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  1. ¿Qué visitar en Puerto Iguazú? Esta ciudad es el punto de partida para conocer la Maravilla Natural de las Cataratas de Iguazú, del lado argentino. La ciudad se encuentra a tan sólo 17 kilómetros de las Cataratas. Desde el lado de Brasil pueden apreciarse las Cataratas desde otro ángulo más cercano. Una de las paradas más espectaculares que se descubre al pasear por el Parque es la Garganta del Diablo, sitio imperdible para una buena foto. Además de disfrutar del maravilloso escenario que regala la magia de las Cataratas, se puede aprovechar la visita a la ciudad para conocer otros atractivos como por ejemplo visitar el Orquidario, un vivero especializado en este tipo de flores, es una oportunidad para los turistas que buscan conectarse con la exótica naturaleza de la selva de la provincia de Misiones. En dicho predio, se cultivan más de 40 variedades de orquídeas tanto nativas como introducidas. Un paseo por esta región no estaría completo sin antes visitar la zona conocida como Triple Frontera, es un conocido trifinio internacional situado en el cruce de las fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay, cerca de las famosas Cataratas. En este sitio puede apreciarse la confluencia de las aguas de los Ríos Iguazú y Paraná, los cuales marcan los límites entre los países. Como en todo punto de encuentro, allí tienen lugar ferias de artesanos ideales para comprar productos regionales. Otros paseos que pueden hacerse son visitar las Ruinas de San Ignacio y las Minas de Wanda. Estos dos sitios pueden visitarse haciendo una sola excursión. Generalmente la primera parada suele hacerse en las Ruinas de San Ignacio de Miní, un conjunto monumental que tiene la particularidad de ser en la actualidad, la misión mejor conservada de la Argentina. Durante el recorrido se puede aprender más sobre la historia. Seguido de ello, la excursión suele continuar para explorar las minas de Wanda, una importante fuente de piedras semipreciosas explotada por mineros polacos. Ciudad del Este, una importante zona franca Ciudad del Este es una ciudad famosa por sus tiendas comerciales Se encuentra en Paraguay. Es un destino que muchos viajeros combinar con su visita a las Cataratas de Iguazú. Es la ciudad más grande de la Triple Frontera limita con Foz de Iguazu (en Brasil) y Puerto Iguazú (Argentina) Ciudad del Este se caracteriza por ser una ciudad comercial y también, en la actualidad por ser una ciudad industrial. Es conocida por ser una de las zonas francas más grandes de todo el mundo. Es el centro de compras más importante de Paraguay y también de la región. Diariamente muchos turistas de todo el mundo cruzan el Puente de la Amistad en la frontera para ir de compras. Luego de Asunción, es la segunda ciudad más importante del país, allí se encuentran varias empresas y una buena infraestructura turística para recibir a los turistas con varias opciones hoteleras. Existen modernos hoteles de primer nivel y grandes centros de compras, establecimientos gastronómicos, casinos y centros de diversión nocturna. Sobre el circuito de compras El circuito o sitio de compras en Ciudad del Este, no puede atribuirse a un único punto en el plano de la ciudad, podría decirse que el circuito abarca prácticamente la totalidad de su enorme centro. Una recomendación es comenzar el recorrido por una de las calles más importantes, la Avenida Adrián Jara. Luego conviene dirigirse hacia las arterias perpendiculares. Es un recorrido muy grande y completo donde pueden encontrarse muchas personas, negocios y ofertas. Suele haber cambios de tiendas y renovaciones, por lo que nunca los viajeros que la visitan más de una vez se irán con la sensación de no haber encontrado algo nuevo. Además de compras, en Ciudad del Este pueden hacerse otros paseos como por ejemplo visitar la Represa de Itaipú, una de las centrales hidroeléctricas más grandes del mundo. Es importante tener en cuenta que el ingreso a la misma es hasta las 16 horas. Desde allí, puede visitarse un mirador desde el cual se puede apreciar toda la obra y ver en frente a Foz de Iguazú. Al anochecer puede disfrutarse de un espectáculo de iluminación nocturna en verano suele realizarse a las 19:30 y en invierno a las 18:30. La visita a la Represa puede combinarse con un paseo por el Museo de la Tierra Guaraní. Tips e info útil Para poder conocer Iguazú, sus magníficas Cataratas y el resto de sus sitios turísticos se recomienda planificar un viaje al menos 5 días. La mejor época del año para visitar las Cataratas del Iguazú es entre marzo y mayo cuando termina la temporada de lluvias y no hace tanto calor como en pleno verano. Al terminar la temporada de lluvias, el nivel de agua de las Cataratas es deslumbrante, difícil de olvidar. Por ser una zona donde el tipo de clima es tropical, las temperaturas no descienden por debajo de los 23 grados en todo el año. La entrada al Parque incluye el paseo del Tren de la Selva, se trata de un tren ecológico. Su velocidad es menor a los 20 kilómetros por lo que es ideal para disfrutar del paisaje y tomar fotos. Al Parque se puede llegar en taxi, remis, vehículo particular, contratando una agencia de excursiones con un tour y también en bus. La empresa Río Uruguay presta el único servicio público de bus. Sale desde el Hito de las Tres Fronteras. Tiene una frecuencia bastante buena de 15 minutos.
  2. Vivir como un Erasmus (estudiante de intercambio) en Santiago de Compostela significaba pasar mis fines de semana en fiestas, reuniones, bares y discotecas con decenas de estudiantes de un sinfín de distintos países, desde Italia e Irlanda hasta Túnez, China y Brasil. El sentimiento es más auténtico cuando dichas fiestas surgían de la nada. Más en Santiago, como en la mayoría de las ciudades europeas, no eran los estudiantes quienes se encargaban de organizarlas. Para eso es que existía la ESN. ESN significa Erasmus Students Network. Y la organización es simplemente eso. Una red de estudiantes Erasmus en Europa. Aunque para ser más específico, sus trabajadores no son estudiantes sino ex Erasmus que decidieron emplearse con ellos. ¿De qué se encargan? Su misión es atender y ayudar a cualquier estudiante intercambista en la ciudad en cualquier cosa que a un foráneo le competa: clases de idiomas, clubs de conversación, búsqueda de apartamentos, y por supuesto, eventos y fiestas Poseer una credencial ESN nos hacía acreedores a descuentos y entradas libres en algunos establecimientos de la ciudad. Pero más allá de las fiestas, la mayoría estaba allí por una razón: los viajes Cada semana o cada 15 días ESN publicaba un viaje nuevo en el grupo de facebook. Su característica más singular era el bajo precio al que nos lo ofrecían Finisterre, Ourense, A Coruña, Pontevedra… Los destinos eran muy variados, e incluían en su mayoría los diferentes condados gallegos, donde visitaban las mejores atracciones turísticas del lugar. Así, mi primer viaje con ESN lo haría a una de las maravillas marítimas de Galicia más conocidas: las Islas Cíes. Se trata de un archipiélago situado frente a la costa de Vigo, al sur de Galicia. Declaradas parque natural, ofrecen al turista espectaculares vistas de la costa atlántica y de la despampanante naturaleza que colma su territorio La cita fue en la alameda central de Santiago temprano por la mañana. Después de una noche de fiesta en casa de los italianos, muchos lucíamos derrotados cubriendo nuestras ojeras con las gafas más grandes que pudimos encontrar. Los dos autobuses se llenaron rápidamente con la multitud de estudiantes que se aglutinaba en la acera, bloqueando el paso de los transeúntes que cruzaban hacia el centro histórico. El viaje duró aproximadamente 1 hora y media, y 90 km al sur de la capital gallega llegamos a la ciudad costera de Vigo, famoso puerto industrial y pesquero y una de las ciudades más pobladas de Galicia. Directamente el bus nos condujo hasta el complejo portuario, donde junto a los largos muelles de madera un catamarán turístico aguardaba a ser abordado. No era el único esperando. Al parecer, varias embarcaciones cubrían la misma ruta día con día, aunque siempre respetando un número límite de visitantes, ya que la explotación masiva de las islas puede dañar su ecosistema endémico La parte superior de la barca se colmó con un tapiz de estudiantes, la mayoría recién llegados a Galicia, pues eran apenas las primeras semanas de clases en España. Así nos aventurábamos a conocer un poco más de la provincia que nos acogería durante nuestro Erasmus Por suerte, el día se tornó soleado, algo raro en las costas del norte de España. Aun así, el verano ya casi terminaba, y el frío viento proveniente de la brisa marina nos hacía saber que un jersey siempre era necesario en estas tierras El catamarán comenzó su travesía. Poco a poco se alejó de la costa y nos permitió admirar la bahía en la que se emplazaba la ciudad de Vigo. De hecho no se trataba de una bahía, sino de una ría, una especie de fiordo o brazo marino que penetra las tierras continentales. Las rías más grandes de Galicia son llamadas las Rías Baixas, o Rías Bajas en español. En la mayoría de ellas se sitúa al menos un puerto comercial. Vigo es el mayor de esos puertos, y la Ría de Vigo es la más profunda y meridional de todas. Las rías gallegas se caracterizan por su costa escarpada irregular, con faros que adornan muchos de sus acantilados y pequeñas playas acorraladas por peñascos de mediana altura. Estos cabos eran conocidos por los romanos por ser considerados las tierras más occidentales del mundo (del mundo conocido hasta entonces). Así, por ejemplo, se fundó la población de Finisterre (finis terrae, o el fin de la Tierra). Navegamos por poco menos de una hora, rumbo al oeste de la ría. Justo a la entrada de la bahía se encontraban las tres pequeñas islas que formaban el archipiélago: Monteagudo, Do Faro y San Martín, o más fácil, la isla norte, del medio y la sur El mar lucía un espectacular y vívido color azul, y mientras más nos aproximábamos a la costa más clara se tornaba el agua de sus playas, dejando ver los caudales en su fondo El barco atracó a orillas de Monteagudo. La isla norte se encontraba ya repleta de turistas que se bañaban en sus olas y aprovechaban el último sol del verano. Los guías nos hicieron desembarcar y nos reunieron en el andén. Tendríamos que estar de vuelta antes de las 5 si no queríamos quedarnos atrapados allí Ellos darían un recorrido guiado para los interesados. La mayoría de nosotros se separó para aprovechar mejor el tiempo a conveniencia de cada uno. Silvia, Corinna y Giulia, tres amigas italianas y yo nos separamos del numeroso grupo para caminar hacia el lado contrario, a la olvidada punta este de la isla, donde a la mayoría no le interesaba ir. Pronto nos dimos cuenta de que el archipiélago era hogar de copiosas colonias de aves marinas, que se paseaban por sus costas pescando su almuerzo y aturdiéndonos con sus graznidos. La punta este carecía de playas, como la mayor parte del atolón. En cambio, su litoral estaba moldeado por un suelo de enormes rocas, que dificultaban levemente nuestro paseo matutino Pero al llegar al extremo del cabo la caminata había valido la pena y las Cíes nos regalaron una bonita y azul postal que me recordaba un poco a las famosas fotografías de Tulum, en México Nos quedamos anonadados un instante ante el peñasco grisáceo y la pequeña playa que se formaba a su lado. Luego de caminar unos minutos sobre la blanca arena regresamos al muelle para encontrarnos con el resto. Desde allí, daba comienzo un largo sendero que se dividía tras el muelle. Uno rumbo al norte y otro rumbo al sur. La ruta más conocida era hacia el ala sur. Todos los caminos que vimos eran peatonales, y era hermoso percatarse de la ausencia de automóviles en el archipiélago Nada mejor para proteger a su delicado medio ambiente. A nuestra izquierda nos topamos con la célebre playa de Rodas, la más grande y visitada de las tres islas. La playa de Rodas fue declarada por el periódico The Guardian como la playa más hermosa del mundo en el año 2007. Su delgada y fina arena blanca y su pureza visual era de admirarse, pero la mayoría de nosotros concordamos que en nuestra vida habíamos sido testigos de al menos una playa más linda que aquella (en mi caso, Huatulco en México). En fin, no había por qué exagerar tanto Dejamos la playa para más tarde y continuamos el camino peatonal, que nos introdujo a la parte boscosa de la isla norte, de la que pronto salimos para cruzar un puente casi natural sobre un montón de piedras. Esta cadena de piedras separaba al océano del lado oeste de una pequeña laguna natural que se formaba en el interior de la isla, justo en la división entre la isla norte y la del medio. La laguna se orillaba al este nada más y nada menos que por la playa de Rodas. Este circuito de arena era prácticamente lo único que mantenía unidos a ambos islotes, sobre todo cuando la marea subía y lograba casi igualar a la laguna con el mar. Una vez en la isla del Faro todo se volvía más vertical Largas pendientes que había que subir, subir y subir. Era entonces cuando agradecíamos haber llevado zapatos cómodos y ligeros Para entonces nos habíamos reunido ya con el resto de las italianas y con Hugo, un estudiante francés. Juntos continuamos el viaje hacia el interior de la isla, sin saber lo que encontraríamos, pues habíamos perdido de vista al guía. Sin darle mucha importancia, el sendero no era nada complicado. Además, a cada paso que dábamos uno u otro del enorme grupo de Erasmus se aparecía a nuestros pies, indicándonos hacia dónde debíamos seguir La orografía de la isla se volvía cada vez más accidentada Así mismo, su terreno se hacía más y más boscoso. Había quien nos decía que, con suerte, podríamos ver alguna liebre o musaraña cruzarse en nuestro camino. Pero los únicos animales a nuestro alcance parecían ser la multitud de aves que sobrevolaban nuestras cabezas, amenazándonos con sus desechos Nos detuvimos en lo que parecía el punto más alto de toda la isla, justo donde muchos se disponían a tomar fotos. Y yo, claro está, no podía quedarme atrás. Mirar abajo era todo un desafío. Los acantilados parecían cada vez más verticales y en sus orillas podíamos observar cómo las olas rompían con mucha mayor fuerza que en el resto del litoral. Finalmente tuvimos una amplia vista del horizonte hacia el oeste. Allá, hacia donde miles de europeos alguna vez se aventuraron a navegar, creyendo que la tierra era plana y que encontrarían el fin con una caída interminable. Este solía ser el fin para ellos, el fin de todos los continentes, el fin de todos los reinos, de todas las tierras por conquistar, el fin de todo el mundo. Aquí, el viento soplaba mucho más fuerte. El océano traía consigo frías ráfagas, confluencia de las corrientes del Golfo y del gélido Atlántico norte. Las lluvias, ventiscas, marejadas y demás inclemencias climáticas golpeaban siempre al lado oeste, creando así las playas y bosques de las islas en las pendientes orientales de las mismas, y dejando en su occidente un paisaje rocoso y desolado que aguantaba cualquier impacto natural. Aquella lejana línea azul vista desde lo alto, que separaba al despejado cielo del tormentoso mar era simplemente hipnotizante, y me regaló un pequeño pero prolongado momento de paz entre los grupos de turistas que brincaban y hacían duckface para elegir el mejor de los filtros disponibles en Instagram Un paisaje así no merecía tal banalización Mirando de vuelta al norte aparecía nuevamente la isla Monteagudo en todo su esplendor, dejando al desnudo la pequeña y frágil franja de rocas y tierra que la conectaban con nuestra isla. Y entre ambos bordes, la azul laguna repleta de algas y musgos marinos que coloreaban el encuadre con un vivaz verde agua. Al fondo se asomaba la costa gallega y el cabo que daba comienzo a la Ría de Vigo y al resto del territorio gallego. Con la mejor de las vistas comenzamos a bajar para disfrutar lo que quedaba de nuestro soleado día en la playa más hermosa del mundo. ¡Qué va! Quizá la mejor de Galicia y ya está Con el sudor en mi frente quise refrescarme un poco en el mar. Pero apenas puse un dedo dentro del agua azul turquesa y la totalidad de mi pierna se congeló Entonces me di cuenta que todos los niños, turistas, y por supuesto, estudiantes que se bañaban en sus playas tenían la pinta de ser europeos. Para ellos esto era el paraíso Las playas de Polonia, Irlanda, Gran Bretaña, Alemania, Dinamarca o Suecia no les permitían darse un chapuzón, casi ni en mitad del verano. Por ello un par de grados menos en su temperatura era un regalo maravilloso para sus blancos cuerpos. Pero no para mí ¡Con las playas mexicanas no tenía necesidad de sufrir una hipotermia! Así que mejor me quedé en la arena tomando un poco de sol que semanas después empezaría a echar de menos cuando el otoño llegara y trajera consigo los monzones de Santiago. Así terminó mi primer viaje con Erasmus, y mi primera aventura para conocer un poco más de la bella Galicia Pueden ver el resto de las fotos en el siguiente álbum:
  3. Mis tardes y veladas en el pueblo de Consuegra pasaban entre grandes banquetes para la cena y extraños juegos de cartas inglesas. Entre todas ellas, la celebración del cumpleaños de July, la madre de mi amiga Henar, a quien cantamos el famoso cumpleaños feliz y, en honor a mi presencia, las mañanitas mexicanas Mi estancia en la enorme casa de la abuela con Henar y su tío Paquito había devenido en noches de café y películas. Y ya que una de las amplias habitaciones de la morada estaba destinada sola y únicamente al resguardo de una gran colección de libros y filmes nuestro catálogo era más que suficiente para saciar nuestro cinéfilo apetito. Pero si soy sincero, a uno de los que más adoraba dentro de la familia de Henar era a su hermano Álvaro. Y es que el destino nos cruzó precisamente durante las vacaciones de verano, cuando él tenía el tiempo libre suficiente para disfrutar conmigo de los mejores tours Más eso no era lo mejor, sino que el buen muchacho ostentaba la maravillosa profesión de historiador, lo que lo convertía en la persona más interesante con quien pudiera haber compartido mis visitas por el centro del país Una de sus cuantiosas ofertas fue visitar el Parque Natural Hoces del Río Duratón, una particular formación geológica tallada por una vertiente del río Duero; uno de los parques nacionales más visitados en España. Así, uno de esos días, manejamos a escasos kilómetros al noroeste de la aldea. Cerca de la ciudad de Sepúlveda había una desviación que dirigía hacia el parque. Aparcamos el coche al pie del camino de ripio que le seguía e ingresamos sin pagar cuota alguna Existen distintos senderos para recorrer el paisaje por lo alto de las montañas. El que nosotros tomamos era de unos escasos 15 minutos. Las primeras tomas que se asomaron desde lo alto mostraban a un azulado río Duratón que serpenteaba entre altos acantilados de casi 100 metros. El follaje de un tono verde seco cubría algunos de los puntos en las laderas, creando la única escasa sombra del lugar. Aún con capas de bloqueador solar sobre mi piel, buscaba con recelo algún refugio ante los potentes rayos mientras capturaba las mejores fotografías posibles en la orilla de los barrancos. Muy lejos desde las alturas se podían divisar algunas de las aves que anidaban en las paredes rocosas, cuidando de sus bebés y alimentado a sus familias. El parque es bien conocido por poseer una de las mayores colonias de buitres leonardos en el país y en Europa, convirtiéndola en una reserva natural de mucha importancia en los ecosistemas ibéricos. Deseando poder descender un poco más para su mejor avistamiento, mi envidia se desató al mirar un par de personas remando en kayak a lo largo del río. En algunos puntos del parque se pueden rentar barcas para su recorrido… de haberlo sabido antes, me hubiera visto literalmente sobre las aguas de su cauce Aunque existen varios puntos que sirven de miradores a lo largo del complejo, el más famoso por sus hermosas vistas era el peñasco sobre el que nos encontrábamos. Además, otro singular atractivo se erguía allí majestuosamente. Una especie de capilla, que parecía estar hecha de la misma roca de las montañas, se levantaba al final del acantilado. Álvaro me hizo saber que aquella figura románica databa de la lejana Edad Media. Había sido construida por San Frutos en el siglo VII, por lo que ahora se llama la Ermita de San Frutos, quien es considerado el patrón de toda la provincia de Segovia. Sin embargo, la construcción actual fue edificada cuatro siglos más tarde, y fue después completada con un monasterio que se encuentra más abajo. El priorato se encuentra sobre un balcón que sobresale de la meseta, y está dividido del resto de la montaña por una grieta, que se une al resto de la planicie por medio de un puente de piedra. Es aquí donde Álvaro me ha contado la leyenda que se ha divulgado sobre este peculiar y lejano sitio: La grieta es llamada La Cuchillada, y según los rumores, ésta fue abierta milagrosamente por San Frutos para detener a los moros (musulmanes), quienes lo perseguían a él y a otros pueblerinos de Sepúlveda, durante la invasión del Islam en la península. De esta forma, todo aquello después de la grieta es considerado terreno sagrado Un altar cilíndrico, un campanario y algunas paredes de la iglesia es lo que sigue todavía en pie. Aunque allí se encuentran aún las reliquias del ahora santo. Pasando de largo la ermita se llega al último peldaño de la superficie plana, donde se tienen las mejores vistas del río y de su cañón. Sentarme ahí, con semejante paisaje a mis pies, me hizo sentirme nuevamente agradecido por haber decidido viajar a España, y por haber sido bienvenido por gente tan maja como Henar y su familia De vuelta al pueblo, hemos parado en una tienda local para comprar algunas cosas. Y a la orilla de la carretera algo me hizo bajar del coche. Una interminable serie de sembradíos de girasoles se extendía por las planas llanuras de tierra y pasto. El vivo color amarillo de los pétalos de cada flor, sumado a su hipnotizante centro de un marrón rojizo, adornaban la hojarasca verde que crecía a grandes alturas por todo el campo. Las más maduras parecían cuidar de sus hermanas menores, que se esforzaban poco a poco por abrir sus hojas en todo su esplendor. Con aquella colorida postal me despedí de otro hermoso viaje en la campiña segoviana que perduraría para el recuerdo y que me recordaba una vez más que lo bello de España iba mucho más allá que la gran ciudad de Madrid.
  4. Mientras el resto de los viajeros con quienes me hospedé en Florencia tomaban un autobús hacia Roma para cumplir con la típica ruta turística de Italia, aquella mañana yo me dirigí hacia la costa mediterránea. Y aunque descendí del tren en Pisa, mi intención no era pasar el día allí. Aún con su famosa torre ladeada, yo me incliné por otra opción. Una que llevaba años esperando poder conocer. Mis vacaciones decembrinas casi llegaban a su fin. Italia había sido un cálido y barato destino para pasar la Navidad. Aunque para año nuevo pretendía estar de vuelta en Lyon. Retomar las clases el 2 de enero es siempre una tarea fuerte, y más valía estar bien descansado. Y viviendo no tan lejos de la frontera norte con Italia, la costa del mar de Liguria es escenario de otros de los múltiples Patrimonios de la Humanidad que el país resguarda, y que no quería perderme por nada del mundo. Así que tras pocos minutos de escala en Pisa cogí el próximo tren a La Spezia, una provincia perteneciente a la región de Liguria. La Spezia no tiene mucho para ver. Pero una enorme multitud de turistas llegaron esa mañana a su estación de trenes y esperaban junto a las vías por el próximo vagón. Caminé hacia el punto de información turística y pedí los precios para visitar Cinque Terre, los cinco pueblos más mágicos de la costa italiana. Debido a la fama que estas cinco pequeñas villas han tomado durante los últimos años, existen hoy diferentes paquetes para los turistas. Algunos incluyen un pase de tren válido por tres días, otros por una semana; pero el más solicitado es el pase de un día, mismo que compré por solo 13 euros. Con aquel ticket era posible durante todo el día tomar cualquier tren entre las ciudades de La Spezia y Levanto y bajar en cualquiera de las cinco estaciones, pertenecientes por supuesto a los cinco pueblos. Eran menos de las 9 de la mañana y los andenes estaban ya repletos, en su mayoría, por chinos, algo que no me sorprendía en lo absoluto. Así que mi primer trayecto desde la Spezia no fue algo confortable. 15 minutos en los que muchos de los pasajeros, incluyéndome, nos balanceábamos parados sin tener un soporte de dónde sostenernos, y respirando hacinados el mismo aire en el que muchos tosían. Aunque algunos tomaron la decisión de seguir de largo hasta la última estación para evitar la conglomeración de turistas, decidí bajar en Riomaggiore, la primera estación después de la Spezia y el más oriental de todos los pueblos. Los pueblos de Cinque Terre son originalmente pueblos de pescadores y campesinos, aunque hoy muchos de sus habitantes viven por supuesto del turismo. Aún así, mis primeros pasos en Riomaggiore me hicieron ver que la vida en aquel diminuto rincón del Mediterráneo acontece como en cualquier otro sitio, con comerciantes de frutos, ropa, bebidas y todos los oficios que a uno se le venga a la mente. Sin embargo, bastó avanzar un par de metros para descubrir que se trata de una villa italiana que nació hace poco menos de ocho siglos. Las fachadas de sus edificios denotan el cliché más vivaz de las ciudades mediterráneas de Italia, con coloridas pinturas y ventanas de madera que dejan filtrar la eterna luz solar. Era sin duda un paisaje que me recordaba a Marsella, sobre todo al barrio Le Panier en su zona centro. Pero al llegar a la costa todo cambió, y Cinque Terre dejó en claro la razón por la que se encuentra en la lista de patrimonios italianos. La particular geografía de la costa de Liguria no impidió a sus antiguos habitantes construir pueblos pesqueros a sus orillas, respetando siempre la ecología y el paisaje que los rodea. Aunque eso no es lo único sorprendente. Al voltear la mirada más allá de sus edificios, Riomaggiore dejó entrever las avanzadas técnicas de agricultura que sus pobladores desarrollaron para aprovechar los terrenos verticales en los que se encuentra emplazada. Así que no solamente se trataba de un mágico y colorido pueblo italiano, sino de una avanzada técnica de producción en un lugar sumamente pequeño. Caminar bajo o sobre los tejados de Riomaggiore fue simplemente una experiencia maravillosa. De aquellas que me hicieron abrir los ojos y darme cuenta de que estaba parado allí. Pero alejarse un poco del pueblo es una buena decisión. Aunque caminar por su embarcadero, sus cafeterías, sus tiendas y rúas son elementos exquisitos, la mejor vista de Riomaggiore se tiene desde los acantilados que la rodean, que dejan ver el conjunto de todo aquello en una misma y emblemática postal. Observar la costa mediterránea es siempre un deleite. Pero hacerlo desde Cinque Terre fue sin duda un momento memorable. Aunque el encanto de Riomaggiore es hipnotizante, la dimensión de los pueblos no permite a la compañía de trenes hacer decenas de trayectos por día. Junto con el boleto, la oficina de turismo me dio una tarjeta con los horarios de llegada y partida de los trenes hacia cada una de las estaciones, que normalmente salen en el transcurso de una a una hora y media. Así que para poder visitar los cinco pueblos de Cinque Terre en un solo día es importante no dejar pasar el próximo tren. Entonces caminé de vuelta a la estación y aguardé por el próximo vagón. Esta vez el tren iba casi vacío. Algunos turistas habían reservado una noche en Riomaggiore. Otros se maravillaron con su belleza. Otros quizá perdieron el tren. El siguiente pueblo a visitar fue Manarola, quizá el menos famoso de Cinque Terre. No muchos turistas gustan de quedarse allí. Su embarcadero es mucho más pequeño. Las posadas y restaurantes tienen vistas menos atractivas. Y desde su orilla nada más que el azul del mar y los acantilados son alcanzados por la vista. Sus calles, sin embargo, mantienen todavía el vivo colorido que caracteriza a Cinque Terre. Como adivinando el itinerario perfecto, el próximo tren no tardó más de 40 minutos en salir de la estación de Manarola. Mis opciones eran tomar ese o esperar una hora más para continuar al siguiente. Y esperando una mejor vista para la hora del almuerzo, continué hasta Corniglia, el tercero de los pueblos. Cinque Terre fue declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1997. No sólo por sus pueblos, sino por la hermosa geografía en la que fueron construidos. A partir de entonces, se creó el Parque Nacional de Cinque Terre, por el que hoy existen senderos para llegar caminando de un pueblo a otro. Si bien los senderos deben ofrecer hermosos, pero agotadores paisajes a sus visitantes, un viaje en tren por Cinque Terre es una experiencia alucinante. La estación de Corniglia nos dejó justo frente a la costa de Liguria, a diferencia del resto de las estaciones, que se ubican más bien en túneles que penetran los acantilados de arenisca. Desde las vías se asomaban en lo alto las pintorescas casas que se acomodan en los precipicios, casi como obras perfectas de la naturaleza. Corniglia fue así, el más difícil y cansado de los pueblos. Para llegar a él debí subir varios escalones desde su estación, cargando siempre conmigo mi inseparable mochila, en la que transportaba temporalmente mi vida. Pero todo valió la pena al llegar a la cima, a las rúas de piedra custodiadas por floreados balcones y verdes ventanales de madera. ¿Cuánto costaría vivir en una de esas casas?, me pregunté. Vaya suerte con la que corrían aquellos afortunados que heredan una propiedad en una tierra tan mágica. Aunque para ser sincero, la mayoría de las personas locales simulaban tener más de 60 años. Personas que quizá eligieron Cinque Terre como la mejor opción para su retiro de la vida laboral. Corniglia era el vivo cliché de la postal mediterránea. Ciudades mal trazadas, adaptadas a la costa, con casas de diferentes tamaños, colores, materiales, formas, ornamentación. Un pueblo que demuestra que la imperfección a veces puede ser perfecta. Un pasillo desde la plaza principal me llevó a la abrupta costa de uno de los acantilados, bajo el que las olas de un azul turquesa golpeaban con esmero las piedras blanquecinas. No había mejor lugar para el almuerzo, pensé. Y volví a la plaza principal para buscar un lindo restaurante. Un buen plato de lasagna ragú no solo cambió mis ansias. Me dio un orgasmo bucal imposible de olvidar. Italia no es solo un viaje de turismo. Es una vivencia gastronómica que ni yo, ni nadie, querría que terminase nunca. Y así como nunca hubiera querido irme de Corniglia, era tiempo de moverme si quería conseguir ver las cinco tierras de Liguria. Y bajé los escalones hacia las vías del tren, que me llevaron a Vernazza, el penúltimo de los pueblos. Desde su entrada Vernazza parecía sin duda uno de los pueblos más turísticos y cotizados de todos. Las filas de turistas andando por su calle principal eran parte innata de su paisaje. Además, Vernazza es el lugar ideal para comprar uno de los múltiples recuerdos que los comerciantes venden de Cinque Terre. Camisas, tazas, imanes, postales, llaveros, alhajas, figuras en miniatura. No faltaban por supuesto los restaurantes y heladerías colmadas de asiáticos y niños que rogaban por otra bola de gelato. Pero la magia de la vía principal no estaba en ella, sino al final de su camino, cuando las piedras se topan con el mar. El embarcadero de Vernazza es sin duda el más hermoso de Cinque Terre, ya que deja ver cada uno de los elementos que forman parte de su encanto. Sus colores, sus acantilados, sus cultivos, su capilla, su ensenada, su gente. Y al voltear la cara hacia el otro lado, el último de los pueblos se asoma entre el verde de los riscos, iluminado por un sol que comenzaba a descender. Pero lejos del embarcadero, Vernazza resguardaba también otro atractivo del que pocos turistas se enteraban. Bastaba andar algunas calles hacia el este, serpenteando por sus callejones y escaleras de piedra, por el que muchos visitantes adoran perderse. Y un túnel bajo el acantilado conduce a la única playa de Vernazza, escondida del resto del pueblo por un risco que se cubría con una malla para evitar un posible derrumbe. Un baño en el Mediterráneo entonces por supuesto no era una opción. El invierno de diciembre no permite a muchos un agradable momento en sus aguas. Pero contemplar las olas al nivel del mar es siempre un deleite digno de agradecer. Volví rápidamente a la estación antes de que el próximo tren me dejase. Y pocos minutos después la locomotora apareció desde la oscuridad del túnel. Llegué a Monterosso poco antes de las 4 de la tarde. El más occidental y grande de los pueblos es una buena manera de terminar el recorrido. Desde el principio Monterosso mostró claramente que se trata del pueblo más fácil de recorrer, ya que cuenta con una larga línea de playas tras la que se posa un malecón turístico. Así que para andar por Monterosso no hacía falta subir y bajar muchos escalones, como en el resto de las villas construidas en terrenos muchos más escarpados. Monterosso me pareció lo más moderno de Cinque Terre, con coches estacionados en las orillas, calles de concreto, tiendas de conveniencia con una mayor cantidad de productos y hoteles mucho más prominentes. No obstante, sumergirse en sus calles seguía siendo una experiencia increíble. Si bien la señalización o su pequeño tráfico lo diferencian mucho, sus terrazas y callejones son inolvidables. Volví al malecón, donde parejas y grupos de amigos se aglomeraban para ver la puesta de sol, que comenzaba poco a poco muy cerca del risco contiguo que daba fin al parque nacional. Yo por mi parte pensé que admirar el atardecer en Vernazza sería una mejor idea. Los acantilados no estorbaban tanto a la luz del sol. Y seguro que ver su embarcadero iluminado por los colores de un ocaso sería algo que no querría perderme. Corrí entonces a la estación y tomé el tren de vuelta a Vernazza antes de las 5 de la tarde. Me apresuré a caminar hasta su embarcadero, que se encendía entonces con el rojo vivo del intenso sol. En efecto, no había nada que estorbara los rayos de luz. Solo las oscuras siluetas de las lanchas que navegaban, y la sombra de los turistas que se sentaban a la orilla del malecón. Contemplar un atardecer en aquellas circunstancias hacían cuestionarse la idea de tomar una foto. Quizá sentarse, sin pensar ni hacer nada, era una mejor decisión. Un momento para recordar mi visita a Cinque Terre. El 2016 estaba casi por terminar y aquella puesta de sol me dio uno de los mejores momentos de mi año, cuando otro de mis objetivos de viaje culminó por ser cumplido. Las luces de Vernazza poco a poco comenzaron a encenderse, dándole a Cinque Terre una vida diferente, llena de pizza, café, música relajante y velas en sus mesas. Un destino elegido por muchos como el más romántico del mundo. El último tren me llevó hasta Levanto, la ciudad al norte del parque nacional donde se da por terminado el ticket turístico. Allí compré un boleto para mi último destino en Italia, antes de volver a Francia para recibir el próximo año.
  5. Al momento de decidir a qué lugar viajar, las opciones que se me ocurren son infinitas. Es que hay tanto para conocer y para hacer que uno no sabe por dónde empezar. Pero, poco a poco iré logrando mi objetivo de tachar el mapa de mi país y también de conocer lugares del mundo Este último verano pensé en ir a algún punto del sur de la Argentina. La decisión que tomé fue ir a Trelew, una localidad ubicada en la provincia de Chubut. Luego de haber estado unas cuantas horas arriba de un colectivo llegué a Trelew, un encantador pueblo de estilo galés. Luego de dejar el equipaje en el hotel y de organizarme, salí a caminar. Tenía muchas ganas de estar en movimiento ya que el viaje había sido bastante largo (pero valió la pena) El primer lugar que visité fue la Oficina de Turismo, muy linda por cierto. Como pueden apreciar en la foto, el edificio donde funciona esta oficina, conserva su fachada original de estilo galés. Este estilo es característico del paisaje de la ciudad, es importante recordar que el nacimiento de esta ciudad está muy relacionado con la historia de la colonización galesa, quienes llegaron en el año 1865. Seguí caminando con un plano en la mano y descubriendo otras construcciones del mismo estilo como la hermosa glorieta ubicada en una plaza donde funcionó antiguamente un kiosco y el banco. Pero a las construcciones antiguas conservadas de manera implecable, se suman otras de estilo muy moderno, como el casino sumamente decorado por una gran cantidad de flores. Otro de los puntos de interés que marcaba el plano, era el shopping. Debo admitir, que me sorprendió que en esta localidad de estilo antiguo existiese uno, fue por eso que no dudé en ir a visitarlo. Estaba bastante distante del centro, pero no importaba porque el día estaba muy agradable para seguir caminando. Pasadas unas treinta y tantas cuadras del centro de la ciudad llegué al shopping El Portal, un espacio muy grande, con varios locales e incluso un supermercado en su interior. Luego de hacer unas compras de recuerdos y souvenires me senté en el patio de comidas para comer algo y descansar. Algo que no les comenté todavía es que el motivo principal por el cual había ido hacia Trelew era para visitar Punta Tombo. Adoro a los animales, sobre todos los pingüinos y Punta Tombo es una de las mayores colonias de pingüinos magallánicos de todo el mundo. Fue por eso, que el segundo día que estuve en este pueblo galés, fui con un servicio de excursión a la pingüinera. Era la mejor manera de ir ya que no hay colectivos que te dejen en este punto, el viaje en taxi ida y vuelta es sumamente caro y además la ruta es de ripio, por lo que conviene ir en una camioneta o vehículo apropiado. La verdad que el viaje hacia la reserva fue muy cómodo ya que nos llevaron en auto junto con otra pareja más. Al primer lugar que nos llevó el guía fue el Centro de Interpretación. Siempre me ha resultado interesante conocer estos lugares, porque se aprende un montón. El centro es sumamente nuevo, tiene mapas grandes, fotografías, etc. Nos dieron un tiempo prudencial para recorrer la reserva y para tomar algo en la confitería, por supuesto que invertí todo mi tiempo en conocer a los simpáticos pingüinos. Tan pronto como empecé a caminar ví al primer pingüino y saqué las primeras fotos. Había varios grupitos de pingüinos, algunos descansando, otros caminando, otros bañándose, otros observándonos cuidadosamente. En la época en la que fui (principios de marzo) solamente estaban los adultos, los bebes y los juveniles ya habían migrado. El mejor momento para conocer la reserva es en diciembre-enero ya que es el momento en el que llegan todos. El lugar donde viven, es un lugar privilegiado. Podría calificarlo de paraíso. Es una extensa playa de varios kilómetros donde reina la quietud. A lo lejos se pueden admirar unas aguas de color turquesa cristalino bordeadas por grupos de rocas de coloraciones rojizas conformando una postal única. Sin darme cuenta, el tiempo voló y se hizo la hora de regresar hacia Trelew. Seguía con ganas de pasear, así que después de almorzar me tomé un colectivo para ir a Gaiman, otro pueblo de estilo galés a una hora de distancia. Para ir hay dos opciones, ir por ruta o ir por el valle. Obviamente, elegí la segunda opción para poder apreciar el paisaje. Al cabo de una hora ya estába allí. Gaiman es un pueblo que parece detenido en el tiempo donde se pueden ver construcciones muy antiguas, como el primer colegio y el sitio donde funcionó el primer correo. Otra parte muy linda de Gaiman es el sector donde se puede admirar el Río Chubut, decorado por el verdor de la vegetación donde se destacan los sauces llorones que le dan un estilo único a la postal. Tomamos un par de fotografías, di una vuelta por el puente peatonal que se encuentra sobre el Río Chubut y regresé a la plaza principal, sitio por donde pasa el colectivo de regreso a Trelew. Hay más historias y datos de Gaiman, pero se los contaré en otro relato... Uno de los principales atractivos turísticos de Trelew y quizás el motivo de porqué es conocida esta ciudad, es el MEF, es decir, el Museo Paleontológico. Es un museo de gran importancia a nivel internacional, donde se encuentran restos reales de dinosaurios. A la entrada del museo, me sorprendió una gran pieza, un femur de dinosaurio mucho más alto que una persona. Hay otras varias piezas reales y por supuesto unas cuentas réplicas. Recomiendo que lo visiten, también se pueden ver a los científicos trabajando. Llegó el día de dejar Trelew, aunque una parte de mí, seguía con ganas de seguir estando allí, pero también quería seguir conociendo. Mis próximos destinos eran Puerto Madryn y Las Grutas…
  6. Visitar un área protegida, es un paseo especial. La distinción de “Área protegida” implica que uno va a encontrarse con paisajes excepcionales. Ir a uno de estos puntos es tener garantizado que uno va a poder ver postales que vale la pena descubrir, lugares para fotografiar y, por supuesto que también es una cita con la naturaleza en un estado casi natural. Y digo casi, porque siempre hay algún sendero, algún mirador, alguna construcción que irrumpió el paisaje para facilitarles (y facilitarnos) a los turistas y los viajeros la posibilidad de recorrer el lugar. Estar en contacto con la naturaleza es una oportunidad para desconectarse y reencontrarse con los sentidos. Es ideal para desenchufarse del estrés diario, de los horarios, del buillicio y de todas esas cosas que quienes vivimos en ciudades sentimos a diario. Afortunadamente en Argentina hay varias áreas protegidas. En todas las provincias hay al menos uno de estos lugares. Desde el norte al sur y desde el oeste al este se encuentran unos cuantos lugares donde lo que reina es la naturaleza. Hay Parques que tienen la distinción de Parque Nacional, también están los Parques Provinciales, las Reservas y además también existen lugares que fueron declarados por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, como es el caso del Parque Nacional Los Glaciares. Yo siempre trato de que mis viajes tengan un “poquito de todo”, es decir, de combinar, paseos, con compras, con gastronomía típica, con aventura, con naturaleza… Por eso en cada uno de los viajes que hago me propongo conocer un lugar donde lo que reine sea la naturaleza. En uno de los últimos viajes que hice visité uno de los Parques más destacados del país, el Parque Nacional Los Glaciares. Es cierto que las bajas temperaturas no son santo de mi devoción, pero hay veces en que hay que superar estas cuestiones para conocer lugares realmente únicos. Fue así que me prepararé bien. Hice mi valija con tiempo y con sumo cuidado para que no me faltase ropa muy abrigada, unos cuantos sweaters, bufanda y gorro, calzado adecuado (Esto último es: ¡Fundamental! Es más les recomiendo, siempre tener algún buen calzado deportivo para ir de excursión, inclusive en aquellos viajes en los que quizás uno no tiene planeado hacer un paseo de este tipo, siempre algo surge…), anteojos de sol y bueno… la infaltable cámara con unas cuantas baterías, enchufes, cargador y lugar para descargar los miles de fotos que uno saca. Antes de seguir, me gustaría dejarles un pequeño dato: en los meses de marzo a mayo llueve mucho en este lugar; y en invierno, es decir, durante los meses de junio a septiembre suele hacer mucho pero mucho frío. Yo les recomiendo que si van a ir, planifiquen el paseo para la primavera. Bueno, hace frío y viento, pero es el mejor momento para ir, ya que es la estación del año en la que hace menos frío y además no está la posibilidad de que una lluvia te impida realizar la excursión. Volviendo al tema…Qué decir del lugar en sí… Es difícil describir en palabras, casi imposible. Es como dije anteriormente: ¡Único! Una gran parte de la Cordillera de Los andes cubierta de hielo y nieve, lagos y bosques resumen gran parte de lo que uno puede ver acá. En este Parque se encuentra el famoso y tan buscado Glaciar Perito Moreno, el cual, la mayoría de la gente erróneamente cree que está en el Parque Nacional Perito Moreno. Otro de los grandes “bloques mágicos” es el Glaciar Upsala. Hay varios bloques de hielo y glaciares. Por supuesto que tampoco falta la vegetación adaptada a este tipo de clima y las especies animales. Estas últimas son muy difíciles de ver, es que con el movimiento de la gente, suelen esconderse. Porque encima las excursiones llegan con varios turistas, pero es cuestión de estar un rato más y tener paciencia para ver algún simpático animalito que se anime a salir como los cisnes de cuello negro. Dentro del Parque Nacional Los Glaciares, está el Sendero Fitz Roy. Se trata de un punto que concentra a andinistas profesionales de todo el mundo que se animan a escalar los 3375 metros del Cerro El Chaltén. También es uno de los puntos más elegidos por los aficionados a la pesca y para curiosos turistas como yo que intentan descubrir y pasear lo más posible por todos lados a los que van. Debo confesar que con tales paisajes, me olvidé por completo de mis preocupaciones y obligaciones, de la hora y además del frío!
  7. Llegué a la ciudad de Villa La Angostura luego de unas pocas horas de viaje, ya que venía desde un punto bastante cercano, San Martín de Los Andes. Lo primero que hice, como de costumbre, fue ir hacia el hotel para dejar las valijas y empezar a organizarme. Mientras tomaba una soda fresca con un tostado, le pregunté a la recepcionista del hotel “¿Sabes cuál es la mejor forma para llegar al Parque Nacional Los Arrayanes?” Me respondió que se podía ir en auto, en bicicleta, caminando o en lancha. No me llevó mucho tiempo elegir… auto no tenía, bicicleta no sé andar (nunca anduve, de chica prefería los triciclos), ¿Caminar? No tenía ganas hacía mucho calor y el sol estaba muy fuerte… Entonces le dije que quería ir en lancha y le pregunté cómo tenía que hacer. Me dijo que tenía que llegar hacia el muelle viejo y ahí podía tomar un paseo en lancha. Era la 1:00 del mediodía y la lancha partía 1:30… Tan pronto como pude me preparé para salir con calzado cómodo, protector y la infaltable cámara de fotos. Llegué, como se podrán imaginar, con los minutos justos ya que el taxi había tardado en llegar y el muelle estaba bastante distante del hotel. Me subí a la lancha y empezó el recorrido. Navegamos el Lago Nahuel Huapi. La verdad que la experiencia es algo único. Ver el agua transparente de un color azul intenso fuerte, rodeadas de la tupida vegetación es un espectáculo único. Después de unos 40 minutos o 30, no sé exactamente porque uno pierde la noción del tiempo cuando la está pasando tan bien... Llegamos al Parque. Teníamos una hora para recorrerlo y sacar fotos. No hay forma de perderse porque los senderos están marcados y hechos de una manera muy perfecta, con escalinatas de madera preservando el ambiente. La estrella del Parque o del Bosque, son esos árboles tan particulares que llevan el nombre de Arrayanes. Son de una coloración medio extraña, tirando a naranja, un color medio cobrizo. Lo más llamativo es que los tocas y están fríos. Estos árboles crecen en los bosques templados de Argentina y de Chile. En Argentina es posible encontrarlos desde el centro de la provincia del Neuquén hasta el norte de la provincia del Chubut. En el recorrido también pude ver unas hermosas flores. Una de ellas es el Amancay, con un color difícil de describir entre amarillo y anaranjado combinando perfectamente con los árboles del Parque. El logo de turismo de la provincia del Neuquén, tiene una flor muy particular. Desde el momento en que vi el primer folleto, me había llamado la atención, no entendía por qué esa flor. Caminando por el bosque lo entendí, es otra de las flores típicas de la provincia, lleva un nombre de Mutisia y tiene un color bastante similar a la flor Amancay, aunque quizás un tono más oscuro. Después de deleitarme con el paseo y de sacar unas cuantas fotos, llegó el momento de regresar al muelle para partir. Por supuesto que aproveché también para fotografiarlo, ya que también tiene su encanto. Mientras íbamos regresando, la persona encargada de la embarcación nos comentaba que hace unos años atrás, la ciudad había quedado tapada por cenizas como consecuencia del Volcán Puyehue. “No se podía ver bien, a las 17:00 horas ya estaba de noche en pleno verano, cuando acá oscurece a las 21:45 en pleno verano”. Pero después agregó que gracias al trabajo de la gente la localidad de Villa La Angostura volvió a resurgir aún más linda que antes. Era la primera vez que yo estaba allí pero doy fe de que es una ciudad espectacular. Uno está caminando por la ciudad y en ningún momento se pierde la vista de la Cordillera de Los Andes. Otra cosa fantástica, es que todas las calles están repletas de rosas al igual que la vecina ciudad de San Martín de Los Andes. Todos los negocios y todas las construcciones tienen un espectacular diseño de maderas y piedras estilo cabaña. Después de dar una vuelta por el centro y de averiguar en la terminal por los próximos pasajes sentía ganas de cenar, pero me parecía que era demasiado temprano porque estaba de día… Miró la hora y ya eran cerca de las 21:00 y recordé las palabras del encargado de la embarcación, allí oscurece mucho más tarde. Los locales gastronómicos tienen su encanto, son pequeños lugares con una cantidad de mesas que no sobrepasan las diez, quince. Generalmente son atendidos por sus propios dueños. Los precios son un poco más caros que en otros lugares del Sur de Argentina, pero no es cuestión de asustarse tampoco es que sean impagables! Después de un día intenso de recorridos y caminatas volví al hotel para descansar y nuevamente armar las valijas, ya que me esperaba Caviahue…
  8. “¿A dónde vamos este verano?”, fue la pregunta que le hice a mi novio para empezar a organizar las vacaciones. “No sé, a donde vos quieras, vos sos la que siempre organiza” me respondió. Sí, es cierto, yo siempre planifico nuestras vacaciones organizando a dónde vamos, dónde paramos, qué lugares visitamos, qué excursiones vamos a hacer, etc. Pero tenía ganas de que él también participará de la decisión, entonces le dije “Te toca elegir a vos a esta vez”. Se puso a pensar, pero seguía sin tener ninguna idea. Tenía al lado de mi escritorio una guía de turismo, siempre estoy rodeada de papeles y guías porque me encanta leer cosas de sobre viajes y turismo. Para simplificar el asunto, agarré la guía de Argentina y empecé a pasar las hojas rápidamente y le dije vos poné el dedo en una hoja sin mirar. Pasé un par de hojas y él marcó con el dedo una de las páginas. El destino que tocé en suerte fue Caviahue. Es un pueblo de la Patagonia argentina, ubicado en el Norte de la provincia del Neuquén. Planificamos el viaje para parar 5 días en Caviahue. Una vez que ya estábamos en viaje pensé “No será mucho tiempo para conocerlo, es un lugar chico”. Para colmo, la guía de turismo no tenía mucha información sobre este lugar. A penas unos breves párrafos. El sitio web del lugar decía algo así como “101 propuestas para elegir Caviahue”, cosa que al principio me sonaba a que era un poco exagerado. Dejé los prejuicios de lado, porque como les comenté en alguna otra ocasión… Mi meta es conocer todo mi país, lo turístico y lo no turístico. Así que preparé las valijas, la cámara de foto y salí… Llegué a destino a las 3:00 de la mañana. El micro me dejó frente al lago… Como se podrán imaginar estaba oscuro, no había nadie. Ya sabía que no había taxis ni remises. Debo confesar que me dio un poco de miedo, estabamos solos, en el medio de la nada literal. Seguí las indicaciones que me habían dado por teléfono los dueños del hotel y caminé hacía allí. Creo que fueron tres o cuatro cuadras, pero se me hicieron largas. Para colmo de males, pasé por varios puntos que estaban en construcción. Me pareció que estaba en un lugar más que equivocado. Encima, ya tenía comprados los pasajes de vuelta... Llegué al hotel, me indicaron donde estaba mi habitación y me acomodé para dormir, con mi cabeza que pensaba a mil. De pronto mi novio me dice “Viste, no se escucha nada, hay silencio total”. Y yo le respondo “Che yo escucho una alarma” y me dijo “Prestá atención, tendrás ese sonido en tu cabeza”. Me relajé y me di cuenta que era totalmente cierto. Había silencio. Era total y absoluto. Por primera vez en mi vida escuché el silencio total, fue increíble. A la mañana me levanté, desayuné y decidí volver a dormir, seguía sumamente cansada. Después de una mini siesta matutina, salí a conocer. Y fue en ese momento que contra todo mi pronóstico negativo, me di cuenta que estaba EN UN LUGAR MARAVILLOSO. Caviahue es un ciudad muy especial, por varias razones… En primer lugar, está dentro de un área natural protegida, el Parque Provincial Copahue. En segundo lugar, es una ciudad muy pequeña con unos 600 habitantes y en tercer lugar los paisajes se combinan con tranquilidad, paz y silencio. Fui a la oficina de turismo para buscar algunos folletos. Adoro coleccionar folletos de los destinos a los que visito, porque además me ayudan a aprender un montón de cosas. El chico que me atendió me mostro un mapa del Parque Copahue y todos los paseos que se podían hacer, visitar cascadas, saltos, lagunas, hacer trekking por entre las montañas, etc. Es raro entender que uno está dentro de un Parque, que la ciudad está dentro de esta área protegida. La postal es única, una ciudad pequeñita a orillas de un espejo de agua, rodeada de montañas (las cuales pertenecen a la Cordillera de Los Andes) y con vista al Volcán Copahue. Me encantó el lugar, está lleno de araucarias, un árbol muy llamativo para mí ya que no estoy acostumbrada a verlos todos los días. Es una ciudad, aunque me resulta extraño decirle así, con muy poca cantidad de gente viviendo allí. Hay varias casas y lugares en construcción, también hoteles y complejos turísticos. Pero no se hagan ilusiones, los terrenos disponibles ya están todos vendidos y no se puede construir más. Por ser una área protegida y por precaución de que el Volcán entre en erupción, no se puede construir más. Hay listas de espera. Así que las opciones son, anotarse y esperar, tener la suerte de que alguien quiera vender, o simplemente elegir el lugar para vacacionar. Otra cosa llamativa, es que muchas de las personas que allí viven, provienen de grandes ciudades, como por ejemplo Buenos Aires y Rosario. También había gente de Mar del Plata, mi ciudad. Todos fueron en búsqueda de lo mismo: tranquilidad. Demás está decir, que los cinco días que estuvé allí no fueron suficientes para conocer todo, pero no importa porque me sirve de excusa para volver algún otro día. Sumado a ello, durante el invierno se llena completamente de nieve, dando lugar a otra postal a la que algún día conoceré.
  9. Estaba en la localidad de Caviahue, una hermosa “mini- ciudad” ubicada al lado de la Cordillera de Los Andes, en el Parque Provincial Copahue. Un lugar soñado, donde se respira aire puro y sobretodo tranquilidad. Y digo mini ciudad, no en sentido despectivo sino, todo lo contrario… Viven aproximadamente unas 500 personas. No hay que hacerse ilusiones con mudarse o construirse una casita, porque los terrenos ya están todos loteados y vendidos. Hay lista de espera. La razón del impedimento de más construcciones es que el Volcán Copahue, el cual se encuentra muy próximo, puede entrar en erupción haciendo que haya que evacuar al todo el pueblo. Parece mentira, pero a pesar de ser un lugar tan chiquitito, al estar enclavado en un Parque, tiene una gran cantidad de paseos para hacer. Estuve unos 5 días, pero creo que no fueron suficientes… Y todavía me queda pendiente conocerlo en invierno cuando cae la nieve y cambia el paisaje por completo… Uno de los tantos paseos que se puede hacer desde Aquí es conocer el Salto del Agrio. Yo lo había visto por foto en los folletos turísticos. Parecía una cascada común, nada llamativa. Es más recuerdo que le dije a mi novio “¿Vale la pena ir allá para ver solamente la cascada?” El me respondió que sí, que todos los lugareños decían que era algo impactante y que estando allí no lo podíamos perder. Entonces contratamos la excursión para ir. (Dato importante para el que tenga ganas de ir: se puede ir en auto de forma particular, la gente del lugar es muy amable y les va a explicar cómo llegar, además está muy cerca) Nosotros fuimos en excursión porque habíamos viajado en colectivo, sin vehículo particular. El camino hacia el lugar ya es pintoresco y además interesante. Creo que sería un placer para cualquier geólogo o también para los amantes de la geografía como es mi caso. Pasamos por los Riscos Bayos, un lugar muy misterioso… Es un tipo de formación rocosa formada por ceniza volcánica que se solidificó. Solamente existen tres lugares en el mundo donde se encuentra este tipo de formación… Caviahue, México y Turquía en la famosa Capadocia. Va otro dato importante: Están a solo 10 kilómetros de la villa, más exactamente en el kilómetro 16 de la Ruta 26, camino también a Copahue. Sí o sí se pasa por allí por lo que es imperdible no verlos y no sentirse deleitados con ellos. Luego de unos pocos kilómetros más, llegamos a destino al Salto del Agrio. Es un lugar impresionante, es un salto que tiene una altura aproximadamente de unos 60 metros de alto. Es muy llamativo, pero ninguna foto creo que logra reflejar todo su esplendor. El agua del salto cae sobre una pileta cuyas paredes muestran la forma de columna del basalto. Según comentó el guía, el Río Agrio nace en el Volcán Copahue (Volcán que podía verse desde Caviahue, se podía ver como estaba fumando). En su recorrido, o mejor dicho curso, deja siete saltos, los cuales se encuentran entre rocas y araucarias o pehuenes. El río llega hacia la meseta y allí conforma el Lago Caviahue. El Lago Caviahue también tiene su encanto, es uno de los pocos lagos ácidos del mundo. Al meter el pie, se siente raro, es una agua muy fría pero se nota algo distinto, intuyo que esto está relacionado con su acidez. El río Agrio recorre varios kilómetros conformando la Cascada del mismo nombre. Sigue su trayecto hacia varios pueblos y desemboca definitivamente en el río Neuquén. Hay tres miradores donde se puede apreciar el imponente paisaje. Eso sí, vayan bien equipados con calzado cómodo y de trekking para no resbalarse. Algo muy llamativo es la coloración naranja de las aguas, dicen que es una especie de tabla periódica porque allí pueden encontrarse unos cuantos minerales, principalmente el azufre. Es un lugar que no tendrían que perdérselo si andan paseando por el norte neuquino, es un paisaje único, como dije anteriormente ninguna foto logra mostrar lo imponente que es. Lógicamente agradezco a todos quienes me insistieron para que haga la excursión y no me la pierda, tenían mucha razón… Yo hice la excursión por la tarde, hay muchos que recomiendan hacerla por la mañana para ver el arcoíris que se forma con el vapor del agua. Quedará pendiente para otra oportunidad en la que pise el suelo neuquino…
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