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  1. Del álbum Jujuy II

    Lee sobre mi última estadía en Argentina antes de viajar al resto de los países de Suramérica! AQUI
  2. Del álbum Jujuy II

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  3. Del álbum Jujuy II

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  4. Del álbum Jujuy II

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  5. Del álbum Jujuy II

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  6. Del álbum Jujuy

    Querés conocer más de este rincón del mundo llamado Iruya? click aquí!
  7. Ya iniciaba el mes de julio para cuando nosotros comenzábamos a recorrer la última provincia de Argentina. Era el quinto mes de viaje marcado en mi calendario y estábamos por cumplir con nuestra segunda meta: Recorrer desde Ushuaia (el extremo sur del país, lo que fue nuestra primera meta) a La Quiaca (extremo norte). Para esa altura sentía unas ansias muy particulares porque ya tenía ganas de salir del país, dejar atrás mi territorio y ver qué pasaba del otro lado Sinceramente no recuerdo quién fue el que nos aconsejó conocer el Parque Provincial Potreros de Yala, pero aquella fue nuestra primera parada en Jujuy, en aquel parque que conserva gran parte de la biosfera de Yungas, o selva de montaña, del norte argentino. Camino a Parque Potreros de Yala Nos llevó un largo tiempo llegar porque tomamos un camino de montaña que en un punto se encontraba cerrado debido a un derrumbe, por lo que no nos quedó otra que volver sobre nuestros pasos y hacer una graaan vuelta para finalmente llegar al parque. Potreros de Yala se encuentra a una altura promedio de 2300 metros sobre el nivel del mar, o sea, muy alto sobre los cerros. Y eso quedó claramente demostrado en el largo trayecto que tuvimos que hacer de continuo ascenso por un camino de tierra que tenía las curvas más cerradas que tuvimos que cruzar. Esquivando piedras sueltas y tragando algo de tierra fuimos subiendo con cautela (aunque yo nuevamente tenía muchos nervios por temor a una caída ) hasta que finalmente nos metimos en lo profundo del parque y llegamos al sitio de acampe. Zona de acampe en Potreros de Yala A esa altura y con el sol ocultándose, ya comenzaba a sentir el frio y a prever una noche complicada. Sólo a pocos metros de nuestra carpa, el terreno bajaba hasta abrirse en una enorme laguna, una de las cuatro que se hallan dentro del parque. Las montañas a lo lejos terminaban de enmarcar el impresionante paisaje que teníamos delante de nosotros. Y era todo nuestro, porque no había nadie en aquel lugar. Como lo había sospechado, la noche fue complicadita. El frío nos obligó a recoger unos leños y armar una fogata para darnos un poco de calor. Cerca del fuego estaba de maravillas, pero me alejaba unos pasos y me congelaba Pensé seriamente en llevarme un leño prendido a la carpa, pero podría ser medio suicida así que simplemente nos bancamos el frío como pudimos. Metidos en las bolsas de dormir como orugas en sus capullos y lo más cerca el uno del otro para darnos calor, pasamos la noche. A la mañana siguiente desde temprano ya había claridad, pero el sol, oculto tras los altos cerros, aún no se podía ver y hacía un frío terrible, que conllevó a que me levantara de mal humor… como casi todas las mañanas. Por suerte Martin ya me conocía después de cinco meses viajando juntos y prendió la fogata antes de que me despertara, por lo que no me despegué de ella hasta que el solcito salió. Fríiiooo.. Después de un rápido desayuno, bajamos y rodeamos la enorme laguna hasta llegar a la orilla opuesta, donde unos caballos salvajes pastaban tranquilamente. Y luego realizamos una pequeña caminata por un sendero marcado entre desnudos árboles. A cada paso podíamos ver decenas de pequeñas aves que se escabullían por entre los grandes pastos. Y es que este Parque es una gran reserva de aves autóctonas, por lo que pude fotografiar distintas especies de cerqueros, una ratona muy gritona y muchas aves cerca de los estanques de agua, como el tero real. El sendero que tomamos nos llevó a otra enorme laguna, en cuyas orillas un grupo de vacas se paseaban tranquilamente. Se incomodaron un poco con nuestra presencia y no les gustó mucho que me acercara a un ternerito que no se alejaba de su mamá. Sobre la orilla opuesta se alzaba una pequeña casilla que según tengo entendido es el centro de información para turistas, pero se encontraba cerrado. Increíble lugar para vivir! Volvimos por el sendero hasta nuestro hogar de plástico a desarmar las cosas y continuar viaje. No había ni rastros del frio de aquella mañana y el sol ya empezaba a levantar la temperatura considerablemente. Bajar del parque fue más difícil que subir. El peso de la moto, el camino malo más la gravedad no fueron buena combinación y mientras descendíamos terminamos nuevamente en el piso ya para ese momento había perdido la cuenta de las caídas. Terminé bajando a pie el camino hasta tomar nuevamente la carretera. Así que, el Parque había estado muy bonito y todo, pero yo me sentía ya algo decepcionada. Las imágenes que yo tenía en la mente de la provincia de Jujuy eran de cerros de colores, calor, y coyas…… donde estaba todo eso?? Fue por eso, que, cuando después de unas horas avanzando por la Ruta 9, cuando el paisaje comenzó a volverse más árido y empezamos a ver cerros teñidos de rojos y anaranjados casi me tiro de exaltación de la moto. Cámara en mano fui fotografiando todo el camino que en sólo unos kilómetros se volvió exactamente como imaginaba Jujuy. Cada imagen que captaba con mi cámara (y que también guardaba en mis recuerdos) parecía un cuadro. El celeste profundo del cielo y los colores de los cerros que iban desde el bordo, rojos, anaranjados y verdes que se mezclaba. Les puedo asegurar que es un paisaje precioso y que no tienen ningún desperdicio. Llegamos entonces con un sol radiante al primer pueblito turístico que se encuentra sobre la ruta: Purmamarca. Purmamarca tiene la típica arquitectura de todos los pueblitos que visitaríamos a lo largo de Jujuy. Callecitas de tierras o adoquinadas con casitas de adobe pintadas de pasteles colores. Una plaza central con los edificios principales a su alrededor (una iglesia, la municipalidad y una comisaría). Las calles de Purmamarca Llegamos casualmente para una feria de tejidos, y decir que la plaza estaba repleta, es poco Decenas de turistas se movían por entre las callecitas como hormigas enloquecidas, comprando y comprando lo que la gente local les vendía en pequeñas ferias alrededor de toda la plaza. Tejedoras Con tanto movimiento turístico crecen los precios hasta las nubes, por lo que cuando averiguamos por un hospedaje casi morimos de un infarto Todo muy lindo con Purmamarca pero entre la cantidad de turistas y los elevados precios, se nos fueron por completo las ganas de permanecer ahí. Así que dimos algunas vueltas y antes de que caiga el sol, volvimos a la moto, para llegar al siguiente pueblo. Sólo 20 kilómetros nos separaban de Tilcara. También turístico pero muchísimo más tranquilo y más económico por lo que estábamos mucho más contentos. Camino a Tilcara No fue difícil encontrar un lugar para quedarnos (el pueblito es pequeño), así que ya para la nochecita teníamos la carpa armada en un camping: un extenso terreno sólo a pocas cuadras de la plaza principal. Voy a sincerarme con ustedes, cuando llegamos al norte yo estaba aliviada… “ al fin dejamos atrás el frio!” pensaba feliz…….. Terrible error. No sé de dónde saqué que en el Norte Argentino hacía calorrrr! :confus: De día el clima era ideal, solcito, cielo abierto celeste, pajaritos cantando… pero ni bien el sol se ocultaba la temperatura descendía drásticamente. La primera noche nos sorprendió un terrible frío. Para colmo para esa época una ola polar estaba atravesando todo el país. No puedo explicarles cuánto sufrimos por las noches… realmente creo que fue peor que en el sur. Era tal el frio que conciliar el sueño era tarea difícil. El cuerpo se me congelaba y me despertaba cada hora y media casi tiritando y no importaba cuánto me pegara a Martin para robarle su preciado calor! La temperatura había descendido tanto por la noche que a la mañana siguiente la botellita de agua que llevamos siempre con nosotros estaba CONGELADA. No miento. Al día siguiente fui muy feliz cuando el sol salió y empezó a hacer calor (cosa que no sucede muy a menudo XD ). Aprovechamos el día para recorrer los alrededores del pueblo. El paisaje que nos ofrecía ese humilde pueblito, con sus enormes montañas de fondo de hermosos colores violetas y morados era espectacular. Cuando empezó a caer la tarde nos queríamos morir! No queríamos saber NADA con pasar una noche congelados otra vez en la carpa. Así que nos juntamos con unos chicos que también estaban acampando (y sufriendo las bajas temperaturas al igual que nosotros) y decidimos que lo mejor era directamente no dormir y levantar la temperatura corporal con alcohol (una excelente idea ). Así que sin mucho meditarlo nos fuimos a la plaza a buscar algún lugar abierto. Tilcara tiene mucha vida nocturna. A pesar del frio, gente abrigada salía a las calles y los bares se encontraban llenísimos. La música folclórica proveniente de las peñas inundaba el pueblo de sonidos. Llegamos a uno de los mejores lugares que he visitado en todo el viaje: La Peña de Chuspita. El pequeño barcito estaba llenísimo. Ya no había mesas vacías, por lo que debimos acomodarnos en un rincón, donde podíamos, mientras en el escenario unos grandes hacían el show. Un joven con la viola que era un genio, un pibe (joven) de no más de 14 años tocando el bombo y Chuspita, un hombre de rasgos norteños bien marcados, tez oscura y marcada al sol, poncho y gorro de lana. Chuspita, con charango en mano, interpretaba unos temas folclóricos que obligaban hasta al más tímido a mover el pie al ritmo del bombo. La gente estaba exaltada: gritos de júbilo, aplausos y brindis por todos lados llenaban el pequeño lugar de una calidez que era justo la que se necesitaba esa fría noche. La Peña de Chuspita Una moza corpulenta pasaba por entre el pequeño espacio de las mesas llevando bandejas de cervezas y jarras de vino, hasta que la llamaron a participar arriba del escenario. Los cuatro artistas interpretaron un “tinku”, una música folclórica típica del norte en cuyo baile se representa la lucha que se llevaba a cabo por una mujer, en la época de los pueblos originarios. La moza tomó un sicus (un instrumento musical de viento) y tocó de tal manera que quedé fascinadísima. El ritmo contagioso de esta música movida y la buena onda del lugar, mezclado con los sonidos exquisitos de los instrumentos autóctonos convirtió esa noche en una de las mejores. Obviamente no queríamos saber nada con volver a nuestras gélidas carpas, así que nos quedamos encerrados en el bar todo lo que pudimos. Y cuando digo todo lo que pudimos me refiero a que nos quedamos aun cuando ya habían cerrado y la moza ya se había ido a su casa. El famoso Chuspita oyó nuestra triste historia del frío que estábamos sufriendo y nos invitó a quedarnos cuanto quisiéramos allí. Así que las horas pasaron en aquel bar, que de a poco se fue vaciando, hasta que sólo quedamos nosotros, tomando cervezas, brindando por las historias de viaje de cada uno de los que estábamos presentes y evitando el frío. Cuando ya sentimos que habíamos abusado demasiado de la hospitalidad de Chuspita, regresamos al camping siendo las 4, 5 de la mañana, con una temperatura que confirmamos rozaba los diez grados bajo cero (no exagero) y con algo de alcohol en nuestras venas que teníamos esperanzas, nos ayudara a conciliar mejor el sueño. Cuando llegamos a la carpa no podía creer lo que veía. Sobre el techo se había formado una gruesa capa de hielo! Era como meterse a dormir en un Iglú! Llene una botella de plástico con agua hirviendo que metí dentro de la bolsa de dormir y que me sirvió para calentar un poco mis pies y traté de dormir. Sólo lo conseguí cuando salió el sol y la carpa al fin levanto un poco la temperatura. Nunca había disfrutado tanto del calorcito Sólo 45 kilómetros nos separaban de nuestro próximo destino, por lo que sin mucho apuro, una mañana tomamos la Ruta 9 para llegar hasta Humahuaca, rogando que la malvada ola polar no nos siguiera también hasta allí. No es el video que yo grabé, pero es una muestra de los buenos shows de Chuspita: <<<ANTERIOR *** SIGUIENTE>>>
  8. Ya habíamos estado en la gran y alborotada ciudad de Salta y ya habíamos visitado la verde Reserva El Rey, pero queríamos recorrer los áridos paisajes de sierras de colores que uno relaciona inmediatamente cuando se habla del Norte argentino. Por eso, fijamos nuestro siguiente objetivo en el pequeño poblado de Cachi. Para llegar, debíamos tomar la ruta provincial 33 y recorrer 110 Kilómetros que discurren entre enormes montes. Iniciamos una mañana con un cielo celeste y limpio sobre nuestras cabezas. Ya a los pocos kilómetros debimos hacer una breve parada para despojarnos de algunas ropas, porque el calor comenzaba a sentirse bastante y uno se empezaba a sofocar un poquito bajo el casco y las robustas camperas Iniciando el camino hacia Cachi La ruta, afortunadamente bastante tranquila y casi sin nada de tránsito, comenzó bordeando unos finos brazos de un arroyo que se dividía como hilos y corrían entre pálidas piedras (esta vez el arroyo corría por un costado del camino, y no lo atravesaba por completo como en El Rey! ) Los cerros cubiertos de tupidos arbustos bajos de color verde brillante le daban vida al paisaje. El camino empezó a volverse más sinuoso a medida que ascendíamos por aquellos grandes cerros, comenzábamos a transitar la famosa Cuesta del Obispo. Curvas y contracurvas obligaban a la moto a disminuir la velocidad cada pocos metros, y yo cabeceaba una y otra vez, golpeándome torpemente todas las veces contra el casco de Martin… TODAS las veces. Con el sol del mediodía radiante en el cielo, encontrábamos escasos segundos de alivio sólo cuando pasábamos por alguna curva donde el mismo cerro proyectaba su sombra. Ningún árbol alto se veía sobre aquel horizonte. Sombritaa Fuimos avanzando por el camino, que cada vez se volvía más empinado mientras subía por las sierras, y la vegetación fue cambiando de a poco. Los arbustos de aquel verde brillante ahora eran reemplazados por arbustos secos o de colores más apagados. Ya podíamos ver algunos típicos cardones elevándose sobre los riscos de los cerros. El motor de la moto zumbaba, mientras avanzábamos prácticamente en diagonal por aquel camino que subía y subía por las sierras, girando en las decenas de curvas que cortaban el paso a cada instante. El calor y el gran esfuerzo comenzaban a recalentar la moto, por lo que debíamos detenernos a hacer pequeñas pausas para darle un respiro a la pobre Honda. Tomamos una última gran curva que tenía un importante pendiente bastante empinada, y de repente del otro lado nos encontramos con una vista impresionante. Grandes cerros se expandían hacia el horizonte, cubiertos de un manto de hierba verde. Soplaban brisas calientes que corrían entre las desnudas ramas de algunos arbustos y mecían largos pastos amarillos. Desde allí teníamos una impresionante vista panorámica del camino serpenteante que corría por entre los montes, perteneciente a la Cuesta del Obispo. En aquel punto terminó el camino asfaltado y nos esperaban largos kilómetros de un seco camino de tierra. A nuestro paso íbamos levantando una gran polvareda que me obligó a cerrar el casco cuando empecé a sentir un peculiar crujir entre mis dientes. El camino que comenzaba a descender, discurría por entre las sierras, adaptándose a sus irregulares formas. Lo impresionante era ver el efecto aterciopelado de las hierba que cubría aquellos enormes cerros, realmente daban ganas de tocarlo! Y aún más sorprendente era poder ver en las altísimas cumbres de algunos cerros, acúmulos de nieve. Trazos de un blanco puro resaltaban notoriamente con el verde paisaje. La nieve nos seguía a todas partes! Con solemne lentitud fuimos descendiendo por la desprolija ruta que hacia tambalear un poco la moto, hasta que finalmente volvimos a la apreciada horizontalidad. Una llanura extensa de tierra y arbustos que terminaban a lo lejos en la hilera de sierras que cortaban el horizonte era nuestro nuevo paisaje, que formaban parte del Parque Nacional los Cardones. Atravesamos grandes hectáreas realmente minadas de cardones. De gran tamaño, estos señores con sus brazos al cielo se alzaban de a cientos sobre todo el llano. Sus grandes púas servían de refugio para insectos y aves. Finalmente, para cuando el sol a comenzaba a ocultarse, arribamos a Cachi. Un pueblito de lo más lindo que nos enamoró rápidamente. Cachi sería el primer verdadero poblado norteño que visitaríamos. En él, su arquitectura, sus costumbres y su gente mantienen vivo el espíritu autóctono que lamentablemente hemos perdido en las grandes capitales argentinas. Para coronar aun más nuestra visita, llegamos justo para el Torneo de Trompo y Bolita. No sé cuántos de ustedes reconocerán estos tradicionales juegos, pero para nosotros ver que aquellos pasatiempos, con los que nuestros padres jugaban, aún están vigente en aquella pequeña localidad nos llenó de emoción. Sobre la plaza principal se habían dispuesto varias canchas y los competidores participaban con sus propias canicas, en distintas categorías dependiendo de su edad. Desde pequeños novatos hasta adultos expertos formaban parte del torneo. Mientras las personas se agolpaban alrededor de las pequeñas canchas para ver las competencias, otros practicaban esperando su turno con los trompos. Me quedé boquiabierta al ver la habilidad de ciertos niños con ese pequeño juguete, lo hacían saltar y girar a su antojo. Animando el torneo, y dándole el toque musical, un grupo de chicos, realmente muy jóvenes se encontraban tocando música folclórica en una esquina. Armados con instrumentos típicos, como el acordeón interpretaron durante todo el mediodía diversos temas. Bombo con la Bandera Wiphala, de los pueblos originarios El niño que tocaba las cuerdas realmente la rompió (otra expresión argentina que significa que hizo un espectáculo buenísimo). Primero con el violín y luego con una especie de guitarra pequeña (o charango) que nunca había visto en mi vida. Unos grandes los peques. Sobre la misma plaza principal se encontraba la iglesia y el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz. Este interesante museo fue creado por los mismos vecinos de Cachi, con la intención de conservar los cientos de restos arqueológicos que aún hoy en día se encuentran distribuidos por toda la zona. El museo construido siguiendo la línea de las construcciones norteñas, está hecho de adobe, techos de caña y barro y pisos de arcilla cocida. No es gigante, pero entre todas las salas que se van conectando uno puede pasar y recorrer un periodo de 10000 años. Comenzando por restos arqueológicos de la época de cazadores y recolectores, el desarrollo de las diversas regiones, hasta el periodo inca y la llegada de los españoles. Los restos de recipientes con forma de animales perteneciente a pueblos originarios, o las vasijas delicadamente adornadas son sólo algunas de las cosas que se pueden ver expuestas. Un trabajo realmente valioso de conservación del pueblo de Cachi. Otro sitio interesante que visitar, sin dudas es la pequeña capilla, también sobre la plaza principal. La Iglesia San José de Cachi se construyó a mediados del Siglo XVII, y nuevamente conserva la arquitectura de la zona, al ser construida de adobe. Lo más llamativo de esta pequeña iglesia es su techo hecho de madera de cardón. Sobre un gran cerro próximo al poblado, se encuentra un gran cementerio desde donde se puede tener una hermosa vista panorámica del lugar. Las pocas manzanas de Cachi se establecen sobre un valle y se ve enmarcado de estos grades cerros. Hermosa vista. Desde Cachi decidimos ir hacia otra localidad muy turística y conocida por sus grandes viñedos, la localidad de El Cafayate. Para ello deberíamos retomar un camino familiar: La Ruta 40. Nos esperaría un gran dolor de trasero :ohmy: Mira el album , aqui! <<<ANTERIOR *** SIGUIENTE>>>
  9. Del álbum Cachi, Salta

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Paraíso escondido entre las Sierras: Cachi
  10. Del álbum Cachi, Salta

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Paraíso escondido entre las Sierras: Cachi
  11. Del álbum Cachi, Salta

    Mi viaje en moto por Latinoamérica Relato: Paraíso escondido entre las Sierras: Cachi
  12. Ayelen

    La empanada salteña XD

    Del álbum Salta, La Linda

    No dejes de leer mi Blog!!! Salta, La Linda
  13. Del álbum Salta, La Linda

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  14. Ayelen

    Empanadas salteñas

    Del álbum Salta, La Linda

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  15. Del álbum Salta, La Linda

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  16. Plues

    Restos quemados

    Del álbum Pueblos Costa de la Muerte

    Punto donde los peregrinos queman algunas pertenencias al llegar a Fisterra.
  17. Y llegó el gran día, veinte kilómetros nos separaban de Santiago de Compostela, nuestra meta, el fin. El despertar fue un augurio de lo que nos esperaría horas después. El día amaneció lloviendo, pero no chirimiri como otros días, no, llover llover. Salimos del albergue, y a partir de ahí todo serían rituales que ya no volveríamos a hacer. Sellar la credencial al salir del albergue y no encontrar la montaña de botas en el pasillo son las cosas que se echan de menos al día siguiente. Las botas se ponen en el pasillo para no aromatizar el ambiente con ese ligero olor a pies las habitaciones. Con el chubasquero puesto nos adentrábamos en el bosque para empezar la caminata. El suelo era barro y había hojas caídas en algunos tramos, así que podéis imaginaros lo que eran las suelas de las botas al cabo de un rato. Mientras íbamos caminando bajo la lluvia, los recuerdos de los días anteriores venían a la mente. La lluvia acabó con el murmullo mañanero, cada uno iba inmerso en sí mismo y en sus pensamientos y sólo se oía el goteo de agua en los árboles. Conforme íbamos andando la lluvia cesó, pero sólo a ratos. Cruzamos el río Brandos y llegamos a Cimadevilla. Hay que decir que la mañana se puso dura, esta última etapa guarda algunas subidas bastante grandes y la lluvia y el barro no ayudaban mucho. Un monolito con el bastón, la calabaza y la concha nos recibe al llegar al municipio de Santiago. A partir de aquí rodearemos la carretera y el aeropuerto de Santiago. Si tenéis suerte veréis despegar o aterrizar algún avión. Sabréis que estáis allí porque hay una valla que nos acompaña llena de cruces, incluso puede parecer algo tétrico, yo en primera instancia me pensé que era otro sitio de recuerdo a los fallecidos, pero no, las cruces son por la cruz de Santiago. El día seguía lluvioso y muestra de ello es esta bonita foto de un río rojo. El color supongo yo que será por el suelo arcilloso que pisábamos, pero como no soy geóloga tampoco puedo confirmar ciegamente que sea ese el motivo. Antes de llegar a Lavacolla paramos en una pequeña iglesia que había porque me había entrado agua en las botas, y necesitaba saber si todos mis dedos estaban sanos y salvos. Así que entramos y mientras nos ponían nuestros sellos, allí mismo delante del cura que era el que ponía los sellos me quité las botas y los calcetines y lo comprobé. El hombre se me quedó mirando un poco raro , normal por otro lado, pero yo tenía que ver que el agua no había hecho ninguna rozadura. Lo que quiero que veáis de la foto es la tienda de campaña que hay al lado. Algunos peregrinos hacen el Camino de Santiago y van pernoctando en tiendas de campaña que llevan a las espaldas, y cayendo como estaba cayendo el agua ese día, yo simplemente me quito el sombrero y felicito a esas personas que en días como ese no se dan media vuelta y se refugian en algún lugar. Somos muchos peregrinos los que hacemos el Camino y por tanto son muchos los motivos o las convicciones que nos llevan allí e ir contra viento y marea eso tiene que ser duro y por eso chapó por ellos. Continuamos y lo siguiente que vimos fue una subida que aún me estoy acordando de ella. Llegamos a Lavacolla y atravesando el pequeño pueblo vemos su iglesia, y como no, su cementerio adjunto. Lo que me llamó la atención aquí, ya no es que esté todo junto, sino que había casas alrededor que al abrir la ventana lo único que veían eran el cementerio. Las viudas del lugar dan los buenos días al marido directamente desde la cama, vamos, he visto matrimonios que durmiendo en la misma cama estaban más separados. En fin, allí estarán acostumbrados. Ya hemos llegado a mitad del camino prácticamente, a partir de ahora andaremos por travesías de asfalto, aunque hubo un tramo que me encantó porque mirad que hermosura. El poder de atracción que tienen allí los árboles es increíble. El Camino hizo que pasáramos por donde están los estudios de televisión española y televisión de Galicia. Esta parte no es nada bonita porque es un polígono industrial. Y después de eso llegaremos a San Marcos, que en una de las calles hay un puesto que vende recuerdos del Camino de Santiago y que por entretenernos en mirar nos despistamos y en vez de seguir el camino pues nos fuimos para el lado opuesto. Claro, dejamos de ver peregrinos y saltaron las alarmas. Porque algo característico del Camino de Santiago francés es que suele haber peregrinos cerca de ti siempre y entonces si no ves a ninguno puede que haya pasado dos cosas, una que te hayas equivocado, o dos, que se haya acabado el mundo, y como nos cruzamos con un autobús dedujimos que nos habíamos equivocado, y efectivamente así fue. Así que caminantes no os distraigáis. Y una vez devuelta al sendero bueno pasamos por la casa del zapatero y me encantó la bota que tenía en la entrada, y si no llega a pesar me la llevo. Y por fin llegamos al Monte Gozo. Faltaban cuatro kilómetros para ver al apóstol. Aquí el Papa Juan Pablo II dio una misa una vez que fue a Galicia. Y vemos en la escultura que culmina el monte retratos en la piedra de él. Algo que personalmente me pasó, es que al llegar allí dije, ya está Santiago aquí, porque en un día despejado se ve al fondo la catedral, como ese día nos pilló nublado la verdad que se veía poco. Pues los kilómetros que me faltaban hasta Santiago fueron los más largos de todo el Camino, fruto de la ansiedad que me produje yo misma de ver que ya estaba llegando. Bajamos el monte y a lo lejos vemos Santiago. Aunque repito que la catedral no se ve por las nubes. La rúa de San Lázaro sería la que atravesaríamos una vez entrados en Santiago de Compostela. Un cartel y una estatua que me recordaba a Patricio (Patricio es el amigo de Bob Esponja) nos dan la bienvenida. Bueno antes de eso vi algo que me llamó mucho la atención, ¿sabe alguien qué es esto? Dejaré unos minutos de reflexión antes de dar la respuesta. Nos adentramos por la rúa, ya digo que para mí la rúa más larga de Santiago de Compostela, de Galicia y de España, madre mía, que larga se me hizo. Y por si fuera poco, ya que llevábamos como seis kilómetros sin lluvia se puso a llover un poco. Mi atención se desvió cuando al mirar a la derecha vi una cabeza muy grande en el suelo . Un poco tétrica la estatua. Avanzábamos y ya nos adentrábamos en las calles asfaltadas con piedra, era señal de que estábamos llegado (la lluvia empezaba a apretar un poco más). Llegamos a la rúa de Acibechería y ya veíamos la catedral, la sonrisa se dibujaba en la cara, entramos en la Plaza de la Inmaculada, y la sonrisa ya iba acompañada de ansiedad y alegría, estábamos viendo la parte trasera de la catedral, pasamos el arco y… HABÍAMOS LLEGADO A LA PLAZA DEL OBRADOIRO!!! Ese momento de satisfacción, cuando te encaminas al centro de la plaza, esa alegría de llegar y ver llegar a los demás, esas… ¿qué pasa… ? La lluvia empezó a caer como si el mundo se fuera a acabar, mientras mirábamos la catedral y asumíamos lo que habíamos hecho, lo que habíamos sufrido y lo que habíamos superado, una tromba de agua empezó a caer sobre Santiago de Compostela. La plaza se desalojó en unos instantes, la gente buscó refugio en cualquier sitio cercano, nosotras nos metimos en un soportal que hay en el Ayuntamiento y desde allí me hice mi primera foto, había terminado el Camino de Santiago. Llegamos a la hora de comer, así que nos perdimos la primera misa del peregrino. Nos fuimos a cambiar, a comer y a pedir la Compostela. Aviso para peregrinos, la cola para conseguir la Compostela puede durar perfectamente dos horas. Nosotras no llegamos a eso, pero había gente que si había tardado ese tiempo. En la rúa do Villar, en la oficina del peregrino es donde las recogimos. Puedes pedir, la Compostela (gratuita), el certificado de kilómetros (tres euros) o los dos. Yo pedí los dos, es verdad que yo no soy muy de ir a misa, pero el Camino ha revivido en mí sentimientos religiosos y hacia la iglesia que no recordaba. No digo que ahora vaya a ser la mejor cristiana del mundo, pero sí voy a intentar estar más en paz conmigo misma y con los demás. Me revisaron la credencial y me la sellaron, aquí os dejo las tres cosas. Una vez tenía la Compostela entre mis manos, era como tener un huevo, no querías que se mojara, que se estropeara, que se perdiera, vamos, como un hijo, y nos compramos unos tubos donde meterla y protegerla de todo mal, me gasté dos euros en el tubo, para los futuros peregrinos os digo que en esa misma calle, en cualquier tienda de regalos podréis comprar el tubo por sesenta céntimos. Como este año también es el Año Jubilar de la Orden de San Francisco en conmemoración de la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago, la Orden entrega a los peregrinos “La Cotolaya”, que es un certificado que se recoge en la Iglesia de San Francisco. Resumiendo, en una tarde he conseguido más títulos que en siete años en la facultad, jeje . Después de recoger todos los títulos habidos y por haber, nos fuimos a la misa del peregrino a las siete de la tarde. Sinceramente, es la misa más bonita que he visto en mi vida. La catedral estaba llena, todos los bancos estaban llenos, la gente se sentaba en las escaleras, en el suelo, donde podían. Antes de empezar salió una monja, muy graciosa por cierto, y nos puso a cantar las canciones que luego en misa cantaríamos, nos hacía repetir porque decía que cantábamos muy flojito. Acto seguido salieron como veinte curas y uno de ellos tomo la palabra y dio misa, una misa muy bonita. Al finalizar, un grupo de coreanos pagaron para que el botafumeiro se alzase y se balanceara durante un par de minutos y nos impregnara con ese olor a incienso. Desde aquí doy gracias a ese grupo por pagar y que todos disfrutáramos del espectáculo, ya que sólo los viernes es cuando los comerciantes de alrededor pagan para que una vez a la semana paseen el botafumeiro. Y una vez purificadas de cuerpo y alma fuimos a abrazar a Santiago y a darle las gracias por protegernos en el Camino. Tenía pensado hacerme un selfie con Santiago pero hay un cura allí custodiando el santo, así que me quedé con las ganas. Haciéndose de noche debajo de aquel soportal y mirando la catedral a través de la lluvia recuerdas los seis días anteriores, desde que partes desde Sarria, y te acuerdas de aquella mujer que nos llevó a Sarria, de las chicas que conocimos de Jaén y Córdoba, del peregrino madrileño que llevaba la rodilla destrozada, de la chica asiática que iba sola y que al final del camino hizo amigos, de las cuatro señoras mayores que siempre madrugaban y que al final del día siempre nos las encontrábamos hablando de sus cosas y que al oírlas hablar te entraba la risa, de aquellos chavales de poco más de ocho años, que con su música llevaban el ritmo a todos los caminantes y que cuando se cabreaban no le cogían el móvil a la madre, a las abejitas mayas que cantaban canciones infantiles y que tenían mucho salero, a los ciento doce malagueños que me adelantaron cuando mi rodilla no podía más y todos te saludaban y decían ¡buen camino! a la monja que me dio aquel beso, a todos y cada uno de ellos, gracias por acompañarme en el Camino, seguramente no hubiera sido lo mismo sin ellos. No quiero olvidarme de las personas que me han acompañado/soportado durante las veinte cuatro horas de ese camino, gracias por acompañarme/soportarme, que lo que el camino ha unido no lo separe nadie, ¡volveremos! Gracias a todos por leerme, espero que os haya gustado y que os sirva de motivación para algún día ir, y por qué no, encontrarnos en el Camino. ¡BUEN CAMINO A TODOS! PD: Lo de la foto era un buzón...
  18. Plues

    Puerta del xacobeo

    Del álbum Un paseo por Santiago

    Puerta de la catedral que se abre de xacobeo en xacobeo.
  19. Plues

    Figa

    Del álbum Un paseo por Santiago

    Elemento para espantar el mal de ojo en Galicia.
  20. Del álbum Oaxaca

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Día de Muertos en Oaxaca
  21. AlexMexico

    Altar de Muertos

    Del álbum Oaxaca

    Fuente: http://cut.edu.mx/noticias/?p=4533 No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Día de Muertos en Oaxaca
  22. Del álbum Oaxaca

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Día de Muertos en Oaxaca
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