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AlexMexico

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Todo el contenido de AlexMexico

  1. En realidad la ciudad no tiene gran cosa. El centro tiene bares y restaurantes, donde abundan los asados de espadas brasileñas. Es una buena opción para probar los cortes de las pampas. Luego de eso pues solo hay algunos shoppings, cines, tiendas... Nada que no encuentres en otro lugar jaja.
  2. Yo no visité tanto, pero sí llegué a Hungría y Polonia. En estos países hay mucha gente que habla inglés, entonces no es mucho problema moverse. El dinero yo siempre lo cambiaba llegando a la terminal de buses, siempre cargaba conmigo euros y los aceptan sin problema.
  3. Tromso es una buena opción en Noruega, ya que es una ciudad como tal y no debes estar en medio de la nada esperando a que aparezcan las auroras. En sitios como Islandia a veces es más complicado, ya que son pocas las poblaciones y a veces toca esperar la suerte de ver las auroras en un frío camping o en una van.
  4. Buena parte del turismo en Gran Bretaña se centra en los grandes museos y palacios de las megalópolis, haciendo de las grandes ciudades sus principales destinos, que incluyen incluso un turismo musical y deportivo (claro, por sus grandiosos equipos de fútbol). Pero la segunda cosa que suele atraer a los visitantes a los rincones del Reino Unido son sus célebres y bien reconocidas universidades. Cambridge, Oxford, St. Andrews o el Colegio Imperial de Londres han visto egresar a los más aplaudidos científicos, artistas, catedráticos y doctores del mundo. Digamos que ser un graduado de una universidad británica podría ser el sueño de cualquiera. Y al igual que en Harvard, Yale o Stanford en los Estados Unidos, los estudiantes británicos suelen sentirse felices y orgullosos de que personas de todo el mundo decidan visitar sus campus, aunque sea solo como un paseo turístico. Pues en las calles de York, al norte de Inglaterra, yo quería ser uno de aquellos turistas. Pero algo lejos de Cambridge y Oxford, tomé una opción menos ortodoxa, y un poco menos conocida. Me dirigí entonces hacia la villa de Durham, no muy lejos de Newcastle, casi en la frontera norte con Escocia. Con una población sumamente universitaria, era obvio que la mayoría de la comunidad de anfitriones de Couchsurfing fueran estudiantes. Y casi a finales de mayo, la temporada de exámenes había comenzado. Eso me dejaba con pocas posibilidades de alojamiento. Pero finalmente encontré una opción. Una pareja de polacos que, a sus más de 30 años, ya no eran más estudiantes, sino trabajadores y padres de familia. Con su pequeña bebé de un año, vivían ahora en los suburbios de Durham, a donde llegué con un bus que tomé desde la estación central aquella mañana. Pero los universitarios no me decepcionarían. Días antes de llegar, una estudiante de letras hispánicas llamada Naomi me había ofrecido mostrarme la ciudad. Después de todo, no todos los días tenía la oportunidad de conocer un hablante hispano nativo para practicar antes de obtener su grado. Me despedí entonces de mis anfitriones y me dirigí al centro de la ciudad, que como muchos en los diminutos pueblos británicos, se compone de calles estrictamente peatonales. No me tomó mucho tiempo darme cuenta que Durham es una ciudad verde, muy verde. Su casco antiguo se encuentra sobre una península serpenteada por el río Wear, que alimenta las tierras de vivos y coloridos follajes. Fue en la plaza del mercado, la explanada central de la ciudad, donde me encontré con Naomi, que tenía toda la tarde libre para poder compartir conmigo. Frente a la iglesia de San Nicolás y el ayuntamiento, Naomi gritó mi nombre y corrió a saludarme, acompañada de una amiga suya que iba camino a la biblioteca. ¿Qué te trajo hasta Durham, siendo tú de México? —preguntó con vehemencia su amiga, poco habituada a la presencia de turistas—. Su vida universitaria —respondí sin titubear. Con certeza no era el único mexicano en el lugar, ya que Durham aloja estudiantes de decenas de nacionalidades, que buscan entrar a sus puertas con becas para extranjeros. Naomi me llevó a recorrer las pequeñas calles empedradas de la ciudad, que ofrecían otra típica postal de una villa medieval británica. Durham nació hace más de mil años, alrededor del 995, cuando un grupo de monjes buscaban un lugar donde enterrar los restos de San Cuthbert. Exactamente en la meseta donde caminaba con Naomi fue donde construyeron un pequeño templo de madera, que con el tiempo se convirtió en la catedral de Durham, a la que no tardamos en llegar. La verde explanada frente a la catedral es el sitio favorito de los estudiantes para sentarse a estudiar, escuchar música, dormir o hacer un picnic con los amigos. Y en compañía de una universitaria nativa de Nottingham, era casi obligatorio sentarse a tomar el té. Mientras Naomi sacó de su bolso un par de sandwiches que había preparado, me contó un poco sobre la historia del majestuoso templo. Fueron los normandos quienes empezaron a construir la catedral justo después de su arribo en el siglo XI, y hoy es considerada una de las mejores construcciones normandas de Europa. Aunque el complejo se considera de estilo románico, muchos piensan que fue el precursor de la arquitectura gótica de las iglesias normandas en el norte de Francia, ya que posee elementos como arcos puntiagudos, muy característicos del gótico. Como muchos templos británicos, empezó como una catedral católica pero se convirtió en la sede del obispado de Durham de la iglesia anglicana, tras romperse las relaciones con Roma por decisión del rey Enrique VIII. La catedral es de tanta importancia que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986, tras considerarla la más perfecta obra maestra de la arquitectura normanda en toda Inglaterra. No es de sorprender entonces que haya sido elegida por las películas de la saga de Harry Potter para hacerla pasar por el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, después de algunos retoques y añadiduras digitales, por supuesto. Y es que cuando uno pasea por sus pasillos arqueados y su patio central es imposible no sentirse en el cuento de magos más famoso del mundo. No hace falta viajar hasta los Universal Studios en Florida. Un simple paseo por las calles de Durham me hicieron transportarme al mundo de hechicería de J.K. Rowling. Incluso para alguien que, como yo, no es fan de la saga de Potter. La amiga de Naomi debía marcharse de vuelta a casa. Y su casa estaba justo al frente de la catedral, en el castillo de Durham. Sí, aquella chica vivía en un castillo medieval. Y lo hacía en compañía de otros 100 alumnos. El Durham castle fue construido por los reyes normandos para mostrar su poder en el norte de Inglaterra, y era habitado por el obispo de Durham que representaba, a su vez, al mismo rey. Pero tras la fundación de la Universidad de Durham, la fortificación fue cedida al University College, y desde entonces sirve como pensión estudiantil. Así, hoy su torre está provista de varios dormitorios, una biblioteca y un aula de informática, el salón principal sirve como comedor, la cripta como sala de reuniones y las capillas como salas de teatro. Los universitarios de Durham poseen así el sueño de muchos. Vivir en un castillo. Y lo hacen así durante los años que les toma obtener su grado. Por desfortuna para mí, el ingreso está solo permitido a sus residentes. Tuve que conformarme con admirarlo desde fuera y con escuchar las historias de Naomi, quien por cierto, no vivía en él. Me invitó entonces a su casa y hacer lo más inglés que puede hacer un turista: tomar el té. Pero antes era necesaria una escala en uno de los puestos de comida rápida más atestados por los estudiantes, para hacer otra de las cosas más inglesas que no podía esquivar: comer fish & chips. Hasta entonces sólo había podido ver las fish & chips en pubs irlandeses alrededor del mundo, pero poco había para poder imaginar. Literalmente, es un plato de papas a la francesa con pescado frito. Poco sabroso, poco apetitoso. Ni siquiera un chorro de su fabuloso vinagre pudo arreglar el tan célebre snack inglés. Era mejor ir por aquel té. Para ello debimos bajar por la colina que se alza sobre el río, entre cuyo follaje sobresalen algunas de las otras residencias universitarias, mucho más modernas que el Durham castle. Por dondequiera que pasábamos, el ambiente estudiantil podía respirarse. Con una pinta de cerveza siendo servida, un libro nuevo siendo leído, un grupo de amigos discutiendo los resultados del último partido, y algunos debatiendo acerca del próximo examen a rendir. Los verdes paisajes que orillan al río Wear hacen de Durham el sitio perfecto para la vida estudiantil. Una excelente mezcla entre la vida nocturna y el aire natural que cualquier estudiante necesita para aliviar el estrés. Estudiar en Oxford o Cambridge puede ser el sueño de muchos; pero mudarse a Durham para sus estudios sigue manteniendo la mente de muchos preuniversitarios ocupada. La tercera universidad más antigua de Inglaterra se ha ganado el respeto y cariño, no solo del Reino Unido, sino de un sinfín de estudiantes extranjeros que tocan a sus puertas en busca de una oportunidad en uno de sus 16 colegios. Y así como cualquier mago de J.K. Rowling aguarda pacientemente su invitación a Hogwarts, son muchos los ingleses que esperan con ansias su carta de aceptación a Durham. Y yo también lo haría. Aquella tarde, con un té en mano, Naomi y Durham me mostraron lo que se siente ser un universitario en el Reino Unido. Y fue una magnífica manera de tomar aquel pequeño bocado. Y con dirección al norte al siguiente día, ahora me tocaría ponerme en otros zapatos, para poder entender un poco más lo que marca la diferencia de Inglaterra con Escocia.
  5. Los principales que yo te recomiendo son Purmamarca y Tilcara, desde donde se tiene la vista al cerro de los siete colores y en general a la orografía típica de la quebrada. También vale la pena el pueblo mismo de Humahuaca, su mirador es increíble.
  6. Si hablas del invierno austral lo mejor son las estaciones de los Andes. Bariloche es de las más famosas y que más ofrecen, aunque he escuchado que puede llegar a ser un poco caro en invierno.
  7. La mayoría de la gente viaja desde Lima al sur, para visitar la costa, Machu Picchu y el Titicaca. Yo también te recomiendo ir un poco hacia el norte. Si quieres ver los Andes de primera mano Huaraz es el sitio ideal. Hay muchas excursiones desde esta pequeña ciudad para subir los montes del Parque Nacional Huascarán.
  8. AlexMexico

    La Toscana

    Si sales un poquito de Toscana en el norte te recomiendo mucho visitar Cinque Terre. Son cinco pueblitos en la orilla del Mediterráneo que se construyeron al borde de sus acantilados. Puedes recorrerlos en un tren entre La Spezia y Levante, con un ticket abierto.
  9. A ver, se habla chino como idioma oficial, pero las agencias turísticas, hoteles, etcétera, dominan el inglés. Si te mueves por los lugares más famosos no tendrás problemas.
  10. Elegiste el mejor lugar de toda España. Yo te recomiendo muchísimo Córdoba y su mezquita-catedral. Es algo que no he visto en ninguna otra parte del mundo.
  11. Realmente si vas a los sitios más visitados sí hay gente que habla inglés, sobre todo en el sector turismo. Solo tendrás problemas si vas al interior de las provincias.
  12. Lo más cercano para conocer de España sería Toledo y las ciudades y pueblos de Castilla León, como Segovia, León y Sepúlveda. Así podrías hacer todo el viaje en carretera o tren y no tendrías que tomar un vuelo hasta Francia.
  13. Yo también te recomendaría visitar Izmir. Es una ciudad en la costa del Mediterráneo. No es tan grande ni agitada como Estambul, pero tiene su encanto.
  14. Yo no viaje todo ese trayecto, pero pasé por lugares que me parecen imprescindibles. Entre ellos la Quebrada de Humahuaca en Argentina, el desierto de Atacama en Chile, el Salar de Uyuni en Bolivia y Machu Pichu en Perú. Creo que lo mejor sería hacer la carretera panamericana y desviarte en los lugares que debas visitar.
  15. Yo te recomiendo muchísimo pasar varios días en Jericoacoara. Es una villa perdida entre las dunas del desierto de Ceará y tiene playas perfectas para el surf. El ambiente es super tranquilo y bohemio y tiene atardeceres hermosos.
  16. Washington es la ciudad más pequeña y quizá la que tiene menos atracciones, así que yo diría que dos o tres días están bien. Después creo que Nueva York yo me quedaría casi diez días, hay muchísimo por visitar. El resto lo dedicaría a Chicago y Boston.
  17. De grandes ciudades y capitales había sabido ya mucho en mi viaje por Europa. Y la caótica ciudad de Londres había sido una más de ellas. Con poco conocimiento sobre el Reino Unido y sus mejores atractivos, antes de viajar a la isla decidí pedir algunos consejos a los expertos en la Gran Bretaña. Amigos y conocidos que habían viajado y vivido repetidas veces en el país. Manchester, Liverpool o Leeds son algunas de las metrópolis que muchos recomiendan visitar en internet. Pero más allá de grandes complejos portuarios, un estadio de fútbol o el tour de los Beatles, mi intención era adentrarme mucho mejor en la historia de Inglaterra. Y aunque la decisión no fue nada fácil, me incliné por los destinos del norte. Después de todo, mi camino tenía que llevarme hacia Escocia, donde culminaría mi viaje por el Reino Unido. Una soleada mañana cogí mi bus con el National Express, una de las líneas más baratas que pude encontrar. Luego de casi 4 horas de haber dejado Londres llegué hasta York, a 330 kilómetros al norte. Desde la central de trenes caminé a mi hostal, el Safestay hostel, ubicado en el centro histórico, a intramuros de la muralla que rodea la pequeña ciudad. ¿Cuál es el parecido de York con Nueva York? Ninguno. Pero así quisieron bautizar los colonos ingleses a la ciudad americana que, por cierto, solía llamarse Nueva Ámsterdam. Pero no debe pensarse en York como una moderna ciudad de rascacielos. Sino como un pintoresco y mágico pueblo que puede representar todas las etapas históricas de Inglaterra y el Reino Unido. Luego de dejar mi equipaje en el hostal y coger un bocadillo para el camino, comencé mi paseo por la antigua York, una de las mejores recomendaciones que pude tomar por parte de una buena amiga de la universidad (que por cierto, es fan declarada de Gran Bretaña). Uno de los mayores atractivos de este pequeño emplazamiento al norte de Inglaterra es que es una de las pocas ciudades medievales que conservan todavía su muralla. Los muros tienen en promedio 4 metros de alto y 1.8 de ancho, y se encuentran allí desde antes del medievo, cuando los romanos fundaron la ciudad en su entonces provincia imperial Britannia, de donde, por supuesto, proviene el nombre de la isla de Gran Bretaña. Pero las murallas actuales no son precisamente las que los romanos construyeron. A ellos le sucedieron los anglos, un pueblo bárbaro que tomó la ciudad a la fuerza y remodelaron las fortificaciones. La pared cuenta con varias puertas que permitían la entrada y salida de los habitantes, y que eran controladas por guardias. La puerta de Bootham, fue la que me recibió aquella tarde en York, muy cerca de donde se encontraba mi hostal. De hecho, el nombre de la ciudad, aunque surgido con los anglos, fue más bien oficializado por los vikingos, otro de los pueblos que invadió la isla y se estableció para heredar su influencia en la ciudad. Así, York es testigo de los distintos pueblos que pasaron por Inglaterra y poblaron la isla antes del surgimiento del Reino de Inglaterra, que daría lugar al Reino Unido que conocemos el día de hoy, formado por la unión de los reinos anglos, y del que nacería el idioma inglés. Otra de las construcciones medievales de York es la Abadía de Santa María, aunque al contrario de la muralla y sus puertas, esta no pudo mantenerse en pie. Fundada en 1055, se piensa que sentó las bases de la iglesia normanda, hoy inexistente. Y ya que alguna vez formó parte de los monasterios de la iglesia católica, el rey Enrique VIII la mandó a destruir, en su proceso de separación del Reino de Inglaterra con Roma. Inglaterra fue, de hecho, el primer reino cristiano de Europa que rompió toda relación con la iglesia católica y el papado, primero en su anhelo de divorciarse oficialmente con la Reina Catalina, pero cuya ruptura marcaría la historia del país hasta nuestros días. Detrás de la abadía en ruinas se encuentra un monumental templo que conserva todos los lujos y esplendor que tuvo desde que se erigió en el siglo XIV. La catedral de York es el símbolo de la ciudad, edificio más grande y alto, cuyas torres de campanario pueden ser vistas desde muchos de los puntos del centro histórico. También llamada York Minster, es sede del arzobispado de York, el segundo en importancia en la iglesia anglicana. Aunque también nació como un templo católico, Enrique VIII tuvo la decencia de no destruirla y convertirla en parte de la Iglesia de Inglaterra tras su fundación. Se trata de una de las iglesias góticas más grandes de Europa, la segunda en el norte del continente después de la de Colonia (a la que, hasta ahora, nadie le puede ganar). Un descanso bajo sus torres fue la forma perfecta de hacer un entremés en mi día, que me sonreía, por cierto, con un clima espléndido y poco común en las tierras del norte inglés. Aunque muchos edificios datan de la ya lejana Edad Media, muchos otros en York son de hecho de estilo georgiano, construidas en los siglos XVIII y XIX. El nombre proviene de George, ya que entre 1714 y 1830 fueron cuatro los reyes del Reino Unido que llevaron el nombre George sobre la corona británica. La monarquía y su poder se hacen también presentes en la ciudad con museos de renombre, como la galería de arte de York y el Castle Museum, uno de los museos etnográficos más importantes del país. Las hermosas callejuelas del centro me llevaron hasta el sur, donde la Torre Clifford apareció en lo alto de una pequeña colina. Parte de un castillo construido en el siglo XI, la torre medieval es una de las dos que se alzaron al lado del río para proteger a la ciudad y a su puerto fluvial. Sus muros resguardan también un oscuro pasado, ya que fue allí donde surgió un movimiento antisemita que concluyó con la muerte de más de 150 judíos en la ciudad, que quedaron atrapados en la fortaleza mientras esta se incendiaba. Desde la colina se tiene una increíble vista de York atravesada por el río Ouse, que parte a la ciudad de norte a sur. Ya que el río desemboca en el Mar del Norte York ha sido también un importante puerto fluvial desde el medievo, y es por ende que sus fortificaciones fueron siempre tan importantes. Volví tranquilamente por sus pintorescas calles hasta llegar al mercado Shambles, donde compré algo para la cena antes de retornar a la comodidad del hostal. Las viejas villas inglesas tienen a veces mucho más encanto e historia que las grandes ciudad, y quedaba por delante otra más a la que partiría a la siguiente mañana.
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