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AlexMexico

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Todo el contenido de AlexMexico

  1. Yo estaré por Francia desde septiembre tengo muchas ganas de conocer los pueblos. En especial hay uno que me atrae, se llama Colmar. Puedes buscar fotografías de él. Es el lugar que inspiró los paisajes de la película "el castillo ambulante" en general toda la zona este me llama mucho la atención.
  2. Hay un centro comercial en Iquique donde todos los productos son libres de impuestos. Por tanto, te recomiendo toda la zona de Antofagasta y Atacama. Además, tienen paisajes bellísimos
  3. El reto estaba ya asumido: mudarme a una ciudad de la que casi nada conocía, donde a nadie conocía, donde una vez más sería el nuevo de la clase, y en la que pretendería vivir con menos de 550 euros por mes. Mis primeras semanas en España habían pasado de forma lenta y asequible. El insistente apoyo que Henar y su familia me mostraban me facultó cómodos viajes por el centro de la península sin la más mínima preocupación, y por lo que les estaría eternamente agradecido No obstante, agosto había terminado, y se aproximaba la fecha del inicio del curso escolar, que en España se sitúa en los primeros días de septiembre. Y era precisamente ello lo que me había llevado hasta el Viejo Mundo, acompañado por una beca que me apadrinaría por el resto de mi estancia: un intercambio estudiantil en la Universidad de Santiago de Compostela. Hasta entonces, lo único que había escuchado sobre Galicia eran los absurdos chistes que en México hacen mofa de sus habitantes mismos que mi amigo Daniel (oriundo de La Coruña) había desmentido un año atrás, cuando nos hicimos buenos amigos en México Y fue en parte por él que decidí solicitar mi beca a la capital gallega, sabiendo que él vivía tan sólo 70 km al norte; aunque, para ser sincero, mi decisión prioritaria siempre fue Granada, la perla del sur español. Aceptémoslo, es una ciudad que a cualquiera tentaría pero de ella podré hablar en otra ocasión. De cualquier forma, el reto a lo desconocido es algo que siempre nos llevará a las mejores experiencias de nuestras vidas, y estaba seguro de que Santiago no sería la excepción Así, luego de dos semanas al lado de la acogedora familia madrileña, me despedí temporalmente de ellos para dar comienzo a mi nueva aventura, a 600 km al noroeste de la capital. Aunque ya había recibido varias recomendaciones para mis viajes en Europa, como aerolíneas lowcost y redes de car-sharing, decidí tomar un tren para disfrutar de un viaje más cómodo. Además, cargaba conmigo dos maletas, que por su transporte en un vuelo de bajo costo duplicaría el precio por el exceso de equipaje. De tal suerte que me aventuré en mi primer viaje en tren en Europa. Debo confesar que fue una experiencia sumamente palpitante Hacía ya tantos años que no viajaba en tren que ni siquiera recordaba cómo lucían los andenes, donde esperaba inocentemente a una ferromoza que demandara por mi ticket antes de abordar, y no una vez adentro como sucede comúnmente El chillar de los rieles al partir de los vagones; la mirada de un pasajero sentado cara a cara frente a uno; el paisaje libre de carreteras y automóviles circulando… me preguntaba entonces por qué en México había desaparecido uno de los servicios más cómodos y seguros de transporte mientras era testigo del evidente avance tecnológico ferroviario del que había perdido toda pista por casi 20 años. Pero, inevitablemente, algo más revoloteaba por mi cabeza. Poco más de un mes atrás, un terrible suceso había mantenido de luto a la ciudad de Santiago de Compostela: un tren se había descarrilado antes de llegar a la estación y múltiples personas habían muerto en el accidente entre ellos, una estudiante mexicana (de la misma provincia que yo) que realizaba su intercambio en dicha ciudad. Las posibilidades de que sucediera lo mismo, en el tren en el que viajaba, en la misma estación, eran para mí demasiado reducidas. Además, es justo después del accidente cuando la seguridad se había reforzado al máximo, al grado de que mi tren viajaba a velocidades sumamente lentas, para evitar cualquier tipo de catástrofes. Sin embargo, no pude evitar aquel pequeño sobresalto al pasar por las mismas vías donde semanas atrás había tenido lugar tal siniestro... El paisaje se había transformado, desde las planicies áridas de Castilla hasta las verdes colinas del norte. Y seis horas después de mi excitante travesía por las vías, fue la hora de encontrarme con mi nuevo hogar. Sólo había una persona a quien yo conocía verdaderamente en la ciudad, y esa era Alemara, la otra estudiante de mi universidad que haría su intercambio en Santiago. Fue gracias a ella que me introduje meses atrás en una red social que cambiaría mi modo de vida (y de viajes) y de la que ya he hablado anteriormente: Couchsurfing. En pocas palabras, es una página web para alojar viajeros en nuestra casa, o bien, para buscar alojo (un couch) en cualquier parte del mundo. Alemara y yo Llevaba ya 4 meses inscrito, y hasta entonces había alojado a unos 6 viajeros en casa (en México, claro está). Con tales referencias, decidí apoyarme en la plataforma para pedir consejos sobre los precios de los pisos (apartamentos) en la Universidad de Santiago y sus alrededores, ya que una habitación en la residencia universitaria ascendía a 260 euros mensuales Fue así como contacté con Severino y Wanderley, una pareja gallego-brasileña de chicos muy majos* que me ofrecieron en renta el cuarto de su piso que normalmente destinaban a los couchsurfers. Por 120 euros al mes, no pude resistirme *Palabra que designa a alguien chido, chévere. Ambos me recogieron en la estación, siendo ese nuestro primer encuentro en persona. Lo sé, si piensan que estoy loco por haber hecho un trato de tal naturaleza por una red como Couchsurfing, quizá, lo estoy. Pero fue mi mejor opción por algún tiempo, hasta encontrar algo mejor La ciudad de Santiago lucía bastante más verde que las villas del centro del país. Además, el verano todavía no terminaba y prontamente pude sentir que el calor no era algo por lo que Galicia se caracterizaba El cielo se tupía con un gris uniforme. Ya había sido advertido varias veces sobre el microclima de Santiago: lluvias constantes entre niebla y espesas nubes. Pero parecía todo muy agradable. El calor era lo que menos buscaba en España y Europa, al menos no por las próximas semanas Arribamos al piso. Segunda planta, amplio, bien distribuido, con dos habitaciones y un estudio, una sala comedor, una cocina, un baño, un aseo (baño sin ducha) y un balcón lleno de huertos y macetas. La vista parecía agradable, un barrio tranquilo que tenía la pinta de un vecindario familiar. Ambos me invitaron a ponerme cómodo, a lo que acaté sus órdenes y me instalé en mi nueva habitación. Disfrutamos juntos de una buena cena horneada al estilo gallego-brasileño de Wanderley, quien había abandonado su natal Sao Paulo para asentarse en Santiago por tiempo indefinido. Concilié el sueño de una forma extraordinaria mi primera noche, bastante fría comprada con las veladas en Madrid. Sin hacerme de muchas expectativas, aguardé tranquilo por el siguiente día, en el que conocería parte de mi nueva vida universitaria. Convenientemente mi facultad estaba a menos de un kilómetro de distancia desde mi nuevo piso, cruzando apenas tres calles y algunos edificios habitacionales. Como no era de extrañarse, la Facultad de Comunicación se ubicaba en el campus norte, el más alejado de la zona universitaria. Pero el área circundante parecía bastante agradable, con extensas áreas verdes a su alrededor. Y pronto descubrí que aquel blancuzco y frío edificio había sido merecedor de un premio de arquitectura… y al entrar en él pude rápidamente percibir su singularidad. Escaleras en diagonal, sótanos que parecían laberintos, plantas en diferentes niveles de alineación... una estructura que me hizo difícil hallar las aulas de clase y el auditorio central El no haberme topado con ningún otro estudiante de intercambio en primera instancia era algo bizarro para mi primer día, pues había sido dicho que tal Universidad era altamente demandada por los Erasmus. Y de aquí en adelante surge el resto de mi relato: Cuando vivía en la Ciudad de México acudí a un congreso de posgrados en Europa, donde un conferencista nos habló sobre el sistema Erasmus. Se trata de un programa de movilidad en universidades europeas, para estudiantes europeos y financiado por la Unión Europea. Así, en toda Europa ser intercambista es sinónimo de ser un Erasmus, sin importar de dónde vengas. Por supuesto, ser Erasmus también es sinónimo de fiesta, locura y, sobre todo, de viajes Pero no debía impacientarme, pues esa misma tarde se me había invitado por parte de la coordinación académica a una bienvenida a los estudiantes extranjeros en la Facultad de Historia. Así, mis dos nuevos roomies me condujeron hasta el centro de Santiago, que a simple vista parecía cumplir todo lo esperado. Una vieja ciudad medieval con aires completamente cristianos, repleto de capillas y monasterios de piedra de estilo gótico y barroco. Una larga avenida nos llevó hasta el famoso Monasterio de San Francisco, donde el principal corredor turístico da comienzo. Monasterio de San Francisco Una calle adoquinada orillada por decenas de vendedores que sobre la acera persuadían a todo paseante a acercarse a sus boutiques de postres, artesanías y souvenirs. En esa misma calle se alzaba majestuosa la vieja facultad de medicina, denotando en sus paredes la antigüedad de la Universidad de Santiago, de más de 500 años de existencia, lo que la hace tan popular en España y en toda Europa A partir de allí empecé a percibir lo atestada que aquella pequeña villa se encontraba con los estudiantes universitarios. Cerca de 30,000 de los 150,000 habitantes son sólo estudiantes matriculados en su universidad Los aires juveniles contrastaban con una metrópoli de tal naturaleza, pero hermosa en todos sus rincones, o al menos los que había podido ver hasta entonces. Y el mejor de los rincones era sin duda la Plaza du Obradoiro, que metros adelante me recibió complacientemente. Santiago de Compostela básicamente existe gracias al entierro del apóstol Santiago en sus tierras. Tras su tumba, se construyó la totalidad de la zona vieja de la ciudad. Y esas reliquias se encuentran enclaustradas supuestamente en la hermosa e icónica Catedral de Santiago. La Plaza du Obradoiro es el corazón de toda la urbe, enmarcada por la Catedral en el este, el Palacio del Ayuntamiento en el oeste, el Hostal de los Reyes Católicos al norte y el Colegio de San Jerónimo al sur. Palacio del Ayuntamiento de Santiago Tanta vida y esplendor hacía falta admirarlo con mucho detenimiento, y poco a poco iría comprendiendo la vida e historia en la ciudad; por mientras, mi misión era hallar la Facultad de Historia Enclavada en la frontera del centro histórico, los miles de estudiantes que rodeaban el edificio anunciaron con bombo y platillo mi arribo a la facultad. Wanderley y Severino se despidieron de mí, dejándome solo en un mar de jóvenes políglotas que presumían cada uno su nacionalidad en sus pechos. Rápidamente los anfitriones se aproximaron para preguntarme por mi procedencia, y acto seguido pegaron la correspondiente bandera en mi suéter, misma que, quizá, una quinta parte de los presentes usaban Ahora no había duda que no era el único mexicano en la ciudad Y entre esa multitud multirracial apareció Alemara. Ella había llegado una semana antes, y tenía ya el placer de conocer a varios de los intercambistas, con los que rápidamente me introdujo. Entonces supe cuál sería el segundo grupo con mayor presencia en Santiago: Francesca, Giulia, Silvia, Corinna, Mariana, Claudio, Nicole, Valentina… era claro que los italianos serían la competencia con los mexicanos y los chinos para ver cuál sería el grupo más numeroso Si algún día se sienten deseosos de conocer gente sin ningún tipo de conflicto, no se acerquen a los clubes, bares o fiestas fancy. Acudan a una fiesta de intercambio. Cada diminuto centímetro por el que uno camina está ocupado por una o un estudiante deseoso de conocer a cualquiera en una ciudad y un país que no es el suyo. Así, me abría paso entre turcos, franceses, chinos, brasileños, italianos, gringos, argentinos, ingleses y españoles para acudir a cada uno de los stands publicitarios que no dudaban en regalarnos volantes para promocionar sus negocios en la ciudad. Fue así como conseguimos nuestro chip de telefonía móvil español de forma gratis La junta explicativa dio inicio en una de las aulas más grandes de la facultad, donde tal cantidad de gente apenas y se dio cabida. Los estudiantes anfitriones nos dieron la más cordial bienvenida, no sólo a la Universidad, sino a nuestra nueva y temporal vida Terminando la asamblea nos dieron un break para tomar algo cerca, y nos veríamos más tarde en la Plaza do Obradoiro. Rápidamente me integré al grupo de italianos que acompañaban a mi amiga Alemara, con los que tomé mi primer café en un pequeño bar tapero del centro. Debo confesar que Santiago no es la mejor ciudad para degustar las tapas españolas, pero más tarde descubriría las delicias gastronómicas que Galicia me ofrecía Llegada la hora, nos dirigimos todos a la Plaza do Obradoiro, donde frente a la catedral yacía el enorme grupo de estudiantes, que aguardaban ansiosos por ver la sorpresa que los anfitriones nos habían prometido. Bajando unas escaleras hacia el lado sur, de donde se tenía una impresionante vista del templo, nos aglutinaron frente a un restaurante gallego, para presenciar la preparación de una de las bebidas más antiguas de Galicia: la queimada. Se trata de una bebida de posibles orígenes medievales que según se utiliza como bebida curativa y de protección contra maleficios Es básicamente aguardiente y azúcar, con trozos de cáscara de cítricos, lo que la hace una bebida bastante dulce. Pero en su preparación está la magia. Sobre el líquido, que se vierte en una enorme cazuela de barro, se prende una llamada de fuego, que se alimenta del mismo alcohol. El sujeto del restaurante menaba con persistencia el cucharón, mientras todos veíamos atónitos la hipnotizante y viva llamarada. La escena se adornaba todavía más con un grupo de músicos de gaita gallega. Sí, la misma gaita que ha hecho tan famosos a los escoceses la encontramos ahí mismo, en la capital de Galicia Y es que algo que no muchos saben, es que se cree que los mismos celtas que se establecieron en las tierras del norte de Gran Bretaña poblaron también la isla de Irlanda, Normandía y el norte de la península Ibérica Es por ello que hasta entonces Santiago nos parecía algo fuera de lugar, una villa aislada y con una propia identidad, muy distinta a la del resto de España. Por si fuera poco, cuando la llama se apagó algo inusual ocurrió. Un hombre vestido con un traje de paja se posó sobre un banco y nos pidió repetir después de él. Comenzó entonces a parlar un extraño e inentendible conjuro en gallego, que serviría para ahuyentar a los malos espíritus Era ya de mi conocimiento que Galicia poseía su propio idioma, declarada junto con el castellano lengua oficial en la comunidad. En algunas ocasiones pude escuchar a mi amigo Daniel hablar en gallego con una brasileña, ya que de hecho el portugués ha nacido de este último idioma. Pero el gallego en el que este hombre recitaba se percibía mucho más complicado Tanto que me hizo pensar que se trataba de un gallego antiguo Pero a lo largo de mi estancia en Santiago me acostumbraría al repentino cambio del español al gallego, algo normal para los locales Al finalizar el conjuro grupal vino la prueba de fuego, literalmente, pues tras apagarse el fuego nos sirvieron a cada uno un vaso con la queimada, con el que hicimos nuestro primer brindis. Pero el regocijo de nuestro primer día en la ciudad no fue el mismo que nos deleitó tras probar la antigua bebida. La combinación de aguardiente con los sabores dulces del azúcar y la fruta quemó nuestras gargantas no sólo en el sentido de su alta temperatura, sino de su poderoso y raspante nivel etílico, que subió a nuestras cabezas en un santiamén Poco a poco el grupo de Erasmus se fue desperdigando, algunos volvieron a sus pisos y otros buscaron un bar donde meterse. Yo por lo pronto, seguí de la mano con el simpático grupo de italianos, quienes me hablaron de un concierto que habría esa noche en la Praza da Quintana, justo detrás de la catedral. Así culminaba mi primer día en Santiago, lleno de sorpresas y expectativas que se rompían cada vez más Muchos quizá llegamos esperando escuchar flamenco, bajo un cielo azul y un ardiente sol, frente a una cálida playa paradisíaca, tomando una cañita y un plato de tapas de jamón serrano. Pero Santiago era distinto, y logró por mucho asombrarnos a todos aquella tarde de septiembre en que nos recibió con los brazos abiertos, y como lo seguiría haciendo por el resto de nuestra estadía Y un pequeño video que muestra el seductor ritual de la queimada gallega, a color y en HD:
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