Saltar al contenido

AlexMexico

Usuario 5
  • Contador de contenido

    5602
  • Registrado

  • Última visita

  • Días Top Escritor

    612

Todo el contenido de AlexMexico

  1. Vaya odiseas con el clima, si alguna vez viaje a Argentina me aseguraré de que sea durante el verano austral jaja.
  2. Creo que estuve muy cerca de la noche en blanco, pero llegué un 1 de noviembre, me tocó más festejar el día de los santos. En fin, Granada siempre tiene cosas buenas que ofrecer nunca me cansaré de esa ciudad.
  3. Ahora entiendo cómo sufres en tus viajes jajaja!
  4. Para el segundo día en Chiapas habíamos modificado un poco los planes; es la ventaja de viajar sin restricciones. Cuando volvimos a San Cristóbal de las Casas el día anterior, mis amigos se habían topado con el negocio de una gringa mientras yo compraba un traje para mi mamá. Esta mujer extranjera (que no hablaba español) se dedicaba a rentar scooters y motocicletas de todo tipo. Cuando me reencontré con ellos, me hablaron del itinerario que la gringa les había recomendado si le rentábamos los vehículos. Se trataba de una visita a los pueblos mágicos alrededor de San Cristóbal. Sin más, aceptamos la propuesta. Al siguiente día desayunamos un atole de arroz y un tamal, como de costumbre, y acudimos al local de la señora para salir temprano hacia nuestra travesía. Cuál sería nuestra sorpresa al descubrir que no sólo los mexicanos somos impuntuales (fama que ha acaecido en la cultura popular, sin importar cuál impuntual sean las otras nacionalidades). El local estaba cerrado. Llamamos por teléfono y enviamos mensajes a la chica, quien nos respondía: “Someone should be there soon. Please wait”. Sin otra opción, esperamos por casi una hora fuera del negocio, no sin antes tomar un café en la cafetería del frente. Rentamos 2 scooters, pagando cerca de 450 pesos mexicanos por cada una (unos 33 dólares). Así que no fue muy caro, sabiendo que cada uno pagó unos 20 dólares, incluyendo gasolina, y la moto era nuestra por el resto del día. Nos pusimos nuestros cascos y partimos rumbo a la aventura. Guillermo y Dany eran los conductores designados, quienes con poca o nula experiencia en motos nos llevaron a Sonia y a mí a sus espaldas. Por supuesto, nunca dejé de sostener mi cámara en mano para grabar a Daniel y tomarnos fotos. Después de unos minutos en la carretera empecé a arrepentirme de haber usado una bermuda aquel día, ya que el gélido viento otoñal penetraba mis piernas, a pesar del sol de mediodía sobre nosotros El paisaje de Chiapas es semi-montañoso, y en la zona oeste no es tan verde como en la selva de oriente. Los pastos son más áridos y el clima es más seco. En invierno se pueden llegar a temperaturas por debajo de los 0 grados. Después de poco rato perdidos en la autopista errónea, llegamos a San Juan Chamula, un pueblo mágico a 10 km. de San Cristóbal. Ésta población adquiere una fama significativa al ser uno de los pueblos indígenas más autóctonos del sur del país. Más del 90% de sus habitantes son descendientes de los tzotziles (de origen maya). Cuando llegamos, mientras buscábamos dónde estacionar las motocicletas, un numeroso grupo de niñitas tzotziles corrieron hacia nosotros ofreciéndonos todo tipo de prendas y accesorios: bufandas, pulseras, cinturones, collares, etc. Esto es muy común en todo Chiapas; de repente uno se ve rodeado de niños vendedores. Era difícil decirles que no a todas: “No he comido en todo el día. Por favor, cómprame una bufanda, te la dejo barata”. Antes de poder decir que no, una pequeña se escabulló entre las demás y amarró una pulsera a mi muñeca sin que yo me diera cuenta. Lo mismo pasó con mis compañeros. “Es un regalo de nosotras porque ustedes están muy guapos”. Vaya forma de estafarnos jaja. No quisimos ser groseros con ellas, así que hicimos un trato. Les dijimos que cuidaran nuestras motocicletas mientras estaban vendiendo. Cuando regresáramos, les compraríamos una prenda y la pulsera que nos habían “regalado”. Nos preguntaron nuestros nombres y aceptaron la oferta. “Aquí te espero Alexis; aquí te espero Daniel”. Después de negociar con las pequeñas (nunca había hecho algo parecido ) caminamos hacia la única iglesia del pueblo. Desde entonces nos dimos cuenta de lo difícil que sería tomar fotografías y grabar en ese lugar, pues la gente es muy supersticiosa y se espanta fácilmente con una cámara o un celular. Así que fuimos muy discretos. La iglesia de San Juan Chamula es una de las cosas más interesantes que he visto en mi vida: los misioneros españoles construyeron este templo para evangelizar al pueblo indígena a la religión católica. No obstante, sus planes no salieron como lo esperaban. Antiguamente existían dos iglesias en el pueblo, pero una se cayó durante un terremoto. Los habitantes pensaron que los santos no habían cuidado bien del templo, así que tomaron sus estatuas, les cortaron los brazos y los colocaron a los costados del templo central (como forma de castigo), incluyendo a la Virgen de Guadalupe y a Jesucristo. Ahora creen que los santos reflejan la maldad. De esta forma, la iglesia no tiene un altar, no posee bancos ni asientos. Nadie venera a los santos católicos. Un señor nos dijo que solamente hay un sacerdote que da una misa los domingos, y que el único sacramento que adoptaron los tzotziles fue el bautismo. Cuando entramos al templo, no nos dejaron tomar fotos ni grabar. Había varios grupos de indígenas hincados formando un círculo sobre un montón de paja que habían colocado en el suelo, rodeados de muchas velas. Hablaban en su dialecto, por lo que no entendíamos nada de lo que decían. Algunos tomaban un pollo por las patas y se lo pasaban alrededor de sí mismos. Un señor nos explicó que es su forma de limpiar el alma. El pollo absorbe todas las malas vibras, y al final lo matan para deshacerse de ellas. Nos dimos cuenta que aquella iglesia que por fuera parecía ser un templo católico común y corriente no era más que el lugar donde los indios llevaban a cabo sus ritos sagrados que, muchos creen, siguen vivos desde la era maya. Incluso, la cruz que se erige en su patio no es una cruz cristiana, sino el árbol de la vida de los mayas. Se diferencia del símbolo cristiano por tener una base de escalones (que representan los niveles del supramundo, o el mundo de los vivos). Su estructura data de siglos antes de la llegada de los españoles. Su parecido con la cruz cristiana es increíble, pero en realidad la forma intenta asemejarse al árbol de ceiba (en dialectos mayas wacah chan o yax imix che), oriundo de las selvas del sureste mexicano y Centroamérica, el cual los mayas adoraban como al árbol de la vida. Es por eso que esta cruz aparece cubierta de raíces y ramas. Anonadados por la mezcla cultural de este mágico entorno, dimos una última vuelta por las calles y el mercado local, cuya pobreza es desafortunadamente común en esta zona del país. Regresamos por nuestras motocicletas y encontramos a las niñas ahí paradas, que habían cumplido su promesa con satisfacción. Les dimos unas mandarinas que habíamos comprado en el mercado, para que pudieran comer algo. Compré un cinturón a una de ellas y conservé la pulsera que me había amarrado al brazo, cumpliendo así nuestra parte de la promesa. Después de darles las gracias, regresamos a nuestro camino. Recorrimos un poco algunos de los pueblos aledaños, sin hacer paradas muy prolongadas. Decidimos retornar a la dirección opuesta, al este de San Cristóbal, pues nos habían habado de unas cuevas que prometían ser buenas. Recargamos un poco de gasolina cuando nos vimos de nuevo en San Cristóbal de las Casas. Lo pasamos de largo y nos sumergimos en una autopista montañosa con mucho más tráfico que en la anterior carretera. De pronto comenzamos a vernos rodeados de bosques de coníferas; es increíble cómo los ecosistemas cambian tan drásticamente sus límites. Unos 10 kilómetros adelante, llegamos a las Grutas de Racho Nuevo. Es un sitio bastante turístico, pues más allá de las cuevas hay zonas de picnic, camping, juegos infantiles, caballerizas, restaurantes y tiendas. Dejamos las scooters en el estacionamiento y entramos a las cuevas, de forma gratuita. La gruta tiene las típicas formaciones rocosas de subsuelo abierto: estalactitas y estalagmitas por todos lados. Para el ingreso a los turistas hay un camino con vallas iluminado artificialmente, por supuesto. La humedad se siente a lo largo de todo el corredor de piedra y el frío empieza a hacerse más crudo al introducirse cada vez más. Llegamos al fondo del camino y volvimos. El hambre comenzaba a jugarnos malas pasadas en la panza. Sonia y yo practicamos un poco con las motos, aprovechando el campo abierto del parque, libre de automóviles. Regresamos a la autopista y retornamos hambrientos a San Cristóbal, donde antes de volver con doña Carmelita, comimos un pollo asado con tortillas y salsa picante. Nada mejor para saciar el estómago. Les dejo el link con la parte de las fotos: Y la primera parte del capítulo 7 de Un Mundo en la Mochila de mi amigo Daniel, donde pueden ver lo acontecido en este relato y el anterior grabado en video en HD y a todo color
  5. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  6. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  7. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  8. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  9. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  10. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  11. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  12. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  13. AlexMexico

    Camino a Chamula

    Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Entre pequeñas tzotziles chiapanecas
  14. Me vienen a le mente los cañones de Arizona y el río Colorado :O que bonitos paisajes. Excelente relato!
  15. Todo me recordó un poco al norte de México, igual de árido y extenso. Ahora has probado ambas partes, el intenso frío y los chubascos sobre tu moto y el calor y la tierra entrando en tu casco jaja.
  16. Vaya paisaje, parece que alguien soltó una sábana sobre el desierto
  17. Al término de nuestro semestre juntos en la Ciudad de México, fue muy triste despedirnos y decir adiós. Algunos de mis amigos partían a casa, uno incluso se quedaría a vivir en D.F. El día de mi cumpleaños hicimos una cena de despedida con un intercambio de regalos navideño, y al amanecer tres de mis amigos y yo volvimos a hacer nuestras maletas para partir por la noche a nuestro último viaje: Chiapas. La aventura comenzó desde el D.F., cuando nuestra compañera Sonia no se aparecía por ningún lado (nos dijo que estaba ayudando a unos compañeros de clase a grabar un video por última ocasión). Guillermo, Dany y yo, después de atravesar el exasperante tráfico, llegamos a la estación de autobuses cinco minutos antes de que saliera el bus. Incluso nos dio tiempo de comer algo rápido, pues el viaje se atrasó un poco. Después de mandar innumerables mensajes de texto a Sonia , abordamos el ómnibus sin ella y éste dio marcha. Avanzados apenas unos 10 metros Sonia nos marcó y nos dijo que ya había llegado en un taxi. Le dijimos al conductor que se detuviera, pero hizo caso omiso Nos dijo que la única solución era que Sonia abordara el bus en la siguiente estación (Santa Martha) en el Estado de México. Sin más, Sonia no tuvo opción y dijo al taxi que siguiera al bus hasta su parada (literal, como en las películas “¡Siga a ese coche!”). Más de media hora después, el bus se detuvo y Sonia lo abordó, no sin antes pagar más de 400 pesos (poco más de 30 dólares) al taxi. Realmente pagó lo mismo al taxi que por el viaje hasta Chiapas. Al final, todo salió bien 12 horas pasamos en el viaje nocturno y arribamos a la ciudad de San Cristóbal de las Casas, que sería nuestro campamento central en Chiapas. Nunca creí que el clima fuera tan frío; aunque ya casi entrábamos al invierno, el sur del país no suele ser tan fresco. Cubrí mis manos, cuello y cabeza con todo lo que pude para poder caminar en esa mañana helada y encontrar un hostal barato donde dejar las cosas. La elección fue La Casa de Carmelita. Esta acogedora posada fue una buena elección. Por $125 la noche por persona (unos 9.5 dólares) dormimos en una habitación para nosotros cuatro. Agua caliente, camas cómodas y calientitas, aparte de una terraza y comedor comunitarios gigantes y con vistas increíbles Además, éramos casi los únicos huéspedes en la casa. La señora (Carmelita) fue muy amable y nos hizo muchos favores más adelante, así que les recomiendo hospedarse aquí. Después de una ducha y de reposar un poco, dedicamos el día a conocer la ciudad de San Cristóbal. Es una ciudad bastante pequeña, y ostenta el título de Pueblo Mágico de México, por su arquitectura bien conservada y sus manifestaciones culturales. San Cristóbal, como el resto de Chiapas, es hogar de cientos de poblaciones indígenas del sur de México, descendientes de los mayas. Sin algún mapa como referencia, caminamos sin rumbo y nos topamos con el ex convento de Santo Domingo, que ahora se exhibe como un museo de historia. En una de sus salas pudimos curiosear los textiles indígenas que se mostraban en las vitrinas; de pronto, una guía apareció y nos ofreció una explicación sobre las vestimentas. Aceptamos, pues esta guía era una miembro auténtica de la comunidad indígena tzotzil. Además de los magníficos y coloridos tejidos, nos vimos interesados en conocer toda su cultura, e hicimos algunas preguntas sobre su vida como indígena en las ciudades modernas. No hace falta decir que no todo es bonito para ellos; como en Oaxaca, en Chiapas también se mira la pobreza. Sus calles están colmadas de pequeños indios vestidos con sus trajes típicos y vendiendo todo tipo de producto: artesanía, ropa, comida… La mayoría de ellos son niños, y le rompen a uno el corazón al escucharlos decir: “no he comido en dos días, cómprame algo, se lo dejo barato”. Quisiera haber podido comprarles a todos ellos, pero el dinero no me dio para tanto. Aún así, cada que pude les regalaba algo de comida. El centro de San Cristóbal tiene mucha vida. Es un sitio donde llegan muchos turistas, y varios de ellos han fundado algún negocio y se han quedado a vivir; así que es común mirar a un rubio europeo o gringo ofreciendo servicios de viaje o vendiendo algún producto. Por ello se le considera una ciudad cosmopolita. Cruzando el centro histórico, llegamos a un cerro y subimos a la cima, donde hay una iglesia. Desde allí se tienen algunas vistas bonitas de la ciudad, aunque comúnmente obstruidas por los árboles. Muchas zonas del pueblo estaban adornadas con motivo del cumpleaños de la Virgen de Guadalupe (de la que hablé ya en un relato: De vuelta al hostal comimos algo por el camino. Pasamos un rato en la terraza, con la vista de la ciudad a nuestras espaldas. Saqué algunos cuetes que había traído desde México (ilegales en algunas zonas del país, pero para mí muy inofensivos y la manera perfecta de divertirme en temporadas navideñas ). Luego de prenderlos, tomamos unas cervezas en el comedor y nos fuimos a la cama. Al siguiente día, salimos temprano hacia la estación de combis. En la esquina de la carretera nos topamos con una señora que vendía tamales y atole de arroz, algo muy común en México para el frío. Compramos el combo para desyaunar, y después nos hicimos adictos a ellos; fue nuestro desayuno de todos los días. Satisfechos, compramos nuestro ticket al pueblo de Chiapa de Corzo, desde donde salen las lanchas a uno de los principales destinos naturales de México: el Cañón del Sumidero. Este cañón es el más grande del país y de los más altos del mundo, llegando a medir más de 1 km de altura. Sus acantilados fueron dibujados por el río Grijalva. Es en la deriva de este curso fluvial donde navegan las barcas que parten de Chiapa de Corzo. Es la única manera de conocer el cañón; nosotros quisimos hacerlo por nuestra cuenta, pero fue imposible, así que nos unimos con un grupo de turistas y zarpamos en la lancha. Los primeros minutos navegamos a la orilla del pueblo, y luego sobre manglares y plantas marinas. Poco tiempo después comenzamos a divisar a nuestro frente los cuerpos de roca que se elevaban a los costados del río. Nos movimos hacia la proa de la embarcación para poder grabar los videos sin que se viera la gente y para tomar algunas fotos, aunque era difícil con tanto movimiento. El cañón es simplemente magnífico. Me sentí diminuto ante su inmensidad. En los sitios más estrechos sentí el vértigo de cómo ambas montañas podían colapsar sobre mi cabeza; por supuesto, es algo muy improbable. En algunas zonas con la costa al nivel del río reposaban los buitres, que extendían sus grandes alas como posando hacia nosotros. También había algunos cocodrilos. Entonces entendimos por qué no nos dejaban nadar en el río. A mitad del recorrido paramos en uno de los atractivos, el árbol de navidad. Es una formación rocosa con musgo verde que tiene la forma de pino navideño, y por el que cae una pequeña cascada en temporada de lluvias; como era temporada seca, sólo caían algunas gotas. También hay algunas cuevas que se forman bajo las montañas. Existe una leyenda que cuenta que los pueblos indígenas de la zona se lanzaban desde lo alto del cañón para morir al caer al río o las rocas; esto, porque preferían morir a ser conquistados por los españoles. El Cañón del Sumidero aparece, incluso, en el escudo del estado de Chiapas. El recorrido terminó al llegar a una presa, donde la barca da la vuelta y regresa al pueblo por el mismo camino. Una vez en Chiapa de Corzo, comimos en el mercado y recorrimos la Plaza Central, donde ya se veían los adornos navideños por doquier. Tomamos nuestra combi de regreso a San Cristóbal. Regresamos al hostal a descansar un poco, y por la noche salimos a conocer la vida nocturna de la ciudad. Cabe decir que es bastante chula. Como dije, es el centro turístico más activo del sureste de México, por tanto, sus calles se atiborran de jóvenes viajeros en busca de una cerveza o una copa para seguir la fiesta. Bares, cafeterías, restaurantes, lugares con música en vivo. Nosotros optamos por comer una pizza en un restaurante, acompañada por una copa de vino caliente (nunca lo había probado, pero con ese frío otoñal se antojaba muchísimo). Eran nuestros primeros días en Chiapas y aún nos faltaba recorrer mucho. Aquí les dejo el link del álbum con la primera parte de las fotos:
  18. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  19. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  20. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  21. AlexMexico

    Cañón del Sumidero

    Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  22. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  23. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  24. AlexMexico

    Cuetes por la noche

    Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
  25. Del álbum Chiapas

    No olvides leer el relato que acompaña esta foto: Chiapas: San Cristóbal y el Cañón
×
×
  • Crear nuevo...

Important Information

By using this site, you agree to our Normas de uso .