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AlexMexico

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  1. Ha llegado el momento de iniciar la recapitulación de mi viaje por las tierras andinas del sur. En un intento por acercarme un poco más a la cultura latinoamericana y crear nuevos vínculos con la sangre mestiza de la que soy producto, decidí dejar México por unos meses desde el pasado diciembre para celebrar el final de mi vida como estudiante (aunque considero que eternamente seré uno en esta humanidad). Si bien a lo largo de mi carrera universitaria mis profesores me instruyeron a crear objetivos y repetitivamente visualizar la misión y las metas de las comunidades en el campo laboral, esta vez decidí partir un poco más a la aventura, y dejé que el destino hiciera lo suyo conmigo. De tal suerte que mi único objetivo fijo sería sobrevivir esos dos meses en Sudamérica con el recortado presupuesto del que disponía… y así lo hice No obstante, por supuesto que debí fijar mi punto de llegada y de retorno, siendo Lima el destino elegido. Para ser honesto, no fue por su apertura al turismo ni por su estilo de vida, sino porque fue el precio más barato que pude conseguir a un mes previo de arrancar mi travesía. A pesar de mi experiencia en este tipo de viajes, no quise inmiscuirme mucho en lo que internet y las guías de LonelyPlanet pudieran aseverar sobre esta populosa capital. Más bien, quise dejar que me sorprendiera por sí misma. Un año antes había experimentado ya el Síndrome de París, aquel trastorno bautizado por los japoneses, donde la desilusión es uno de los varios síntomas que asaltan la mente del individuo que visita un destino que no cumple las expectativas, al comparar sus imágenes previas con la dura realidad de la ciudad, lo que suele ocurrir en destinos demasiado famosos y vendidos, como París, Londres, Nueva York o las pirámides de Giza. De esta forma, mi único y primer contacto con la ciudad fueron las solicitudes de Couchsurfing que envié anticipadamente, de las cuales unas 5 fueron aceptadas, más algunas otras invitaciones que recibí por parte de los locales para alojarme con ellos Fue desde aquel momento que pude percibir la encantadora hospitalidad de los peruanos. Más tuve que tomar una decisión, y accedí a quedarme con Karen, decisión de la que afortunadamente no me arrepentiría. Primero que nada debo recomendar algo: nunca, pero jamás, decidan emborracharse antes de tomar un vuelo Suena lógico, porque incluso se corre el peligro de que le nieguen a uno el abordaje al avión. Pero, prudentemente, a mis amigos y a mí se nos ocurrió hacer una de nuestras últimas reuniones como universitarios en casa de una compañera, ya que posteriormente muchos de ellos regresarían a sus ciudades para siempre y yo, entonces, me ausentaría por dos meses. La cerveza, el ron y los drinking games fueron nuestros acompañantes por aquellas horas que después me harían falta reponer a bordo del Boeing 737 Pero unos buenos chilaquiles picantes como desayuno, un café y unos chicles fueron mis mejores ayudantes para enfrentarme al control de seguridad del Aeropuerto Heriberto Jara de Veracruz y al Benito Juárez de la Ciudad de México. Luego de intentar reponer el desvelo de la noche anterior durante las 5 horas de vuelo y de muchos vasos de café que seguramente hartaron a la azafata, arribé a la ciudad de Lima cerca de las 10 de la noche de un jueves. Karen me había dado ya la dirección y referencias de su apartamento, que se encontraba en el otro extremo de la ciudad. Sabía que era un poco arriesgado tomar transporte público a esa hora, así que cambié los pocos dólares que cargaba en efectivo a nuevos soles peruanos, para intentar pagar un taxi que me llevara a mi destino. Como si usar una bermuda y botines, cargar una mochila y una tienda de campaña fueran sinónimos de guiri (españolismo que refiere al turista europeo, rubio y rico), los taxistas comenzaron a hablarme en inglés. Vamos — dije — hablo español, no soy gringo Entonces, dio inicio mi odisea del regateo. Karen me había dicho que 40 soles (14 USD) era el precio máximo que debía pagar en un taxi hasta su casa. Claro, me lo decía una mujer peruana ¿Qué pasa con el mexicano que viaja solo? Parecía que no podía bajar de 65 soles Traté de alejarme un poco de los autos aparcados en la puerta principal, y un taxista me ofreció llevarme por 45 soles. Me mostró su credencial de acreditación y me dijo “ven, mi taxi está por acá”. Cuando nos habíamos alejado lo suficiente como para que yo empezara a preocuparme, le dije “perdone, tengo sed. Iré a comprar un agua”. Aproveché para perderlo y buscar otra opción que me diera más confianza. Al final, la verdad triunfó sobre la mentira, y dije a un taxista que sólo tenía 50 soles en efectivo (lo cual era cierto). Accedió a llevarme por tal precio. Y por si tenía mis dudas, sacó su GPS y habló por teléfono con Karen para asegurarse de que efectivamente entrara al edificio sin problemas, y para cuidarme de que nadie me robara. Me sentí muy alivianado y me despreocupé de las advertencias que había recibido (no por ello había que menospreciarlas). Karen me recibió con un buen guiso de trigo y con una cálida plática con su novio argentino Fabio, que entonces se encontraba marcando en un mapa los lugares de origen de los couchsurfers que habían recibido en aquel lindo apartamento. Nos fuimos a tomar nuestro merecido descanso, pasando así mi primera noche en un colchón inflable con quien se convertiría en mi nuevo roomie: Tequila, un gatito cachorro muy inquieto. Al siguiente día Karen se fue a trabajar, y Fabio (que también había llegado como un couchsurfer) me acompañó a dar mi primer tour por la ciudad. El apartamento de Karen está muy bien ubicado, en lo que a mí respecta, en una de las mejores zonas de Lima. Y no por ser una zona excesivamente cara o llena de gente posera y adinerada. Me refiero al distrito de Barranco. Desde que llegué, lo bauticé como “El Coyoacán de Lima”, siendo Coyoacán la zona más bohemia de la Ciudad de México. Barranco, ubicada al sur de la capital, es un barrio no muy grande, cuyas casonas de estilo europeo que datan del siglo XIX adornan las calles que se atestan de locales y visitantes en busca del romanticismo y el ambiente bohemio característico de su esencia. Hostales, restaurantes, fondas, discotecas, bares, mercadillos, vendedores ambulantes, hippies y artesanos, artistas callejeros, surfistas camino a la playa… todo un conjunto más que ordinario que forma una de las mejores áreas de la urbe para relajarse y conocer la otra cara de la capital. Cuando en México estaba a punto de comenzar el invierno (que no suele ser frío en mi ciudad), en Perú y el cono sur casi finalizaba la primavera. El clima era bastante agradable ese día. Cálido, con un viento gentil que soplaba desde el mar y dejaba refrescar las gotas de sudor que resbalaban por mi frente. Al llegar a la costa escarpada que iconiza la costa pacífica sudamericana, Fabio me ofreció sentarnos en el césped para disfrutar de un mate, que como buen argentino siempre cargaba consigo. Me contó que Lima era apodada “Lima la gris”, y pronto descubrí por qué. La vista desde aquel acantilado dejaba ver a una Lima cubierta por una extraña bruma grisácea, que difuminaba por completo el horizonte en el eterno océano Pacífico y en el contiguo barrio de Miraflores. Pero la sensación era muy extraña. No se parecía nada a las neblinas frías típicas de la montaña o del invierno. De hecho, la ciudad se asienta en el desierto costero del oeste central sudamericano. El calor árido se dejaba sentir, sobre todo en mis labios, que comenzaron a escarpar pequeñas grietas en su superficie rosada. Pero al mismo tiempo, la humedad (según algunos de casi 100%) colocaba ese domo perpetuo que no dejaba ver el sol ni las nubes de forma nítida. Era muy extraño para mí Estoy acostumbrado a la alta humedad de Veracruz (de un 80% aprox.), que en una zona tropical hace que nuestros poros suden al por mayor. Pero la combinación de una humedad tan alta en un clima desértico era algo simplemente inexplicable para mí. Y si además de todo esto, sumamos la presencia de la corriente marina de Humboldt en las aguas que bañan sus playas y que las templan a temperaturas congelantes y la completa escasez de lluvias (realmente nunca llueve) nos referimos a un microclima extremadamente peculiar. Luego de unas galletas y de un mate semiamargo (después de un tiempo le agarré el gusto), seguimos nuestro camino por la costa limeña. Cruzamos entonces al distrito de Miraflores. Dicho barrio es conocido por ser el más moderno y costoso de la ciudad. Es el hogar de embajadas, inversionistas, grandes hoteles, restaurantes, centros comerciales, casinos y la mayoría de los residentes extranjeros. Es todo lo que nadie imaginaría al pensar en la imagen estereotípica del Perú. Si bien algo me sorprendió, era mirar la interminable cantidad de casinos que se amotinan en la capital peruana, especialmente en Miraflores y el distrito de San Borja. Unos conocidos me dijeron que se trataba de estrategias de lavado de dinero pero no puedo ni quiero profundizar en el tema. Recorrimos la avenida principal de Miraflores, la calle General Larco, hasta el famoso óvalo de Miraflores, donde está el Parque Kennedy, famosos por los gatos que lo visitan (así es, hay muchos gatos). Una vez aquí, dimos vuelta y regresamos al apartamento. Fueron cerca de 5 horas de caminata y escalas para avistar la ciudad, incluyendo las paradas a tomar fotos y comernos una banana para matar el hambre. Me sentía muy bien para ser mi primer día fuera de México, pero Lima me tenía una sorpresa preparada. Cuando volvimos a casa y después de una merecida ducha, me miré al espejo… ¡toda mi piel era roja! Mi cara, mis brazos, mis hombros, mis piernas. De verdad que parecía un turista novato. Pero vaya que Lima me hizo su mala jugada. Antes de salir de casa miré por la ventana, el cielo parecía nublado. No había un calor excesivo, así que decidí no ponerme bloqueador solar. Pregunté a Fabio si debía, y me dijo que no habría problema, que él caminaba todos los días para vender fotos y no le había pasado nada. Desde aquel momento debí advertir lo que me pasaría, pues la piel de Fabio estaba curtida en tonos rojizos. Los aparentemente nulos rayos del sol que caían sobre mi piel no me hicieron sentir quemaduras en ningún momento. Pero entonces aprendí a no confiar en el clima de aquel domo gigantesco bajo el que estaba parado Por la noche, ya con el ardor y con crema humectante en mi piel para aliviarlo, me reuní con Dane, un chico inglés que conocí por Couchsurfing. Él recién había llegado a Perú tres días antes, y se estaba hospedando con otra limeña en el distrito de San Borja. Me invitó a un bar en Barranco, el bar Ayahuasca (cuyo nombre hace referencia a una bebida originalmente medicinal hecha de plantas de la selva peruana, y que se ha convertido en una droga alucinógena muy famosa, rodeada por rituales especiales). Cuando Dane me mandó un mensaje a mi celular diciéndome dónde estaba, se me hizo muy fácil contestar “I’ll be there in a minute”. Sin pensar en que de verdad él creería que estaría ahí en 1 minuto exacto, tardé poco más de media hora. Por supuesto, quedé como el típico mexicano impuntual Me uní a él y sus amigos: Maya (su host), una chica de Bélgica y Jennifer, una gringa muy parlanchina. Todos eran muy chéveres, y juntos bebimos por primera vez un pisco sour, la bebida más famosa del Perú hecha del licor pisco y un huevo batido, esencialmente. A las 12:00 am de esa noche era mi cumpleaños número 23, y tras las felicitaciones de los presentes llegó mi primer regalo: la cuenta. 21 soles por un pisco sour (7 USD). Demasiado caro para ser Perú Por supuesto, nunca volví a ese bar… Dejo el link con la primera parte de las fotos de esta increíble ciudad y esperen al próximo relato para conocer más de mis vivencias en “Lima la gris”:
  2. Sería bueno entonces visitarlo en verano. Los días son eternos y no hay que preocuparse por levantarse temprano buenas fotos!
  3. Esa anécdota con el pisco sour creo que la tenemos muchos de los que hemos ido a Perú Cusco es la primera parada de una mágica aventura por el Valle Inca, esperamos el siguiente relato.
  4. Tuve una sensación muy parecida al cruzar de Bolivia a Argentina. Bolivia es un país un poco complicado, pero siempre hay que intentar respetarlo. En cuanto a la Reserva, me hubiera encantado visitar la Amazonia peruana, es un pretexto para volver hermosas las fotos.
  5. Muchas gracias es sólo un poco de lo que he aprendido a lo largo de mis viajes jaja
  6. Ahora que he finalizado de contar mis viajes por mi país y la estrepitosa Guatemala, por fin he regresado a México después de dos meses por el sur del continente americano. Con un repertorio de carpetas llenas de fotos en mi ordenador, un diario de viaje al full y un diccionario personal de expresiones de la lengua española, quizá sea el momento de un break. Así que antes de comenzar a relatar mis recorridos por tierras andinas y mis seis meses de estadía en el viejo continente, platicaré un poco sobre algunas de las típicas dudas que inquietan a muchos de los que me ven partir de repente, sin saber qué se esconde detrás de cada foto posteada en facebook, o de cada vaso de shot que forma parte de mi colección de souvenirs. ¿A DÓNDE VOY? Una de las preguntas que muchos de mis conocidos me hacen es ¿cómo decides a dónde viajar, habiendo tantos destinos en el mundo? Si bien es cierto que la primera vez fuera del país es todo un enigma repleto de sombras e incertidumbre, es bueno dejarse llevar por las circunstancias. Quizá un viejo amigo te invite a un tour de 7 días por el Caribe para navidades; quizá toque visitar a la familia en Ontario, o simplemente cruzar la frontera para comprar ropa nueva en McAllen. Sea cual sea la situación, lo importante es dar el primer paso: decir que sí. En mi caso, yo cumplía con los requisitos para realizar una estancia de movilidad estudiantil en el extranjero después de mi semestre en la capital. Con más de 20 países como opción, aposté por España, pues había hecho amigos españoles en México. Pero es un caso muy particular. Lo más importante es tomar la decisión de salir y dejarse llevar un poco por ese impulso interno de lo desconocido, y por supuesto, aprovechar cualquier oportunidad que se presente Es verdad que existen destinos must go, que se han incubado en nuestra mente desde años atrás, y que no queremos morir sin algún día visitarlos. Es el caso de París, Nueva York, la Muralla China o Machu Picchu. Pero nunca hay que olvidar que cada rincón del mundo tiene un encanto diferente, que a veces puede cautivarnos más que la misma Torre Eiffel. Así que no debemos menospreciar esa escapada de un fin de semana a un pueblo cuyo nombre nadie conoce, a la cascada a la que no llega la ruta de asfalto o al sitio que no aparece en el mapa. Y como una de esas decisiones poco meditadas, desde el verano pasado comencé a ahorrar con la única intención de hacer un viaje al sur durante el invierno (el verano austral) para celebrar de una forma distinta mi graduación de la universidad, que según mis cuentas se cumpliría a principios de diciembre. Y decidí ir al sur porque sería verano; después de viajar durante el invierno europeo necesitaba climas cálidos. No tenía muchos planes, pero en mi mente se bosquejaba la idea de visitar Brasil. Incluso, se los comenté a varios amigos, y muchos deseaban sumarse a mi aventura… al final, todo boceto se desdibujó por sí solo. Los vuelos que había cotizado a Río de Janeiro subieron de precio súbitamente. Probablemente esperé a que el tiempo hiciera lo suyo en las aerolíneas de menor costo Pero si bien, esperar la confirmación de mis amigos o una repentina oferta online no fue la mejor idea, las cosas suelen suceder por algo. Y es que el bajo presupuesto que junté para finales de año no me permitiría permanecer más de un mes en la inmensidad del país carioca. Así que después de una exhaustiva cotización en la red, el destino elegido fue Lima, Perú, con un vuelo redondo en un plazo de dos meses por el que pagué 600 dólares. Después de eso, ya nadie, sino el propio destino, podría decidir el futuro de mi aventura. Lo principal, es no dejarse asustar cuando los planes se van abajo; es más, es recomendable no planear las cosas tan profundamente. Decir: voy a viajar en ese mes que tengo libre puede ser más que suficiente. Y así, no importará en qué parte del mundo estés, mientras estés fuera de casa durante ese mes, entonces tu plan se cumplirá ¿CÓMO ENCUENTRO EL VUELO MÁS BARATO? Lamentablemente no existe una fórmula mágica para coger el precio más barato en las aerolíneas, pero he aquí algunos tips que el tiempo me ha enseñado: Si siempre buscamos precios desde la misma computadora (con la misma dirección IP) las páginas de las aerolíneas lo sabrán, y siempre nos mostrarán los precios más altos. Lo mejor es checar los precios desde distintos ordenadores de vez en cuando, para compararlos entre sí. También, los sitios web guardarán los datos del historial de revisiones cada vez que entremos a checar los precios. Lo mejor es abrir una ventana de incógnito en nuestro navegador; de esta forma, la computadora no recordará nada de nuestra última visita a la página y nos tratarán como un nuevo cliente. Se dice que las aerolíneas muestran los precios más altos a los clientes que residen regularmente en la ciudad de origen o destino del vuelo. Así, si nosotros vivimos en México y revisamos el itinerario México DF. – Bogotá, nos mostrarán el precio más alto. Pero si vivimos y revisamos el precio de esta misma ruta desde la ciudad de Buenos Aires, el precio podría ser más bajo. Los hackers y expertos en computación conocen formas de engañar a tu navegador y hacerle creer que estás en otra parte del mundo. Parece que cambian temporalmente la dirección IP del ordenador. Valdría la pena pedir ayuda a alguno de ellos, pues ésta sería una forma perfecta para cotizar vuelos online. Lo mejor es comprar el vuelo con al menos dos meses de antelación. Aproximadamente dos semanas antes los precios pueden comenzar a subir mucho. Aunque hay veces en que, si el vuelo no se llena, las aerolíneas rematan los asientos a precios muy bajos. Pero no recomiendo esperar mucho, es más probable que suban a que bajen. Por último, los buscadores como Despegar y Skyscanner tienen la opción de crear una cuenta y poner una alerta de vuelo; de esta forma, la página te avisa con un correo electrónico cuando surja un precio barato al destino que elegiste, sea cual sea la aerolínea. ¿CÓMO AHORRO, CUÁNTO DINERO NECESITO? Hay quienes piensan que viajar es muy caro. Pero se imaginan a sí mismos en una piscina de un hotel con vista al mar sosteniendo una margarita. Por otro lado, hay quienes creen que un mochilero viaja sin dinero, viviendo todo el tiempo de la caridad humana y de lo que la naturaleza le brinda. Ambos están equivocados. Hay dos formas de empezar: primero decidir el destino, investigar sobre el coste de vida del lugar y con base en el tiempo de estadía estimar un presupuesto para el viaje. Y la otra es simplemente ahorrar hasta que ya no queramos (o podamos) más, y con base en ese dinero elegir nuestro destino y el tiempo de viaje. Nunca se gastará lo mismo en Perú que en Noruega, por ejemplo. Para ahorrar no hay mejor fórmula que eliminar los lujos innecesarios. Y es aquí cuando uno debe puntualizar qué es necesario y qué no lo es. No es necesario ir al cine, a la discoteca o a un restaurante costoso cada fin de semana. Cambiar estos planes por una simple comida en casa con los amigos y una cerveza en la playa puede ahorrar más de lo que uno cree. Pero claro, no podemos dejar de gastar en comida, la renta de la casa o los impuestos Otra forma, muy usual en los viajeros actuales, es comenzar a vender las cosas que ya no se necesitan. Esa lavadora antigua, esa licuadora que ya nadie usa o ese teléfono móvil que reemplazaste pueden generar un ingreso extra. No existe un presupuesto fijo. He conocido personas que viajaban con 100 dólares al mes (hacían autostop, dormían en carpa y comían frutas y verduras), así como he conocido quienes lo hacían con más de 1000. En lo personal, he logrado viajar con poco menos de 500 dólares al mes. Todo depende del estilo del viaje. A pesar de lo mucho que se puede ahorrar hoy en día, siempre se necesitará al menos un poco de dinero en el bolsillo; así que no crean los cuentos hippies de que el mochilero no carga un centavo Siempre será necesario un pasaporte, pagar impuestos en el país destino, usar transporte público y, al menos, el derecho a un baño. HOSPEDAJE Debemos definir nuestras prioridades. Si nuestra prioridad es la comodidad, y se buscan unas vacaciones relajadas sin mucho esfuerzo, entonces seguramente nos convendrá alojarnos en un hotel. Pero si nuestra prioridad es conocer lo que más podamos y ahorrar para hacer más con menos, entonces un techo con cama y baño es más que suficiente. En toda ciudad del mundo hay una oferta variada de alojamientos. Lo único que nos debe preocupar es si el destino que visitamos es muy concurrido o no, y si es necesario entonces reservar con antelación. No es lo mismo llegar al pueblo olvidado de dios, donde ningún turista llega y siempre habrá una habitación disponible, que llegar a Cancún durante las vacaciones de verano y encontrar todo lleno. Para reservar cualquier tipo de hospedaje (hotel, hostal, apartamento, camping…) existen muchas páginas web muy funcionales; las más conocidas son Hostelworld y Booking, pero cualquier buscador es bueno. Existen formas mucho más económicas, pero que representan un esfuerzo mayor. Una de ellas es, por supuesto, hacer carpa. Hay que tomar en cuenta que no en cualquier sitio se permite acampar. Hay países donde es más fácil que en otros. Argentina, por ejemplo, es muy amigable con los campings. Pero habrá sitios donde represente un peligro, como las carreteras de Centroamérica. En algunos simplemente habrá un policía que te corra, como en playas públicas de las ciudades. En cambio en los pueblos pequeños será difícil hallar problemas. Sea como sea, cargar una tienda de campaña siempre nos ahorrará algunos dólares en las situaciones adecuadas, donde el clima y la gente lo permitan. Además, no existe nada más mágico que dormir bajo las estrellas Una nueva forma de alojarse que ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías es Couchsurfing. Se trata de una red social de huéspedes alrededor del mundo. La red no es lucrativa, por lo que los hosters regularmente no esperan nada a cambio, sólo una sonrisa, una buena plática y, quizá, una cena de su lugar de origen. Personalmente me he vuelto adicto pues representa mucho más que un simple hotel gratis. Es la manera perfecta de conocer gente de todo el mundo, practicar idiomas y verse rodeado de la verdadera cultura local, al estar alejado de cualquier tipo de venta turística. Un restaurante en un hotel de Madrid no se compara con la comida que cocina una persona común y corriente en una casa de clase media. Por supuesto, todo tiene sus sacrificios (aunque yo le veo más pros que contras). Al estar alojado con una persona prácticamente desconocida, no se pueden esperar lujos (aunque en algunas situaciones, los hay). No se sabe con exactitud cómo es la casa, cómo es el barrio donde se ubica, cómo es la cama o el sofá donde dormirás. Además, uno se debe adecuar a los horarios de escuela/trabajo de los hosters. No es un hotel donde se puede entrar y salir a toda hora, y donde se puede hacer lo que quiera. Siempre se estará en una casa ajena, y por ello merece nuestro respeto. Pero todo tiene su encanto; pasar al modo de vida de un local le hace a uno sentirse realmente en ese lugar. COMIDA Si nuestro objetivo es ahorrar, no se puede esperar un desayuno continental todos los días. Lo más recomendable es mantenerse alejado de los restaurantes turísticos, que pueden cobrar más de 10 dólares por un menú En algunas ciudades (sobre todo en Latinoamérica y Asia) se pueden encontrar mercados locales y comida de calle, donde un menú puede rondar los 3 dólares. A mucha gente le asustan este tipo de platillos, pues los ven poco higiénicos y no saludables. Pero cabe echar un pequeño vistazo a las medidas de sanidad del sitio. No todos los puestos del mercado están sucios, aunque lo parezcan. Además, para mí, la comida casera de mercados siempre es más rica que la de los restaurantes. Cuando se tenga acceso a una cocina en un hostal o en casa de alguien, vale la pena cocinar. Comprar algunos vegetales o carne en el mercado siempre será más barato que una comida hecha. Hay que hacer sacrificios, y algunos días nuestro desayuno puede componerse sólo de una banana y un vaso de agua, y comeremos verduras crudas para el almuerzo. Pero lo importante es estar bien alimentado e hidratado. Es mejor tener una zanahoria cruda en el estómago que una bolsa de frituras y una gaseosa. No es nada bueno enfermarse durante un viaje, así que nuestra prioridad siempre debe ser la salud. La pasta y el arroz son imprescindibles para el viajero. ¿EN QUÉ VIAJO? Hay países donde la industria del transporte está muy monopolizada, y hay pocas compañías de bus o tren que ofrecen precios muy altos, como México o España. No obstante, el bus siempre suele ser la opción más barata. En algunos países las aerolíneas lowcost ofrecen vuelos a precios muy baratos, incluso más que los transportes terrestres. Es el caso de Europa, donde Ryanair, EasyJet y Vueling ofrecen vuelos desde 15 euros el viaje sencillo. Así que nunca hay que quitar la vista de las páginas web de las aerolíneas; las ofertas salen de repente y más vale estar ahí para aprovecharlas Hacer autostop es, por ende, la opción más barata. Pero hay que ser muy perseverantes con ello. Así mismo, se debe tomar en cuenta la confianza que las personas puedan tener en los desconocidos, depende del lugar donde se esté parado. Así, Argentina es muy amigable con el hitchhiker, pero en España es casi imposible. Si se decide por esta forma de viaje, desde mi experiencia recomiendo lo siguiente: Lucir presentable. Se tienen muchas más probabilidades de que alguien nos recoja si estamos bañaditos y con ropa limpia a si nuestra facha se asemeja más a la de un indigente (con todo respeto). Sonreír. Pasar horas bajo el sol en la carretera puede ser desesperante, y eso nos pone de mal humor. No obstante, no debemos olvidar que el conductor no sabe eso, y si queremos que nos recoja más nos vale sonreír y hacer parecer que todo es bonito en nuestra mente. Hacer alguna gracia. Es válido pararse junto a la ruta y alzar el dedo. Pero si además de eso tenemos puesta una nariz de payaso, hacemos malabares, mostramos un letrero con un mensaje chistoso o simplemente bailamos, contagiaremos al conductor con una sonrisa y será más probable que pare por nosotros. Estar acompañado de una mujer. Seamos sinceros, las mujeres tienen un poder seductor ¿QUÉ MÁS NECESITO? Sin duda lo primero es tener un pasaporte vigente. Debemos informarnos si en el país de origen necesitamos una visa o algún tipo de permiso para entrar (no es nada bonito que te nieguen la entrada o salida de un país). Es de saberse que la tecnología hace la vida más fácil a todo mochilero. Por más que exista la creencia de que viajar con poco dinero y un equipaje reducido es sinónimo de pobreza extrema, un buen smartphone, una tablet y una tarjeta de débito/crédito internacional siempre serán los mejores amigos del viajero. Sobre lo último, vale la pena poner un co-titular a nuestra cuenta bancaria que viva en nuestra ciudad de origen, ya que muchas veces en el extranjero no podemos hacer movimientos. También es mejor llevar dos tarjetas de débito y cargar sólo una a la vez, en caso de extraviar la otra. Sino pregúntenselo a mi amigo Dane, a quien le robaron su tarjeta en Lima y se quedó sin dinero Tuvo que pedir a sus padres que le enviaran dinero en efectivo por Western Union, cuya comisión es más grande que la de un cajero automático. Lo demás son cosas básicas: una buena navaja multiusos, un poncho impermeable para la lluvia, zapatos tipo Caterpillar (los salvarán de todo tipo de terreno), pantalones cortos, jeans, sueters y una buena chaqueta. Son de ayuda unos tapones para oídos, un antifaz para dormir, un cuchillo, la medicina necesaria, primeros auxilios, bloqueador solar, un saco de dormir y una buena carpa. También hay que informarse bien sobre el tipo de conectores eléctricos en el país que visitamos y llevar el adaptador correspondiente. Pero lo que más se necesita para viajar es, sin duda, las ganas de vencer el miedo a lo desconocido. La gente me imagina feliz y sonriente todo el tiempo. No vieron mi cara mientras buscaba un taxi por la noche en el aeropuerto, mientras buscaba un rincón donde dormir en la estación de bus, mientras intentaba entender el idioma húngaro en la estación de tren y mientras rascaba mis últimos centavos para comprar un agua. No me vieron cuando me enfermé del estómago, cuando me dolía la cabeza por la altura, cuando acampé bajo una tormenta ni cuando me perdí en el desierto Más todo terror pasa a segundo plano cuando las anécdotas y los recuerdos nos provocan una risa que inmediatamente sustituye al miedo. Es entonces cuando lo que una vez nos hizo dudar, nos reconforta más que nunca, y cuando agradecemos haber salido por fin de nuestra zona de confort
  7. Como uno de mis últimos relatos de mis viajes en mi país, quiero agregar uno sobre la joya del norte mexicano. Hace unos dos años un profesor de mi universidad organizó un viaje económico para los estudiantes, aprovechando que daría una ponencia en una conferencia de comunicación cerca de la ciudad. Como forma de escapar a un semestre atroz lleno de proyectos y exámenes que me costaron muchos desvelos, decidí pagarlo y alejarme un rato de la rutina. Se trata de Monterrey, conocida como “La Sultana del Norte”. Si bien el norte mexicano tiene distintas reputaciones, que le atañen paisajes desérticos desolados, violencia, una frontera problemática, una mayor presencia de la cultura gringa, música ranchera y la narco cultura, quise descubrir lo que se ocultaba bajo la sombra de los medios. Después de todo, Monterrey se ha ganado con el tiempo su bien posicionado lugar en México y el mundo. Como viaje universitario (más no un tour escolar o prácticas de campo), fue un poco distinto a lo que he relatado hasta ahora. No obstante, es solamente una distinta forma de hacerlo. Viajamos en un bus que rentó mi profesor. Tuvimos suerte de que no se llenaran los cupos, y tuvimos dos asientos para cada persona. De esto modo, pude dormir casi todo el camino, pues un trayecto de 17 horas no es nada fácil Al llegar a la ciudad, empezamos a elegir compañeros de cuarto para hacer el check-in en el hotel. Me junté con Manuel, Karla y Dulce, tres amigos de mi facultad. Rápidamente tomamos una ducha y nos arreglamos para nuestro primer día en la ciudad. El bus nos dejó a todos en la Macroplaza (la plaza central) y se fue junto con nuestro maestro, que se preparaba para su ponencia. En vista de que nos mandó “a la guerra sin fusil”, caminamos un rato sin rumbo y pedimos algunos informes en oficinas de información turística. La Macroplaza es el centro que alberga los principales edificios, como sedes del gobierno estatal y municipal, palacios de justicia, catedrales y museos, además de ser el punto de partida de las grandes vías y transporte que conectan a toda el área metropolitana. Monterrey es la tercera ciudad más poblada y la segunda más grande en México. Es bastante conocida por ser el centro industrial y la sede de las grandes empresas presentes en el país. Todo esto, además de haber tenido el complejo fundidor de metales de mayor volumen en Latinoamérica, la convirtió desde hace varios años en la ciudad más rica de México y una de las de mayor calidad de vida en el mundo. Siempre está a la vanguardia en tecnología, educación, salud, vivienda, cultura y deportes. Me atrevería a decir que quien visite Monterrey probablemente no se sienta como en el verdadero México, o al menos no en el que ven en la televisión. Y precisamente todo eso es lo que mis amigos y yo pudimos sentir desde el primer momento en que pisamos la ciudad. Nuestra primera parada fue el Museo de Arte Contemporáneo, que en ese entonces albergaba la exposición temporal del pintor mexicano Gerardo Murillo, conocido coloquialmente como Doctor Atl, cuya especialidad es el paisajismo de montañas mexicanas. Sumado a todo, el museo ofrece bastantes piezas que a muchos (incluyéndome) les pueden parecer extrañas, pero muy atractivas. Casi siempre es así cuando de arte contemporáneo se trata. Un poco más adelante, atravesando el parque central, visitamos el Museo de Historia Mexicana, una excelente opción para todo el que quiera aprender sobre el pasado del país de una manera interactiva y poco aburrida. Con figuras en tamaño real, películas, maquetas, líneas cronológicas y un sinfín de creativos elementos museográficos. Es en este museo donde comienza uno de los atractivos turísticos más nuevos y famosos de Monterrey: el Paseo Santa Lucía. Es una canal artificial de agua que recorre unos 2 km por la parte central del distrito. Aunque Monterrey sea cortado por un río verdadero y un canal artificial parezca una idea estúpida, es un excelente y colorido sendero que entretiene desde el más pequeño hasta el más grande. Hay la opción de recorrerlo en bote, que salen desde la parte subterránea del museo. Nosotros lo hicimos todo a pie. En sus orillas se van encontrando a lo largo del camino, algunos restaurantes, bares y tienditas, que prometen ser un buen destino para pasar una velada. Desafortunadamente no pude visitarlo de noche. Hay un sin número de fuentes donde los niños aprovechan a refrescarse en los días calurosos, como en el que recorrimos el paseo. La temperatura oscilaba los 36 grados centígrados; el viento que soplaba quemaba nuestra piel, y eso que todavía no había comenzado el verano. Es mejor si se va preparado con ropa bastante ligera y bloqueador solar, y quizá algún abrigo por si refresca por la noche. Pero si se visita en invierno hará falta un buen abrigo, ya que por ser zona desértica la temperatura baja a casi cero grados. A lo lejos desde el canal se visualizan las figuras de muchos edificios reconocidos en la ciudad, como la emblemática Torre Ciudadana, una de las más altas en Monterrey. El Paseo culmina rodeado de parques, colinas y jardines verdes que contrastan con el azul de las aguas. Es el sitio ideal que para las parejas de novios y qunceañeras sean fotografiados para sus fiestas. Desde algunas de estas colinas se puede notar cómo comienza a aparecer el Parque Fundidora, el pulmón verde de Monterrey. El Parque Fundidora se encuentra donde antiguamente se alzaba la empresa Fundidora de Fierro y Acero Monterrey, compañía que abonó mucho al fuerte crecimiento económico de la ciudad, al ser la primera que vislumbró a Monterrey como un gran productor de Acero y metalurgia. Cuando la empresa se declaró en bancarrota (para ese entonces ya pertenecía al estado) se creó un fideicomiso que administró, desde hace ya unas décadas, las propiedades de la fundidora. De esta forma, se tuvo la grandiosa idea de convertirlo en un parque recreativo. Con más de 200 hectáreas, es el parque más grande de la metrópoli. Es el escenario perfecto para escapar del bullicio urbano. Dar un paseo en bicicleta, armar picnics, tomar clases de baile, yoga, tomar fotografías, bañarse en sus fuentes o visitar muchos de los atractivos que se encuentran en su interior. Lo más increíble e icónico de este lugar es estar parado en un parque y verse rodeado al mismo tiempo por enormes estructuras de acero que solían pertenecer a la fundidora. La entrada al parque desde el Paseo Santa Lucía es marcado por “el balde”, una gran cazuela de acero de color rojo incandescente, que ahora funciona como fuente. No estoy seguro de la función que muchas de estas construcciones cumplían en la fábrica, pero les puedo decir que esos gigantescos tubos, escaleras y pilares pueden ser intimidantes, pero a la vez hermosos. Se puede visitar también el Parque de Diversiones Plaza Sésamo, que es precisamente una feria temática de este simpático show de televisión. Mis amigos y yo lo visitamos, pero la mayoría de los juegos son para niños. Así que ustedes deciden si ir o no. Desde muchos sitios del parque se tienen las mejores vistas de otro emblema de la ciudad: el Cerro de la Silla, un monte de no mucha altura que domina la ciudad, y cuya cima con dos picos le hace honor a su nombre. En el centro de la ciudad se pueden ver algunas construcciones de estilo colonial, pero no es su fuerte. Es más común hallar edificios de estilo moderno y postmoderno. Monterrey es famosa también por su activa vida nocturna. Mis amigos y yo no podíamos dejar de probar la fiesta regia (a los nacidos aquí se les conoce como regiomontanos). Así que dos o tres noches salimos a discotecas en la zona de San Pedro Garza, San Jerónimo y San Nicolás Garza. Algunas de estas zonas experimentan niveles de vida muy por encima del resto de los mexicanos, siendo San Pedro Garza uno de los municipios con mayor calidad de vida en el mundo. Por tanto, es de esperarse la exclusividad de muchos de los sitios a los que se puede acudir. A pesar de haber ido en una época bastante difícil para la ciudad (debido a la guerra contra el narcotráfico que se tenía en aquel año), encontramos algunas discotecas abiertas. La primera y segunda noche fue muy fácil acceder a los clubes, que de hecho no tenían tanta concurrencia, precisamente por la inseguridad. No obstante, el tercer día mis amigos y yo sufrimos la discriminación de los guardias de seguridad al seleccionar con mucha cautela a quiénes entrarían y quiénes no. Fueron muy claros al decir: “ustedes no entrarán”. Probablemente no cumplíamos con sus estándares de caras estéticas, ropas caras y bolsillos llenos de efectivo y tarjetas de crédito. Por tanto, quien visite Monterrey debe estar preparado para ser recibido por una ciudad magnífica, verde, moderna, desarrollada y cultural, pero a la vez muy cara, excesiva, selectiva y con gente que, de vez en cuando, puede voltear la cara en lugar de ayudar al transeúnte necesitado. Les dejo el álbum con el resto de las fotos:
  8. Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  9. AlexMexico

    Casas del siglo XX

    Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  10. Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  11. AlexMexico

    Cerro de la Silla

    Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  12. Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  13. Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  14. Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
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