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Encontrado 443 resultados

  1. Me encanta ir a lugares donde se pueda disfrutar de las playas. ¿Qué lugares conocen y recomiendan?
  2. La Isla de Bali se encuentra en Indonesia, en la actualidad es un popular destino turístico. Su sobrenombre turístico es la Isla de los Dioses, tiene varias propuestas turísticas como visitar arrozales verdes, conocer antiguos templos, disfrutar de atardecer únicos, sumergirse en una interesante cultura local y sorprenderse con llamativos paisajes y mucho más. Por supuesto que uno de los principales motivos para visitar Bali, es descansar en sus playas o aprovechar las características de la zona para disfrutar de la actividad del surf. Uno de los símbolos de Bali son sus arrozales los cuales pueden ser visitados, basta con animarse a manejar por las carreteras para verse rodeado de la inmensidad del verde de las terrazas. También existen excursiones que permiten conocer los arrozales y más secretos sobre este importante cultivo de la zona. Un dato importante es que la alimentación tanto de Bali como del resto de Indonesia es a base de arroz. Los habitantes de Indonesia comen dos o tres veces por día arroz, por tal motivo es que son tan importantes las plantaciones de arroz. La estructura montañosa de los terrenos hace difícil la plantación de arroz, por ello los balineses lo solucionaron creando campos escalonados, los que representan además un llamativo paisaje. Uno de los arrozales más conocidos a nivel turístico son los arrozales de Jatiluwih los cuales se encuentran a una hora de Denpasar o Kuta. Por sus características y gran valor escénico, han sido declarados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Otro de los arrozales famosos son las terrazas de arroz ubicadas en Tegalalang, es uno de los más visitados por encontrarse muy cerca de Ubud, uno de los puntos más turísticos de Bali. Es importante tener en cuenta que los medios de transporte en públicos en Bali casi no existen. La mejor manera de conocer los arrozales y los demás puntos turísticos de la isla es en motocicleta. Es muy común alquilar una moto para recorrer todos los sitios, generalmente los hoteles también ofrecen el servicio de alquiler de motos. Es una forma muy fácil de manejarse pero también hay que saber adaptarse al tráfico de Bali. Otra de las maneras de conocer estos paisajes es mediante excursiones privadas. Bali es sinónimo de templos. Uno de los más escénicos es el templo de Gunung Kawi dedicado al Dios del Agua, rodeado de una llamativa vegetacón. Ubud, punto de partida para conocer la reserva natural de monos Uno de los principales puntos donde alojarse en Bali es Ubud, ubicado en el centro de Bali, además de ser un centro turístico forma parte también de los principales centros espirituales de la isla. Un paseo por Ubud no está completo sin antes conocer el Bosque de Monos,una reserva natural sagrada conformada por un templo y cientos de monos. El turismo de Ubud se basa en la naturaleza ya que la zona contiene bosques, ríos y escenarios ideales para realizar caminatas. Un importante y destacado templo es de Ulun Danu Batur, el cual compone al más importante de los templos balineses, después del Templo Madre el principal. El templo Madre es el más grande y también el más sagrado de Bali, 22 templos diferentes forman parte de él. Varios de ellos tuvieron que ser reconstruidos. Seminyak Para quienes buscan exclusividad o algo más tranquilo, la mejor opción es Seminayak, allí se pueden encontrar cafeterías, mercados donde comprar cosas a buen precio como así también tiendas de lujo y restaurantes exclusivos. La playa cuenta con servicios disponibles. Kuta y Legian Para los más jóvenes las mejores opciones son Kuta y Legian. En esta zona se puede encontrar un agradable ambiente de fiesta y diversión además Kuta invita a dar un largo paseo por su playa. En Legian además puede visitarse un muro conmemorativo que hace referencia a los atentados de hace unos años atrás. Información útil para planificar un viaje por Bali La temporada de lluvia comienza a fines de octubre y se extiende hasta fines de marzo. De todas formas, las lluvias no suelen tener una gran duración, luego sale el sol y se puede seguir disfrutando. La mejor época para viajar a Bali es durante la estación seca, o sea, entre abril y septiembre. Los precios de las entradas para visitar los templos son relativamente baratos. Una de las cosas que caracterizan a Bali es la necesidad de negociar en cada una de las compras, si aceptas el primer precio que te ofrecen, seguramente estarás pagando de más.
  3. Después de hacer un viaje de 20 días por Europa visitando varias ciudades y países supongo que voy a terminar en un estado de cansancio, por ello, antes de volver me gustaría descansar 3 o 4 días en alguna playa... que me recomiendan? Busco algo no super concurrido pero tampoco muy agreste. Gracias por los consejos!!!
  4. flormdk

    Playas

    Del álbum Málaga

  5. Grecia es un país clásico y moderno a la vez, combina ciudades muy importantes con paraíso de olivares, tesoros arqueológicos, barrios urbanos y playas... Entre los principales destinos griegos se encuentran... Atenas, una ciudad cargada de historia Atenas es una ciudad en la que todos sus habitantes son vecinos de algún sitio arqueológico. Es un sitio donde el patrimonio ocupa un lugar muy importante. Si una persona desea hacer una reforma en su casa, no basta simplemente con que se comunique con un arquitecto, o con el consorcio del lugar, hay que comunicarse con la "patrulla arqueológica", quienes se encargar de chequear que no haya un templo o una tumba detrás de los muros. Uno de los ritos que ningún viajero que pase por Atenas puede perderse es el cambio de guardia en la Plaza Syntagma frente al parlamento, representa uno de los atractivos turísticos del lugar. Esto sucede cada hora, por lo que no hay excusa para no verlo. Uno de los platos tradicionales del lugar es el souvlaki, se trata de una versión similar a las empanadas, se come a cualquier hora del día con la mano y siempre parado. Se preparan con carne de cerdo, cebolla, yogur y salsa de tomate.Este relleno se envuelve en un pan que se llama pita grueso. A veces se suele acompañar con papas fritas. Uno de los lugares emblemáticos es la Acrópolis con el emblemático Partenón. El Partenón es uno de los iconos de Grecia ubicado en la ciudad de Atenas, es un templo que fue construido entre los años 447 a.C. y 432 a.C en la Acrópolis. Según cuenta la historia, esta construcción fue dedicada a la diosa griega Atenea, a quien se consideraba la protectora de la ciudad. Este imponente monumento fue realizado casi en su totalidad con mármol blanco. También exite una zona tranquila, con locales de diseño, un cine al aire libre, cafés y bares llenos de jóvenes, este barrio lleva el nombre de Thisio. Otro barrio elegido por los jóvenes es Exarchia, es más de estilo bohemio, con bares de comida orgánica, con música cubana y cerveza muy barata Por supuesto que también hay una opción más chic, el barrio de Kolonaki con macas de lujo. a 150 kilómetros de Atenas, se encuentra el Teatro de Epidauro, en una zona virgen de montañas llenas de pinos y de eucaliptos, es un santuario para las obras clásicas desde el siglo IV a.C con una acústica calificada como excepcional. El tiempo no afectó la acústica. Se dice que un murmullo desde el escenario puede ser escuchado por los 15000 espectadores que entran sentados en sus gradas de piedra. Otro dato importante es que no hacen falta micrófonos. Korfos En la costa del Peloponeso, se encuentra Kofos un pueblo de pescadores donde existen playas, cafés y barcos que atracan en el muelle. Creta En un largo de 260 kilómetros se concentran un poco más e 600 000 habitantes. Recorrer bien este sitio lleva como mínimo una semana. La mejor opción para recorrerla bien es alquilando un auto y adentrarse en la isla. Para quien va en busca de playas, el consejo es ir al rocoso sur, allí están las mejores mientras que entre las montañas se encuentran los pueblos más auténticos. Uno de los pueblos que vale la pena visitar es Archanes, ubicado al sur de la isla, allí llaman la atención los balcones con flores, una plaza donde el domino es un juego muy popular y los viñedos que crecen en los jardines de las casas. La visita no está completa sin detenerse en un Kafeneio, nombre con que los griegos llaman a sus típicos cafés. En las ciudades se están perdiendo, pero en los pueblos representan el centro de la vida social. Otro dato importante: la playa más famosa e todas se llama Matala. Curiosidades... El queso feta, es el de la ensalada griega, uno de los que no se puede dejar de probar, se hace con leche de oveja o de cabra. Grecia es el mayor consumidor de quesos del mundo, con una ingesta de aproximadamente 25 kilos por año por persona. Vale la pena visitar las típicas tabernas para escuchar la rembetika, el blues griego que se toca con una guitarra llamada Bouzouki. Siguiendo con las curiosidades, el mayor bosque de olivos del Mediterráneo es Creta. Sus habitantes consumen en promedio 25 kilos de aceite de oliva por año, se considera que es el secreto de su longevidad. Sobre el Idioma Griego El griego se considera como una de las lenguas más antiguas. Su difícil alfabeto tiene más de 34 siglos de antigüedad. El griego moderno se habla solamente en Grecia y en la isla de Chipre. Dentro de la cultura occidental ocupa un importante lugar, con obras de gran relevancia histórica como los poemas de La Ilíada y La odisea.
  6. flormdk

    Western Australia: Perth

    Perth es una capital australiana ubicada a orillas del Océano Índico, una ciudad con espectaculares parques verdes, rascacielos, barrios modernos junto con una llamativa arquitectura colonial. Con un poco más de mil quinientos millones de habitantes es la cuarta ciudad más poblada de de Australia. Esta ciudad atrae no sólo a turistas sino también a estudiantes, investigadores y profesores de todas partes del mundo ya que la educación es considerada como de excelencia. Es un sitio que se caracteriza por tener una economía en crecimiento, un estilo de vida tranquilo y seguro... Por todas estas características figura en la lista de las mejores ciudades del mundo para vivir. ¿Qué hacer y qué ver en Perth? Recorrer sus espacios verdes como el Kings Park y el Jardín Botánico de la ciudad y disfrutar de un día al aire libre en contacto con la naturaleza. Otros paseos al aire libre son disfrutar de las espectaculares vistas de los ríos Swan y Canning, contemplar el horizonte de la ciudad o recorrer frondosos senderos de la Cordillera Darling. A la hora de tomar algo una buena propuesta es recorrer la zona de Wolf Lane y descubrir alguno de sus cafés, bares y boutiques. Northbridge es otra de las zonas donde se pueden encontrar cafeterías de moda y restaurantes vanguardistas. Perth es una ciudad con propuestas culturales como el Centro de Artes, otra oportunidad que no se puede dejar pasar es sumergerse en la historia marítima árabe en el Museo Marítimo y las galerías de naugrafios. Otro importante espacio cultural es el Museo de Australia Occidental con una llamativa colección científica y cultural de la zona. Las playas de Perth son ideales para relajarse y también para practicar surf. Cerca del centro de la ciudad se pueden observar las puestas de sol en las aguas de la playa Cottesloe, un lugar ideal para visitar en familia, amigos o pareja y disfrutar de un picnic bajo a la sobra de los pinos. Existen más de 60 playas, en ellas se pueden hacer otras interesantes actividades como practicar snorkel para ver los arrecifes de coral o bucear por restos de bancos hundidos y descubrir la historia. Perth además de ser la única capital australiana ubicada a orillas del Océano Índico, es una ciudad en donde se puede conocer al pequeño marspical cuoca que solo habita en la región de Australia Occidental. Otra curiosidad más: la ciudad más cercana a Perth con una población de más de un millón de personas es Adelaida, ubicada a un poco más de dos mil kilómetros de distancia, por lo que convierte a Perth en la ciudad con más de un millón de habitantes más aislada del mundo. A 25 kilómetros del noroeste del centro de la ciudad se puede llegar a Swan Valley una zona que concentra más de 40 viñedos y muchas bodegas que ofrecen degustaciones. Por supuesto que un paseo por Perth no está completo sin antes visitar el Parque Nacional Yanchep donde se puede descubrir y conocer la fauna tipica de Australia: los canguros y los koalas. ¿Cuándo es la mejor época para visitar Perth? El clima de esta ciudad es de tipo mediterráneo con veranos muy calurosos y secos, las temperaturas más altas comienzan a fines de diciembre y se extienden hasta fines de marzo. Por lo general, el mes más caluroso del año es febrero. Durante el verano suelen producirse lluvias y tormentas de corta duración. Por otra parte, los inviernos son frescos y húmedos, además son meses en los que se registran muchas lluvoas. Más info sobre Western Australia Perth se ubica en el estado de Western Australia, en español Australia Occidental, uno de los seis estados que conforman la gigantesca isla. Además de recorrer esta ciudad, se puede combinar el viaje conociendo otras localidades cercanas. Una de las ciudades importantes de este estado es Broome, llamativa por sus playas de aguas cristalinas y arenas blancas. Cuenta con una de las playas nudistas más famosas de Australia además de una reserva costera donde pueden apreciarse dunas. Otra de las ciudades más pobladas del estado es la ciudad portuaria de Bunbury junto con Madurah. Esta última se caracteriza por ser la ciudad con mayor crecimiento de Australia. El crecimiento se debe a las comunidades vacacionales, además de tener buenas conexiones con Perh gracias a la apertura de una línea ferroviaria.
  7. flormdk

    La Costa Azul

    La Riviera Francesa o Costa Azul es el nombre que lleva el litoral mediterráneo de Francia. Es una de las zonas más turísticas del mundo y también una de las más elegidas por reconocidos personajes. Entre los principales destinos de la Costa Azul se encuentran Niza, el Principado de Mónaco, Cannes y Saint Tropezz. Niza Uno de los centros turísticos de la costa azul ubicado próximo a la frontera con Italia es Niza. Es la ciudad más grande de esta región turística llamativa por sus balnearios y playas. Se suman a los atractivos turísticos museos, una animada vida nocturna y un área urbana muy grande. Al borde del mar se encuentra el emblemático Paseo de los Ingleses, se trata de una prestigiosa avenida rodeada de hoteles muy lujosos. Se suman a los lugares imperdibles de esta ciudad francesa, la Niza Vieja, una zona repleta de casas de colores, edificios de estilo barroco y un animado mercado que reúne a productores locales, vendedores de frutas y floristas. El evento más importante de Niza es el carnaval el cual se celebra durante el mes de febrero. Otro evento de gran relevancia es el Niza Jazz Festival, un evento internacional que reúne a grandes artistas. El Principado de Mónaco El estado más pequeño de todo el mundo es la Ciudad del Vaticano, el segundo puesto lo ocupa el principado de Mónaco. Entre los paseos de Mónaco más destacados se encuentran el caso antiguo de la ciudad con sus estrechos callejones medievales que conducen a sitios cargados de historia como el Palacio de la Justicia, la Catedral y la Capilla de la Misericordia. Otro sitio muy famoso de Mónaco es el casino el cual fue construido en el año 1863. La ciudad de uno de los festivales de cine más importante: Cannes Otro de los lugares imperdibles de la Costa Azul es Cannes, un sitio conocido mundialmente por su Festival, evento donde se presentan filmes independientes y que se caracteriza por ser un festival de categoría A. Otros de los atractivos turísticos de la Ciudad de Cannes son el Boulevard de la Croisette con sus palmeras, pintorescas playas, restaurantes, cafés y boutiques además de La Suquet el casco antiguo de la ciudad. Dentro de Cannes se encuentran varios museos y villas turísticas. Saint Tropez Apenas cinco mil habitantes viven en esta localidad de la Costa Azul, sin embargo recibe a más de cinco millones de turistas al año, de varias nacionalidades. Se estima que al menos de 80 nacionalidades distintas son los turistas que visitan esta localidad de la Costa francesa. La temporada turística es bastante larga, se inicia en el mes de febrero y recibe su mayor caudal de turistas hasta el mes de noviembre inclusive. El pico más turístico transcurre en los meses de julio y agosto que coinciden con el verano europeo. Es un destino muy exclusivo, pero al que también concurren turistas que no desean invertir grandes cantidades de dinero en sus vacaciones y disfrutar de visitar el lugar a modo de excursión o recorriendo sus playas públicas. Se suman a los atractivos turísticos del lugar las compras con ofertas de marcas de lujo, además de la gran cantidad de monumentos que existen en el lugar. Consejos para visitar la Costa Azul Los bares y restaurantes ya suelen incluir el Service Compris, es decir, incluyen un 15% por el servicio, por lo que si les apetece pueden dejar propina la cual varía por lo general entre 0,50 y 1 euro en los bares mientras que en los restaurantes es entre 1 y 5 euros. Para los estudiantes o profesores, es indispensable no olvidar una tarjeta o credencial que lo demuestre ya que permite obtener varios descuentos en numerosas atracciones. Los restaurantes suelen ser bastantes caros, si el plan es no gastar demás, la mejor opción es comprar en los supermercados. La gran mayoría de los hoteles no incluyen el desayuno en sus tarifas por lo que lo mejor es desayunar fuera del hotel ya que suele ser más económico que solicitar el desayuno dentro de los establecimientos. Para quienes viajan con niños, la Costa Azul es un destino ideal.
  8. AlexMexico

    Bahías de Huatulco

    Estando en la ciudad de Oaxaca no quisimos dejar pasar la oportunidad de nadar en las costas del pacífico mexicano, que prometen ser hermosas (el Caribe no lo es todo), y las Bahías de Huatulco eran el destino ideal. Había dos opciones para llegar: tomar el bus oficial que rodeaba la sierra oaxaqueña y hacía 11 horas de viaje, por 400 pesos el boleto sencillo; o tomar una combi que atravesaba la sierra durante la madrugada (12 am - 6 am) por 300 pesos el viaje redondo. Creo que no hace falta decir qué decisión tomamos. Al amanecer de aquel día, nuestra amiga Letzi fue a comprar los boletos temprano y nos trajo una sorpresa a casa: LOS BOLETOS A HUATULCO ESTABAN AGOTADOS. Pero no había apuros, había comprado el viaje a Puerto Escondido (otro destino paradisíaco en la costa) por el mismo precio, y de ahí podríamos ir a Huatulco en poco más de 1 hora. Antes de la medianoche de aquel día, estábamos listos en la estación de las combis. La verdad el coche no era tan incómodo como habíamos pensado. Letzi nos había advertido sobre las constantes curvas que atravesaríamos en el trayecto, y los riesgos de marearse con facilidad. Así que compramos una tableta de dramamine (pastillas contra el mareo) y nos la tomamos justo antes de partir. La van salió de Oaxaca a las 12 am, y pretendíamos dormir todo el viaje para llegar descansados a Puerto Escondido; pero sólo 1 hora después despertamos súbitamente. Nuestros cuerpos se golpeaban uno contra los otros, y nuestras cabezas caían y volvían a su lugar. Cuando Letzi habló sobre las curvas en la carretera nunca creí que serían tan cerradas y bruscas. Atravesábamos la sierra de Oaxaca, y el coche avanzaba justo sobre un acantilado. La combi no tenía cinturones de seguridad. Sentía mucho miedo, pues un volantaso en falso y caeríamos al precipicio, sin ningún tipo de seguro. Todos mis amigos iban despiertos también. Cuando el camino se tornaba recto y nos disponíamos a dormir, nuevamente empezaban las curvas. Fueron casi 4 horas de vueltas continuas, estábamos agotados y no pudimos dormir. Además de eso, una señora que iba al frente paró el coche para vomitar dos veces, y el conductor llevaba la radio a todo volumen, escuchando una conversación con una tal “Rosita”. Al final, odiábamos a Rosita. Cuando al fin arribamos a Puerto Escondido, estábamos de mal humor. Entre quejas y peleas, accedimos a pagarles a dos chicos que nos llevarían a Huatulco por poco dinero, en una combi para nosotros solos. Sólo queríamos llegar y dormir un poco en la arena. Tan sólo 10 minutos en el camino, una patrulla de policías federales pararon el coche. Sacaron a los conductores y hablaron con ellos por bastante tiempo. Creímos que traían droga o algo así. Al final, tuvieron que darles una mordida (soborno) de varios miles de pesos. Ambos chicos volvieron enojados al coche y nos dijeron que NO nos podrían llevar a Huatulco. Con todos dentro de la van enfurecidos y decepcionados, nos regresaron a Puerto Escondido y nos dejaron en la estación de buses. Sin pensarlo, compramos los siguientes pasajes a Huatulco en los autobuses oficiales. Más caros, pero no nos importó. Cuando el camión avanzaba, pude ver las playas de Puerto Escondido. Es un pueblo bastante bohemio, de pinta hippie, famoso por sus concursos internacionales de surf. Fue una lástima no habernos quedado al menos un día, pero prometí volver. Llegamos a Huatulco como a las 9 am, después de dormir como bebés en el bus. Nuestro humor había mejorado ya. Tomamos dos taxis hacia el embarcadero, desde donde sale un catamarán al día. El barco navega por siete de las nueve bahías, haciendo escala en dos, en las que se puede nadar y comer. Nuestro plan era tomar el viaje de ida y acampar en la última bahía. Al día siguiente regresaríamos al pueblo. Pagamos 200 pesos en el embarcadero y subimos al catamarán, junto con otro grupo de turistas. No me gustan mucho esos grupos organizados, pero era la única forma de llegar a las playas. Una vez a bordo y después de desayunar, sacamos nuestra botella de tequila, que en verdad necesitábamos. Había hielo y refrescos gratis en el barco, así que no fue un problema. Fue imposible no olvidar los malos momentos al tener semejante belleza frente a nosotros. El barco se alejó unos metros de la costa y pudimos ver a la distancia los acantilados que forman las bahías. El agua del mar chocaba en las cuevas escarpadas en sus paredes de piedra rojiza. La verde y exuberante vegetación se asomaba en lo alto de las playas y colinas. Tenía unas ganas de tirarme al mar y nadar hasta las playas, pero muchas de ellas están protegidas por ser zonas de conservación de flora y fauna, como el caso de la tortuga marina. No nos quedó más que sentarnos en la orilla de la barca y contemplar. Luego de recorrer tres bahías (la del Chahue, Santa Cruz y la del Órgano) hicimos una escala en la Bahía del Maguey. Una lancha más pequeña nos llevó hasta la costa, ya que el catamarán no puede tocar tierra. Una vez ahí, nos dieron como una hora para nadar, tomar una bebida o dar un paseo. Ya habíamos terminado la botella de tequila, y sólo necesitábamos eso: flotar en el agua cristalina y verdosa de una bahía donde las olas rompían en las formaciones rocosas que la protegían, dejando un estanque natural que apaciguó todas nuestras preocupaciones. Algunos de mis amigos compraron cervezas en los puestos locales. Algo bueno de Huatulco es que respeta mucho a sus zonas naturales protegidas, por tanto, no se ven grandes restaurantes o negocios modernos que contaminen el ambiente. Más bien, se observan vendedores ambulantes cargando hieleras portables con bebidas y comida traídas desde el pueblo más cercano. Todo alrededor era la naturaleza en su máximo esplendor. La temperatura del agua era perfecta. El día era soleado y bastante cálido como para darse un chapuzón. Luego de casi una hora maravillosa en la bahía, la lancha regresó por nosotros y nos llevó de vuelta al catamarán. Seguimos bordeando la costa, pasando la bahía de Cacaluta y la de Chachacual. El último destino fue la Bahía de San Agustín, que está al extremo oeste. Aquí nuevamente desembarcamos, para dar a los paseantes la oportunidad de nadar en el arrecife y comer en uno de sus restaurantes de mariscos más deliciosos. Para nosotros significó descender con todo nuestro equipaje. Hablamos con el capitán y le dijimos que nos queríamos quedar en la bahía y hacer noche en la casa de campaña. Nos dijo que no había problema, y que para salir de ahí al otro día podíamos hacerlo por tierra hacia el pueblo de La Crucecita, a donde habíamos llegado temprano. Buscamos entonces el sitio más adecuado para levantar la carpa. La bahía era una plancha de arena blanca y tersa que masajeaba los pies mientras caminábamos. No nos importaba mucho dónde acampar, pero unas nubes en el horizonte nos hicieron ver la posibilidad de lluvia aquella noche. Así que hablamos con el dueño de un puesto de mariscos en la playa. Nos dio permiso de acampar bajo un techo de palma, siempre y cuando consumiéramos en su restaurante. Aceptamos la propuesta. En la Bahía de San Agustín se asientan unos quince residentes, en su mayoría pescadores, que viven en casas de madera y techos de palma. Es un conjunto de construcciones muy pequeño, que apenas y contrasta con la magnitud de su amplia playa rodeada de acantilados. Por la tarde cumplimos nuestra promesa al hombre, comiendo en su restaurante ¡Vaya buena decisión! Los precios eran muy baratos y las porciones de comida enormes, sin mencionar lo delicioso del marisco recién pescado el mismo día por la mañana. Al verme atascado de un arroz caldoso con camarones, con mis pies masajeados por la arena y con la vista del Pacífico a mi frente, supe que ese viaje en combi había valido la pena… Después de reposar un rato la comida, nos dimos otro chapuzón en el mar. Hace pocos días habíamos ya cambiado al horario de invierno, y cuando nos dimos cuenta el barco zarpó de regreso al pueblo y el sol comenzaba a descender sobre el mar. Salimos del agua y los pescadores ya estaban guardando todas sus cosas: mesas, sillas, sombrillas y demás. Nos dimos cuenta que no teníamos casi provisiones, como agua y comida para toda la noche. Sólo había una tienda, y antes de que cerrara corrimos a comprar algunas cosas. Confiamos el dinero a mi amigo madrileño Jon, quien volvió con 10 latas de atún, galletas saladas y ¡15 litros de cerveza! (¿Qué estaba pensando?). Menos mal que había pedido prestada la hielera al señor y pudimos mantener frías las botellas hasta el otro día. Ya era de noche, y salvo algunas casitas de la playa, no había luz eléctrica. Decidimos prender una fogata, auxiliados por mi amiga Juliana, quien había sido boy scout. Pedimos un poco de leña al señor. Como no era suficiente, mi amigo Daniel y yo fuimos a buscar un poco más detrás de una choza. Tomamos unas cajas de madera y las llevamos al camping. En el camino, mi amiga Sonia venía con su cámara tomando fotos y me gritó: ¡Cuidado, un ALACRÁN! Empecé a correr huyendo del dichoso animal, cuando ella me replicó: ¡No tonto, está en la caja! Pronto, solté la madera en la arena y apareció ese pequeño animal, iluminado por el foco que colgaba fuera de la tienda, y que estuvo a punto de subir por mi brazo. Un señor escuchó los gritos y fue a ver qué pasaba. Tomó al bicho y le cortó el aguijón con un cuchillo. Nos dijo: “no te hace nada, sin aguijón ya no pica”. Yo sentí la muerte viéndome a los ojos, pues tuve miedo de su veneno, en ocasiones mortal. Pero ya sin peligro, mi amigo Daniel tomó al bicho, que rápido subió por su espalda. Después del susto, no dudamos en cerrar casi herméticamente la casa de campaña, para evitar cualquier tipo de animal dentro. Aquella noche la pasamos contando nuestros secretos, jugando y escuchando música, alrededor de la fogata en medio de una bahía paradisiaca sin casi nadie alrededor. Sólo nosotros, la luna, el sonido del mar y los litros de cerveza. Fue una noche espectacular. Al otro día, el sol nos despertó temprano. La hielera aún tenía cerveza, pero yo no quería saber ya nada de ella. Antes de comer, quisimos conocer el arrecife de coral. Rentamos un equipo de snorkel con un señor, por un precio barato y por tiempo ilimitado, y nos dirigimos al mar. Sólo unos metros dentro de la bahía, se veían las corales en el fondo repletos de peces coloridos y simpáticos. Yo no soy muy buen nadador, pero con el chaleco y las aletas, nada de eso fue difícil. Una vez bien adentrados, mis amigos Daniel y Jon se quitaron el chaleco para sumergirse a bucear por ratos con los peces. Yo los envidié mucho y decidí hacer lo mismo. Al descubrir que no me podía sumergir, les pedí ayuda y me llevaron tomados de sus manos. Aunque fuera sólo unos segundos debajo por no aguantar más la respiración, fue mágico verme rodeado de esos pequeños seres marinos. Hicimos snorkel por unas horas y luego volvimos a la costa por el lado opuesto de la bahía, donde para nuestra sorpresa, el arrecife casi se asomaba por la superficie del agua; eso significó acabar con las piernas raspadas y moreteadas. Pero valió todo la pena. Salimos del mar con el estómago vacío, así que nuevamente comimos en el restaurante del señor que nos prestó su palapa, degustando por última vez esos platillos de primera. Cuando terminamos el almuerzo, nos dimos cuenta de que el catamarán en el que habíamos llegado estaba en la bahía nuevamente. Nos topamos con el capitán y le preguntamos si nos podía regresar al pueblo; después de todo, habíamos pagado el viaje redondo y sólo habíamos ocupado la ida. El hombre accedió por una propina a cambio. Así que desmontamos el camping rápidamente y embarcamos el yate. En el viaje de vuelta sólo nos sentamos en la orilla de la barca para contemplar el atardecer sobre el océano. Fue algo realmente hermoso. Ya de noche, recorrimos un poco el pueblo de La Crucecita y compramos algunos recuerdos. Luego de tomar nuestra pastilla para el mareo, subimos a la combi que nos llevaría de regreso a Oaxaca. Aunque fue igualmente un viaje agotador, esta vez pudimos dormir un poco más, sin la radio prendida ni la mujer vomitando. En el último día en Oaxaca nos reencontramos con nuestro amigo Guillermo, quien llegó del D.F. un poco más tarde. Rentamos unas bicicletas para recorrer un poco la ciudad, antes de tomar nuestro bus de vuelta a la Ciudad de México. Pueden ver el álbum completo en la siguiente liga: Y pueden ver la segunda parte del capítulo 5 de Un Mundo en La Mochila, donde verán nuestra aventura grabada en video:
  9. Después de recorrer más de 600 kilómetros, desde Ushuaia hasta Rio Gallegos, atravesando toda la Isla de Tierra del Fuego en un agotador viaje que nos llevó más de doce horas y en el que casi muero de hipotermia sobre la moto, lo único que realmente yo quería era dormir eternamente en una cama calentita . Sin embargo, a la mañana siguiente, muy a mi pesar, me levanté temprano (odio levantarme temprano ) porque Gerardo y Adriana, los amigos de Martin quienes amablemente nos hospedaban en su casa, prometieron llevarnos a un lugar especial. La verdad era que no teníamos intenciones de quedarnos más de una noche en la ciudad de Rio Gallegos, pero cuando nos hablaron de Cabo Vírgenes, extremo final de la parte continental argentina y asentamiento de una gigantesca pingüinera, no pudimos negarnos. La moto merecía un buen descanso, por lo que ese día quedó resguardada en el patio trasero de la casa de esta pareja y fuimos los cinco (nosotros, los amigos de Martin y su pequeño hijo) en auto hasta aquel alejado lugar. Después de la exhaustiva travesía realizada el día anterior, no quería saber nada con seguir viajando, pero es cierto que viajar cómodamente estirada en el asiento trasero de un auto no se compara a viajar en moto. Ese día, la ciudad se levantaba con nosotros. Aun estando alejados del centro, varias personas comenzaban con su rutina y las anchas calles de tierra de aquel barrio de Rio Gallegos se llenaron de movimiento. Lamentablemente el camino para llegar hasta Cabo Vírgenes es… sencillamente, espantoso. Siendo un lugar tan hermosos como conocería al llegar, es una verdadera pena que no se asfalte o que, al menos, no se mantenga. Dentro del auto íbamos dando tumbos de un lado hacia otro, mientras avanzábamos lentamente. Lejos había quedado ya la ciudad, y atravesábamos infinitas extensiones de campos. Aproximadamente 140 kilómetro separan la ciudad del cabo, de los cuales sólo 20 son asfaltados. Fueron tres interminables horas en las que por la ventana del auto, en continuo traqueteo, sólo veíamos una alfombra verde extendiéndose hacia el horizonte, pero al fin arribamos pasado el mediodía. El Atlántico bañando las costas de Cabo Vírgenes Lo primero que se aprecia al llegar a aquel realmente inhóspito lugar, es una vasta extensión de apagados colores que finaliza abruptamente en un barranco y algunos metros abajo, se observa la inmensidad del atlántico bañando las orillas. Anchas playas desiertas se extienden a lo largo de toda la costa. Corría un viento muy fuerte que rugía en los oídos y mecía frenéticamente los bajos arbustos que creían sobre el suelo. Cabo Vírgenes el punto más austral del área continental de América, en ella se encuentra La Reserva Natural Cabo Vírgenes, área protegida donde se encuentra una de las pingüineras más importantes de las costas del Atlántico. La zona alberga una colonia de pingüinos de Magallanes de aproximadamente 250.000 individuos. El faro de Cabo Vírgenes Entre algunas suaves colinas del terreno se pueden apreciar algunos edificios pertenecientes a la armada del país y oficinas gubernamentales, pero lo que más sobresalta sobre aquel paisaje de tonos amarillos y verdes, es el faro de franjas negras y blancas, y una peculiar confitería llamada “Al fin y al Cabo”, donde según me han contado, preparan unas deliciosas tortas, que, lamentablemente no pude probar porque estaba cerrada. Un pequeño cartel indica el comienzo en el kilómetro 0 de la Ruta 40, la famosa ruta argentina, elegida por centenares de viajeros, que bordea la Cordillera de Los Andes en toda su extensión hasta finalizar en el extremo norte del país en un pueblo norteño llamado La Quiaca, y que era nuestro próximo camino a tomar. Luego de haber cumplido nuestra primera meta de llegar al fin del mundo, Ushuaia, nuestra siguiente meta sería recorrer esta popular carretera. El inicio de la Ruta 40 Unos kilómetros más alejados de aquel punto, se encuentra instalada la Reserva de Cabo Vírgenes. Un sendero de piedras, delimitado por vallas, se abre a través de estos bajos arbustos que invaden grandes extensiones, y marca el recorrido por esta gran reserva. Sólo habíamos caminado unos pocos metros, cuando vimos el primer simpático pingüino. Recostado en un cómodo hueco a modo de nido, a los pies de uno de estos arbustos, descansaba tranquilamente. Y así como descubrimos a este pequeño, a medida que avanzábamos sobre el sendero, empezamos a observar cientos y cientos de pingüinos esparcidos entre los matorrales, y al costado del camino. Hasta eran fotogénicos ! Anidaban bajo estos bajos setos, que estaban tapizados de pequeñísimas plumas blancas y compartían el territorio con diferentes aves y liebres patagónicas que se podían ver alejándose a saltos, a lo lejos. Liebre Patagónica Muchos pingüinos eran jóvenes que estaban en pleno cambio de plumaje y se podía notar la diferencia de plumas sobre sus lomos. Completamente inofensivos, estas bellas aves permitían que uno se acerca a escasos centímetros de ellos, pero rotaban la cabeza de un lado a otro a modo de advertencia si alguien quería tocarlos (si… no me pude contener e intenté acariciar a más de uno ). La mayoría se encontraba en pareja, y era muy gracioso oírlos vociferar, con su cuello extendido y sus alas abiertas. Y ni hablar de verlos caminar brutamente en fila hacia las playas. El sendero finalizaba en lo alto de este risco que rodeaba la costa, en un balcón que daba al mar. Desde allí seguimos viendo más y más pingüinos, reunidos sobre la orilla, junto a algunas gaviotas cocineras. Poder verlos tan de cerca e internarme en su ecosistema, fue una experiencia que llenó mi corazoncito de bióloga y me dejó completamente satisfecha de contacto animal. Partimos del cabo, con el sol ocultándose y tiñendo el cielo de tonos rosados sobre aquellos campos eternos. A la mañana siguiente dejábamos atrás Rio Gallegos e iniciábamos la ruta 40, sobre la Honda. Durante todo ese último tiempo, varios viajantes con los que nos habíamos cruzado, sobre todo con aquellos que viajaban en moto, nos habían advertido de las adversidades de la ruta 40. Siempre decían que era una ruta desértica y que el peligro radicaba justamente en que existían tramos de kilómetros y kilómetros de la misma NADA. Y tenían toda la razón. Nuestro primer recorrido por la de la Ruta 40 fue realmente atravesar kilómetros de absoluta nada. Lo único que yo podía ver desde la moto eran médanos y médanos de tierra extendiéndose hasta el horizonte, algunos pocos pastos…. Y nada más. Además, varios tramos de la ruta se encontraban en reconstrucción y todo el tiempo, carteles enormes de DESVÍO nos obligaban a tomar maltrechos caminos de ripio (otra vez mi archienemigo aparecía en acción), y esto nos demoró muchísimo. El desolador inicio de la Ruta 40 Fueron varias horas de ese aburridísimo paisaje, pero a medida que nos íbamos acercando a nuestra próxima parada, el ambiente fue cambiando. Desde la ruta, podían verse emerger a lo lejos gigantescas montañas blancas, completamente nevadas, pertenecientes al cordón andino. Aún se veían extensiones ondulantes de tierra, pero cuando bordeamos un inmenso lago de color aguamarino, el paisaje cambió por completo. Como un gran espejo, el inmenso lago cortaba con aquel monótono horizonte marrón y sobre él se levantaban las enormes montañas. Llegábamos así a nuestra siguiente ciudad por conocer: El Calafate, hogar del increíble Glaciar Perito Moreno.
  10. Desde que era pequeña me gustaron mucho, mucho los animales, a decir verdad son mi gran pasión. Cursé unos tres años la carrera de Ciencias Veterinarias y luego me aboqué de lleno a estudiar Biología con orientación en Zoología, trabajé como voluntaria en el Zoológico de mi ciudad, La Plata, y también en algunas veterinarias. Por eso, cuando llegamos a la ciudad de Puerto Madryn, esa tarde, no podía controlar mi emoción. La fauna marítima de ese lugar es única y estaba ansiosa por visitar todos sus puntos de avistaje. La entrada a la ciudad es hermosa. La carretera comienza a descender en una gran curva, atravesando la estepa y la ciudad emerge en el horizonte con sus grandes edificios, en el medio de aquel desierto patagónico. Puerto Madryn es una ciudad preciosa, su calle principal se extiende a lo largo de toda la costa y cuenta con diferentes comercios, mayormente dedicados al turismo. Tiene algo especial que la diferencia de otras ciudades costeras que conocía. Las playas de Puerto Madryn Fuimos directo a conocer las playas. No estamos viajando en temporada de mayor auge turístico, por lo que tenemos a nuestro favor encontrar estas zonas bastante tranquilas y no tan pobladas, además el clima estaba bastante fresco, así que las playas estaban vacías. Unos siete metros de arena blanca y luego, el imponente mar azul. Permanecimos varios minutos en silencio, sólo contemplando ese paisaje digno de una postal, que nos daba la bienvenida. Planeábamos acampar, por lo que terminamos en un camping que queda en un extremo de la ciudad, bastante alejado del centro, pero que nos aseguraban conexión wifi, algo infaltable para que Martin pudiera trabajar. Armamos por segunda vez la carpa, y sin más, salimos a recorrer los alrededores de esa zona. La calle principal ascendía hasta ese extremo, donde se alzaba un gran monumento, y varios chicos aún disfrutaban los últimos rayos de sol con sus patinetas y rollers, aprovechando la inclinación de la calzada. Vimos el atardecer desde ese privilegiado punto alto de la ciudad. A medida que el sol se escondía, las luces de todo Puerto Madryn comenzaban a encenderse, y se reflejaban en el mar… fue un espectáculo hermoso. El atardecer A la mañana siguiente, tuve mi momento personal ya que Martin se quedó trabajando, así que recorrí toda la costanera desde el camping hasta el centro de la ciudad. En el cielo no se veía ni una sola nube, estaba completamente celeste y el sol radiante, aunque corría un poco de viento fresco que te obligaba a usar una campera. Llegué a la playa, me saqué las zapatillas y enterré mis pies en la cálida arena. Me tomé un momento para tirarme en la orilla y quedarme sola ahí, ya que no había nadie, mirando perdida el horizonte azul, casi sin poder creer que estaba ahí, y sin poder creer lo que había comenzado a vivir. Hacia menos de una semana que había dejado atrás prácticamente toda mi vida, no sabía cuánto tiempo iba a estar viajando, a dónde iría y mucho menos qué haría cuando regresara, pero aun así nada de eso lograba opacar la felicidad y emoción que sentía de estar ahí, en ese preciso momento. Caminé sin rumbo fijo durante largo tiempo, por la orilla del mar, desde un gran muelle situado en el centro, esquivando los manojos de algas que llegaban a la orilla arrastrados por la corriente, sacando fotos a pequeños tesoros que iba encontrando (una pinza de cangrejo, una alfombra de caracoles pequeños de varios colores, una pareja de gaviotas) y jugando con perros vagabundos corriendo en la orilla. Caracoles de colores! Horas más tarde, después de disfrutar esa tarde de soledad, me reencontré con Martin que, por el contrario, no había tenido un buen día porque el wifi no estaba andando bien como esperábamos. Esa noche, decidimos hacer algo diferente, y fuimos a cenar a la playa. Nos internamos en la oscuridad, guiados con una linterna, y nos acobijamos del viento bajo un árbol que crecía a unos metros de la orilla. Encendimos el mechero portátil que llevamos, y nos cocinamos unos fideos a la luz de la luna… todo muy romántico jejeje! A la mañana siguiente fuimos en busca de un hostel, porque era necesario tener acceso fácil a internet. Aprovechamos a recorrer el centro de la ciudad, colmado de propuestas turísticas, sobretodo de empresas de excursiones, que ofrecían travesías para ver lobos marinos, elefantes marinos, pingüinos y toda la fauna que habita en el lugar. Pero la vedad es que los precios excedían de nuestro presupuesto, así que lo dejamos pasar. Luego de algunas consultas en varios hospedajes que no terminaban de convencernos, llegamos al Hostel Yuliana. Yo, que venía con mi mala experiencia del hostel anterior en Bahía Blanca, realmente llegué al lugar muy escéptica, pero mi postura cambió en cuestión de segundos. El hostel contaba con un amplio living comedor, de grandes ventanales con prolijas mesas, un televisor de uso común y dos habitaciones grandes con 5 camas cucheta dispuestas ordenadamente. El lugar estaba buenísimo, nos recibieron muy bien y aprendí que los hostel en verdad pueden ser lugares geniales para hospedarse. Más tarde, ese mismo día, nos fuimos con la moto a recorrer las playas más alejadas. Bajamos por unos médanos y nos quedamos el resto de la tarde descansando en la arena. Martin hasta se animó a meterse al agua y tanto insistió que terminé acompañándolo… el agua estaba he-la-da! Llanura patagónica, en las afueras de la ciudad Para mi gran lamento, no llegamos en el momento justo para el avistaje de ballenas. La ballena franca austral llega a la costa de Puerto Madryn en mayo, iniciando su etapa de reproducción y cría. Entre septiembre y octubre se pueden ver a las hembras con sus crías, pero ya para diciembre, las ballenas migran nuevamente. Sé que es un gran espectáculo verlas, pero tendría que quedar pendiente para una segunda visita. De todas formas, el tercer día de nuestra estadía en Puerto Madryn, visitamos la Península de Valdés. Camino a la Península de Valdés Para llegar a la Península de Valdés hay que dejar atrás la ciudad, y recorrer unos 80 km de pura Patagonia, con el espejo de mar de lejos, hasta encontrarse con la entrada a la península. Obviamente tuvimos que pagar una tarifa para ingresar, cosa que genera cierta antipatía en mí, ya que considero que estas reservas naturales deberían ser abiertas y gratuitas a todo el público. Una vez allí, el paisaje que teníamos adelante era realmente hermoso. El camino, ahora de ripio, iba atravesando la llanura pampeana, con sus colores verdes, amarillo y marrón, que contrastaban con el azul intenso del atlántico. Al recorrer unos pocos kilómetros, nos cruzamos con un edificio de información, donde se podía recorrer un pequeño museo con afiches explicativos de la fauna de la zona, y solicitar un mapa de la reserva. Kilómetros más adelante, llegábamos a Punta Pirámides, área de lobos marinos de un pelo. Seguimos las instrucciones del camino aun de ripio, hasta llegar a un llano donde dejamos la moto, y caminamos unos 20 metros hasta el final de un alto risco, limitado por vallas. Desde allí arriba, se podía observar varios metros abajo, una amplia plataforma de roca que daba al mar, donde descansaban los lobos marinos. En ese mirador soplaba un viento muy fuerte, pero eso no impidió que sacara cientos y cientos de fotos a esos bellos animales. La mayoría de los lobos se agrupaban para tomar el solecito, plácidamente sobre la costa, con algunas posturas realmente extravagantes, mientras que unos pocos se encontraban nadando en el mar. Había muchas crías que se comunicaban con sus madres a través de unos extraños y fuertes gritos roncos. Son animales realmente hermosos con su pelaje de diversas tonalidades de marrones, brillando al sol y sus largos bigotes… no me alcanzaban los ojos y no me podía despegar de la cámara! Lobos marinos Después de varios minutos de sacar fotos y observar cada movimiento de esos grandes animales, seguimos camino hacia Puerto Pirámide, la única población dentro de la península. Es un poblado poco extenso, de 500 habitantes, con una gran calle principal que finaliza en una amplia playa. Almorzamos ahí, tarea que se nos complicó bastante, porque el viento soplaba muy fuerte, así que los sándwiches terminaron condimentados con arena, y luego, deambulamos lentamente al costado de la orilla, y continuamos más allá, donde la arena terminaba y comenzaba la superficie rocosa. Se formaban algunos estanques, en las depresiones de las rocas, donde se veían cangrejitos blancos y pequeñas ostras oscuras, aglomeradas en el fondo. El agua era increíblemente transparente, podíamos ver perfectamente el fondo de arena, y la gran profundidad en algunos lugares, y más allá, hacia el horizonte, el agua se veía de un hermosos azul intenso. A pesar del viento, nos animamos a meternos al mar, aprovechando esos estanques de agua artificiales que se formaban en el suelo de roca, aunque sinceramente no duré mucho en ella, porque estaba helada y por mi absurdo temor a que algún cangrejito se me prendiera del pie! El viento soplaba cada vez más fuerte (volviéndose algo realmente molesto), y la tarde iba cayendo cuando emprendimos el regreso al hostel. Puerto Pirámide La verdad es que queríamos quedarnos más días para terminar de recorrer toda la gran península y disfrutar de las bellas playas de la ciudad, pero aun nos quedaban muchos kilómetros por delante hasta llegar a Tierra del Fuego, y la inminente llegada del otoño nos obligaba a apurarnos si queríamos evitar la temporada fría en el sur. Así que luego de esos cuatro días disfrutando de esta bella ciudad, y luego de despedirnos de su mar azul, cargamos nuevamente la moto y emprendimos otra vez el viaje por la ruta 3. Más fotos de Puerto Madyn en mi álbum:
  11. Mi nombre es Ayelen, es un nombre de origen mapuche que significa “Diosa de la alegría”, y, si bien intento hacerle honor la mayoría del tiempo, admito que suelo tener un carácter bastante fuerte. Vivo en la ciudad de La Plata, una ciudad universitaria muy bella, ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudio Biología, tengo muchos amigos, una linda familia y una gata preciosa llamada Luna. En definitiva, no puedo quejarme de la vida que llevo. Sin embargo siempre hubo algo que nunca había hecho: VIAJAR. Lo deseaba constantemente, pero siempre tenía el mismo inconveniente: cuando tenía dinero, no tenía el tiempo, y cuando disponía del valioso tiempo, no contaba con el dinero. Por eso, cuando mi novio, Martin, me propuso viajar con él y recorrer Latinoamérica, supe que era una oportunidad que no podía dejar pasar, aunque me costara unos cuantos sacrificios. Fue una decisión difícil para mí, ya que el viaje requeriría de mucho tiempo, así que me vi obligada a dejar el trabajo que tenía hacía cuatro años, cancelar mi contrato de alquiler, mudar mis cosas a la casa de mis padres (gata incluida ), dejar la universidad en pausa… en fin, decidí “quemar naves” e iniciar esta aventura. Valdría la pena. Los últimos preparativos antes de partir La particularidad de este viaje es que nuestro medio de transporte es una moto, una Honda Transalp modelo 89. Sí, la moto tiene casi mi edad, y es una reina en la ruta. Sólo podemos llevar lo esencial. La moto tiene dos valijas laterales donde guardamos nuestra ropa, un baúl donde llevamos herramientas y demás accesorios para la moto, mochilas con comida y utensilios de cocina, carpa, bolsas de dormir y aislantes. La pobre va realmente cargada, y así es como se convirtió en nuestro hogar en los últimos meses. Nos costó muchas horas de organización, muchas cuentas a realizar, algo de ahorro, trámites finales… pero al fin, a mediados de febrero, la moto fue cargada e iniciamos este increíble viaje que hoy me dispongo a compartir con ustedes. Nuestra pequeña Esa mañana cuando me desperté, el cielo estaba bastante nublado, y la humedad era realmente insoportable, lo que es normal para esa época en la ciudad de La Plata. Pero a pesar de la gris advertencia climática que se abalanzaba sobre nuestras cabezas, decidimos marcharnos. Fue un momento que no me voy a olvidar nunca, ya que la mezcla de nervios, ansias, y temor que se experimentan al iniciar un viaje es única. Me sorprendió no sentir melancolía al ver cómo dejábamos atrás la ciudad en la que había vivido los últimos 7 años, y a la cual no tengo idea cuando regresaré. Viajar en moto es una experiencia muy particular, quienes lo hayan hecho me entenderán y quienes no, intentaré transmitirles de la mejor manera lo que se siente. En una moto, uno es parte del vehículo. Uno es el parabrisas, las puertas, ventanas y demás carrocería a la que estamos acostumbrados si nos movemos en cuatro ruedas, por eso, sobre una moto, estas en estrecho contacto con el medio ambiente que se recorre. Dicho de otra manera (quizás menos poética), no hay nada que te proteja de lluvias, nevadas, vientos o eventuales caídas, como aprendí en este tiempo. Aun así, esta característica, que en climas hostiles pueden tornarse un verdadero calvario, también suma el extra de orgullo y satisfacción que uno siente cuando logra recorrer varios kilómetros y llegar finalmente a destino, porque les aseguro que no es lo mismo viajar 5 horas en la comodidad y calidez de un auto, que hacerlo arriba de una moto. Supongo que esa cualidad de SENTIR el viento golpeándonos, el aroma de la tierra cuando atravesamos grandes plantaciones, los pájaros volando al costado de la ruta, la lluvia mojándonos, la nieve congelándonos, la carretera pasando veloz debajo nuestro, sentir todo sin ningún límite que te separe del exterior, esa sensación de libertad es lo que más me gusta de viajar en moto y lo que más disfruto. Mi papel en este viaje es de copiloto y con ello corro con grandes ventajas, ya que no tengo que estar necesariamente concentrada en manejar, y tengo mucho tiempo para hablar conmigo misma. Porque eso es básico: a menos que tengas esos costosos cascos con intercomunicadores (cosa que no es nuestro caso); viajar en una moto te deja mucho tiempo para pensar y créanme, puede ser tedioso al principio, pero se ha convertido en una gran terapia personal. Fue entonces que el 19 de febrero iniciamos este viaje, hace ya casi cuatro meses. Nuestra meta inicial era llegar a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, y lo haríamos viajando a través de la ruta 3, carretera que nace en el Obelisco de la Capital Federal de Buenos y finaliza en Bahía Lapataia, Tierra del Fuego, siendo un total de 3 mil km. interrumpidos únicamente en un punto: el estrecho de Magallanes. Es una ruta tradicional muy conocida y muy elegida por viajeros. Saliendo de La Plata, el paisaje va dejando atrás su apariencia de ciudad para convertirse en campo, extensas llanuras de pastura para agricultura y ganadería, donde cada tanto se divisa algún grupo de vacas u ovejas pastando. Ese sería nuestro paisaje durante los siguientes días. Los campos de Buenos Aires Los primeros kilómetros dentro de la provincia de Buenos Aires fueron bastante moviditos. Viajamos en dos ocasiones bajo una cortina de lluvia constante, tuvimos nuestro primer problema técnico con la moto, al romperse el sistema de trabavolante que posee por seguridad, y mi primera experiencia con un hostel, con el hostel de la ciudad de Bahía Blanca, para ser más precisa, dejó mucho que desear (ya está incluida en mi lista negra), por lo que uno podría concluir que claramente empezamos con el pie izquierdo. La primera tormenta que atravesamos en el camino Pero, frente nuestro se abría un mundo nuevo, lleno de lugares por descubrir y personas por conocer, experiencias por vivir, y eso nos daba el suficiente ánimo para seguir. Nuestra primera parada a pasar la noche fue aproximadamente a 300 km. de nuestro punto de partida, en la pequeña villa turística y balnearia Costa del Este, donde nos esperaban Pablo, el hermano de Martin y su novia Rita con unas ricas pizzas caseras. A pesar del cansancio que pesaba sobre mí por todo lo estresante de un primer día inicial de viaje, recuerdo haberme ido a dormir muy feliz esa noche. Era una sensación rara, después de haber estado años sumida en una rutina, sabiendo exactamente que me deparaba cada monótono día con el trabajo y las clases de la universidad, de repente no saber dónde íbamos a estar ni qué nos íbamos a encontrar en los siguientes días, donde todo podía pasar, me llenaba de una exaltación extraña y alegre. Costa del Este Los siguientes dos días, fuimos alojados en el departamento céntrico del padrino de Martin, Eddy, y su mujer Vivi, en la inmensa y ruidosa ciudad de Mar del Plata. Personalmente no es mi lugar favorito, pero debo admitir que es una city muy importante. Miles de propuestas culturales, teatros, cines, grandes peatonales con arte callejero, negocios, restaurantes ofreciendo diferentes delicias marítimas como plato principal, conforman el gran y MUY concurrido centro de la ciudad costera. También posee una costanera muy bella, entre altos edificios y hoteles glamorosos y extensas playas que conforman el conocido balneario turístico de la ciudad, un lugar muy lindo para salir de noche a tomar alguna cerveza o comer algo. Mar del Plata Recién al quinto día de haber iniciado el viaje, éste se pondría realmente animado y más interesante. Después de la parada obligada a pasar la noche en la ciudad de Bahía Blanca, dejamos atrás al fin la provincia de Buenos Aires, para ingresar a la provincia de Río Negro. El paisaje comenzó a cambiar de a poco. Ahora veíamos un poco menos verde, colores más apagados, arbustos más pequeños… de a poco íbamos adentrándonos en la famosa estepa pampeana. Nunca imaginé que sería tan aburrida! Prendida a la parte de atrás de la moto, me mantuve atenta hacia cualquier movimiento, quería ver aves nuevas o algún que otro animalito corriendo al costado de la ruta…. Pero nada. Luego de los primeros cien kilómetros realmente me resigné, fue un trayecto muuuy aburrido. Pero por suerte, el clima comenzaba de a poco a acompañarnos (aunque sería por poco tiempo) y ese día viajamos sin lluvia, al menos. La Patagonia Caída la tarde, llegábamos a la ciudad de La Grutas, buscamos un camping y rápidamente corrimos a la playa para aprovechar los últimos rayos de sol. Bordeadas por grandes paredes de piedras de diversas formaciones, producto de la erosión del agua misma, se encuentran las playas, a las que uno accede bajando por escaleras construidas entre las formaciones rocosas. Aun había gente bañándose y pescando, a las cuales nos unimos haciendo una pequeña caminata al costado de la orilla. Después de tantas horas de viaje, pisar la arena descalzos y correr entre las pequeñas olas que rompían era nuestra recompensa. Las Grutas Una rápida compra en un supermercado y al camping. Aun me da vergüenza recordar que apenas si sabía cómo armar una carpa, pero en poco tiempo la que sería nuestro hogar dulce hogar en los siguientes meses estuvo lista, con colchón inflable y bolsas, y tuvimos nuestra primer cena: unos deliciosos sándwiches. Las playas de Las Grutas A la mañana siguiente, emprendimos la marcha, luego de desarmar y guardar todo en su lugar como un rompecabezas, y tomamos nuevamente la ruta 3. Después de 150 km. de pura Patagonia pasando velozmente a nuestro alrededor, pasamos a la provincia de Chubut y de repente el paisaje se llenó de vida. Podíamos ver pequeñas aves, las martinetas correr entre los bajos pastos al costado de la carretera. Después empezaron a aparecer choiques (que son parientes lejanos del avestruz, mucho más pequeños y de plumaje gris) y muuuuchos guanacos observándonos pasar desde los montes. Al fin el paisaje se volvía interesante y yo era feliz! Guanacos Junto con los pequeños animalillos que le pusieron un poco de onda al paisaje, también apareció un fuertísimo viento. Ya habíamos sido advertidos de los fuertes vientos de esa zona de la Patagonia, pero realmente nos tomó por sorpresa. Si bien, en mi privilegiado lugar de la moto no me choco con el viento totalmente, porque Martin es quien maneja y es él quien, pobre, tiene que luchar contra las ráfagas de frente, tampoco es que voy encerrada en una burbuja y les aseguro que el viento soplaba realmente fuerte. Íbamos prácticamente a 45 grados y pasar camiones era una odisea, así como cada camión que nos pasaba de frente hacia la dirección contraria suponía un golpazo de viento. No hace falta aclarar que confío en las habilidades para manejar de mi novio, porque de otra manera hubiera muerto de pánico al notar como el viento nos arrastraba de un lado para otro. Finalmente, llegamos a nuestro siguiente destino. Un cartel al costado de la ruta nos indicaba que pocos kilómetros delante se encontraba Puerto Madryn. Paramos antes, en un mirador que se encontraba en lo alto. La ruta luego iba bajando hasta llegar a la inmensa ciudad que desde el mirador se veía completamente. Varios jotes de cabeza colorada nos daban la bienvenida planeando en lo alto. Jote de cabeza colorada planeando en lo alto en la entrada de Puerto Madryn Lo primero que se me vino a la mente era cómo semejante ciudad podía alzarse en el medio de la nada misma?? La estepa patagónica se extendía en todas direcciones, modificando apenas su relieve con ciertas ondulaciones, pero tan árida y opaca como había sido el paisaje en los últimos días, y de repente era cortado por esa gran ciudad, a la orilla del Atlántico. La ciudad de Puerto Madryn, vista desde el mirador Nos subimos a la moto y emprendimos los últimos kilómetros para entrar a la ciudad ansiosos. Martin trabaja en Informática y tendría que trabajar en unos proyectos, lo que suponía quedarnos varios días en Puerto Madryn, así que yo tendría tiempo de recorrer, conocer y sacar fotos. Además, muy cerca de de allí se encuentra la gran península de Valdés, famosa por sus áreas de lobería, elefantes marinos y avistaje de ballenas. Mi pequeña bióloga interior estaba deseosa de verlo TODO. Habíamos iniciado nuestro viaje con algo de mala racha, pero de a poco, nos íbamos encontrando con mejores aires y aun nos faltaban muchas cosas por vivir. SIGUIENTE >>>
  12. flormdk

    Playas en Australia

    La Gran Barrera de Coral Además de su fauna típica de canguros, koalas y del demonio de Tasmania, Australia es conocida por su gran Barrera de Coral, ya que es el arrecife más grande del mundo. El punto ideal para hospedarse y disfrutar de la Barrera de Coral, de las playas con arenas blancas y aguas cálidas es Cairns, una ciudad ubicada al Noreste de Australia en el estado de Queensland. Es una ciudad muy interesante para conocer, ya que allí también se encuentran paisajes de Selva. Para conocer la barrera de coral existen distintas propuestas turísticas que van desde paseos en barco combinados con buceo hasta paseos aéreos para contemplar esta maravilla desde lo alto. Otra ciudad desde la que se puede visitar la Gran Barrera de Coral es Townsville, ubicada también en el noroeste de Australia en el estado de Queensland. Se suman a las atracciones turística de la ciudad, visitar hermosos jardines y un acuario en donde se puede conocer más sobre la flora y fauna de la barrera de Coral. Frente a las costas de Townsville, se encuentra la Isla Magnética, en inglés: Magnetic Island, se trata de un Parque Nacional Tropical, una verdadera atracción turística. Ocean Road La Ocean Road con la formación de los 12 apósteles es un paseo imperdible que se ofrece desde la ciudad de Melbourne. Se trata de todo un paraíso para los sentidos y también para los amantes de la fotografía ya que a lo largo de casi 300 kilómetros se pueden ver paisajes únicos, rocas con formas extrañas y únicas. Las playas son estupendas para quienes desean practicar surf. La ruta de la Ocean Road o en español, la Gran Carretera del Océano se abre paso entre cabos llegando a playas desiertas, a través de vegetación y también encantadores pueblos. Gold Coast Una de las playas más conocidas de la zona y de Australia es la Gold Coast, se encuentra a un poco menos de 80 kilómetros de la ciudad de Brisbane. En los últimos años ha crecido bastante hasta transformarse en la séptima ciudad más poblada de Australia El día de playa puede combinarse con un paseo por el centro, el cual cuenta con una gran variedad de locales comerciales, además de varios cafés y restaurantes. Otras opciones que ofrece la Gold Coast son visitar los parques de diversiones donde pueden verse animales típicos de la región como koalas, wombats y canguros. Se suman a las propuestas nadar con delfines y dirigirse hacia el interior para hacer una excursión ecológica y descubrir el paisaje de los bosques tropicales donde se podrá escuchar el croar de una rana, contemplarar distintas especias de aves y animales. Para visitar la Gold Coast desde Brisbane, una de las mejores opciones es tomar un tren y desde la estación de tren un colectivo hacia surf paradise, una de las playas más importantes dentro del destino. También hay otras playas para quienes buscan más tranquilaad. Sunshine Coast Sunshine Coast, es otra opción para quien desea pasar un día de playa partiendo desde Brisbane. Entre las principales atracciones de la Sunshine Coast están disfrutar de la playa y del área comercial. La visita a esta localidad costera se puede combinar con una visita al Parque Nacional Noosa, el parque es una zona costera rocosa en donde pueden verse bosques cerca de pequeñas zonas de selva tropical. La Sunshine Coast también ofrece en su interior, paisajes verdes de selvas, se trata de Parques Nacionales. Es un destino que vale la pena conocer con tiempo para disfrutar de las playas y también de sus áreas verdes donde se puede admirar la abundante vegetación de las zonas tropicales. Redcliffe Redcliffe es otra opción para un día de playa, es un sitio ubicado en el área de la Bahía Moretón en el Estado de Queensland a pocos kilómetros de la ciudad de Brisbane, Además de la playa se puede optar por pasar un rato en la pileta pública o caminar por el área comercial. Es una opción ideal para quienes desean pasar un día de playa en un lugar tranquilo. Welligton Point A 29 kilómetros de distancia de Brisbane se ubica Welligton Point. Destino al que se puede llegar en tren, al igual que las playas mencionadas anteriormente. Situado en la punta de una península, Wellington Point tiene un ambiente animado y animado donde el agua y la playa son disfrutados al máximo por los lugareños y las muchas personas que visitan este pueblo los fines de semana. Con un montón de espacios verdes es el lugar perfecto para disfrutar de un picnic y tomar sol. Byron Bay Esta ciudad se ubicada a 165 kilómetros del centro de Brisbane, se puede llegar en trasporte público o a través de empresas turísticas que hacen el recorrido en menos tiempo. La ciudad tiene varias playas especializadas para el surf o simplemente para disfrutar de sus aguas cálidas. Una de sus principales atracciones es el Faro del mismo nombre y el avistamiento de ballenas. La zona también es popular para las actividades de buceo y esnórquel
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