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Ayelen

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Todo el contenido de Ayelen

  1. Ayelen

    Plaza Mayor de Lima, Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  2. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  3. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  4. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  5. Ayelen

    Parque del Amor, en Lima

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  6. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  7. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  8. Ayelen

    Lima, capital de Perú

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  9. Ayelen

    Miraflores, Lima

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  10. Ayelen

    Gatos de Miraflores, Lima

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  11. Ayelen

    Miraflores, Lima

    Del álbum Lima

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Bajo “la gris panza de burro” en Lima
  12. Como ya mencioné en algún momento, toda esta aventura de viajar fue algo completamente nuevo para mí. Jamás había sobrepasado los límites de mi país en mis 26 años y apenas conocía algunas regiones cercanas. Contrariamente, Martin ya tenía experiencia en el asunto, ya había viajado por varios países vecinos y hasta vivió bastante tiempo en el extranjero, por lo que él era mi cable a tierra, por así decirlo, cuando no sabía cómo manejarme en ciertas situaciones. Más allá de que cuando uno viaja, naturalmente todo es desconocido: paisajes, lugares, costumbres, personas… Para mí también significaba adaptarme a esta temporal vida nómade, acostumbrarme a los continuos cambios, a no desesperar ante cualquier eventualidad, a tener paciencia y persistencia. Sin embargo, aunque suene raro, cuando un viaje se prolonga durante tanto tiempo, también se genera cierta rutina. Fue en ese momento cuando me di cuenta que la rutina, eso de lo que tanto nos quejamos y de lo que nos queremos desprender a toda costa, es sencillamente parte de nuestra naturaleza humana. A pesar de movernos continuamente había cosas que ya hacíamos automáticamente como por inercia: armar y desarmar la carpa, acomodar las cosas en el lugar exacto sobre la moto, parar cada dos horas y media a descansar y tomar agua… Fueron cosas que aprendimos e incorporamos. Al igual que prepararnos antes de entrar a una ciudad capital. Ya nos había pasado con algunas grandes ciudades de Argentina, nos había pasado al ingresar a La Paz, en Bolivia…. Pero no permitiría que nos volviera a pasar cuando llegáramos a Lima. Tomé todas las precauciones posibles para no perdernos y marearnos en esta ciudad que, sabía, debía ser gigante. Es por eso, que al pisar Lima, entrando por modernas autopistas, nos manejamos como si conociéramos el lugar de punta a punta. Había buscado exhaustivamente en internet, hasta obtener las direcciones de los hostels más económicos que pude encontrar. Y tuvimos suerte de que todos se encontraban por la misma zona: el ostentoso barrio de Miraflores. Llegamos en pocos minutos, gracias a las perfectas indicaciones que fuimos siguiendo a lo largo de toda la autopista y a pesar de que se nos complicó conseguir un lugar para resguardar la moto (el hostel donde nos hospedamos no tenía cochera), para la tarde ya estábamos instalados en una cómoda habitación. En Miraflores hay un hostel cada dos cuadras. Y cerca de donde nos hospedábamos había una enorme plaza de bellos jardines que era el territorio de un centenar de gatos. Gatos y gatos por donde mirase, en los bancos, tirados en el césped tomando sol, sobre los árboles. SI, para una amante de los felinos como yo, aquello era el paraíso <3 Unas pocas cuadras más adelante, se abría un gigantesco acantilado, bordeado por prolijas callecitas de paseo empedradas y canteros y escoltado por una hilera discontinua de edificios de todos los tamaños y colores. Cuando nos asomamos pudimos ver una larga playa y un mar embravecido que sólo se atrevían a probar algunos surfistas. Hacia los costados, la ciudad se extendía en la cima de este acantilado, asomándose edificios entre manojos de árboles y vegetación. Caminamos muchísimo aquel día. Aún recuerdo cómo me ardían las plantas de los pies una vez que volvimos al hostel. Incluso visitamos el famoso Parque del Amor, que ya fue mencionado en otro relato de esta misma página, llamativo por su gran escultura de una pareja besándose, realizada (leería más arde) por un artista peruana, y a la que llaman “El Beso”. Por la noche un amigo de Martin que venía siguiendo nuestro itinerario y nos esperaba en Lima, pasó a buscarnos por el hostel. Augusto se ganó mi respeto desde el primer minuto que lo conocí y nos invitó a una deliciosa cena. Los contextualizo: nuestras comidas se reducían a económicos menúes que se servían en cualquier sucucho al costado de la ruta (riquísimos, no hay que negarlo, pero repetitivos en arroz y papa) y en cenas que nos hacíamos gracias a nuestra sencilla “cocina-móvil”: una ollita y un mechero con los que nos hacíamos fideos…. O más arroz. Por eso, cuando entramos a aquel restaurante Chifa, donde se respiraba un aire muy ceremonial, con enormes mesas circulares acomodadas prolijamente frente a grandes ventanales y elegantes meseros atendiendo, y vimos esa exquisita comida, fue imposible no amar a Augusto. El Chifa es una opción gastronómica altamente recomendada para quienes quieran viajar a este bello país sudamericano. Es el resultado del cruce de dos culturas: la china y la peruana. Las tradiciones culinarias traídas por los inmigrantes chinos a este país en el siglo XIX, fue adaptándose y evolucionado, tomando muchas cosas de la gastronomía peruana (conocida a nivel mundial por sus exquisitos platos) transformándose en una combinación exquisita de sabores y aromas. La mesa donde nos sentamos les puedo asegurar que era grande, pero fue tanto lo que nos pedimos que no cabían en ella los platos! Fideos salteadas en salsa de soja y verduras; carne de cerdo agridulce; arroz chaufa (arroz frito, verduras y tortilla de huevo); verduras al wok…. Lo recuerdo y aun se me hace agua la boca. Después de todo lo que habíamos caminado aquel día y luego de aquella majestuosa panzada gracias a nuestro amigo, la cama de dos plazas del hostel fue el mejor final para aquel día y dormí plácidamente como un bebé. Al día siguiente aprovechamos un bus que pasaba exactamente frente al hostel y que gratuitamente nos llevaría al centro mismo de la ciudad de Lima. Voy a ser honesto con ustedes, esta parte de Lima, definitivamente no se encuentra en mi lista de los lugares más lindos visitados. Su plaza central, la Plaza Mayor de Lima, ubicada en pleno centro histórico, posee algo de encanto. Pero, por lo demás, se parece exactamente a las callecitas de pleno microcentro bonaerense, en Argentina, por lo que no fue algo que me llamó mucho la atención. Con el cielo completamente tapado de un suave gris, y sin un rastro de cielo celeste, el único brillo del día provenía de una colorida muestra artística que se exponía en la plaza. Unas estructuras, similares a árboles habían sido pintados por diversos artistas de la ciudad y se exponían sobre los jardines. Frente a la plaza la majestuosa Catedral de Lima se erigía con sus dos torres de paredes trabajadas que contenían grandes campanarios. En Lima También conocimos a Germán, muy amigo de Augusto. Germán nos conoció un día que Augusto nos presentó e inmediatamente nos ofreció hospedaje en su departamento para ahorrar los gastos de hospedaje. De manera totalmente desinteresada y con el único objetivo de brindarle una mano a estos dos viajeros, una persona que acababa de conocernos nos abría las puertas de su casa y es algo que me llenó de asombro y gratitud. Nos dio algo de pena dejar el hostel en Miraflores que nos había cobijado durante un par de días, pero en vista de lo que podríamos ahorrar, nos fuimos sin dudarlo al departamento de German. Él vivía en un gran piso, en una zona aún más bonita y tranquila, de grandes y atractivas residencias y prolijos jardines. Desde su balcón podíamos ver ese particular cielo gris y blancuzco que Augusto y German nos contaron que llamaban “panza de burro” por su color grisáceo. Siempre es así en Lima, y nunca se ve un cielo celeste, lo que me pareció un tanto triste, para ser sincera. Lima fue el único lugar de todo Perú donde realmente nos dimos el lujo de probar de todo. Como ya conté, nos habíamos deleitado con la comida Chifa, pero los premios al mejor postre de la historia se lo lleva sin lugar a dudas el helado de lúcuma. Esta fruta de cáscara verde y brillante y carnosa por dentro que recuerda a un aguacate por su gran y redonda semilla, es utilizada para hacer postres de todo tipo y helados. Su gusto parece más bien como a alguna fruta seca, como nuez y sólo crece en Chile y en Perú. La vida es injusta. En Lima comí helado de lúcuma en todas sus presentaciones: artesanal, en palito, con chocolate, con caramelo…. Comí lúcuma hasta que me salió por las orejas y si hubiera podido resolver el problema del congelamiento me hubiera comprado una caja repleta de esos helados! Con German y Augusto también nos atrevimos al ceviche. Este plato de pescado cocido sólo con jugo de limón, que se preparaba junto con cebollas, camote o yuca y granos de maíz. Además el plato venía con una pizca de salsa de lo más picante que te subía rápidamente la temperatura corporal. Al menos teníamos un vaso de fresca chicha morada para calmar el ardor. Así, a pesar de haber permanecido pocos días en Lima, no podíamos quejarnos: le dimos todos los gustos a nuestras tripas, visitamos viejos amigos y yo, personalmente me fui con dos nuevas amistades forjadas. Ya faltaban pocos kilómetros para recorrer dentro de Perú, por lo que aquella mañana gris, como siempre, nos despedimos de nuestros amigos y partimos de Lima hacia las costas del norte. <<< ANTERIOR *** SIGUIENTE >>>
  13. Te gustan los pingüinos??? A mi me ENCANTAN!! Mira, esta es la reserva más grande de pingüinos de Sudamérica, y está en Argentina Fijate que lindas fotos que pude sacar de estos simpáticos animalillos!!! http://www.viajerosmundi.com/blog/28/80-una-inesperada-visita-a-la-reserva-cabo-virgenes/
  14. Ayelen

    Pelicano, Paracas

    Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  15. Ayelen

    Pelicano, Paracas

    Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  16. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  17. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  18. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  19. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  20. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  21. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  22. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  23. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
  24. Del álbum Reserva Nacional Paracas

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Otra maravilla de Perú, Reserva Nacional Paracas
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