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AlexMexico

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Todo el contenido de AlexMexico

  1. AlexMexico

    Paseo Santa Lucía

    Del álbum Monterrey

    No olvides leer mi relato: Monterrey: la Sultana del Norte
  2. Del álbum Monterrey

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  3. AlexMexico

    Torre Ciudadana

    Del álbum Monterrey

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  4. Del álbum Monterrey

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  5. Del álbum Monterrey

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  6. AlexMexico

    Catedral de Saltillo

    Del álbum Monterrey

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  7. AlexMexico

    Macroplaza

    Del álbum Monterrey

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  8. En cualquier sitio que te quedes en el centro está bien, porque la Alhambrabte queda cerca caminando desde todos sitios. Yo me hospedé en el Funky Hostel, que está detrás de la facultad de derecho de la universidad, si no me equivoco. En aquel entonces pagué como 8 euros la noche. En esa zona, de la calle Duquesa hacia atrás, hay muchos hostales baratos para backpackers. Ahora, si lo que buscas es un hotel más cómodo con habitaciones privadas pues ya no sabría cuál recomendarte
  9. Yo hace dos años que lo tomé y nada malo me pasó. Así que yo recomendaría atreverse a ir en el OCC
  10. Después de una noche sin dormir por el temor a ser asaltados (o algo peor aún) y habiendo pasado ya un día en Guatemala sin pasaporte, pero con un permiso legal (o eso creíamos), dejamos a Guille de forma definitiva para dirigirnos a la ciudad maya de Tikal, una de las más grandes de aquella asombrosa civilización. Antes de partir desde la ciudad capital, necesitábamos sacar algo de dinero del cajero, y aquí empezó otra de nuestras odiseas. El primero en intentarlo fui yo; vaya sorpresa que me llevé al descubrir que no tenía mi tarjeta de débito en mi billetera Me paralicé de pies a cabeza. No tenía idea de qué había pasado. Según yo, nadie había intentado robarme; además, cualquiera que quisiera abrir mi mochila hubiera sacado la cartera completa, y no sólo mi tarjeta. Así, tenía sólo unos pocos quetzales conmigo. No podía arreglar nada desde Guatemala; podría reponer mi tarjeta solamente al volver a México. Así, tuve que aceptar que mis amigos me prestaran dinero durante mi tiempo restante de aquel país. Después, Sonia intentó extraer algo de dinero. Otra sorpresa: su tarjeta estaba bloqueada. Al parecer había rebasado el límite Ni siquiera podíamos comunicarnos con nuestros padres. Con sólo unos pocos quetzales en la bolsa, Dany decidió ayudarnos sacando dinero con su tarjeta VISA, aunque sabíamos que le cobraría una enorme comisión al ser de crédito. Pero era nuestra única salida Con ese dinero debíamos pagar la entrada a Tikal y volver a México de una vez por todas; no podíamos prolongar nuestra estadía en Guatemala. En fin, tomamos el bus nocturno de dos pisos que nos pareció bastante cómodo, sobre todo después del estrepitoso viaje del día anterior en ese camión maloliente y ruidoso. La gente parecía más cortés y el conductor mucho más prudente; así que pudimos dormir toda la noche. Arribamos a la ciudad de Flores, un pequeño pueblo a orillas del lago Petén Itzá, cerca de las 6 de la mañana. Desde nuestra llegada pudimos sentir que se trataba de un sitio mucho más turístico que la capital o las comunidades que recorrimos el día anterior, por lo que nos sentimos mucho más tranquilos. Desde Flores salen todos los tours hacia la Reserva de Tikal, que se encuentra a unos cuantos kilómetros al noreste. Como era de esperarse, miles de agentes turísticos acosan a los recién llegados para ofrecerles paquetes a la zona maya, prometiendo ser los mejores en la zona. Como no teníamos muchas ganas ya de estar investigando por nuestra cuenta, hablamos con uno de los primeros hombres que se acercó a nosotros. Nos ofertó llevarnos a un hostal en Flores, donde podríamos hacer noche, y recogernos ahí mismo en unas horas más para visitar Tikal, y él mismo nos traería de regreso; la entrada al parque corría por nuestra cuenta. No deseábamos mucho hacer noche ahí, pues necesitábamos ahorrar. Pero al volver de Tikal la frontera estaría cerrada, y tendríamos que cruzar hasta el siguiente día. Así que aceptamos sin más El hostal no era nada lujoso, pero al menos tenía camas y ducha. Lo único que no nos pareció fue que no podíamos usar la cocina ¿Qué clase de hostal tiene cocina y no permite a sus huéspedes usarla? En fin, tomamos una ducha, nos arreglamos y esperamos en la sala común al hombre que nos llevaría a Tikal. La combi se llenó de turistas que visitaban la zona. Cabe recordar que la fecha era muy cotizada, pues se acercaba el 21 de diciembre del 2012, el supuesto “fin del mundo de los mayas”. La entrada al parque nos desfalcó por completo, pues costaba el doble para extranjeros, y no había descuento para estudiantes. Tuvimos que pagar 150 quetzales por persona. De esta forma, Guatemala nos dejó con sólo 5 quetzales en efectivo (menos de un dólar), un paquete de galletas saladas y una botella de agua a la mitad. Sabíamos que sería un doloroso día Decidimos que nos preocuparíamos más tarde por el tema del hambre y quisimos disfrutar las ruinas arqueológicas, pues ya no había nada más que hacer. Desde que entramos al parque divisamos un camino rodeado por ceibas, el árbol sagrado de los mayas del que nos habían hablado en varios lugares. La selva era tan espesa y profunda como lo era en Palenque, y a pesar de estar por comenzar el invierno, la humedad y el calor eran abrasadores. Como era nuestra costumbre, comenzamos a caminar lejos de las oleadas de turistas, queriendo dejar lo mejor para el final. Recorrimos los largos senderos que marcaban los mapas y hacia donde nadie se adentraba. Construcciones de piedra no tan altas y cubiertas por raíces y lianas que le daban ese toque de escenario de una película de Indiana Jones. Desde algunas de estas estructuras se divisaban por entre la maleza las puntas de las pirámides principales de Tikal, las mismas que aparecen siempre en las fotos cuando se googlea el nombre de la ciudad. Luego de algunas largas caminatas llegamos al centro de la ciudad, una especie de acrópolis rectangular donde sobresalían dos grandes pirámides. Esta Acrópolis, se cree, fue el centro ceremonial y político de todo Tikal. Algunas personas que se posaban en el centro iban vestidas de blanco, como lo vimos también en Palenque. Había también algunos aros de fuego en el suelo del complejo, representando alguna especie de ritual espiritual, seguramente. En la zona norte de la acrópolis había algunos arqueólogos realizando trabajos, por lo que no se podía ingresar a todos los sitios. Pero se tenían vistas muy bonitas de todo el centro. Las pirámides que se yerguen a ambos lados de la acrópolis son estructuras que cumplieron funciones funerarias. Se trata de los templos I y II, también conocidos como el Templo del Gran Jaguar y el Templo de las Máscaras. El jaguar, oriundo de la selva del sur mexicano, fue un animal venerado por los mayas. Desafortunadamente no se podía ascender a ninguno de estos templos, en parte por el mal estado de sus escalones. Aún así, el Templo del Gran Jaguar era la pirámide más vertical que había visto. Su pendiente era muy pronunciada, más de lo normal. Cuando salíamos de la plaza principal, un pequeño coatí se apareció caminando por la yerba. Nunca había visto uno de estos simpáticos animales y era bueno verlo en su hábitat natural, aunque rodeado de turistas que le arrojaban comida, y a los que seguramente ya estaba acostumbrado. Seguimos nuestro camino cuesta arriba en la selva. A lo lejos veíamos una gran pirámide que se asomaba entre los altos árboles: el Templo de la Serpiente Bicéfala, el más alto de todo Tikal. Nos pareció ver gente en la cima, así que trataríamos de subirla. Cada vez que visito una zona arqueológica me encuentro con gente de la tercera edad que, perseverante, sube poco a poco los escalones para tener una buena vista desde la cima de las estructuras. Y siempre me pregunto si yo a su edad podré hacer lo mismo. Me siento mal de a veces cansarme tanto al subir, cuando por mi juventud, debería estar en mejor forma Luego de unos escalones algo empinados, llegamos a la cima. Desde el primer momento en que dejamos atrás las copas de los árboles la vista de la selva nos dejó atónitos. El verde brillante de la densa vegetación tropical parecía extenderse al infinito en el horizonte, y sólo mirar abajo desde las angostas bases de aquella antigua construcción daba un poco de vértigo, que se compensaba con el graznar de los pájaros. Los rayos del sol se posaban cenitalmente sobre nuestras cabezas, pero el suave viento en la cima aplacaba un poco el calor. Lo mejor de todo, era observar cómo la punta de las pirámides de la plaza principal se asomaban una junto a la otra desde lo profundo de la selva. Era simplemente magnífico Después de descansar unos minutos en lo alto, y queriendo racionar el agua hasta el siguiente día, descendimos de nueva cuenta. En el camino, Sonia empezó a hurgar en su maleta. Una carcajada nos quitó de encima todas las preocupaciones que teníamos en el día: había encontrado un billete de 100 quetzales en su bolsa. En mitad de aquel húmedo bioma saltamos de alegría y agradecimos que podríamos comer algo decente al volver a la ciudad La última parada fue lo que los arqueólogos llaman El Mundo Perdido, un complejo arquitectónico que tuvo funciones astronómicas, según se cree, aunque también sirvió años más tarde como zona funeraria. La arquitectura de las construcciones principales recuerdan a Teotihuacán, ciudad antigua con la que se dice que Tikal pudo tener contacto. Luego de un largo día de caminatas y sudor, esperamos a la combi y volvimos a Flores donde, felices, pudimos comer unos tacos y un poco de helado, para después mirar el atardecer en el lago Petén. Dormimos temprano aquella noche para poder cruzar al otro día de vuelta a México. Por la mañana, otra combi pasó por nosotros y otras personas para llevarnos a la frontera con Chiapas. Una vez que llegamos a la oficina de migración, el conductor nos dijo que bajáramos para sellar nuestra salida en los pasaportes y pagáramos el derecho de haber estado en Guatemala. ¿Qué? ¡¿De qué diablos estaba hablando?! No queríamos gastar ni un centavo más en ese país Nos acercamos a la oficina y hablamos con el hombre, que nos pidió nuestros pasaportes. Le explicamos que no los teníamos, pero que al entrar al país el oficial de migración nos extendió un permiso de estadía, por el que pagamos. El nuevo oficial nos dijo que ese permiso no existía ¡Vaya cuestión! Nos habían timado… No era nuestra culpa que el oficial nos haya engañado; debíamos salir del país de una vez por todas. El oficial nos dijo que, por ello, debíamos pagar un poco más por salir del país. Le dijimos la verdad: no teníamos casi efectivo, nuestras tarjetas de débito y crédito estaban bloqueadas y debíamos volver a México pronto. En seguida pude notar en su rostro el esto de Don Soborno Sacamos todos los quetzales que nos quedaban en la bolsa. El hombre aceptó 50 por los tres. Ni siquiera sabíamos si exigir ese pago era legal, pero no podíamos hacer nada más, menos sin tener pasaportes a la mano. En fin, volvimos a la combi algo decepcionados. Llegamos al río Usumascinta, que divide a Guatemala de la parte este de Chiapas. Bajamos y el señor nos condujo a todos hasta una pequeña barca de motor. A bordo iban algunos hippies, incluyendo una mujer anciana, un señor con su perro y dos mujeres con pelos en las axilas. Bastante curioso. Cruzamos juntos el río por casi media hora. Al llegar a la orilla pisábamos al fin tierras mexicanas Ni siquiera tuvimos que hacer nada en la oficina de migración, pues nuestra salida del país nunca fue registrada. Así que seguimos hacia la otra combi que nos llevó de vuelta hasta Palenque. Ahí, tomamos el bus que nos llevó a San Cristóbal, donde tuvimos que regresar a la Posada de carmelita, donde varios días atrás habíamos dejado nuestras cosas. No quisimos hacerle el cuento largo contándole todos nuestros infortunios. Solamente pagamos otra noche y dormimos como nunca. Al otro día pudimos arreglar todo el asunto con las tarjetas; Sonia pudo desbloquear la suya y yo reporté la mía, que me regresarían en Veracruz. Así que pedí dinero prestado a mi mamá para que me lo depositara a la cuenta de Sonia. Pero Dany tenía que sacar más dinero. Fuimos a la estación de buses para comprar los pasajes a México D.F. Pero el cajero nos jugó otra mala pasada, y se comió la tarjeta de Dany después de darle su efectivo Entonces me di cuenta de que ese mismo cajero es el que se había robado mi tarjeta, porque recordé que fue el último lugar donde lo usé. En fin, Dany tuvo que cancelar su tarjeta, y se obligó a vivir con ese dinero hasta que saliera del país 3 días después. Todo fue muy extraño. Nuestro último día en San Cristóbal nos encontramos con Juliana, nuestra amiga de Colombia que acababa de llegar desde el D.F. después de haber extraviado su equipaje (otra historia por contar). Nos relajamos tomando un café y contando nuestras anécdotas de las que, por fin, podíamos reírnos tranquilamente. Es por eso que cuando la gente me pregunta si no me da miedo viajar de esta forma les digo: es mejor enfrentar todos mis miedos para al final poderme reír de ellos. No hay sentimiento más agradable Éste fue mi último viaje en México con este extraordinario grupo de amigos que pude hacer durante mi intercambio estudiantil. Fue la primera vez que hice muchas cosas de las cuales no me arrepiento. Y fue gracias a estos viajes que descubrí ese nuevo espíritu en mí Es quizá, la señal que muchos de nosotros necesitamos para atrevernos a experimentar esas cosas a las que siempre le tuvimos miedo, y a por fin salir de nuestra zona de confort. De esta forma, les dejo el link del último capítulo de Un Mundo en la Mochila, de mi amigo Dany, donde podrán ver las travesías por Guatemala y los últimos momentos que vivimos antes de decir adiós y que cada uno volviera a su ciudad y su país de origen.
  11. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  12. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  13. AlexMexico

    Mundo Perdido

    Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  14. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  15. AlexMexico

    Un amigo nos saluda

    Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  16. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  17. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  18. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  19. AlexMexico

    Acrópolis Norte

    Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  20. Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  21. AlexMexico

    Juego de Pelota

    Del álbum Guatemala

    No olvides leer mi relato: La hambruna extranjera en Tikal
  22. Wow, no se qué decir. Viví la misma burocracia en La Quiaca. Presiento que no les han dado los papeles con tal de sacarles plata (perdón, pero es típico en Bolivia). Ahora sabes que debes tenerlo siempre en cuenta: papel de ingreso y salida, sellos en pasaporte. Y parece que al igual que yo, más de una vez has estado a punto de morir por un conductor boliviano. Espera a ver cómo conducen en Perú jaja. Y sobre el Titicaca pienso lo mismo: helado y hermoso
  23. AlexMexico

    Odisea fronteriza

    Cuando creímos que nuestro viaje terminaba, y que debíamos volver a la estruendosa Ciudad de México, el conductor del moto taxi, Germán, nos había convencido de cruzar la frontera con Guatemala y reencontrarnos con Guille. Sólo había una cosa: no sabíamos dónde estaba Guille, además él no sabía que iríamos. Así que enviamos un mensaje a su celular, esperando que lo leyera pronto. La odisea comenzó desde la carretera en Chiapas, donde se ponchó una de las llantas y Germán tuvo que cambiarla Nos condujo por la autopista de La Trinitaria. Pasamos a la casa del taxista en un poblado cercano, para recoger a su esposa y cambiar el taxi por una camioneta más grande. Nos sentamos en la parte trasera y ambos nos llevaron hasta un pueblo en la frontera llamado “Gracias a Dios”. El nombre nos parecía muy gracioso, pero no tenía mucha similitud con la sensación de estar ahí. En la oficina no nos dejaron pasar. Germán alegó por nosotros, pero al final nada ocurrió. Nos dijo que había otra ciudad más al sur donde seguro podríamos pasar, pero nos dijo que él no podría llevarnos. Nos enojamos un poco pues sólo nos había cobrado y estaba a punto de dejarnos en medio de la nada, cuando nos prometió llevarnos a donde cruzáramos la frontera. Al final, sólo nos condujo a una carretera, donde tuvimos que tomar otra combi hacia Ciudad Cuauhtémoc, un pequeño pueblo fronterizo. Teníamos algo de prisa, pues se nos hacía cada vez más tarde, y queríamos cruzar aún con la luz del sol. Llegamos a Ciudad Cuauhtémoc casi a las 6 pm. La luz estaba a punto de ocultarse. La ciudad parecía un caos, la gente entraba y salía como si la frontera no existiera, y se vendían muchas cosas por doquier. Nosotros caminamos todo recto por la calle que nos indicaron, y nada más no veíamos la línea fronteriza. Pronto, vimos una pluma para tapar el paso a los autos. Supimos que esa era la frontera, pero no había ningún oficial de migración, ni mexicano ni guatemalteco. Pasamos como si nada, sin ningún impedimento. Pero quisimos hacer las cosas de la “manera correcta”, así que buscamos la oficina de migración y entramos a hablar con el oficial. Nos hizo llenar la hoja de ingreso y pidió algunas identificaciones. Como no teníamos pasaporte, nos hizo pagar un permiso de estadía de una semana, que no nos salió tan caro. Cuando terminamos con el papeleo, nos dijo: “tengan cuidado, este es un país sin ley”. Vaya bienvenida que nos habían dado Saliendo de la oficina, unos hombres se acercaron a nosotros ofreciéndonos cambiar nuestros pesos mexicanos por quetzales, a la paridad de 1 quetzal a 2 pesos. No tenía una idea de cuánto debía pagar, así que cambiamos nuestro efectivo. El sol ya se había ocultado, y por si las palabras del oficial no hubieran sido poco para asustarnos, de repente la luz eléctrica en la ciudad se apagó en todas partes. Era terrible. El oficial nos había dicho: “les recomiendo no parecer turistas chicos”. Pero ¿cómo no parecerlo? Estábamos caminando por la ciudad, de noche, cargando grandes mochilas, una casa de campaña y volteando a todos lados, creyendo que alguien nos seguía. Teníamos mucho miedo Preguntamos dónde estaba la estación de autobuses, pues queríamos tomar el bus a la ciudad capital lo más pronto posible. Caminamos algunas cuadras más, iluminados por las velas y los celulares de la gente alrededor. En la terminal, había ya un autobús estacionado y mucha gente esperando sentada. Nos dirigimos a la ventanilla y pedimos a la chica por tres boletos a la capital. Como no tenía luz, no pudo mirar en su computadora, e iluminando con una vela, miró algunos papeles y nos dijo que ya no tenía asientos libres. Nos pidió unos minutos y habló por su celular con alguien. Después nos dijo que el próximo bus salía hasta el próximo día a las 11 de la mañana. No queríamos esperar tanto y, por supuesto, no deseábamos pasar una noche a oscuras en ese aterrador pueblo. Ante nuestras plegarias, la joven nos comentó que había otra opción, pero que quizá no sería mucho de nuestro agrado. Así que nos dio las indicaciones para llegar a otra “terminal” de buses, desde donde salía uno a la capital a la 1 de la madrugada. Sin más, probamos suerte y caminamos hacia la estación. Cuál sería nuestra sorpresa al ver el peor autobús de nuestras vidas Pensando que quizá ni siquiera servía, preguntamos al chofer si había salidas esa noche para la capital. Nos dijo que sí, y que tenía lugares, pero debíamos esperar hasta la 1 am. Resignados, nos resguardamos un rato más en una pequeña fonda, donde, exhaustos, cenamos un poco a la luz de las velas. Regresamos al bus y dejamos nuestras maletas. Tratamos de dormir un poco en los incómodos asientos, entre el olor a orina, fierro oxidado y el sudor del conductor que se paseaba por el pasillo Sabíamos que sería una noche larga y dura. Desde ahora, pido disculpas por no mostrar fotos de todo lo acontecido, pero con el miedo que vivíamos, ninguno se atrevió a sacar la cámara fotográfica frente a la gente. El camión arrancó a la 1, con pocos asientos ocupados y aún con el pueblo a oscuras. Yo estaba seguro de que estaba excediendo la velocidad permitida en la carretera, pues manejaba demasiado rápido. Y casi como si creyera que necesitábamos más ruido que el motor viejo del auto, puso música cristiana a todo volumen. Canciones que hablaban sobre Cristo, el Salvador. Al menos nos dio un poco de risa y nos tranquilizó. Esa tranquilidad se esfumó cuando, por ahi de las 3 de la mañana, el bus hizo una parada en un pequeño pueblo y yo escuché a dos hombres detrás de mí hablando sobre un bus que se había caído al precipicio la noche anterior. No pude evitar voltearme y preguntar qué había ocurrido. Me dijeron: “sí, aquí en Guatemala asaltan los buses por las noches; los maleantes detienen al conductor y se suben a robarle a todos los pasajeros. Y si el autobús no se detiene, le disparan a las llantas. Eso pasó ayer, le dispararon y el camión se volcó, y todos murieron”. Pueden imaginar mi cara al escuchar todo eso Estaba sentado en un bus en Guatemala, a mitad de la noche, con mi cámara, sin papeles legales y con todo el dinero que me quedaba en efectivo. Me apresuré a contarles a Sonia y Dany, y comenzamos a esconder nuestras cosas de valor, dejando algo de dinero para regalar por si nos asaltaban. Para acabar, resultó que ambos hombres con los que platiqué eran traficantes de migrantes Me di cuenta cuando les dije que yo era de Veracruz, México, y ellos contestaron: “hemos estado ahí, por ahí los pasamos para ir al otro lado” (refiriéndose a los Estados Unidos). Sin embargo, ninguno de los dos me daba mala pinta; al final, para muchos de los países centroamericanos, pasar migrantes ilegalmente debe ser prácticamente un trabajo como todos. Mientras más avanzábamos y hacíamos más escalas, el camión se llenaba más y más. Tanto, que llegó el punto en que debían sentarse tres personas por cada siento para dos. Era terriblemente incómodo, sumado al mal estado de las carreteras y a la mala forma de conducir del chofer. Finalmente, el sol apareció en el horizonte. Ya no nos sentíamos tan vulnerables. En una de las últimas escalas, la gente bajó y le dije a Dany: “creo que ya no corremos tanto peligro”. De repente, un señor subió al bus con periódicos en la mano y comenzó a gritar: “¡Masacre, masacre! ¡Matan a 20 niños!” Parecía un chiste Aunque al final nos enteramos que la matanza de niños era una noticia acaecida en Detroit, EUA. Llegamos a Guatemala capital cerca de las 10 am. Estábamos destruidos, sin bañarnos y sin dormir. Habíamos recibido un mensaje de Guille; nos dijo que estaba en La Antigua Guatemala, una ciudad colonial cerca de la capital. Un poco perdidos, preguntamos a la gente por información turística, pero nadie parecía saber, ni siquiera los policías. Cansados de caminar con las mochilas bajo el sol, en una ciudad caótica donde la gente no nos trataba muy bien, entramos a un McDonald's para descansar y comer algo. Ahi dentro, un señor amable nos habló y nos dijo: “Guatemala es una ciudad muy peligrosa, no se metan al centro”. Parecía que éramos los únicos turistas en la ciudad. No obstante, el señor nos dio indicaciones para comprar el ticket a Tikal y cómo llegar a La Antigua. Agradecidos de haberlo conocido, seguimos sus instrucciones y nos dirigimos a la terminal de autobuses. Compramos el ticket hacia Tikal para esa misma noche y tomamos el bus hacia La Antigua. La ciudad es muy cerca de la capital, a unos 50 km al oeste. Luego de casi 1 hora, llegamos y caminamos en busca de la Plaza Central. Ahí, después de 2 días de despedirlo en la carretera, hallamos a Guille junto con su hermano y dos amigas guatemaltecas. Nos vio todos agobiados y ojerosos después de nuestra odisea. Nos ofrecieron dejar nuestras mochilas en el hostal que habían pagado. Aceptamos tomar una ducha rápida y salimos a recorrer un poco la ciudad. La Antigua Guatemala es bastante diferente a la capital. Tiene una muy bien conservada arquitectura renacentista que data de la época colonial española. Además, es una ciudad bastante amable para los turistas y los mochileros que llegan de todas partes. Sentimos pronto el aire diferente del que habíamos vivido las horas anteriores en el resto del país. Además, la ciudad está al pie de un volcán, conocido como el Volcán de Agua, lo que enmarca un paisaje muy lindo y pintoresco. Luego de un recorrido por sus calles empedradas y de contar nuestra odisea a Guille y sus amigas, fuimos a un restaurante a comer un poco de pizza y nachos con dips, para terminar tomando unas cervezas en una terraza. Las amigas de Guille nos invitaban a quedarnos una noche en la ciudad, pues habría una fiesta que parecía muy buena. Lo pensamos algunos minutos, pero al final rechazamos la oferta, pues ya habíamos pagado por nuestros tickets a Tikal, y no queríamos (ni podíamos) perder el dinero, pues poco nos quedaba. Así que, nuevamente, nos despedimos de Guille, esta vez de forma definitiva, y de su hermano y sus amigas. Tomamos el mismo bus de vuelta a la capital y emprendimos el viaje nocturno a Flores, el pueblo más cercano a la zona arqueológica de Tikal.
  24. Del álbum Guatemala

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