La primavera apenas daba comienzo, pero la densa humedad de la selva baja elevaba la sensación térmica por encima de los 35 grados Celsius Menos mal que, al contrario de mis amigos, iba poco cubierto con una ligera bermuda y una remera sin mangas Unas 3 horas después arribamos a la ciudad de Papantla, antigua población de la civilización totonaca. Papantla ostenta el título de pueblo mágico, debido a su riqueza cultural e histórica. No obstante, a simple vista la ciudad no parece tener mucho que ofrecer al turista. Pero, entre algunas de sus peculiaridades, cabe destacar que Papantla es considerada la cuna de la vainilla como producto de venta mundial ya que los antiguos totonacos la utilizaban como saborizante. Por supuesto, fueron los españoles quienes comercializaron la planta y, más tarde, la esencia del extracto. Es por ello que para muchos es interesante tomar uno de los tours por los cultivos de vainilla más antiguos del planeta. En fin, rápidamente atravesamos las angostas y empinadas calles de la localidad para salir a la carretera al suroeste, misma que nos llevó directamente hasta nuestro destino final. A la izquierda de la ruta apareció el enorme parque temático Takilhsukut, donde los principales eventos del festival se llevan a cabo. Como nos quedaríamos hasta el domingo, debimos buscar un lugar donde alojarnos… y con un presupuesto tan bajo, eso no significaba otra cosa que un lugar donde acampar Afortunadamente casi la totalidad del espacioso campo verde al otro lado de la ruta estaba destinado al parking de automóviles y al camping. Sin vacilar mucho tiempo, pagamos nuestro derecho de piso al encargado y montamos de una vez nuestro campamento, que se componía de dos pequeñas carpas y un auto con nuestro equipaje. Eran no más de las 2 de la tarde, y el calor se seguía haciendo cada vez más presente. A falta de duchas y empapados en nuestro sudor nos dirigimos a la entrada del parque, no sin antes comer algo que saciase nuestro hambriento estómago. Por supuesto, no fue de extrañar que no nos dejasen pasar con ningún tipo de equipaje al complejo, a excepción de los teléfonos celulares, cámaras fotográficas pequeñas y nuestras billeteras. Los alimentos y bebidas estaban por del todo prohibidos ? La multitud avanzaba y se desvanecía poco a poco con cada paso que daba dentro del recinto. Paredes de colores vivos y excéntricamente llamativos decoraban los comercios que recibían a los visitantes, muchos de los cuales se apresuraban a comprar cualquier accesorio que los hiciese sentirse ad hoc al evento en transcurso. Pronto nos vimos sumergidos en las veredas de asfalto canteadas por áreas verdes, que se acicalaban atestadas de turistas, desde el grupo familiar más ortodoxo y proverbial hasta la cuadrilla de hippies más posmodernos que se pudiese encontrar. Cumbre Tajín era, sin duda, un espacio de convergencia de las más distintas bogas contemporáneas, sumamente contrastadas con la legión indígena supuestamente autóctona. La fuerte identidad de los totonacos me hacía dudar si, en su lucha por la supervivencia, habían perdido o modificado los valores que antiguamente regían a su pueblo, viéndose ahora rodeados de foráneos que rara vez buscaban más que un toque a su porro de hierbas alucinógenas para tratar de disfrutar mejor de los espectáculos que tan gentilmente les ofrecían. Cada espacio físico estaba destinado a una actividad diferente: teatro callejero, rituales de danza, talleres de pintura, venta de productos locales… y en la verbena del sitio más asediado de todos (el destinado a la venta de alcohol) nos topamos con Liz y Amairany, dos amigas de la universidad que, para ese entonces, ya cargaban consigo una botella de torito, tradicional bebida veracruzana hecha a base a alcohol de caña con frutos naturales. Nos llevaron hasta el mejor quiosco para adquirir otra botella, pero dados los altos precios alrededor de todo el complejo, muchos optamos por beber cerveza, que por 70 pesos el litro (unos 5 USD) nos dolió hasta el alma no habernos embriagado antes de entrar Con nuestras billeteras resignadas, nos sentamos en la plaza central del parque a beber nuestra cerveza y nuestro torito, y a disfrutar del símbolo inmortal que más caracteriza a los totonacos y a todas las civilizaciones mesoamericanas en el mundo: los voladores de Papantla Aunque Papantla no es considerada por los historiadores como la cuna de esta tradición, fue aquí donde se mantuvo viva durante los siglos de la colonia española, quienes trataron de prohibir toda clase de culto que no fuese católico, lo que acuñó a que se les denominara de esa manera. El ritual de los voladores, proclamada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, consiste en un palo de más de 20 metros de altura; en su punta se encuentra una cruz giratoria (que representa los 4 puntos cardinales) sobre la que baila el caporal, quien toca la música con un tambor y una flauta. A cada extremo de la cruz va atada una cuerda, que en su otro extremo sostiene por la cintura a un volador, quien se lanza al vacío desde la cruz cuando ésta comienza a girar. De tal forma, poco a poco los voladores van bajando mientras dan vueltas alrededor del asta, hasta llegar al suelo, donde forman un círculo abierto. Cuando uno vive en México se acostumbra tanto a este tipo de espectáculos que de cierta manera dejan de ser sorprendentes. Pero es definitivamente algo que vale la pena admirar Terminamos la tarde sentados en círculo sobre el asfalto, hasta que la noche cayó y fue momento de acudir al concierto, el evento más esperado por todos La muchedumbre se aglutinaba bajo una enorme carpa blanca que resguardaba a La Mala Rodríguez, quien sería quien abriera pista para los australianos Empire of The Sun. Al ritmo de la electrónica, las nubes de tabaco y marihuana circundaban el ambiente repleto de adolescentes que no escatimaban en rozar sus cuerpos para bailar. El torito y la cerveza surtían su efecto en nosotros, preparándonos para lo mejor de la noche Los raperos Macklemore y Ryan Lewis encendieron el escenario agitando la bandera mexicana, al momento en que todos los presentes alzaban sus cámaras y móviles para capturar el álgido momento El suelo retumbó a la par de los saltos que todos dábamos al sonar de Can’t hold us y Thrift shop, con lo que terminamos la noche de la mejor manera Amablemente, el clima decidió esperar hasta que regresáramos a nuestro campamento, instante en el que empezó a llover Fueron muchos a quienes no les importó, y se dirigieron sin pensarlo al rave que ofrecía el dueño del camping a las orillas de una laguna Pero nosotros, con poco más que fruta y alcohol en nuestro cuerpo, no teníamos más fuerzas para seguir la noche Al siguiente día casi toda la tropa partiría de regreso a sus hogares. Sólo Víctor, Alex y yo permaneceríamos en el festival. Sin embargo, nadie quiso marcharse sin antes visitar la joya totonaca: la antigua ciudad de El Tajín A sólo 1 km más adelante del parque Takilhsukut se encuentra la larga calzada que conecta con las ruinas del Tajín. Para nuestra suerte, todos los domingos la entrada a los museos y zonas arqueológicas en México son gratuitas, así que no pagamos ni un centavo para disfrutar de ellas Pasando de largo la multitud de comercios, los vestigios de la ciudad se abrieron paso entre la exuberante selva baja, dejando al descubierto los polígonos piramidales de piedra embozados por la prolífica vegetación siempre creciente. Los basamentos típicos de las civilizaciones mesoamericanas denotan la grandeza del pueblo totonaca quienes se cree que establecieron la capital de su imperio precisamente aquí, en el ahora llamado Tajín, que significa Ciudad del trueno. Y como toda ciudad, no carece de su figura modelo. En su caso, es la icónica pirámide de los nichos, símbolo de la civilización y de todo un estado. Es casi el único edificio de la zona sin una cobertura vegetal, quedando todo su mágico esplendor al desnudo. Los nichos en sus costados paralelogramos representan cada uno un día del año, contándose exactamente 365, lo que indica que los totonacos estudiaban los astros, o bien, importaron dicho conocimiento de sus hermanos los mayas. La pirámide, como muchas otras, se cree que fue destinada a cultos religiosos. Y ya que cada uno de sus 7 niveles se ilumina en 7 minutos al alba, los arqueólogos la asocian a la deidad del sol. Seguimos por el resto de la antigua urbe, pasando por sus campos de juego de pelota hasta sus plazas públicas. Peculiares personajes disfrazados a la manera tradicional de los vetustos totonacas se paseaban entre los transeúntes, cobrando algunos pesos por una foto con ellos La intensa humedad de la zona incrementaba la sensación térmica y sofocaba a toda persona que deambulara por el recinto A pesar de la ausencia de sol por un tupido cielo gris, nuestros poros no cesaban de expedir sudor, impregnando nuestras ropas en un olor poco cautivante Y con ese hedor, nos despedimos de la monumental metrópoli mesoamericana, en aras de seguir nuestra jornada de fiesta Alfieri, Amy y Daniela partieron de vuelta a casa, mientras Víctor y yo buscamos algo de comer y, con nuestra experiencia anterior ante los altos precios del festival, compramos de una vez por todas una botella de ron De esta forma preferimos entrar ebrios al concierto que tratar de hacerlo una vez estando allí. Al calor del bacardi y la energía de un par de tacos, Baauer, 2ManyDJs y Alesso nos hicieron bailar y saltar, cegados por las luces neón que retumbaban en nuestros diminutos cuerpos, en medio de una masa enloquecida que se desvivía por la música electrónica Los disparos de humo y el confeti subían y bajaban por los aires, al polifónico ritmo de covers tan célebres como los de David Guetta y Calvin Harris, recordando a los asistentes la locura vivida en las ediciones pasadas. Aunque para muchos, sin duda, ninguna superaría a ésta Y como cualquiera que haya acudido a un concierto sabe perfectamente, las palabras y las imágenes no bastan para describir la experiencia. Pero quizá un pequeño video pueda hacerlos bosquejarlo mejor en su imaginación
  2. Si son como yo y la Historia nunca fue su fuerte entenderán lo desconcertada que estaba cuando empecé a investigar un poco por las redes sobre las antiguas culturas que habían habitado las tierras peruanas. Mi conocimiento (muy pobre) se limitaba a la civilización Inca, pero de repente fui desasnada y empecé a conocer otras culturas anteriores e incluso contemporáneo a los Incas! Lo más nombrado en las redes fue la cultura Moche, tan interesante como macabra debido a sus curiosas costumbres de realizar sacrificios humanos La cultura Moche se estableció principalmente en el norte de Perú, en lo que hoy conocemos como el departamento de Trujillo. Aquella sería una de nuestras últimas paradas antes de dejar atrás el territorio peruano. En el trayecto desde Lima hasta Trujillo nos esperaban kilómetros y kilómetros de una desolada carretera que corría (por suerte para nuestro mínimo entretenimiento) paralela a la costa del Pacífico. Fuimos atravesando varios poblados pesqueros y hasta debimos pernoctar en una playa completamente solitaria que nos cruzamos al atardecer. Armar la carpa frente al mar puede sonar a plan romántico increíble, pero la verdad es que se tornó bastante complicado luchar contra el fuerte viento que corría mientras armábamos el campamento. Sin embargo, a pesar de que yo estaba convencida que íbamos a ser arrastrados por un ventarrón con carpa y todo en medio de la noche, logramos dormir y descansar bastante bien. Acampando en las playas del norte de Perú Al día siguiente emprendimos camino y unos kilómetros antes de ingresar al departamento de Trujillo, el paisaje fue cambiando paulatinamente. Ya nos veíamos tantos médanos con arena dorada volando por doquier al soplar los vientos. En su lugar se levantaban suave colinas verdes y algunos campos. Unos diez kilómetros antes de la capital de Trujillo, en la entrada al departamento se encuentra el Valle Moche, sitio donde se alzan las enigmáticas Huaca del Sol y de La Luna. Para serles honestas, no tenía idea con lo que me iba a encontrar en aquel sitio. Sólo llevaba conmigo las recomendaciones de varios para que visitáramos aquellas ruinas pero nada más, y creo que fue justamente eso lo que llevó a que quedara deslumbrada con aquellos restos arqueológicos. El Valle Moche es un sencillo pueblo sin mucha urbanización, rodeado de colinas y algunos campos verdes. Para llegar a las ruinas dimos varias vueltas porque el lugar parecía un pueblo fantasma, aunque lo que en realidad pasaba era que a esa hora de la tarde, con el sol radiante y fuerte en el cielo, muchos buscaban el reparo en sus casitas o quizás dormían siesta. Llegamos a un predio donde debíamos adquirir las entradas. Allí se encontraba el museo de la cultura Moche, exhibiendo todos los objetos encontrados en las ruinas que visitaríamos. Recuerdo que tenía un estacionamiento de por lo menos 75 plazas, enorme y estaba completamente vacío, me pregunto si realmente alguna vez se llenará porque en ese momento la visión de un lugar repleto y bullicioso me parecía imposible. Así que, entrada en mano, seguimos las instrucciones y algo dubitativos llegamos al sitio arqueológico. Junto con dos mujeres más, armamos un pequeño equipo que fue guiado por una mujer local a través de las ruinas. La guía nos explicó que en aquel vasto territorio de varias hectáreas que antiguamente habían pertenecido a la civilización Moche, existían dos templos enormes, La Huaca de Sol y La Huaca de La Luna. Los restos arqueológicos que visitaríamos serían de este último, ya que la Huaca del Sol aún estaba siendo investigada por los especialistas. Ambas construcciones estaban separadas por varios kilómetros, en donde estaba asentado el núcleo urbano de clase media alta. Ascendimos una alta colina a través de unas escaleras armadas y entramos al primer escenario, perteneciente a La Huaca de La Luna. Los Moche tenían una forma muy particular de organizarse. Durante el período del primer gobierno habían levantado enormes muros y habían construido el Templo de La Luna, que se considera el edificio de religión. Una vez terminado aquel mandato, los Moche rellenaban cada rincón del templo y prácticamente lo enterraban, expandían los límites del templo unos metros más y volvían a construir nuevamente La Huaca de La Luna, sobre los restos enterrados. Esto le confiere a La Huaca de La Luna la famosa forma de “pirámide truncada” que tanto nos mencionaba la guía. En aquel Templo, los investigadores habían descubiertos tres pisos superpuestos, pertenecientes a tres períodos de gobernación distintos. En el paseo, se ingresa por el segundo piso de los restos arqueológicos. En varios sectores se puede apreciar excavaciones que muestran restos de muros y habitaciones enterrados, que pertenecen al período anterior. Es realmente llamativo ver cómo se han conservado las ornamentaciones talladas en los murales de estas construcciones, así como los colores utilizados que, según se ha estudiado, fueron extraídos de minerales. La imagen de una cabeza roja de grandes ojos y dientes afilados se repetía a lo largo de todos los muros. Aquel simpático hombrecito era Ai apaec, más conocido como el Dios Degollador. Éste era el Dios que veneraban los Moches, ya que era su protector en las batallas y proveedor de alimentos. Mmm... que dientitos! Como mencioné algunas líneas más arriba, La Huaca de La Luna era considerado el templo religioso y allí se llevaban a cabo los espeluznantes sacrificios humanos. Cabe mencionar que sólo yo estoy poniéndole este tinte aterrorizador, porque la verdad es que, al parecer, los Moches se sentían honrados de sacrificarse para su Dios (aunque yo insisto en que deberíamos preguntarle a alguno si realmente estaba tan feliz ) Primero se entablaba una lucha entre guerreros, el ganador era aquel que podía permanecer en pie, con su arma en mano y el que caía era considerado perdedor. Una vez que concluía la lucha, el abatido era despojado de sus ropas y su armamento y llevado por el mismo ganador hacia un sector del templo donde se cree que era “preparado” para el sacrificio, quizás suministrándole alguna sustancia alucinógena para minimizar la traumática situación. Luego era trasladado a un santuario donde era degollado. Sobre el altar que se intuye funcionaba para el sacrificio, existen unas canaletas donde al parecer corría la sangre del sacrificado. Todo esto se producía dentro del Templo y fuera de la vista de la población. Los únicos que podían presenciar esto, eran los sacerdotes. Altar de sacrificio Fuimos conducidos por la guía hasta un piso superior, que pertenecía al último templo construido en la Huaca. Allí se podía contemplar mejor la altura de los grandes muros adornados y el arduo trabajo de los constructores de estas magnificas decoraciones que tallaban un patrón continuo con ínfimas imperfecciones. Los Moches utilizaban muchas simbologías, de las cuales algunas se han podido deducir, como dibujos de guerreros, o figuras de animales. Sin embargo existen cientos más que siguen siendo un misterio, como el gran mural llamado Mural de Los Mitos, con decenas de figuras, y sin ningún significado aparente. El Mural... ...Y su esquema Hacia un costado en aquel tercer piso nacía una ancha rampa que bajaba hasta un enorme patio al aire libre que era concurrido por la gente del pueblo y al cual los sacerdotes se asomaban cuando debían comunicar sus predicciones. Desde aquella altura se tenía una vista panorámica que ayudaba a imaginarse aquella enigmática civilización. Desde las alturas se podían ver los trazados de lo que había sido la organización urbanística y más allá se levantaba la Huaca de Sol que continúa siendo investigada. Aunque aún no hay mucha información sobre ésta, se sabe que aquel era el templo de política, donde se llevaban a cabo tareas de administración y era utilizado como vivienda de la alta sociedad moche. Con una entrada de precio accesible, una guía completa y sin el hostigamiento de cientos de desesperados turistas, el recorrido de las ruinas arqueológicas de La Huaca del Sol y de La Luna es, sin lugar a duda lo que más recomiendo del norte de Perú. Después de tantos kilómetros recorridos, tantos nuevos amigos hechos en el camino, tantos desafíos (Como vender panes rocas en Cusco ), y después de tantas maravillas vistas en las tierras peruanas, saber que nos faltaban pocos kilómetros para dejarlas atrás me generaba una nostalgia horrible Pero aún nos faltaba un punto más por recorrer. No queríamos irnos de Perú sin haber disfrutado de al menos una de sus playas del Norte, de las que tanto habíamos escuchado hablar. Entonces, recorrimos unos 600 kilómetros por la Ruta Panamericana Norte atravesando grandes extensiones de campo verde y altos montes hasta arribar a la localidad de Máncora. Máncora es un pequeño pueblo que se levanta a los costados de la Ruta, a pocos kilómetros del límite con Ecuador, y en los últimos años su fama ha crecido por ser la playa elegida por cientos de surfers peruanos y extranjeros. Siendo una típica localidad de playa esperaba un insoportable movimiento y barullo turístico, pero la verdad es que era un pueblo súper calmo y tranquilo. De anchas calles completamente de arena que conducían a unas preciosas playas, fuimos paseando por Máncora hasta que nos topamos con un camping donde decidimos parar unos días. Los siguientes dos o tres días los dedicamos a dormir hasta tarde, pasear por las playas y comer la mayor cantidad de helados de Lúcuma Dolcetto que pudiéramos, para irnos con la mejor impresión de Perú. Sobre las calles paralelas a la Ruta, Máncora estaba atestada de ferias de productos artesanales, locales de ropa de surf, tiendas de accesorios y, sinceramente, lo quería todo, aunque mis bolsillos se negaban. Una vez que nos metíamos al pueblo por angostas vereditas de concreto que pronto desaparecían bajo la arena, ya no se veía tanto movimiento y reinaba una tranquilidad agradable. Boludeando en Máncora Por las tardes, cuando el calor aminoraba un poco, solíamos caminar por las playas, mientras el sol comenzaba a bajar y los surfistas se divertían con las últimas olas del día. Máncora funciona además como un centro pesquero, por lo que también se podía ver desde la playa la enorme flota de barcos pesqueros que se bamboleaban sobre el oleaje mientras eran custodiados por grandes fragatas que planeaban en el cielo. La vida en Máncora era tan diferente a lo que estoy acostumbrada. Claro que todos tenemos responsabilidades y preocupaciones de toda índole, pero en Máncora se respiraba otro aire, allí no existían horarios, ni embotellamientos ni gente apresurada y estresada corriendo de un lado hacia otro, realmente fue fantástico pasar nuestros últimos días allí. Hasta él parece relajado! Al tercer día, con una tristeza que no recordaba haber sentido antes, desarmamos campamento y volvimos a la ruta. Después de casi un mes recorriendo Perú era momento de decirle Adiós (o quizás un “Hasta Pronto!”) y seguir con la aventura. Ecuador nos estaba esperando y quién sabe las cosas que viviríamos allí. El perro peruano que nos despedía! Y ésta fue nuestra última parada en Perú, no dejen de entrar a ver las fotos.... o el perro de allí arriba les aparecerá a la noche para atormentarlos ¬¬ <<< ANTERIOR *** SIGUIENTE >>>
  3. Cuando quisimos comprar las entradas para visitar Machu Picchu, en la ciudad de Cusco nos encontramos con la sorpresita de que había un conflicto en la hidroeléctrica que se encuentra sobre el único camino que conduce a las míticas ruinas, y que a raíz de ello, la carretera se encontraba cerrada al paso en señal de protesta. No sabíamos cuanto tiempo iría a durar este corte de ruta, y si bien nos encantaba estar en el camping “La Quinta de Lala” y nos divertía ver a Rosita, la cachorra, correr a las gallinas todas las mañanas, decidimos que lo mejor sería aprovechar ese tiempo indeterminado con el que contábamos para visitar algunas otras ruinas. Así nos hicimos de un paquete de dos días con cuatro entradas para visitar las ruinas del Valle Sagrado al módico precio de 70 Soles cada uno. El Valle Sagrado está establecido a pocos kilómetros de Cusco, entre los pueblos Pisac y Ollantaytambo. Posee ciertas características que lo han convertido desde la época incaica en un lugar especial para la agricultura, por su geografía y su clima, y en la actualidad en uno de los puntos turísticos más bellos e interesantes para recorrer en Perú. Salimos una mañana con la moto cargada, prometiéndole a Olivia que volveríamos al camping de Cusco en un par de días y nos dirigimos rumbo a las ruinas. He aquí un pequeño resumen da cada una de ellas: Ruinas de Pisac: Estaba muy inmersa en mis pensamientos, mientras dejábamos atrás Cusco y nos metíamos de lleno en aquel enorme valle tapizado de verde vegetación con el cielo celeste y brillante a través de la ruta, cuando de repente tuvimos nuestra primera imagen de Pisac. Sólo 30 km separan esta ciudad de Cusco, cosa de la que no estaba informada, por lo que me sorprendió encontrarme tan pronto con nuestra primera parada. Apostada sobre la costa del rio Vilcanota, el pueblo de Pisac se extiende como un largo cordón, separado de una gran pared de cerros de picos puntiagudos y onduladas laderas por kilómetros de cuadriculados campos de cultivos. Cruzamos el rio por un puente e ingresamos a Pisac a través de irregulares calles de piedra que nos hicieron tambalear un poco sobre la moto. El camino cruzaba parte de la ciudad y después seguía a la par de un pequeño arroyo que corría por entre algunas rocas, antes de comenzar a ascender por la ladera de una de las sierras. Y justo después de subir ese ancho camino de curvas cerradas, nos encontramos de frente con las ruinas arqueológicas de Pisac. Las pendientes de las sierras que se levantaban frente nuestro, estaban prolijamente trabajadas en anchos escalones de cultivo. Y a los pies de estas colinas y en algunos otros puntos, en distintas alturas, se agrupaban restos de construcciones de piedras. Pisac fue un gran asentamiento incaico, con una superficie que abarcaba más de 4km cuadrados. Obviamente lo más llamativo de estas ruinas son los anchos andenes de cultivo realizados sobre las pendientes de las colinas. Subimos la sierra por un camino lateral a los balcones, hasta llegar a la cima, donde la vista era asombrosa. Las altas paredes de piedra que contenían los escalones de cultivo eran bien mantenidas, y hasta se podían apreciar hoscas escaleritas hechas con láminas de rocas. Siguiendo marcadas y antiguas callecitas uno podía transportarse de un punto hacia otro, pasando por los restos arqueológicos sobrevivientes, que habían sido diferentes barrios dentro de la antigua zona de Pisac. También se podían apreciar restos de acueductos, puentes y hasta un cementerio. Fuimos metiéndonos entre las ruinas de casas, de las cuales sólo quedaban en pie sus paredes de roca, y atravesando algunos túneles que cruzaban las colinas de lado a lado. Lo que me gustó de Pisac : Es una de las más grandes e imponentes ruinas de fácil acceso para visitar, y son mantenidas en excelente estado. La vista desde los ruinas es increíble, ni el mejor semipiso de lujo de cualquier ciudad podría superar la vista que tenían los incas desde sus hogares. Lo que no me gustó : Tener que subir las escaleritas XD Dios mío! los incas debían tener unos músculos en las piernas superdesarrollados para subir y bajar esas colinas diariamente. Ollantaytambo: Después de estar un par de horas recorriendo las ruinas de Pisac, volvimos a la ruta y nos encaminamos hacia Ollantaytambo, que se encuentra en la punta opuesta a Pisac dentro del Valle Sagrado, a unos 50km. Y así llegamos a las que, en lo personal, fueron las mejores ruinas que visitamos. Entramos al pueblo, atravesamos una gran plaza principal y cruzamos un corto puente que nos llevó hasta un extremo, donde se levantaban las ruinas. Al igual que en Pisac, las ruinas de Ollantaytambo estaban conformadas por los enormes balcones de agricultura y varias aglomeraciones de construcciones en distintos puntos. Pero, estas ruinas eran más ostentosas y las enormes paredes que aún se mantenían de pie, estaban construidas con enormes trozos de rocas prolijamente pulidas y trabajadas. Esto es porque Ollantaytambo fue un centro espiritual y militar, además de agrícola. Al pie de las sierras, en una planicie se encontraba la entrada a las ruinas, junto con un predio de ferias donde se vendían diversas artesanías. Ya dentro de la zona de las ruinas, lo primero que se puede apreciar es el sector ceremonial, donde hay diferentes estructuras que conformaban fuentes de agua que servían para el culto de Unu, deidad del Agua. Aun fluye agua de ellas! Hacia ambos lados de esta planicie se levantan varias sierras. Comenzamos el ascenso de una de ellas a través de los anchos balcones de cultivo. Hicimos varias paradas donde nos sorprendía ver la delicadeza con que estaban trabajadas y pulidas esas grandes paredes macizas, sobretodo en el llamado Templo de las Diez Ventanas. A medida que el sol bajaba, bañaba todo de un cálido amarillo, haciéndolo todo más mágico y bonito aún. Sin embargo, aquel lugar fue sitio de ejecuciones y grandes batallas de resistencia contra los españoles. Ollantaytambo revela su lado agresivo a través de sus restos de grandes murallas y de varias torres de vigilancias. Sobre la colina opuesta, podíamos distinguir una construcción un tanto particular, compuesta de tres bloques superpuestos en cada balcón, con ventanas. El Centro Pincuylluna servía como depósito agrícola. Pero si estas grandes ruinas me habían asombrado por su belleza, el pueblo me deslumbró aún más. El pueblo de Ollantaytambo está como detenido en el tiempo, los pobladores viven manteniendo las costumbres de sus antepasados. Obviamente todo tiene un tinte turístico, y alrededor de la plaza principal hay varios restaurantes y bares, así como locales de viajes y tours. También está lleno de hoteles y hospedajes. Pero si uno se adentra por las callecitas, se siente como viajar en el tiempo. Las angostas calles, o mejor dicho los pasillos empedrados que se abrían entre las casitas corrían hasta el final del pueblo, donde nacían las sierras y los canales de riego llevaban agua a todos los rincones del pueblo, como huellas intactas del legado de los antiguos habitantes de la zona. Cerca de las ruinas, existe un gran predio que sirve de estacionamiento y pedimos permiso para armar carpa allí en un rincón y pasar la noche, para visitar las últimas dos ruinas al día siguiente. Lo que me gustó de Ollantaytambo : Las ruinas son impresionante, pero aconsejo a quien vaya que se tome el tiempo para visitar el pueblo que, para mí, fue uno de los más bellos que recorrimos en Perú. Lo que no me gustó de Ollantaytambo : Aquel pueblo vive del turismo, por lo que es inevitable que éste termine contaminando todo lo genuinamente pintoresco del lugar, y además los precios de hospedajes y de la comida es un tanto elevado. Moray Cuando llegamos a Moray, realmente quedé desconcertada. Esperaba encontrar ruinas similares a las de Pisac y Ollantaytambo, con esos típicos escalones de cultivo enormes sobre la ladera de las colinas, pero, en vez de eso nos encontramos con balcones de cultivos circulares. Sobre un valle, se podía ver un balcón circular dentro de otro, con una circunferencia cada vez más pequeña, en descenso. Al parecer, el motivo por el cual los incas habían realizado estas extrañas estructuras era la investigación de distintos tipos de riego y cultivo de diversos vegetales. De esta manera, en la parte más alta se plantaban aquellas hortalizas que precisaban más agua y en la parte inferior aquellas que no requerían de tanta cantidad. Caminar por aquellos restos arqueológicos, subiendo y bajando por las viejas escaleras de roca, provocaba que en pocos minutos uno entrara en calor. Pero en aquella altura (unos 3400 metros sobre el nivel del mar) el clima era bastante fresco, sobre todo porque no muy lejos de allí se podían ver unas enormes montañas con sus picos completamente nevados. Lo que me gustó de Moray : Sin lugar a duda es algo distinto para visitar y para admirar el ingenio y las habilidades de los Incas. Lo que no me gustó de Moray: A diferencia de las otras ruinas, los balcones circulares es lo único que hay para ver en aquel sitio, y al estar alejada de cualquier pueblo, se convierte en una visita muy rápida. Chinchero Llegamos a nuestra última parada antes de regresar a Cusco, con la caída de la tarde. Tengo que admitir que ya estaba bastante cansada de ver ruinas y ruinas y llegamos un poco desganados a Chinchero. Aun así, entramos al pueblo, y subimos una empinadísima calle adoquinada que conducía a una plaza, donde había sólo una iglesia. A esa altura y para no agitarse demasiado, recomiendo caminar despacio y disfrutar de artesanías y textilería inca que se ofrece en los puestos apostados a lo largo de la calle. Desde la plaza pudimos apreciar las ruinas arqueológicas, dentro de las cuales lo que más destaca, sin lugar a dudas, son los restos del palacio inca, con grandes murallones. Pero además, nos llamó la atención ver mucha gente en la plaza, un tanto… “alegre” Cuando preguntamos, nos informaron que acabábamos de llegar para el final de una gran festividad, donde los habitantes de Chinchero se reúnen a tomar sus típicas bebidas alcohólicas, a entonar melodías y bailar. Por lo que quedaba de la fiesta, supongo que debió haber sido muy buena y lamenté habérmela perdido. Sólo nos separaban 30 km de Cusco, pero nos detuvimos unos kilómetros antes, y acampamos en un bello bosque al lado de un arroyo. Lo que me gustó de Chinchero : La plaza con su iglesia colonial del Siglo XVII, es una postal. Y las ferias!! Las recorrería por horas, aunque tenga que subir esas empinadas calles otra vez! Lo que no me gustó de Chinchero : Esto es más bien una crítica a nuestra organización, mu hubiera gustado no dejar Chinchero para lo último, ya que fuimos algo cansados y realmente vale la pena recorrerlo con tiempo y ganas. Y como ya es tradición, adjunto aquí el albúm para que vean el resto de las fotos! Ninguna tiene desperdicio! <<<ANTERIOR *** SIGUIENTE >>>
  4. “Bolivia te curte”* Estas tres palabras, dichas por uno de los tantos viajeros que nos cruzamos en el hostel de Humahuaca, en Jujuy, Argentina, me quedaron grabadas en la mente. Era la frase que coronaba la larga lista de opiniones y consejos que veníamos recibiendo de todos quienes ya habían visitado este país. Estábamos algo confundidos porque, por un lado había personas que hablaban maravillas de Bolivia y por otro, viajeros que tenían una opinión no muy buena… Pero, con Martin siempre coincidimos en que lo mejor es ver la realidad de un lugar con tus propios ojos, y no dejarse llevar por comentarios de terceros, por lo que intentamos llegar a este país vecino con una postura neutral. Así que allí estábamos, ese mediodía a punto de cruzar hacia Villazón, la ciudad fronteriza de Bolivia. Había mucha gente, muy poco orden, y TODOS estaban apurados por pasar, por lo que el trámite fue rápido pero bastante confuso con papeles yendo y viniendo, documentos, firmas y sellos por todos lados. Este desorden en la aduana nos traería sus penosas consecuencias cuando quisiéramos salir del país, pero ya les contaré eso. Y llegamos a Bolivia Villazón es una ciudad puramente comercial. Las calles estaban invadidas de negocios uno al lado de otro, la gente se atropellaba en las calles, los autos y buses tocaban bocina a cada instante atascados en el tráfico y, por si esto fuera poco, vendedores ambulantes se paseaban con grandes carros vendiendo jugos de frutas. Todo ese movimiento y esa bulla constante me terminaron por aturdir a los pocos minutos de haber ingresado al país. En aquel lugar tuvimos nuestro primer encuentro con las “mamitas”, las típicas mujeronas de Bolivia vestidas con sus tradicionales polleras largas, sus sombreritos negros y sus largas trenzas. Las mamitas son las que mandan, ellas se encargan de los negocios, de sus hijos e incluso del campo, como veríamos más adelante, e imponen bastante respeto. Esquivando la multitud y el tráfico, dejamos atrás Villazón y tomamos la ruta hacia el norte. El camino de a poco se fue tornando más inhóspito hasta que sólo quedamos nosotros. Nosotros y las sierras. Colinas enanas y otras más altas cubrían todo el paisaje en todas direcciones. Bolivia es prácticamente un país fundado sobre las sierras por lo que nos esperaban muchas pendientes y caminos sinuosos. Cada tanto nos cruzábamos con alguna comunidad que vivía en aquellos desérticos parajes. Sencillas casitas de adobe, con su bandera boliviana ondeando y una pequeña iglesia. La ruta 14 estaba en perfectas condiciones en ese tramo y era evidente que era una construcción nueva. Subía y bajaba por las sierra, se introducía en túneles cavados en la montaña y rodeaba grandes paredes de piedras. Mientras corríamos sobre el asfalto los rebaños de ovejas o llamas levantaban al unísono sus orejas y nos miraban pasar atentos, mientras una solitaria mamita, sentada a unos pocos metros de ellos, bajo el sol, los vigilaba. Viajamos unos 90 kilómetros aquel mediodía hasta que llegamos a Tupiza, una pequeña ciudad por la que se accedía cruzando un puente sobre el rio Tupiza. La idea de Martín era desviarnos en aquel punto por la Ruta 21, camino que, según habíamos averiguado, toman los transportes públicos hasta Uyuni. Pero cuando la empleada de la gasolinera en la que paramos nos comentó que por aquella ruta esa misma semana habían volcado tres camionetas por el deplorable estado en el que se encontraba… cambiamos de idea. Así que, luego de almorzar algo rápido en Tupiza, continuamos por la ruta donde veníamos atravesando el mismo paisaje de colores anaranjados y verdes. Caída la tarde, subimos por una sierra particularmente alta y justo al rodearla en la cima, tuvimos nuestra primera imagen de la ciudad de Potosí, cientos de casitas que se expandían como las ramas de un árbol por entre aquellas desérticas sierras, a los pies del enorme Sumaj Orcko, palabras quechuas que significan Cerro Rico. El Sumaj Orcko El ingreso fue bastante difícil porque Potosí es un laberinto. Diagonales que nacen en cualquier punto, callecitas que se cortan o terminan en un gran paredón. Y tráfico. Mucho tráfico. Las combis que servían como transporte público nos pasaban a centímetros y las motitos se nos cruzaban por todas partes. Además nunca había visto calles tan empinadas en mi vida! Mientras tratábamos de ubicarnos, subíamos por esos empedrados caminos y yo me agarraba de la campera de Martin cuando nos quedábamos atascados en el tráfico, tan inclinados que sentía que en cualquier momento la moto se despegaba del piso y se daba vuelta. Dimos un sinfín de vueltas y volvíamos siempre al mismo lugar hasta que nos dimos por vencidos y terminamos parando en un hostal de mala muerte, del cual prefiero no describir detalles porque podría herir la sensibilidad de algunos. Potosí es una ciudad muy antigua, que se mantiene intacta desde la época colonial. Mientras caminábamos por sus súper angostas veredas, de altas y delgadas casas de techos de teja con pequeños balcones y colores pasteles, nos íbamos cruzando con antiguos edificios y viejísimas iglesias de altas torres. Subimos y bajamos esas empinadas calles adoquinadas durante toda la tarde del día siguiente, siempre vigilados por el enorme Cerro Rico que aparecía en cada esquina, elevándose sobre la ciudad. Visitamos el mercado, obviamente, donde las mamitas vendían insistentemente su mercancía llamándonos la atención constantemente “cómpreme... cómpreme, señor…”. Algunas mujeres ancianas, con sus pieles marcadas por gruesas arrugas bajo el tradicional sombrero comían sentadas al lado de bolsas de condimentos o verduras, y otras mucho más jóvenes se paseaban por el mercado con sus largas trenzas y sus robustos cuerpos tras las polleras. En el mercado de Potosí Esa misma noche, nos sorprendió cruzarnos con un espectáculo un tanto inusual para nosotros en una plaza cercana al hospedaje, un concurso de mamitas y cholitas. El lugar se encontraba repleto de gente, con una banda musical sonando a todo volumen, una tarima, una presentadora y un solemne jurado de gente que ni conocía. Nos arrimamos en el momento en que eran llamadas una por una a las mamitas. Bellas mujeres vestidas con sus tradicionales trajes iban bailando al ritmo de la música entonada por el conjunto, ondeando sus coloridas polleras. Sus camisas adornadas con enormes y brillantes piedras, sus costosos sombreros y sus prolijas trenzas se paseaban alrededor del público que aplaudía y vitoreaba con cada presentación. Luego siguieron las cholitas y el público masculino, sobre todo, estalló en éxtasis. Estas jóvenes y preciosas niñas con sus trajes entallados, cortas polleritas y altas botas fueron mostrándose al jurado mientras bailaban rítmicamente la cumbia tradicional de Bolivia. A la mañana siguiente, lo que temía ocurrió: Martin comenzó a insistir sobre realizar el famoso tour hacia las minas de Potosí. Yo aún recordaba a aquel viajero que nos cruzamos en Humahuaca hablándonos sobre ese recorrido, y me retumbaban en la cabeza las palabras oscuridad, angosto, ahogarse, claustrofobia, difícil…. Realmente no tenía ni la más mínimas de las ganas de vivir una experiencia traumática como esa. De muy mala gana terminé aceptando y esa misma tarde, una pequeña y algo destartalada combi nos recogió junto a unos 4 franceses que harían el tour con nosotros. La guía era una mujer oriunda de Potosí, que al principio poco se percató de nuestra presencia lo que aumentó notablemente mi mal humor. Nuestra primera parada fue en un pequeño almacén. Allí, la guía nos mostró los preciados tesoros que los mineros compran antes de una jornada laboral. Por empezar, las famosas hojas de coca. Es muy común observar a los pobladores de esas zonas de gran altitud mascar hojas de coca continuamente (que nada tiene que ver con consumir cocaína) ya que poseen activos, los alcaloides, que, entre muchos efectos, generan una vasodilatación que mejora la respiración e irrigación sanguínea. Para extraer al máximo estos activos de la hoja de coca, los pobladores suelen mascar bicarbonato o extracto de plátano. Simplemente se introducen unas hojitas dentro de la boca, en las mejillas y la mantienen allí, cada tanto masticándolas. El siguiente elemento era el alcohol. Nos sorprendió ver que lo que la guía nos mostraba no era una bebida alcohólica… era alcohol, puro. De ese que uno utiliza para limpiarse las heridas. Y nuestras caras fueron épicas cuando, sin mucha duda, la guía le dio un gran trago a esa botellita. Y por último, la dinamita. Utilizada para volar trozos de rocas de la mina, llevarlos al exterior y realizar la extracción de la plata en laboratorios, la dinamita era comprada como si fueran caramelos. Potosí es el único lugar en el mundo en el que se puede comprar este explosivo de forma libre. Nuestra siguiente parada fue para colocarnos las ropas adecuadas para ingresar a la mina. Unas altas botas y unos cascos con linterna completaban el traje. Me sentía disfrazada y claramente no quería estar ahí. Y así, partimos rumbo a la mina. La combi fue haciéndose paso a través de aquellas angostas y empinadas calles tocando constantemente bocina (sin desacelerar en ningún momento) para que las personas saltaran fuera de su camino. Dejamos atrás la ciudad y comenzamos a ascender por un destruido camino de tierra que llegaba justo a la entrada de la mina. La combi iba moviéndose de un lado hacia otro y si miraba por la ventanilla podía ver la altura que íbamos ganado y lo peligrosamente cerca que estábamos del borde. Pensé que íbamos a morir antes de llegar a la mina. Pero llegamos al asentamiento, sanos y salvos. Desde aquella altura se podía apreciar toda la enorme ciudad de Potosí. Pequeñas casillas de adobe y paja que eran utilizadas como bodegas de almacenamiento se extendían en fila hasta la entrada a la mina. Cuando vi esa pequeña abertura en la roca, tan a oscuras, mis nervios se dispararon. No sabía qué c*** estaba haciendo ahí y no quería saber NADA con meterme por ahí. Sin mucho preámbulo encendimos las linternas de nuestras cabezas e iniciamos el recorrido. Respiré hondo, antes de meter de lleno mis pies en un enorme charco a la entrada y me metí a la mina tras Martin. Siguiendo las vías utilizadas para sacar las rocas en carros, fuimos avanzando un poco a los tropezones hacia el interior de la mina, hasta que la luz de la entrada desapareció y quedamos en la completa oscuridad, sólo iluminados por nuestras linternas. Caminamos en silencio durante varios minutos, esquivando algunas estalactitas que colgaban del techo, hasta que el camino comenzó a descender. Era bastante aterrador mirar por sobre el hombro y no poder ver absolutamente nada. El camino fue complicándose lentamente. En algunos tramos el techo era tan bajo que teníamos que avanzar agachados y esquivando las vigas de madera que atravesaban de lado a lado el túnel. La temperatura empezó a aumentar a medida que bajábamos y repentinamente comenzamos a sentir ese fuerte y sofocante hedor que invadió todo. Provenía del sulfato de cobre que se formaba como una rugosa espuma sólida por encima de nuestras cabezas, en el techo. Era difícil respirar con ese ambiente tan pesado y con tanto polvo suspendido en el aire, pero uno se termina acostumbrando. Nos cruzamos con un minero trabajando. La verdad que no puedo decirles a edad que tendría aquel hombre porque ese trabajo insalubre lo había demacrado. Las jornadas laborales de los mineros podían extenderse hasta doce horas. Doce horas de trabajo físico extremo colocando dinamita o levantando enormes rocas, sin ver un rayo de sol y respirando todos esos gases y polvo. Era realmente chocante. Seguimos el recorrido, con la guía delante que nos fue llevando cada vez más profundo en la mina, hasta que llegamos a un tramo donde debimos trepar unas altas y precarias escaleras de maderas por un estrecho hueco. Una vez arriba, continuamos el camino hacia una bóveda excavada en la piedra donde visitamos a El Tío. Cuando los españoles llegaron a estas tierras y se encontraron con esta mina de plata, rápidamente sometieron a los indígenas de la zona a trabajar en la explotación minera. Tomando la idea de que existía un Dios en el cielo, a lo largo de los años ambas culturas se fueron mezclando hasta elaborar la creencia de que, bajo la tierra se encuentra El Diablo, a lo que los indígenas llamaban El Tío. Esta creencia ha perpetuado a través de los años y actualmente, El Diablo o El Tío es aquella figura a la que los mineros adoran y llenan de regalos a cambio de una buena jornada laboral. En aquel sector de la mina a la que nos había llevado la guía se levantaba esta aterradora figura, que hacía muchísimos años habían levantado los primeros en explorar la mina. Esta figura de tamaño más grande que un humano se encontraba sentada, con sus ojos brillantes y sus grandes y puntiagudos cuernos. De él colgaban coloridas serpentinas y en su falda y sobre su cabeza se amontonaban las hojas de coca que los mineros ofrendaban. También algunas botellas de alcohol y varios cigarrillos se encontraban dispersos alrededor de El Tío. Bastante abrumador era esa imagen, tanto que me costaba mirarlo fijo a la cara, porque realmente daba miedo. Nos sentamos alrededor de Él, para recuperar el aliento, mientras la guía contaba la dura vida de los mineros y, más sorprendente aún, de los niños que a muy temprana edad, debido a su pequeña estatura, comienzan a trabajar arrastrando grandes carros o ayudando a los mineros. Es normal en Potosí el trabajo infantil en la mina. Antes de emprender la retirada pasamos por un peculiar trayecto donde el sulfato de cobre se aglomeraba en cúmulos de un brillante color turquesa que colgaban del techo de la mina. Después de casi dos horas caminando por aquel oscuro y estrecho túnel, comenzamos el regreso que, supongo que debido a la ansiedad de todos por salir, se hizo mucho más rápido. Una vez fuera de aquel lugar, fue muy bueno volver a respirar aire puro. Despeinados y cubiertos de polvo, retornamos al hotel. A pesar de que había estado tan negada en hacer aquel recorrido, al final tengo que admitir que fue una gran experiencia. (*expresión que significa que te endurece, te fortalece mediante experiencias sufridas) Mira todas las fotos del Álbum Potosí, aqui! <<<ANTERIOR *** SIGUIENTE>>>
  5. Del álbum Potosí

    Pegate una vuelta por mi blog para conocer los detalles de nuestra primera parada en Bolivia! AQUI
  6. Del álbum Potosí

    Pegate una vuelta por mi blog para conocer los detalles de nuestra primera parada en Bolivia! AQUI
  7. Del álbum Potosí

    Pegate una vuelta por mi blog para conocer los detalles de nuestra primera parada en Bolivia! AQUI
×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .