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  1. Los trenes despiertan interés en todos los viajeros… existen los antiguos, también los de lujo, los ultramodernos… los veloces y los que van muy despacio para apreciar el paisaje y el recorrido. Existen los que invitan a viajar por pocas horas y los extensos que llegan a implicar varios días de viaje… El Transiberiano es quizás uno de los más célebres y conocidos en todo el mundo. No hay solamente uno, sino que hay tres opciones, está el que va desde Moscú hasta Vladivostok, es la línea más extensa del mundo. También se encuentra el Transmongoliano y el Transmanchuriano que cruzan a Mongolia y China. Rovos Rail, es el nombre dele tren que realiza la ruta emblemática que va desde Pretoria a Ciudad del Cabo. Se trata de un trayecto que dura tres días y dos noches. Existe también otro recorrido que dura catorce días que va desde la ciudad del Cabo a Tanzania. El tren tiene todo lo necesario para disfrutar del recorrido: coches camarote, vagones comedor, sillones y vagones de observación con ventanas muy grades y balcones al aire libre. La cocina está catalogada como excelente y va acompañada de vinos sudafricanos. El Orient Express es un clásico. Es un tren de lujo que une a Venecia y Londres vía París con una noche a bordo, cruzando asombrosos paisajes de Francia y Suiza. Los vagones mantienen el estilo de la década de los años 20 y 30. En 1930 se empezó a realizar un recorrido soñado por los Alpes, que aún continúa realizándose, se trata del Glacier Express que hace la ruta que une a Zermatt con St Moritz. El recorrido tarda unas siete horas, hay opciones con distintos precios. Un dato muy importante es que los menores de seis años no pagan. Siguiendo con los recorridos por Suiza, se encuentra el Bernina Express, es un tren panorámico que va desde Tirano en la frontera entre Italia y Suiza hasta St Moritz, Chur o Davos. Es la mejor manera de cruzar los Alpes. El tren cuenta con un programa de entretenimiento que va explicando las atracciones de cada punto. Cuenta con una carroza panorámica ideal para tomar buenas fotografías. Eurostar, representa una opción ideal para los apasionados por los trenes de alta velocidad. Este tren une a dos de las capitales más importantes de Europa, las ciudades de Londres y París. En dos horas y cuarto, se realiza este trayecto de casi 500 kilómetros. Para conocer la zona de Sevilla, la mejor opción es el Alandalus, un tren que realiza un recorrido de siete días y seis noches permitiendo conocer a fondo esta región española. El tren pasa por Córdoba, Úbeda, Granada, Ronda, entre otros destinos. No solamente pasa por estos lugares, sino que además incluye una programación de excursiones y visitas guiadas. En Norte América también hay opciones… Se encuentra el Royal Canadian Pacific el cual propone una ruta de seis días y cinco noches por Calgary, Golden, Elko entre otros destinos. Otra alternativa canadiense es The Canadian, el cual conecta a las ciudades de Toronto con Vancouver. En Estados Unidos los trenes Amtrak llegan a más de 500 destinos en 46 estados. La ruta emblemática es Chicago. Denver- Salt Lake City y San Francisco. No todas las opciones de recorridos en trenes son caras, hay opciones low cost, como es el caso del Tranzalpine, un recorrido de cinco horas que permite descubrir la impactante geografía de Nueva Zelanda. El recorrido se compone de nueve paradas y tiene un costo de 90 dólares por persona. The Ghan, es el nombre que lleva el tren australiano que une a las localidades de Adelaida, Alice Springs y Darwin. Tarda unas 54 horas en recorrer casi tres mil kilómetros con una escala de cuatro horas en Alice Spring. Es un ferrocarril histórico que fue inaugurado en el año 1929. En el continente asiático existen varios recorridos sobre rieles, uno de ellos lleva el nombre de Maharajas Express, se habilitó en el año 2010 y recorre desde Nueva Delhi hasta la ciudad de Bombay. Un viaje promedio tarda unas siete horas y llega a varios sitios emblemáticos como Agra lugar donde se encuentra el Taj Mahal. Otro destino al que llega el tren es a la reserva de tigres de bengala. Quizás una de las principales ventajas de elegir un tren como medio de transporte es que no sólo despierta fantasías desde la más tierna infancia, sino que también tiene la virtud de tener un camino prefijado, que desafías cualquier tipo de altura de relieve. Subirse a un tren es subirse a un viaje, es disfrutar cada instante del recorrido, es sumergirse en un mundo donde lo llegar no es lo principal, sino disfrutar del camino…
  2. Hola... quisiera saber qué trenes recomiendan, la idea es hacer un paseo panorámico por alguna zona linda como pueden ser los Alpes, o sino estoy abierta a otras alternativas... gracias!
  3. Hola! Estoy planificando un viaje por Europa... La idea es visitar dos o tres países no más que eso, pero dentro de cada país me gustaría conocer más de una ciudad... que es mejor... tren, avión? Agradezco sus consejos!
  4. Alguien ha viajado en este medio de transporte? Cuáles son los costos? Esta buena la experiencia o es mejor recorrer por otro medio de transporte?
  5. Casi siempre que viajamos tenemos que llegar con muchas horas de anticipación al aeropuerto, cuanto más horas antes estemos allí, más tranquilos nos sentiremos...Pero a veces esto puede resultar incómodo y pesado… ¿Qué podemos hacer para que nuestra espera en el aeropuerto sea más placentera? A continuación te presentamos tips para que la espera en el aeropuerto sea más placentera o inclusive divertida… Elegir ropa cómoda A la hora de viajar es indispensable ir siempre con ropa cómoda y lo más simple posible. Llevar ropa negra u oscura puede ser una fácil solución si sufrimos de alguna mancha. También es conveniente viajar con zapatos cómodos. Para las mujeres es importante tener en cuenta que tipo de accesorios usar, lo mejor sería evitarlos o sino llevar joyas livianas que no sean muy pesadas. Tener a mano una muda de ropa En la mayoría de los aeropuertos es necesario quitarse los zapatos para pasar por los controles de seguridad requeridos. Esto puede resultar bastante molesto para quien no tiene medias puestas. Así que es conveniente tener unas medias a mano para pasar por estos controles y evitar pisar el piso frío y sucio. Por otra parte, ante imprevistos como manchas, pérdida de equipaje al llegar o cualquier otra cuestión, es útil tener una muda de ropa en nuestro bolso de mano o mochila. Mochilas con compartimiento delantero o con bolsillo cómodo Durante el paso por el aeropuerto, el pasaporte es requerido una gran cantidad de veces para pasar por los distintos controles, para sobrellevar esto lo mejor es llevar un bolso o mochila que tenga un compartimiento delantero para poder sacarlo rápidamente. Tener algo a mano para leer Un libro, una revista o por qué no una guía de viajes, harán que el tiempo pase más de prisa. Otra opción útil puede ser conseguir folletos turísticos para informarse sobre los destinos a visitar, o si estamos en un aeropuerto haciendo una escala, para tener datos sobre un próximo viaje. Tour en escalas Muchas veces la conexión entre vuelos es larguísima, o inclusive puede haber retrasos inesperados y de muchas horas. Afortunadamente varias ciudades ofrecen tours a los viajeros que permiten descubrir la belleza de los alrededores en el tiempo que media entre vuelo y vuelo. Inclusive hay aerolíneas que ofrecen varios servicios de escala incluyendo un paquete de bienvenida con información de la ciudad y acuerdos con una gran cantidad de hoteles. En algunos sitios es necesario pagar un costo adicional para obtener un visado válido para el país de visita. Algunas ciudades como Londres cuentan con servicios express que permiten llegar al centro de la ciudad en pocos minutos. En Islandia, los aeropuertos ofrecen una gran variedad de tours privados. Para disfrutar de los mismos es necesario tener un mínimo de ocho horas de escala. Recorridos gratuitos! En algunos aeropuertos como por ejemplo, Singapur, existen recorridos gratuitos por la ciudad. Los mismos sirven para los viajeros que tienen una espera que va entre 5 horas y 24 horas entre vuelo y vuelo. Es importante tener en cuenta que los trámites a realizar para salir durante una escala son los mismos que al llegar al destino final, es decir, pasar por aduana y migraciones. Por otra parte, a la hora de volver al aeropuerto nuevamente se tendrá que realizar este tipo de trámites mostrando la tarjeta de embarque y pasaporte. Por lo que si vas a recorrer la ciudad de escala mediante un tour, es necesario prestar atención al tiempo con el que contamos.Hay que recordar ir siempre al aeropuerto con dos horas de anticipación como mínimo antes de tomar el vuelo. Salones VIP Los salones vip de los aeropuertos brindan un ambiente ideal para quien desea escapar del estrés del los espacios comunes y viajar relajado. Son también muy utilizados por los viajeros de negocios quienes necesitan un espacio tranquilo y cómodo para trabajar mientras esperan su vuelo. Los salones VIP tienen sillones cómodos donde se puede esperar reclinado y en una atmósfera más tranquila sin ruidos estresantes. En muchos de ellos se encuentran computadores con acceso internet WI FI y televisores. ¿Cómo acceder a un salón VIP? Generalmente, los pasajeros que viajan en primera clase o en clase ejecutiva tienen acceso a los mismos. Otra manera de disfrutar este beneficio es asociándose a algún club especializado o canjeando millas acumuladas para hacer un “up grade” en el vuelo. Los viajeros frecuentes también pueden disfrutar de este tipo de beneficios. Si contás con poco tiempo lo mejor será esperar en el aeropuerto, generalmente están muy bien equipados con lugares para cargar los dispositivos electrónicos, comer algo, pasear por las tiendas de souvenires o locales comerciales donde se puede aprovechar de las compras sin impuestos. Conviene informarse antes de viajar para decir con anticipación qué hacer.
  6. A la hora de planificar un viaje hay que pensar en todoDesde la estadía y los vuelos... Empezamos a buscar ofertas, los mejores sitios donde hospedarnos, averiguar las distancias con respecto al centro o al punto de interés al que queremos ir... Luego vienen los detalles de qué llevamos... si llevamos abrigo o no, si necesitamos algo extra o no y un montón de cosas más. Pero una de las cuestiones esenciales que no podemos dejar de planificar es cómo acomodar nuestro equipaje de mano, que podemos llevar y qué no, cuántos kilos nos permiten, entre otros detalles más que te vamos a comentar a continuación... Una de las primeras consideraciones a tener en cuenta es que el equipaje de mano tiene limitaciones tanto de peso como de tamaño. Si el equipaje no se ajusta a los requisitos de la compañía es posible que nos pidan despacharlo. A veces se pesa el equipaje, a veces no...Pero ante la duda es mejor ir bien preparados y por qué no, pesar el equipaje antes en casa. Generalmente en vuelos internos dentro de un mismo país está permitido llevar hasta 8 kilos mientras que para los vuelos internacionales la cantidad de kilos permitidos son 12. Las líneas aéreas low cost pueden tener otro tipo de restricciones. Es importante tener en cuenta que por lo general estas aerolíneas no permiten despachar equipaje o a veces cobran el importe a parte. Algunas de estas compañías permiten hasta 12 kilos. En caso de llevar más kilos puede abonarse previamente una diferencia para que el valor sea menor que pagarlo en el aeropuerto. Así que primer consejo... Revisar cuáles son las condiciones de la compañía aérea con la cual estamos viajando. ¿Qué ses puede llevar? Generalmente todas las aerolíneas permiten llevar un bolso o cartera, paraguas, bastón y alimentos de consumo durante el vuelo. Por lo general para vuelos internacionales no está permitido llevar bebidas, algunas líneas de cabotaje lo permiten. Se pueden llevar dentro del equipaje de mano abrigos, mantas de viaje, cámaras de fotos y dispositivos electrónicos los cuales pueden ser utilizados en modo vuelo. Por supuesto que hay cosas que no se pueden llevar como por ejemplo elementos cortantes, imitaciones de armas... En algunos destinos no se puede embarcar ningún tipo de líquido incluyendo sprays y cremas. Algunas líneas aéreas permiten transportar hasta 100 ml de líquido y solicitan colocarlo en una bolsa ziploc. Nuevamente, un consejo importante: leer las condiciones de la empresa. En los aeropuertos suele haber junto con los stand de las compañías de vuelo, sitios donde se puede probar si nuestro equipaje de mano entrará bien en los espacios de guardado del avión y también es posible pesarlos. De todas maneras, es importante tener en cuenta las dimensiones del equipaje antes de llegar al aeropuerto, especialmente si se va a viajar con una línea aérea low cost que no permite despachar equipaje o lo cobra a parte. Generalmente se permiten maletas chicas, también llamadas “Carry on” que tengan una altura máxima de 55 cm y un ancho máximo de 35 cm. Se puede transportar lógicamente bolsos de mano o mochilas que tengan estas medidas.
  7. AlexMexico

    Vuelos baratos

    Una de las primeras cosas imprescindibles para todos los viajeros es conseguir los vuelos más baratos. Los precios de las aerolíneas no tienen mucha lógica para nosotros los mortales. Pero algo es seguro: en temporada alta, fines de semana y mejores horarios los precios incrementan. Así que el primer paso es tener flexibilidad de fechas y horarios. Si conocemos nuestro destino lo mejor es investigar qué aerolíneas gestionan esa ruta y verificar sus precios directamente en sus sitios web. Los buscadores como Skysanner funcionan. Pero hay que tener cuidado, porque algunos suelen mostrar los precios sin impuestos (que finalmente puede parecer un 40% menos costoso que en la realidad). Hay que revisar los precios todos los días de ser posible. Para mi vuelo México-París pasé 15 días entrando al sitio web de AirFrance, hasta que de repente el precio para mis fechas bajó de $1 200 a $800 USD viaje redondo. Otro tip es mirar los precios desde diferentes computadoras o móviles de vez en cuando. Muchas aerolíneas detectan nuestras direcciones IP y no nos dejan ver los precios más bajos si saben que estamos interesados en un vuelo específico. Debemos también buscar desde y hacia todos los aeropuertos posibles que estén próximos a nuestro destino. Viajar a España, por ejemplo, es más barato desde Cancún que desde la Ciudad de México gracias a aerolíneas como Wamosair. Para los amantes de la aventura existen buscadores aleatorios, donde elegimos nuestro aeropuerto de salida y la aplicación nos dirá cuál es el destino más barato según la fecha. Así que si sabemos nuestras fechas disponibles de vacaciones, por ejemplo, podremos mirar a dónde nos saldría más barato volar. Ejemplos de estos sitios son Drungli.com y Kiwi.com. Por último hay que tener siempre en cuenta las aerolíneas lowcost, muy de moda actualmente. ¿Cuál es su secreto? Que no nos dan todos los servicios como el resto de las compañías. Cobran por cada elemento "extra": comida, equipaje documentado, impresión del billete, reservación... ¡Pero cuidado! Muchas de estas aerolíneas son baratas porque no pagan los mismos impuestos elevados. Por eso muchas veces utilizan aeropuertos de segunda mano, usualmente más lejos de las ciudades. Es el caso de Ryanair en Europa. Así que aunque encontremos un vuelo Madrid-París por 16 euros siempre hay que verificar de qué aeropuerto de París se trata. Si es uno a 60 km de la ciudad nos saldrá más caro el transporte a París que si hubiéramos viajado con otra aerolínea. Recomendaciones de compañías lowcost en Europa: Ryanair, Easyjet, Wizzair, Vueling, Transavia.
  8. A la hora de viajar una de las principales cuestiones es ver con cuanto dinero contamos, muchas veces es una limitación. Pero existen algunos tips y consejos que se pueden tener en cuenta para ahorrar dinero y poder viajar. Mirar ofertas, caminar, trabajar, estar atento a los mejores puntos para cambiar dinero, hacer investigaciones por internet pueden ser las claves que permitan conocer nuevos destinos sin tener que llevar mucha cantidad de dinero encima. A continuación te presentamos 10 consejos muy fáciles de poner en práctica Flexibilidad en horarios y anticipación Si vas a viajar a algún destino y el medio que elegís es el avión, lo más recomendable es la flexibilidad. Generalmente los vuelos en los horarios más incómodos son los más baratos. Probablemente salir a las 4:00 am o 5:00 am sea mucho más barato que viajar a las 9:00 am en adelante. A la hora de comprar el vuelo, siempre tratá de que sea con anticipación, cuanto más anticipado más barato. Por supuesto que una de las mejores opciones suelen ser las aerolíneas low cost. Si no necesitás mucho equipaje, podés viajar con un bolso de mano o una valija pequeña, de esta manera estas ahorrando algunos pesos además de tiempo, ya que a la hora de bajar del avión no tendrás que ir a buscar tu equipaje. Decirle no a los hoteles Otra manera de ahorrar, es buscando formas de alojamiento alternativas, es decir, decirle no a los hoteles y pesar en otras alternativas como por ejemplo, alquilar un departamento. Se puede alquilar un departamento compartido o sino privado. También está la opción de usar plataformas online que permiten buscar alojamiento en casas de otros viajeros sin costo, solo intercambiando. Otra alternativa puede ser un camping o un hostel, en algunas ciudades no suelen ser muy caros. Comprar en supermercados Siguiendo con los tips que permiten ahorrar, otra alternativa, es comprar la comida en supermercados. Conviene organizarse para no comprar de más y tampoco de menos, ya que tendrás que volver al supermercado y eso lleva tiempo. Si no te gusta ir a los supermercados, hasta puede resultar tedioso tener que ir en más de una ocasión. Lo mejor es hacer una lista con los menúes e ingredientes, o sino simplemente explorar el supermercado, viene bien especialmente para encontrar ingredientes nuevos. Si querés comer en algún restaurante u otro sitio, lo mejor es tomarse la molestia de dar una recorrida para averiguar que sitio tiene los mejores precios, o si existe alguno que tenga promociones. Transporte público A la hora de moverse, lo mejor es el transporte público. Un city tour puede resultar costoso, entonces en ese caso, lo mejor es caminar u optar por colectivos, trenes, tranvías o el tipo de transporte público que tengamos disponible en el lugar a visitar. Por supuesto que no está nada mal caminar o alquilar una bicicleta, es la mejor manera de recorrer una ciudad y conocerla más en detalle, ya que podés ir a tu ritmo y conocer no sólo lo más turístico, sino otras partes. Intercambiar trabajo por comida o alojamiento Hay sitios web donde se puede conseguir trabajo a cambio de alojamiento o comida, como por ejemplo cuidar la casa de alguien mientras está de viaje. Si vas a estar mucho tiempo en un mismo alojamiento, podes ofrecerte personalmente para trabajar y de paso ahorrar algún porcentaje de la tarifa. Trabajo más turismo Otra manera de conocer lugares, quizás la que te permita conocer más sitios sea combinar trabajo y turismo. Al estar un tiempo en una misma ciudad o sitio, podrás además conocer más sobre la cultura del lugar y hacer nuevos amigos. Si vas a alguna parte del mundo donde no se hable tu idioma, será una oportunidad ideal para aprender más. Evitar cambiar dinero en el aeropuerto Siempre es más caro cambiar el dinero en el aeropuerto que en el centro de la ciudad. A menos que sea totalmente necesario, lo mejor es evitar cambiar en el aeropuerto y al llegar a la ciudad tratar de averiguar que agencia maneja menos comisiones. En caso de necesitar dinero para transporte, lo mejor es utilizar uber ya que podrás pagarlo por intermedio de alguna tarjeta, sin necesidad de tener que cambiar dinero en el aeropuerto. Entretenimiento gratuito En la mayoría de los sitios, normalmente existen eventos gratuitos. Chequeá la página de la municipalidad o del gobierno local del lugar que visitas y seguramente encontrarás muchas opciones de diversión en la que no tenes que pagar dinero. Llevar identificaciones como carnet de estudiante En muchas ciudades a los estudiantes se les hace descuento en las entradas de museos y otro tipo de atracciones. En los Parques Nacionales, las entradas suelen ser notablemente más económicas para quienes son estudiantes. Por lo que sí sos estudiante, no olvides nunca tu credencial. En búsqueda de Wifi gratuito En muchos lugares seguramente encontrarás wifi gratuito como por ejemplo en bibliotecas, shoppings, algunos locales de comida rápida y también cafés. De esta manera podrás comunicarte con tus amigos y familiares sin tener que pagar altos costos por utilizar la llamada tradicional. Luego de estos pequeños consejos ¿Ya están pensando nuevamente en preparar tu equipaje y salir?
  9. Hola! Estaré viviendo en una ciudad del Noreste de Australia pero la idea es los fines de semana recorrer otras ciudades... quería saber qué líneas áreas me recomiendan... como es el transporte en tren o colectivos?? Espero sus sugerencias, desde ya muchas gracias
  10. Hacía apenas ocho días que había comenzado el año y yo despertaba bajo una litera en un hostal de bajo costo en la antigua ciudad de Granada. En la cama de al lado dormía Agustín, el argentino que me había hospedado en Madrid y con el que por azar había terminado haciendo un viaje por Andalucía. Y más allá de su risueña personalidad, era su experiencia como hitchhiker lo que me hacía depender de él para seguir con mi aventura. Aquella mañana me desperté muy temprano y levanté a Agustín para dejar el hostal. Cogimos nuestras mochilas y ni siquiera nos despedimos de Nacho y Keiran, el argentino y neozelandés con los que habíamos recorrido la ciudad el día anterior, a quienes no quisimos despertar de su profundo sueño. Agustín llevaba lista la información que había encontrado en hitchwiki.org, la página web que fungía como una de las mejores guías de hitchhikers en el mundo. Debido a nuestro corto presupuesto y nuestro tiempo libre, viajar de aventón seguía siendo la mejor opción. Así, tomamos un bus en la Gran Vía de Granada y descendimos en la última parada, muy cerca de la intersección con la carretera nacional A-92. Nuestro objetivo era llegar a Sevilla, a 250 km al oeste. De entrada, sabíamos ya muy bien que hacer dedo en España estaba prohibido. “Distraen a los conductores” nos dijeron los policías la vez pasada. Así que debíamos encontrar un sitio discreto y funcional. Una tienda de autoservicio con una estación de gas cerca de una zona industrial fue la elección tras la cual no tendríamos que caminar mucho y perder más tiempo, como nos pasó en Madrid. Al menos eran apenas las 8:30 am y empezamos casi cuatro horas más temprano que nuestra vez anterior al sur de la capital española. Esperábamos tener más suerte y ser levantados lo más pronto posible. No queríamos esperar más de una hora. Cuando empezaba a desesperarme un poco la meta se cumplió, y un coche se estacionó. El conductor era un señor de unos 45 años que usaba una gorra blanca y lentes oscuros. Quizá no era la persona que denotaba más confianza en el mundo, pero aceptamos el ride. Esta vez no habíamos usado aún nuestro letrero, esperando que nos pudieran llevar lo más cerca de Sevilla. Y así sería. Dijimos al hombre que queríamos llegar hasta Sevilla, pero que cualquier lugar en la carretera A-92 nos sería bastante útil. A ello nos propuso dejarnos unos 50 km más adelante, pues después se desviaría a su pueblo. La travesía comenzó. Agustín se sentó adelante y yo en el asiento trasero. El clima era bastante bueno, con un cielo despejado y un quemante sol. Pero se sentía algo de frío y el viento entrando por las ventanas bajaba la temperatura al interior. El hombre manejaba bastante rápido. No dudé ni un minuto en usar el cinturón. Su forma de hablar era extremadamente rápida. Y si a ello sumamos su fuerte acento granadino una plática con él era un reto imposible. Antes de que Agustín y yo pudiésemos decir una sola palabra, él comenzó a contar su historia como candidato a un puesto popular en Granada. Nos contó sobre su campaña, sobre las relaciones políticas, sobre sus viajes y sobre ‘sus chicas’. Sí, sus chicas. Agustín volteó a verme con una cara de intriga. Yo tenía la misma expresión. Sabíamos que debíamos seguirle la corriente. Pero era difícil de creer que un hombre como él pudiera haber hecho las ‘cosas’ que nos dijo con tantas bellas mujeres. Realmente no queríamos escuchar más. Antes de que pudiésemos cambiar el tema llegamos a una bifurcación en la que dobló rápidamente y descendió por un pequeño pueblo. Agustín y yo preguntamos si podíamos quedarnos en la carretera. “Aquí será mejor”, nos dijo. “Pasan muchos camioneros y gente que los puede recoger”. Queríamos que parara lo más pronto posible; pero nos llevó hasta la calle principal de aquel poblado. No tuvimos opción. Bajamos del auto y le dimos las gracias, a lo que él contestó con un simple “¡suerte!”. Rápidamente abrí Google Maps para saber nuestra ubicación exacta. Por suerte, el hombre no había mentido, y estábamos en el camino hacia Sevilla, en un pueblo llamado Loja. Pero estar dentro de aquella villa no nos servía de mucho. No era verdad que pasaban camiones. De hecho, casi ningún coche transitaba. Según mi mapa, debíamos caminar hacia la salida del pueblo nuevamente para alcanzar la carretera A-92. En vista de la pendiente por la que bajamos en el auto decidimos probar por el otro lado. Así que empezamos a andar con nuestras mochilas al hombro. Intentamos parar a los coches que pasaban, pero ninguno se detenía. Teníamos algunas frutas y cereales en las bolsas que decidimos comer para tener fuerzas. Las calles del pueblo comenzaron a inclinarse, y de pronto nos vimos en una dura cuesta que parecía cada vez más lejos de una verdadera autopista. Pueblo de Loja Seguramente muchos habitantes se preguntaban qué hacían dos chicos como nosotros perdidos en aquel remoto sitio. Nosotros tampoco lo sabíamos. La tranquilidad y lejanía lo hacían lucir desde algunos puntos como un pueblo fantasma, del que no queríamos más que salir. Después de casi cuarenta minutos a pie, por fin encontramos una salida a la carretera, donde los coches pasaban a toda velocidad. Aquella zona era bastante estrecha y no teníamos mucho sitio donde pararnos para hacer dedo. Así que nos mantuvimos detrás de las vallas metálicas levantando el brazo a todo conductor. En menos de dos minutos un chico joven se detuvo y nos dijo: “¡suban rápido!”. “No pueden pedir aventón aquí, ¿lo sabían?”. “Sí”, contestamos. Claro que lo sabíamos, pero no teníamos muchas opciones. Aquel hombre nos había dejado en medio de ese pueblo y era nuestra única salida. El chico condujo unos cuantos kilómetros adelante y nos dejó en una zona mucho más tranquila, con menos tráfico y más espacio a los lados. Él no iba hacia Sevilla, así que nos dejó a nuestra suerte, de vuelta en la A-92. Dimos las gracias y nos preparamos nuevamente para comenzar. Habíamos avanzado 50 km en casi tres horas; pero aún era temprano y podíamos alcanzar nuestro objetivo. Con nuestra mejor sonrisa y entusiasmo volvimos a convertirnos en los locos de la carretera, deseando no toparnos con un policía. Pero esta vez todo parecía diferente. Casi no pasaban coches y no escuchábamos un solo ruido a kilómetros de distancia. Eso nos asustaba un poco. ¿Sería posible conseguir un ride en esas condiciones? Seguimos intentando con cada escaso coche que pasaba frente a nosotros. Era extraño que siguiendo en la A-92 el tráfico hubiese disminuido tan de repente. Quizá todos habían virado hacia los pueblos granadinos. Otra vez mi cabeza empezó a doler. Ahora solo dependía de mi botella de agua y mi comida embolsada. En ese sitio no había un Burger King, una tienda, un baño… no había nada. Esperando un ride en la A-92 Agustín nunca perdió el entusiasmo. Estaba ya acostumbrado y solo se reía de mí, a lo que yo replicaba enojado: “¡¿por qué nadie nos recoge?!”. Pero no era obligación de nadie. Era mi culpa estar allí parado en medio de la nada. Así que no tenía derecho a enojarme. Ni con los conductores, ni con Agus ni con nadie. Solo conmigo. Tras una hora y media de espera un auto se detuvo unos metros más adelante. Ambos cogimos las mochilas y corrimos hacia él. Del coche bajaron dos altos, rubios y musculosos hombres, que pronto nos dijeron con un extraño acento: “vamos a Córdoba, ¿les sirve?”. Agus y yo nos miramos y asentamos con la cabeza. Deseábamos mucho llegar a Sevilla; pero habíamos esperado ya mucho tiempo en la autopista, y no pensábamos aguardar hasta que cayera la noche. “Córdoba está bien” dijimos con resignación. Los hombres abrieron la cajuela para meter nuestras mochilas, no sin antes preguntar: “¿no tienen drogas?”. Contestamos con un rotundo “no”. “¿Seguros?”, insistieron. “No usamos drogas”, replicamos tranquilamente. Entramos todos al coche y Agus y yo nos miramos nuevamente. Parecía que todas las personas que nos recogían resultaban ser algo extrañas. “¿Seguros que no tienen drogas?”, volvieron a preguntar. “Porque si tienen drogas van a arrestar al conductor y no a ustedes”. Esta vez reímos de una manera incómoda, pero seguimos firmes antes la verdad. No teníamos drogas. Los dos hombres resultaron ser de nacionalidad rumana y formaban parte del ejército. Ahora todo tenía sentido. En unos cuantos minutos ambos empezaron a hablar en rumano, y Agus y yo no sabíamos qué pensar. Confiamos ciegamente en ellos como lo habíamos hecho con el resto de las personas. Cuando uno viaja a veces no hay otra opción que ser optimista y creer que “los buenos somos más”. Mi dolor de cabeza no había desaparecido aún, y cuando entramos de lleno a la carretera no pude evitar recostarme sobre el asiento y dormir. Agustín intentó mantenerme despierto, pero no funcionó, y como muy mal compañero de viaje lo dejé hablando solo con los extraños rumanos. Un zarandeo en mi hombro me despertó una hora después para saber que habíamos ya llegado a Córdoba. Bajamos del auto y dimos las gracias otra vez, agradeciendo no haber sido víctimas de un par de rumanos asesinos, como quizá lo habíamos imaginado muy dentro de nosotros. Aunque no había eliminado el viaje a Córdoba que había publicado en Couchsurfing dos días antes, ninguna persona nos había invitado o había aceptado nuestra solicitud de alojo, lo que quería decir que, nuevamente, debíamos buscar un hostal para dormir. Caminamos hacia el centro de la ciudad mientras yo buscaba un albergue barato en Hostelworld. Para nuestra sorpresa el mismo hostal en el que nos quedamos en Granada tenía una sucursal en Córdoba con el mismo precio por noche (solo 8 euros). No dudamos en dirigirnos hacia él para dejar nuestras maletas y descansar. Cuando llegamos nos topamos con que Nacho, el argentino que conocimos en Granada, ahora estaba en el hostal de Córdoba. Él había sido menos aventurero que nosotros, y había pagado un Blablacar para llegar a la ciudad. Hicimos nuestro check-in y subimos a la habitación, donde decidí tomar una verdadera siesta para reponerme del estrés, del cual Agustín solo se seguía riendo. “Pobre novato” debió pensar seguramente. Por la noche comimos juntos la cena y planeamos un poco nuestra visita a Córdoba al siguiente día. Aunque nuestra meta inicial fue Sevilla, la suerte nos llevó hasta una de las ciudades más importantes e históricas de Europa, de la que poco sabíamos entonces. En cuanto comenzamos a caminar por la Judería de la ciudad, con sus estrechas y coloridas calles, supimos el milenario mestizaje que la ciudad había vivido desde tiempos antiguos. Pero realmente antiguos. Córdoba fue la capital de Hispania durante la República Romana y la provincia Bética durante el Imperio. Desde entonces su brillo ha sido incandescente en toda la península y todo el continente europeo. Y ello denota la vejez de sus calles que han estado habitadas desde hace más de dos mil años. Por tanto, los judíos no fueron los únicos que habitaron dentro de sus muros y que dejaron vestigios para la posteridad. Los romanos, como es costumbre a lo largo de todo su antiguo imperio, no pudieron quedarse atrás. Así llegamos sorprendidos a las ruinas del templo romano. Tal y como el gran acueducto romano de Segovia, este templo se dice que data del siglo I d.C. Es decir, tiene ya dos mil años en pie. Si bien las interpretaciones de sus increíbles construcciones de mármol y su ubicación han sido múltiples, la más aceptada es que era un templo de culto imperial. Es decir, para adorar a los emperadores divinizados. Más adelante llegamos a la famosa Plaza Mayor de Córdoba, una de las tantas en toda España. El concepto de Plaza Mayor, que muy poco se ve en Latinoamérica, nace del deseo de los Reyes Católicos de formar plazas de enorme espacio interior para poder realizar el mercado y en la cual debe estar emplazado el Ayuntamiento. Como es costumbre hoy en el país, la Plaza Mayor de Córdoba se ve orillada por multitud de tiendas y restaurantes que ofrecen a los turistas una típica comida española, con tapas y un café con leche. Además de ella, en Córdoba son muy famosos los patios interiores, que hoy son declarados Patrimonio de la Humanidad, al igual que el resto del centro histórico de la ciudad. Debido al clima caluroso de la ciudad, desde los romanos y los musulmanes que se establecieron aquí decidieron diseñar las casas con patios en su interior para aumentar la entrada de aire a los hogares. Hoy existe, incluso, un concurso de patios en el que los propietarios de las casas decoran sus patios al principio del mes de mayo para conseguir el mayor prestigio. Al extremo norte de la ciudad nos topamos con una de las antiguas puertas de entrada de la ciudad que formaban parte de la muralla. Hoy es solo un vestigio del esplendor de Córdoba. Si bien estábamos en pleno invierno, las callejuelas de la ciudad tenían mucha más vida que el resto de las frías urbes de Europa. Los célebres naranjos y las macetas decoraban cada acera y daban a Córdoba un vivaz tono veraniego. Justo antes de llegar al río que cruza el centro histórico nos detuvimos para admirar el Alcázar de los Reyes Cristianos, una de las joyas de la ciudad. El alcázar representa tres etapas de construcción. Primero fue la residencia del emperador romano; durante la invasión de los moros fungió como un alcázar andalusí; y tras la conquista de Córdoba por los reinos cristianos peninsulares pasó a ser un alcázar de defensa militar mandado a construir por el Rey Alfonso XI de Castilla. Esto deja entrever la importancia que ha tenido Córdoba a lo largo de la historia. Los historiadores y cronistas dicen que Córdoba fue la ciudad con mayor esplendor, influencia cultural y la más poblada durante el siglo X d.C., con más de un millón de habitantes. En aquella época la tasa de alfabetización de niños y niñas era muy alta en comparación con la del resto del mundo. Su universidad y biblioteca pública eran de las más grandes y reconocidas en el continente. Las ricas mujeres francesas solían mandar a confeccionar sus elegantes vestimentas a Córdoba. La ciudad contaba con un sistema de agua con acueductos, baños púbicos y jardines. Los moros instalaron también una serie de molinos sobre el río Guadalquivir para poder moler el trigo con la fuerza de la corriente. Pero la época dorada de Córdoba no se puede entender de mejor manera que visitando su mayor monumento arquitectónico y cultural: la mezquita-catedral de Córdoba. No se puede entender la historia de España sin entender la mezcla de cultural que el país sufrió durante siglos. Romanos, judíos, musulmanes, reinos cristianos… La península casi entera estuvo ocupada por los musulmanes durante más de 700 años, quienes instauraron un Emirato independiente y posteriormente un Califato. En ambos casos, Córdoba fue su capital. Y a pesar de los esfuerzos por parte de los reinos católicos por expulsar todo rastro del islam de España, su influencia y vestigios serían imposibles de esquivar, habiendo dejado su cultura en la lengua castellana, el arte, la genética, la gastronomía y, por supuesto, la arquitectura. La antigua mezquita de la ciudad fue la más grande del mundo después de La Meca. De hecho, fu construida sobre una basílica visigoda que ya existía y funcionaba desde el siglo V. Pero tras la reconquista hispánica la diócesis católica la convirtió rápidamente en una catedral. Sin embargo, y para el bien de nosotros, no mandaron a destruir ninguno de sus muros, sino que adaptaron la construcción con los elementos cristianos necesarios: un campanario, un altar, un coro y una capilla mayor. Entré con Agustín y Nacho al llamado Patio de los Naranjos, desde donde se tiene una buena vista de la torre del campanario. Como ya me venía acostumbrando en España, había que pagar 8 euros para poder conocer la mezquita-catedral por dentro. A mí me parecía lo más absurdo del mundo tener que pagar por ver una iglesia cristiana, y siempre me rehusé a hacerlo (ni siquiera en la Basílica de San Pedro en el Vaticano es necesario pagar). Así que usamos el viejo truco: dijimos que éramos católicos y que queríamos entrar a misa. El vigilante en la entrada no nos creyó, y nos dijo que si queríamos tomar fotos y visitar teníamos que pagar. Replicamos diciéndole que, en verdad, queríamos entrar a misa. Por supuesto todos sabíamos que era mentira. Pero en “la casa de Dios” no nos podía negar la entrada. Esperamos unos minutos hasta que la misa iba a comenzar. Tenía muchos años que no escuchaba una misa completa. Pero mis ganas de conocer la mezquita-catedral por dentro eran mucho más fuertes. El coro y la capilla no eran nada de qué sorprenderse después de haber visitado tantas iglesias católicas en España. Pero alrededor del altar todo el ambiente cambiaba. Los arcos de medio punto y la arquitectura omeya eran para mí algo simplemente increíble. Estaba seguro de que ninguna iglesia cristiana en el mundo podía lucir así al interior de sus muros. Las decoraciones musulmanas siempre me parecieron exquisitas. Quizá no tenían el mismo esplendor que los palacios nazaríes en Granada, pero sin duda denotaban el verdadero esplendor que Córdoba había vivido un milenio atrás. Cada pequeño muro de aquel templo espiritual representaba siglos de lucha interminable entre religiones basadas en el mismo principio. Un símbolo que hoy, en el siglo XXI, debería decirnos algo más sobre el respeto a las creencias. Las fachadas exteriores de la mezquita eran solo eso para nosotros: una mezquita. Si no fuera por el campanario luciendo en lo alto de su estructura, la totalidad de aquel monumento nos diría que hay cientos de musulmanes sobre el suelo orando en dirección a La Meca. Caminamos hacia el otro lado del río para admirar de mejor forma la catedral y cruzar otro de los símbolos de Córdoba: el puente romano. Un vestigio más que pone en evidencia la milenaria historia de una ciudad que, sin duda, me había robado el aliento. Aquella misma tarde contactaríamos junto con Nacho a un conductor por Blablacar para llegar a Madrid por la noche. Esta vez preferíamos pagar cinco euros y viajar cómodos que pasar horas en la carretera para terminar en un destino que no era el nuestro. Conocer a Agus me había dado mi primera experiencia como hitchhiker, misma que repetiría por mi cuenta un año más tarde. Ahora era tiempo de volver a la gran ciudad de Madrid y estudiar para los exámenes que me esperaban en Santiago.
  11. El frío mes de enero había llegado y las vacaciones habían terminado para la mayoría en España. Para mí también. Aunque para ser sinceros yo seguía en Madrid, sin tener una idea muy clara de qué es lo que haría hasta volver a Santiago de Compostela para hacer mis últimos exámenes semestrales a mediados del mes. Mi familia había regresado a México después de pasar dos semanas conmigo durante las navidades. E incapaz de pagar más noches en el hotel y en vista de los ocho días libres que me quedaban por delante, decidí usar el arma que como viajero siempre tenía guardada: Couchsurfing. En mi ardua búsqueda por los múltiples perfiles de couchsurfers en Madrid fue Agustín, un argentino del norte, quien aceptó mi solicitud y decidió alojarme por algunos días. Él, al igual que yo, hacía un semestre de estudios en España. Así que inicié el año 2014 mudando mis maletas del hotel a la casa de un desconocido. Un couchsurfer más que me llevaría a lo inesperado. Agustín vivía en el barrio de La Latina, al oeste de la ciudad, en un piso bastante cómodo junto con un español y una alemana. Y como yo, pasaba sus primeros días de enero relajándose en casa, pues no volvería a clases dentro de un corto tiempo. Pese a su considerada oferta de alojo en su casa yo no quería sentirme un parásito, viviendo una semana entera con él sin hacer nada de interés, pues ya había visitado la mayoría de las cosas en Madrid. Y como mi cuenta bancaria lucía casi vacía y debía guardar la mayoría para mi viaje final (que ya había planeado) creí que sería una buena idea aventurarme a hacer algo bastante nuevo para mí: viajar haciendo hitchhiking (pidiendo rides en la carretera). Deseaba explorar un poco más el sur de la península, y llegar de ser posible a las ciudades andaluzas de Córdoba y Sevilla, de las que todo mundo me había hablado maravillas. Cuando le dije esto a Agustín en él surgió un cierto interés. Tampoco tenía muchos planes y tampoco había conocido el sur. Y cuando supe que él era un hitchhiker experimentado en su natal país, no dudé en invitarlo a unirse a mi travesía. En los próximos días planeamos nuestro viaje juntos, tomando en cuenta dos cosas importantes que a ambos nos faltaban: una chaqueta invernal para él y una buena mochila para mí. Había conseguido una mochila de backpacker en México, pero era demasiado grande para unos cuantos días de viaje. Además resultó ser de mala calidad y se habían roto los tirantes. Fue entonces que decidí invertir en una buena maleta que resistiese las peripecias de un buen viajero. Por 40 euros una Boomerang de 40 litros en El Corte Inglés fue la mejor promoción. Y para Agustín una casaca que una amiga suya en Madrid le prestó lo protegería del invierno andaluz, que nos habían contado podía ser bastante crudo por las noches. Con todo listo partimos apenas pasado el Día de Reyes y apenas comenzado el año. Ahora Agustín y la carretera eran mis guías, a quienes había entregado mi confianza plena para que me llevasen hacia el sur gastando lo menos posible. Nuestra aventura comenzó en Getafe, al sur de la ciudad de Madrid, lugar que habíamos leído era el mejor para coger un ride. Pero la carretera era demasiado amplia, había un distribuidor vial, mucho tráfico y poca esperanza de que alguien parase. Como viejo hitchhiker, Agustín supo que debíamos movernos, y caminamos hacia una calle contigua a la autopista, un poco escondida y donde nos posamos frente a una tienda de autoservicio. En pocos minutos un hombre paró, y nos dijo que ese no era lugar para conseguir un aventón. Nos dejó subir al auto y nos ofreció dejarnos en la próxima gasolinera, donde podríamos conseguir algo mucho más fácil. Avanzamos apenas unos pocos kilómetros sobre la carretera nacional A-42, que llevaba hacia Toledo y luego hacia Andalucía. El hombre nos dejó en la estación de gas y siguió su camino. Él iba apenas un pueblo más adelante y no tenía sentido que nos llevase hasta allí. Así que tomamos nuestras mochilas y todo nuestro entusiasmo para levantar el dedo a cada auto que pasaba. Creímos que sería mejor si la gente sabía a dónde queríamos ir. Así que cogimos un pedazo de cartón y escribimos con un marcador y en letras grandes “Córdoba”. Con suerte mucha gente regresaría de sus vacaciones con dicha dirección. En menos de media hora apareció una patrulla. En seguida el policía que la conducía se orilló frente a nosotros y nos llamó. No había de qué preocuparse, no iríamos a la cárcel. Pero nos dijo que “hacer dedo” estaba prohibido en España. Y no se multaba a quien pedía el aventón, sino a la persona que recoge. Así que nos invitaron a caminar hacia la gasolinera y pedir individualmente de coche en coche si nos podían llevar. Pero no junto a la carretera. No donde pudiésemos distraer a los conductores. Eso nos decepcionó bastante y bajó nuestros ánimos hasta el suelo. ¿Cómo se supone que haríamos dedo sin estar en la carretera? Si no queríamos ser arrestados no teníamos más opción que acatar las órdenes del oficial. Desanimados, volvimos a la estación de gas y nos paramos justo en la entrada/salida, donde todos los conductores podían vernos con nuestro letrero. Uno tras otro pasaban y a nadie parecía causar alguna sensación nuestra rara presencia. Ahora entendía lo que era ser ignorado. Era mi primera vez haciendo dedo y estaba descubriendo el verdadero significado de “paciencia”. Agustín parecía estar más tranquilo. Su experiencia en viajes le había enseñado varias duras lecciones. Pero aceptó que en Argentina había sido más fácil ser recogido. Eso me preocupaba aún más. Decidimos probar suerte preguntando directamente a los conductores, como nos lo había sugerido el policía. Para ello debíamos poner nuestra mejor cara, una buena sonrisa y entonces abordar a la gente. Tarea dura. Y ante la cual también fracasamos. Teníamos algo de comida en la maleta, pero mi hambre era voraz. Y combatiendo a todos mis males que me detenían ante gastar dinero, me dirigí hambriento al Burger King de enfrente y compré una hamburguesa de un euro. No era lo mejor, pero era barata y llenó mi estómago por un momento. Habían pasado más de tres horas desde que estábamos en la estación. Y más de cinco horas desde que salimos de Madrid. Nunca creí que coger un ride fuera tan difícil. Agustín quiso intentar con uno de los camioneros que conducía un enorme tráiler. “Normalmente ellos viajan solos y no les cae mal algo de compañía”, dijo. Tenía lógica, y no teníamos nada que perder. El hombre era pequeño, de un metro sesenta quizá. Moreno, barrigón, una cachucha en la cabeza, una coca cola en la mano. Era la típica imagen de un trailero. Cuando nos acercamos él sabía lo que buscábamos. Y desde pronto nos advirtió que solo podía llevar a uno de nosotros. “Me detienen si descubren que llevo más de un pasajero. Lo siento chavales”. Por un momento pensé en ofrecerme a ir con él y dejar que Agustín probase suerte con algún otro camionero. Estaba desesperado y nadie parecía estar interesado en llevarnos. No teníamos tienda de campaña y no podíamos acampar allí, ni pretendíamos pagar un hotel en la carretera si se hacía de noche. Pero habíamos iniciado esto juntos y así debíamos llegar a nuestro destino. Dividirnos no era una buena opción. El camionero nos invitó a fumar un porro detrás de unos almacenes. Estaba actuando demasiado extraño, para mí. Pero no para Agus. Él sabía cómo eran los camioneros, y sabía que había que seguirles el juego para ser llevados. Así que fuimos con él, más ninguno de los dos tocó el porro de marihuana. De hecho, Agustín sabía el riesgo que corríamos si cargábamos con marihuana por la carretera haciendo dedo. Sobre todo en un país como España. Por ello, él dejó toda su mercancía en casa y yo, bueno, yo no soy precisamente fan de la marihuana. Finalmente el camionero se fue, y no aceptó llevarnos a ambos. Y más decepcionado que antes volví a la gasolinera y me senté frente a mi mochila con el letrero en mano, que ahora decía solo “Andalucía”. Ante mi cara larga, cansado y aún con hambre, un hombre de unos 35 años se me acercó y me dijo: “Os he visto desde que llegué a comer al restaurante. Pensé que ya habían cogido un aventón. Yo voy a Granada, si les sirve de algo”. Mi cara se iluminó. A alguien le importábamos. Alguien considerado y solidario quería ayudarnos. Era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. Todo ello pensé en pocos segundos antes de soltar de mi boca un: “¡claro, nos sirve de mucho! ¡aceptamos!”. Corrí a buscar a Agus, quien aún probaba suerte con quienes ponían gasolina en sus coches. Grité: “¡deja eso, que ya tenemos ride!”. Nos apresuramos y alcanzamos al chico en su auto, de quien lamentablemente no recuerdo su nombre. Solo sé que estaba casado con una chica inglesa y que él, en su no lejana juventud, también había viajado a dedo por España e Inglaterra. Ahora entendía el porqué se había solidarizado con nosotros. Ahora nos dirigíamos a Granada. Una vez más me dirigía a la perla de Andalucía, a la antigua capital nazarí en la que dos meses antes había vivido una de mis mejores fiestas junto a mi amiga Henar y Alex. ¡Pero qué importaba! Podíamos intentar ir a Córdoba después. Al menos teníamos transporte y un destino seguro. Desde un día antes habíamos enviado solicitudes de Couchsurfing a varios perfiles en Córdoba. Ahora, lo primero que hice al subirme al auto, fue enviar muchas otras solicitudes a los perfiles de Granada. Con suerte alguien nos acogería aquella fría noche. Pasamos unas tres horas en el viaje hablando con nuestro nuevo amigo y escuchando sus viejas aventuras en Jaén e Inglaterra. Cuando nos preguntó si teníamos ya un lugar dónde dormir yo esperaba fervientemente que él nos ofreciese un pequeño rincón en su casa. Pero no podíamos pedirle más. Y ahora todo dependía de los couchsurfers. Llegamos a Granada cerca de las 7 pm. El chico nos dejó cerca del centro de la ciudad, junto a un centro comercial. Dimos las gracias y lo vimos partir. Ahora estábamos nuevamente solos. Y sin respuesta de ningún couch, nos dispusimos a caminar y buscar algún sitio para dormir. La noche era fría y dormir en un parque no era una buena alternativa. Yo ya había estado en Granada y conocía las calles del centro. Aunque la vez pasada me había alojado en el apartamento del primo de Henar. Y sin otra alternativa, decidí buscar un hostal en Hostelworld y dirigirme al lugar con el precio más bajo. Mientras tanto, nos topamos con un mochilero en la calle principal que parecía algo perdido. Su nombre era Keiran, un neozelandés de origen iraní que estaba en España para trabajar como voluntario en una granja de la Sierra Nevada. Le hablé en inglés y le dije que estábamos buscando un hostal. Él respondió que debía hacer lo mismo y decidimos buscar uno juntos. Caminamos hacia la parte norte de la catedral, donde un hostal ofrecía una noche por 8 euros. Era un precio imposible, pero era temporada baja y era Granada, la ciudad (casi) más barata de España. Aceptamos sin dudar y tomamos una cama en una habitación compartida por dos noches. Así podríamos disfrutar de la ciudad sin tantas prisas. Agotado, pero feliz de haber logrado mi primer viaje a dedo, invité a los chicos a comer unas tapas en uno de los mejores bares en los que había estado en la ciudad, junto a la Gran Vía, donde por 2.5 euros recibimos una cañita (cerveza), un bagel, ensalada de pasta y papas fritas. Al día siguiente quise mostrarles un poco de lo que bueno que tiene Granada, y de lo que yo había podido disfrutar dos meses atrás. En el hostal conocimos a otros dos argentinos. Uno de ellos era Nacho, quien también había estudiado un semestre en Madrid y ahora estaba de vacaciones. Los cinco entonces decidimos dar un paseo por la ciudad, comenzando por la imponente catedral, donde están las reliquias de los Reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. A sus pies me abordó una gitana, quien no dudó en tomarme de la mano y empezar a “leer mi futuro”, sin que yo se lo hubiese pedido. La mujer habló tan rápido que pocas fueron las palabras que entendí. Pero al final pude entender perfectamente su mensaje: “algunos euros para ayudarme”. No tenía casi dinero. Tenía que comer y sobrevivir unos días más antes de llegar a Santiago. Así que le dije sutilmente que no. Después de ello su semblante cambió. Su rostro lucía enojado y comenzó a hablar en un idioma extraño. Yo me alejé rápidamente, un poco atemorizado, para ser honesto. Ahora veía por qué la mayoría de la gente huía de ellos. En vista de que ninguno de los argentinos ni Keiran quería pagar la entrada a la Alhambra, la mejor atracción de Granada, decidí llevarlos al Albaicín para recorrer sus callejuelas de estilo árabe hasta llegar a las antiguas casas de los gitanos en el Sacromonte. En una de ellas pudimos entrar para admirar las pinturas de uno de los artistas que vivió allí hace varios años. Y aprovechamos su patio exterior para tomar un descanso y para que los argentinos me enseñasen el arte del mate. Como buenos argentinos, los tres cargaban su mate con hierba y un termo con agua caliente para beberlo cuando les diese la gana. Y el mejor momento era allí, sentados en círculo en el maravilloso barrio gitano de Granada. Después los llevé hasta el mirador del Sacromonte, donde tuvimos una vista espectacular de la Alhambra con la Sierra Nevada a sus espaldas. Es increíble cómo Granada, a tan solo unos kilómetros de la playa, es el único lugar en España del sur donde se puede hacer esquí en el invierno. Y para completar aún más la postal, un par de músicos tocaban y cantaban flamenco sentados frente al imponente palacio nazarí, a quienes no dudé en comprarles uno de sus CDs. Sin duda, volver a Granada era algo que no me molestaba en lo más absoluto. Y fue el momento para aceptar que Granada es mi ciudad favorita en España. Una ciudad a la que podría volver a cada instante. Bajamos del Sacromonte y el grupo se separó. Algunos volvieron al hostal y Agustín y yo seguimos caminando por el Albaicín, conociendo sus hermosas casas por dentro y por fuera. Terminamos nuestro tour en el Callejón de los Tristes, al pie de la Alhambra, de donde volvimos al hostal a comer y descansar un poco para el próximo día, en que nos aventuraríamos nuevamente para coger un ride, esta vez más al oeste, hasta la ciudad de Sevilla.
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